XLI: Amor mío
A galope ligero, los cabellos trotaban tirando del carruaje cerrado que transportaba a la pareja. El silencio era tremendamente cómodo para ambos, llegando a tranquilizarles el constante sonido de las ruedas al movilizarse y el viento soplar a través de las ventanillas.
JungKook no cabía en sí mismo de la emoción, y la sonrisa y sus ojos brillantes eran una clara muestra de ello. Con la mejilla recostada en el hombro del alfa, abrazaba contra su pecho su brazo, suspirando de vez en cuando.
Esa mañana había despertado con muchos ánimos, haciéndose la idea de lo maravilloso que sería viajar como él siempre amó, incluso no tardó más de diez segundos en estar de pie para comenzar a alistarte a diferencia de otros días donde tardaba minutos en espabilar.
Durante el trayecto, JungKook no se había atrevido a asomar su cabeza por la ventanilla, deseando que todo de su próximo destino fuera totalmente sorpresa.
Sus ojos acabaron conectando por el paso del tiempo y, con una sonrisa de labios cerrados, se acercaron para conectar sus labios en un suave contacto. TaeHyung reposó su frente sobre la del omega cuando el beso terminó y JungKook soltó unas cuantas risas pequeñas y apacibles antes de apoyar su barbilla en el hombro, sin ánimos de dejar de observarle.
—¿Falta mucho? —preguntó en un susurro dulce.
Aquel simple e inocente gesto ocasionó que TaeHyung suspirara avasallado porque, Dioses, JungKook era demasiado precioso. Con ligero pesar —pues no deseaba apartar la vista del omega—, se giró para observar el exterior a través de la ventana, divisando un pueblo promedio, indicativo que ya estaban cerca de su destino.
—No estamos lejos —contestó, dirigiendo sus ojos de vuelta a él y su belleza cuando infló su pecho para demostrar su felicidad.
—Estoy ansioso, ¿será posible salir al pueblo?
—Puedes ir a todas partes que quieras, si estás protegido —comentó el alfa ladeando una sonrisa y JungKook pegó un pequeño chillido que se deshizo en una sonrisa antes de darle otro beso rápido.
—Me encanta viajar —expresó JungKook.
—¿Has viajado?
JungKook se angustió e ingenió algo rápido para no delatarse, porque la realidad era que los aldeanos promedio no tenían la posibilidad de movilizarse como él la tuvo.
—A mi papá le gustaba llevarme a otros lugares, aunque el viaje más lejano que he hecho ha sido desde mi pueblo hasta su castillo —mintió a medias.
TaeHyung se deleitó de su aroma que desprendía el omega que se había impregnado en todo el interior del carrujo producto de la emoción.
—Te llevaré hasta los confines de la Tierra para verte sonreír —murmuró con intensidad, logrando que un sonrojo brizara el rostro del omega al mismo tiempo que sus ojos brillaron y una calidez invadió su pecho.
—Deja de hablar así —murmuró apenado con voz suave, casi un susurro que intentó mermar lo abrumado y bien que se sintió al oírlo decir eso. Pero, Dioses, ese alfa lo traía tan enamorado.
TaeHyung sonrió en grande por la reacción y rio de esa manera, y JungKook suspiró embelesado porque el alfa lucía perfecto siendo así de risueño y mostrando esa sonrisa cuadrada que le sacaba latidos desbocados. Por esa razón, se encontró a sí mismo acunando el rostro del alfa para darle un beso inmóvil y algo fuerte por la emotividad.
Luego de eso, el viaje continuó con la misma tranquilidad inicial hasta que arribaron en la entrada de su destino. TaeHyung fue el primero en bajar y se dio la vuelta para extenderle una mano, aunque el omega ya estuviera a punto de salir por sí solo. JungKook la aceptó con una sonrisa y bajó con cuidado, no muy pendiente del alrededor hasta que sus pies estuvieron a salvo sobre el suelo y elevó la mirada.
Entonces, su expresión se iluminó en un sinfín de maravillas al ver un castillo frente a sus ojos. Era muy diferente al principal, siendo más pequeño y de ladrillos de piedra color gris claro, con banderas azules en las puntas de las torres que portaban el escudo del reino.
En cuanto a su alrededor, todo parecía emanar una tranquilidad gratificante ya que la construcción estaba ubicada en lo alto de una colina agraciada desde la que se podía ver a algunos kilómetros de distancia el pueblo más cercano.
TaeHyung le ofreció su brazo para andar y JungKook lo aceptó gustoso, envolviéndolo con sus dos manos antes de proceder a avanzar.
Frente a ellos se encontraban formados todos los guardias del castillo y los sirvientes del mismo para darles una grata bienvenida en forma de una reverencia prologada una vez se aproximaron.
TaeHyung avanzó sin más, mientras que JungKook les sonrió a todos y a cada uno de los presentes con las mejillas algo acaloradas por la atención. Se detuvo cuando TaeHyung lo hizo y vio a una omega adulta que se acercaba apenas unos cuantos pasos, tenía los ojos color miel y aproximadamente cuarenta y cinco años.
—Bienvenidos, Majestad —saludó la omega antes de mirarlo a él—. Médico real, es un placer, mi nombre es MoonJi, la encargada de castillo.
—Mucho gusto —contestó el omega y la mujer sonrió, encantada.
