XIV: Único niño
Un desgarrador grito femenino retumbó por todo el pasillo de los calabozos. El agua ardiente había caído directamente en la quemadura de su muslo, la jarra vaciándose hasta no quedar ni una sola gota.
YoonGi dejó el recipiente sobre la mesa y se giró hacia la beta, con los brazos cruzados y expresión pétrea.
—Preguntaré una vez más: ¿quién te mandó?
La mujer escupió directo en sus botas pulcras, jadeante del dolor y de la posible infección en su herida. Pero su jugada no podía importarle menos al alfa azabache frente a ella, que solo miró hacia abajo unos segundos.
—Última vez, ¿quién te ordenó, de dónde eres y por qué atacaste al médico real?
La mujer giró desvió la mirada, y YoonGi, pronto llegando al límite de su fastidio y cansancio por haber estado de pie sin haber obtenido algún resultado aparente más que las esquivas de la mujer, le atinó un golpe en el rostro, impulsándola a que acabara en el suelo con la silla incluida y ahora malograda por el impacto. La beta soltó un quejido alto.
YoonGi se agachó y la tomó del brazo con fuerza.
—Responde —gruñó vociferante. La mujer soltó un jadeo gracias al insoportable dolor de su cuerpo.
—A nadie le convienen las propuestas e ideales del rey —se dignó a hablar finalmente, arrastrando las palabras con su ronca voz a causa de su garganta rasguñada por los gritos—. En especial a las personas cercanas a él, dígame, ¿Últimamente hay alguien cercano al rey que le resulte sospechoso? —murmuró esta vez con sorna y letargo.
Su mente solo encajó automáticamente a una persona con la pregunta.
—¿El médico real? —preguntó en el mismo tono que ella.
—Él sabe lo que hace y no se le puede permitir un lugar junto a Su Majestad.
YoonGi soltó su brazo y se levantó con la misma brusquedad. Se dio la vuelta y aproximó su mano al paño de la mesa para limpiarse las manos mientras salía de la celda y cerró la puerta de hierro tras él.
Detuvo sus pasos. TaeHyung estaba ahí, de brazos cruzados y reposando su espalda contra una de las paredes.
—¿Qué dijo? —inquirió el rey. No respondió, continuando con la limpieza de sus dígitos—. ¿Por qué lo hizo?
—Creo que sí deberías callar al médico real —soltó de golpe. TaeHyung lo observó intrigado—. Lo hicieron por los mismos rumores que todos hablan —dijo, y TaeHyung se enserió al captar—. A pesar de no ser algo confirmado, todos rechazan una supuesta unión.
El rey se apartó de la mirada ajena, con el rostro formado en una línea de disgusto.
—Hazte cargo de ella, que hable.
YoonGi asintió y regresó a la celda como sus órdenes lo requerían, pero no esperó encontrarse con la mujer en cuestión retorciéndose en el suelo, él suponía que era porque el dolor y desesperación habían aumentado, ya que al salir, no se encontraba en tal crisis.
Se agachó junto a ella.
—Ya no te lo pondré fácil —advirtió.
Su gran sorpresa llegó al intentar levantarla, cuando el pensamiento anterior que justificaba la inquietud de la mujer fue erradicado y empezó a convulsionar. Su cuerpo inició un brutal movimiento que la hacía golpearse contra el suelo con una insistencia terrorífica.
YoonGi, con los ojos bien abierto de la impresión, intentó mantenerla quieta y tomó su rostro. Solo que esa acción hizo que pudiera ver la espuma blanca desbordarse desde sus labios.
Estaba por llamar a TaeHyung cuando la mujer dejó de moverse, con los ojos aún abiertos, y dejó de respirar en su totalidad.
Soltó su cuerpo, levantándose con algo de rapidez. No pudo apartar la vista, apenas digiriendo que esa mujer acababa de morir en sus brazos, tan repentina y dolorosamente.
Escuchó la puerta ser abierta tras él.
—YoonGi, ¿qué-
TaeHyung dejó de hablar abruptamente cuando sus ojos se fijaron en la mujer inmóvil sobre el suelo, con espuma cubriendo su mentón y mejillas, y sus ojos abiertos sin rastros de vida.
YoonGi miró al menor.
—Estaba envenenada —comunicó.
—¿Qué? —miró el cadáver de la mujer confundido—. Pero, ¿cómo?
El general se quedó unos momentos analizando y dio una respuesta definitiva.
—Estuve custodiándola yo mismo desde el comienzo, la única manera pudo haber sido a través de ese ácido —especuló con las opciones disponibles. TaeHyung frunció el ceño en seguida.
—Maldita sea —masculló el rey, con su voz gruesa y baja.
—Primo, te ves muy tenso.
—Vivo tenso —respondió JiMin y exhaló el humo de la pipa entre sus dedos, casi en un suspiro desganado. Luego, dio un buen sorbo de la copa de vino que le ofrecían. SeokJin apretó los labios.
—¿Es por lo que TaeHyung hizo?
El príncipe elevó sus cejas cansinamente.
—¿Qué de tanto? —repuso queriendo reír. SeokJin arqueó las cejas—. Gran parte es eso, pero no todo —contestó finalmente, dándole otra calada a la pipa—. Tuve una relación con el actual general de mi hermano y mi padre me castigó casándome con un rey treinta años mayor que yo —arrugó el ceño—. ¿Y mi hermano que hizo? Nada, no me apoyó, no me consoló, solo siguió detrás de nuestro padre como el niño que es —dijo con rasgos bastante amargados en sus facciones—. Ahora que me liberé de ese vejestorio, mi hermano me rechaza, me trata como si todo fuera mi culpa —expuso, y SeokJin no dijo nada por el momento, con la cabeza ladeada en atención. JiMin dio otra calada—. Empezó a evadirme, solo quería que él me dejara estar con la persona que yo quisiera, pero él solo fue egoísta. Y me casé, me casé con HoSeok, y él fue tan déspota, me expulsó de la corte porque quise matarlo —bufó un poco—. ¿Cómo no iba a querer hacerlo? Mi padre y él fueron los culpables de que mi vida se fuera a la mierda —masculló y elevó sus hombros con la misma mirada gélida—. Y aquí estoy por su culpa, siendo un miserable duque, fuera del castillo que era mi hogar y ahora reemplazado por su amante, ese omega de la calle que por supuesto tiene mejor compañía que ofrecerle.
