LXVIII: Diminuto y perfecto

Aquella tarde en uno de los salones del Castillo del Este, JungKook y SeokJin conversaban sentados en sofás diferentes. El duque de ambos disfrutaba de un cálido té, mientras que el rey consorte sostenía un plato con algunas magdalenas de arándanos que el contrario les había obsequiado junto a su presencia.

—Jamás me he sentido más feliz —expresó SeokJin con voz alegre, moviendo las manos—. La vida como soltero es aún más entretenida. Lo único molesto es la habladuría de los demás, sin embargo, es algo que siempre estará presente y no quiero prestarles la atención que quieren, soy un duque, después de todo.

JungKook masticó un pequeño trozo de magdalena con lentitud, escuchándolo atento.

—Mis hijos crecen fuertes en un ambiente sano y sin discusiones innecesarias —continuó SeokJin.

—Me alegro por ti y por tus hijos, merecen ser felices —dijo JungKook.

El omega hizo una mueca y tragó grueso cuando una nausea golpeó la boca de su estómago. JungKook depositó el plato de vuelta en la mesa y sobó su vientre abultado.

Cinco meses pasaron desde que llegó al Castillo del Este. El embarazo había sido más que complicado, sus malestares eran variados y diarios; últimamente experimentaba la inapetencia. Su estado era inestable, el cansancio en su cuerpo era insoportable y empeoraba con cada noche en la que no podía conciliar el sueño porque el bebé pateaba con entusiasmo.

—¿Cómo te has sentido? —inquirió SeokJin—. No me imagino lo que debes sentir estando aquí solo.

JungKook no le correspondió la mirada y, con un claro desánimo, acunó su vientre y tragó.

—La vida es aburrida, no puedo caminar mucho así que mis días se reducen a leer y hablar conmigo mismo...

El duque apretó los labios.

—¿Te escribe, al menos?

JungKook suspiró y asintió a duras penas.

—Recibo sus cartas casi a diario, sin embargo, no se ha aparecido en estos últimos cinco meses —explicó en voz baja—. Ya no le veo sentido a seguir respondiéndole.

SeokJin negó.

—No digas eso, ni siquiera yo lo he visto y vivo en la capital. Nadie lo ha visto, en realidad. Su vida como rey acarrea muchas responsabilidades.

JungKook rodó los ojos.

—Eso es una mentira, cuando nos casamos él prefirió hacerlo en esta provincia antes que en la capital y en ese entonces tenía más responsabilidades que en estos momentos. —Se encogió en su lugar—. Está huyendo, lo sé.

—¿Por qué crees eso?

—No lo sé —musitó JungKook, inhalando con disgusto—. Pero todos los alfas que conozco están huyendo de la realidad —masculló.

Y aunque el comentario tuviese evidentes rencores ocultos, JungKook observó a SeokJin cuando este soltó una risa exhalada.

—Todos se creen grandes alfas —se burló SeokJin, ocasionando que JungKook sonriera de lado.

—Después se dice que nosotros somos los débiles.

Ambos acabaron riendo juntos por unos cuantos segundos. JungKook le sonrió de labios cerrados.

—Gracias por estar aquí... —murmuró el omega de rulos castaños.

SeokJin había sido su única visita en todo ese largo tiempo, esta era en concreto la segunda vez que se presentaba para hacerle compañía.

—Y pensar que me trataste mal cuando nos conocimos.

SeokJin arrugó el rostro ante el recuerdo.

—No me lo recuerdes, me avergüenza.

JungKook sonrió.

—Te perdono, el amor nos hace hacer cosas vergonzosas.

SeokJin le correspondió con una sonrisa enternecida y, cuando estaba por hacer más duradera la conversación, ambos se vieron interrumpidos por el sonido de corceles en el exterior del palacio. Ambos omegas compartieron miradas en silencio y JungKook desvió su atención en la ventana más cercana, aunque no pudiese ver nada desde donde estaba. Fue SeokJin quien se levantó para saciar las dudas.

—¿Quién es? —preguntó JungKook cuando su amigo se volteó hacia él.

—Es-

La puerta fue abierta por un par de guardias.

—Su Majestad, el rey ha llegado —informó uno de ellos.

JungKook abrió sus ojos en grande y parpadeó.

—Te dije que vendría —comentó SeokJin.

Sin embargo, JungKook no expresó más reacción que esa y después se recostó mejor en su sofá, totalmente serio.

—No lo recibiré —murmuró él—. Al menos no tendrá el descaro de no presentarse en el parto.

SeokJin despachó a los guardias con un gracias. Cuando volvieron a estar solos, se dirigió hacia a él.

—JungKook, no seas así.

El omega no lo miró.

—Ve a recibirlo tú, por favor —le pidió JungKook.

SeokJin apretó los labios.

—Si así lo deseas...

JungKook confirmó con un asentimiento y vio al duque salir de la habitación para acatar su pedido. Él se limitó a observar un punto sin interés en la habitación con expresión molesta.

