LXIV: Cómplices en el amor
JungKook caminaba del brazo de su esposo. Su rostro tenía aspecto cansado y su visión estaba siendo sobrecargada con aquel imponente y elegante palacio al que se acercaban. La época era distinta a la vez pasada, pues el otoño reemplazó al verdor característico de los jardines exteriores de la fachada delantera por colores anaranjados, rojos y marrones, y la temperatura ahora era bastante fría.
Por esa razón, ambos estaban abrigados, él con un abrigo de lana que le daba picazón en su cuello ya sano y su marido con una capa grande y gruesa con piel de animal en el cuello. TaeHyung lucía imponente, por eso JungKook no podía evitar desviar la mirada a su perfil de vez en cuando.
Sus ojos estaban hinchados, en esta ocasión, no por llanto, sino por haber dormido todo el viaje a causa de su estado actual. Durmió ligero, como era común en ese último tiempo, y en una posición incómoda que le causó el dolor de espalda que lo aquejaba en ese momento.
Fue muy penoso para él cuando, al despertar, su esposo lo observó con preocupación, pero no hubo palabras por parte de ambos. En general, el viaje hacia el Este fue incómodo. De hecho, no habían compartido más de un «buenos días» al verse, e incluso ahora, que iban caminando juntos, sus cuerpos estaban tensos.
Ya entrando en el castillo, JungKook deparó en que sus ánimos eran los mismos alicaídos y la sensación de pesadez no se iba, pero estaba un poco aliviado de no estar en la capital.
MoonJi, aquella omega adulta que los recibió la vez pasada, se encontraba esperándolos con una grata sonrisa e intentó saludarlos con entusiasmo, mas su sonrisa decayó un poco al ver las caras largas de ambos. Por esa razón, optó por hacer una reverencia que ellos correspondieron apenas con un asentimiento.
—Majestades —saludó—. Preparé sus aposentos y también hemos preparado la cena.
—En un momento iremos —acotó TaeHyung.
MoonJi les abrió paso y ellos avanzaron por el pasillo, donde JungKook suspiró con cansancio y se soltó del brazo de TaeHyung, quien lo observó alejarse con lentitud y en silencio.
—Disfruta de la cena —murmuró JungKook, subiendo los primeros escalones de la escalera a la segunda planta.
—¿No comerás?
JungKook negó, girándose un poco para mirarle.
—Estoy cansado, iré a recostarme...
TaeHyung abrió la boca para decir algo y JungKook esperó, en el fondo, que le pidiera que no se fuera, que se quedara con él, pero esas palabras no llegaron.
—Bien —afirmó TaeHyung en cambio.
JungKook exhaló algo decepcionado y es que ¿por qué esperaba algo diferente si su esposo solo estaba respetando su espacio? Pero obtuvo la respuesta al instante: él no quería eso, no quería irse a descansar, no quería estar solo de nuevo. Dioses, quería pasar tiempo con su marido, pero el desánimo que lo carcomía le hacía bloquear dar el primer paso. Era el temor de actuar causado la culpa que sentía, por la sensación de poder ser rechazado.
Sin embargo, también estaba angustiado de que las cosas siguieran de esa forma, porque todo terminaría de igual forma.
Solo contuvo la respiración y retomó sus pasos, subiendo hacia su habitación.
TaeHyung, por otro lado, quedó de pie en el mismo lugar, apretando sus puños de impotencia porque no sabía qué hacer. Quiso decirle que se quedara, pues para algo era el viaje; para compartir; si se lo hubiese pedido, ¿lo haría?
Temía equivocarse y hacerlo sentir peor. Más de una vez en todos esos meses lo había dejado estar, aunque no era lo que quería, y se molestó consigo mismo porque se supone que iba a trabajar para mejorar su relación y el ánimo de su esposo, pero ahí estaba, dejándolo ser nuevamente.
Sin mencionar lo preocupado que estaba por JungKook, le dijo que quería descansar cuando estuvo durmiendo durante todo el viaje, por horas completas. No era normal, ¿acaso se sentía mal físicamente y no le había dicho?
TaeHyung se quitó la capa, entregándosela al sirviente más cercano.
—No cenaremos.
Quiso subir e ir con él, pero se detuvo antes de pisar el primer escalón, golpeteando la barandilla con sus dedos en un momento de dubitación. Acabó negando y girando sobre su eje porque no quería molestarlo, pero después de unos segundos se arrepintió, chasqueó la lengua y subió sin titubear.
Caminó por esos majestuosos pasillos a los que ahora no les prestaba ni la más mínima atención, porque solo podía pensar en JungKook. Una vez frente a la puerta de la habitación, tocó unas dos veces con sus nudillos y abrió, sin esperar respuesta. Ahí estaba JungKook, hecho un bulto en la cama; se había quitado el abrigo de lana, que ahora estaba desmarañado sobre la cama, quedando con la camisa blanca que traía debajo.
Al notar su presencia, JungKook se sentó en la cama, mirándolo con ojos grandes y sorprendidos porque sí había ido por él.
TaeHyung cerró la puerta con suavidad y se quedó el silencio, sin saber qué hacer o qué decir hasta que JungKook lo observó acercarse. Ambos estaban tensos, JungKook no se movió y tragó grueso cuando el alfa se sentó junto a él en la cama.
—Mi único deseo y propósito es que seas feliz —expresó TaeHyung, luego de un incómodo y extraño silencio.
JungKook no supo que responder; ya nada era igual, ni siquiera cuando TaeHyung tomó su mano.
—Añoro los días donde éramos felices —expresó TaeHyung—. En aquella época donde solo sonreíamos...
JungKook negó, con la mirada fija en sus manos y los labios apretados.
