LXVII: Sed de venganza

JungKook se recostó en el umbral del ala norte del palacio de Seúl. Ahí, el rey de Seúl y Busan afilaba su espada sin darse cuenta de su presencia. El sonido era chirriante y solo fue roto cuando el omega se decidió por hablar.

—Hola —saludó JungKook, estirando una sonrisa ladina.

El alfa pelinegro levantó la mirada de su arma y lo observó, con las cejas alzadas.

—JungKook, llegaste.

EunWoo se levantó del alfeizar donde estaba sentado y dejó la espada en su lugar para acercarse a él. JungKook recibió el abrazo con una pequeña sonrisa de labios cerrados.

—Bienvenido —añadió EunWoo.

—No pensé que volvería —comentó JungKook apenas el abrazo acabó.

EunWoo le hizo una seña con la mano para que se pusiese cómodo y JungKook agradeció el gesto con la mirada. Le dio una ojeada a todo el lugar; los colores claros y estándares rojos, pisos lustrosos y un casi excesivo lujo. Reconocía ese lugar como la palma de su mano.

Suspiró, nostálgico.

—¿Cómo estás-?

JungKook se giró a verle cuando el alfa cortó abruptamente su pregunta. EunWoo estaba observando, paralizado, su vientre que ya para ese momento había crecido lo suficiente para ser notado a través de sus prendas.

Bajó sus ojos violetas hasta el mismo lugar y lo acunó con cuidado, dando una leve caricia.

—¿De verdad? —inquirió EunWoo, tardando porque hace tan solo unos segundos no podía siquiera modular.

JungKook asintió con una sonrisa enorme, inocente al sentimiento desgarrado que se alojaba en el pecho de EunWoo.

—Los Dioses me han dado una segunda oportunidad...

El alfa tragó.

—Felicidades —murmuró después, estirando una sonrisa un tanto forzada que JungKook no captó por estar absorto en la empalagosa idea de tener un bebé.

—Gracias —sonrió genuinamente y fue a sentarse en uno de los sofás—. Espero que la presencia de mi esposo en este castillo no te moleste.

—Nada que sea para el reino —se limitó a responder el alfa, haciendo reír a JungKook.

Él y TaeHyung se encontraban en Seúl por negocios monárquicos. Reuniones y más con el fin de definir el futuro de ambos reinos como aliados, lo que, por consiguiente, ampliaría las posibilidades diplomáticas de los reinos de Seúl y Busan para que pudiesen volver a formar parte de la alianza que comprendía a todos los reinos del continente.

—Espero tu presencia en los eventos —dijo EunWoo, mas el omega hizo una mueca.

—No quisiera encontrarme con ciertas personas, prefiero quedarme en mi habitación hasta que mi esposo termine sus asuntos.

EunWoo frunció el ceño.

—¿No disfrutarás de Seúl ahora que es un reino libre?

—No me siento cómodo... —comentó JungKook.

—¿Lo dices por esas personas que te... violaron?

El omega sintió la vergüenza al instante, ocasionando que su cuerpo se removiera incómodo.

—No voy a pasar una vergüenza —murmuró JungKook, acunándose el vientre—. Prefiero dejar a mi esposo tomar el control.

—Ellos ya no están en posición de humillarte, eres el rey de Daegu y único miembro de la familia real Jeon existente, tienen prohibido siquiera hablar contigo —le recordó EunWoo—. Tienes que demostrar tu poder.

Eso pareció tocar algo dentro del omega porque sus ojos coloridos se quedaron atrapados en un punto fijo de la habitación.

—En realidad... —comenzó JungKook—, tengo algo en mente.

Eso despertó la curiosidad pecaminosa de EunWoo, quien pronto le escuchó decir aquello, estiró una sonrisa pícara.

—¿Qué tiene en mente mi príncipe?

—Quiero que todos me teman —espetó, descansando una mano por encima de su abdomen—. Quiero que, al verme, todos se sometan y bajen sus cabezas.

EunWoo alzó las cejas con la misma sonrisa que no había borrado desde un inicio; era evidente que lo que el omega decía le gustaba, y mucho.

JungKook levantó la mandíbula, aun con algo de dudas e inseguridad al respecto.

—¿Cómo demuestro que tengo mi poder? Siempre van a reducirme a un cortesano, de nada valen mis títulos si jamás me verán de otra forma.

EunWoo endureció la mirada.

—¿Ya olvidaste las enseñanzas de tu padre?

Jungkook parpadeó, algo confundido.

—No, pero-

—Él no te enseñó a esconderte detrás de un alfa, tampoco te enseñó a dejar que los demás pasen por encima de ti. JungShin te enseñó a defenderte —expuso EunWoo, observando como el omega parecía azorado por la revelación que había olvidado—. Te enseñó el uso de espadas, dagas, arco y flecha, también te entrenó para saber cazar... Lograste vencernos a Jackson y a mí en más de una ocasión —exhaló una pequeña risa al recordarlo, pero se borró de su rostro tan pronto llegó—. ¿Y te conformas con que todos te recuerden por lo que te hicieron sufrir?

JungKook hizo silencio por unos momentos, sintiendo algo de nostalgia por los buenos recuerdos de su infancia.

—Lo que tengo en mente va mucho más allá de lo que alguno de ustedes pueda imaginar de mí.

EunWoo sonrió con sus comisuras.

