LXIII: Intimidad
JungKook se observaba a sí mismo a través del espejo de su habitación. Estaba por terminar de peinar su cabello largo que ya le llegaba hasta los hombros.
Dos meses habían pasado. Su rostro estaba curado al igual que la mayor parte de su cuerpo. Los malestares del aborto y el sangrado que este ocasionó también se detuvieron hace bastante; lo único que no había terminado de sanar era el lazo roto en su cuello, razón por la cual ese día optó por vestir una camisa fina de cuello alto, color uva.
Una capa liviana descansaba sobre sus hombros cuando se recogió el cabello en una coleta alta. Se inclinó para colocarse un par de aretes de oro y, una vez listo, volvió a enderezarse, observando su torso para asegurarse que todas sus prendas estaban en el lugar adecuado. Seguía delgado, pudo verlo, pero al menos ya no se veía enfermo.
Salió de su habitación y bajó las escaleras hasta dar con los pasillos del castillo. La postura que tenía era diferente a la de hace unos meses, ahora su cabeza no estaba gacha, se mantenía erguido y su rostro ya no era tan expresivo como antes. No había sonreído desde hace ya tiempo; sonreído de verdad, con esa aura risueña que antes lo caracterizaba.
Ya no saludaba a la servidumbre, a los guardias o a la nobleza. Las personas reverenciaban ante su presencia y JungKook todavía lo consideraba extraño, pero se acostumbraría.
Un carruaje lo estaba esperando cuando llegó a la salida. Escuchó como uno de los guardias le informaba lo obvio, pero JungKook no respondió siquiera y, sin pensar de más, entró al vehículo una vez le abrieron la puerta.
Dentro, se topó con EunWoo, quien lo esperaba sentado en uno de los extremos del carruaje, con el cabello fuera de su frente y una capa grande en sus hombros. JungKook se sentó frente a él y, cuando la puerta estuvo cerrada, EunWoo le sonrió ligeramente.
—Buenos días —saludó el alfa, mas solo recibió la mirada del omega. EunWoo suspiró—. Me emocionó leer tu carta —dijo, viendo a JungKook remojar sus labios—. Sabía que recibiría esa respuesta.
—Acabemos con esto pronto.
Ante la petición, EunWoo dio dos toques a la ventanilla que daba con los conductores y, a los instantes, el carruaje empezó a andar. Sus ojos oscuros volvieron a posarse en el omega, que miraba perdidamente por la ventana a su lado.
Podía estar curado en su mayoría, pero JungKook tenía un tremendo vacío en su interior, como si le faltase una parte de su alma. Desde que perdió a su hijo ya nada era igual, todo era de matices grises, tan irónico considerando que sus ojos eran los más coloridos de todos los reinos.
Aunque JungKook ya se encontrase de vuelta a Daegu, estaba ausente de la realidad. Ni siquiera su marido lo llenaba; nada era suficiente para sentirse bien y pleno. Y, a pesar de su flemática actitud, no le dejaron solo. Si no era Jackson, era el propio SeokJin que lo visitaba de vez en cuando para charlar un rato con él y despejarle la mente, eran pequeños instantes porque el omega mayor debía atender a sus bebés, pero JungKook los disfrutaba. Además, JungKook agradecía en demasía que SeokJin procurara no tocar el tema de sus hijos en su presencia por precaución a su sentir; se sentía muy bien tener su primer amigo omega, uno que incluso había movido las cuerdas para sacarlo de la pesadilla que vivió en Seúl.
Veía poco a TaeHyung, pues el alfa vivía en su ocupado papel de rey y, como no dormían juntos, su interacción se reducía a pequeñas conversaciones nocturnas donde no había mucha interacción de su parte, pues, si no se sentía cómodo consigo mismo, mucho menos para tener una conversación normal con su esposo.
