Séptimo acto: Sendero de la resiliencia

«Con el tiempo, el dolor crecía y crecía,
se le incrustaba en la piel.

No supo qué tanto hasta que ser fuerte fue la última opción.

Se volvió su rutina, una parte de él.
Tanto que aprendió a esconderlo.

Pero jamás olvidó.

Aunque el presente buscara sonreírle en muchas formas y quisiera alcanzar con sus manos un nuevo comienzo,
este se alejaba cada vez más y más.

Porque la adversidad era como una fuerte ventisca que arrasaba todo,
dejando en pie la cruda verdad, lo que realmente era:

Una persona rodeada por la miseria debido a la zozobra de terceros.
Aun así, buscaba conseguir ese pequeña abertura entre sus propias grietas para seguir adelante prueba por prueba y no caer en el abismo sin fondo en el que alguna vez estuvo.

Porque no importaba en qué parte de su camino estaba, ahí era donde sus vivencias, traumas y acciones lo había llevado. Y solo le quedaba continuar caminando, porque nada podía deshacerse.

Su farol de luz sería ese que a sus ojos siempre sería su pequeño niño,
un precioso príncipe de ojos cárdenos y zarcos.
Su guía y protector sería su amado esposo, su gran e infinita fortaleza.

No le quedaba más remedio que aprender a vivir con ese dolor.

Hasta que la vida se apiadara y quizá en esta, o en la siguiente,
le brindara su anhelado deseo.»


Nota:

Mi gente, este arco lo publicamos ahorita porque no habíamos tenido tiempo para escribirlo en su momento y deseábamos avanzar en los capítulos en sí. Pero aquí está y ;-; soy llanto. Llanto soy, llanto me convertiré.

¡MAÑANA SE ACTUALIZA EL FINAL!

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