XXXVI: Treinta monedas de oro

Besos y toqueteos consentidos y placenteros saturaban el despacho del rey esa tarde que rozaba la noche. El perfume de sus feromonas esparcidas por el aire creaba la atmósfera perfecta para el disfrute de los protagonistas de aquel acalorado encuentro.

Debajo del alfa, se encontraba JungKook, con su espalda recostada sobre la superficie de cuerpo. Probaban sus labios como si fueran el mismísimo manjar de los Dioses al tiempo que TaeHyung le daba caricias ascendientes a sus muslos y caderas desde hacía ya unos cuantos minutos.

La camisa de JungKook ya se encontraba mayormente desamarrada y desacomodada, dejando ver una porción considerable de aquella suave piel que a TaeHyung le fascinaba besar.

JungKook suspiró extensamente, casi palpando el aroma a vino y pistacho de TaeHyung impregnándose en cada centímetro de su dermis. Las caricias entregadas lo tenían flotando en las nubes, sin mencionar que los besos cálidos y húmedos que el alfa le regalaba con tanta pasión, se habían desplazado hasta su cuello, donde se intercalaban con mordidas suaves que jaloneaban su piel sensible al punto de hacerlo sentir escalofríos placenteros por todo su cuerpo.

—Hay que irnos —susurró JungKook con una pequeña sonrisa risueña dibujada en su rostro y los ojos entrecerrados por la atención.

TaeHyung descubrió el pecho de JungKook para expandir su zona de exploración, dejando a la vista el próximo objetivo de sus atenciones.

—No, aquí está bien —simplificó el alfa. Fue directo al rosado botón izquierdo del omega, humedeciéndolo lentamente como él ya sabía hacer.

El omega rio mordiéndose el labio por las cosquillas que le ocasionaba. Apretaba la cabellera de su acompañante entre pequeños intervalos de tiempo; sabía que a TaeHyung le gustaba que lo hiciera. Arqueaba su espalda de vez en cuando y sus piernas estaban a cada lado del cuerpo ajeno y una de ellas estaba enganchada a la cintura de TaeHyung para hacer la distancia que los separaba casi inexistente.

Por su lado, TaeHyung no podía pensar en otra forma de tener al omega que no fuera esa, no cuando JungKook se había presentado ante él vistiendo con esa ropa tan ligera que resaltaba cada parte de su torneado y apetecible cuerpo. No podía resistirse a palmar con sus propios dedos todo lo que la posición le permitía.

—Podrían interrumpirnos. —JungKook mojó sus labios—. En cambio, s-si vamos a otra parte...

Cortó su habla cuando TaeHyung siguió descendiendo, levantando y sacando del camino la camisa del omega para dejar todo su abdomen al descubierto, donde repartió más besos.

Los ojos de JungKook viraron al techo, apretando los labios. Apreció el bello color de la luz vespertina colarse por las ventanas despejadas, pintando todo el lugar con ese cálido color anaranjado y agradable, ese mismo que estaba haciendo de sus pieles su lienzo.

—¿Niegas que viniste vestido así con estas intenciones? —murmuró TaeHyung roncamente tras separarse del beso para dejar varios en la mandíbula—. ¿Mmh?

Posó sus ojos zarcos y brillosos en el omega, desde donde para JungKook lucían tremendamente atrayentes. Por su parte, TaeHyung se deleitó con ese aspecto dispersando de JungKook. Tenía la muñeca fuera del sofá con encima de su cabeza; su cabello estaba desordenado, luciendo tan hermoso que TaeHyung tuvo ganas de volver a besarlo.

Y por supuesto que lo hizo.

—Quería recibir todo lo que pudieras darme... —murmuró JungKook después del chasquido de sus labios.

Los ojos de ambos chispearon con el sentimiento de algo más profundo, embriagados en el otro.

Entonces, cuando TaeHyung ya planeaba deshacerse de la prenda inferior ajena al igual que JungKook deseaba hacer con la de él, el sonido de la puerta los hizo regresar un poco a la realidad, pero aun así siguieron con lo suyo.

TaeHyung acarició la piel descubierta de la cadera de JungKook porque ya había bajado un tramo del pantalón, los dos jadeando ansiosos.

Sin embargo, tocaron otra vez.

—TaeHyung —murmuró JungKook entre besos, poniéndole una mano en la espalda.

Volvieron a tocar.

—Deja que se le caiga la mano de tanto tocar —murmuró TaeHyung guturalmente, recibiendo una risa del omega al tiempo que el dirigía sus besos a las clavículas.

—Ve a ver que quieren... —dijo JungKook con voz suave.

TaeHyung se separó, se apoyó con ambas manos en el sofá y casi gruñó, girando a la puerta.

—Estoy ocupado, ¿qué quieren? —preguntó en voz alta, arisco, dándole después un pequeño beso en los labios a su acompañante, quien sonrió suave y le puso una mano en el pecho, proporcionándole algunos besos ligeros en el cuello cuando volvió a dirigir su mirada a la puerta.

TaeHyung sostuvo la cabeza de JungKook desde atrás, exhalando al gozar en el paraíso que eran esos dulces y húmedos labios.

—Su majestad, es importante —habló una alfa desde el otro lado de la puerta, con un tono apresurado—. El líder del Templo de los Dioses está en el castillo y quiere verlo.