—He preparado lo necesario para que todo sea de su comodidad —expresó la omega, dirigiéndose al rey con orgullo humilde—. Si gusta, quisiera invitar al médico real a dar un recorrido por el castillo, Majestad.
JungKook giró su cabeza hacia el alfa enseguida, con el rostro bañado de júbilo y ojos grandes y esperanzados.
—No tienes que pedirme permiso, JungKook —murmuró TaeHyung con una pequeña sonrisa.
JungKook asintió radiante y se dirigió a la omega.
—Me encantaría —sonrió—. ¿Vienes también, mi rey?
Algo en TaeHyung se removió al escucharlo hablarle informal en público y se regocijó internamente tan solo observándolo en silencio por unos segundos.
—Tengo que resolver unos asuntos, para la próxima, omega JungKook.
JungKook apretó los labios para ocultar su sonrisa al escucharlo llamarlo de esa manera y, procurando no parecer demasiado tonto al mirar al alfa con tanto brillo, se volvió hacia la omega.
—Vamos, entonces —musitó JungKook, motivado.
Antes que se fuera, TaeHyung tomó su mano con gentileza y le regaló un beso en el dorso, consiguiendo sonrojar a JungKook.
—Diviértase —murmuró TaeHyung y JungKook asintió, retirándose lindamente con la omega bajo la mirada de TaeHyung.
TaeHyung apartó el cabello caramelo de su frente —ahora más dorado por el impacto del Sol—, observando a través de la ventana del cómodo despacho del castillo la hoguera de Busan encendida en la distancia.
—¿Por qué no le has respondido?
La voz de YoonGi se hizo escuchar, sacándolo del encasillamiento de sus pensamientos. El de ojos gatunos también había viajado con ellos puesto que, además de ser el general de su ejército, era su consejero más confiable, así que era también su deber acompañarlo a todas partes.
TaeHyung ladeó el rostro para verlo de soslayo con una ceja alzada y exhaló al ver como el general se adentraba al lugar.
—No confío en el rey de Seúl y Busan —subrayó él.
—Pero te sigue escribiendo, ¿no crees que es momento de responderle? ¿así sea para rechazarlo?
El rey desvió su mirada al horizonte sin interés en enfocarlo realmente, y YoonGi terminó de avanzar hasta quedar a su lado, imitando el rumbo de su mirada.
—No aún, tengo que casarme —contestó TaeHyung con seriedad.
—TaeHyung, no lo hagas, piénsalo bien...
—¿Disculpa? —inquirió ceñudo, retándolo.
«Aquí vamos otra vez», pensó el alfa pelinegro al chasquear la lengua.
—TaeHyung, te lo digo por tu bien. Él no es de fiar, ambos sabemos que no lo es.
TaeHyung afiló su mirada y se cruzó lentamente de brazos.
—Él es leal a mí, jamás me traicionaría.
El general posó su mano en el hombro del alfa contrario.
—TaeHyung-
Pero el aludido le hizo cortar sus palabras cuando se apartó del toque con casi brusquedad, haciéndole saber que ya estaba más que molesto.
—Sé que no quieres aceptarlo, TaeHyung, pero es una realidad. Las cosas que sabemos, las que yo te he dicho recientemente... Está más que claro que el médico miente.
El de ojos zarcos permaneció en silencio en tanto tensaba la mandíbula, negándose siquiera a conectar miradas con su amigo, quien lo observaba con insistencia queriendo hacer que entrara en razón.
YoonGi estaba dispuesto a decir más, pero un gruñido de TaeHyung lo hizo callarse.
—Voy a desposarlo por mis sentimientos puros, pero si llega a traicionarme, nuestro matrimonio será mi venganza —bramó, decidido.
El general parpadeó ceñudo con el entrecejo fruncido, analizando las palabras terriblemente tenebrosas que decía el alfa, pues había comprobado en más de una ocasión que, cada vez que TaeHyung hablaba de JungKook, era como si estuviera comunicándose con alguien que estaba muy lejano a ser su amigo de toda la vida.
—¿Qué dices? —boqueó incrédulo, pero TaeHyung seguía sin mirarlo, y en cambio, se arreglaba la capa sin más.
—Al casarnos, cometer traición hacia mí se convierte en un delito. Si él acepta casarse conmigo, es algo que debe tener en cuenta —articuló—. Por esa razón no puede traicionarme.
—¿Eres capaz de condenarlo por un delito de traición? —preguntó consternado—. ¿Sin importar que sea tu esposo?
TaeHyung giró sobre sus pies para verlo cada a cara, con el ceño fruncido y ojos atigrados rozando lo amenazante.
—Soy capaz de obligarlo a decir la verdad. Si me miente, él no aceptará. De lo contrario, se verá en la obligación de contarme todo si no quiere ser condenado.
—TaeHyung —amonestó el general sin saber muy bien que decir ante eso, pero ya estaba dándose la vuelta.
—Aún tengo la esperanza que, si JungKook me miente, no sea tan grave como me lo imagino.
Sin más, se retiró de ahí, dejando a YoonGi con mucho en qué pensar.
JungKook se desplazaba alegremente a través de los tantos pasillos del castillo, siendo guiado por MoonJi, quien según le había explicado, se encargaba de mantener todo en orden, impecable a pesar que se tratara de un castillo en desuso.