SeokJin negó al ver lo mucho que su primo había cambiado, el recelo y rencor con el que hablaba.
—No condenes así a Tae, él se equivocó al igual que tú.
—¿En qué me equivoqué? ¿En amar? —respondió rápidamente el príncipe.
—En dejar que tu padre quebrara su gran hermandad, y en dejar que tus impulsos te guiaran a través del rencor y el odio hacia tu vida encomendada intentando matar a tu hermano menor —repuso. JiMin desvió la mirada, tenso—. TaeHyung era un joven de diecisiete cuando te fuiste, no sabía de la vida y era ingenuo. Su padre era su más grande admiración, ¿cómo se podía esperar que no creyera que lo que hacía era lo correcto? Estoy seguro de que él no quiso lastimarte intencionalmente.
—Él debió haberlo hecho, debió saber que estaba mal, él me conocía —dijo el príncipe, sirviéndose más vino con la misma expresión rencorosa de hace unos momentos. SeokJin no hizo más que verle con pesar—. Y ahora pasa esto.
—¿Qué pasa ahora?
JiMin bebió de su copa y al tragar, contestó.
—Estuve con YoonGi y fui humillado por toda la sociedad al estar con alguien menor a mi jerarquía —rio sin gracia—. Y ahora el rey TaeHyung está con el médico real y nadie lo critica en absolutamente nada.
SeokJin parpadeó. Sí, había escuchado los rumores de un omega, pero...
—¿El médico? ¿JungKook es el famoso amante de TaeHyung?
JiMin viró los ojos.
—¿Tu esposo no te deja salir a la calle o tus sirvientes son mudos? —inhaló nuevamente de su pipa—. No sé si son amantes que tienen encuentros en la habitación o cosas similares, pero si es definitivo que existe una gran afinidad y confianza entre ellos —resopló—. ¿Puedes creerlo? Mi hermano virgen con ese bastardo.
SeokJin miró a los lados y se arrastró un poco más por el sofá donde ambos descansaban.
—¿Es bastardo? —preguntó en voz baja.
—Huérfano y pobre, es casi lo mismo —respondió con obviedad y SeokJin se quedó pensando.
—Quizás que Tae esté con él no es tan malo —comentó, ganándose la mirada extrañada e incrédula de parte de su primo.
—¿Qué demonios quieres decir?
—TaeHyung es el rey, si tiene algo con él debe saber que no puede sobrepasar el límite del deber. TaeHyung podría ponerse en tus zapatos y saber lo que sentiste por tu imposible relación con YoonGi —dijo el duque, JiMin mirándolo en silencio y con una pizca de interés—. Además, JungKook no es malo, he hablado con él y es muy agradable, solo no actúa como un omega de élite, pero es por su humilde origen —dijo y luego tomó su copa de vino, observando a su primo—. Podrías aprovechar la situación, y si te llevas bien con el amante de TaeHyung, su fachada de orgulloso con respecto a ti podría cambiar.
Y antes de darle un sorbo a su vino, se detuvo para agregar algo más.
—Todos los alfas son así cuando tratan a su joya de manera decente y amable.
—Eres el omega más aburrido y convencional de todos los reinos —dijo JiMin, viéndolo tomar de su copa—, y por eso te respeto.
Las amatistas del omega médico viajaban desde la cima del balcón en el que se ubicaba, divisando fijamente como el cuerpo sin vida de la prisionera atacante estaba próximo a ser enterrado.
Sintió una presencia hacer aparición en el mismo balcón, pero no hubo necesidad de girarse para saber quién era porque instantáneamente pudo reconocer la esencia del alfa cuando se detuvo a su lado.
—Prefirió dejar que el veneno la matara antes de hablar —dijo JungKook en un tono bajo, mirando como ahora los guardias cubrían el agujero de tierra donde habían enterrado el cuerpo de la difunta.
—No tenía tatuajes ni indicativos que pudieran decirnos quien está detrás del ataque... —comentó Jackson, observando la escena a la par.
—Si no eran las serpientes, ¿quién más pudo haber sido? —preguntó angustiado, girando hacia él por tan solo unos segundos nerviosos—. Quizás los tatuajes solo los portan los alfas, en un omega o beta no es bien visto, seguro es por eso... —suspiró con lentitud—. Ella pudo tirarme eso y morir envenenado y no lo noté —murmuró turbado, pero endureció la mirada— Años entrenando y no han servido.
—¿Cómo ibas a pensar que aquella beta quería hacerte daño? No te recrimines por eso —le dijo el alfa.
—Claro que sí, fallaron mis reflejos. Si no hubieras estado ahí, estarían enterrándome a mí y no a ella.
El cuerpo de la mujer fue finalmente cubierto en su totalidad y ahora los guardias aplacaban la tierra con ayuda de sus palas.
—Ya sabes para la próxima vez —se limitó a contestar el alfa; y Jackson no quería realmente decirle aquello, pero conocía de sobra a JungKook como para saber que seguiría con su actitud terca y recriminatoria hacia sí mismo y su postura. Casi suspirando, se propuso cambiar el tema y aprovechar para preguntarle algo que lo venía martillando desde hace un tiempo—. JungKook, ¿con quién has tenido problemas últimamente?
