VII: El sonido del silencio
Estaba seguro de llevar varias horas organizando el consultorio y acomodándolo a su gusto. Tenía que admitir que el orden con el que se desenvolvía en antiguo medico real era un desastre, razón por las que el omega tuvo que rebuscar hasta por los lugares más oscuros de las gavetas para encontrar cosas básicas que debían estar al alcance.
JungKook era perfeccionista si de orden se trataba, así que, a la hora de la verdad, no la estaba pasando mal organizando todo a su gusto y antojo, todo quedando minuciosamente colocado a su manera. Le gustaba, le hacía sentir que aquello era suyo, que su presencia era real ahí.
Lamentablemente, reorganizar todo para mejorar la eficiencia de su trabajo tenía un pequeño precio, y era el calor veraniego de la época que azotaba el lugar. Esa era la razón por la que ahora su cabello enrulado y esponjoso era retenido por una cinta en la parte de atrás de su cabeza, dejando algunos mechones descuidadamente sueltos por su frente y cejas.
Incluso con las ventanas del consultorio bien abiertas, el calor se negaba a irse, ocasionando que sus mejillas estuvieran algo sonrojadas por la temperatura.
Aun faltándole algunas gavetas por organizar cuando decidió tomarse un descanso para hidratar un poco su garganta, y es así como fue a la encimera que estaba junto a la mesa donde el pequeño niño permanecía tranquilamente degustando su comida y balanceando sus pies, pues estos no llegaban siquiera al suelo.
Ya con un vaso de agua en mano, se acercó al niño y acarició su cabello con delicadeza, obteniendo la mirada del niño mientras masticaba que sin duda lo hizo sonreír de labios cerrados. Le dio el primer sorbo a su vaso cuando el niño volvió a dirigir su atención al plato de comida frente a él, y justo en ese momento, la puerta fue tocada.
JungKook apenas alcanzó a posar sus ojos amatista en la puerta cuando ya estaba siendo abierta y un guardia se asomaba por ella sin siquiera pedir permiso para hacerlo.
—El rey lo solicita en el ala norte del castillo —informó en el mismo segundo, forzando al omega a tragar el contenido de su boca, mitigando su ceño fruncido por el atrevimiento con curiosidad al nombrar aquel ala que sin duda no conocía en absoluto.
—Pero no tengo idea de dónde queda... —Pero ya el guardia lo había abandonado—... ese lugar.
Formó una línea desdeñosa con los labios hasta que escuchó al niño soltar algunas risas.
—¿Sí sonríes? —Le dijo JungKook, mirándolo—. Hazlo más seguido —pellizcó su mejilla, haciéndolo sonreír de nuevo.
JungKook salió del consultorio después de decirle al cachorro que se quedara e indicarle donde estaba cada cosa en caso de que necesitara algo, y emprendió paso nuevamente por los largos pasillos del castillo.
Quizás llevaba uno o dos días sin ver al rey, JungKook realmente no los había contado demasiado, estando demasiado ensimismado en sus asuntos como médico real. Sabía que el rey debía estar sumamente ocupado encargándose del asunto de la mina, y JungKook esperaba que pudieran encontrar una solución pronto, le partía el corazón pensar que había muchos más niños en las mismas deplorables condiciones en las que encontró al pequeño niño esa noche.
A pesar de todo, JungKook estaba un poco más aliviado, pues el niño parecía haberse estado recuperando bien, y se alegraba de que ahora estuviera más contento y sociable, aunque fuera mayormente él con el que trataba a diario.
Volviendo a sus andanzas, JungKook demoró un poco en llegar al lugar señalado, pues no conocía gran parte del castillo y estuvo a nada de perderse cuando unos amables sirvientes pudieron guiarlo a su destino.
Según le habían dicho, no era un lugar que se frecuentara en demasía, y que, de hecho, solo se utilizaba para llegadas puntuales. JungKook tenía mucha curiosidad.
Lo primero que vislumbró al llegar al lugar, fue que era bastante oscuro y se debía a que, además de estar techado, la única zona que conectaba con el exterior era un túnel de piedra en un extremo. No había ventanas, ni ningún otro acceso que permitiera observar el exterior ni viceversa.
Muchos alfas estaban reunidos alrededor de una gran mesa redonda, entre los que pudo distinguir una cabellera, acaramelada por la falta de iluminación. Estaba algo encorvado, explicándoles a los demás alfas algo sobre el mapa que yacía encima de la mesa.
Apenas tuvo que dar unos pocos pasos en su andar para que el rey levantara su mirada y la conectara con la suya, viéndolo como si de alguna manera hubiera sabido que ya estaba ahí. TaeHyung irguió naturalmente su espalda, permitiéndose interrumpir su charla previa para hablarle.