Sin embargo, algo que rondaba constantemente por la mente de JungKook era su tío; apretó su puño de solo recordarlo; le dio muchas vueltas a las palabras que EunWoo le había dicho hace dos meses, debatiendo con lo que su moral dictaba como incorrecto, pero llegó a la conclusión de que lo que en realidad deseaba era justicia, o venganza, a JungKook no le importaba esa ligera línea de diferencia cuando se trataba de su tío. Quería que todo el mal se le devolviera con creces, que pagara por cada vida que tomó, por cada felicidad que robó y por la pureza que le ultrajó.
Por eso se encontraba ahí, con su mejor faceta de apatía, bajando del carruaje cuando llegaron a una gran fortaleza de piedra y suelo de adoquín, donde TaeHyung y EunWoo acordaron retener a Jeon JungHyuk. Había un montón de guardias, casi tantos como en el propio castillo real; en cada puerta, en cada esquina, todo perfectamente custodiado.
JungKook detuvo sus pasos en la entrada, con los puños apretados y la respiración un poco más pesada.
—No tengas miedo —le dijo EunWoo, a su lado—. Él se merece todo lo que va a sucederle.
El alfa le colocó la palma en la mitad de su espalda con intención de que avanzaran juntos, pero JungKook no se movió y, en cambio, lo miró.
—Estoy casado —recalcó él y EunWoo, mirándolo con disgusto, apartó su mano.
EunWoo le extendió el brazo para que avanzara y JungKook lo hizo. Atravesaron los pasillos, recibiendo reverencias y uno que otro saludo. La iluminación se volvía más y más baja con cada paso que daban, JungKook percibió un nudo en su garganta al parecerle tan similar al calabozo de Seúl, aunque, si debía ser sincero, el lugar donde estuvo cautivo era un poco más decente que donde se encontraban ahora.
Espantó esos pensamientos de su cabeza porque ahora el contexto era otro y él no estaba encerrado, su tío sí.
Cerca de su destino, JungKook se detuvo y miró a EunWoo por el rabillo de su ojo, quien, tácticamente, se detuvo también a su lado.
—No avances más —le pidió el omega.
—¿Seguro?
JungKook solo asintió. Lo siguiente que se escuchó fueron sus pasos y el tacón de sus suelas hasta detenerse frente a la celda en cuestión.
—Guardias, abran —ordenó y ellos hicieron caso—. Retírense.
JungKook entró una vez los guardias lo acataron y se detuvo una vez dio tres pasos. Sus ojos violetas se posaron en el centro de la celda, donde su tío estaba sentado, casi en cuclillas, con grilletes en sus manos y pies, inmovilizado. La cabeza se le caía hacia adelante y una gota de agua helada caía constantemente sobre su cabeza, despertándolo de un brinco cada vez.
Elevó las cejas por la impresión de verlo en esas condiciones. Se aproximó a paso lento, agachándose una vez pudiesen quedar cara a cara. Esperó pacientemente a que sus ojos conectaran, pues JungHyuk tardó en levantar la cabeza por la pesadez en todas sus extremidades.
La mirada de su tío estaba perdida, aunque lo enfocara, ambas tonalidades de violeta estando casi igual de apagadas, una por la derrota y la otra por haber sido mutilada trozo a trozo a lo largo de su vida. JungKook tuvo miedo en ese momento, quiso retroceder al no creerse capaz de mantenerle la mirada, pero se controló, manteniéndose firme al recordar que esos grilletes y cadenas evitaban que fuera dañado.
JungHyuk estiró una sonrisa ladina, pero exhausta.
—Mira nada más quien vino a visitarme... —murmuró el alfa, con voz ronca—: mi sobrino favorito.
—¿Quién es el indigno ahora? —dijo JungKook, ignorando sus palabras burlonas. Ladeó la cabeza—. ¿Aún tienes la voluntad de sonreír?
JungHyuk estiró su sonrisa al punto de resultar inquietante; toda su expresión estaba tensionada, delataba el enfado que tenía.
—Después de tenerlo todo, mírate —musitó JungKook, mirándolo con desprecio—. Ahora sabes lo que siente que te quiten todo.