No podía estar más encantado con toda la arquitectura y los colores del lugar. Era una estructura mucho más delicada y hermosa comparada con el castillo principal al oeste, donde residían los monarcas. Las paredes eran de un precioso color marfil con ligeros relieves dorados que contrastaban hermosamente con los detalles de una suave tonalidad de celeste de esas propias paredes y se fusionaban hermosamente con los mismos relieves del techo, que era inmensamente alto. Incluso el suelo era maravilloso, tan brillante que cualquiera pensaría que era resbaloso.
—Hemos decorado todo como ve para que su estadía sea amena —comentó MoonJi, señalando sutilmente las preciosas flores en jarrones que decoraban los costados de los pasillos—. Nos enteramos que es amante de las flores, así que decidimos sorprenderlo trayendo las más hermosas del jardín.
—Todo es hermoso, muchas gracias, se lucieron —concedió JungKook, encantado. Recibió una sonrisa amable de la omega adulta a cambio.
—Ahora le mostraré su habitación —invitó ella, deteniéndose frente a dos grandes puertas y elegantes.
JungKook boqueó cuando fueron abiertas y, anonadado, sus pies se movieron por inercia al interior de la habitación bien iluminada por numerosas velas donde el celestre revestía las paredes. Giró sobre su propio eje, maravillándose con lo sumamente espaciosa que era; notó como varios cuadros de flores delicadamente dibujadas colgaban en algunas paredes y, cerca de un diván hermoso, se ubicaba una mesa con numerosos arreglos florales y frutas servidas en bandejas a modo de bienvenida.
Entusiasta, se aproximó para tomar entre sus dedos un pedazo de mango y degustarlo, observando también que había una gran gama de variedades: desde exóticas como el kiwi, hasta más elementales pero deliciosas uvas.
Pero sin duda, lo que más captó la atención de sus ojos violetas fueron dos llamativas puertas y no se privó de acercarse con el corazón emocionado. Tomó las manijas y al abrirlas, un gran y espacioso balcón se presentó frente a él, uno que daba directo con el agraciado jardín del castillo que estaba lleno de maravillosos girasoles que, si tuvieran más altura, rozarían el balcón.
Dejó reposar sus manos delicadamente sobre el borde del vallado y le resultó inevitable que sus ojos brillaran al captar en la lejanía árboles hermosos y flores coloridas que ornamentaban naturalmente la hierba del suelo. La belleza y calidez que generaba el amarillo de los girasoles era fascinante, no se podía imaginar cuán fastuoso se vería todo cuando el sol se ocultara.
—¿Le gusta la habitación? —inquirió la omega, quien la observó sonriente.
—Me encanta —manifestó, volteando con intenciones de seguir observando el paisaje.
—Estos aposentos son los del rey consorte —comentó la mujer, ocasionando que las mejillas y orejas del omega se colorearan de un rojo tan intenso como una rosa—. No ha sido usada en años, la última vez fue ocupada por la madre de Su Majestad: la reina; descanse en paz...
—¿Ella solía venir mucho? —curioseó una vez su hubo menguado.
MoonJi suspiró en una mueca de pesar.
—Muy pocas veces, pero cuando venía, no salía de esta habitación en toda su estadía... —explicó con lástima.
JungKook apretó los labios con un dejo de congojo, pues cada vez que se mencionaba a la antigua reina, todos lo manifestaban con clara tristeza.
—¿Sabe por qué era así? —indagó con curiosidad recatada, pues, aunque TaeHyung le hubiera dicho que la razón era su incapacidad para tener hijos, deseaba saber qué opinaban las otras fuentes.
MoonJi bajó los hombros en un gesto de pesadumbre.
—Hay muchos omegas en el mundo cuya luz es apagada por alfas egoístas y la reina fue una de ellas...
El omega curvó sus cejas con angustia mientras se adentraba de nuevo a la habitación y cerraba las puertas.
—Todos hemos oído de su gran labor como médico y es una lástima lo que ocurrió con el hospital —lamentó la omega, en parte queriendo cambiar el tema, pero pareció notar como el corazón del omega se arrugó ante la mención—. Pero no se desanime, médico real, estoy segura que podrá seguir obrando el bien en compañía de Su Majestad.
JungKook se encontró abochornándose de nuevo, logrando que la mujer sonriera por la dulzura que desprendía por si solo sin ser consciente de ello.
Antes que la plática pudiera continuar, se vio interrumpida cuando las puertas de la habitación fuero abiertas por el mismo Kim TaeHyung. Ambos omegas giraron para observarlo y el rey, apenas le fue posible, buscó con la mirada a ese grandioso omega hasta que sus miradas chocaron y se sonrieron mutuamente.
—Majestad —saludó nuevamente la omega en una reverencia en tanto el rey se acercaba.
Fue JungKook quien terminó de acortar la distancia y le entendió su mano para recibir la palma cálida sobre la suya. Entonces, se apegó a un costado de su cuerpo.
—¿Ya le ha mostrado todo el castillo al omega JungKook? —preguntó TaeHyung, con una sonrisa suave y los ojos zarcos fijos en el omega junto a él.
—Por supuesto —afirmó la omega mientras asentía.
—Es hermoso —exteriorizó JungKook, recibiendo una cariñosa caricia en la espalda por parte de TaeHyung.
—Iré a encargarme de la cena que se cometerá en unas horas, espero que el castillo resulte cómodo para ustedes —manifestó la mujer al captar esa necesidad de privacidad implícita que brillaba en los ojos de la pareja.