JungKook lo miró rápidamente antes de eludir su mirada y continuar con fastidio.
—Ya te dije que fueron las-
—¿Con quién más? —interrogó, interrumpiéndolo.
—No le caigo bien a nadie y nadie me cae bien —respondió sin más, haciendo al alfa resoplar.
—No seas amargado, pulga —sermoneó. Se giró hacia la entrada al balcón para rectificar que no hubiera nadie cerca y así poder acercarse un poco más al omega—. La beta, antes de morir, dijo que nadie iba a permitir que tú tuvieras un lugar junto al rey.
JungKook giró levemente su cabeza, con el ceño fruncido.
—¿Con quién has tenido problemas sobre eso? —repitió, apartándose nuevamente. JungKook se giró sobre sus pies para mirarlo.
—Con el duque HoSeok, anteriormente escolta del rey, con el príncipe JiMin, con el General YoonGi, con un viejo del concejo... —comentó, y, por si fuera poco, continuó—. Y claro, sin contar a toda la servidumbre y guardias que crean y esparcen rumores al respecto.
Jackson pasó una mano por su rostro con frustración, dejándola en la zona antes de hablar, con la voz comprimida por su palma.
—De verdad te buscas tu propia muerte.
JungKook alzó los hombros.
—Sabes que lo mío no es ser discreto —dijo JungKook, y Jackson apartó su mano de la cara para abrir sus ojos lentamente.
—¿Y consideras potencialmente peligroso a alguno de ellos hasta el punto de querer asesinarte?
El omega emitió un sonido pensativo.
—Puede que el viejo ese del concejo; el príncipe JiMin también me odia... HoSeok... —murmuró antes de que Jackson elevara su palma para callarlo ya que nuevamente no le estaba dando nada concreto.
—Me das vergüenza ajena —casi chasqueó su lengua, mirando hacia el frente—. Solo falta que menciones a los religiosos del templo.
JungKook hizo una mueca.
—Sí... sobre eso...
Jackson posó sus ojos en el omega al instante, no pudiendo evitar cerrarlos con fuerza al leer la expresión del omega, esa que exclamaba "culpable". Jackson negó.
—Ellos son muy poderosos, ¿cómo pudiste? —reprendió.
—No son importantes, tengo la corona a mi favor.
Jackson se giró rápidamente hacia él.
—No, no la tienes —aclaró un poco más alto, pero bajó la voz segundos después para continuar—. El rey todavía no sabe qué hacer contigo así que no puedes decir eso —le dijo. JungKook apretó los labios, poco después queriendo decir algo, pero siendo interrumpido nuevamente—. Ahora con más razón debes apurarte con él —apartó la mirada—. Ni siquiera me atrevo a mirarte, quiero golpearte.
JungKook no dijo nada, y en cambio, su mirada se desvió hacia espaldas de Jackson, que justamente daban con la entrada al castillo desde el balcón en el que estaban.
Sus ojos reconociendo YoonGi, y segundos después, sus miradas rozaron para después conectarlas, sin ninguna expresión decisiva en sus rostros, YoonGi mirándolo como si no importara la situación, y JungKook manteniendo la misma expresión de hace un momento, neutral.
Hasta que el General siguió su camino y ya no hubo necesidad de sostener la mirada.
Los ojos del rey estudiaban el pendiente en la punta de su dedo índice, lugar que le facilitó mucho más su tarea, a pesar de que no fuera a dar muchos frutos. De vez en cuando lo acariciaba, quizás inconscientemente, pues no era su principal objetivo.
No había que darle muchas vueltas a la situación para saber que el hecho de que el omega hubiera dejado su arete la noche anterior luego de aquellas palabras era una propuesta silenciosa, y si decidía devolverlo, estaría aceptándola.
Pero, ¿estaba dispuesto?
JungKook era sin duda un omega encantador, además de auténtico, espontáneo, divertido, vivaz y muchas características más que se le venían a la mente de solo pensarlo. El más bajo era capaz de entretenerse junto a él en una plática y sentir como el tiempo, que normalmente eran tan arduo de sobrellevar, se le pasaba volando.
TaeHyung había llegado a la conclusión de que conversar con él era salir a tomar aire.
Pero, nuevamente, ¿era suficiente?
JungKook tenía un olor increíblemente atrayente y singular, tanto que se vio a sí mismo embelesado con su perfume cada vez que estaba cerca.
Tampoco podía dejar de mencionar esos preciosos ojos violetas brillantes que lo subyugaban.
Pero no podía, él se conocía muy bien. No era como YoonGi, HoSeok o NamJoon, él era fantasioso, del tipo de persona que navegaba más allá que una noche de pasión.
Apretó su puño alrededor del accesorio y cerró sus párpados.
No sabía si su lobo lo estaba torturando, pero sentía el olor a albaricoque y hierbabuena pegar en su nariz. Además, como si los Dioses también buscarán martirizarlo, escuchó la dulce voz de la persona por la que se perdía en el sendero de sus pensamientos.
—Su Majestad.
El nombrado alzó las cejas y giró su cabeza hacia un lado, pronto viéndolo hacer una reverencia en su dirección. La acción le permitió al alfa apreciar mejor como su cabello ondulado estaba algo revuelto por la ausencia de una cintura, y su frente y parte de sus cejas estaban al descubierto.
TaeHyung asintió, un poco incómodo, pues aquel era el primer encuentro después de la noche pasada.
Vio al omega enderezarse y bajar su cabeza en dirección a sus manos solo por un momento.
—¿Podríamos conversar unos minutos? —pidió, quizás algo cohibido. TaeHyung lo pensó por un momento, y luego asintió.
—No me negaría —contestó, y tras recibir una última mirada del omega, este se acercó y se detuvo a su lado, ahora ambos mirando hacia la pared frente a ellos, específicamente hacia un cuadro, a una distancia no tan lejana.