—Noto a mi sobrino distinto —continuó JungHyuk, haciendo de oídos sordos a su sobrino—. ¿Tu esposo no te atiende como debería? —quiso burlarse.
JungKook apretó la mandíbula.
—Deberías preocuparte por tu futuro en lugar de pensar en mi por una vez, ¿no crees?
El alfa negó.
—Tú deberías estar en tu castillo y estás aquí, tu futuro es más preocupante.
JungKook exhaló, pensando que era increíble como su tío siempre lo torcía todo para hacerle parecer que él era el perdedor.
—Solo vine por una cosa.
Tras modular, JungKook lo tomó de la mandíbula justo como su tío hacía con él, tan fuerte que clavó sus uñas, con la rabia poco a poco emergiendo. JungHyuk se removió, apretando los dientes.
La situación era similar, pero distinta a la vez. Ahora JungKook era el fuerte, el más alto, el superior; y JungHyuk era el débil, el más bajo e inferior.
—Arrebataste la poca pureza que quedaba en mi —masculló JungKook y desenfundó una pequeña daga de su cintura—. ¿Cómo haré para recuperarla?
JungKook negó, con otro nudo en la garganta porque ya nada sería como lo era antes, y se odiaba, se odiaba más que el día anterior.
JungHyuk se aguantó la risa al ver su estado.
—Volveré para asesinarte, pero, en lo que regreso...
Clavó parte de la daga en un costado de JungHyuk, una puñalada pequeña y poco profunda, lo suficiente para ardiera y sangrara. Soltó el rostro del alfa, viéndolo quejarse con la mandíbula apretada.
—Veamos cuánto duras con una herida sin tratar.
Se levantó en su lugar, llevando su mirada seria a la mano ensangrentada que sostenía el cuchillo.
—Cuando regrese, no será para conversar.
—No sé qué hacer con él, Jin...
El alfa exhaló, estando recostado con un brazo en la chimenea del salón de su primo, quien lo observaba desde el sofá.
—¿Está muy mal?
—¿Mal? Ni siquiera me dirige la palabra —dijo TaeHyung, girándose hacia SeokJin—. A mí, que soy su esposo —recalcó, apretando la mandíbula y los puños de repente—. En cambio, mantiene charlas con ese alfa.
SeokJin alzó una ceja.
—¿Hablas de Jackson?
TaeHyung miró a su primo de mala gana.
—Sí —contestó con sequedad, haciendo a SeokJin suspirar.
—Son amigos desde cachorros, no tienes razón para ponerse así.
—Yo soy su esposo —señaló, entre dientes.
—Eres su esposo y aun así le hiciste daño.
El alfa desvió la mirada, molesto y con el cuerpo tensionado.
—Deja de preocuparte por Jackson, él lo conoce mejor que nosotros y JungKook merece tener un amigo —le dijo, pero, al ver como su primo continuaba enfadado, apretó los labios—. JungKook te eligió a ti, no a Jackson, no a alguien más, nunca olvides ese detalle.
TaeHyung resopló para bajar los humos de su cabeza y se pasó una mano por el rostro. SeokJin, por su parte, se removió algo incómodo por el tema de conversación que sacaría a colación, algo privado. Remojó sus labios.
—¿Cómo está el entorno marital?
El rey ladeó la cabeza, confundido.
—¿Entorno? —inquirió al no saber a qué se refería.
—Me refiero a la intimidad, TaeHyung.
—No tengo por qué contarte esas cosas —respondió, ceñudo.
—No hay, ¿cierto? —dedujo el omega, con una ceja alzada.
TaeHyung desvió la mirada, incómodo.
—Cuando hablo de intimidad, me refiero a tener algún contacto que vaya más allá de preguntarle cómo se siente —aclaró y vio a su primo mostrarse interesado, sentándose en la silla frente a él—. Quizás JungKook necesita más de ti.