—Omega JungKook —saludó cordial, y JungKook no tardó en sentir las miradas de los demás alfas, varios criticándolo con solo un vistazo, pero el omega siquiera se molestó en mirarlos.
—Majestad —saludó de vuelta, realizando una pequeña reverencia en la dirección del alfa.
—Venga, acérquese —invitó cordial, y JungKook optó por aceptar.
Pestañeó lento cuando el olor a alfas sudados surcó sin reparos su nariz, viéndose en la necesidad de taparla disimuladamente para bloquear aquel olor tan repugnante e intenso.
Los alfas le hicieron espacio a JungKook rápidamente, permitiendo que ahora pudiera ver el gran mapa que descansaba sobre la mesa que todos rodeaban. TaeHyung no tardó en señalar una zona en particular una vez estuvo seguro de que el omega estaba viendo.
—Esta es la mina donde tienen cautivos a los niños —señaló el alfa, deslizando su dedo lentamente hasta un borde de lo que parecía ser un bosque—. Y aquí se armarán las carpas nada más llegar, usted las ocupará para proporcionarles la atención necesaria a los niños que mis guardias, liderados por YoonGi, llevarán —explicó, con los ojos sobre el omega—. Estarán a una distancia segura y permanecerán custodiadas por algunos guardias en caso de que ocurra cualquier altercado que atente contra la seguridad de los niños —apartó su índice del mapa y miró a JungKook, quien luego hizo un pequeño sonido, indicativo de que estaba por decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, TaeHyung lo interrumpió mirando a los alfas—. Hagan lo que les dije y organícense con su superior —ordenó, separándose de la mesa con los ojos fijos en el omega—. Omega JungKook —dijo, rodeando la mesa para llegar hasta él—. Necesito hablar con usted —expresó, tomándolo del brazo suavemente para apartarlo del lugar y llevarlo a un lugar más alejado del resto.
El agarre solo duró unos segundos, pues cuando los ojos del omega fueron a la unión de la mano del alfa sobre su brazo, TaeHyung lo soltó como si él también se hubiera percatado y alertado un poco por ello.
Se detuvieron cuando varios pilares los cubrieron de cualquier ojo curioso. El rey se asomó a través de una pequeña abertura entre los pilares por las que pudo asegurarse de que no había nadie cerca y que nadie los observaba u escuchaba.
—Majestad, no podré atender a esos niños por mi cuenta.
TaeHyung le hizo una seña rápida para que bajara la voz, confundiendo al contrario. El alfa se acercó un poco a él, encorvando sus hombros.
—Eso no será problema —miró hacia un lado, pudiendo ver esta vez, a través de una abertura, varios alfas y betas bajar de los carruajes que poco a poco llegaban. JungKook le siguió con la mirada, posándola en el mismo lugar que el alfa—. Ellos estarán bajo sus órdenes y lo respaldarán en las carpas.
JungKook lo miró con un asombro latente.
—¿Disculpe? —Casi balbuceó, incrédulo—. ¿Cómo consiguió que esos alfas acepten estar bajo mis órdenes?
—Ordené traer a los mejores médicos del reino, todos ellos son conocidos por su impetuosa preocupación por el bienestar de los pacientes, sé que ellos no se rebelarán por cumplir las órdenes de un omega si eso implica poner en peligro a los niños heridos.
El omega pestañeó.
—Escúcheme atentamente, omega JungKook —Lo miró con los ojos un poco más abiertos, grandes—. Como le dije, el lugar estará custodiado por algunos guardias que no entrarán a la mina, pero si algo llega a ocurrir, necesitaré que evacues a todos los niños de ahí —JungKook frunció ligeramente sus cejas.
—¿Cómo haré eso, Majestad?
—Habrá algunos carruajes escondidos en el bosque, tras las carpas, tendrá que sacar a los niños y volver al castillo lo más rápido posible, yo lo estaré esperando. No sé qué pueda ocurrir allá, de hecho, me gustaría estar presente, pero sé que no puedo arriesgarme esta vez, es un gran riesgo, así que dejo esto en sus manos, omega JungKook, estoy seguro de que hará lo posible por salvarlos.
TaeHyung lucía bastante turbado y preocupado, JungKook podía notarlo en la tensión de sus hombros y en como su ceño se esforzaba en mantenerse serio y pensativo, quizás maquinando mejor las cosas.
—No pasará nada malo, Majestad —brindó esperanza, ganándose nuevamente la mirada del alfa.
—Eso quiero creer, pero en caso de que algo ocurra, ya sabe qué hacer.
