XLIX: Al borde del abismo pt. III

Con los ánimos por el suelo, JungKook cerró la puerta de su habitación individual. Su mirada se clavó en su cama. Cada vez que lo hacía, le costaba más mentalizarse de que ya no dormía con su esposo, echaba de menos ser rodeado por su aroma y abrazado por esos brazos tan acogedores que lo abrigaban durante las gélidas madrugadas.

Se dejó caer en la cama en lo que intentaba encontrar acomodo y se preparaba para lo que le esperaba con TaeHyung en unos probables minutos. Sus pupilas angustiadas permanecieron fijas en la puerta de unión entre ambas habitaciones. El nerviosismo cosquilleaba en su piel, erizando los vellos de todo su cuerpo con cada minuto de espera que transcurría.

Exhaló, deshaciéndose de la cinta que recogía sus ondulaciones y depositándola a un lado en lo que se las acomodaba.

Estaba convencido, ya no había vuelta atrás. Lo que estaba hecho, ya no podía deshacerlo, pero el futuro no estaba escrito y él iba a intentar salvar lo que quedaba de su matrimonio. Quería que TaeHyung entendiera sus desesperadas razones; necesitaba aclararle que sus sentimientos fueron y son puros de corazón y alma, a pesar que su llegada estuvo muy lejos de serlo.

Ganarse el odio de su esposo era una opción más que probable, quizás se asquearía de él cuando se enterara de sus sombras más oscuras. No iba a mentir, estaba aterrado. Sin embargo, aunque sus manos estuvieran a nada de temblar y sudaran, ya no lucharía por detener lo inminente, dejaría que pasara lo que tenía que pasar.

Los sentidos de JungKook brincaron cuando la puerta se abrió. Se levantó de inmediato, limpiándose nerviosamente las manos sudadas con su pantalón antes de juntarlas frente a su cuerpo en un intento por ocultar su ansiedad con expectación.

Observó atentamente como las manos definidas de su esposo cerraba la puerta y su corazón no pudo aguantar más espera, desatando en él las ganas de cortar ese breve pero incómodo momento que los rodeó.

—Siéntate, quiero hablar contigo, por favor —pidió.

Tragó saliva cuando TaeHyung se dio la vuelta sin decir nada, con la expresión colmada de seriedad que solo hacía más impredecible adivinar en qué pensaba.

Estático en su lugar, JungKook vio a su alfa aproximarse a él sin cortar el contacto visual. Parpadeó y echó su cabeza hacia atrás cuando el alfa no amagó detenerse y traspasó su espacio personal.

—TaeHyung, ¿qué-?

No pudo culminar de preguntar qué estaba haciendo cuando el alfa ya estuvo tomándolo del rostro para plantarle un beso absorbente en los labios.

Los ojos de JungKook se abrieron con exaltada perplejidad y confusión, y sus manos cayeron por inercia sobre los brazos ajenos para estabilizarse. Sin embargo, Dioses, se le hizo difícil no sucumbir ante esos irresistibles labios cálidos que lo besaban. Una exhalación satisfecha de escapó de sus labios en medio del beso. Cerró los ojos y se dejó llevar por la increíble sensación que tanto amaba de ser besado por su esposo.

La impresión de extrañeza no se marchaba de su cuerpo; su interior estaba eufórico porque su ser más amado lo estaba besando con mucho anhelo, pero la confusión lo llevaba al naufragio en la isla de la incertidumbre.

¿Acaso eso significaba algo? ¿Lo había disculpado? ¿Era una manera de decirle que le daba otra oportunidad? JungKook no podía comprender nada, mucho menos cuando esos besos que lo hacían suspirar, fueron movilizados húmedamente hacia su mejilla y cuello, del lado carente de la marca. Otro suspiro emergió de él cuando TaeHyung lo tomó de la cintura con una firmeza embriagante.

Arrastró sus manos a los hombros del alfa con suavidad y ladeó el cuello.

—¿Él también te besa así?

JungKook frunció el ceño.

—¿Qué? —inquirió, abriendo los ojos.

—¿Sientes lo mismo cuando aquel guardia te besa? —murmuró TaeHyung contra la piel húmeda del cuello ajeno.

JungKook, desconcertado, intentó apartarlo, pero el agarre que el alfa ejercía en su cintura se lo impedía.