—Sé que eres mucho más que solo llevar herederos y parirlos.

JungKook exhaló una breve sonrisa.

—Quiero sangre —declaró el omega—. Tengo dos opciones: ser recordado como un rey abusado por personas inferiores o que los libros de historia me plasmen como un rey omega que tuvo cientos de alfas a sus pies.

EunWoo se sentó en el sofá frente a él.

—Has sufrido toda la vida y sigues sufriendo. ¿Ellos? —bufó—. Hacer fiestas todos los días y se regocijan en otros prostitutos, cortesanos y buenos vinos.

JungKook endureció la mirada de solo pensarlo.

—Son tus nobles de quienes hablo y no pienso tener piedad ni mostrar clemencia, EunWoo.

El alfa negó.

—Me harías un favor sacándomelos de encima.

—¿De verdad? —sonrió JungKook, casi malévolo.

EunWoo se levantó del sofá y caminó a él. JungKook lo siguió con la mirada en todo momento, enderezándose un poco cuando vio que el alfa bajaba para arrodillarse frente a él.

El alfa tomó su mano sin anillos y la besó prolongadamente.

—Estoy a tus órdenes, todo lo que tú desees es un hecho.

JungKook experimentó una satisfacción casi desconocida hasta el momento: regir sobre otro rey, sobre otro alfa. Mordió su labio disimuladamente y lo disfrutó.

Una sed de sangre mordaz creció desde su pecho hasta todo su cuerpo. Ahora que conocía lo placentero que era el poder de tomar riendas en asuntos que antes no se creía capaz y el nivel de clase alta que había adquirido...

No lo iba a soltar jamás.

El matrimonio Kim estaba sentado uno junto al otro frente a la chimenea de sus aposentos en el palacio del reino vecino. Estaban tomados de la mano y la mejilla de JungKook reposaba sobre el hombro ajeno.

TaeHyung, que leía algunas cartas referentes a su reinado, le dio una mirada a su esposo. JungKook tenía la mirada perdida en el fuego chisporroteante, inmerso en sus pensamientos; había estado así durante todo el día.

—Mi esposo está pensativo —comentó TaeHyung, acariciándole la mano. Cuando JungKook le dirigió la mirada, continuó—. ¿Se puede saber qué te tiene de esa forma?

El omega suspiró y se abrazó al brazo de su esposo.

—Tengo la necesidad... —murmuró él, ocasionando que TaeHyung lo mirase atento—. ¿Tú crees, esposo mío, que la justicia llega por obra de los Dioses?

TaeHyung alzó una ceja, por lo que JungKook continuó para aclarar su punto.

—¿Crees que los Dioses se encargan de las personas que nos hicieron daño? ¿O somos nosotros quienes debemos buscar justicia?

El rey dejó las cartas que leía a un lado y lo pensó. De inmediato recordó las numerosas ocasiones donde tomó justicia incluso con sus propias manos.

—Hay persona que nos hieren y reciben lo que merecen porque caen en sus propias trampas, no movemos ni un solo dedo para que suceda —comenzó a explicar el alfa—. Sin embargo, existen situaciones donde esperar por los Dioses es más exasperante que el daño en sí. ¿Por qué preguntas?

JungKook bajó la mirada porque no le gustaba hablar de ese tema con su esposo, a quien agradecía silenciosamente por tampoco sacar el tema a colación. JungKook siempre rehuía y desviaba la conversación a otras cosas más agradables, pero esta vez...

—Las personas que me profanaron... —murmuró con amargura, sintiendo a su esposo tensarse—. Ellos siguen gozando de riquezas, títulos y fiestas, mientras yo he vivido años en la miseria y hasta hace poco es que he podido ver una esperanza. Ellos están aquí, todos, y eso me hace sentir tan...

Apretó los puños contra su ropa. Se sentía molesto, avergonzado, triste e impotente. Solo sabía que no se sentía nada bien.

JungKook suspiró.

—Los Dioses no han sido buenos conmigo, pero con ellos sí —finalizó, mirando a la fogata.

—Los Dioses se encargarán de perdonarnos al final del camino —dijo TaeHyung, ganándose la mirada mortificada del omega—. La sed de venganza es una sensación de nuestro lado racional y a pesar que para muchos pueda ser un deseo venenoso e irracional, es necesario para algunas personas... Los Dioses, en cambio, no son vengativos.

JungKook, de alguna forma, pudo sentirse comprendido por su marido.

—Quiero que ellos sufran tanto como yo sufrí —masculló con rabia creciente—. Quiero que pidan perdón y lloren suplicando. —Tomó la mano de su esposo—. Mi hijo nacerá y ellos seguirán hablando de mi a nuestras espaldas.

TaeHyung apretó la mandíbula ante la sola ideal de escuchar las lenguas sucias de esos alfas hablando sobre lo que le hicieron a su amado JungKook como si fuese el chisme del siglo.

—Sucios rumores y especulaciones pueden salir de ellos con el nacimiento de nuestro bebé —continuó JungKook, totalmente disgustado y asqueado—. No quiero que salpiquen a nuestro hijo con su veneno. —Negó—. Por culpa de esas personas, los libros de historia hablarán del príncipe prostituto y no de un rey devoto al reino de su esposo y al de su padre.

—Suficiente.

—Deben morir —agregó JungKook, acercándose a él con una mirada profunda—. Espero tener tu aprobación...