—Majestad —Una tercera voz se hizo presente y TaeHyung se volteó ante el llamado, girándose nuevamente a JungKook para hablar.
—Debo irme, le deseo mucha suerte —Se despidió el rey, retirándose de ahí tan pronto como pudo.
JungKook se quedó solo, procesando y analizando a cuenta nueva todo el plan y la actitud del rey, a quien sinceramente nunca había visto así de decidido, y aquello lo había dejado algo aturdido, pero pudo captarlo todo a la perfección.
Salió de tras los pilares, viendo hacia donde estaban los médicos y rezó porque nada saliera mal, pues esa era la primera vez que se le tomaba en cuenta para liderar. Fue entonces que tomó una respiración profunda y caminó hacia ellos.
A lo lejos se podían escuchar los feroces choques de espadas entrando en acción, pues ya habían pasado varios minutos desde que la incursión y rescate habían dado inicio y los guardias habían entrado en la zona de riesgo, preparados y mentalizados para la tarea.
Impaciente y atormentado, esas eran las dos palabras que definían a JungKook en ese momento.
Una de sus piernas se movía insistente y nerviosamente contra el suelo, sus ojos fijos en los árboles que bloqueaban su visión hacia la mina, sosteniendo con una de sus álgidas manos la tela de la carpa para tener mitad de su cuerpo fuera de ella en un intento por calmar el remolino de angustia que removía su estómago.
Ningún niño había llegado aún, y JungKook creía que pronto comenzaría a jalarse de los cabellos por ello.
¿Por qué demoraban tanto? JungKook se lo preguntaba constantemente.
En un bufido mortificado, se adentró nuevamente en la carpa, posando sus ojos amatistas en los médicos que esperaban indiscriminadamente, atentos a cualquier noticia. JungKook, algo tenso, no demoró mucho en decirles que alistaran todo de una vez, pues lo niños llegarían en cualquier momento, y en menos de lo que canta un gallo, todos acataron sin rezongar ni una palabra.
Suspiró relajado cuando finalmente aceptó que el rey tenía razón, los profesionales no se fijarían en su casta, lo que implicaba que no tendría que lidiar con algún alfa o beta no profesional que le revirara por alguna orden o mandato. Eran profesionales, centrados simple y llanamente en el bienestar de sus pacientes.
Volvió a salir de la carpa en un movimiento, inhalando profundo. Su cuerpo se movió por instinto y comenzó a caminar de un lado a otro, paralelamente a la carpa, ignorando a los guardias que custodiaban la entrada. Sin darse cuenta ya estaba comenzando a comerse las uñas con la presión pegándole directamente, tanto por la carga que había recibido al liderar un grupo de desempeño, como porque nunca en su vida había tenido en sus manos la responsabilidad de tantas vidas.
Deseaba saber qué estaba pasando en la mina, se preguntaba si todo había salido bien, si esos gritos en la lejanía eran de los soldados o de los maleantes. Pero sin duda, lo que más mortificaba a JungKook eran los niños, ¿dónde estaban?
Sin embargo, como si hubiera llamado a alguna señal, se giró totalmente alerta. Los guardias rápidamente colocaron sus manos en las espadas sin desenfundar en sus caderas.
—Médico real, vuelva a la carpa.
Le hablaron, dando un paso adelante para posicionarse delante del omega, pero JungKook no se movió de su lugar, con sus ojos fijos mirando en dirección al bosque.
Cuando ya los guardias estaban listos para sacar sus espadas, preparados para defender de una posible amenaza, vieron a Min YoonGi y a otros guardias reales algo magullados, traer junto a ellos a una multitud de niños de todas las edades menores de dieciocho y mayores de cuatro años, algunos siendo cargados por guardias y otros caminando agotados en dirección a la carpa.
JungKook jadeó y se llevó una mano al pecho, más no demoró en adentrar su cabeza en la carpa para avisarles a todos que los niños habían llegado, y volvió a salir, iniciando un trote hacia ellos.
—Métanlos en las carpas —indicó, apurado, y observó a mejor, deteniéndose un segundo cuando vio a una niña, de quizás unos cinco años, lastimada y débil.
No dudó en levantarla en brazos, con el corazón encogido por el llanto desconsolado de muchos niños. Le dolía el alma ver a tantos, tan mal alimentados, enfermos, delgados y heridos. Eran tantos...
Ya dentro de la carpa, dejó a la pequeña en manos de uno de sus colegas.
—Tiene un bracito lastimado y está hirviendo —informó tragándose el nudo de su garganta antes de dejarla en una de las camillas y salir rápido mientras los guardias continuaban metiendo a los niños a las carpas.