—TaeHyung, ¿de qué hablas?

El aludido tomó su rostro con una mano, casi acunándole la mejilla. Pero al contrario de las veces anteriores, el tacto emanaba una vibra extraña, era más imponente, un poco más fuerte, pero no lo dañaba.

—¿Crees que no sé de ustedes? —masculló TaeHyung, apartándose para verlo a los ojos.

JungKook se mostró aún más confundido, presenciando como la expresión del alfa se ensombrecía cada vez un poco más.

—¿Quiénes? Explícame.

—Jackson Wang —respondió TaeHyung, con voz de pecho.

De un momento a otro, JungKook experimentó escalofríos de miedo por todo su cuerpo y su ansiedad se disparó. Jackson tuvo razón: TaeHyung lo había descubierto, pero lo había malinterpretado todo.

—T-TaeHyung, quiero aclarártelo todo, pero primero suéltame —pidió e hizo el intento de apartarlo, pero TaeHyung lo inmovilizó por la cintura.

—Los he visto juntos —dijo, con ojos filosos; JungKook lo tomó del brazo para que lo soltara—. Coquetearon aquel día de entrenamiento cuando recién llegabas. —Escuchó a JungKook jadear consternado—. Olfateé su aroma incontables veces sobre tus prendas: olivo dulce y naranja...

JungKook negó con rapidez.

—Si me sueltas, te diré, Tae-

—Yo sé que tienen una relación más allá de lo visible —vociferó—. Los vi hace un momento.

JungKook pasó saliva. Necesitaba que el alfa lo soltara porque se sentía tan indefenso y vulnerable que su respiración comenzaba a alterarse. Por primera vez, TaeHyung le produjo miedo.

—Te dio un beso, te abrazó, y tú se lo permitiste. Eres un omega casado, ¿cómo pudiste dejar que te tocara? —gruñó.

—Malinterpretas la situación, mi único amor eres tú —definió JungKook con voz ahogada.

No obstante, jadeó del susto cuando TaeHyung le sostuvo el rostro con fuerza, exactamente como lo hacía su tío desde hace años. Intentó apartar su cara para ser soltado, pero TaeHyung comenzaba a lastimarlo.

—¡NO ME MIENTAS MÁS! —gritó TaeHyung, con el cuello enrojecido y los ojos tan molestos que ya no eran ese cielo despejado que tanto amaba, ahora era como un turbulento mar de cuchillas inmateriales.

JungKook llevó sus manos a la muñeca que lo apresaba y la apretó, clavándole las uñas para hacerle saber de alguna otra forma que odiaba que lo sostuviera de esa manera.

—Suéltame... ¡Que me sueltes! —exclamó JungKook, ya enfadado.

Contrario a sus pedidos, lo único que recibió fue un zarandeo de parte del alfa que lo hizo quejarse.

—¿Es uno de tus clientes, acaso? ¿O yo soy el único cliente?

Los ojos del omega se abrieron en demasía, sintiendo a la perfección como esa dos preguntas desgarraban lo más profundo de su corazón en pedazos. El dolor fue más intenso que el de una espada en el corazón. Pero la ira fue el sentimiento que floreció de ese dolor, una ira tan impotente que nubló su juicio y guio su actuar. Nació de él desquitarse con su esposo por todo ese odio acumulado año tras año en contra de esos alfas aprovechados y abusivos.

—¡MALDITO! —gritó JungKook, y en un movimiento imprevisto por las dos partes, impactó su puño en el rostro de su esposo.

TaeHyung soltó un quejido y deshizo el agarre, alejándose unos pasos. Perplejo, su mano fue a parar a su labio inferior; la sangre manchó sus dedos.

—¿¡Cómo te atreves a hablarme así!? —vociferó JungKook, con sus manos apretadas en forma de puños y el rostro empapado en cólera. Sus ojos mostraban una película de lágrimas de sentimientos destructivos, delatando su estado inestable junto con su respiración acelerada.

—Me golpeaste... —expuso más para sí mismo mientras la estupefacción de toda su expresión se mezclaba profundamente con su enfurecimiento previo.