—No se puede... —respondió en un murmullo, alzando su mirada hacia el alfa para negar otra vez—. Siempre he sido una persona triste, TaeHyung, por mucho que desee que las cosas sean como antes, no creo que sea posible porque este es mi verdadero yo. —Se puso la mano en el pecho—. La versión que conociste estaba eclipsada por la posibilidad de convertirse en alguien más, alguien que no tuvo un pasado tan lúgubre y humillante como el mío, alguien que fuese amado y respetado, que pudiese enamorarse sin ser juzgado... —susurró con voz apagada—. Realmente pensé que podía huir de mi pasado y por eso callé todo lo que vivía. —Bajó la cabeza—; pero no resultó nada bien...
—No digas eso...
—No merezco nada de esto —exhaló JungKook.
TaeHyung arqueó las cejas.
—Mereces el amor que deseas —aseguró él.
El omega arrugó las cejas, no creyéndose sus palabras. Apretó los labios para mitigar el malestar en todo su cuerpo y las ganas de llorar que querían explotar en él. Era mucho esfuerzo controlarse para no verse destruido en presencia de alguien más, por miedo a humillarse.
—Quiero descansar... —musitó JungKook, soltando su mano.
El pecho de TaeHyung se encogió dolorosamente, teniendo que tragar para espantar la sensación horrible; fingió, asintiendo apenas.
—Claro —moduló y, acto seguido, se puso de pie.
Vio a su esposo girarse y volver a acostarse, dándole la espalda. No dijo más, no se despidió, solo fue hacia la puerta que daba con su habitación, la abrió y cerró, dejándolo solo.
Durante la mañana del día siguiente, JungKook se hallaba sentado en la silla frente a su tocador, con la cabeza recostada en su palma. Estaba aburrido; se había terminado de arreglar hace unos minutos para empezar su día y ahora no conseguía oficio. Solo había aparentado dormir, cuando la realidad era que no consiguió hacerlo en toda la noche; de hecho, tuvo que aplicarse una loción en el rostro para aparentar estar descansado. Lo peor de todo era que ahora tenía mucho sueño y se sentía mal, sumándole el hecho de que el día anterior no había tocado más de un plato de comida y su estómago dolía y retumbaba.
Suspiró, recostándose en el respaldo de la silla y pensando que sí debió cenar anoche. Se quedó en esa posición encorvada, observando con desinterés sus zapatos, cohibido y cabizbajo.
Al cabo de un rato, escuchó ruidos al otro lado de la puerta que daba a la habitación de su esposo. Se giró hacia ella con curiosidad y atención; seguramente TaeHyung estaría vistiéndose porque se escuchaba en movimiento.
Su mirada cambió a indecisión, dudando en acercarse a saludar al menos, pues las palabras que le dijo lo dejaron pensando. Se permitió reflexionar —tuvo toda la noche para hacerlo—, y Dioses, extrañaba tanto la compañía de su esposo en cada uno de los sentidos. Sí quería estar con él, sí quería pasar tiempo con su esposo. Lo deseaba y extrañaba esos momentos. Además, quizá esa compañía sería una buena manera de ayudarse con su sufrimiento, porque era agotador cada día que pasaba; y es que podía manejarlos medianamente bien, aunque había días peores que otros donde acababa llorando a lágrima tendida, pero las noches siempre eran las peores porque esa falta de sueño, ocasionada por el trauma que le generaba el horroroso recuerdo de su encarcelamiento en Seúl no lo soltaba.
Sin darse cuenta, su tristeza lo hizo enfrascarse en una soledad que no quería y seguía triste, no mentiría, pero no quería seguir solo porque su tristeza iba a terminar consumiendo su cuerpo y su alma si no hacía algo con respecto a la promesa que él mismo se hizo de intentar recuperar su vida.
Por consiguiente, decidió tomar una respiración profunda y se puso de pie, caminando hacia la puerta.
La tocó sin respirar. Sostuvo sus manos frente a su cuerpo a la espera, pero al no escuchar nada, volvió a respirar profundamente y tomó la manija. Abrió con lentitud, apenas lo suficiente para asomar su cabeza y observar.
Ahí vio a su esposo, de espaldas frente al espejo, pero con el cuerpo algo girado y con los ojos en él. Su sorpresa era evidente, obviamente no le esperaba ahí.
—Buenos días —saludó el omega en voz baja, abrió un poco más la puerta, mas no se atrevió a entrar por completo. Sus manos fueron a parar en el borde de esta.
TaeHyung carraspeó y pestañeó.
—Buenos días —devolvió el saludo con algo de confusión.
Confusión que pasó a segundo plano cuando sus ojos zarcos vagaron desde los pies a la cabeza de su esposo. El omega vestía con una camisa de seda color aguamarina, con un broce de flor a la altura de cuello que sujetaba unas tiras de tela del mismo material sobre su pecho; unos pantalones negros cómodos y el cabello recogido en una coleta baja.
El rostro de JungKook enrojeció al darse cuenta de su mirada y, con la timidez presente, también le dio un vistazo recatado al cuerpo del alfa, pues su camisa no estaba totalmente abotonada y dejaba al descubierto gran parte de su pecho canela.
Fue cuando sus orejas quemaron que desvió la mirada, tragando grueso.
—¿Descansaste bien? —preguntó TaeHyung.
JungKook volvió a mirarlo, esta vez con ojos grandes.
—Sí, cómodamente —mintió, bajando los hombros.
TaeHyung suspiró, cruzándose de brazos a la altura de su pecho al notar que mentía porque sabía que el omega se encorvaba en esas ocasiones.
—¿Quieres comer?
—Iré al comedor en un momento —expuso JungKook, pero TaeHyung señaló la mesa en una esquina de la habitación.
—Puedes comer frutas —ofreció, señalando la mesa que se encontraba en una de las esquinas del lugar.
La barriga de JungKook por poco vuelve a retumbar al ver el festín de frutas frescas en bandejas de plata.