Su andar ansioso lo llevó hacia YoonGi, quien detuvo momentáneamente sus movimientos al verlo.
—Tenemos que volver, hay más niños —Le dijo el alfa y JungKook transformó su rostro en una mueca de espanto—. Hubo algunos que no pudimos salvar —murmuró con pesar, JungKook arrugó las cejas, exhalando con aflicción antes de tomarlo de ambos hombros y mirarlo a los ojos.
—Salve a los que pueda, rápido.
Y YoonGi no tardó ni un segundo en darse la vuelta y partir de vuelta al interior de aquella mina junto con varios guardias, a los que, después, se les sumaron el resto —incluyendo los guardianes de las carpas— una vez estuvieron seguros de que todos los niños estaban dentro de las carpas siendo atendidos.
JungKook también entró a una de las carpas y rápidamente trató a los niños que pudo. No obstante, algo de él le dijo que tenía que salir, y con todo el cuerpo tenso en angustia se asomó desde el interior. Pero algo cortó de golpe su andar.
Gritos.
Frunció el ceño de inmediato.
No eran gritos de guerra provenientes de los guardias o sus oponentes, no, eran gritos cercanos de una... ¿joven?
Dio varias zancadas rápidas para salir fuera de ahí y observó a todos lados, con el corazón a mil, paralizándose momentáneamente al ver como una omega adolescente salía corriendo del interior del bosque.
Pero no venía sola, pues pudo ver como un hombre iba tras ella, persiguiéndola a tal punto que antes de que lograra salir al pequeño descampado donde estaban las carpas, la tomó del cabello con rudeza y la jaló hacia atrás.
Por ende, JungKook no lo pensó ni un segundo cuando ya estaba corriendo en su dirección. La vio caer al suelo antes de que el alfa bloqueara su visión con su ancha espalda.
—¡Hey! —gritó JungKook, y el alfa no tuvo ni dos segundos para verlo con claridad cuando la tierra había entrado a sus ojos en un impacto doloroso.
JungKook apenas sacudió su mano de tierra mientras presenciaba como el alfa soltaba a la adolescente junto con un gruñido de dolor, tambaleándose. El omega se acercó rápidamente a la menor y la ayudó a levantarse.
—¡Corre, hacia la carpa, rápido! —exclamó agitado.
Vio a la adolescente tardar unos segundos en reaccionar y salir corriendo lo más rápido que sus pies se lo permitieron para alejarse de aquel alfa abusivo. JungKook, por su parte, se giró dispuesto a seguirla, pero sus planes se vieron truncados cuando las dos manos del alfa inmovilizaron sus tobillos y posteriormente tiraron de él.
JungKook cayó en el áspero suelo al segundo, soltando un quejido y raspando sus rodillas, y siquiera tuvo tiempo de moverse cuando el alfa ya lo estaba volteando, mirándolo con sus ojos inyectados en rojo por la tierra, apresándolo del pecho y buscando atinar su gran puño en su rostro.
Abrió los ojos en grande, pero antes de que los nudillos tocaran su rostro, logró esquivar el golpe, consiguiendo liberarse, pues para su suerte, a pesar de que ese alfa era mucho más grande y fuerte, además de estar terriblemente enfadado y agresivo, era comparativamente más lento que las capacidades que tenía JungKook para desenvolverse en situaciones así.
Se deslizó sobre la tierra y golpeó con su pie la entrepierna del contrario, desestabilizándolo y debilitándolo. JungKook aprovechó la ventaja para soltarse totalmente.
Pero JungKook no podía volver a la carpa, no cuando había tantos niños y personas que podría poner en peligro con la presencia de aquel alfa del que JungKook estaba seguro que no se había librado aún.
Ambos quedaron de pie nuevamente, el alfa no perdiendo tiempo y abalanzándose sobre él con rabia, pero fallando cuando JungKook volvió a esquivarlo. Tomó impulso y ya estaba impactando un puñetazo directo en la nariz del hombre, haciéndolo gemir de dolor porque golpeó en el lugar exacto para fracturársela.
Aun así, aquello no detuvo al alfa, solo logró enfurecerlo más y de un empujón estampó su espalda contra un árbol, y esta vez, el omega no pudo esquivar el fuerte golpe que le lanzó.
JungKook cayó al suelo, notando como la sangre salía de su boca y labio roto, escurriéndose por su comisura y cayendo en forma de gotas sobre la grama. Algo aturdido, escuchó al alfa desenfundar su espada y luego pudo verlo ir directo contra él, ya harto.
El alfa tomó impulso con la espada, llevándola hasta por encima de sus hombros con el fin de darle un final mortal al omega, pero JungKook rodó cuando vio que ya la espada estaba cayendo sobre él.
