Prólogo
El sol acariciaba sus finas facciones como el tacto de una piel amada con la ayuda del delicado viento que mecía las hojas del árbol que lo cubría del intenso amarillo veraniego de la tarde.
Era atractivo, sin duda, su rostro bañado en jovialidad, serenidad y finura, de una hermosa cabellera castaña con indudables ondas esponjosas y leves decorando sus puntas, una nariz redonda y perfilada, cejas espesas, mejillas frescas y sonrosadas, labios finos pero emanantes de sensualidad y delicadeza, pero lo más admirable de él era el prodigioso modelado de sus ojos grandes de color amatista, cual gemas astríferas y extravagantes. Un omega juvenil y ruboroso.
Una de sus cejas se levantó, hastiosa y arrogantemente, pues la voz chirriante de su acompañante comenzaba a fastidiar sus tímpanos y azorar en su preciada tranquilidad.
Rezongó en voz baja y levantó sus párpados delgados perezosamente, mirando desde el pasto donde yacía acostado como las hojas del alto cedro danzaban.
—¿Podría llegar al final de su reflexión?
Miró por el rabillo del ojo al alfa callarse las palabras que había escrito y ahora recitado con tanto esmero y dedicación desde hace varios minutos.
—¿Lo he incordiado? —preguntó algo acongojado. El omega acomodó a cuenta nueva su cabeza sobre su mullido brazo que le servía de soporte en ese instante.
—Prefiero el silencio, es relajante —respondió éste, logrando que el contrario no dijera más y pudiera dedicarse a tamborilear la superficie herbosa con ayuda de la yema de sus dedos antes de redirigir su mirada hacia él—. ¿Qué quiere decirme en realidad? —inquirió por primera vez, escuchando como las hojas del árbol chocaban con la brisa constantemente, doblándolas y removiéndolas. Un sonido encantador a su parecer.
—He ignorado la manera en la que nos conocimos y su carente dignidad como omega —El nombrado se impulsó lentamente con ayuda de sus codos, mirándolo descreído por su forma de describirlo—, además de su impertinente carácter y actitud ante la sociedad algunas veces —ladeó su cabeza, escuchándolo—. He fingido ceguera ante las características que lo hacen inapropiado —El omega realmente quería reírse en su cara sin ningún tipo de cortesía, pero prefirió dejarle hablar, queriendo escuchar el resto de sus palabras mundanas, y echó un vistazo a como el alfa le tendía una flor y se la ofrecía con desfachatez—. Y por eso le entrego una flor para proponerle que acepte mi cortejo y en un futuro poder unirnos en matrimonio.
El castaño miró la flor por encima mientras terminaba de sentarse correctamente, identificándola al instante como un clavel rojo. No le parecía creíble que se atreviera a ofrecerle una flor que significaba un gran amor y admiración después de la indecorosa propuesta de matrimonio.
No tenía que pensar en su respuesta, era muy clara.
—Acepte mi flor, no recibirá una mejor propuesta de alguien más —insistió el alfa, sin distender su brazo. El omega sonrió de lado y cerró los ojos, alzando su mano para tomar la contraria, la que no portaba aquella flor.
—Eunwoo, Eunwoo, Eunwoo... —suspiró—. Posiblemente me hubiera revuelto más los pensamientos si no me hubiera descrito que esa manera tan indecente. Sin embargo, mi respuesta se volvió definitiva desde mucho antes de conocernos —Sus labios de abrieron de a poco, posando su lengua en su mejilla, paseándola un poco antes de volver a hablar—. No voy a comprometerme con alguien tan fácilmente —El alfa lo miró algo indignado y azorado—. Y discúlpeme, Eunwoo, pero su manera de proponerme matrimonio no me da la esperanza del mismo.
Sin más, se levantó y sacudió un poco su pantalón para limpiarlo de cualquier rastro de tierra para después ver de reojo como Eunwoo se levantó, quizás con demasiada prontitud.
—¿Esa es su respuesta? —volvió a inquirir, captando la mirada algo perezosa del omega, quien no demoró en hacerse el confundido.
—¿No fui adecuado al hablar? —El alfa lo miró, intentando decir algo, pero negó antes de que pudiera—. Aspiro a mejores cosas que ser un marqués,quédese con la flor y désela a otro omega, estoy seguro por su granromanticismo que le aceptará.
Comenzó a caminar para alejarse, pero el alfa interrumpió sus pasos al volver a hablarle.
—¿Quiere que lo acompañe?
Se permitió colocar una expresión llena de fastidio, aprovechando la circunstancia de estar ahora de espaldas al alfa, hasta que se decantó por voltearse.
—No quiero volver a verle, me ha dejado indignado en sobremanera —fingió su mejor cara de dolido y giró sobre sus pies para continuar su caminata con una sonrisa truhanesca.
Alejándose cada vez más del descarado hombre, inhaló el refrescante aroma de las lavandas que decoraban el eminente paisaje frente a sus ojos. Largas hileras de arbustos perennes de lavandas se extendían hasta el horizonte, donde solo podía ver su color tan característico con el azul del cielo.
Sentía a la perfección como el calor de verano atravesaba sus poros mediante la fina tela de su atuendo. Dejando huélligas sobre la tierra a su paso, estiró su mano para rozar la dulce y exótica flor con sus dedos largos y lábiles, deleitándose con el gran silencio que su estimada soledad le proporcionaba... lo disfrutaba.