—No hace falta...
TaeHyung retomó lo suyo y continuó vistiéndose con vista al espejo.
—Come, JungKook, no me molesta.
El omega por un momento no supo si moverse o no, pero realmente tenía mucha hambre y se sentía débil. Entró en pleno silencio, cerró la puerta con suavidad y con la vista en su esposo. Caminó lento hasta llegar a la mesa y se sentó en una de las sillas, observando con interés todas las frutas que había, aunque volvió a decidirse por lo de siempre: uvas, solo que esta vez las verdes.
Su estómago le agradeció cuando comenzó a comer. Sus ojos fueron directo a su esposo cuando este fue a buscar su abrigo, JungKook se atolondró con su espalda, no pudiendo despegar su mirada de los músculos que se contraían en lo que se colocaba el abrigo y la capa. Un cosquilleo movió su estómago, masticando. Añoraba sentirse querido, sentirse acompañado en las noches, sentir aquello que no tenía palabras para definirse, pero que ocurría cada vez que dejaban rienda suelta a sus emociones durante las madrugadas.
Extrañaba tenerlo así, tenerlo con él y ser para él.
Cuando TaeHyung se giró, JungKook le apartó la mirada con rapidez y nerviosismo. Frunció el ceño para sí mismo, con las mejillas rojas.
—Puedes quedarte aquí si lo deseas —propuso TaeHyung.
—¿A dónde vas? —preguntó, intentando disimular su sonrojo en lo que TaeHyung se colocaba sus anillos.
—Tengo asuntos con el reinado —le contestó—, pero no te preocupes, puedes salir al pueblo y entretenerte, quizás eso te ayude a despejar la mente, JungKook.
TaeHyung se dirigió a la puerta, pero JungKook fue más rápido y se levantó apurado.
—TaeHyung —llamó, tragando cuando el alfa se detuvo y se giró hacia él con curiosidad—. ¿Son importantes los asuntos?
—¿Cómo dices? —pregunto, extrañado.
JungKook se abrazó con timidez.
—Estaba pensando que... —suspiró, cerrando los ojos para espantar el nerviosismo porque era estúpido que lo tuviera, era su esposo—. Quería salir al jardín contigo.
TaeHyung no dijo palabra, con la mirada fija y grande de JungKook sobre él. Su asombro pasó desapercibido para el omega; TaeHyung no podía creer lo que estaba pasando, porque después de todas esas semanas —meses, en realidad—, en los que JungKook apenas le hablaba, ahora quería salir a caminar junto a él. Podía parecer muy poco, pero para él era demasiado. Que el omega estuviera teniendo la iniciativa de convivir calentó su pecho y, ¿cómo podía negarse a esos hermosos ojos coloridos?
—Puedo evadir mis asuntos si lo quieres.
El omega asintió, con el rostro iluminado y TaeHyung mostró una pequeña sonrisa por unos segundos.
—¿Vienes conmigo entonces?
—Sí —susurró suavemente, caminando hacia él.
TaeHyung abrió la puerta mientras tanto y se hizo a un lado para cederle el paso al omega, pero JungKook no cruzó el umbral. En cambio, se detuvo a su lado y, con timidez, enroscó las manos en su brazo. Mas hizo desaparecer la timidez para darle paso a la seguridad en su agarre, pensando que él también tenía que poner de su parte si quería volver a sentir un poco de la euforia de aquella época.
El alfa contuvo una sonrisa, apretando los labios para mantenerse sereno y acomodó su brazo.
—Vamos.
Caminaron hacia el pasillo, juntos y, silenciosamente, TaeHyung se regocijó en el aroma de JungKook que ya era mucho más notorio, pues poco a poco iba recuperándolo. Atontado, porque amaba el olor a albaricoque y hierbabuena de su esposo.
Tuvo esperanza porque esa era una buena señal; porque significaba que JungKook no estaba rindiéndose ante la tristeza.
JungKook aspiró el aroma del jardín; aire fresco y limpio.
Ambos aparentaban concentrar sus miradas en las plantas secas del lugar; sin embargo, era mera superficialidad, porque por dentro maquinaban cómo hablar.
TaeHyung dirigió su mirada hacia el omega y notó como se estaba abrazando a sí mismo y sus hombros estaban algo encorvados; tenía frío. Se detuvo y JungKook alzó la mirada, pero solo se topó con que el alfa se estaba quitando su capa y se lo colocaba a él. Después de cerrársela bien, TaeHyung frotó sus manos en los brazos ajenos para darle calor más rápido.
—Gracias —susurró JungKook, con el rostro sonrojado y sus ojos grandes fijos en él. No se creía capaz siquiera de despegárselos, aunque estuviera muriendo de vergüenza.
—El ambiente está frío hoy —comentó TaeHyung, simulando no percibir cuando el omega dio un pequeño paso hacia adelante para acercarse a él.
JungKook asintió, comprobándolo porque sentía su nariz fría; seguramente estaba roja.
—¿No sentirás frio? —preguntó él, pues el alfa ahora solo vestía con aquel abrigo delgado.
—Puedo con eso —le contestó TaeHyung, dándole un vistazo al cielo nublado.
JungKook se le quedó viendo por un rato, hasta que inhaló y exhaló, y le tomó la mano con algo de duda. TaeHyung bajó la mirada a sus manos al instante, con el corazón galopando. Correspondió el agarre con la suavidad que merecía.
—Vamos a descansar un rato, JungKook.
JungKook se dejó llevar de la mano hasta una banca de piedra del jardín, donde TaeHyung se encargó de quitar una que otra hoja seca para que el omega pudiera sentarse. JungKook sonrió de lado, gustándole la sensación de ser atendido y cálido, pues su esposo siempre fue así de atento.