Oh, y JungKook casi sonríe con lo fácil que esto estaba siendo.
Justo como se le fue enseñado...
El alfa aplicó tanta fuerza que la espada se incrustó en la raíz del gran árbol donde anteriormente estaba JungKook. Emitiendo un gruñido, intentó sacarla. JungKook se arrastró hasta una rama dura, levantándose y azotándola contra la espalda del contrario, consiguiendo que los músculos del hombre se contrajeran y perdiera la fuerza en sus piernas, cayendo al suelo.
Dio zancadas hasta tomar el mango de la espada y haciendo palanca con su pie, la sacó en un movimiento, delicado y hábil. No lo pensó dos veces cuando ya estaba clavando la espada directo en el pecho del alfa, justo en el corazón, y sin ningún tipo de miramiento.
Con un sonido ronco, vio como el alfa lo miraba y sus ojos rápidamente perdían el brillo de la vida, despojándolo de toda respiración,
Una muerte rápida, pues JungKook no disponía de mucho tiempo.
Clavó la espada en el suelo y se apoyó en esta, algo agotado. Observó el cuerpo inerte desde arriba, jadeando mientras limpiaba la sangre de su labio palpitante. Para JungKook era obvio que ese alfa no sabía cómo manejar una espada, al menos no como realmente se debía, sus movimientos eran bruscos y guiados por la ira, además de que el alfa se había confiado demasiado de ser tan corpulento y alto, y esa confianza ciega había llevado su vida directo a las manos del omega.
JungKook solo se quedó ahí unos instantes más antes de dar media vuelta y dejar todo como estaba, dirigiéndose hacia la carpa con paso firme.
Estaba a unos cuantos centímetros de la entrada de la carpa cuando ésta se abrió sin previo aviso, dejando ver tras la tela de la misma a esa adolescente que había salvado momento atrás.
Le sonrió cuando ella lo vio, aun afligida y algo asustada, en busca de proporcionarle calma y aclararle que ya todo había pasado, que ya no tenía por qué temer.
Estaba a salvo, pronto todos los niños estarían a salvo.
Fue entonces cuando ella se lanzó a sus brazos y se aferró con fuerza para agradecerle, y JungKook, sin dudarlo, correspondió.
Los pequeños baches del camino hacían que sus cuerpos se mecieran ligeramente de un lado a otro, pero no hasta el punto de resultar molesto.
Estaban a pocos minutos de llegar de vuelta al castillo, transportando seguros a todos esos niños rescatados, quienes estaban siendo cuidados por un médico, los cuales se las habían ingeniado para distribuirse y así poder subir a uno de los suyos a cada uno de los carruajes correspondientes en caso de que algún niño necesitara de sus cuidados.
JungKook no era la excepción, cargaba a un pequeño niño en brazos, el cual se había quedado dormido casi en el mismo segundo en el que lo envolvió cálidamente con sus extremidades. Parecía no haberlo hecho desde hace tanto tiempo...
Los ojos de JungKook estaban observando desenfocado el exterior por la ventanilla a su lado, sin dejar en ningún momento de arrullar al pequeño en sus brazos. Su mente forzándolo nuevamente a observar a los niños con él.
La mayoría dormía, y los que no habían recibido suficiente alimento, comían con brillo en sus ojos. Aquello era lo más atroz que JungKook había visto en su vida.
Su barbilla tembló poquito, sintiendo la rabia recorrer sus venas con efusividad. Era tan injusto que niños tan pequeños e inocentes hayan tenido que vivir esa experiencia, doliéndole pensar en que algunos ni siquiera pudieron ser salvados y murieron a manos de esos hombres a los que JungKook realmente comenzó a odiar con todo su ser.
Sentía tanta pena y aflicción por los padres que perdieron a sus hijos e imaginarse las posibles reacciones al enterarse de la trágica noticia le hacía querer llorar. El dolor debía ser casi inhumano de soportar, si él estaba sufriendo tanto por esas pérdidas, no podía imaginarse el dolor tan grande que experimentarían ellos.
Los niños tocaban algo en él. No era una persona muy empática, pero definitivamente si algo tenía que ver con niños, su preocupación se disparaba por los cielos.
Pudo sentir como el carruaje poco a poco se detenía, así que volvió a observar por la ventanilla para comprobar que efectivamente, ya habían llegado.
Algunos pequeños inevitablemente despertaron, y JungKook aprovechó la oportunidad para hablarles con una suavidad muy similar a la de la seda, y un cariño tan grande como el de un pariente.
—Ya llegamos —decoró su rostro con una sonrisa cuando todos los pequeños pares de ojos se posaron en su persona, y seguidamente, las puertas del carruaje se abrieron.