Ambos notaron que, gracias a esa cercanía, podían captar sus olores.
TaeHyung lo miró de soslayo e infló sus pulmones.
—Nunca entiendo por qué esta pintura está entre las más hermosas.
Ante su comentario, JungKook optó por mirar los demás cuadros colgados en la pared, notando que en su mayoría eran retratos de personas elegantes, algunos de batallas, héroes, pero el que estaba frente a ellos enmarcaba la pintura de un deslumbrante campo veraniego, donde el sol se posaba sobre las grandes colinas a la distancia y sus rayos reflejaban como grandes espejos cálidos sobre el pasto verde que cubría hasta más allá de lo que se podía ver. Las hermosas nubes también eran protagonistas de la obra, descansando sobre el lienzo pincelado en un degradado de tonos azules y celestes.
—Porque es el más feliz —le contestó sin dudarlo. El contrario inhaló un poco, disimulando el leve tembleque que se precipitó en su acción.
TaeHyung amaba ese cuadro, pero animó a preguntarle al omega para saber qué respuesta le daría, y ahora que se la había dado, no quiso otra cosa más que profundizarla.
—¿Por qué es el más feliz? —preguntó, sin apartar la mirada del frente. Realmente le interesaba su respuesta.
—Los demás cuadros son de personas mostrando sus riquezas y su imponencia, hay otros sobre batallas y sobre honrados caballeros —comenzó, con calma—. Imagínese un día poder despertar en ese momento en el que no ha hablado con nadie y nadie habla con usted —Una pequeña sonrisa apareció en su rostro a medida que formulaba—, despertar y poder asomarse por su balcón y contemplar esa vista, donde no recuerde nada, donde solo sea usted y ese campo —casi suspiró—. Las joyas, la gloria y la fama son atractivas, pero momentáneas —dijo, y señaló la pintura—, pero la calma que transmite este cuadro será para siempre.
TaeHyung sonrió de lado, porque, como esperaba, JungKook siempre le daba las respuestas correctas.
—Nunca me decepciona con sus respuestas.
JungKook sonrió a la par, bajando la mirada momentáneamente.
Sin embargo, pronto e inesperadamente, una caricia mínima, apenas un pequeño roce, se hizo presente en sus meñiques. Así pudieron realmente darse cuenta de que la distancia que los separaba no era tan grande.
JungKook fue el que se atrevió a convertir esa caricia del viento a una un poco más real, estirando su meñique para tocar la piel ajena. TaeHyung cerró los ojos, y al poco tiempo escuchó al omega inhalar sonoramente antes de romper el contacto.
El menor movió su cuerpo para verlo, y TaeHyung quiso lo mismo prontamente, ahora ambos estando frente a frente, con esa diferencia de altura que los caracterizaba. JungKook comprimió sus labios rápidamente y luego le mostró una sonrisa apenada.
—Lamento lo de anoche, me dejé llevar por lo que mi lobo pensaba, no debí decirle esas cosas —se disculpó, algo abochornado, y negó rápidamente—. Fue un espectacular momento y yo lo arruiné con mi imprudencia, espero que me perdone.
Pero TaeHyung negó, también sintiéndose algo avergonzado.
—No la arruinó, fue una noche verdaderamente diferente —aseguró, y JungKook pestañeó lento, como muchas veces solía hacer, y soltó una risa.
—Qué vergüenza, olvide lo de anoche, Majestad, fue una tontería —pidió, manteniendo una sonrisa algo torpe antes de hacer una reverencia algo apresurada—. Qué descanse.
Se dio la vuelta para irse, y TaeHyung quería llamarlo, pero no se le hizo necesario cuando, antes de que pudiera efectuar cualquier acción, el omega se dio la vuelta hacia él.
—Mi pendiente —dijo, y TaeHyung, no siendo dueño de sus movimientos sino más bien su instinto, apretó el puño donde todavía reposaba el objeto, con apenas fuerza—. Le di mi pendiente, cuanto lo siento, ¿podría devolvérmelo?
TaeHyung colocó sus manos detrás de la espalda en un gesto que aparentaba lucir relajado.
—No lo tengo —respondió casi en un susurro, tan bajo que JungKook no entendió sus palabras a la primera.
—¿Cómo?
—No lo tengo conmigo, después se lo entregaré —respondió con más firmeza y voz. JungKook parpadeó un momento y asintió.
—Bien, hasta mañana, Majestad
Seguidamente, el omega se retiró sin mirar atrás. TaeHyung observó por última vez el cuadro y luego abrió la palma para ver el pendiente.
Omega JungKook...
Los pasos restantes para llegar a su destino fueron apresurados, queriendo llegar en la mayor brevedad posible a la privacidad de su habitación.
La charla que había compartido con el rey había sido tan íntima, y la vergüenza quería comérselo vivo. Sentía sus orejas calientes, seguramente estaban coloradas. Las tapó de inmediato.
Había irrespetado el honor de alfa del rey, pero, aun así, Su Majestad se comportó tan tranquilo y tan cortés.
Se sentó en su cama y se quitó las botas con fastidio. No hizo más que tirarlas en algún rincón del suelo y quedarse sentado con las manos apoyadas en el colchón.
El rey estaba siendo tan amable y bueno con él, ¿y él qué?
Se tapó la cara con ambas manos y exhaló profundamente.
Una alfa lo trataba sin intenciones que exclamen un deseo físico y él debía aprovecharse, todo... por el deber.
Miró con premura la carta que había recibido hacía ya dos noches, ubicada sobre una silla. Se levantó para tomarla y romperla en seguida en un total de cuatro trozos ilegibles, manteniendo sus cejas totalmente fruncidas.
Desechó los restos en el pequeño basurero junto a su mesa y ni se molestó en ponerse alguna bata o camisón para dormir, simplemente se quitó los pantalones y se acostó en su cama, cubriéndose con las sábanas blancas hasta el cuello.