Al rato, pasos se acrecentaron desde el pasillo y la puerta fue abierta. JungKook se removió en su lugar y alzó la mirada, ya sabiendo de quién se trataba.

TaeHyung entró a la habitación y cerró tras de sí.

—Amor mío —saludó el alfa, observándolo con ojos de amor y vergüenza a la vez.

JungKook no hizo más que hacer silencio.

—Moría por dentro, la vida era gris y sin color —continuó el rey, acercándose.

Sin embargo, cuando apagó tomar su mano para besarla, JungKook se apartó de su tacto.

—No me toques.

—JungKook —dijo TaeHyung, paralizado y sorprendido.

El omega se levantó a pesar del dolor de su cuerpo y caminó hasta la ventana a pasos lentos. Sus ojos violetas estaban fijos en el exterior cuando dijo:

—Pensé que nuestro hijo nacería y tu seguirías sin aparecerte.

—¿Me creerías capaz de eso? —murmuró TaeHyung, parpadeando.

—No lo sé, tú dime —contestó JungKook, dirigiéndole la mirada—. No te presentaste en meses, cuando se supone que vendrías conmigo a las semanas.

—Te escribí en mis cartas que estaba repleto de asuntos que atender, amor mío —explicó el alfa, apretando los labios cuando JungKook bufó en respuesta—. No recibo cartas tuyas desde hace un tiempo.

—¿Te preguntas por qué? —dijo JungKook con sarcasmo. Cuando volvió a enfocar la mirada en su esposo, TaeHyung tenía expresión herida—. No te hagas el dolido —masculló JungKook, girándose a él—. Cinco meses encerrado en este palacio completamente solo, con nadie con quien hablar y casi inmóvil por lo duro que ha sido cargar a tu hijo y ¿aun así me preguntas el porqué de mi molestia? —dijo, ofendido.

TaeHyung negó varias veces y le tomó las manos.

—Mi amado esposo, te expliqué mis razones...

JungKook le apartó las manos.

—No hay excusas.

JungKook comenzó a caminar hacia la salida, pero se detuvo antes de llegar a la puerta con un túmulo de pensamientos encontrados en su cabeza. Se giró sobre su propio eje y enfocó a TaeHyung con sus ojos violetas cristalizados

—TaeHyung, ¿de verdad quieres a este bebé?

TaeHyung se desconcertó totalmente y JungKook continuó, su rostro enrojecido siendo la puesta de lo mucho que le dolía la conversación y su silencio.

—Ni siquiera una pregunta por mi estado en todas esas cartas. —Remojó sus labios resecos, conteniendo el picor de sus ojos—. No lo quieres, ¿verdad?

—¿Qué clase de cosas dices? —Exhaló TaeHyung, incrédulo—. Por supuesto que lo quiero, JungKook.

—Hace un tiempo tu hermano me dijo que no querías hijos y ahora te desapareces por cinco meses cruciales del único embarazo duradero que he tenido, ¿qué debería pensar? —dijo toscamente y sintió el dolor en su cuerpo agravarse tan solo un poco—. No debes fingir quererlo, al fin y al cabo este era mi sueño, nunca fue el tuyo.

—JungKook-

JungKook alzó la mano, intentando restarle importancia.

—Voy a descansar —suspiró y lo miró a los ojos—. No ha sido sencillo, te quería conmigo, ¿era mucho pedir?

JungKook no esperó una respuesta y retomó su camino hacia la puerta. Sin embargo, una presión repentina en su panza lo hizo frenar. Se sostuvo el vientre con ambas manos y se encorvó cuando otro dolor más fuerte surcó su cuerpo. El omega se quejó y tembló.

—¿JungKook?

TaeHyung se acercó con velocidad. Para ese entonces, otro dolor vino a JungKook, ocasionando que sudase frío del espanto.

—JungKook, ¿qué pasa? —preguntó intranquilo, y lo sostuvo tan pronto el omega se aferró a él con fuerza.

—Llama a un doctor —pidió casi sin voz y temblando.

En esta ocasión, TaeHyung no demoró ni un ápice en reaccionar y les ordenó a los guardias del pasillo que buscasen a un médico. Ayudó a su esposo a sentarse en el sofá más cercano, más que preocupado.

SeokJin fue el primero en poner un pie dentro de la habitación, corriendo hasta sentarse junto a JungKook, quien respiraba apresuradamente.

—¿Qué sucede? —le preguntó el duque al rey consorte, acunándole el rostro para comprobar su palidez.

—C-Creo que ya es tiempo —respondió JungKook con voz entrecortada, seguido de un quejido doloroso.

—Tranquilo, solo respira —dijo SeokJin, acariciando su mano.

La médico real llegó seguida de algunos sirvientes, TaeHyung caminaba de un lado a otro con nerviosismo —no podía quedarse quieto— y JungKook se quejaba con más frecuencia.

—Vamos a llevarlo a la recámara —ordenó SeokJin.

Los sirvientes se encargaron de ayudar a su rey consorte a llegar hasta los aposentos, que por suerte se encontraban en el mismo segundo piso donde estaban. JungKook se quejaba continuamente y los nervios de todos estaban disparados al cielo.