Cuando TaeHyung también se sentó, JungKook se arrimó con disimulo hasta que sus brazos rozaron y un nuevo silencio se formó. Un silencio más cómodo en el que respiraban con tranquilidad.
—No es común que quieras salir voluntariamente —conversó TaeHyung, mirándolo.
—Siempre salía al jardín —contestó con inocencia, sin ser consciente que TaeHyung estaba perdido en su precioso perfil.
—Dejaste de hacerlo...
JungKook mostró una pequeña sonrisa y miró al suelo, retraído.
—Es que siempre estaba solo...
—Nunca querías salir —murmuró TaeHyung con suavidad.
Se miraron mutuamente y ninguno pudo despegar su mirada después, con la brisa moviendo sus cabellos y congelando sus rostros ligeramente sonrosados.
Como los dos jóvenes enamorados que eran, apartaron sus miradas y exhalaron sonrisas de vergüenza. Se sentía como unos completos tontos porque ya eran incluso esposos y aun así se ponían nerviosos.
—No me sentía bien, yo... no quería salir.
—¿Y qué te hace querer salir ahora?
Era una buena pregunta. JungKook desvió la mirada hacia las plantas, suspirando al sentir la mirada de su esposo en él.
—Tú —confesó en un susurro, siendo inconsciente de la falta de aire que eso provocó en el alfa—. Yo también extraño nuestra vida de casados y... —Alzó sus ojos amatista y tomó la mano del alfa—; y ahora, que toda mi vida está expuesta y no me quedan más secretos por esconderte, quiero recuperar así sea un suspiro de la felicidad que sentí cuando nos casamos.
TaeHyung arqueó las cejas, con las burbujas de emoción creciendo en su pecho.
—Mi JungKook...
El omega exhaló embelesado porque, Dioses, le gustaba demasiado cuando le decía de esa forma. Se sentó más cómodamente para que ambos quedaran frente a frente.
—Tu JungKook —afirmó, asintiendo y levantando la mano para acunarle la mejilla—. Mi esposo, mi TaeHyung...
—Amor mío. —Acunó su mejilla también—, la vida sin ti es como el sol sin su luna.
JungKook suspiró, derritiéndose ahí mismo por él.
—Lo que más deseo es verte dar una sonrisa genuina de nuevo —confesó TaeHyung—. La razón de mi existencia siempre has sido tú; no sé como pude sobrellevar todos esos años antes de conocerte, solo respiraba, pero no vivía —continuó, acariciando su mejilla con amor—. Yo prometo, amor mío, que voy a entregarte todo lo que desees; no te prives de pedirme algo, tus deseos son hechos porque haré lo que sea por ti.
Los ojos de JungKook se cristalizaron de afecto. Estaba cansado de su vida, pero más cansado estaba de su infelicidad, y que su esposo estuviese diciéndole todas esas cosas le daba esperanza de llegar a ser feliz algún día. Era como una lluvia después de una sequía.
No encontró mejor forma de agradecer a sus palabras que con un beso en la mejilla. Suave y lento, como solo él sabía darle. TaeHyung se descompuso en ese mismo instante y, revuelto, le colocó la mano en la espalda, conteniendo una exhalación cuando JungKook rozó su mejilla con la nariz, como la primera vez que le obsequió un beso tras aceptar su cortejo.
JungKook se separó para conectar sus miradas.
—Gracias por hacer todo esto por mí.
Las miradas de ambos brillaron entre sí, enlazadas por algo ajeno a lo terrestre, algo más fuerte que la obsidiana y el diamante. Profundo y que solo iba en crecimiento. Esa misma sensación que llevó a JungKook a colocarle las manos en el pecho y los hizo acercarse flemáticamente. Sabían lo que harían y no lucharon contra sus deseos, terminando de acortar la distancia que separaba sus corazones. Cerraron los ojos y acoplaron sus labios con una ternura indescriptible.
JungKook suspiró, dejando que TaeHyung guiara el beso porque era débil ante él, amaba sus besos y la manera en la que lo hacían sentir: bien en todos los sentidos. Este beso fue real, un beso adecuado y necesario, pues los besos que compartieron en ese último tiempo eran causados por un impulso de sus cuerpos al no poder controlarse cuando estaban muy cerca. Este era de verdad, como aquellos besos donde no se privaban de probarse a gusto, sin tensiones, como volver a subir a aquella nube de amor que los tenía apresados en el pasado, pero que ahora era la llave a la tranquilidad.
Por primera vez en mucho tiempo volaron sin restricciones, se sintieron como niños nuevamente.
El cuerpo de JungKook estaba en paz, como si el dolor se hubiese escondido, como el ardor de su marca ya casi cicatrizada, cuya temperatura pasó de estar helada a estar cálida. Pero aquello fue aun más intenso cuando TaeHyung, que acunaba su mejilla, hizo descender su mano hasta la curvatura de su cuello para cubrirla con su palma con suavidad. Jadeó en silencio en medio del beso producto del alivio que lo azotó de golpe. Se desinfló ahí mismo, entreabriendo los labios como reflejo, acción que TaeHyung usó a su favor y exploró su boca a profundidad.
JungKook gimió sin poder contenerse y, sin siquiera pensar en romper el beso por su rostro colorado, enroscó sus brazos alrededor del cuello ajeno y ladeó la cabeza, queriendo recibir más y más, ocasionando que TaeHyung sonriera.
A los segundos de más contacto, se separaron, con los labios húmedos e hinchados y la respiración agitada.
—Quiero mostrarte algo —moduló TaeHyung sobre sus labios, estirándolos para darle un último y corto beso.
JungKook, curioso y con el rostro totalmente rojo, tomó la mano que el alfa le ofreció cuando se levantó y ambos fueron de la mano hacia los establos del palacio, donde se hicieron con uno que al rato fue guiado por TaeHyung.