TaeHyung se tomó un momento para detallar el bello rostro de JungKook que era iluminado por la chimenea. El fuego reflejaba en los grandes ojos cárdenos que tanto amaba. Recogió uno de sus mechones y lo apartó de su rostro con cuidado.

—Mi esposo también es mi rey y mi rey no necesita de mi aprobación —dijo TaeHyung, conteniendo una sonrisa cuando vio los ojos de JungKook iluminarse—. Te lo dije antes, todo lo que pidas lo tendrás, tienes poder sobre todos, incluso sobre mí. —Le sostuvo la barbilla con dos dedos—. Hagas lo que hagas, tienes dos reinos como tu propiedad. —Le acarició la mejilla con el pulgar—. Sé que tomarás las acciones correctas.

JungKook lo observó tan, pero tan enamorado. Le sonrió hermosamente y no resistió el impulso de darle un suave beso en los labios a TaeHyung, quien se veía tan atractivo con su cabellera color caramelo recogida parcialmente por una coleta baja ya que estaba más largo.

Solo con TaeHyung se mostraba así de vulnerable. JungKook se sentía tan a gusto con él, tan seguro, que sabía que con su esposo podía ser él mismo. Mientras que con los demás había creado una coraza impasible, una máscara de frialdad.

Se recostó de vuelta en el hombro de su alfa y pronto fue abrazado y una palma caliente cubrió gentilmente su vientre abultado.

El lugar estaba repleto esa noche, el burdel más cotizado de la ciudad de Seúl. Alfas gozaban de ese eslabón dibujado, ese pedestal alto donde los alfas presumían posarse, con el derecho a llevarse todo por delante si así lo deseaban. Bebían buen vino y disfrutaban la buena música.

Aunque su prioridad era la depravación.

Olía fuerte, a mucho incienso, a humedad y a sexo. Los roces indecentes iban y venían casi al ritmo de los violines. A ninguno de ellos les importaba si se trataba de un gran salón donde varios disfrutaban de esos servicios carnales que tanto les gustaban. El alcohol los tenía, o más bien, ellos siempre fueron así de perversos.

—¿Quién nos preparó este festín? —preguntó uno de los alfas.

Prostitutos, alcohol, buena música todas la noche. Todo pago. Ellos no iban a desaprovechar.

—Dicen que lo organizó el nuevo rey —contestó uno, con los ojos fijos en aquella prostituta que pasó delante de él con poca ropa—. Los Dioses bendigan al rey.

—¡Oye! —exclamó un alfa hacia un omega—. Dame más vino.

El susodicho se acercó al grupo de alfas con una jarra en mano.

—¿Se sienten bien, mis señores?

Un capa de piel ligera cubría el cuerpo de ese omega, pero eso no les impidió en sexualizarlo. Se le veía muy bonito, ajustado en la cintura y de buenas proporciones. No fue de extrañar que lo observaran con lascivia.

—Podría disfrutar mejor si te quedas atendiéndome —insinuó el alfa tras una risa mientras el omega le servía el vino. Sus cejas de fruncieron en sadismo y una sonrisa truhanesca apareció en su rostro—. ¿Por qué no muestras un poco más de piel?

Para sorpresa del alfa, el omega no se movió de su lugar, no cediendo, pero tampoco negándose.

El alfa contuvo un gruñido, arrebatándole la jarra de mal genio.

—Quítate eso —ordenó, dispuesto a arrancarle la capa de un movimiento.

Pero el omega lo esquivó con facilidad.

—No creo que debas hacer eso.

—¿Sabes quién soy? —vociferó el alfa borracho, enfurecido porque no solo se negó a cumplir sus órdenes, sino que se dirigió a él sin formalidades—. Ven acá y compláceme como el maldito prostituto que eres.

El marqués se levantó, dispuesto a jalar al omega a sus brazos. Lo siguiente que se escuchó fue la jarra aterrizando en el suelo y las risas extasiadas de los alfas alrededor se desvanecieron hasta dejar solo el sonido de la música.

El alfa se halló en el suelo, sosteniéndose la garganta cortada de tajo de la cual escapaban borbotones de sangre espesa, y el omega lo observaba desde arriba, con una saga en mano y el rostro salpicado de rojo.

Los alfas presenciaron cuando el omega se quitó la capa de encima y dejó ver aquel traje de la realeza sobre el cual descansaba el broche de rubí perteneciente al príncipe.

La música se detuvo por completo y todo fue suspenso.

Jeon JungKook los observaba con firmeza a través de sus ojos violetas, algo satisfecho por haber asesinado a uno de ellos con sus propias manos. El poder rebasó su cuerpo como una llamarada, sabiendo que, en un chasquido podía hacerlos desaparecer.

Pero no se los iba a poner tan fácil.

Así era el nuevo JungKook.

Y los alfas estaban en una condición tan terrible que ya casi había pasado a segundo plano el hecho de que había un marqués muerto en el suelo.

—Alfas —llamó JungKook.

Uno de los alfas se levantó de su asiento y caminó con lentitud hacia él.

—Príncipe —saludó burlonamente—. Es bueno verlo de nuevo.

JungKook estiró una sonrisa hipócrita.

—A mi también me da gusto, conde Park —moduló, vagando su mirada por cada uno de los rostros, reconociéndolos a cada uno—. Es un placer verlos a todos de nuevo.