—Llame a todos los enfermeros del palacio, ¡rápido! —ordenó TaeHyung hacia MoonJi, el ama de llaves del palacio.

La omega mayor no pestañeó en obedecer y se retiró.

TaeHyung respiró con angustia; sus emociones estaban siendo difíciles de procesar. Solo le faltó estar en presión para darse cuenta que jamás se mentalizó para llegar tan lejos como un parto. Hace nada tuvo una discusión con su esposo, no arreglaron nada y ahora estaba por tener a su hijo. Y, por si fuera poco, su esposo rompió fuente justo cuando regresó, ¿acaso su llegada hizo que JungKook se sintiese así de mal?

Acostaron a JungKook en la cama y TaeHyung no se privó de ingresar a la habitación también, solo teniendo en mente el bienestar de su amado. Esto ocasionó que, tanto los sirvientes, la médico y los enfermeros, se le quedasen viendo.

—TaeHyung —llamó JungKook con voz rasposa, no encontrando acomodo para su dolor.

El alfa vio como le quitaban la prenda inferior a JungKook y lo cubrían de la cintura para abajo con las sábanas blancas de la cama.

—TaeHyung —llamó de nuevo el omega, esta vez de forma clara y mirándole a los ojos.

El rey tomó aquello como un permiso y se sentó a su lado, tomándole la mano con cariño. JungKook la apretó con fuerza, pidiéndole con eso que no se fuera. TaeHyung le acarició el rostro con su mano limpia y JungKook cerró los ojos, con las raíces de su cabello ya empapadas de sudor.

—No puedes dejarme —murmuró JungKook.

TaeHyung arqueó las cejas.

—No debo estar aquí...

La tradición decía que ningún alfa podía estar presente en el parto de un omega, sin importar que fuese su esposo o pareja; era impropio. El único o única alfa que podía estar presente era el médico de turno por cuestiones obvias.

—No me dejes otra vez —rogó JungKook, sin fuerzas.

TaeHyung le acarició la mejilla con su palma.

—Amor mío...

JungKook soltó otro quejido y TaeHyung le dio un beso en la sien. Mientras, SeokJin se acercó por el otro lado de la cama y tomó la mano del omega.

—Todo saldrá bien, tranquilo. —Intentó tranquilizar SeokJin, quien después dirigió sus ojos oscuros a su primo—. No puedes estar aquí, sal.

—No... —pidió JungKook entre quejidos.

—TaeHyung, este no es lugar para ti, sal ahora.

El alfa enfocó a JungKook por un instante y le dio un beso en la frente, sin importarle que estuviese sudado.

—Volveré —aseguró él.

—No... —susurró JungKook, sin voz.

TaeHyung se levantó con el rostro arrugado y caminó hasta la puerta.

—Envíen una carta a la capital y digan que mi primogénito está a punto de nacer —ordenó TaeHyung a uno de los sirvientes, quien hizo reverencia y salió de la habitación.

TaeHyung volvió a ver a su esposo, que respiraba de forma inestable, adolorido y quejumbroso.

—TaeHyung... —sollozó JungKook.

Pero, aun así, TaeHyung tuvo que salir. El alfa se sentó en una de los sofás del pasillo con todo el dolor de su corazón y la ansiedad a mil.

La angustia incrementó con el paso del tiempo. Las horas pasaban y pasaban y TaeHyung solo quería que su esposo estuviese bien, que estuviese sano y dejase de sufrir. Pero, Dioses, todo se tardaba tanto que empezó a sentirse terrible. Sintió que algo estaba mal en él, creyó que todo lo que estaba ocurriendo era su culpa, JungKook sufría por su culpa, y él ni siquiera estuvo a su lado esos meses porque se acobardó.

Se sirvió una copa de vino que estaba sobre una de las pequeñas mesas y se la tomó de golpe. Siseó y se acarició la frente, estresado.

Pero sus sentidos se exaltaron cuando escuchó gritos desgarrados.

Se tensó a tal punto que saltó del sofá y caminó dando zancadas hasta la puerta. Tomó la manija y abrió, sin embargo, TaeHyung solo pudo ver con las cejas fruncidas de preocupación como su esposo gritaba de dolor y sangraba antes que le cerrasen la puerta en la cara.

La sangre le hirvió de rabia y enfado.

Tocó la puerta con brusquedad; escuchaba los quejidos y lloriqueos de JungKook. Esta vez fue su primo quien abrió la puerta y, tan pronto lo vio, lo empujó para que se alejase.

—No desesperes —le dijo el omega.

—Lleva horas ahí dentro y no ha sucedido nada, ¿cómo me pides que no desespere? —bramó TaeHyung.

—Se ha tardado más de lo esperado —contestó SeokJin—. Es normal, es algo que ocurre con regularidad.

TaeHyung gruñó y negó.

—Mi esposo ha sufrido por mucho tiempo, no voy a quedarme aquí afuera de brazos cruzados.

Intentó abrir la puerta de nuevo, pero SeokJin lo tomó de los hombros para que se quedara quieto. TaeHyung maldijo.