Bajaron la montaña en la que estaba el Castillo del Este y atravesaron un tramo de bosque. A los minutos se detuvieron y, cuando bajaron, JungKook se impresionó ante la vista.
Era una cascada que caía sin mucha fuerza desde saliente de roca no tan alta, cayendo sobre un estanque no demasiado grande.
TaeHyung lo guio de la mano hasta rodearla y adentrarse en una hermosa cueva detrás del agua que caía. Tenía una salida a cada lado de la cascada.
JungKook estiró una sonrisa maravillada con el tremendo paisaje que era ver el agua caer desde ese ángulo. Se giró hacia TaeHyung con los ojos brillantes, recibiendo la sonrisa que el alfa le dio antes de volver a girarse hacia la cascada. Pronto, TaeHyung se acercó a su espalda y lo abrazó de la cintura. JungKook correspondió el abrazo poniéndole las manos sobre los antebrazos, sintiendo la respiración del alfa muy cerca de su oreja.
—Esto es hermoso, TaeHyung...
El aludido lo hizo girarse, sosteniéndole la cintura; JungKook colocó sus manos en la nuca ajena.
—No más hermoso que lo que ven mis ojos en este instante.
JungKook arqueó las cejas, encantado, con una sonrisa resplandeciente.
—¿Quieres entrar? —propuso JungKook, apretando los labios con las comisuras elevadas.
Los ojos de TaeHyung chispearon fuego.
—¿Tú quieres? —preguntó de vuelta, con voz ronca.
—Sí quiero —afirmó JungKook, mordiendo su labio inferior apenas.
Seguidamente, JungKook se soltó del agarre y dio dos pasos hacia atrás con la misma sonrisa y se dio la vuelta. Comenzó a desvestirse; lo primero que se quitó fue la capa del alfa, la cual acabó en el suelo a su lado.
TaeHyung no podía apartarle la mirada, incrédulo al pensar que ayer no tenía nada y ahora su esposo estaba dispuesto a hacer eso con él. Se sentía en el mismísimo paraíso, viendo como JungKook se quitaba la camisa y botas y después pasaba a su pantalón. La última prenda cayó al suelo y TaeHyung no pudo despegar los ojos de ese lugar que extrañó y le hacía desearlo cada vez.
JungKook no le dirigió la mirada a la hora de adentrarse en el agua, TaeHyung sabía que fue porque era penoso. El omega se adentró lo suficiente y se sumergió para mojar su cabellera. Cuando salió a la superficie, fue para observarlo fijamente, a la espera.
Fue entonces el turno de TaeHyung de desvestirse, y fue listo al girarse de medio lado para que el omega tuviera a la vista todo mientras se deshacía de prenda por prenda hasta quedar totalmente desnudo.
Se adentró al agua y caminó hasta quedar justo frente a JungKook. Sus manos fueron directamente hacia las de JungKook y lo guio hasta que ambos estuvieron bajo el agua de la cascada, empapándose sin apartarse la mirada. Las palabras resultaron ser innecesarias, pues el tacto reemplazó cualquier demostración de adoración. Como las caricias que JungKook dejó en el rostro de TaeHyung o las manos de TaeHyung que sostuvieron su cintura por debajo del agua, haciéndolo estremecer con cada caricia porque sus anillos se encontraban fríos.
Ambos disfrutaron de la compañía íntima, sintiéndose cómodos a pesar de estar expuestos al otro. Como siempre debió ser. Purificaron todo el peso de sus hombros en aquellas aguas, en aquellas caricias; todo lo malo que había pasado se deshizo en ese cuerpo de agua.
TaeHyung besó su frente y JungKook lo abrazó de vuelta, apegando su mejilla en el pecho. Abrazó al alfa, sintiéndose seguro porque TaeHyung era su lugar feliz. Colocó sus manos en la espalda ajena con el fin de estrechar más el contacto, pero a sus manos llegó la textura de cicatrices medianas y grandes en su piel. TaeHyung se tensó al sentir sus dedos ahí, pero JungKook no apartó las manos y, en cambio, mimó cada una de ellas. Sobó su dolor que, si bien ya no era físico, estaba arraigado a su corazón.
Era tanto lo que se decían con aquello; se decían que entendían, que estaban ahí, el uno para el otro. Era como decirse que, a pesar de todo lo ocurrido, eso que amagó destruir todo su amor, no había logrado su objetivo porque seguían amándose como el primer día —incluso más sinceramente—, y se apoyaban. Los dos estaban poniendo de su parte para reparar lo que pudieran.
TaeHyung lo besó porque no halló forma de decirle lo querido que se sintió con esa acción. JungKook correspondió instantemente, colocándole las manos en los hombros en lo que TaeHyung tomaba su nuca y acariciaba el nacimiento de su cabello.
El beso subió de intensidad al paso del tiempo, consiguiendo un JungKook jadeante apegado al cuerpo ajeno, profundizando y acelerando el movimiento de sus labios.
Pero TaeHyung pareció ser el único que se dio cuenta a donde evolucionaba el encuentro, así que decidió separarse del beso en un chasquido para observar a su esposo —quien estaba totalmente rojo— en lo que volvía a sostenerle la cintura.
—¿Qué deseas hacer? —preguntó TaeHyung, respirando algo agitado.
—Solo quiero estar contigo —respondió JungKook, acunando su nuca—. Quiero estar lo más cerca posible de ti —susurró, apegando sus frentes—. Mi mente ya no se interpone entre nosotros; estoy dispuesto a abrirme contigo una vez más.
TaeHyung no titubeó en acatar el pedido apenas el omega terminó de modular, atrapando sus labios con los suyos por unos segundos más antes de tomarlo de los muslos y alzarlo. JungKook enroscó sus piernas en la cadera ajena, remojando sus labios cuando TaeHyung lo sacó del agua y lo llevó de vuelta a la cueva de la cascada. Fue recostado con cuidado sobre las prendas desordenadas en el piso y recibió el cuerpo del alfa sobre el suyo, entre sus piernas.