TaeHyung respiró profundo, pensando seriamente qué hacer porque estaba completamente perdido. No sabía cómo lograr que su esposo se sintiese bien porque TaeHyung, definitivamente, no podía sentirse bien viendo a su esposo tan triste, no se permitía estar bien. Y ha ejecutado su rol de rey a la perfección, pero como esposo no lo sentía de esa forma y eso le frustraba demasiado.
SeokJin chasqueo la lengua.
—Vayan al Castillo del Este —propuso el omega—. A JungKook le gusta ese palacio, vayan allá y pasen una temporada juntos... Eso seguramente los acercará más.
TaeHyung se pasó una mano por la barbilla.
—¿Eso crees?
SeokJin asintió.
—Aléjalo un poco de este lugar y haz que se distraiga, lo necesita.
TaeHyung inhalo y asintió.
—Lo haré.
HoSeok y JiMin caminaban sobre la grama junto a un lago que pertenecía al terreno de su ducado. JiMin abrazaba el brazo que su esposo le extendía, siendo golpeado por la brisa ligera y el sol agradable del lugar; un auténtico paraíso natural, sano y reverdeciente. No podía negar que su hermano TaeHyung les entregó uno de los mejores ducados del reino.
—Nunca habíamos venido a esta parte del ducado desde que nos casamos —comentó HoSeok, enfocando hacia JiMin, quien observaban las plantas a su alrededor con el rostro serio, como siempre.
—Teníamos más cosas en la capital.
HoSeok asintió, pero no dijo nada más porque era más que obvio que el omega no quería hablar. Sus ojos fueron a parar al vientre de su esposo, donde se asomaba un pequeño bulto en crecimiento, cosa que lo hacía sentir ciertamente incómodo. Primero, porque iba a hacerse responsable de un hijo que no era suyo; segundo, era triste porque YoonGi jamás vería crecer al hijo que siempre quiso. En cambio, él, HoSeok, jamás pidió tener hijos.
Después de tantos intentos, JiMin había logrado concebir y por primera vez el embarazo había transcurrido tanto tiempo sin altercado alguno. Justo en el momento más incorrecto.
Pues sabía bien que su esposo tampoco estaba seguro de querer al hijo porque perdió la esperanza de poder tener descendientes hace tanto tiempo...
Eso los martirizaba por meses, razón por la cual ahora se encontraban ahí por obra de HoSeok, quien decidió que era bueno dar un paseo junto a JiMin para que despejara un poco su mente turbulenta.
—Extraño la capital... —murmuró JiMin.
—¿Quieres regresar?
Las cosas en su matrimonio habían cambiado también, JiMin siempre tan distante y apagado por su luto ya no era el omega dispuesto a enfrentarse a todos y ahora que estaba en espera, mucho menos. HoSeok intentaba, pero no había resultados.
Y, aunque se quedara a su lado y le hiciera saber que estaba para lo que sea, no era suficiente. Para ninguno de los dos.
Porque HoSeok también pasaba por un luto silencioso. YoonGi fue más que un amigo para él, era su familia, era un hermano de corazón, pues ambos se conocieron cuando eran unos niños, ambos huérfanos y desahuciados. Sobrevivieron el uno junto al otro desde entonces, hasta que fueron acogidos por el castillo y los formaron para ser parte del ejército real.
—Quiero que nazca en la capital, en el castillo de mi hermano —dijo JiMin, también queriéndolo así porque él había nacido bajo ese mismo techo.
HoSeok asintió, dispuesto a complacerlo.
La pareja se detuvo frente al lago y observaron su belleza durante un buen rato. Sin embargo, para JiMin fue inevitable que sus ojos volvieran a cristalizarse y tuviera que bajar la cabeza para ocultar su llanto. HoSeok lo abrazó contra su pecho apenas se percató y el omega se dejó, cerrando los ojos fuerza y recibiendo el aliento de su esposo contra su cabellera rubia cuando este le susurró:
—Nunca estarás solo.