—¿Qué harás? No puedes hacer nada —le dijo SeokJin y exhaló—. Es tu primer hijo y lo entiendo, pero JungKook está siendo atendido por los mejores enfermeros y parteros, ellos son de más ayuda que tú.

TaeHyung abrió la boca para defender fervientemente su punto de vista, pero escuchó a JungKook gritar de nuevo, seguido de cosas rompiéndose. No dejó que su primo lo detuviera esta vez y se abrió paso al interior del lugar porque su JungKook estaba sufriendo y él no podía quedarse aislado al otro lado de esa odiosa puerta de madera.

Vio como JungKook estaba de pie y encorvado, sosteniéndose de la cama y vistiendo con un camisón manchado de sangre. No demasiada, pero lo suficiente para que los nervios de TaeHyung aumentaran.

—¡LARGO! ¡VÁYANSE! —Les gritaba JungKook a los parteros, enfermeros y sirvientes presentes, incluyendo a la médico real. El omega había tomado un candelabro de la mesa de noche y estaba apuntándoles a todos con él—. ¡Váyanse o los mataré a todos! ¡LARGO!

SeokJin entró apresuradamente e intentó acercarse a él.

—JungKook, necesitas volver a recostarte-

El omega le apuntó con el candelabro.

—¡NO ME DIGAS QUÉ HACER!

Otra contracción lo hizo encorvarse, quejarse y lo obligó a colocarse la mano en la panza. SeokJin aprovechó ese momento de vulnerabilidad para volver a intentar acercarse, pero JungKook dio dos pasos para atrás.

—¡No me toquen!

JungKook quiso enderezarse, pero otra contracción vino a él y no pudo.

—Lárguense todos y no molesten —masculló sin fuerzas y entre jadeos.

El omega alzó la mirada como bien pudo y se dio cuenta que TaeHyung estaba presente, observándolo con las cejas arqueadas. JungKook jadeó de nuevo y, con las cejas alzadas, le extendió el brazo.

—Mi esposo, ven...

TaeHyung no dudó ni le prestó atención a su primo y fue directo a donde estaba su esposo. Le sostuvo la mano y miró a todos los que estaban en la habitación todavía.

—Su rey ha pedido que se larguen —vociferó duramente TaeHyung.

Sintió la cabeza de su esposo apoyarse en su brazo para sostenerse de él mientras los demás salían a trompicones. TaeHyung sostuvo a su omega y le quitó el candelabro de las manos antes de mirar fijo a SeokJin, aclarándole que esa orden también aplicaba para él.

SeokJin, a regañadientes y en desacuerdo, se encargó que todos salieran y cerró la puerta tras él.

Cuando TaeHyung volvió a la vista a su esposo, vio que JungKook tenía lágrimas en sus ojos.

—Recuéstate, por favor —le pidió TaeHyung con dulzura.

JungKook asintió y con su ayuda se recostó entre más quejidos. TaeHyung dejó el candelabro en su lugar y se sentó a su lado. JungKook estaba sudado y muy pálido, casi tiritando.

Le apartó le cabello del rostro, desconcertándose cuando JungKook negó de forma desordenada.

—No puedo —dijo JungKook.

—¿No puedes qué?

JungKook sollozó.

—No soy capaz de darte a tu heredero.

—No digas eso —le dijo TaeHyung, sintiendo un nudo en la garganta.

JungKook cerró los ojos con fuerza.

—No seré un padre para él, no podré serlo.

TaeHyung negó y le acunó el rostro.

—Serás el mejor padre —le aseguró, pero vio a su esposo negar de nuevo.

—Seré una vergüenza para él —lloró, quejándose.

—¿Qué dices? Eso jamás pasará, amor mío.

JungKook lloró en voz alta, con toda clase de sensaciones a flor de piel y el sufrimiento desesperándolo.

—Mi hijo se avergonzará de mí por lo que soy...

—Nuestro príncipe o princesa se sentirá orgulloso de tener un padre omega tan dedicado y entregado como tú.

JungKook lo observó con los ojos cristalizados y un mohín en los labios. Cuando otro dolor volvió a hacerlo sufrir, se desesperó y negó varias veces.

—No puedo, no puedo —jadeó, levantándose de la cama porque era demasiado.

TaeHyung quiso detenerlo rápidamente, pero JungKook apartó su tacto varias veces con golpes intranquilos. El omega se quejó más fuerte.

—Va a odiarme, no voy a darle una buena vida. —Lloró el omega—. Ya no quiero, ya no quiero.

Jadeó con fuerza; el dolor y el ardor era insoportable.

—JungKook, respira —dijo TaeHyung, no queriendo agobiarlo pero deseaba ayudarlo.

Pero tan pronto quiso acercarse para hacer que volviese a recostarse, JungKook gritó con fuerza y cayó de rodillas en el suelo junto a la cama, sosteniéndose la panza. TaeHyung sudó frio y saltó a socorrerlo, arrodillándose frente a él para sostenerlo a la vez que JungKook se sostenía con fuerza en él, respirando mal.