—¿Su Majestad Jeon JungKook, consorte de Daegu, viene a servirnos como en los viejos tiempos? —Sonrió ladino una alfa pelirroja que estaba sentada en uno de los sofás, borracha, cabe destacar.

Todos rieron por su comentario, lo que la llevó a continuar, esta vez con una expresión detestable.

—Sueño todos los días con usted y sus grandes espectáculos. —Bebió vino, desviando su mirada hacia el vientre poco abultado del omega—. Tendrá un pequeño príncipe, ¿es del rey o no quiere decir que usted nunca dejó de ser la promiscuidad en persona?

—Le sugiero, condesa Kang, que cuide sus palabras ante mi presencia —espetó JungKook con severidad. Nadie mencionaba a su hijo de esa forma—. Ahora soy mucho más que todos ustedes.

Los alfas volvieron a reír.

—Por favor —se burló el conde Park—. A ojos de todo el reino, nadie lo verá más allá de ser el prostituto de la nación.

JungKook lo observó sombríamente y solo le bastó hacer una seña para tomar el control de la situación. Acto seguido, todos los omegas presentes afianzaron dagas contra sus cuellos. Una de ellas inmovilizó al conde Park desde atrás y también puso un filo en su cuello. Los alfas nobles se quedaron tan quietos como estatuas.

—Un movimiento e iniciarán una guerra que no podrán terminar —anunció JungKook—. ¿Qué decía, mi lord?

Park escupió a sus pie, JungKook solo miró al suelo imperturbable. De la misma forma, volvió a mirar al alfa entre tanto silencio tenso.

—Te arrepentirás de esto —masculló el conde Park.

Pero esta vez fue el turno de JungKook de reír.

—Créame que no —dijo JungKook—. Está hablando con el rey de una nación y el príncipe de otra, mi tío ya no existe en este mundo, ya no hay nadie que los respalde. Mis lords, seré sincero... mis intenciones no son más que acabar con sus vidas, sin embargo, como el noble rey que soy, les ofrezco un trato.

JungKook posó sus ojos en Park.

—Sus títulos a cambio de salvar sus vidas.

Todos despotricaron en sus lugares sin hacer ruido, claramente en desacuerdo.

—Entréguenme sus riquezas, terrenos y lujos y los dejaré vivir —culminó JungKook, conteniendo una sonrisa de satisfacción.

—¡Imposible! —exclamó un alfa rubio sentado—. Nuestras riquezas son nuestras por derecho de nacimiento, linajes de más de un siglo. No pueden ser entregados en manos de nadie.

—Sus riquezas fueron dadas por mis ancestros hace más de un siglo para que representasen a la Corona y deben disculparme, mis señores, pero... yo soy la Corona.

Y era cierto. Jeon JungKook era el único sobreviviente de una familia con un linaje milenario que había reinado Seúl y Busan desde comienzos de la historia.

JungKook tomó sus manos al frente de su cuerpo.

—¿Entonces? Espero sus respuestas. —Sonrió—. Mi esposo, el rey de Daegu, es generoso y clemente, así que les ofrece una suma de dinero para que puedan sobrevivir en su nueva vida como civiles, si así lo desean —agregó—. Seamos realistas, saben que es su mejor opción.

—Nuestros títulos no son negociables —bramó el mismo alfa rubio.

JungKook tensó su expresión.

—¿Pero si fue negociable la integridad e inocencia del príncipe?

Algunos tuvieron el descaro de reír.

—Fue una ofrenda, no un negocio —aclaró suciamente el rubio.

JungKook ladeó la cabeza.

—Entonces les hago una ofrenda: vida a cambio de sus riquezas —simplificó JungKook con decisión.

Un aura distinta lo rodeaba, más gris y densa. En ese momento, todo su ser fue oscuridad y eso de alguna forma era visible a ojos de esos alfas y los inquietaba, aunque no lo admitirían.

El alfa rubio se cruzó de brazos, dándole una clara negativa.

JungKook sonrió.

—Bien.

Solo tuvo que mirar a uno de los omegas para que este sacase una espada escondida detrás de los muebles entre varias telas y, en un movimiento limpio, le cortase la mano al alfa rubio.

El alfa no alcanzó a reaccionar hasta que sintió el dolor. Gritó y la sangre se derramó por el sofá y luego por el suelo.

JungKook hizo otra seña y los alfas comenzaron a ser amarrados a sus asientos.

Pero el conde Park estaba alterado y confundido porque ninguno de ellos se defendía.

—¿Usted fue el único que no bebió, conde Park? —inquirió JungKook con calma—. Lástima por usted.

—Los envenenaste —acusó, ocasionando que JungKook sonriese en grande—. ¡¿Cómo te atre-?!

No pudo terminar de decir porque la omega que lo sujetaba lo golpeó detrás de las rodillas y el alfa cayó de rodillas ante JungKook.

—Soy un rey, hábleme con respeto —vociferó JungKook—. Lo que les di no los matará, solo los adormece... —explicó y el alfa intentó levantarse—. Un movimiento y tendrá la cabeza de sus herederos clavada en una estaca para mañana.

El alfa obedeció.

—Nuestro rey jamás permitiría esto —murmuró Park. JungKook solo rio—. ¿Es su plan asesinar a nuestro rey? Quiere vengarse de las personas que follaron con usted y él es uno de ellos, ¿o me equivoco?

JungKook estiró una sonrisa macabra.