Sus ojos, conectados hasta el momento, se apreciaron con anhelado e intensidad. La mente de TaeHyung estaba extasiada, pensando que por fin lo tenía de esa forma; JungKook, por otro lado, no podía sentirse más amado, querido y valorado que en ese instante, con los ojos zarcos de su marido apreciándolo como si fuera la más fina de las gemas preciosas.
TaeHyung comenzó a dejar besos en su rostro: en la frente, en los párpados, en las mejillas, en la nariz y en la barbilla. Se detuvo frente a su comisura, donde dejó un beso más húmedo y después acaparó sus labios con un beso inmóvil en el que JungKook se derritió.
El alfa amagó separarse del contacto con intenciones de continuar sus besos en otros lados de su cuerpo, pero JungKook frunció el ceño apenas despegó sus labios y, con ganas de más, inmiscuyó sus manos en el cabello caramelo de su alfa y lo atrajo para que le diera un beso más contundente. TaeHyung lo hizo, siendo capaz de hacer lo que sea para complacerlo. Mordió su labio una vez el aire escaseó, sacándole un gemido a su omega.
—Te haré sentir bien —murmuró TaeHyung sobre sus labios con voz ronca, empapándole la mejilla cuando dejó un beso ahí—. Voy a tocarte —avisó, buscando su mirada.
JungKook jadeó y asintió con premura, deseando que las manos de su esposo toquetearan cada filón de su cuerpo ansioso. Por eso fue la gloria cuando TaeHyung exploró su cintura, cadera, vientre y muslos como si fuera la primera vez, con el mismo anhelo, con la misma sed.
Hasta que llegó esa zona.
JungKook entreabrió sus labios y contrajo su vientre apenas los dedos de su esposo rozaron en su parte íntima, iniciando con un movimiento constante que lo hizo estremecerse a cada segundo.
—Mi precioso esposo —susurró candentemente cerca de sus labios—. Mi hermoso omega...
JungKook gimoteó sin aire, sin poder pensar en nada más que su esposo. Su esposo sobre él, su esposo tocándolo, su esposo respirando cerca de su dermis. Su esposo, su esposo, su esposo.
Los besos recorrieron desde su mejilla hasta su oreja, donde TaeHyung se aventuró a mordisquear su lóbulo sensible y después bajó hasta el cuello, donde se ensañó. JungKook tuvo que sostenerse de los hombros ajenos con desesperación porque la sensación de su esposo besando, lamiendo y mordisqueando inofensivamente la cicatriz de su marca era muy placentero. Arqueó su espalda; al parecer, su marca se había convertido en una de sus partes más sensibles y erógenas de su cuerpo.
TaeHyung siguió bajando y bajando. Jugueteó sin recato con sus pezones, mordisqueó la piel de su vientre y besó sus muslos. JungKook estaba volando alto, y se desorbitó totalmente cuando TaeHyung se detuvo con la boca en ese lugar.
Arqueó su espalda, dejando ir un gemido mudo. Se sostuvo de las prendas del suelo como pudo porque, Dioses, se sentía muy bien; su esposo era increíblemente bueno con su lengua.
—TaeHyung...
Gimió a libertad y a gusto, no reprimió cada exteriorización del placer pleno que su esposo le estaba regalando. Arrastró sus manos hasta su propio torso, donde él mismo dejó caricias sobreestimulantes mientras su esposo hacía eso con su lengua. Cedió su cordura trozo por trozo, dejando sus ojos llorosos clavados en el techo de la cueva, cada vez más cerca.
Un parpadeo después, TaeHyung había dejado de hacer lo que estaba haciendo para volver a colocarse sobre él y apropiarse de su boca con vehemencia. Lo que antes hacía la lengua del alfa, fue reemplazado por sus dedos, que acariciaron y presionaron hasta que su cuerpo excitado les cedió el paso. JungKook se sostuvo de sus hombros y dejó salir un gemido que fue tragado en medio del beso.
TaeHyung mordisqueó sus labios una vez más y fue hacia su oreja, la cual besó para humedecerla y después le susurró:
—Eres perfecto, amor mío, cada parte de ti.
JungKook balbuceó, queriendo decirle que también era perfecto a sus ojos, pero no pudo formular una oración coherente porque TaeHyung estaba moviendo sus dedos con mucha firmeza ahí abajo.
La desesperación vino de la mano con el regocijo, tan fuerte que finalmente se halló explotando en mil sensaciones diferentes. Fue rápido en dejarse ir, pues había pasado demasiado tiempo desde la última vez que hicieron algo como eso.
Se calmó poco a poco, con los ojos cerrados y el pecho subiendo y bajando. TaeHyung sacó sus dedos y se recostó a su lado, dándole algo de espacio antes de pensar en continuar con algo más.
Pero cuando amagó acariciar su cintura desnuda, JungKook se tapó el rostro y su respiración se disparó. Eso ocasionó que TaeHyung frunciera el ceño y se levantara con su codo para ver qué le ocurría.
—¿JungKook?
—Tenemos que volver —balbuceó JungKook.
TaeHyung arqueó las cejas, confundido.
—¿Qué?
El omega negó repetidas veces y se sentó como bien pudo, empezando a buscar su atuendo con la respiración atascada. TaeHyung lo vio colocarse la camisa con torpeza y no le quedó más opción que vestirse con sus pantalones en silencio.
—Tenemos que volver —repitió JungKook, con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué sucedió? —inquirió preocupado, pero JungKook se levantó.
TaeHyung lo imitó, terminando de colocarse su camisa. JungKook, ansioso, dejó escapar un sollozo bajo, caminando con intenciones de irse lo más pronto posible, pero TaeHyung fue más rápido y lo detuvo antes que pudiera, tomándolo de los brazos para que lo mirase.