La expresión de TaeHyung se convirtió en una mueca de fastidio y extrañeza. «¿Qué hacía ese alfa ahí?», pensó. JungKook había detenido sus besos y su expresión no era muy diferente a la del alfa. Ninguno de los dos tenía ganas de distanciarse y dejar a media lo que empezaron.

—Bien, vete —gruñó TaeHyung, bufando después.

JungKook lo reprochó con la mirada por su actitud grosera y le pegó suavemente en el brazo. TaeHyung, sin embargo, le dio un beso estático y extenso, y con mucho pesar y rabia, se separó.

Ambos se sentaron, JungKook mirando las cejas fruncidas del alfa por el disgusto.

—¿No tienes otra opción más que atenderlo? —preguntó JungKook, acercándose para darle un beso en el hombro—. Él fue quien vino sin invitación —susurró cerca de su oído.

TaeHyung lo apreció como él solamente hacía, con ese destello que demostraba que deseaba todo de él. Acunó la mejilla del omega para atraerlo a un beso profundo que hizo suspirar a JungKook, que posó una mano en el pecho contrario.

Luego, TaeHyung se puso de pie y dijo:

—Tengo que ver que quiere ese anciano de mierda para que se vaya rápido.

JungKook se levantó y le cubrió la boca con su palma por su vocabulario.

—¿Me dejarás así? —le preguntó él.

TaeHyung cubrió parte del pecho de su compañero y tomó su abrigo de piel, colocándoselo por encima de los hombros al omega.

—Espérame en mi recámara, trataré de ser rápido.

Se despidieron de un beso y luego TaeHyung le dio otro en el dorso de su mano. Sin embargo, cuando ya se había alejado y su mano ya estaba estirada hacia la puerta, JungKook lo llamó, diciéndole:

—Espera, TaeHyung.

El aludido se dio la vuelta y vio al omega trotar apenas, acercándose para acomodarle el cabello que no sabía que tenía despelucado y le alisó un poco la camisa.

—Si ese anciano te ve así, seguro se retorcerá —rio suavemente.

TaeHyung lo imitó y le hizo bajar la cabeza para besar su frente.

—Volveré pronto —repitió finalmente, yéndose del lugar mientras el omega sonreía.

Minutos más tarde, un TaeHyung malhumorado entraba a la sala de reuniones donde aquel anciano de nombre Kim YoungHo se encontraba observando una de las ventanas. Quiso virar los ojos cuando el alfa ni siquiera se giró para saludarlo con el debido respeto, aun cuando TaeHyung había ingresado haciendo bastante ruido con su andar. Ese anciano siempre le amargaba, incluso también recordaba como amargaba a su padre.

Hizo una mueca de molestia y carraspeó. YoungHo se giró con la barbilla en alto y ambos chocaron miradas tensas, pues ninguno de los dos estaba dispuesto a reverenciar ante el otro.

—Pude sentir que estaba cerca —dijo YoungHo, dando unos cuantos pasos lentos hacia él.

TaeHyung lo miró con altiveza. Su lobo estaba algo presente, soltando destellos casi imperceptibles de un celeste más claro que el usual, no solo porque acababa de dejar a JungKook en aquella situación, sino también porque ese hombree presentaba una amenaza para su orgullo de alfa al querer imponerte ante él, y TaeHyung no podía permitirlo como rey.

—Sentí el olor del médico real mezclado con uno más rústico, supuse que era usted y como siempre, mi olfato nunca falla. —Se sentó sin pedir permiso del rey.

—¿A qué se debe su visita a estas horas y sin invitación?

YoungHo alzó una ceja y elevó los hombros.

—Después de sus múltiples rechazos, no me ha quedado otra opción que venir sin aviso. —La inocencia fingida en su voz no hizo más que fastidiar al rey. Se acomodó en la silla—. ¿No cree usted, majestad, que hay mucho que conversar?

TaeHyung caminó lento hasta el otro extremo de la mesa, pero no se sentó, no quería que esa conversación se extendiera más de lo necesario.

—Desconozco algún tema de conversación que debamos tener, Su Eminencia.

—¿Por dónde empiezo? —habló altaneramente en un gesto odioso—. Deberíamos discutir que ha hecho con el reino lo que ha querido sin consultarlo, ¿no cree?

TaeHyung permaneció imperturbable.

—No tengo que pedirle permiso en cuestiones que tengan que ver con mi reino, Su Eminencia.

—Le recuerdo a usted, majestad, que todo lo que quiera hacer con el reino debe ser notificado al Templo, así son las leyes y siempre han sido así —acotó Kim YoungHo, con su mejor porte intimidante a pesar de su avanzada edad—. Le recuerdo que usted, al ser coronado, juró su suma lealtad a los Dioses.

TaeHyung cruzó los brazos sobre su abdomen, diciendo:

—Le juré a los Dioses sumisión, no al Templo —aclaró toscamente.

El alfa anciano lo miró ofendido.

—Los Dioses son el Templo —casi bramó, poniéndose de pie y haciendo ruido con la silla—. Sea de su agrado o no, la corona está estrechamente ligada al Templo y usted no gobierna solo.

En ese momento, TaeHyung odió el hecho de tener que verlo desde abajo por la gran altura del alfa contrario. No obstante, aquello no influyó en su rectitud.

—Deja que un omega sea médico del castillo, deplorable —espetó el alfa con amargura. TaeHyung apretó la mandíbula—. A pesar de nuestra negativa, usted construyó un hospital que transgrede las leyes de los Dioses. —Empezaba a poner mala cara—. Otorgó títulos nobiliarios a sus cercanos, cuya cuna no es para ostentar títulos como el de duque o general —casi escupió, despectivo.