JungKook fue el primero en bajar, sin soltar aún al niño en brazos, y se encargó de ayudar atentamente a todos los niños a bajar sin lastimarse del carruaje y, tomando con su mano libre la de uno de los pequeños, los llevó hacia el castillo.
La ternura caló en sus huesos cuando los niños caminaban a su lado y unos pasos más atrás que él, hicieron soniditos de asombro por la majestuosidad del castillo.
Antes de entrar definitivamente, JungKook giró su cabeza hacia atrás, viendo como los demás médicos bajaban al resto de los niños de los carruajes y comenzaban a aproximarse.
Luego de unos pasos entraron al castillo, y los pequeños estaban tan sumidos en la belleza del lugar, que no vieron hacia adelante hasta que escucharon varias voces gritar sus nombres.
Fue ahí cuando vieron a sus papás correr hacia ellos, y los niños no reaccionaron de otra forma más que correr hacia ellos por igual, como medianamente sus cuerpos débiles y cansados se lo permitían. Y cuando cada uno encontró a su padre, JungKook pudo respirar correctamente de nuevo.
Una gran sonrisa apareció en sus labios cuando, a lo lejos, pudo ver como el niño que había cuidado los últimos días abrazaba a sus padres, recibiendo a sus hermanos con un abrazo igual de anhelado.
Poco después, pudo escuchar unos sollozos acercarse, y cuando JungKook dirigió la vista hacia la fuente de tan lastimero sonido, vio a un omega llorando a lágrima viva mientras observaba al niño en sus brazos.
—Mi hijo, mi bebé —balbuceó, y JungKook no dudó en entregarle al pequeño en brazos, quien ya totalmente despierto se aferró a su padre con la misma efusividad con la que este lo abrazaba; como si su vida dependiera de ello.
Las piernas del omega no pudieron con las emociones que sentía y padre e hijo cayeron grácilmente sobre suelo, sin dejar de abrazarse con necesidad y entre hipidos llenos de alivio.
JungKook no sabía qué hacer, pero no podía dejar de observar esa tan dulce y sentimental escena.
—Gracias, muchas gracias —escuchó decir al omega frente a él, y JungKook asintió con una sonrisa, comenzando a dar algunos pasos hacia atrás para dejarles la privacidad que necesitaban.
Ya un poco más cerca de uno de los extremos del gran salón donde se encontraban, pudo divisar a todos los padres reír y llorar con sus hijos, negándose a dejar ir nuevamente a sus tesoros.
Pero también veía el desconsuelo en otros padres, y era obvio el porqué de sus rostros empañados en lágrimas de desesperación, tristeza y desolación. A JungKook se le oprimió el corazón.
—Omega JungKook.
JungKook giró un poco su cuerpo cuando sus oídos captaron la voz grave del rey a sus espaldas, estando ahora a su vista ese alfa de ojos zarcos, con una pequeña sonrisa decorando sus comisuras.
—Ha hecho un gran trabajo —elogió el alfa, dando unos pocos pasos más para acercarse, más los ojos de JungKook solo pudieron dirigirse nuevamente a los padres que lloraban con tristeza y se iban de ahí, intentando apaciguar sus corazones destrozados.
—Se pudo haber hecho más...—murmuró el omega, haciendo que TaeHyung también mirara hacia donde sus ojos señalaban.
—Se rescataron más de la mitad, pero aun así los pocos niños que no lo lograron pesan más —hizo una mueca de pesar—. La culpa recae sobre mi persona, al yo ser su rey y no poder protegerlos a todos...
JungKook lo miró luego de aquello.
—No puede controlar todo lo que ocurre, por mucho que sea el rey, hizo bien en reaccionar lo más rápido que la información se lo permitió, Majestad —terminó de girarse para colocarse frente al rey—. Su deber como rey ahora es brindar el apoyo y la ayuda que los desdichados padres necesiten —TaeHyung asintió.
—Tiene razón —concordó sin demora.
Una vez la conversación se sumió en un pequeño silencio, JungKook quiso aprovechar el momento para observar nuevamente a los niños en el salón, pero no puedo hacerlo por más de unos segundos cuando sintió unos dedos cálidos tomar su barbilla para girar su rostro y elevarlo un poco.
—¿Qué le pasó? —Le preguntó el rey, observando su labio partido con las cejas fruncidas.
JungKook lo miró con las cejas algo alzadas por el atrevimiento, y TaeHyung procesó un segundo después, realizando un rápido y pequeño círculo con sus labios antes de cerrar su boca nuevamente.