—Muchas gracias por todo —retribuyó JungKook con una sonrisa.
—Puede llamarme cuando necesite algo, médico real —agració la omega, asintiendo—. Majestad.
Una vez el sonido de la puerta les hizo saber que estaban solos, JungKook se aproximó tomándolo de las prendas antes de prácticamente lanzarse sobre él para enroscar sus piernas en las caderas del alfa como un koala. TaeHyung lo atajó en el aire y sonrió cuando el omega plantó sus labios sobre los suyos, recibiendo también dos gentiles brazos alrededor de su cuello que el omega usó para sujetarse.
—Hola —musitó JungKook, sonriéndole cuando se separó del beso y se bajó.
—Hola —correspondió TaeHyung, con una sonrisa pequeña.
—¿Terminaste de atender tus asuntos? —susurró inquisitivo el omega, recibiendo gustosamente las manos del alfa en su espalda baja para mantener esa cercanía intacta.
—No, aún no —informó TaeHyung, desviando la mirada hacia la ventana para observar la hora del día.
JungKook aprovechó el momento para obsequiarle uno de esos besos lentos en la mejilla que lo volvían completamente loco. Le sumó pequeñas caricias en la nuca que hicieron a TaeHyung cerrar los ojos e inhalar el aroma tan dulce del omega que jamás se cansaría de olfatear.
—Quiero llevarte a un lugar después de cenar —dijo TaeHyung.
—¿A otro lugar? —inquirió JungKook, separándose para mirarlo con ojos brillantes de emoción.
TaeHyung acunó su mejilla y la acarició con suavidad para enseguida asentir.
—Entonces cenemos rápido —casi chilló, haciendo a reír a TaeHyung y ganándose otro beso más.
Luego de llenar muy bien sus estómagos con la deliciosa cena preparada por los cocineros, TaeHyung y JungKook emprendieron un corto viaje al pueblo vestidos con ropa simple y cubiertos con capas de capucha para no ser reconocidos. Exploraron gratamente el mercado en el centro del pueblo entre risas, bromas y charlas, donde TaeHyung le mostró innumerables dulces caseros que JungKook acabó amando, y hace pocos minutos se habían adentrado en el bosque de pinos tomados de la mano en un rumbo totalmente desconocido para JungKook.
Los ojos de JungKook estaban clavados en el suelo que pisaba, turbado con la idea de tropezarse y revivir la nefasta experiencia de caer por esa colina. Dioses, y cuando llegaron a una zona rocosa que TaeHyung le dijo que había que subir, JungKook no dejaba de apretar su mano con cada paso que daban, así fuera minúsculo. TaeHyung era consciente de ello, por lo que avanzaban a su ritmo y, cuando él subía una roca, esperaba a que JungKook subiera esa misma para él subir la siguiente. Aquello le daba la seguridad y estabilidad que JungKook necesitaba para sentirse más seguro.
—¿A dónde me llevarás ahora? —preguntó JungKook con voz cansada, respirando por la boca.
—Te encantará —aseguró TaeHyung, avanzando.
JungKook sonrió y lo siguió, aferrándose a su mano.
—Tendrás que hacer que ame el recorrido después de tanto tiempo subiendo una colina rocosa.
TaeHyung rio guturalmente.
—Ya estamos llegando, justo ahora.
Tal como dijo, pronto les quedó tan solo una roca más por subir antes de llegar a la cima esperada. Sin embargo, ésta era un poco más alta que las anteriores. TaeHyung esta vez optó por subir al mismo tiempo, sujetándolo bien de la cintura. JungKook se tambaleó ligeramente y sus ojos ahora bien abiertos fueron a parar a sus espaldas, donde la bajada era gigantesca a su parecer. Un escalofrío lo recorrió al pensar que podía caer, no obstante, TaeHyung afianzó el agarre y lo pegó a su pecho alejándolo del borde.
Estable y a salvo, JungKook exhaló de alivio. Entonces, tras regalarle una mirada de agradecimiento, paseó sus ojos por todo el lugar tras el alfa.
Vislumbró asombrado la fachada de una construcción muy antigua que empezaba a convertirse en ruinas. La estructura de la entrada era rodeada por numerosas flores pequeñas y rosadas alrededor y un camino de piedras guiaba a la entrada desvencijada que carecía de puertas.
JungKook pensó que debió ser muy hermosa cuando estaba en buen estado, porque incluso en las condiciones en las que estaba, era sumamente deslumbrante.
Se detuvo en esa imponente infraestructura y TaeHyung soltó su mano para dejársela en la espalda. Se miraron con una sonrisa y compartieron un beso suave, TaeHyung colocándole un pequeño rulo detrás de la oreja entretanto.
Una vez separados, TaeHyung le hizo una seña con la cabeza y volvió a tomar su pequeña mano, incitándola a entrar. JungKook lo siguió con una sonrisa.
Al entrar con la curiosidad flagrante, dieron con un pasillo largo que pronto les hizo toparse con un pilar tumbado. TaeHyung lo subió primero y lo sostuvo de las dos manos para ayudarlo a hacerlo también y ya arriba, JungKook miró al frente inmediatamente.
Era una espaciosa sala plagada de rosas que crecían por las paredes y el suelo roto cubierto por una suave niebla casi mágica formada por la altura en la que se encontraban.