—Tendrá que disculparme, pero yo estoy en la potestad de decidir a quién quiero en mi gabinete —dijo serio, totalmente claro en sus ideas y posturas.

YoungHo bufó burlón.

—¿Su gabinete? Bien —dijo venenoso y caminó mientras asentía—. ¿Qué me dice sobre dejar que su hermano, el príncipe de Daegu, se casara con alguien que en aquel entonces era tan solo un guardaespaldas? —Volteó a mirarlo—. Y le dio un título de duque, ¿cree que no sé qué quiso darle ese título para legalizar ese matrimonio? ¿Usted cree que tapar el Sol con un dedo funciona, majestad?

TaeHyung alzó la mandíbula.

—¿Y usted cree que yo haría algo así sin conocer las reglas? —contestó entre dientes.

El sacerdote elevó una ceja.

—Usted lo menos que ha hecho ha sido seguir las reglas como un ejemplo, mandó a ejecutar a gran parte de su concejo, alfas totalmente competentes para liderar a la nación y enseñarle a usted lo que es correcto —Ladeó la cabeza—. ¿Acaso es eso legal? ¿Qué parte de las sagradas escrituras omití para no recordar algún texto que le permita ser un asesino de su propia gente?

TaeHyung retiró hacia atrás los mechones en su rostro. La paciencia se le estaba agotando, sentía la cólera expandirse por todo su sistema con cada frase que el sacerdote argumentaba.

—¿Y ustedes si pueden atacar a mi castillo? ¿O cree que ya olvidé cuando quiso asesinar al médico real con ácido? —vociferó él.

YoungHo lo miró desde arriba, sumamente superfluo, como si no le importara en absoluto aquella acusación. Y de hecho, era así, no le importaba en lo más mínimo.

—El médico real... —nombró con voz gruesa, acercándose al rey—. ¿Se ha dado cuenta que la mayoría de problemas han sido por el médico?

TaeHyung bufó una sonrisa, negando. Cada vez las ganas de gritarle en su cara de soberbio se hacían más tentadoras, pero estaba seguro que eso era lo que ese alfa quería conseguir: provocarlo.

—¿Por qué asesinó a su concejo? ¿Fue porque eran conservadores? ¿O porque no aceptaban al médico real en el castillo? —indagó el sacerdote sin ni un solo atisbo de vergüenza.

—Fue por traición —vociferó TaeHyung—. Ellos osaron traicionarme, atacaron al médico real y al príncipe, luego quisieron invadir mi castillo. ¿Le parece poco? —contestó ya harto. Quería que el alfa se fuera de una buena vez y dejara de molestar, pero parecía que las intenciones de ese hombre eran todo menos eso.

—¿Ahora sí le interesa su hermano? No le importó cuando su padre lo casó, pero, ¿sí le importa ahora que el médico real también se vio afectado? No soy idiota, majestad.

TaeHyung negó.

—Usted no sabe nada, mejor váyase. —Lo miró con advertencia—. Y mejor cuide sus palabras cuando se refiera a mi omega —bramó.

YoungHo alzó las cejas con una sonrisa truhanesca.

Su omega —se mofó; su pecho vibró a causa de las risas guturales—. Tiene la osadía de querer ser autoritario y un tirano, y, además, irrespetarme desde que tomó el trono, ¿y ahora se burla de mi atendiéndome mientras huele a ese putrefacto olor a sexo diciendo que un omega de ese valor tan bajo es su omega?

El sacerdote le dio una hojeada al alfa con una mueca de disgusto, el rey no se había molestado ni siquiera en abotonarse mejor su camisa.

TaeHyung, enfadado al punto que la vena de su cuello ya se notaba y la mandíbula comenzaba a dolerle de la presión que ejercía en ella, puso sus manos sobre la superficie de abeto frente a él para canalizar.

—Le pediré que se largue de mi castillo —bramó en alto, con los ojos bien abiertos y chispeantes de enfado—. No vuelva a venir sin mi invitación o autorización, porque créame que no tiene derecho a venir aquí, mucho menos a insultarme. No pensaré atenderlo para la próxima vez, como rey autoritario tengo muchos pendientes. —Señaló la puerta—. Váyase ya.

El sacerdote Kim YoungHo, tampoco si ganas de seguir con la conversación, empezó a irse sin intenciones de despedirse respetuosamente. Sin embargo, TaeHyung quiso hacerle saber algo más, y con una mueca que arrugaba sus comisuras en disgusto, anunció en voz alta:

—Debe saber que el médico real y yo vamos a casarnos, solo es un aviso.

YoungHo no se volteó, ni se imputó en absoluto.

—Puedo asegurarle que, si llega a casarse con él, ese matrimonio será lo más lejano al amor, y no son mis deseos, es la realidad de omegas como él.

Y sin más, el sacerdote se retiró, dejando al rey solo y con un increíble enfado encima.

JungKook rondaba tranquilamente por los alrededores del invernado a donde se dirigía inicialmente, pero se distrajo detallando las plantas que antes no había tenido tiempo de apreciar. En su rostro brilló una linda sonrisa, como siempre que paseaba por los extensos jardines del castillo, solo que ese día en particular, también contribuía lo que había compartido con el rey.