Fijó sus ojos a través de la ventana junto a él, donde la luna protagonizaba el cielo estrellado. Su par de amatistas y cejas se suavizaron al hacer contacto con el plateado color.
Se llenó de recuerdos, no solo los que había compartido con el rey, sino de su infancia. Se hizo pequeño en la cama, cubriéndose un poco más hasta casi tapar su barbilla, y como cada vez que su mente viajaba al pasado, la melancolía y la añoranza llenaron sus cuatro paredes, vaciando su pecho y ocupando sus pulmones hasta que cayó en el mundo de los sueños.
Un pequeño JungKook de catorce años cayó al suelo, golpeando parte de su cadera, pero por suerte apoyó sus pequeñas manos sobre la tierra algo húmeda por la reciente lluvia. Soltó un quejido, frustrado.
No se levantó, se quedó tirado, con la respiración agitada y casi lastimando sus pulmones por el esfuerzo.
—Vamos, JungKook, levanta —animó una voz mucho más madura que la suya, cálida y amorosa, como siempre había sido.
JungKook giró su cabeza para posar sus ojos en su padre, quien lo esperaba expectante por sus movimientos. Se levantó con el dolor punzando en parte de su espada y con la desagradable sensación que le generaba la tierra en parte de su rostro.
Vio a su padre a los ojos, esos ojos que él le había heredado, igual de amatistas que los propios, pero mucho más profundos e imponentes para muchos, aunque para JungKook solo expresaban calma y cariño.
Su padre regresó a su posición para retomar sus movimientos, pero el grito de su hijo lo interrumpió.
—¡No puedo! —exclamó, negando y apretando los puños—. Ya no más... no puedo —murmuró en voz baja.
El mayor relajó los músculos y se enderezó.
Con esa acción, JungKook estaba esperando a que su padre le reclamara, pero abrió un poquito más los ojos cuando, de hecho, lo vio agacharse frente a él y tomarle los hombros, casi en los brazos. Él lo miraba con ojos cariñosos, no parecía molesto.
—¿Por qué crees que no puedes? —le preguntó y JungKook tragó el nudo que se formó en su garganta con algo de dificultad.
—Yo no soy como tú, no logro hacerlo —dijo enfurruñado. El mayor arqueó las cejas y JungKook desvió la mirada, haciendo otro sonido frustrado—. Tú eres más fuerte, no, ustedes son más fuertes —se corrigió, haciendo hincapié en "ustedes"—. Y yo soy solo un omega —masculló y miró a su padre—. No puedes entrenarme porque soy un omega.
Su padre asintió.
—¿Y qué es lo que quieres hacer? —le preguntó con la misma calma de siempre, apartando algunos mechones que obstaculizaban la vista de su hijo.
JungKook lo pensó y apretó los labios mientras que su padre colocaba su mano en parte de su cuello, pero solo tocándole la mejilla.
—Podría presentar ante la sociedad para conseguir un alfa —propuso y JungKook automáticamente hizo una mueca—. Quizás llevarte a un lugar donde te enseñen a cocer o cocinar si te gusta. También que te enseñen a bailar todo el día y a que toques el piano forte —continuó y juntó su frente con la de su hijo—. Pero no sabes ni tocar una pandereta.
JungKook sonrió, recibiendo una caricia en su mejilla de parte del pulgar de su progenitor.
—No creo que te gusten esas cosas, ¿o sí? —preguntó y JungKook no dudó al negar—. El hecho de que seas de una casta diferente no te debe limitar a hacer las cosas que disfrutas, y sé que disfrutas mucho vencer a Jackson en los entrenamientos, ¿verdad?
JungKook sonrió en grande, asintiendo entusiasmado.
—Que mi hijo sea diferente a esta ridícula sociedad no puede hacerme sentir más orgulloso —admitió antes de abrazarlo y sacándole una sonrisa pequeña a su hijo, quien inmediatamente ocultó su rostro en el cuello de su padre para impregnarse de su aroma—. Eres mi único niño y no quiero que vivas un futuro que no sea para ti...
Ahora, en el presente, cinco años después de ese momento, JungKook practicaba como ya le era costumbre, con las palabras de su padre todavía en la mente, como si fueran un recordatorio diario para intentar mantenerse en el carril de su futuro.
Movía sus puños con destreza y esquivaba, como si aún estuviera practicando junto a él. Dio un paso hacia atrás para completar uno de sus movimientos, pero sin quererlo, su cuerpo chocó con una maceta que luego cayó al suelo. Hizo una mueca de asombro.
JungKook se giró rápidamente y vio el objeto roto en el suelo, la tierra esparcida sobre la superficie y las plantas de igual forma. Miró el suceso con los ojos bien abiertos y se acercó para agacharse y empezar a recogerlo con una cara de pesar y angustia.
Eran flores de manzanilla, medicinales como la mayoría de plantas que tenía en la facilidad de su consultorio.
Mientras las recogía con cuidado, escuchó que abrían la puerta sin tocarla, generando un sonido algo brusco que lo hizo girarse extrañado.
Ahí estaba el General YoonGi, ahora miembro del concejo real.
JungKook se levantó con las flores en mano junto con un poco de tierra.
—General YoonGi, no sé si tiene conocimiento, pero debe tocar cualquier puerta antes de entrar —dijo, siendo el omega el primero en romper el silencio de sus miradas.
El alfa terminó de entrar en el consultorio, sin decir palabra y ganándose la mirada insistente e impaciente del omega para que hablara y lo dejara solo nuevamente. YoonGi colocó las manos detrás de su espalda, derecho como un soldado.
—Requiero hablar con usted —expuso y JungKook pestañeó.