Admiró cada espacio que su visión le permitía, fascinado y entusiasmado porque jamás había conocido una arquitectura tan mística como esa. Estuvo tan maravillado que no se dio cuenta cuando TaeHyung lo bajó cargándolo de la cintura hasta que sus pies volvieron a tocar el suelo.
—Dice la leyenda que aquí, entre estas paredes, los Dioses se reunían cada vez que se necesitaban y formaban un gran-
—Un gran eclipse —completó JungKook en un susurró sonriente.
TaeHyung suavizó el rostro al verlo sonreír con sus ojos navegantes entre todas las rosas.
—Cuando se extrañan y quieren estar juntos, vienen a este mismo lugar y nos bendicen... —continuó TaeHyung.
—No sabía que este lugar existía... —musitó fascinado—. Solo lo imaginaba gracias a la historia del Dios Sol y la Diosa Luna: Eclipsis... —susurró, acariciando la suavidad de los pétalos de las flores.
Sin embargo, TaeHyung a diferencia de él, experimentaba la angustiante sensación de nerviosismo ir en incremento con cada segundo que pasaba, siendo consciente de lo que haría.
TaeHyung tomó la mano del omega y lo llevó al centro del lugar, sin embargo, JungKook seguía ajeno a todo, desviando su mirada hacia arriba cuando notó que no había techo que los cubriera pues estaba roto —lo que seguramente explicaba el crecimiento de las flores producto de la luz solar y la lluvia—, y las estrellas relucían perfectamente sobre el manto oscuro. El lugar se iluminaba con ligereza pues la Luna estaba presente, justo apuntando en dirección a ambos como si se tratara de algo especial.
Arqueó las cejas al recordar como si padre solía contarle esa historia durante las noches antes de dejarse llevar por el cansancio sobre la comodidad de su cama y la calidez de la voz de su padre. Si su padre estuviera ahí con él, JungKook estaba más que seguro que estaría encantado.
No puso por qué no hizo, pero sus ojos ahora estaban en el suelo bajo él, donde un hermoso dibujo del Sol y la Luna se entrelazaban en alma y cuerpo. Sorprendentemente, todavía se encontraba en buen estado, con colores llamativos y buen contorno, solo que con algo de tierra cubriéndolo un poco.
JungKook volvió a ver el cielo otra vez y soltó unas risas suaves, tan sumergido en las sensaciones emotivas que le transmitía ese lugar que no se daba cuenta que ese alfa que lo quería tanto estaba a poco más de un metro y lo observaba como si fuera su mundo entero.
TaeHyung, deslumbrado con la sonrisa de JungKook y la ilusión en sus especiales ojos cárdenos, esa inocencia en su sentir que se expresaba a través del brillo de sus pupilas y que siempre tuvo en sus ojos, se imaginó una vida entera con él, una donde envejecieran juntos y JungKook era la única persona con la que hacía el amor, no solo en el sentido carnal, sino en alma. Lo sintió siendo ese alguien con quien compartir caricias y pasar la noche, con quien compartir todo su corazón sin tapujos. Imaginó a JungKook cargando a sus hijos, un jardín con pequeños enanitos de cabello chocolate o quizás caramelo, de ojos zarcos o quizás violetas; criaturas que no serían sus herederos, sino una más de sus razones de ser.
Supo en ese instante que sería el alfa más feliz del mundo si algo resultaba de su amor: un diminuto alguien.
Acortó distancias con JungKook con una decisión que no tuvo nunca antes, y lo tomó de las mejillas para plantar un significativo beso, pues no encontraba otra forma de expresarle que lo adoraba con cada fibra de su ser, aun si estuviera mintiéndole, aun si le escondía cosas, no podía controlar lo que sentía por él y tampoco se atrevía siquiera a romper ese lazo tan afanoso que los unía.
No entendía por qué ni cómo, pero el omega lo correspondió de tal manera que le hizo pensar que estuvo leyendo sus pensamientos, porque cuando JungKook lo abrazó por el torso y él lo envolvió con sus brazos, sintió que ese beso le transmitía las mismas intenciones y sentimientos. Dioses, TaeHyung no quiso soltarlo por nada del mundo.
—Por más momentos así, no nos separemos el uno del otro jamás... —suspiró JungKook cuando ambos juntaron sus frentes una vez el beso llegó a su fin.
—Nunca —susurró TaeHyung en respuesta, apartándose un poco para asegurarse que el omega lo mirara a los ojos y tomó sus manos para besarlas con devoción; ambos muy cerca—. ¿Sabes cuánto te adoro? —reveló en medio de un suspiro.
JungKook se ruborizó de pies a cabeza; ese color rojo siendo una muestra más de su enamoramiento profundo que cada vez calaba más y más dentro de su ser, especialmente cuando el alfa lo miraba de esa manera y le hablaba así. Dioses, tengan piedad de su corazón sensible.
Fue ineludible que el omega no se removiera un poco, pues el tono de voz tan emotivo que usó el alfa para decirlo, se sintió como una caricia amada en su coraza de hierro y nogal. No tuvo palabras, solo esa mirada brillosa y una sonrisa tímida pintada en su rostro, pensando que TaeHyung tomando la iniciativa de expresarse así era simplemente magnifico.
—¿De verdad? —susurró con un nudo en la garganta.