Cerró los ojos suspirando cuando, tras haberse cerrado el abrigo de TaeHyung en torno a su cuerpo, el aroma del alfa se impregnó mejor a él. Últimamente se sentía bien consigo mismo, TaeHyung lo hacía sentir así con cada una de sus acciones y palabras; querido y cuidado, donde su opinión tenia importancia y su presencia era bien recibida.

Ya estando cerca de la entrada al invernado, un jalón repentino en su brazo lo hizo detenerse bruscamente. Desconcertado, se giró con el ceño fruncido para ver al causante.

El príncipe JiMin lo observaba con esa expresión amargada de todos los días, pero esta vez sus ojos azules reflejaban algo más denso, más profundo.

Por alguna razón, JungKook tuvo un escalofrió y se zafó cuando el agarre se hizo doloroso.

—Alteza, me lastima.

JiMin hizo oídos sordos y JungKook pudo divisar la tensión en la mandíbula del omega y la manera en la que sus filosos ojos buscaban penetrar hasta su alma.

JungKook estaba inquietándose, no entendía qué había hecho para que el príncipe estuviera así. Estaba a punto de preguntarle la razón, pero el príncipe lo interrumpió con fuerza, diciéndole:

—¿Cuál es tu precio?

JungKook pestañeó.

—¿Perdón?

La mirada del príncipe pasó a una petulante que se deslizó desde el último mechón de su cabello hasta la punta de sus pies.

—Deja de fingir —bramó, volviendo a mirarle a los ojos. JungKook frunció el ceño sin entender—. Sé lo que escondes, sabía que esa sonrisita era falsa —masculló.

Una opresión se adueñó del pecho de JungKook, un miedo latente que desestabilizó su respirar e hizo sudar frío su espalda. La garganta se le cerró y no pudo pronunciar palabra alguna.

—Y dime, ¿cuál es tu precio? —repitió JiMin, mirándolo con insistencia.

JungKook apretó sus puños en el abrigo de TaeHyung intentando calmarse, pero esa frase no hacía más que traerle malos recuerdos.

—¿Mi precio de qué?... —preguntó con voz trémula y los nervios a flor de piel.

Se tensó cuando JiMin dio unos cuantos pasos hacia él para mirarlo de cerca, cara a cara.

—Que cuánto te pagan por estar con mi hermano —indagó repeliéndolo con la mirada.

Las manos de JungKook comenzaron a sudar. Se sentía expuesto a esa cruda verdad, y le preguntaba, o le preocupaba más bien, si JiMin sabía más de eso.

—No sé de qué estás hablando —contestó con voz átona y rápida.

El príncipe viró los ojos.

—¿Cómo lograste entrar al castillo? Porque dudo que estés solo.

JungKook tensó su cuello.

—Un prostituto... ¿quién lo pensaría? —rio sin gracia—. Yo me imaginé muchas cosas sobre ti, pero jamás hubiera pensando que eras ese tipo de persona.

—Usted no es la persona correcta para juzgarme —murmuró, intentando no romperse del miedo.

JiMin bufó.

—Todos deberían saber que el médico real en realidad es alguien que vende su cuerpo por dinero, empezando por mi hermano —dijo venenosamente, y giró su cuerpo buscando ir directo a cumplir con sus palabras.

Pero JungKook lo tomó del brazo, haciéndolo parar.

—Dice algo y arruinaré su reputación más la de su esposo y el general YoonGi —moduló con rapidez, ya perdiendo toda vergüenza. Era inútil negarlo cuando ya había sido atrapado, ahora tenía que aferrarse a lo que sea que se le ocurriera.

JiMin se zafó bruscamente, acercándose a su rostro con expresión molesta.

—No te atreverías a hacer eso —habló entre diente, con tono amenazante.

JungKook alzó un poco su barbilla para imponer firmeza en sus palabras, como si lo retara. JiMin no hizo más que enfadarse al punto que su rostro se puso rojo, pensando en lo descarado que el omega era.

—Debería darte vergüenza, presentarte aquí como si no rompieras ni un plato y creerte con derecho de tener un lugar junto a mi hermano —escupió con desprecio.

JungKook tragó grueso. La humillación iba en aumento y se sentía tan expuesto que sus ojos comenzaban a escocer.

—Por eso sabes de medicina, ¿cierto? Porque te enseñaron a curarte.

JungKook rompió su expresión ante ese comentario, porque no era mentira, nada de lo que decía era mentira.

—Príncipe JiMin- —quiso decir, buscando que parara; por favor que parara.

—¿Quién es tu jefe? Por eso llegaste, ¿no? Para engañarlo. —Sacó una bolsa de cuero de su bolsillo—. ¿Cuánto quieres?

JungKook jadeó cuando JiMin le lanzó la bolsa con menosprecio y cayó al suelo, ocasionando que las monedas de oro se desperdigaran sobre el césped. Apretó las manos, temblando.

—¿Acaso es suficiente, o quieres más? ¿Cuánto dinero quieres tener para irte de aquí y abandonar a mi hermano? —provocó, altanero.

Los recuerdos de esa vida que aún lo torturaba a diario saturaban la mente de JungKook. Intentaba ser fuerte para no demostrar lo mucho que le estaba afectando la situación, la humillación y las palabras del príncipe JiMin. Tenía miedo, quería irse, no quería escucharlo decir una palabra más.