—Te contaré un secreto —susurró alto el omega, sonriendo—. Ustedes, malditos imbéciles, pusieron en el trono a uno de mis mejores amantes —rio—. El rey de Seúl y Busan come de mi mano y obedece cualquier orden que yo le dé.

Se agachó lo suficiente para tomarle el rostro al alfa con rudeza

—Tengo dos reyes detrás de mí que serían capaces de crear guerras entre reinos con tal de cumplir mis deseos. —Enserió su expresión—. Sus títulos o su vida.

El conde Park, muy tenso, ahora dudaba. El hombre tenía la vista en el suelo, humillado.

—Los títulos... —murmuró él y luego hizo pausa mascullada—. Le doy mis títulos y me dejará vivir, pero como última voluntad, deseo hablar con Su Majestad.

JungKook le obsequió una sonrisa comprimida.

—Yo soy Su Majestad.

Lo miró desde arriba, como la escoria que el alfa era, pisoteándolo de maneras más allá de las físicas. Lo humilló, lo hizo suplicar, ahora solo restaba...

JungKook caminó a un lado, observando a cada uno de los alfas siendo sometidos, sumisos ante él y los omegas presentes. Recordaba cuando él era el sometido y sumiso, un sentir del pasado que JungKook estaba reemplazado por el control que tenía en ese preciso momento.

Miró a los omegas.

—Que queden irreconocibles —ordenó.

Entonces, los omegas empezaron a cortas cuellos. La sangre bajó las paredes y los suelos del recinto y el conde Park observaba atónito.

—¡ESCORIA! —gritó el conde, con el rostro rojo de la cólera y la desesperación—. ¡ENTREGUÉ MIS TÍTULOS Y AHORA NOS ASESINA A TODOS! ¡TRAIDOR!

JungKook acarició su panza al sentir una pequeña molestia.

—¿Creías que al entregarme sus títulos iba a sentir satisfacción y conformidad después de todo lo que me hicieron? —inquirió retóricamente y negó, conteniendo las carcajadas—. Yo no olvido que ustedes asesinaron a mi padre y ninguno de sus mugrientos títulos podrá darme la paz que estoy buscando.

El conde respiró apresuradamente.

—Sus cónyuges e hijos serán desterrados y cualquiera que se oponga será decapitado —continuó él, desviando la mirada a los omegas—. Quiero escuchar sus gritos desde afuera, esmérense.

Park empezó a gritar para ser soltado, pero JungKook solo salió del lugar con una sonrisa gigante en el rostro.

Ese día sería recordando en la historia como La Masacre de los Nobles, donde la sangre bañó las calles de Seúl y Busan y la alta sociedad fue casi exterminada. El sistema fue alterado y la justicia por la familia Jeon fue cobrada.

En la madrugada de ese mismo día, TaeHyung y JungKook estaban acostados en su cama matrimonial.

TaeHyung dormía plácidamente abrazando el cuerpo de su esposo desde atrás, con su mano sobre el vientre ajeno. JungKook, por su parte, no estaba dormido. Sus ojos estaban aletargados y fijos en la pared de la habitación, con las manos bajo su almohada.

Lo que lo mantenía despierto era recordar todo lo que hizo y ese leve dolor de cabeza que lo llevaba molestando un buen rato.

La cantidad de sangre que vio no fue preocupante, su preocupación provenía de lo indiferente que se sentía y en su deseo de haber visto más y más. Una parte de sí estaba aliviada y satisfecha porque se sintió bien, ver a esos alfas morir se sintió tan bien. Verlos desangrados, quemados, suplicando y gritando...

Pero también estaba frustrado porque era obvio que el pasado no sería borrado de la nada, por mucho que le gustaría que fuese así.

JungKook exhaló, masajeándose la frente por el dolor punzante. Inhaló y exhaló profundo, empezando sentir un poco de calor corporal. Comenzaba a sentirse extraño. Seguramente eran sus nervios apoderándose de él otra vez, debí calmarse.

Poco después, percibió un leve dolor en el vientre, apenas un puyazo.

Pero eso fue suficiente para espantarlo.

Se soltó del agarre de su esposo para sentarse contra el cabezal de la cama. Cerró los ojos y tocó su vientre, respirando pesado porque la debilidad también estaba creciendo.

No quería entrar en pánico, pero el aire comenzaba a dificultársele más.

Negó y volvió a repetirse que eran sus nervios, nada más. Pero no quiso arriesgarse y equivocarse, su prioridad era cuidar a su hijo.

No podía permitir que...

Respirando cada vez más fuerte, movió el hombro de TaeHyung casi sin fuerzas.

—TaeHyung, TaeHyung —llamó él, jadeante.

El alfa apenas se removió sobre el colchón, entreabriendo sus párpados adormilados.

—TaeHyung, levántate y llama al médico —pidió con desesperación.

TaeHyung levantó la cabeza, todavía desorientado y JungKook se volvió a acariciar su vientre, queriendo calmar su terror.

—¿Mi JungKook?

—Busca al médico —pidió de nuevo, sin aire.

TaeHyung finalmente espabiló y, frunciendo el ceño, se levantó sobre sus antebrazos para enfocarlo mejor.

—Amor mío-

Intentó tocarlo, pero JungKook empujó su hombro para que reaccionara.

—¡Busca al doctor!