TaeHyung turnaba su mirada entre los dos ojos magnéticos de JungKook y acunó su mejilla con la más preciada de las delicadezas, porque JungKook era hermoso y merecía ser tratado con amor.
—Te adoro tanto... —proclamó, experimentando una sensación en su pecho que para él era muy extraña ahora que estaba siendo muy abierto y emocional, algo a lo que sin duda no estaba acostumbrado. Pero tomó valor, debía seguir, sentía una necesidad muy grande de demostrarle cómo lo hacía sentir—. Te adoro tanto que quiero pasar una vida entera contigo.
La sonrisa de JungKook se borró poco a poco y los ojos se le nublaron de sentimentalismo, mirándolo con ojos tan grandes porque no cabía en su asombro.
—No seas exagerado —reprendió en todo suave, dulce y bajo mientras negaba y bajaba la cabeza.
Pero la mano de TaeHyung se trasladó a su barbilla para hacer que levantara el rostro y se acercó, con la sinceridad plasmada en los ojos.
—Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Koo.
JungKook entreabrió los ojos para aspirar porque las palabras de TaeHyung estaban golpeando su pecho con mucha fuerza y acarició con los dedos su mejilla.
—Una vida conmigo sería un fastidio, puedo asegurarlo... —susurró quedito.
Mas TaeHyung negó rápidamente, como si sus palabras fueran dignas de blasfemia.
—Imposible, el día que me fastidie de ti, tendrás el permiso de asesinarme —murmuró, con sus rostros tan juntos que sus narices rozaban con suavidad.
JungKook sonrió tristón. Todo era tan irreal que sentía que nada era cierto y se trataba de un sueño más del que pronto tendría que despertar. Quería llorar tanto al pensar que nada de aquello estaba ocurriendo y volvería a vivir su realidad donde era esclavo de alguien, prisionero y el omega de turno de alguien más.
Cerró sus ojos con fuerza cuando su barbilla tembló. Dejó su cabeza caer porque no creía poder controlar sus ganas de llorar.
Percibió a TaeHyung apartarse solo un poco para permanecer a una corta distancia y JungKook se llevó una mano al rostro para controlarse de alguna manera, para no ser visto llorando tan patéticamente.
Muy lejos de su imaginación, no fue consciente de cómo TaeHyung sacaba algo de una pequeña bolsa que llevaba consigo y remojó sus labios para apaciguar el ritmo intenso de sus latidos antes de hablar.
—Me harías muy feliz si te unieras a mí, si ambos fuéramos solo uno. No habrá otro omega que logre cautivar mi alma y mi corazón como tú lo haces...
JungKook, con lentitud y temor a ilusionarse, alzó su mirada bien abierta y empapada hacia él, queriendo saber si se trataba de lo que estaba pensando. Fue entonces que distinguió a TaeHyung frente a él, extendiéndole un anillo curvado hecho de oro con incrustaciones de diamantes y dos piedras preciosas protagonistas: amatista y zafiro.
Los ojos se le llenaron furiosamente de lágrimas, turnando su mirada incrédula entre el anillo y TaeHyung. Contrajo su rostro y negó sin poder creerlo.
—Sé mi omega, sé mi consorte.
JungKook sollozó conmocionado, derramando las lágrimas atrapadas en sus ojos lastimeros.
—Una lágrima tuya es como un puñal en mi pecho —murmuró TaeHyung, limpiándole cada una de sus mejillas con amor al mismo tiempo que JungKook lo observaba con el rostro arrugado—. Si eres mi esposo, entonces seremos una familia y yo- —Apretó los labios y tragó grueso—. No tengo a nadie más que a ti, mi hermano no me trata, mi padre ya no está, solo eres tú el que me da razones para seguir.
El omega se abrazó a sí mismo, apenas logrando procesar las palabras.
—Acepta ser mi esposo, por favor —suplicó.
Dioses, era una propuesta maravillosa, el día, el lugar iluminado por la Luna que hacía ver los ojos de TaeHyung casi cristalinos...; era la propuesta con la que JungKook siempre soñó, y no era por el brillante anillo, ni siquiera por el lugar místico, era por el alfa que se lo proponía. Porque él se enamoró perdidamente de ese alfa romántico que escribía poemas y le regalaba flores, y es conocedor que el alfa alberga el mismo sentimiento por él. Eso era lo único que le pedía todas las noches antes de dormir, también cuando era tomado a la fuerza. Él solo anhelaba que su padre, desde el cielo, pudiera cumplir su más preciado deseo y se imaginaba que alguien lo querría tanto como para pedirle matrimonio por amor y no por conveniencia.
Y ahora que su sueño estaba siendo cumplido, ¿qué iba a hacer? ¿cómo podía casarse con él si TaeHyung se había enamorado de su lado bueno, pero no de su lado oscuro y manchado? Él mismo no le había dejado conocer sinceramente todas las sombras que vivían de su pasado, ¿cómo iba a casarse cuando él solo le mostraba lo que quería que viera?
—JungKook, amor mío.
El nombrado sollozó en alto, ese apodo llegándole en el alma tan profundo que quemaba y a la vez lo envolvía de protección.
—No sigas —susurró rotamente, abrumado.
—Si aceptas-
—No puedo.
TaeHyung debilitó la mano que sostenía el anillo y ésta decayó. JungKook soltó unas lágrimas más de sus bellos ojos cárdenos.