—¡Y lo volvería a hacer! —Limpió con brusquedad una lágrima que corrió por su mejilla sin permiso—. ¡No tienes ni idea de lo que he tenido que vivir como prostituto, así que no tienes derecho a faltarme el respeto con ese tema!

TaeHyung permaneció quieto, procesando las palabras que sirvieron de detonante para la ahora confesión del omega.

—¡He luchado por años para mantener una buena compostura y por construir mi dignidad y propia valoración desde los cimientos para que mi propio esposo venga a tratarme igual que los demás!

JungKook se acercó a paso pesado, colerizándose cada vez más.

—¡Y si te interesa saber sobre Jackson: sí, me acosté con él hace años para no tener que sufrir del dolor físico que los otros alfas pudieran causarme cuando me usaran, pero nada más! —Le apuntó desdeñosamente—. ¡Pero tú me has causado un dolor mucho más profundo al tocar mi lado más débil sin haberme escuchado antes!

La rabia en TaeHyung burbujeaba por emerger a la superficie como un volcán en erupción a medida que el omega continuaba con sus gritos.

—¡Siempre has vivido una vida llena de despilfarro y privilegios por ser el favorito de tu maldito padre! ¡Y si ahora vendrás a humillarme por haber hecho algo que nunca deseé, entonces yo tengo el mismo derecho de tratarte justo como lo que eres!

TaeHyung dio zancadas hasta que sus rostros quedaron cerca el uno del otro.

—¿¡Y QUÉ SOY!? —gritó en provocación.

—¡UN ALFA MANIPULADOR Y MALCRIADO! ¡UN ASESINO Y UN TRAIDOR DE TU PROPIO HERMANO! ¡ERES UN TIRANO!

—¿¡CÓMO OSAS HABLARME DE ESE MODO!? ¡AL FRENTE TIENES AL REY! —contraatacó en gritos, usando su altura para intimidarlo e imponerse.

—¡Y TÚ DE FRENTE ME TIENES A MÍ! —Se señaló.

Ambos se retaron con la mirada durante largos y tensos segundos.

—Eres igual a todos esos alfas —gruñó, propinándole un empujón en el pecho—. Eres igual a los demás. —Volvió a empujarlo—. Eres la misma basura que todos esos malditos alfas.

Esta vez, antes que pudiera darle otro empujón, TaeHyung le tomó de las muñecas con fuerza para retenerlo y JungKook luchó. Inició un forcejeo inquieto que iba en aumento junto a la furia de ambos.

—Tú buscaste mi reacción al ser tan descarado conmigo —gruñó TaeHyung.

—Nadie te forzó a ser un idiota conmigo —contrarrestó JungKook, ofendido.

—¡Y nadie te forzó a mentirme tanto! —vociferó TaeHyung, con el labio sangrante.

TaeHyung afianzó su agarre en las muñecas cuando el contrario intentó agredirlo de nuevo, asestándole esta vez el empujón al omega.

JungKook soltó un quejido cuando su espalda impactó con el borde de la mesa de noche, hiriéndolo. Las alarmas de autodefensa contra un agresor de activaron en él y, en un acto de puro reflejo, pateó el costado de la pantorrilla derecha del alfa antes que su cuerpo pudiera detectar otro daño.

El rey gruñó y siseó de dolor, perdiendo el equilibrio en segundos. En un intento por mantenerse de pie, se llevó a JungKook consigo en la caída. Así es como ambos terminaron aterrizando sobre la cama, JungKook siendo sometido por el cuerpo del alfa sobre él, apresando sus muñecas contra el colchón.

Los ojos de ambos conectaron echando chispas por doquier, y al cado de los segundos, el alfa fue el que tomó la palabra, mascullándole entre dientes:

—Has roto cualquier rastro de amor que me quedaba por ti.

El corazón del omega se estrujó con fuerza, pero levantó sus muros para aparentar impasibilidad y solidez.

—Tú has roto mi corazón en pedazos, así que yo no soy el único culpable.

TaeHyung se impulsó en sus muñecas para erguirse. Arregló su saco y limpió nuevamente su labio sangrante en lo que JungKook se incorporaba aún sobre la superficie acolchada, sin cortar sus miradas filosas.

—Bien, nuestro matrimonio queda irremediablemente roto, me será fácil exigir una separación —anunció el alfa, inexpresivo.