—Voy a llamar a los parteros —dijo TaeHyung con voz apresurada.

Sin embargo, JungKook le tomó la mano con ímpetu y negó, mareado.

—No te vas a ir.

—JungKook, necesitas que te atiendan —musitó TaeHyung, pero su esposo volvió a negar.

—No quiero a nadie más.

—Amor mío...

—Hazlo tú —pidió entre quejidos desesperados.

—JungKook —articuló TaeHyung, entrando en pánico—. Yo no puedo, no sé cómo.

—TaeHyung —lloriqueó JungKook, rogando por que su esposo aceptase porque ya no le quedaban fuerzas para insistir.

TaeHyung sentía que se asfixiaba lentamente. ¿Cómo JungKook le pedía eso? Su mente se llenó de inseguridades porque, Dioses, ¿cómo haría? ¿cómo debía tomarlo? ¿cuándo debía intervenir? ¿cómo sabía que estaba bien y que estaba mal? No sabía nada de eso y le daba pavor hacer algo mal.

Los quejidos de JungKook se transformaron en más y más gritos fuertes que quisieron dañar los tímpanos de ambos y desgarrar la garganta del omega.

Ya era tiempo, ambos lo supieron.

TaeHyung no supo cómo acomodarse, pero decidió dejarle la movilidad de sus extremidades a su instinto y lógica. Fueron minutos largos y densos, TaeHyung sudaba y JungKook pujaba y gritaba con un dolor desgarrador. El momento era horroroso, JungKook lloraba de dolor y TaeHyung tenía los ojos aguados porque la carga emocional era demasiada.

Pero el mundo de TaeHyung se detuvo cuando sus ojos zarcos captaron algo nuevo y, al poco tiempo, ese algo estuvo en sus manos.

JungKook se desplomó en su lugar, sobrepasado por el agotamiento; sangrando, dejó salir una sonrisa aliviada.

TaeHyung, por su parte, se quedó sin aire cuando dilucidó a aquel pequeño cuerpo. Su atención se ancló a aquel que para sus ojos era un espécimen tan extraño, con una textura viscosa y ensangrentado que se removía entre llantos infantiles que pronto llenaron toda la habitación.

Un niño, se percató TaeHyung.

El omega tenía lágrimas en los ojos cuando TaeHyung alzó la mirada hacia él. Quisieron decirse tanto, compartirse todos esos sentimientos extraños y nuevos, pero no les dio tiempo de expresarse cuando las puertas fueron abiertas.

Ese anciano al que llamaban "Gran Señor", atravesó el umbral con aquel bastón y el aura tan tenebrosa como su mirada inexpresiva. Los parteros, la médico y SeokJin ingresaron después; los profesionales cortaron el cordón umbilical lo más rápido posible.

—Entréguenmelo —exigió el anciano.

TaeHyung no tuvo tiempo de procesarlo bien cuando ya estaban levantando a JungKook del suelo para acostarlo en la cama y después le quitaban al recién nacido de sus brazos. Quiso protestar, su instinto quiso hacer presencia y revelarse para proteger a ese pequeño ser. Se levantó, dispuesto a hacerlo e ir en busca de su bebé, pero se inhibió cuando vio que ya estaba en los brazos de aquel alfa.

Nadie podía retar al Gran Señor, ni siquiera él se atrevía. Después de todo, era la verdadera conexión entre el mundo terrenal y los Dioses.

No supo qué hacer o si moverse a algún lado, solo vio a su esposo ido siendo atendido por su primo que le limpiaba el rostro con una toalla húmeda. Los ojos violetas de su esposo se notaban cansados, estaba pálido y demacrado, pero estaba atento a lo que diría el Gran Señor.

El anciano observó a detalle al niño por segundos cruciales e inquietantes. Hasta que chasqueó la lengua y anunció:

—Un omega.

Todo fue silencio.

El Gran Señor le entregó el bebé a una de las parteras y se retiró, sin decir palabra.

TaeHyung se encontraba enmudecido; un omega no era lo que se esperaba del primogénito de un rey. JungKook estaba en blanco, podía sentir como el mundo se le venía abajo de repente. SeokJin tenía una expresión arrugada y todos en la habitación sentían lástima porque no era un alfa.

La cabeza de JungKook cayó hacia un lado y SeokJin fue el primero en notarlo, preocupado.

—¿JungKook? —preguntó, tocándole la mejilla.

Pero no reaccionó; JungKook se había desmayado.

La preocupación del propio TaeHyung aumentó cuando vio que su primo palmeaba las mejillas de JungKook constantemente y no reaccionaba. Por un momento se paralizó, sin saber si debía ir con su bebé o con JungKook.

Al final, decidió ir con su esposo inconsciente, a quien le acunó el rostro.

—¿JungKook? JungKook —llamó, pero era inútil.

Los profesionales comenzaron a atender a JungKook.

El miedo se aglomeró en su pecho y se estancó en su tráquea, la alteración estaba a nada de sobrepasarlo entre los llantos incesantes de su hijo y la presión al saber su casta. Era demasiado con lo que lidiar.