Con ese grito casi desgarrado, TaeHyung saltó de la cama al suelo, corriendo hasta el pasillo intentando no tropezarse en el proceso. Escuchó a su esposo pedir por un médico a gritos.

JungKook cubrió su vientre con ambas manos, agitado. Estaba temblando, más por susto que por otra cosa. Y es que, Dioses, le tenía pavor a que le pasara lo mismo que en su primer embarazo. Un miedo que había querido evadir y bloquear desde que supo que estaba esperando de nuevo, pero que siempre latía detrás de su cabeza.

No quería perder a su bebé.

JungKook no podría con eso.

Escuchó unos pasos y unas manos lo acariciaron con cuidado. TaeHyung había vuelto.

JungKook levantó su mirada llorosa hacia los ojos zarcos de su esposo, quien lo observaba con terrible preocupación.

—Ya la van a despertar, amor mío, todo estará bien —aseguró TaeHyung, sobándole el vientre y la mano.

—Tengo miedo —confesó JungKook, casi sin voz.

TaeHyung sostuvo su cabeza y dejó un beso en ella, sentándose a su lado para abrazarlo un poco más y darle soporte a la debilidad que mostraba.

—No me iré de tu lado.

JungKook cerró los ojos, continuando con sus ejercicios de respiración para calmar el latente dolor de cabeza y los casi imperceptibles puyazos en su vientre.

Al poco tiempo, una alfa médico ingresó a la habitación hecha un desastre por haber despertado con tal brusquedad. Cuando ella comenzó a examinarlo, la mente de JungKook estuvo ausente, demasiado asustado para pensar en algo más. TaeHyung, por otro lado, jamás creyó haber estado tan al pendiente de algo que en ese momento; caminaba de un lado a otro en la habitación y preguntaba cada tanto si su esposo estaba bien.

JungKook solo podía pensar que él tenía conocimientos médicos suficientes para saber que las cosas no debían estar del todo bien si esto estaba pasando.

—Su Majestad no puede seguir sometido a estrés —fue el primer diagnóstico de la alfa—. Necesita reposo hasta el nacimiento de su heredero para prevenir incidentes más graves que puedan dañarlos a ambos.

—No quiero estar siempre en mi recámara —dijo JungKook sin fuerzas, pero más calmado y con los ojos en TaeHyung—. No lo permitas...

TaeHyung le sostuvo la mirada solo por un instante y volvió a la médico.

—Mi esposo y yo debemos regresar a Daegu dentro de unos días, no podemos quedarnos.

JungKook dejó ir un suspiro; nadie le hizo caso.

—Los viajes largos no serían recomendables, Su Majestad puede viajar solo se trata de un camino de pocos días y sin muchos baches en el camino que generen movimientos bruscos.

TaeHyung quiso maldecir, contrariado porque Daegu quedaba a dos semanas aproximadamente. JungKook remojó sus labios, notando la inquietud en las cejas fruncidas de su esposo.

—Puedo quedarme en el Castillo del Este hasta el nacimiento de nuestro príncipe o princesa... —opinó JungKook.

TaeHyung negó.

—No —dijo con voz rotunda—, no te alejarás de mí y mucho menos en esta condición.

La pareja se observó durante unos segundos.

—Médico real —nombró JungKook a la profesional—, gracias por atenderme, ya me siento un poco mejor. Puede retirarse...

La alfa hizo una reverencia y enunció:

—Le traeré un té de manzanilla.

Sin más que decir, la médico se retiró. Los ojos zarcos y violetas de ambos volvieron a encontrarse cuando TaeHyung avanzó y se sentó a su lado, pasándose la mano por el rostro en signo de frustración.

—No está en consideración quedarme en Seúl, pero ya escuchaste a la médico, no puedo ir a la capital... —murmuró JungKook.

TaeHyung lo miró con las cejas un poco arqueadas, buscando comprensión.

—No voy a dejarte solo —repitió, pero volvió a frustrarse después—. Tengo asuntos en la capital.

JungKook agarró la mano ajena y la acarició.

—Resuélvelos rápido y luego vienes por mí —dijo él—. Así pasaremos una pequeña luna de miel.

TaeHyung pareció pensárselo un poco más mientras le acariciaba el rostro terso. JungKook le besó la mano a cambio.

—Me escribirás cartas sobre tu estado de salud —imperó TaeHyung.

JungKook asintió sin dudar.

—Todos los días —aseguró suavemente.

TaeHyung conversaba esa mueca de poco convencimiento, pero no tuvo opción más que exhalar y asentir. Recostó la frente en la sien del omega y le acarició el vientre.

JungKook le acunó esa mano con las suyas y desvió la mirada hacia la ventana, donde la luna se mostraba en lo alto de la negrura nocturna.

Quizá lo mejor sería retirarse un tiempo de todo y solo ser él y su bebé.

JungKook se encontraba sentado en un banco de madera frente al féretro esculpido de su padre. Se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas y sorbió por su nariz.

—No venía aquí desde que te fuiste, padre... —Intentó sonreír de labios cerrados—. Han pasado tantas cosas... —Remojó sus labios temblorosos—. Si estuviesen vivo, jamás hubiese sufrido tanto. Si no te hubieses ido, no me sentiría tan solo incluso estando acompañado. —Respiró profundo—. Estoy intentando superar ese sentimiento porque no quiero que mi hijo sea un suplemento para la soledad que siento.