Sus ojos estaban clavados como estacas en el suelo a sus pies, con un nudo cerrando su garganta con tanta fuerza que su pecho dolía desesperadamente. Eran más de treinta monedas, al parecer. Tan solo un poco más de lo que le daba su tío...

Dioses, quería gritar de frustración.

—Vete de aquí y deja a mi hermano en paz. Vete y así no le traerás ninguna desgracia a causa de tu profesión —ordenó el príncipe.

JungKook respiró por sus labios entreabiertos y despegó su mirada del suelo, con el ceño fruncido por el dolor de su cabeza.

—No lo haré.

La sangre de JiMin burbujeó del enfado. Ese omega había tenido la osadía de responderle con seguridad, como si tuviera decisión, como si tuviera voz contra él. ¿Quién se creía?

—Y mi profesión es ser médico, no un prostituto —aseguró JungKook.

JiMin negó desaprobando absolutamente todo de él.

—Qué descaro, qué vergüenza... —dijo, expresándose de una forma tan horrible que JungKook quiso llorar—. Deberías volver a donde perteneces, estoy seguro que es un lugar de mierda. Qué pena para unos padres saber que su hijo trabaja como un prostituto.

Fue totalmente inesperado para JiMin sentir su mejilla escocer en el ardor de un fuerte impacto, al punto de inclinarse hacia atrás y tener que dar unos cuantos pasos para mantener la estabilidad de su cuerpo.

JungKook, quien respiraba aceleradamente con los ojos cubiertos de una película de lágrimas, arqueó las cejas al ver como el príncipe se tocaba la zona y sus dedos se empapaban de sangre. No tardó nada en saber que había hecho algo irremediable, no pudo controlarse y había dañado al príncipe de una nación.

Casi temblando, se apresuró a decir:

—Lo siento, yo no qui-

Pero no tuvo tiempo a finalizar su disculpa cuando un golpe llegó de lleno a su pómulo. Su cabeza retumbó tan fuerte su cuerpo que acabó cayendo al suelo sobre las monedas esparcidas, mas alcanzó a mantenerse sentado gracias a sus manos.

Aturdido, miró arriba.

—Mi intención no fue lastimarle —murmuró, pero JiMin se agachó frente a él y le tomó del rostro con fuerza sin darle oportunidad de levantarse para defenderse, a pesar que lo intentó.

JungKook soltó un quejido doloroso e intentó empujarlo, le estaba lastimando más el pómulo herido con sus dedos. Nunca le había gustado que le tomaran la cara de esa forma, pues así hacía su tío cuando lo sacaba de sus casillas y se molestaba. Le hacía sentir pequeño.

—Juro que voy a hacer hasta lo imposible para que te vayas de aquí —masculló JiMin con su labio sangrante. JungKook empezó a patear, pero parecía que al príncipe no le afectaba en absoluto—. No voy a permitir que mi hermano se una con la basura que eres, sin vergüenza.

JungKook gruñó removiéndose.

—Si le dices algo, voy a arruinar toda tu reputación —amenazó, tanteando el suelo para tomar la bolsa de monedas y lanzársela en el rostro.

JiMin sintió el impacto, y a cambio, apretó su rostro con más ímpetu, colérico.

—¡JIMIN!

JungKook pensó que luego del grito de esa tercera voz llamando al príncipe lo haría detenerse, pero no fue así. Pronto el general YoonGi llegó a la escena y tomó a JiMin por el brazo y la cintura para intentar apartarlo, pero el príncipe ponía mucha resistencia.

—¡Te vas a arrepentir de haberle hecho daño a mi hermano, vergüenza! —gritó casi gruñendo, haciendo jadear a JungKook.

—JiMin, ¿qué estás haciendo?

Un cuarto espectador hizo que todos voltearan a ver, resquebrajando la burbuja violenta que rodeaba a los omegas.

El rey observaba todo de pie frente a ellos, totalmente serio.

JiMin aflojó el agarre por la distracción y JungKook aprovechó para deshacerse del agarre, terminando de empujarlo y así poder ponerse de pie torpemente mientras YoonGi retenía al príncipe.

JungKook posó sus ojos brillosos sobre TaeHyung, pero este no le dirigía la mirada, portando un semblante totalmente estremecedor.

Cuando JiMin y YoonGi se levantaron, TaeHyung se acercó a la escena, estudiando cortamente el labio herido de su hermano.

—Ve a mi despacho —ordenó.

JiMin forcejeó en el agarre de YoonGi.

—Suéltame, YoonGi —dijo entre dientes, pero el aludido no le hizo caso.

De todas formas, JiMin sacudió los brazos para ser soltado, mirando a su hermano con clara molestia debido al tono que TaeHyung había utilizado para hablarle. Odiaba cuando le hablaba de esa forma tan autoritaria.

Ya libre, arregló su atuendo y le dedicó una mirada filosa a JungKook, quien se la correspondió con una igual de intensa. Entonces, JiMin se dio la vuelta y se fue casi echando humo por las orejas.

TaeHyung le hizo una seña rápida al general para que siguiera a su hermano y este acató, yendo detrás del omega rubio esperando tener suerte para que JiMin le comentara al respecto de lo ocurrido aunque fuera improbable. A pesar de eso, ya tenía una idea bastante clara de la razón de ese encuentro. Sentía tanta vergüenza con JungKook, si no hubiera sido por él y su boca, JiMin no le hubiera hecho lo que hizo.