Para JungKook fue inevitable arquear las cejas.

—No podrás hacerlo, aún si lo deseas...

TaeHyung elevó una ceja.

—¿Por qué lo dices con tanta seguridad?

«Porque soy un príncipe y tú un rey», quiso decirle, pero cuando iba a abrir sus labios para contarle todo, TaeHyung alzó una mano con una brusquedad que le impidió continuar.

—No te atrevas a decirme nada más porque no te creo absolutamente nada —bramó.

JungKook chasqueó la lengua.

—Si tan solo-

—No saldrás de aquí hasta que descubra quién eres —anunció TaeHyung, dirigiéndose directo hacia la puerta de conexión.

JungKook se puso de pie, siguiéndolo mientras su preocupación comenzaba a agrandarse.

—¿A qué te refieres? —preguntó, angustiado.

Pero el alfa avanzó más rápido hacia la salida, dando grandes zancadas que lo hicieron comprender el trasfondo de esas palabras.

—¡TaeHyung, no!

Corrió para alcanzarlo, pero no tuvo tiempo de detenerlo cuando TaeHyung cerró la puerta en sus narices. JungKook, exaltado, no esperó un momento más para tomar la manija y empujar para abrirla, pero ésta no cedió.

Al parecer, el alfa había colocado algo para trancarla.

—¡TAEHYUNG! —llamó en un grito, golpeando la puerta.

Cuando sus intentos fueron inútiles, sus ojos violetas fueron directo a la puerta que daba al pasillo como única esperanza. Corrió a ella, pero al intentar usarla se dio cuenta que estaba en las mismas condiciones: bloqueada.

Chasqueó la lengua. «Lo tenía planeado», masculló en pensamientos. Golpeó la puerta repetidas veces.

—¡Iba a decirte, maldita sea!

La pateó y tapó su rostro con frustración, halándose el cabello.

Todo se había salido de control.

TaeHyung avanzada furibundo por los pasillos del castillo. Los sirvientes y guardias que lo veían pasar, se apartaban con temor porque el rey parecía revestido por una llamarada de enojo a su alrededor.

Pero el monarca los ignoraba a todos y cada uno, pues su destino era uno y lo tenía bien definido: la antigua habitación de JungKook.

Azotó la puerta del consultorio y subió a paso pesado los escalones que daban a la habitación. Abrió la puerta de golpe, ocasionando que su hermano JiMin pegara un sobresalto.

—Debemos manejar esto con discreción —remarcó JiMin, viendo a su hermano cerrar la puerta sin prestarle atención. Iba a girarse para seguir buscando, pero entonces vio el rostro de su hermano menor—. ¿Qué te pasó en el labio?

TaeHyung llevó sus dedos a su labio herido; aún sangraba un poco.

—¿Conseguiste el cofre? —inquirió, ignorando su pregunta.

—Todo está vacío, lo único que conseguí fueron esas flores en aquella mesa. —JiMin señaló el lugar.

TaeHyung las reconoció al instante. Dioses, eran las flores que le obsequió a su omega a lo largo de todo el cortejo. Ya estaban marchitas.

Se acercó a paso lento y con una presión en el pecho que le hacía doler el corazón. Extendió su mano y rozó los pétalos secos con cuidado para no romperlos.

—Dudo que haya un cofre en esas flores.

Apartó su mano en un reflejo cuando la voz de su hermano lo trajo de vuelta a la realidad y se giró observándolo mal.

—Consigue ese cofre ahora, JiMin —ordenó.

El príncipe colocó sus manos sobre la cadera con desdén.

—Eso hago, pero no encuentro nada.

—Estás buscando mal —gruñó TaeHyung.

JiMin achicó los ojos, hastiado.

—A diferencia de ti, al menos yo estaba haciendo algo. Tú tenías una pelea con sabrán los Dioses quién —recriminó de vuelta, recargándose en la pared más cercana.

—Sí, ya cierra la boca —masculló, comenzando a buscar por su cuenta.

—Ya busqué ahí y lo único que encontré fue un insecto muerto —aclaró.

TaeHyung exhaló y le dio una ojeada a su alrededor.

—Él lo tenía en esta habitación, yo lo vi —murmuró, agachándose.