Sollozó porque, Dioses, era tan difícil.

—He hecho cosas horribles —masculló, limpiándose el rostro con las manos—. He asesinado personas malas, padre, pensando que así sentiría la paz que tanto busco.

Vio la figura de mármol tallada con el rostro de su padre y negó, con lagrimones en los ojos.

—Pero tengo la sensación de que nunca seré completamente feliz.

JungKook detestaba la soledad porque cuando estaba solo, su mente lo traicionaba de la peor manera y los más terribles pensamientos se dibujaban ahí dentro. Después del terror de la noche anterior, su mente no le había dejado respiro, algo que ni siquiera la compañía de su esposo pudo amortiguar.

Se tocó el pecho, intentando calmar su dolor.

—He regresado a Seúl con la intención de complacer a mi esposo, pero venir acá lo único que ha traído son problemas tras problemas —murmuró y sonrió suavemente por haber nombrado a TaeHyung—. Me casé con el rey de Daegu, como querías, y no te equivocaste, él es el alfa perfecto para mí... —Su sonrisa fue desvaneciéndose—. Mi primer hijo no pudo vivir —jadeó, tapándose el rostro porque la tristeza era tanta que con solo mencionarlo le daban ganas de tirarse al suelo a llorar desconsolado—. Me lo arrebataron antes de siquiera poder cargarlo en mis brazos.

Cerró los ojos con fuerza.

—El odio y el resentimiento que siento en mi corazón crece cada día y no encuentro manera de drenarlo —masculló con impotencia.

El odio hacia esas personas no se iba, todo el entorno que lo rodeaba le recordaba lo infeliz que fue. Los culpaba a ellos. Se culpaba a sí mismo porque fue débil y dejó que lo pisotearan tanto que ahora no podía tomar todas sus piezas rotas.

—Lo estoy intentando, lo prometo —susurró rotamente. Respiró profundo—. Ahora estoy esperando a un hijo de nuevo y tengo mucho miedo de perderlo. —Sollozó—. Mi hijo es lo único que me queda de ti. Si lo pierdo... —habló entrecortado—, no sé cómo viviré.

Volvió a secarse el rostro y se acarició el vientre. Chasqueó la lengua y quiso maldecirse al recordar que debía velar por el bienestar de su bebé, no experimentar emociones fuertes, y él estaba ahí, llorando y sintiéndose pésimo. Miró al cielo y respiró para intentar parar de llorar. Tragó el nudo en su garganta.

Suspiró, calmándose un poco más, repitiéndose que nada iba a pasar.

Al rato, escuchó unos pasos aproximándose. JungKook sonrió tenuemente cuando vio de quién se trataba.

—Jackson —saludó y quiso levantarse.

—No, por favor, quédate así. —Le detuvo el alfa.

—De todas formas, debo levantarse pronto para ir a mi recámara, mañana partiré al Castillo del Este a pasar mis días de estado. ¿Vendrás a acompañarme? Me encantaría que estuvieras en el nacimiento de mi príncipe o princesa —exhaló una sonrisa—. Sin embargo, puedes quedarte en Seúl si así lo deseas.

JungKook analizó la postura del alfa: estaba ahí, pero era distante.

—¿Pasa algo? —no demoró en preguntar, ya lo conocía bien.

Jackson muequeó.

—No te acompañaré esta vez.

JungKook asintió.

—Está bien, luego podrás visitarme.

La expresión de Jackson no cambió, de hecho, evolucionó a una triste.

—JungKook, voy a irme.

El omega parpadeó y ladeó la cabeza.

—¿Irte? ¿A qué te refieres?

Jackson se rascó la cabeza.

—Después de todo lo que ha pasado, yo... no tengo ánimos de seguir aquí.

JungKook acarició su vientre.

—¿Ánimos de estar en Seúl? Puedes ir a Daegu, mi esposo no pondrá quejas.

Jackson negó y tragó.

—No quiero continuar rodeado de este tipo de personas de esta vida en específico.

JungKook frunció las cejas.

—¿Qué quieres decir con este tipo de personas?

Jackson chasqueo la lengua.

—Estas personas tan sedientas de poder que me desprecian con la mirada por no ser como ellos.

JungKook se levantó con lentitud y la vista fija en el alfa.

—Eso nunca te ha importado, ¿por qué le das importancia ahora?

—JungKook-

—¿Por qué te quieres ir? No tiene sentido.

Jackson le desvió la mirada, buscando palabras, pero acabó frustrándose.

—No me gusta la persona en la que te has convertido —escupió, directo.

JungKook se tensó y sostuvo su vientre.

—¿Disculpa? —preguntó, fingiendo que eso no le había calado fuerte y profundo.

Jackson lo señaló.

—Eres frío con todos, te has vuelto despiadado y tienes esa ambición por prevalecer en la cima; no puedo seguir viendo.

—¿Prevalecer en la cima? —jadeó, ofendido—. Impongo que la gente me respete por lo que soy, nadie ha estado en un escalón jerárquico tan bajo como yo en el pasado.

Jackson hizo una mueca; no le gustó esa respuesta.

—Has asesinado brutalmente a casi toda la nobleza de Seúl. Murieron algunos de sus esposos e hijos bajo tus órdenes... Había niños, JungKook.

JungKook, molesto, comprimió los labios y frunció el ceño.

—Ellos no obedecieron.