JungKook y TaeHyung quedaron solos en el mismo lugar, el primero mirando al alfa con ojos grandes, acariciándose su propio brazo en un gesto de protección y duda, con una presión en su pecho porque aun solos TaeHyung no lo estaba mirando, en cambio, tenía sus ojos zarcos y atigrados fijos en el suelo lleno de monedas.

Sus ojos derramaban culpa; él jamás había golpeado a una persona por rabia, a pesar de todas las palabras hirientes que pudieran decir en su contra, JungKook jamás había reaccionado de esa forma y perdido la compostura, lo usual para él era defenderse con palabras y argumentos, no con fuerza bruta.

—TaeHyung, lo siento —se disculpó por lo bajo y algo dudoso, se acercó a él—. TaeHyung, de verdad no quise, fue un accidente...

—¿Un accidente?

Entonces, TaeHyung lo miró, despegando sus ojos de las monedas. JungKook se cohibió ante él, pues para él y para todos los que conocían al alfa, sabían que había algo en él que hacía sentir más pequeño a cualquiera con esa postura intimidante que mostraba cuando quería.

TaeHyung caminó hacia él, le tomó la barbilla —con mucha más suavidad que JiMin, por supuesto— y se la alzó para ver como su pómulo estaba pintado de un color rojizo; JungKook aún lo sentía palpitar; y la ligera marca de los dedos del príncipe en sus mejillas. Chasqueó la lengua, soltándolo.

—TaeHyung...

—Ve a cambiarte y luego hablamos.

JungKook le tomó de la muñeca.

—Pero-

—Luego —zanjó, no mirándolo.

JungKook lo soltó virando los ojos y girando su rostro para no verlo. Y TaeHyung, por su lado, simplemente lo ignoró y se fue por el mismo lugar que su hermano.

—¿Sabes lo que hiciste?

JiMin escuchaba a su hermano con los brazos cruzados y ojos altaneros tras haber quedado solos a petición de su hermano.

—Sí, y no me arrepiento.

—Pues deberías, JiMin —espetó TaeHyung, separando su espalda de la puerta de entrada—. Independientemente de quien haya iniciado, atacaste al omega que cortejo y al hacerlo, me insultas a mí.

JiMin hizo una mueca.

—¿No te da pereza siempre seguir las reglas?

—Todos estarían muertos de no ser así, JiMin, y nada de lo que me digas va a hacerme olvidar que golpeaste a mi omega —respondió, pero en su mente pensó: por supuesto que no siempre las seguía, pero no admitiría eso.

—¿Lo consideras tu omega? —rio un poco, hablando con tono brusco como siempre.

—Precisamente —respondió imperturbable. Ignoró la intención de su hermano de burlarse.

—Ni lo conoces, no sabes quién es él, ni lo que hace —dijo ahora el príncipe, perdiendo toda esa fachada de mofa para enseriarse.

—¿No? —dijo TaeHyung, alzando una ceja inquisitivamente.

JiMin se posicionó frente a él y le dijo, queriéndolo hacer entrar en razón:

—El ni siquiera es médico, nada de él es cierto, TaeHyung. —Hizo una pausa—. Él no es real.

JiMin estuvo expectante a alguna reacción, sin embargo, TaeHyung lo miró de tal forma que le hizo entender que esas palabras no significaban nada para él.

—¿Y qué pasa?

JiMin frunció el ceño ante él, desconcertado.

—Al parecer eres el único idiota que no sabe lo que es él, ni a lo que se dedica para ganarse la vida.

—¿Y tú sí? —inquirió, ya molestándole la conversación.

JiMin asintió.

—Al parecer más que tú.

—Creo que su antigua vida no nos importa —comentó TaeHyung de manera desinteresada, esperando que JiMin no siguiera, aunque fuera poco probable.

JiMin quiso gruñir frustrado al ver como defendía a ese omega.

—Abre los ojos, TaeHyung. —Se exasperó—. Tu omega es un prostituto, quítate la venda de los ojos, por los Dioses.

Lo dijo..., lo dijo en frente de TaeHyung.

Un incómodo silencio se formó en todo el despacho. No obstante, TaeHyung no abrió la boca para decir algo en ningún momento, tampoco cambió la expresión enfurecida y mucho menos perdió la compostura.

Y JiMin no supo que si era que su hermano había cambiado demasiado o...

—Eso no es tu problema, JiMin —dijo TaeHyung tenso, torciendo el gesto.

El nombrado pestañeó y boqueó un poco, confundiéndose totalmente. Le acababa de revelar que el omega que corteja, ese que le gustaba y siempre veía con ojos alegres, era un prostituto, ¿y él solo decía eso? ¿Qué...?

JiMin alzó las cejas, impactado con su más reciente pensamiento. ¿Acaso era posible que...?

—¿Tú sabias? —Fue más una afirmación que una pregunta. JiMin dio unos pasos hacia adelante—. ¿Tú sabías que él vendía su cuerpo?

JiMin recordaba con exactitud cada expresión y palabra de JungKook cuando lo enfrentó, y todo de él decía que TaeHyung no sabía. A menos que JungKook no supiera que su hermano...

TaeHyung no le respondió, en realidad, desvió la mirada.

—¿Desde cuándo? ¿Qué?...

—No soy un imbécil, JiMin —respondió, dejando a su hermano boquiabierto.