—JungKook, ¿qué pasó? —preguntó, mas solo obtuvo el rostro compungido, los ojos llorosos y la respiración apresurada del omega—. Respira con calma.
—No me merezco nada de esto —dijo con dolor.
—¿Por qué dices eso?
—No merezco sentirme bien, no después de lo que hice —sollozó—. No merezco que me cuides, no merezco estar aquí —hipó, soltándose del agarre—. Lo siento tanto, tengo que volver.
—JungKook...
Lo vio salir apresuradamente de la cueva, mas no perdió tiempo y tomó del suelo las pocas prendas que quedaban y las botas de ambos, yendo tras él.
Horas más tarde, con la noche saludándole desde la ventana, JungKook estaba sentado en su cama, vistiendo con una de sus batas de dormir, con las rodillas en el pecho y el cabello suelto.
Exhaló, acongojado por la reacción que tuvo hace horas. Actuó de esa forma por el miedo que de pronto lo asfixió y la inseguridad que intentó derrumbarlo. Y es que JungKook seguía pensando que no merecía nada bueno porque estaba dañado, porque era impuro. Se martirizaba pensando que su cuerpo estaba manchado por manos de monstruos y su cabeza por las palabras del peor de todos. Estaba descompuesto y su corazón magullado por la pérdida.
Tragó en nudo de su garganta, creyendo firmemente que, si su bebé estuviera ahí, estaría más que feliz, pero la realidad era otra y se sentía tremendamente culpable por haberse sentido tan bien hace rato, junto a su esposo. No podía estar bien sabiendo que su bebé se había ido, una parte de él se negaba.
Se tapó el rostro, agobiado y frustrado porque ahí estaba de nuevo, encerrado entre las paredes heladas de su habitación, solo. Todo lo que no quería.
El cuerpo de JungKook casi se sobresaltó cuando escuchó la puerta que daba con la habitación de su marido. Levantó la cabeza, apoyando la barbilla sobre sus rodillas frías. La puerta se abrió con lentitud, dejando ver al alfa, quien cerró tras entrar. JungKook volvió a esconder el rostro entre sus piernas.
Notó como TaeHyung se acercó y se sentó frente a él, a sus pies.
—JungKook, amor mío —llamó y JungKook arrugó el rostro, sin entender como TaeHyung podía seguir tratándolo con esa dulzura después de lo que pasó.
Lo miró, el alfa le sonreía de lado.
—Preferiría estar solo... —susurró JungKook, a lo que TaeHyung asintió.
—Entiendo, mi JungKook.
El omega ladeó la cabeza, confundido para sus adentros porque, según él, TaeHyung debería estar diciéndole algo sobre lo que pasó, reclamándole por haberlo dejado de esa manera, pero el alfa no estaba haciendo más que sonreírle con suavidad.
—TaeHyung, lo siento tanto... —exteriorizó con congoja.
TaeHyung colocó la palma sobre su rodilla.
—No debes sentirte mal por nada, amor mío —le dijo, ocasionando que JungKook arqueara las cejas porque él ya había enumerado las razones por las que no debía sentirse bien—. Tengo algo para ti.
JungKook observó con atención cuando TaeHyung sacó la mano que tenía detrás del cuerpo —cosa de la que el omega no se percató cuando lo vio entrar—, y cuando identificó lo que tenía ahí, casi sollozó.
Era el cofre de hierro y nogal que su padre le había obsequiado y que TaeHyung había roto hace meses.
Y estaba totalmente reparada.
Conmocionado y con las cejas arqueadas, JungKook la tomó entre sus manos con suma delicadeza. Levantó la mirada cristalizada hacia su esposo, quien lo observaba con ojos pintados de arrepentimiento.
—Lo arreglé hace un tiempo —le comentó en lo que veía al omega acariciar el tallado del cofre—. Puedes abrirlo.
JungKook despegó sus ojos grandes de su alfa y volvió al cofre. Lo abrió con lentitud y, al ver lo que guardaba su interior, sus ojos se cristalizaron furiosamente. Dentro reposaba su collar con la llave y su broche de príncipe con cada una de mas gemas en su lugar, reparado.
—TaeHyung —musitó gangosamente y suspiró, costándole despegar la mirada.
TaeHyung acunó su mejilla cuando los ojos aguados y violetas de su esposo lo observaron con congoja.
—Quiero que sepas lo dispuesto que estoy a amarte todos los días de mi vida —declaró TaeHyung—. Te amé siendo extraños y te amo siendo esposos. Lamento mucho haber roto el cofre y el broche; por eso también quiero que sepas que, así como logré repararlos para ti, quiero reparar nuestro amor y alegrar tu corazón herido —moduló con adoración—. ¿Me permites?
JungKook apenas podía respirar de la admiración, con las lágrimas a punto de resbalarse por sus mejillas.
—Este cofre fue un obsequio de mi padre al igual que mi broche. —Arrugó las cejas, doliéndole el recuerdo de su amado padre—. Gracias por repararlo —susurró, dejando ir las lágrimas.
TaeHyung se arrastró más cerca y le secó las lágrimas con sus pulgares.
—Tus lágrimas son como un puñal en mi pecho —le dijo. Esas mismas palabras que le había dicho hace tiempo, cuando eran felices, cuando se amaban con locura y sin restricciones, cuando le propuso ser su esposo, su omega y su consorte; esa caótica noche donde decidieron atar sus vidas—. Tu presencia es el color de mi vida, amor mío.
JungKook sollozó de conmoción, con una presión grande en su pecho. Su lado más instintivo le repetía sin cansancio que no iba a recibir una muestra de amor más grande que la que recibía de TaeHyung. Esa parte le decía que ese alfa de cabellera de oro era el amor de su vida.