—Probablemente ya se lo llevó a otro lugar, ¿no crees que pueda tenerlo en su habitación? —inquirió pensativo, viendo a su hermano adentrarse debajo de la cama.

—No, él lo escondía de mí, no puede tenerlo en un lugar tan notable. —Salió de ahí tras no encontrar nada.

—¿Sabías que escondía un simple cofre y aun así te casaste? El amor es ciego, dicen por ahí —molestó como de costumbre, ganándose la mirada fastidiada de su hermano una vez estuvo de pie.

—¿Podrías ayudarme a buscar? —moduló con lentitud.

—No —se negó—. Estuve todo este tiempo caminando en círculos por esta mugrienta habitación, es tu turno.

«Dioses, imploro paciencia», suplicó TaeHyung en pensamientos; JiMin era la persona más molesta que conocía.

Se aproximó al tocador ajeno para buscar en las gavetas del mueble. Sin embargo, su hermano lo detuvo con un:

—Espera.

TaeHyung lo miró con duda: JiMin tenía sus ojos fijos en el suelo, ceñudo.

—Da unos pasos atrás —dijo el omega, moviendo su mano.

—JiMin, si esto es una burla-

—Da unos pasos atrás. —Viró los ojos—; escuché algo.

El alfa exhaló y acató en silencio, retrocediendo un total de tres pasos hasta que un crujido se produjo. Los dos se miraron entre sí y luego posaron sus ojos azules en el suelo al tiempo que el alfa volvía a pisar para comprobarlo.

Los dos se agacharon, mirándose en un momento de expectación antes que TaeHyung intentara levantar la madera. El alfa chasqueó la lengua cuando la madera se escapó de sus dedos al no tener suficiente espacio entre tablón y tablón.

—Usa esto —dijo JiMin, estirándose para tomar una varilla de metal que encontró hace unos minutos en uno de los cajones de la cómoda.

TaeHyung tomó el objeto y, con el corazón retumbando en un millón de puyones, hizo palanca hasta que la madera cedió y abrió.

Ahí estaba, un cofre de madera oscura y hierro.

—Maldito astuto, lo escondió bien... —murmuró JiMin.

El alfa no se molestó en responderle, pues sus ojos se anclaron a la superficie de nogal apenas sus ojos zarcos lo captaron; ese mismo que antes quería abrir por curiosidad y que ahora lo quería por necesidad. Ya no veía otra forma para saciar su duda.

Contuvo la respiración a la hora de sacarlo de su escondite y lo colocó sobre el tocador, sin emitir un solo sonido o palabra. Se tomó unos segundos y recibió la llave de su hermano.

—¿Estás esperando algo? Ábrelo. —JiMin lo empujó del hombro con suavidad—. Ábrelo ahora.

TaeHyung apretó los labios e incrustó la llave en aquella cerradura. Sus ánimos cayeron en picada, ya podía sentir el peso y el sentimiento de la traición. Giró su mano hasta que se escuchó ese sonido. Exhaló, dejando la llave sobre la superficie y tomó aire antes de levantar el cofre en sus manos y colocar una palma sobre la tapa.

Solo faltaba un movimiento y el nerviosismo lo estaba carcomiendo; Dioses, realmente no quería hacerlo, se sentía tan mal. Le pidió a los Dioses que lo detuvieran, que evitaran que viera lo que contenía ese cofre misterioso. No quería, no quería efectuar ese movimiento que derrumbaría su mundo en un instante.

Hasta que juntó el valor necesario y lo abrió.

Y al ver lo que resguardaba dentro, su espalda se encorvó en una exhalación silenciosa, teniendo que dejar en cofre sobre una superficie al no sentirse capaz de seguir sosteniéndolo.

—Maldición, tenías razón —moduló su hermano, sacando lo más resaltante de su interior.

Un broche brillante de rubíes con forma de lince, todo lo que representaba a los reinos de Seúl y Busan; todo lo que representaba a la familia real de los Jeon.

—JungKook es hijo de Jeon JungShin —vocalizó JiMin, abriendo el pergamino que había dentro, ese mismo que YoonGi consiguió en los registros y que JungKook resguardó para su seguridad—. Príncipe Jeon JungKook, ¿quién lo diría? —murmuró en medio de la lectura.