—Bien, pero primero, ¿me podría pasar esa maceta? —señaló con ayuda de su barbilla. YoonGi miró hacia donde señaló sin expresión, pero volvió a mirar al omega, haciéndolo levantar las cejas—. Tengo tierra en las manos, sea rápido.
YoonGi hizo una línea con los labios y resignado, tomó la pequeña maceta sin muchas ganas, y caminó hasta el para sostenerla frente al omega. JungKook comenzó a echarle la tierra cuando la conversación continuó.
—¿Qué necesita?
El alfa miraba la macera, esperando a que el menor pudiera dejar aquello para conversar más cómodamente, pero JungKook acomodaba todo muy despacio para su gusto.
—Necesito hablar con usted sobre la seguridad del rey —dijo. JungKook lo miró por un momento con extrañeza y volvió a mirar a la maceta para seguir acomodando las flores y la tierra. YoonGi suspiró—. Lo vi muy cercano con ese guardia.
JungKook ladeó la cabeza, alzando una ceja.
—¿Cuál guardia?
—No se haga, usted me vio, el guardia que lo salvó de aquella mujer —rectificó el alfa, en voz baja como si alguien pudiera escuchar.
—¿Qué tiene que ver con la seguridad del rey?
YoonGi se quedó en silencio.
—No lo sé, dígame usted.
JungKook detuvo sus acciones y lo observó ceñudo.
—Mire, si no ha venido para ser claro, sinceramente no sé qué hace aquí —espetó, arrebatándole la maceta—. Sea sincero conmigo —exigió mientras la colocaba cerca de una ventana.
—No sé si ha llegado a sus oídos, pero la mujer que falleció lo mencionó a usted entre una de sus últimas palabras —JungKook no dijo nada, y en cambio, fue a buscar agua de un recipiente para limpiarse las manos llenas de tierra—. Y si tampoco sabe, la beta dijo que nadie permitiría que usted tome lugar al lado del rey —JungKook lo miró, pero fue directamente a sus plantas. YoonGi casi vira los ojos al ver su indiferencia—. Así que quiero saber cómo una beta desconocida pudo infiltrarse en el castillo para atacarlo específicamente a usted y por qué prefirió morir antes de decir quién fue la persona detrás de todo esto.
JungKook empezó a regar sus plantas, imperturbable.
—Productor de los rumores, eso es todo.
—Todos los reyes han tenido amantes y ninguno de ellos ha sido atacado de esta forma —dijo, ya molesto y cansado de su actitud desinteresada.
JungKook rodó los ojos inmediatamente y formó una línea torcida con sus labios, aun dándole la espalda al alfa.
—¿Insinúa que tuve algo que ver con el ataque en contra de mi propia vida? Sigo preguntándome qué tiene que ver con la seguridad del rey.
—Sospecho que la persona que ordenó asesinarlo es alguien poderoso, por la discreción con la que se ha hecho, y mi verdadera insinuación es que esa persona debe conocerlo a usted y lo vea como un obstáculo —se acercó a él—. ¿Quizás alguien quería mandarle un mensaje? Alguien que sepa lo que usted quiere hacer en este castillo y por eso quiere silenciarlo para siempre...
JungKook detuvo su tarea y giró la cabeza en su dirección, pero aun así no lo miró, y posteriormente se dio la vuelta.
—Tampoco le caigo bien a usted, ¿cierto?
—No siento nada por usted, pero mi propósito de vida siempre será proteger al rey —aclaró.
—Creer en los rumores puede ser devastador, no solo para quienes los creen, sino también para aquellos involucrados y tomarlos por ciertos hacen los resultados aún más desastrosos —dejó la regadera en la mesa y se acercó, cruzándose de brazos una vez estuvieron frente a frente—. Si le preocupa la seguridad y bienestar del rey, debería no dejarse llevar por lo que murmuren los demás.
YoonGi lo miró con la misma tensión en sus facciones que el omega.
—¿Quién es usted verdaderamente, omega JungKook?
JungKook dio unos pasos, impasible.
—Mi nombre es Shin JungKook y soy el médico real, así que refiérase a mí con respeto —dijo, severo—. Lárguese —masculló entre dientes.
YoonGi lo miró unos segundos y dio algunos pasos hacia atrás, firmes.
—Médico real —murmuró a modo de despedida, bajando la cabeza solo un momento antes de girarse y retirarse del consultorio.
En un cómodo rincón de la gran biblioteca del castillo, el rey descansaba su espalda en su silla, con una hoja de papel el blanco sobre el escritorio frente a él, en busca de inspiración para hacer un poema.
Tras una agotadora reunión con el concejo, TaeHyung había decidido tomarse un momento para él, y no pensó en un mejor lugar para escabullirse que en aquella enorme biblioteca antigua —secretamente uno de sus lugares favoritos— que frecuentaba con regularidad.
Claro, si es que podía llamarlo escabullirse, porque los guardias estaban caminando de un lado a otro por el lugar. Al menos agradecía que no irrumpieran en su espacio.
Movió su pluma sobre el papel sin tocarlo, pero aun nada surgía en su mente.
Pasó un tiempo si hacer uso de su creatividad para la realización de un poema, entendía que tras la inmensidad de preocupaciones que ahora tenía encima, le costaría un poco más dejarse fluir como antes.
Recordó que la última vez que hizo un poema fue con el omega JungKook.
JungKook...
Todavía recordaba la charla que tuvieron esa noche, y se le habían grabado tanto esas palabras en su interior, que todavía podía escuchar la armoniosa voz del omega repetírselas.
"Creo que es correcto deliberar si desea dar otro paso o no"
¿Realmente tenía ese tipo de atención hacia el omega? ¿Deseaba algo más? ¿Debería dar otro paso?
Se tapó la cara con ambas manos.
Se sentía como el alfa más estúpido del reino. Veía que todos los alfas cercanos a él no dudaban cuando notaban a un omega atractivo. ¿Por qué para él era tan difícil?