¿Y quién era él para contradecir eso?
TaeHyung se levantó de la cama, le dio un beso prolongado en la frente y se giró con el fin de darle aquella privacidad que le pidió, pero JungKook negó sin ser visto y dejó el cofre a un lado, levantándose con el corazón en la mano para detenerlo, tomándole del brazo. El alfa se giró, con las cejas alzadas en extrañeza. JungKook se sostuvo de la camisa del alfa con sus dos puños, alzando la mirada para conectar sus ojos.
—No te vayas —suplicó con voz átona; tragó grueso—. Te amo intensamente —dijo con desesperación porque necesitaba decirlo, necesitaba sacarlo de su sistema y devolverle el sentimiento tan hermoso que estaba experimentando—. Te amo tanto, tanto.
—Si te causo algún tipo de infelicidad, jamás me lo perdonaría —susurró TaeHyung, tomándolo de la cintura.
JungKook colocó sus manos sobre los brazos ajenos y negó con fervor.
—Mis últimos momentos más felices han sido contigo —manifestó él, tomando aire antes de continuar—, y quiero que mis futuros momentos más felices sean contigo también.
Porque JungKook estaba dispuesto a luchar contra sus demonios y ganar. Iba a intentar, iba a intentar ser feliz.
TaeHyung arqueó las cejas. ¿Eso era una aceptación? ¿JungKook quería seguir casado con él a pesar de todo? ¿Era un sueño?
Obtuvo su respuesta cuando JungKook se empinó para besarlo con todo el amor y la pasión que poseía. TaeHyung se enredó con su boca, entregándole cada parte de sí. Bajó sus manos hasta dejarlas sobre los glúteos de su esposo, haciéndolo jadear y retorcerse contra su cuerpo.
El omega no supo en que momento pasó, pero ahora se encontraba contra una de las paredes de la habitación, con su esposo explorando cada parte de su cuerpo y consumiendo sus labios hinchados. JungKook gimió, jadeando con la boca entreabierta cuando TaeHyung soltó sus labios y besó húmedamente sus mejillas y su mandíbula.
JungKook le sostuvo el rostro con ambas manos.
—No seas suave —le pidió entre jadeos y no tuvo miedo de pedir algo así, porque estaba seguro que, aun así, TaeHyung jamás sería capaz de lastimarlo de esa manera. Además, sus ansias le hacían desear que fuera brusco con él, que lo hiciera delirar.
TaeHyung lo complació sin problemas, rompiéndole la bata de un movimiento. Lo giró y se apegó totalmente a él, ocasionando que las manos de JungKook acabaran en la pared al igual que su mejilla. JungKook remojó sus labios al sentir la respiración de su esposo recorrer desde su coronilla hasta su nuca y, en un instante, TaeHyung le arrebató la bata, dejándolo totalmente desnudo.
—¿Estás seguro?
JungKook gimió ante la voz gruesa de su esposo contra su oído, asintiendo sin pensarlo más.
Entonces, TaeHyung volvió a girarlo y dejó de acorralarlo para empezar a desvestirse, mirando a JungKook con los ojos encendidos. JungKook no pudo dejar de ver su pantalón y, queriendo tocar, se acercó y lo ayudó a desatarlo. TaeHyung dejó que JungKook se lo quitara y que explorara donde quisiera; rio guturalmente cuando JungKook colocó sus manos en sus glúteos y apretó con ligereza.
TaeHyung le sostuvo el rostro y volvió a apoderarse de sus dulces labios, empujándolo hasta estamparlo de vuelta contra la pared, donde rápidamente le tomó los muslos y lo levantó. JungKook le quitó la camisa con desespero y, cuando estuvieron los dos completamente desnudos, volvieron a besarse con devoción y lujuria, toqueteándose por todos lados.
Con el aire de la noche, se anunciaba un nuevo desvelo, pues la necesidad de saciar las ganas que tenían de volver a sentirse tan íntimamente era tan poderosas como su amor. Los dos estaban aceptando entregarse el uno al otro en toda su deslumbrante expresión; estaban dejando sus miedos e inseguridades en el pasado para abrirle paso a la más pura de las pasiones y la más ardiente de las lujurias.
Por eso no hizo falta mucha preparación cuando TaeHyung se acomodó en dirección a él. Sus cuerpos se unieron como amalgamas, desatando gemidos altos que fueron en aumento porque la necesidad era tanta que no quisieron esperar un segundo más.
Eran cómplices en el acto libidinoso de su adoración, disfrutando del efecto conocido y anhelado del placer, con una fuerza tal que se asemejaba a la velocidad de sus latidos o a un mar tempestuoso. Se disociaron del mundo, del pasado y del futuro, y solo vivieron el momento, amándose hasta que sus cuerpos no dieron para más.
Anhelando que el tiempo se congelara en ese mágico momento.
Nota:
FELIZ SÁBADO TAEKOOK
Primero que nada, ¿vieron el PRECIOSO fanart que nos hizo la preciosa innightmode en Instagram? Lo amo muchísimo, vayan a verlo. (Dejaré el link en los comentarios de este párrafo).
Ahora, CHILLEMOS PORQUE FINALMENTE HUBO ACTUALIZACIÓN. Deos, tardamos una eternidad, sorry por eso. Es que Bel y yo hemos estado muy muy ocupadas y no hemos podido dedicarnos a hablar de nuevos capítulos con la misma facilidad que antes, ella por la uni y yo porque estoy a días de terminar mi diplomado. (POR CIERTO, EL 24 ME TOCA DEFENDER EL TRABAJO FINAL, DESÉENME SUERTEEE). No sé cuando podamos volver a actualizar, espero que en poco tiempo.
Muchas gracias por esperar y leer, tengan un divino inicio de semana mañana lunes, besotes en sus nalgas, como siempre ajfdnk.
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