TaeHyung tenía la mirada perdida en un punto de la habitación, apretando entre sus manos el borde del tocador.

—¿El antiguo rey de Busan y Seúl no quería hacer la paz con Daegu? Incluso querían comprometerte en matrimonio con uno de sus hijos... —JiMin jadeó, llevándose las manos a la boca al caer en cuenta de la realidad—. Jeon JungKook.

TaeHyung le arrebató el broche y volvió a meterlo al cofre con tosquedad.

—Relájate, TaeHyung, ¿qué te sorprende? —dijo el omega—. Esa era tu sospecha, ¿me equivoco?

—No te metas —dijo con voz furibunda, pero sobretodo ahogada.

Buscó marcharse con el cofre en manos, pero JiMin lo tomó del brazo.

—Escuché a la servidumbre decir que la hija mayor de los Jeon estaba desaparecida —comentó el omega.

TaeHyung se liberó y atravesó la puerta, bajando los escalones de camino al pasillo. JiMin fue detrás de él e insistió.

—Eso hace a JungKook el único heredero y si estás casado con él, entonces Seúl y Busan-

—¡JiMin! —detuvo TaeHyung, exhausto. JiMin calló—. No me importa lo que es, me importa que me mintió —aclaró, su voz deshaciéndose en un murmullo—. Me casé con él aún con mis sospechas porque lo amo profundamente —dijo—. Fui entrenado para conocer cada rincón de todas las naciones y esto: —Hizo alusión al cofre—: no me dice nada que yo ya no sepa. Aun así, me casé. —El enfado comenzó a surgir—. Pero JungKook jugó con la parte más inocente de mi alma, esa parte de mí que solo él conoce, y por eso pagará por sus actos...

JiMin posó sus ojos sobre la nuca de su hermano cuando este le dio la espalda.

—¿Qué le harás?

Pero TaeHyung avanzó, sin decir una palabra.

JungKook esperaba impacientemente sentado en su cama, moviendo con continuidad y ansiedad su pierna contra el suelo. Mordía sus uñas, preguntándose donde estaba su esposo. Ignoraba el ardor tenue del raspón que había causado el golpe contra la mesa de noche, pues no dejaba de pensar en todo lo que pasó.

Después del poco tiempo de encierro, se arrepintió de haberlo golpeado y de cada una de las cosas que le dijo. Dioses, él no creía que su esposo fuera un asesino ni mucho menos un tirano. Tampoco creía que fuera igual de basura que los demás alfas, él era tan diferente a ellos; lo que habló por él fue la rabia del momento.

Necesitaba verlo para contarle todo y aclararle su verdadero sentir.

Escuchó la puerta abrirse e instantáneamente se levantó.

—TaeHyung, necesito que me escuches —rogó.

Sin embargo, sus cejas se alzaron cuando vio que los majestuosos ojos zarcos de su esposo estaban llenos de lágrimas. Enmudeció y un nudo se formó en la garganta; jamás lo había visto llorar.

Palideció y percibió como todas sus entrañas se removieron cuando se dio cuenta de lo que TaeHyung sostenía en sus manos: el cofre de hierro y nogal que su padre le había obsequiado, ese mismo que resguardaba los lados más vulnerables de sí mismo.

—¿Te costó tanto decirme que eras un príncipe? —preguntó TaeHyung, apretando la mandíbula.

JungKook avanzó un pequeño paso hacia adelante, con la ansiedad a mil.

—TaeHyung, dame eso...

El aludido lo observó a duras penas debido a las lágrimas que empañaban su misión, esas que se negaba a soltar.

—¿Te casaste conmigo para escapar de Jeon JungHyuk?

El omega se paralizó. y sus ojos se llenaron de lágrimas al igual que los de esposo. Negó apurado.

—¿Eres un espía? ¿Por eso apareciste el día de mi coronación? —susurró el alfa con dolor.

JungKook dio otro paso.

—No es así, siéntate y te explico —pidió con voz trémula. Alzó la mano queriendo tocar al alfa, pero éste se apartó—. TaeHyung... —susurró en un ruego.

—Enamorarme fue tu plan para poderme sacar información, por eso te encontré merodeando mi habitación —dedujo en voz baja.

Las lágrimas rodaron por las mejillas del omega, sollozando al momento de asentir con suavidad; ya no tenía sentido darle más vueltas.