—Está sangrando mucho —manifestó uno de los enfermeros.

TaeHyung lo miró con una mezcla de ira y miedo.

—¡Hagan algo!

Ya estaban haciendo algo, pero TaeHyung estaba casi en pánico. Su madre había muerto de la misma forma, Dioses, Dioses, que no fuese así con JungKook, por favor.

—Mi amado esposo, debes reaccionar —suplicó en voz baja, besándole la mano.

Los parteros se llevaron al bebé que lloriqueaba a otra habitación y TaeHyung miró a su primo.

—Ve a donde lleven a mi hijo.

SeokJin asintió, dándole una última mirada de preocupación a JungKook. Luego, fue detrás de esos parteros.

TaeHyung se acomodó mejor en su lugar y acarició la mejilla de su amado, con un nudo denso en su garganta. Las lágrimas estaban acumuladas en sus lagrimales, no se atrevían a caer.

Se desconcertó cuando los enfermeros detuvieron sus acciones.

—¿Por qué no hacen nada? ¡Háganlo despertar!

Los enfermeros bajaron la cabeza y la médico real habló:

—Su Majestad, ya detuvimos la hemorragia, ya no podemos hacer más...

TaeHyung se levantó, conteniendo un jadeo.

—¿El rey estará bien? —preguntó con voz dura, pero se notaba su inseguridad.

—Todo dependerá de Su Majestad.

TaeHyung exhaló con angustia y acarició la mano de JungKook.

—Uno de ustedes se quedará con el rey, los demás vayan con el príncipe.

Los enfermeros hicieron una reverencia y acataron. TaeHyung se sentó en la cama y acomodó la almohada de su esposo.

—Debes despertar, mi esposo.

Una lágrima escapó hacia su mejilla. La limpió con rapidez cuando sintió la presencia de una de las enfermeras porque siempre debía parecer imperturbable para los demás.

—Lamento no haber estado aquí —le susurró, apartándole le cabello sudado de la frente mientras la enfermera se acercaba y le colocaba un paño húmedo en sus labios resecos.

—TaeHyung.

La voz de su primo lo llamó desde atrás, pero TaeHyung no le dirigió la mirada, solo atento a su esposo inconsciente.

—El niño- el príncipe no deja de llorar, quizá deberías ir y cargarlo ya que Jung-

—No.

—TaeHyung —reprendió SeokJin, ceñudo.

—Los parteros se encargarán de él —alegó TaeHyung.

—Creo que el príncipe necesita más que unos parteros —expresó con molestia.

TaeHyung lo miró entonces.

—Largo.

SeokJin exhaló aireado y se fue dando zancadas a intentar calmar al bebé por su cuenta.

TaeHyung suspiró pesado, de nuevo con la vista en su esposo. La apariencia del omega lo hacía temblar porque parecía como si no respirase. No sabía qué hacer y eso lo desesperaba porque no podía controlar nada de lo que estaba ocurriendo. Quería hacer que su esposo despertara, pero ni el poder de una corona le daba la capacidad de hacerlo.

Dioses, no sabía cómo viviría sin su JungKook.

Y su hijo...

No se sentía listo para verlo, no se sentía capaz. No estuvo listo antes no estaba listo ahora y no sabía si alguna vez lo estaría.

Por eso solo se quedó absorto en el rostro de su esposo, con una herida de su infancia abriéndose en su corazón y el miedo conquistando sus sentidos.

A horas de la noche, TaeHyung permanecía sentado frente a la chimenea de su habitación como rey. Hace un largo rato pidió que no le molestasen y desde ese momento estaba encerrado ahí.

Bebía algo de vino y su pie de movía constantemente contra el suelo.

Su amor todavía no despertaba, llevaba horas así.

Exhaló con fuerza y bebió de su vino con violencia. La ansiedad y la presión en su pecho no habían desaparecido.

TaeHyung se tensó cuando escuchó un llanto agudo en crecimiento. Sus ojos fueron directos hacia el pasillo, esperando a que alguno de los parteros fuese a atender a su hijo que lloraba. Pero el llanto no se detenía y TaeHyung se preguntaba: «¿Nadie va a atenderlo?».

Dudó en si debía levantarse o esperar a que alguien se dignase a atender al bebé, pero comenzó a desesperarse porque lo que parecían minutos pasaban y nadie venía. Respiró con fuerza y con todos los músculos de su cuerpo tensados, se levantó y caminó hasta asomarse por el pasillo para ver si alguien venía o no. Atravesó el tramo correspondiente a pasos grandes y con las manos sudando, deteniéndose frente a aquella puerta entreabierta que los parteros habían dejado de esa forma para escuchar al niño en caso de algún inconveniente. Irónicamente, no había servido de nada esa precaución.

TaeHyung chasqueó la lengua y entró, cerrando detrás de sí.

Se dio cuenta que aquella habitación, antes en desuso, estaba completamente remodelada con tonos claros y aspecto infantil. Definitivamente JungKook la había cambiado.