TaeHyung exhaló lentamente. Ya lo sospechaba, desde hacía un tiempo que se había dado cuenta de ciertas actitudes que JungKook adoptaba, actitudes que no eran normales a su parecer. Sucedían especialmente cuando estaban solos; cuando intimaban y JungKook tapaba su boca para no emitir ningún ruido; esa inseguridad que el omega siempre sentía, ese extraño pudor que no se iba a pesar estar con él... TaeHyung siempre supo que era raro, pero era algo que nunca quiso averiguar a pesar de sus sospechas, no tenía ganas de confirmar nada.

Sin mencionar aquel tormentoso día donde unos alfas atacaron a su hermano e intentaron abusar de JungKook. En ese momento no supo cómo sentirse con todo lo que había escuchado. Porque sí, TaeHyung había llegado un poco antes que las cosas comenzaran a tornarse más feas y escuchó cada palabra que aquel alfa masculló sobre el omega.

TaeHyung sabía cuándo callarse las cosas para sí mismo, sabía cuándo hacer parecer que era un desentendido con temas ocultos. Él sabía cuándo era correcto actuar y lo hacía cuando se le venía en gana.

JiMin, alterado, agitó su mano luego de procesar todo.

—¿Entonces no harás nada?

TaeHyung frunció el ceño.

—Yo no tengo nada que hacer. —Hizo una pausa, cambiando su tono a uno amenazante—. Y tú dejarás de meterte en mi relación con JungKook.

JiMin no podía sentirse más indignado que en ese momento, su hermano le estaba restando importancia a un asunto tan delicado como ese por el hecho que se trataba del que consideraba su omega, pero cuando él pasó por aquella terrible situación y fue vendido a un alfa anciano, cuando lo único que le quedaba era afirmar que ese alfa fue lo peor que le pasó en la vida, TaeHyung no se privó de contradecirlo y criticarlo al igual que su padre. Era injusto, TaeHyung era muy injusto.

—Es un prostituto —recalcó JiMin con todas las letras, esperando que TaeHyung cambiara su reacción si se lo volvía a repetir, para que deshiciera sus lazos con ese omega; porque aquello no era aceptado bajo ninguna circunstancia y menos para su posición como el rey de una nación.

Pero TaeHyung no cambió, solo se acercó dando zancadas hacia él.

—Cállate, no vuelvas a decir eso —gruñó con los ojos bien abiertos.

JiMin tuvo que dar un paso hacia atrás para alejarse de él porque el aura que TaeHyung desprendía era mucho más sombría que antes. A pesar de ser su hermano menor, TaeHyung lograba intimidarlo y acobardarlo.

—No vuelvas a decir eso en mi castillo, ni en presencia de absolutamente nadie —moduló con lentitud, como si se trata de una advertencia.

JiMin quedó sin palabras, eran demasiadas cosas que analizar para una sola conversación.

TaeHyung se separó y se arregló el cabello hacia atrás.

—Quizás hubo varios antes de mí, y quizás JungKook me considere como un cliente —dijo él, inhalando para luego decir lo que dejó a JiMin mucho más descolocado—. Y por esa razón me aseguraré de ser el último —zanjó con voz gruesa, dándose la vuelta para irse.

JiMin desvió su mirada al suelo. Eso no había sonado nada bien, porque si TaeHyung estaba al tanto del secreto de JungKook, admitirlo con esa naturalizad era ilógico, era una estupidez de su parte.

A no ser que TaeHyung lo haga con su doble intención...

—¿Por qué te quieres casar con él? —preguntó el príncipe, conectando con insistencia su mirada con la de su hermano cuando éste se volteó—. Dime por qué.

TaeHyung pensó que, por sus palabras, HoSeok le había comentado sobre sus planes futuros con el omega JungKook.

—Mis sentimientos hacia él son puros —respondió simple, pero su hermano achicó sus ojos examinantes.

—¿De verdad? Porque lo que yo veo es que no soportas que haya estado con alguien más que tú y ahora quieres amarrarlo.

TaeHyung chasqueó la lengua, eludiendo la mirada de su hermano. JiMin acercó sus rostros para hacer contacto visual con él.

—Te da rabia pensar que se vaya, que te deseche porque a ti nunca te han rechazado y lo has tenido todo en la vida —murmuró firme, seguro de sus palabras. Recibió una mirada gélida del alfa, quien se dio la vuelta para caminar hacia la puerta—. Conmigo no puedes fingir y lo sabes.

TaeHyung detuvo su andar.

—Vete a tu casa y no quiero volver a verte hasta que tu labio haya sanado. —Abrió la puerta con brusquedad—. Y es mejor que dejes de meterte en mi vida —bramó antes de tirar la puerta y desaparecer de ahí.

JungKook aplicaba ungüento curativo en su pómulo con delicadeza, sentado frente al espejo de su tocador. Algunos gestos de dolor se formaban involuntariamente en su rostro producto del fastidio ardor de la zona cuando se obligaba a rozarla con la yema de sus dedos.

Con su mano libre, tocaba distraídamente las hendiduras del relieve del cofre de nogal que le regaló su padre, como si eso fuera a hacer desaparecer todas sus inseguridades y malas emociones, pero el nudo en su garganta seguía presente.

Las palabras del príncipe todavía resonaban en su mente y se mezclaban con las de su pasado. Además, sabía que TaeHyung podía llegar en cualquier momento y antes se veía furioso con él. ¿Y cómo no? Golpeó a su hermano.