—Sí, para eso vine, pero jamás di información. Me enamoré de ti y tanto mis visiones como mis propósitos cambiaron; empecé a amarte...

TaeHyung le rehuyó la mirada en busca de la calma o un alivio para el dolor de su corazón.

—Te fui conociendo y me di cuenta que eras un ángel. Me empezaste a alegrar los días y yo... no podía hacerte eso —relató con lágrimas pequeñas.

—No te creo. —Apretó los dientes.

JungKook unió sus palmas y las reposó sobre sus labios cerrados, negando con dolor porque, Dioses, aquel era el mayor de sus miedos haciéndose realidad.

—No te creo absolutamente nada —masculló TaeHyung.

Las facciones del alfa mostraban el profundo dolor emocional que estaba atravesando, un dolor tan impetuoso que parecía inconsolable. Eso hizo que JungKook se partiera en pedazos, sintiéndose peor que nunca, odiándose más que nunca.

—¿¡Si te enamoraste de mí por qué no me dijiste nada!? —gritó TaeHyung. JungKook lloró alto—. ¿Por qué seguiste traicionándome si decías que me amabas? ¿Qué necesidad había de mentirme así?

JungKook hipó.

—Nunca pude. Tenía mucho miedo, pero jamás te traicioné, yo jamás di información del reino, yo te amo-

—¡NO ES CIERTO! —gritó furioso, haciéndolo callar—. Esto —enfatizó, alzando el cofre—. Esto no significa nada para mí, esto no me importa.

TaeHyung amagó impulsar su brazo para lanzar el objeto; JungKook jadeó de temor.

—¡TAEHYUNG, NO LO HAGAS!

Intentó detener el brazo ajeno, pero aun así no pudo evitar el estruendoso impacto del cofre contra el suelo.

JungKook se llevó las manos a la boca, inmóvil. El regalo de su padre, el único recuerdo físico que le quedaba, ese mismo que protegía todas sus inseguridades y miedos, ahora se encontraba destruido en dos partes, desvelando todas las cosas que lo atormentaban una a una; incluso su broche acabó roto, desprendiendo las gemas. Se sintió tan indefenso de repente.

Se agachó con una lentitud flemática.

—¿P-Por qué lo rompiste? —tartamudeó, tomando entre sus temblorosas manos la tapa y la base.

—¡Tú rompiste mi corazón! —gritó el alfa, ocasionando que JungKook sollozara con más fuerza y cerrara los ojos con efusividad.

—Perdóname —pidió en un gemido lastimero. Abrió sus ojos amatistas bañados en lágrimas para mirarlo desde el suelo, como si estuviera suplicando por su perdón de rodillas—. Perdóname, TaeHyung.

Por primera vez, TaeHyung dejó caer las lágrimas que antes retenía con esfuerzo.

—Tenía miedo de que me odiaras y me trataras como todos los demás: como una escoria... —Limpió su propia nariz con una mano e hipó—. Porque eso es lo que soy de dónde vengo, soy una escoria sin honor ni respeto.

Se levantó como pudo, tomando el chaleco del alfa con sus manos en un gesto suplicante y desesperado.

—Mi tío me prometió que iba a dejar de prostituirme si hacía lo que me pedía —confesó entre llanto, bajando la cabeza porque decirlo en voz alta a esa persona frente a él lo hacía sentir tan avergonzado y terrible que no cabía en sí mismo. Ver al amor de su vida llorar por su culpa era demasiado para su triste corazón—. Pero luego pude conocerte... Me acostumbré a que me dañaran todos los días y luego llegaste tú con tus poemas y tus flores, y yo- tuve miedo, mucho miedo. —Lo observó con ojos brillantes, no solo por la humedad de su tristeza, sino por los sentimientos que buscaba expresarle—. Tú me salvaste porque me enamoré de ti.

TaeHyung lo observó de tramo en tramo y envolvió las muñecas del omega con suavidad, prologando la conexión de miradas llorosas y tristes por un rato más. «Iba a caer, de nuevo volvería a caer en esos preciosos ojos cárdenos», pensó TaeHyung para sus adentros; caería por esos ojos que lo observaban suplicándole mil palabras en total silencio.

Esos que le pertenecía a su esposo.