Paseó su mirada por las mantas tejidas y acomodadas sobre unas estanterías de madera, una mecedora, un diván color blanco... Hasta que enfocó la cuna, que estaba recubierta por dentro con mantas que le impedían ver por los agujeros de los costados.

Tomó aire y se acercó.

Se asomó dentro, observador, pero escéptico. Un diminuto bebé llorando con todas sus fuerzas estaba envuelto a duras penas con una manta color celeste. Su cabeza carecía de mucho cabello, con solo unas pocas hebras despelucadas de color caramelo, como el suyo, y unos cachetes enormes que ahora estaban rojos por llorar.

TaeHyung contuvo las emociones en su pecho y se concentró en pensar cómo podía hacer que el llanto parase. Su primer y fallido intento fue colocarle una mano en el pequeño pecho y moverlo en un arrullo nervioso. No ayudó en nada, de hecho, lloró un poco más.

Exhaló contrariado. No sabía qué hacer, no era algo para lo que entrenaban a un rey.

Pensó en su primo y en qué hacía cuando sus hijos lloraban. Lo poco que había logrado ver, lo llevaron a pensar en que debía cargarlo, pero "¿cómo se cargaba a un bebé?" era la siguiente pregunta que se hacía.

Comenzaba a aturdirse por el llanto. ¿Por qué nadie venía a verlo? Iba a castigarlos a todos por negligencia.

Suspiró, girándose un poco para comprobar que sí dejó la puerta cerrada porque no quería que nadie lo viese. Arropó al bebé con esas frazadas con algo de torpeza, puso una mano bajo la pequeña cabeza de su hijo e hizo lo mismo con la otra en su espalda baja. Tuvo miedo de dejarlo caer cuando lo alzó y apenas lo sacó de la cuna lo apegó a su pecho. Era liviano.

—Ya... —murmuró con algo de exasperación y lo meció un poco por mero instinto.

Con el paso del tiempo, el bebé empezó a calmarse entre inhalaciones y suspiros pequeños que se escuchaban adorables. Por su torpeza a la hora de envolverlo, el bebé logró sacar una mano y se aferró inocentemente a su camisa, ocasionando que la respiración de TaeHyung se cortase.

Fue entonces que sus ojos detallaron mejor cada facción en el rostro de su bebé, sin atreverse a acariciarle los cachetes por mucho que se viese tentado, todavía se sentía algo reacio. Todo él era tan pequeño que parecía de porcelana.

El bebé, ya calmado, meneó sus largas pestañas con ligereza y entreabrió sus párpados, tan solo un poco, mientras se removía. Lo suficiente para que TaeHyung frunciese el ceño. Arrugó las cejas cuando el bebé abrió esos ojos grandes por completo y dejó ver ese increíble color.

Violáceos.

TaeHyung, anonadado y ciertamente maravillado, se inclinó hacia el rostro del bebé para ver un poco más de cerca. Jadeó cuando se dio cuenta que no solo eran violetas como los de su esposo, sino que poseía pequeños visos azulados.

Por primera vez en mucho tiempo, TaeHyung dejó ir una sonrisa genuina que venía directo de su corazón, nunca más sincera. Su pecho se calentó en un sentimiento cómodo y nuevo, reduciendo la incomodidad.

Quedó absorto en todo su hijo durante minutos hasta que escuchó la puerta abrirse.

Se giró sobre su eje con su bebé en brazos y se dio cuenta que era un sirviente que lo observó sorprendido y reverenció al instante.

—Su Majestad —saludó cortésmente—. El rey está despierto, iba a llevarle al príncipe.

TaeHyung alzó las cejas ante la noticia. Aliviado, contuvo las ganas de salir corriendo a ver a su esposo y se enderezó.

—Yo mismo lo llevaré.

El sirviente hizo una reverencia y se retiró, TaeHyung salió de la habitación después de eso, con el corazón latiendo fuerte contra su pecho. Llegó a la habitación de su esposo en zancadas cuidadosas por el bebé que se removía inquieto, pero con el rostro tranquilo.

Cuando abrió la puerta, vio a su esposo semisentado en la cama, siendo atendido por algunos sirvientes que tan pronto lo vieron reverenciaron y supieron que debían irse; así fue.

JungKook estaba apretando las sábanas con mucha fuerza, intercalando la mirada entre su esposo y el bebé, casi sin respirar de la expectación. Tenía un poco más de color en el rostro, pero las ojeras y el cansancio seguían siendo evidentes.

—Esposo mío —dijo TaeHyung con una sonrisa aliviada en lo que se adentraba a los aposentos.

Se acercó a la cama y apenas estuvo lo suficientemente cerca, JungKook habló:

—Dámelo —casi exigió, queriendo levantarse de la cama aun con el dolor. Sin embargo, TaeHyung se lo evitó cuando le extendió al bebé y JungKook lo tomó de inmediato.

—Cuidado, es pequeño —le susurró TaeHyung, conteniendo la sonrisa al ver como JungKook prácticamente se lo quitaba de los brazos.