—Ellos defendían a sus alfas y padres —refutó Jackson, mirándolo de arriba abajo—. Mírate, te has dejado influenciar por el sanguinario de EunWoo y sigues con alguien que te encerró en un calabozo... —Señaló su abdomen—. Incluso vas a darle un heredero.

JungKook se cubrió su vientre como defensa y protección, enfureciendo por el desprecio con el que fue señalado su hijo.

—No hables de mi hijo, eso jamás lo perdonaría.

—No has superado tu pérdida y ya estás esperando a otro hijo, ¿crees que eso es sano?

JungKook negó, haciendo oídos sordos.

—Tienes sangre de inocentes en tus manos, JungKook —espetó, señalándole las manos—. Condenas a todo aquel que te desafía y ahora eres capaz de lo que sea con tal de que la sobrina de tu esposo no llegue al trono. JungKook, eso no es imponer respeto.

—¿Crees que debo tomar mi vida a la ligera? ¿Que debo dejar que todos me sobrepasen como antes? —Negó, rotundo—. No me arrepiento de haber asesinado a esas personas porque era cómplices de los que me violaron todos los días por cuatro años, no podía permitirme dejar a nadie vivo que pudiese reclamar cualquier derecho o iniciar una rebelión contra la Corona y el reino.

JungKook pudo ver que Jackson seguía inconformo.

—Gana el más fuerte, así es la vida, Jackson, y tuve que aprender la lección mediante la tortura y la zozobra.

Jackson volvió a chasquear la lengua porque el omega no veía lo que le señalaba.

—Bien, haz de tu vida y tu poder lo que te sea más conveniente, pero yo no voy a ser testigo de tus barbaridades.

—¿Barbaridades? —susurró en alto el omega en un tono agudo y muy ofendido. Podía sentir tu cabeza latir de dolor—. Claro, dices eso porque siempre follaste por placer. —Soltó una carcajada sin gracia—. Estabas con lo mejor de lo mejor, la omega más deseada del reino y era toda tuya, vivías desde un privilegio que solo mi padre pudo darte, ¿mientras yo qué? —Limpió la lágrima rabiosa que se le escapó. Caminó y lo señaló—. ¿Y ahora yo soy el villano? —Negó—. No, no lo permito. Siempre has sido un egoísta conmigo, me buscas cuando te sientes solo y me desechas cuando crees no necesitarme, pero déjame decirte una cosa. —Lo señaló desdeñosamente—: tú existes en este mundo gracias a mí y a mi padre, así que siempre vas a necesitarme.

Jackson tenía la mandíbula tan tensa que sus dientes casi chirriaban.

—Te aprovechaste de mi vulnerabilidad e intentaste tener una oportunidad conmigo en el bosque, ¿se te olvidó? —bramó JungKook.

El alfa se tensó todavía más. Nunca tocaron ese tema después de ese día.

JungKook rio.

—Dijiste que me amabas, que siempre lo hiciste. —Pero luego enserió su rostro—. ¡Mentira! Viste la oportunidad y la aprovechaste, no me amas, jamás lo has hecho.

Jackson negó, herido.

—He hecho muchas cosas por ti...

Jungkook negó.

—Hiciste cosas por mí porque encontrar a mi hermana estaba de por medio, pero cuando ella estaba aquí con nosotros, jamás fui tu prioridad. Después, cuando supimos que estaba muerta, quisiste aferrarte a mi porque yo soy lo más cercano que tendrás de ella.

Jackson inhaló con fuerza, enderezando su postura.

—¿Siempre sentiste ese rencor?

JungKook no respondió y eso le dio su respuesta.

—Entonces no hay nada que hacer —murmuró Jackson.

JungKook arqueó las cejas de forma casi imperceptible.

—Me iré mañana en la mañana, venía a despedirme.

El omega tragó y miró al suelo, asintiendo.

—Tienes mi bendición...

Jackson asintió, inexpresivo.

—Fue un placer todos mis años de servicio.

JungKook levantó la mirada al instante, con el corazón arrugado y los ojos aguados. Quizá se pasó, quizá se dejó llevar por su frialdad, por su rencor y sus sentimientos negativos, y ahora perdió a su gran amigo.

El único que tenía.

—Solo espero que no te conviertas en un Jeon JungHyuk.

JungKook sintió puñales en todo su pecho, pero no dijo nada, completamente mudo. Quiso guardar la compostura, pero era tan difícil cuando el alfa estaba reverenciando a él y se iba por el pasillo interior del palacio.

Pasó minutos así, hasta que cayó en cuenta de la realidad.

Entonces se sentó de nuevo y lloró.




Nota:

¡FELIZ DÍA DE ACTU TEKUK!

Agh, ya les extrañaba... AL FIN nuevo capítulo, estoy muy feliz. Sorry por la desaparición, estoy dándole a full con mis estudios y ya prontito podré desempeñarme como redactora de textos publicitarios, ¿PUEDEN CREERLO? Copywriter, se llama. ANDGNJKFN estoy muy feli.

¿Ustedes qué opinan? ¿JungKook está haciendo mal y Jackson tiene razón? Les voy a leer todito como siempre y esta vez voy a votarles los comentarios. SÍ, AHORA DESDE LA PC SE PUEDE VOTAR JSJDANKGJF

Y bueno, hoy no tengo nada más que desearles feliz inicio de semana y muchos besotes en sus nalgas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top