Su omega JungKook.

Él amaba al omega JungKook, él se enamoró de ese maravilloso omega enigmático y altanero que conoció aquel dichoso día de coronación. Amaba sus conocimientos y enseñanzas, amaba que jamás lo decepcionara con cada frase que decía, amaba la pasión que se reflejaba en sus ojos y esa preciosa sonrisa que lo enamoró desde un primer momento. TaeHyung se enamoró totalmente de ese omega, en cuerpo y alma.

Pero ahora el cambio era abismal. Con el paso del tiempo, JungKook fue cambiando y ahora era tan diferente a lo que era antes. Lucía tan temeroso e inseguro, tan lúgubre y melancólico, tan roto.

Ese no era el omega del que se enamoró. Ese no era su omega JungKook. ¿Quién estaba frente a él?

Con el dolor de todo su ser, hizo que las finas manos del omega lo soltaran.

No te creo —susurró.

El aire abandonó los pulmones de JungKook en ese instante. Todo en él se detuvo. Su espalda se encorvó cuando el dolor avasallador atravesó directo en su corazón y su mente predijo lo que vendría.

«No, por favor...», suplicó JungKook en pensamientos.

—Yo jamás te hubiera odiado, tú me tenías por completo, JungKook... —murmuró TaeHyung; JungKook dio pasos torpes hacia atrás—. Pero ya no.

JungKook se desestabilizó, se desconectó de la realidad cuando esa última afirmación fue captada por sus oídos. Se dejó caer lentamente en el suelo haciendo puños la prenda a la altura de su corazón, vencido. Se hundió en su tristeza y su miseria, en su arrepentimiento más profundo. Lloró como nunca antes, ya no importándole que nadie lo viera porque estaba tan destruido que solo deseaba una manera de parar el dolor de corazón.

Debió decirle, debió no ser un cobarde. Si le hubiera dicho, su amor no estaría agonizando, TaeHyung aún confiaría en él. Pero ya no creía sus más recónditas verdades, había destruido todo lo que había querido con sus mentiras. El terrible sentimiento de vencimiento y de estar sin rumbo hizo más grietas en su corazón, que ahora se hallaba deshecho al saber que había quebrazo otro corazón que se prometió cuidar cuando se casó.

¿Qué haría ahora?

Fue entonces que fue levantado por ambos brazos. Volvió parcialmente a la realidad, confundido y en medio de un llanto severo. Miró a sus dos extremos, identificando a duras penas por sus lágrimas a dos guardias reales.

Desplazó su mirada azorada a TaeHyung, que lo miraba con el ceño fruncido y ojos rojos producto de las lágrimas que ya habían dejado de derramarse.

—¿TaeHyung? —dijo en un hilo de voz.

—Llévenselo —ordenó TaeHyung, sin pestañear.

JungKook inhaló un sollozo.

—No me envíes a ese lugar —suplicó aterrorizado, pero el alfa le apartó la mirada.

La desesperación absorbió a JungKook cuando los guardias comenzaron a llevárselo. Intentó liberarse sin fuerzas, pero no lo logró. Lo arrastraron hacia el pasillo, destruyendo la poca dignidad que le quedaba.

—¡TAEHYUNG!




Nota:

FELIZ DESTRUCTIVO MIÉRCOLES TAEKOOK

Y así, con esta tercera parte, todo se va a la shit. 🥺

¿Qué creen que pasará de ahora en adelante? No puedo decir mucho, pero se viene sufrimiento. 😭

PD1: Pásense a mi cuenta de tiktok porque estoy empezando a publicar videos con frecuencia sobre TR, quizás encuentren algo que les entretenga <3 (Acepto por aquí ideas de tiktoks que les gustaría ver sobre TR).

PD2: Bel y yo hicimos hace un tiempo los test de personalidad para el tekuk de tr y ahora que una personita nos preguntó n hace unos caps, decidimos responder en este para que todxs supieran <3 Nos sorprendimos mucho cuando vimos que ambos encajaban muy bien en sus personalidades: Jungkook es mediador (INFP-a) y Taehyung es ejecutivo (ESTJ-a). Por aquí en los comentarios voy a dejar el link a la página oficial del test para que puedan pasarse a leer <3

Besitos en sus nalguitas <3

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