JungKook exhaló y sonrió con las cejas arqueadas y los ojos cristalizados, observando toda la anatomía de su pequeño bebé recién nacido.

—Es precioso —jadeó con un nudo en la garganta—. Hola... —susurró hacia el bebé con voz dulce y le tomó aquella mano tan diminuta que quiso llorar.

El bebé se removió, haciendo pucheros y a JungKook se le aguaron los ojos de conmoción. Acarició las mejillas regordetas del niño con su índice, que todavía seguían algo húmedas por el llanto pasado.

—Estuvo llorando —susurró, haciendo un mohín.

TaeHyung se sentó en la cama, con las sensaciones mezcladas por la escena que estaba presenciando. JungKook sorbió la nariz y se limpió una pequeña lágrima.

—Es hermoso —dijo JungKook.

El alfa exhaló una sonrisa suave y le acarició la cabeza a su esposo. Ambos tenían las emociones a flor de piel.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó TaeHyung.

JungKook no le respondió, hechizado por los perfectos ojos de su hijo.

—Tiene mis ojos, ¿puedes creerlo? —jadeó una sonrisa.

TaeHyung sonrió.

—Es un niño perfecto.

JungKook alzó la mirada hacia su esposo, quien observaba al bebé encantado.

—Pensé que no lo querías.

TaeHyung lo miró al instante y tragó. Luego, suspiró.

—Mi JungKook...

El omega le apartó la mirada y se concentró en su bebé.

—El nacimiento de mi hijo no nubla la realidad —murmuró él.

TaeHyung tomó aire y apretó los labios.

—Lo siento. —Fue lo único que dijo.

JungKook lo miró de soslayo.

—¿Admites que no deseabas a este hijo? —preguntó esta vez, arrullando a su bebé y delineándole su delicado rostro.

TaeHyung temió por un momento.

—Mi JungKook, no es eso.

JungKook lo dejó continuar, fingiendo parecer indiferente a lo que pudiese decirle.

—Tenía miedo, mi JungKook...

El omega sonrió con ironía y negó.

—¿Eres consciente de que te perdiste el único embarazo que quizá podría consolidar? —dijo JungKook y observó como su esposo se tensaba y bajaba la cabeza—. No sabes si sobreviviré en el siguiente o si mi cuerpo tolerará otro embarazo.

—Sí, lo sé y no sabes lo mucho que me arrepiento...

JungKook respiró molesto, pero, sobre todo, decepcionado.

—Debiste pensarlo mejor antes de hacerme esto —murmuró de forma casi tosca.

TaeHyung se sentó mejor para conseguir de nuevo la mirada del omega.

—Prometo que no volveré a fallar y estaré siempre con nuestro príncipe, amor mío.

JungKook permaneció con las comisuras de sus labios abajo y meció a su bebé. TaeHyung cubrió la mano de su esposo que se encontraba en el pecho del niño.

—Mi príncipe y tú son los más especial de mi vida, JungKook, juro que jamás volveré a dejarlos y me arrepentiré hasta el fin de mis días por lo que te he hecho.

—Estoy cansado de que me falles, TaeHyung, sigues huyendo y me agota... —Alzó su mirada a él—. Cumples tus deberes como rey, pero ¿qué sucede con cumplir tus deberes conmigo? Estoy cansado... —murmuró, encorvándose.

TaeHyung tenía las cejas arqueadas y una expresión de total arrepentimiento. JungKook cerró los ojos, no queriendo seguir conectando con su mirada, pero tuvo que abrirlos después cuando su bebé amagó llorar. Lo arrulló contra su pecho y lo elevó para apoyar su nariz en su tersa mejilla.

—Debo descansar —anunció JungKook.

TaeHyung exhaló, sin saber qué decir.

—Yo lo llevaré —ofreció, pero su esposo negó al instante.

—Mi hijo se queda conmigo. Dile a alguien más que acondicione mi recámara para él también.

Un nudo se formó en la garganta de TaeHyung porque "acondicionar la recámara" de su esposo significaba que no dormiría junto a él. Dioses, se sintió tan miserable.

No le quedó de otra que asentir con desánimo y, después de darle una pequeña caricia a su bebé, se levantó de la cama.

Sin embargo, antes de salir, JungKook intervino, diciendo:

—Su nombre. —Remojó sus labios resecos. Esperó a que su esposo voltease a él para continuar—. Su nombre será Kim HyoIn, un gran guerrero que vivió hace miles de años y que con su valentía revolucionó al mundo.

TaeHyung recordaba ese relato que leyó en su juventud, donde se contaba la historia de uno de los personajes más reconocidos de la historia: un guerrero con perseverancia y firmeza forjó los primeros reinos del continente.

Y aunque su hijo no fuese un alfa como ese guerrero, era...

—Es perfecto...

Y se fue, pues su esposo le hizo entender que la conversación había llegado a su fin.




Nota:

FELIZ SÁBADO TAEKOOK

Soy felicidad, ya Pedritito nació 🥺🥺
Tekuk, no pelien ;-;

Espero que pasen un fin de semana chévere 💜


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