Nunca había sentido esa atracción por un omega de aquella manera.
Apartó las manos de su rostro cuando a través de sus dedos vio movimiento, así que se fijó en el gran ventanal airoso que le permitía ver el exterior con comodidad desde su asiento y abrió un poco más los ojos al tiempo que sintió una extraña sensación en su abdomen y pecho tras reconocer esa silueta.
El portal de luz daba con la ventana del consultorio de JungKook, así que no debió sorprenderse al ver al omega salir con un vaso en una mano y en la otra, un pequeño balde.
Lo observó sentarse de rodillas en la grama y empezar a cuidar de sus plantas, dejándole inconscientemente un perfecto panorama de su perfil.
TaeHyung apoyó la cabeza en su palma y lo observó hasta parpadear. Negó y miró hacia abajo, donde su hoja aun en blanco reposaba, pero luego volvió a mirarlo, achicando un poco sus ojos.
Se acomodó en su silla hasta quedar más cerca de la mesa y dejó su pluma a un lado, dirigiendo sus manos a donde tenía sus grafitos, y se dejó llevar por su instinto, dándole a su lobo un poco de control para que comenzara a trazar delicadas líneas sobre el papel.
Se acercaba de vez en cuando a la ventana y se encontró detallándolo un poco más.
TaeHyung no encontraba difícil trazarlo, pues sus facciones eran finas y delicadas, su rostro era sencillo, pero único.
Él era único.
Un omega hermoso, sin duda. Sus grandes ojos violetas a perfecta escala, con pestañas largas y naturalmente rizadas; TaeHyung no las veía desde esa distancia, pero sí las había notado antes; sus mejillas rozagantes como siempre, haciendo juego con sus labios color fresa suave y su nariz redonda y afinada. Para TaeHyung, su simple presencia, andar, accionar e incluso respirar, era delicado y atractivo en todos los sentidos.
Su clase belleza era intrigante, el alfa no había visto rostro igual, donde pareciera como si cada facción hubiera sido tallada únicamente para él, hecha a la perfección y medida.
Se preguntaba con ahínco qué le veían de malo al omega, él lo único que veía era a un omega amable y dulce.
En mitad de su labor, y para la explosión repentina de su vergüenza, el omega se levantó del suelo y, sin previo aviso, giró en su dirección conectando sus miradas a través de la lejanía y la separación del gran ventanal.
Por instinto, se vio a sí mismo tapando su hoja, aunque a esa distancia el omega siquiera tuviera una idea de lo que hacía. Pero no importaba, pues prontamente una sonrisa de labios cerrados se dibujó en los labios del omega.
Un ligero rubor un poco más intenso del natural pintó las mejillas y orejas del omega, pues había atrapado al rey infraganti observándolo. Mientras, TaeHyung estaba catalogarse a sí mismo en pánico.
JungKook le sonrió y le saludó alzando una mano y agitándola suavemente, pero luego recordó que se trataba del rey, así que se detuvo y formó un breve círculo con sus labios antes de hacer una reverencia en su dirección.
TaeHyung correspondió su gesto alzando una mano junto a su cabeza, sin moverla, demasiado azorado como para alcanzar a maquinar algo más, y JungKook le sonrió un poco más, cerrando sus ojos en forma de medias lunas.
El alfa juró derretirse por el gesto.
El omega pareció haber decidido continuar con lo que hacía, pues volvió a su posición de perfil y continuó regando sus plantas.
Y el alfa, preso en aquella burbuja, volvió a tomar su grafito, y, al igual que el omega, siguió con su tarea.
Durante aquellos minutos, el omega no se abstuvo de sonreír suavemente e incluso inconscientemente mientras terminaba de cuidar sus plantas. Sentía que el rey lo seguía observando desde hace un buen rato, y al darse la vuelta para comprobarlo, lo afirmó nuevamente, aunque esta vez, el alfa le huyó la mirada rápidamente y la posó hacia abajo, en la mesa del escritorio que ocupaba.
A JungKook nunca había gustado que lo miraran de más, pero el alfa tenía una mirada atrayente y dulce que bloqueaba todo el mecanismo de defensa que había desarrollado con el pasar de los años cuando un alfa ajeno a su confianza lo observaba. Ahora no se sentía disgustado, mucho menos asqueado, pero decir que no estaba apenado sería una vil mentira. Sus orejas estaban más calientes que antes y sus mejillas seguramente debían estar en iguales condiciones.
Era lo opuesto a todo lo que había vivido.
TaeHyung, por su lado, estaba seguro de que sus mejillas estaban algo rojas, pero se esforzaba por mantener su mirada en el papel como si fuera lo más interesante del universo. Quería huir y esconderse bajo una roca por haber sido descubierto estudiando al omega.
Decidió centrarse y terminar de trazar lo más tranquilamente que pudo, aparentando que nada sucedía, aunque no duró mucho, pues acabó cayendo ante la presión y levantó la vista.
Pero JungKook ya no estaba.
Al no verlo, pudo respirar tranquilo, pero una parte de él estaba un poco decepcionada porque quería seguir observando su presencia.
Sacudió la cabeza inmediatamente, con las cejas fruncidas por aquel pensamiento desubicado y se dedicó a rememorar todo lo que acababa de pasar: sus pensamientos, la sensación al ver a JungKook, la hoja de papel...
Apoyó un codo sobre la mesa, con su barbilla en la palma de su mano, y masajeó pausadamente.
Se preguntó: ¿qué estaba pasando?
Ya era de tarde, el cielo poco a poco dejaba de mostrar luz y ahora TaeHyung estaba nuevamente en los jardines del castillo, esta vez observando un precioso ejemplar:
Margaritas rosas.
En sus manos, descansaba un libro abierto que no dudó en checar para leer el significado de tan hermosa flor, y al hacerlo, sonrió, estirando ligeramente una comisura más que otra.