—No puedo casarme, lo siento mucho —lloró, acongojado y martillándose mentalmente por todo.
TaeHyung se enserió, percibiendo como toda la emoción del momento se esfumaba en un parpadeo, pues él sabía lo que aquello significaba entonces. Pero no dijo nada, solo lo observó llorar sin mostrar ninguna expresión, causando que el sentimiento de malestar en JungKook se agravada porque era seguro que el alfa estaba muy desilusionado.
—Mi corazón te pertenece, pero si nos casamos, temo que no serás feliz... —Limpió sus lágrimas—, y yo jamás podría perdonarme que seas infeliz por mi culpa.
El alfa no dijo palabra y JungKook, al no poder seguir soportando su mirada indescifrable, huyó lo más rápido que su estabilidad emocional le permitió, casi trotando lejos, por el mismo pasillo que entraron.
TaeHyung no lo vio girarse a verlo y él tampoco lo llamó, solo apretó el anillo en su puño, ceñudo y con la mandíbula tensa porque no existía razones para su rechazo. Una vida infeliz, dijo JungKook. ¿De qué manera podía hacerlo infeliz? Entonces quizás era cierto lo que sospechaba, quizás JungKook sí lo traicionaría.
Una rabia burbujeaba en él de solo pensarlo, un dolor asfixiante al sentir una traición.
Giró a ver por donde JungKook salió. Quizás se había ido o lo esperaba afuera. Respiró hondo buscando calmarse y avanzó a paso pausado, cada vez sintiendo que se quedaba sin aire. Pero, a pesar de tener las alertas claras, él aún veía a JungKook como lo más extraordinado y se negaba a todo, él no quería muchísimo, arriesgó todo para estar con él. No desistiría ahora.
Salió del recinto con una presión agobiante en su pecho y vio a JungKook ahí, sentado sobre una roca con la cabeza entre las piernas y sus brazos alrededor de estas. Su cuerpo se estremecía ligeramente por el frio y el llanto silencioso.
TaeHyung no lo perdió de vista, su cutis siendo constantemente golpeado por la brisa nocturna y gélida por la altura. El cabello enrulado del omega se mecía, esos rulos que a él tanto le encantaba acariciar.
Fue hacia él, sentándose silenciosamente a su lado, y suspiró mirando al frente donde más abajo residían numerosos pinos. Sin embargo, no tardó demasiado a voltear hacia el omega cuando escuchó sollozos bajo, como si JungKook hubiera vuelto a llorar más cuando notó su presencia.
—¿Tan malo es casarte conmigo?
Vio a JungKook arquear un poco las cejas antes de soltar otro sollozo ahogado y luego tapó su rostro con las dos manos.
—¿Acaso no sientes lo mismo que yo siento?
JungKook giró el rostro para rehuir de su mirada; TaeHyung miró el anillo en su palma.
—Te cortejé como se debía, te respeté hasta que decidiste que ya era hora de dar otro paso, hicimos el amor... —relató, a pesar de no ser visto por el omega que le daba la espalda—. Pensaba que ya era un buen momento... Si hubiese sabido que reaccionarías así, hubiera esperado a que te sintieras bien —carraspeó—. Solo pensé... —Bajó la cabeza para enfocar el anillo, pero esta vez cerró su palma para no verlo más—... que estábamos en la misma página.
Vio a JungKook hipar y TaeHyung se sintió peor, ahora estaba más que claro el rechazo.
—Dame una razón por la que no quieras casarte —pidió en voz baja, con esperanza en sus pupilas a que JungKook volteara y le dijera lo que sea que pasaba por su mente—. JungKook, solo dame un porqué y te respetaré...
El omega finalmente volteó, con los ojos tan brillosos que asemejaban un cristal violeta, con las pestañas húmedas y el rostro colorado por las lágrimas y el viento helado.
—¿Es otro alfa? —indagó con congoja, deseando que no fuera así.
JungKook negó velozmente, porque no, jamás, nadie se asemejaba a Kim TaeHyung, él no podía amar a nadie más que a ese único alfa que lo había preferido y cuidado por sobre todas las cosas.
—¿Entonces? ¿Por qué me has rechazado? —insistió TaeHyung, con ojos suplicantes.
El silencio se formó por unos momentos en los que JungKook buscaba qué responder. No tenía palabras esta vez, eran tantas las cosas que rebuscaba desesperado la correcta, la más importante quizás, una que pudiera decir sin revelar los secretos lo que atormentaban.
—Porque no serás feliz —contestó con voz trémula.
TaeHyung volvió a mirar al frente, molesto, y JungKook acomodó su cuerpo para verlo.
—¿Cómo podrías ser feliz conmigo? Mírame —manifestó señalándose, como si la respuesta más nefasta fuera obvia.
Lo cierto era que JungKook jamás había aumentado su autoestima, por muy bien que TaeHyung lo tratara, por muchas palabras bonitas y caricias le diera, borrar el pasado no era una cuestión sencilla, y su gran mentira era una prueba de ello. Tenía tanto miedo a ser juzgado, a ser tratado como antes. Le aterraba perder a la única persona diferente con la que siempre había soñado de niño.
Era una lucha constante consigo mismo que lo agotaba en sobremanera, pues una parte le decía que lo correcto era decirle todas y cada una de las cosas que lo atemorizaban y agobiaban a diario, pero la otra parte no era capaz y se sentía tan mal, tan ruin, tan cobarde.