—Debo disculparme por tomarme esos permisos —habló con algo de rapidez antes de soltar su barbilla, JungKook necesitando algunos segundos para asimilar, sintiendo un ligero rubor surcar su rostro y orejas.
TaeHyung miró hacia abajo, avergonzado por su actitud e impulso, y desde ahí, pudo ver como el pantalón del omega estaba rasgado y sus rodillas raspadas y enrojecidas, con algo de sangre en ellas.
—Mire sus rodillas, ¿cómo se hizo eso?
JungKook miró hacia abajo también, queriendo entender a qué se refería.
—Un alfa intentó lastimar a una joven —Se limitó a responder, aun sin despegar su mirada de sus rodillas.
—¿Y dónde está ese alfa ahora? Debemos condenarlo —concretó el alfa, pero JungKook negó intentando relajarlo.
—Está muerto —soltó sin más, haciendo al alfa parpadear unas cuantas veces.
—¿Cómo...?
Pero su charla fue interrumpida cuando JungKook sintió dos toques en su brazo. Al girarse, vio al niño que cuidó extendiéndole un ramo de margaritas.
—Muchas gracias —agradeció el pequeño, logrando que JungKook lo mirara totalmente conmovido y se agachara para quedar a su altura y así recibir las flores con una sonrisita, aumentándola cuando el niño se acercó lo abrazó—. Es usted brillante como una flor.
El pequeño se separó, presenciando las cejas algo arrugadas del omega y la grande y hermosa sonrisa en sus labios. El pequeño solo pudo corresponderle el gesto con una sonrisa suave antes de salir corriendo de vuelta con sus padres.
JungKook se levantó luego de aquello, viendo entre sus manos el pequeño ramo y olió las flores bajo la mirada indescriptible del rey de Daegu sobre él.
Ya era de madrugada, la luna marcaba las dos de la mañana. TaeHyung no podía dormir, por consiguiente, había estado todas esas horas encerrado en su despacho para intentar distraerse, pero no lo logró, pues no se sentía del todo bien. A pesar de haber salvado muchas vidas, no se sentía satisfecho al recordar a esas familias yéndose el llanto. Quiso poder haber hecho más.
Todavía le resultaba muy duro, además de todos los problemas que tenía sobre sus hombros que lo estaban atormentando con particular interés esa noche.
Por esa razón ahora estaba caminando por los pasillos del castillo con un rumbo en específico que él ni siquiera dictó. Solo movía sus pies, como un último recurso, con la esperanza de tener algo de distracción que lo sacara de la batalla campal que ocurría en su mente.
Fue cuando estuvo frente de la puerta del consultorio de ese omega tan peculiar, que se dio cuenta del rumbo de sus pasos.
La puerta estaba entreabierta, así que, buscando no incordiar, se apoyó en el marco, deslizando ligeramente su cabeza para asomarse al interior, pudiendo visualizar al omega sentado frente a una mesa, con una jarra de vino, mirando algo dentro de una pequeña caja que él no logró distinguir.
TaeHyung pudo notar la tristeza en su rostro.
Sus ojos no brillaban como usualmente, y una de sus manos sostenía una copa casi vacía de vino, sus hombros estaban encorvados y sus labios ligeramente fruncidos.
Faltaron unos instantes para que JungKook sintiera que alguien lo observaba, así que alzó su mirada en dirección a la puerta con un escalofrío, divisando al rey verlo.
Cerró la cajita frente a él sin cortar miradas.
—Majestad, ¿qué hace despierto?
TaeHyung se avergonzó al haber sido descubierto tan expuesto.
—Lamento incordiarle —respondió este, colocando su gran mano en la madera de la puerta para abrirla unos cuantos centímetros más, respirando profundo—. ¿Puedo pasar?
JungKook se quedó en silencio, pensando en una respuesta.
—Si puede —terminó por responder, dándole vía libre para que el alfa pudiera abrirse paso y cerrar la puerta tras su espalda. Mientras TaeHyung lo hacía, JungKook hizo uso de la pequeña instancia y guardó disimuladamente la caja bajo la mesa.
—¿Puedo unirme? —preguntó el alfa, y JungKook miró la jarra y su copa, levantando la vista nuevamente hacia el rey, asintiendo.
—Le buscaré una copa, siéntese —invitó, levantándose mientras el rey levantaba otra silla para colocarla junto a la del omega al tiempo que JungKook tomaba otra copa, esperando a que el rey se sentara para entregarle la copa y posteriormente tomar asiento también.
Estaba por él mismo tomar la jarra y servirle al rey y a sí mismo, pero TaeHyung se le adelantó y la levantó, haciendo que JungKook, con sus ojos grandes, tomara su propia copa para recibir el vino que el rey le sirvió segundos más tarde.