Una vez estuvo terminada su labor personal, cerró el libro con el sentimiento de satisfacción en su pecho por el resultado que le había ayudado a obtener.
Y estaba por irse cuando...
—Tengo la leve sospecha de que Su Majestad está siguiéndome.
Nuevamente la voz de JungKook.
TaeHyung cerró los ojos, quizás maldiciendo mentalmente antes de girar sobre su propio eje para verlo. Se rascó un poco detrás de la oreja, preguntándose por qué se encontraba a JungKook tan seguido y más en esos precisos momentos donde todo en él era un debate interno.
El omega estaba sentado con las piernas cruzadas en una de las bancas cercanas a la fuente principal del jardín, con una pluma y una hoja de papel en mano mientras lo miraba desde ahí, con ojos juguetones.
—¿Tengo razón, Majestad? —inquirió, y el rey acomodó su traje, queriendo mostrar su porte usual.
Empezó a avanzar en su dirección y JungKook le prestó mucha atención a su elegante caminar, mordiéndose muy disimuladamente el labio inferior.
—En realidad no, aprovechaba mi tiempo libre observando los jardines y casualmente me lo encontré a usted —contestó el alfa, dejando de caminar—. Pienso que el que me sigue es usted —especuló, y JungKook mostró una sonrisa comprimida que endulzó su expresión.
—Me declaro culpable —admitió mirando el agua de la fuente a su costado.
TaeHyung levantó las cejas.
—Es usted una persona astuta, ¿no es así?
JungKook sonrió ladino, aun mirando el agua de la fuente.
—No me hubiera atrevido si usted no me hubiera dado hincapié para hacerlo...
TaeHyung bajó las cejas y plasmó en su rostro su expresión usual, pero con la excepción de que su mirada ahora era intensa y más atigrada.
—¿Hincapié en qué? —preguntó lentamente.
Esta vez, JungKook si giró a verlo, con ojos pícaros y con un poco de sorpresa porque el rey estaba tomando más confianza y estaba siendo más osado.
Muy bien.
—Primero, ayer en la noche al preguntarle por mi pendiente y mentirme sobre que no lo tenía en sus manos. Hoy en la mañana por haberme observado mientras regaba mis plantas me deja muy abierto a la imaginación —respondió con la misma lentitud contraria, ahora TaeHyung correspondiendo su mirada pícara con una igual y le mostró una sonrisa ladina.
Seguidamente, se hizo el desinteresado y acarició la hoja de una planta a su lado con sus dedos.
—¿Qué estaba haciendo mientras me esperaba?
JungKook apretó los labios en un intento por reprimir una pequeña risa.
—Escribiendo una carta —respondió el omega. TaeHyung lo miró con la cabeza ladeada.
—¿Podría saber para quién? Si no lo ofende —preguntó con curiosidad.
—Si le digo, me temo que se romperá la emoción del momento —dijo, sacándole una risa gruesa y gutural al alfa—. Puedo contárselo después mientras me invita una copa de vino.
TaeHyung asintió aun con una pequeña sonrisa y una ceja ligeramente alzada y se acercó, viendo como el omega se levantaba de la banca.
—Quisiera verlo mañana en la noche en este mismo lugar, si no le es mucho problema —habló TaeHyung.
—¿Y cuál es la razón de esta invitación? —se aventuró a preguntar el más bajo, pero TaeHyung negó.
—No puedo decirle aún, pero venga, después del atardecer.
JungKook no demoró en asentir.
—Con gusto.
TaeHyung se enderezó solo un poco, sintiéndose realizado.
—Omega JungKook —dijo a modo de despedida y JungKook hizo una reverencia.
—Mi rey —correspondió la despedida y una vez derecho, lo miró—. Pase una buena tarde.
TaeHyung agradeció con la mirada y se comenzó a retirar como si nada, pero se detuvo y giró mitad de su cuerpo.
—Omega JungKook, lo logró —le dijo, y JungKook lo miró inquisitivo—. Construiremos el hospital.
JungKook elevó las cejas y sonrió durante unos segundos.
—Esas son muy buenas noticias —comunicó exhalando.
—Así es —asintió—. Hasta luego.
Le sonrió de lado y se retiró.
JungKook boqueó un poco y pestañeó con algo de rapidez.
No se había dado cuenta de lo exaltado que estaba hasta que la burbuja entre ambos desapareció con la ida del alfa. Puso una mano sobre su abdomen y la otra sobre su pecho.
Eso había sido lo más intenso que habían compartido hasta el momento.
Recordó lo del hospital e inmediatamente se sintió especial, y recordó las palabras de su padre: "Eres mi único niño, y no quiero que vivas un futuro que no sea para ti".
JungKook miró la carta en sus manos y sonrió.
Nota:
¡FELIZ MIÉRCOLES TAEKOOK!
Otra actualización más es sinonimo de felicidad. Deos, ahora mismo que estoy publicando esto, solo falta un solo suscriptor para llegar a los 800 AAAAAA ESTOY FELIZ CSM, GRACIAS A TODOS POR SU AMOR.
PREGUNTAS TIME:
Con la nueva información que dio la mujer, ¿quién creen que quiere hacerle algo a kookoo?
¿Qué opinan del papá de koo?
¿Empatizan con Jimin? ¿Creen que tiene la razón?
¿Y ESA TENSIÓN TAEKOOK QUÉ? fdnksvn tejiun con cuestionamientos internos.
¿Para qué piensan que tejiun buscaba el significado de aquella flor? :o
¿Para quién piensan que iba dirigida la carta que estaba escribiendo jk?
MUCHAS PREGUNTAS, LO SÉ, PERO ES QUE AMO LEER CUANDO RESPONDEN.
Los amodoro, feliz semana. Hoy si hay besitos en sus preciosas nalgas O₃O
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