Y Dioses, se le revolvía el estómago de los nervios pensar que TaeHyung podía enterarse de la razón de su pelea. No quería, tenía miedo, mucho miedo. Su parte omega era la más nerviosa, pero él quería conservar la compostura de alguna manera.

Escuchó la puerta de su consultorio abrirse e inmediatamente arrastró el cofre lejos de él. No se levantó, tenso al escuchar las pisadas firmes los escalones.

TaeHyung pronto estuvo abriendo la puerta de su habitación e hicieron contacto visual al instante. JungKook se levantó con calma mientras veía al alfa cerrar la puerta. Luego, cuando TaeHyung concentró su mirada en él, pudo ver como su expresión era totalmente seria, todavía con esa postura que le hacía cohibirse un poco.

—TaeHyung, yo-

Pero el alfa lo interrumpió con una seña de mano; JungKook hizo silencio.

—No estoy seguro si conoces todo lo que desencadenará esto, más el escándalo al que estaremos expuestos.

JungKook apretó los labios.

—Esa no era mi intención...

—Nunca es tu intención —murmuró TaeHyung, tan rápido que a JungKook le costó entenderlo, pero al hacerlo, lo miró durante unos segundos antes de pasar la lengua por su mejilla en un gesto de molestia.

—Él empezó a humillarme, ¿qué querías que hiciera? ¿Qué lo abrazara o que me pusiera a llorar? —espetó el omega.

TaeHyung se masajeó la sien exhalando, su dolor de cabeza había vuelto en un santiamén con todo este asunto.

—Él empezó a decirme cosas horribles, incluso se atrevió a insultar mi origen, ¿qué se suponía que debía hacer? ¿Qué esperaba el rey de mí? —JungKook ya estaba molesto con TaeHyung por la insoportable actitud. A él no le gustaba que lo trataran así, mucho menos un alfa.

JungKook se sentó nuevamente para seguir tratándose la herida.

—¿Y cuáles eran las razones por las que te humillaba?

JungKook detuvo sus movimientos, mordiéndose el interior de la boca sin ser obvio.

—Nunca le he caído bien, eso es todo —dijo, continuando como si nada. Sentía la mirada de TaeHyung fija en él.

—¿Quieres decir que empezó a insultarte solo porque no le agradas?

JungKook giró su cuerpo con el ceño fruncido.

—¿Por qué más sería? —Alzó una ceja, escondiendo su creciente miedo tras tranquilidad fingida—. ¿Acaso te dijo algo más?

TaeHyung se acercó; realmente esperaba que JungKook le dijera algo, lo que sea, porque, aunque ya lo sabía desde hace bastante, quería escucharlo salir directamente de los labios de JungKook.

—Por eso quiero saber por qué se golpearon, JungKook —dijo, inclinándose a él.

—Me insultó y quiso darme dinero para que me fuera de tu lado, si crees que voy a dejar que tu hermano me pisotee, dímelo de una vez para tomar las monedas e irme —murmuró con la mandíbula tensa, ambos mirándose de cerca antes que JungKook rompiera el contacto y volviera a mirarse en el espejo para seguir con lo suyo.

TaeHyung se enderezó aun encorvado, no tenía nada que argumentar a eso. Quería maldecir porque JungKook siempre ganaba en las discusiones, pero esta vez, TaeHyung quería escuchar la verdad de él. Sin embargo, JungKook seguía y seguía mintiéndole.

Con su semblante agotado, se sentó en la cama y apoyó los codos en sus rodillas, descansando la cabeza en sus manos. JungKook lo observó a través del espejo y suspiró. Se volteó para verlo, acongojado, y luego se levantó su cuerpo de la silla para caminar a él.

—TaeHyung —llamó en medio de una exhalación.

El aludido despegó la cabeza de sus manos y lo miró. JungKook no demoró en subirse en su regazo y apoyar sus palmas en los hombros de su acompañante para sostenerse.

—JungKook... —murmuró con cansancio, no estaba para eso ahora mismo.

—De verdad lo siento...

TaeHyung puso sus manos en la cintura de JungKook con intenciones de apartarlo.

—Mañana hablamos mejor, estoy muy cansado.

Sin embargo, JungKook se acercó para depositar unos cuantos besos lentos en su mejilla que le hicieron a TaeHyung cerrar los ojos, volviéndolo sumiso ante él.

Pensó en lo que JiMin le dijo sobre querer amarrarlo a él, y ahora le pareció aún más ridículo. No, no era eso, porque él si amaba a ese omega, él estaba convencido que eso era amor. Le propondría matrimonio y JungKook se olvidaría de los otros.

JungKook sería feliz, solo ellos dos.

El omega movió sus labios hasta la comisura contrario y ambos se miraron con las narices rozando entre sí como una caricia.

Y lo último que TaeHyung recordó antes de perder la cordura frente a las sensaciones que JungKook le provocaba y lo deseable que se veía con ese delgado camisón blanco hasta la mitad del muslo, fue que se dieron un beso y lo arrojó a la cama para subirse sobre él.




Nota:

FELIZ SÁBADO TAEKOOK, CASI DOMINGO

Estoy publicando sin luz 🤡 toda nuestra ciudad está oscura por la lluvia ª

A que ninguno se esperaba esta reacción de TaeHyung 👀👀 Con este capítulo quisimos que se dieran cuenta que TaeHyung tiene una pequeña obsesión con JungKook. Ustedes juzguen, analicen si es grave o no.

Bye, besos en el poto 😂

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