—¿No ha podido conciliar el sueño? —inquirió JungKook, afirmando su agarre en la copa de cristal y viéndolo llenar su copa por igual, dejando la jarra sobre la mesa mientras recibía una negación de parte del alfa, quien sostuvo la copa en su gran mano.
—Usted tampoco, por lo que veo —expresó antes de que el omega le diera el primer sorbo.
Ninguno expresó sus congojas, pero, sin necesidad de palabras, ambos sabían cómo se sentía el contrario.
—Disfruto mucho de estar despierto.
JungKook lo estaba pensando, en las palabras que ese alfa castaño que tanto conocía le había dicho: "Debes entrar en lo más profundo del castillo, hasta en los ojos del rey"... pero no se atrevía a actuar...
TaeHyung asintió lentamente, dándole un sorbo al vino en su copa, y permitiéndole el paso a un silencio cómodo entre ambos, con el simple y cálido sonido de las velas a su alrededor, que iluminaban ligeramente con color rojizo el entorno.
—Nunca tuve la oportunidad de agradecerle —TaeHyung rompió el silencio con esa frase.
—Estoy seguro de que lo hizo —JungKook refiriéndose a los niños, pero TaeHyung negó.
—No me refiero a los sucesos de hoy exclusivamente, hablo de lo que ha hecho por la corona desde que llegó —aclaró, y JungKook elevó un poco las cejas, no esperándose aquel agradecimiento, ya que, desde su punto de vista, a excepción de salvar al duque, lo único que había hecho era molestar y causar disturbios.
—No esperaba esas palabras, Majestad —habló con honestidad mientras TaeHyung miraba su copa.
—El concejo no lo ve así, lo entiendo y me disculpo...
JungKook bufó con lentitud.
—El concejo, los guardias, los sirvientes, la corte... —corrigió pausadamente—. Empiezo a creer que usted es el único desquiciado que no me ve como alguien incorrecto.
TaeHyung hizo una sonrisa casi imperceptible, ignorando el hecho de haberle faltado el respeto al llamarlo desquiciado.
—Ha sido un buen consejero y el éxito de hoy es gracias a usted, pues no hubiera servido de nada salvar a los niños si no recibían atención luego de ello.
—Mientras le sirva al reino, buscaré lo mejor para usted —decretó con convicción, siendo testigo de cuando el rey dejó la copa en la mesa después de beber un trago.
—¿Podré confiar en usted?
Sus miradas se conectaron después de esa pregunta, JungKook permaneciendo en silencio total antes de, pasados unos segundos, romperlo y mostrar una muy pequeña sonrisa de labios cerrados.
—Puede hacerlo, mi rey —contestó, y después tomó un sorbo de vino, apartando la mirada al hacerlo.
—Entonces usted también puede contar conmigo, omega JungKook —Esta vez fue TaeHyung el que asintió con seguridad.
—¿Quiere decir que tengo la confianza del mismísimo rey? —habló, queriendo bromear un poco, pero fallando cuando TaeHyung volvió a hablar.
—La tiene.
JungKook miró hacia abajo, jugando un poco con sus pantalones rotos.
—Si gusta, puedo decirles a los sirvientes que busquen nuevas prendas para usted —ofreció el alfa, haciendo que JungKook levantara su mirada hacia él.
—Si no es molestia, me gustaría...
TaeHyung asintió, anotándolo en sus recordatorios mentales para encargarse de solucionarlo la mañana siguiente.
—¿Cómo siguen sus heridas? —inquirió esta vez.
—Pudieron haber sido más graves, pero por suerte parecen sanar correctamente, no duelen, solo arden un poco —contestó JungKook, observándolas y moviéndolas ligeramente bajo la mesa.
TaeHyung se llevó la copa a la boca, sonriendo y hablando antes de beber nuevamente.
—Por cómo lo dice, y por cómo se refirió a su atacante, supongo que obtuvo lo que merecía.
JungKook miró el vino en su copa solo un momento.
—Así fue —respondió, girando para mirarlo, TaeHyung asintiendo.
—Bien.
El rey alzó su copa hacia el omega, quien, al notar sus intenciones, imitó su acción y posteriormente pudieron escuchar el choque de ambas antes de beber mientras se miraban e inevitablemente conduciéndolos a soltar unas cuantas risas que ocasionaron que escupieran algunas gotas de vino y empaparan sutilmente sus comisuras y barbillas, y entre risitas torpes, ambos se limpiaron respectivamente.
En esa noche, el sonido del silencio y la soledad, que se habían vuelto sus acompañantes, se marcharon para darle la bienvenida a una nueva sensación cómoda y cálida de compañía.
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