Una brisa fortuita golpeó su rostro e hizo que sus finos cabellos castaños y rizados ondearan con un poco más de entusiasmo en el viento con cada paso relajado que daba sobre la tierra. El estremecimiento envolvió su cuerpo, logrando así desconectarlo tan solo unos segundos a la realidad, los suficientes como para después pudiera girar su cabeza al escuchar su nombre ser llamado desde unos cuantos pies de distancia.
Solo era audible la delgada pluma afincándose en el papel y siendo remojada nuevamente en el frasco de tinta a un costado. Acostumbraba plasmar todos sus pensamientos a través de poemas, prosas y demás, moviendo su boca con cada palabra que trazaba, no prestando demasiada atención a ello.
—En silencio pedía por un amor... —murmuró, deteniéndose para pensar y después asentir—. En silencio pedía por un amor tan adictivo como el más fino licor.
Siguió en lo suyo hasta percatarse de que alguien entró a su carpa privada, irrumpiendo su momento de concentración e inspiración. Elevó la cabeza y frunció el ceño, irritado con el hecho de que alguien hubiera entrado sin pedir su permiso, pues quien fuera la persona, estaba ingresando en la carpa de nada más y nada menos que el propio príncipe de Daegu, el heredero al trono.
Giró su cabeza hasta dar con el inoportuno hombre osado, a quien examinó, captando que vestía como un soldado, quizás uno mensajero, viéndolo enderezarse con más ahínco, portando una indefinible expresión en su rostro.
—Su Alteza Real, mensajes del castillo —habló el portavoz, obteniendo la mirada plasmada de extrañeza.
—¿Mi padre? —dijo de vuelta, al portavoz le costándole responder, pero terminando por recibir un asentimiento como respuesta.
Dejó su pluma descansar a un lado de la hoja, cuidando no mancharla en el proceso, y se levantó arreglando su distinguido traje. Al acercarse en su dirección, el portavoz hizo una reverencia que él aceptó con el movimiento de su cabeza antes dar unos dos largos pasos más para mover la tela de su carpa y dar un paso hacia afuera, donde vio como varias personas lo observan fijamente.
Todos en un silencio que ciertamente llegó a alarmarlo, pues a pesar de ser un príncipe, su título no era tal como para crear ese silencio tan rotundo.
El portavoz también salió de la carpa, volviendo a dirigirle la palabra desde su ubicación.
—Debajo de aquel árbol de roble lo esperan personas del castillo, Alteza —El nombrado lo observó con sus ojos zarcos como el mismísimo cielo.
—Gracias.
No dijo nada más, avanzando con el pecho arriba, demostrando bastante seguridad a pesar de que sus pies deseaban flaquear por la confusión, pues por alguna razón que en ese instante desconocía, no le gustaban nada esas miradas, esos hombres que poco a poco podía divisar con más claridad. Tenía una mala sensación merodeando en su pecho y la intriga poco a poco comenzaba a quemarle la garganta.
Subió lo que le restaba de esa pequeña colina y se posicionó justo debajo del alto roble donde se podía ver a lo lejos su castillo. Los presentes, sin esperar más de un segundo de su llegada, se arrodillaron ante él, haciendo que frunciera el entrecejo, comenzando a sentirse fuera de lugar.
Uno de los hombres avanzó un poco más antes de detenerse y también arrodillarse frente a él, con la mirada a sus pies.
—Con gran pena y desdicha, anunciamos la pronta ida de Su Majestad, el rey Kim MinHo, a la tierra de los Dioses... —lamentó e informó el hombre.
En ese preciso momento, pudo sentir como miles de piedras eran puestas sobre sus hombros y cientos de agujas arremetían contra su noble corazón incansablemente.
—En este instante y bajo este árbol sagrado, comienza una nueva era en nuestro reino —El hombre extendió su brazo hacia él, mostrándole un anillo en su palma; ni siquiera había conseguido asimilar su latente pérdida cuando la ceremonia ya había dado inicio—. El deber es lo primero para un rey, Su Majestad Kim TaeHyung, Rey de Daegu.
Estaba seguro de que sus ojos ardían y el cielo se nublaba por las prontas gotas que empaparían su cabello, como sus ojos mojarían sus mejillas y el llanto su corazón. Tragó fuerte y tomó una profunda inhalación, irguiéndose sobre su espalda para mostrar poder, como su padre le había enseñado, y con su mano temblorosa, tomó el anillo que simbolizaba el poder del nuevo monarca.
—¡Larga vida al rey! —dijo el hombre antes de que todos los presentes comenzaran a repetir sus palabras unas cuantas veces más.
Agobiado, miró a un costado, divisando a uno de sus escoltas personales, Jung HoSeok, que lo miraba con aflicción y desdicha y notaba a través de los ojos azulados del menor, el dolor, la discordia y el desasosiego que pronto lo embargó.
El contacto se rompió cuando HoSeok también se arrodilló ante él, como todos ahí.
—¡Larga... larga vida al rey!
Nota:
¡Finalmente TR ha sido publicada! Dios mío, milenios esperando este momento A. Bel y yo esperamos que la historia sea de su agrado, le estamos poniendo 1000% de empeño para que quede preciosa nvjfdk.
A diferencia de FP, esta historia no tendrá horario específico, pero procuraré ser constante.
LARGA VIDA AL REY TAEHYUNG, NJD.
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