—Yo perdí todo valor, ¿cómo te casarías con alguien así? —susurró rotamente.
Para TaeHyung fue imposible no mirarlo con ojos de amor y acunar su mejilla con todo el cariño que gestaba en su corazón.
—Soy feliz todos los días que te veo.
—Si nos casamos, no será así —afirmó tomando su muñeca—. Me odiarás y te arrepentirás el resto de tus días por haberte enlazado a alguien como yo...
TaeHyung dejó de acunar su rostro con suavidad y miró al cielo estrellado, exhalando mientras pestañeaba con rapidez para espantar todas las ganas de llorar. Entonces, se levantó, y sin mirar a JungKook, dijo:
—Entonces vámonos y finjamos que esta noche jamás ocurrió.
—TaeHyung —llamó JungKook, perdiendo el aire porque quería que TaeHyung entendiera el porqué, pero, ¿cómo le decía que no quería si todo su cuerpo le reclamaba lo contrario? Porque él moría por decirle que sí; no ser un rey consorte porque eso no le importaba; lo que quería realmente era ser esposo de alguien que lo quisiera, y no creía que algún amor pudiera superar al que le tenía a TaeHyung.
Sin embargo, supo que ya nada sería igual cuando lo vio alejarse de él, aun si le decía que sí o continuaba diciéndole que no, ya el rumbo de ambos había cambiado.
Pero JungKook fue inconsciente en ese momento, fue egoísta al no pensar en Jackson ni mucho menos en su hermana. Olvidó todas y cada una de las veces que prometió no llegar a más, todo el plan que lo habían obligado a seguir y todas las advertencias que le decían a gritos que nada saldrían bien de ahí.
Porque a la luz de la Luna, JungKook se levantó con el corazón retumbando con fuerza dentro de su pecho y las mejillas entumecidas por lágrimas secas y nuevas a pronto salir. Y lo llamó, lo llamó desde el fondo de su ser.
—Tae.
Algo tuvo que causar ese apodo en TaeHyung, porque se detuvo al instante y giró con las cejas arqueadas. Entonces, JungKook no pensó lo que diría a continuación a pesar que debió, porque eso arruinaría su vida para siempre.
—Si nos casamos..., si nos casamos, tiene que ser ahora —allanó seguro, pues en ese momento estaba dispuesto a todo, no quería esperar a que sus fantasmas le recordaran todo lo que estaba mal y lo errada que sería su decisión. Esta vez solo escuchó a su corazón desesperado que pedía por un amor como el suyo.
—¿Ahora? —preguntó el alfa mientras caminaba hacia él, algo dudoso, pero con un brillo iluminando su mirada.
JungKook asintió.
—Casémonos sin que nadie sepa —susurró como si fuera un secreto. TaeHyung juntó su frente con la del más bajo y JungKook cerró los ojos—. Solo nosotros. Solo los dos —agregó sin aliento.
TaeHyung solo asintió embobado, diciendo:
—Todo lo que tu prefieras.
JungKook acunó su rostro con ambas palmas.
—Me casaré contigo si me prometes una cosa.
—¿Ujum?...
—Que nunca dejaremos de hacer el amor para así olvidar por un instante quienes somos, un momento donde solo seremos un alfa y un omega amándose con cada fibra de sus cuerpos y cada pedazo de sus almas, sin importar qué.
TaeHyung se acercó, aunque fuera imposible estar más cerca, y asintió varias veces, colocándole una mano en la espalda para asegurarse que no se fuera de su lado. Mientras que JungKook, sintiendo las ganas de llorar golpearlo de nuevo, se lanzó a los labios del alfa que lo esperaban sediento de su sabor y textura hasta que ambos se fundieron en uno en el otro; un beso salado por las lágrimas pasadas.
Sus miradas conectaron una vez concluyó y TaeHyung volvió a extenderle el anillo. JungKook lo apreció a detalle y se limpió una lágrima traicionera que corrió por su piel.
—Acepto ser tu esposo.
—Yo también acepto...
TaeHyung le colocó el anillo con lentitud en su dedo anular y, al hacerlo, JungKook le sonrió con ojos hinchados de medialuna acunando sus mejillas y conquistándolo una vez más con su belleza insuperable.
El omega lo abrazó con fuerza y ocultó su cabeza en la curvatura de su cuello para impregnarse de su aroma. TaeHyung lo abrazó de vuelta con el mismo ímpetu y mandó a volar todo pensamiento negativo y se dejó disfrutar del momento con todo su ser, del nuevo paso que ambos habían decidido dar.
Sin embargo, aunque ambos se amaban en demasía, era un amor joven, pasional y muy inmaduro.
Solo los Dioses sabránqué les deparará en el futuro a partir de ahora.
Nota:
FELIZ VIERNES TAEKOOK (Me di cuenta que en el anterior capítulo no lo dije cuando incluso logré actualizar en los miércoles tekuk :,v)
¡ULTIMO CAPÍTULO DE ESTE ACTO! ¿Qué les pareció? ¿Cómo se sienten? TEKUK ESPOSOS aAAAAA ESTOY MURIENDO.
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También tenemos nuevo edit de JungKook de TR en mi Instagram por si no lo han ido a verlo. 👀
Besitos en las nalguitas <3
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