JiMin se aferró a eso, no estando muy seguro de la veracidad de la afirmación porque estuvo solo toda su vida, de una u otra forma.
Pocos minutos después de la caída del sol, TaeHyung terminó unos cuantos trámites que realizó con premura para liberarse lo más pronto posible. Pronto se halló subiendo los últimos escalones que daban hacia los aposentos reales, donde sabía que estaría su esposo.
Tocó la puerta, pero no hubo respuesta.
Abrió con cautela, distinguiendo la silueta sentada de su esposo en el alféizar de la ventana cerrada de la habitación, encorvado y abrazándose el vientre.
—¿JungKook?
El omega quitó la mirada del exterior y giró para verlo a través de esos hermosos ojos claros. TaeHyung tomó eso como un permiso y cerró la puerta tras de sí, acercándose apenas unos pocos pasos a él.
JungKook bajó la mirada.
—Llegaste más temprano —murmuró el omega con voz gangosa.
TaeHyung asintió casi imperceptiblemente, acercándose más. A esa distancia pudo comprobar sus sospechas: los ojos del omega estaban hinchados y enrojecidos al igual que su nariz y mejillas, dejando en claro que había sido víctima del llanto hace poco.
De hecho, pasados los segundos, fue testigo de cómo el llanto silencioso del omega volvía a dar rienda suelta.
TaeHyung se apoyó en la pared junto a él, queriendo darle un poco de espacio para no abrumarlo.
—Escuché que saliste —comentó, con intención de distraerlo un poco.
JungKook pestañeó varias veces con la vista en la ventana para espantar las lágrimas y asintió un poco, secándose una mejilla con los dedos.
—Fui a ver a mi tío.
TaeHyung despegó su espalda de la pared, ceñudo.
—¿Por qué fuiste a verlo? —preguntó, quizás mostrándose un poco más rudo de lo que quería porque JungKook lo miró con ojos lastimeros, cosa que le hizo suavizar la mirada—. No tienes por qué verlo, no debes verlo.
JungKook se abrazó.
—EunWoo me dijo que solo yo podía hacerlo sufrir y-
—¿Fuiste con él sin decirme? —interrumpió TaeHyung, molestándose un poco.
JungKook suspiró.
—... y estoy de acuerdo con él —completó la frase que el alfa no le dejo terminar.
TaeHyung se rascó la nuca, claramente celoso.
—No deberías hacerle caso a ese alfa, ni siquiera deberías hablar con él... —Se acercó al omega—. ¿No te das cuenta que él está enamorado de ti? Desea a un omega casado, JungKook.
JungKook no hizo ningún gesto o mueca que demostrara lo que estaba pensando, y aquello disgustó a TaeHyung porque ya no podía leer sus expresiones como antes.
—Él ha hecho mucho por mí, ha demostrado que puedo confiar en él, TaeHyung —defendió JungKook—. Fue el único que me brindó ayuda, apoyo y compañía cuando estaba pasándola mal en Seúl.
TaeHyung frunció más el ceño porque sabía que era verdad, pero, Dioses, como le molestaba.
—Sé que él siente algo profundo por mí, lo sé desde hace muchos años e incluso sabiéndolo... —Volvió su vista a la ventana—, incluso sabiéndolo, me enamoré de ti. —Le tomó la mano a su esposo, suave y delicado—. Para mí no hay otro alfa, deja de ponerte así.
TaeHyung miró sus manos juntas.
—JungKook-
—Deja de pensar esas cosas, confía en el amor que aún queda.
TaeHyung hizo silencio por un momento, dejando una suave caricia con su pulgar en la mano del omega.
—¿Y si no soy suficiente para ti? —dijo TaeHyung y JungKook frunció el ceño—. Te estoy fallando, JungKook...
JungKook envolvió la mano grande del alfa con las suyas.
—Lo que nos ha pasado no ha sido cosa fácil, TaeHyung. Hemos sufrido, nos hemos equivocado... —Acarició el pómulo de su alfa, disculpándose silenciosamente por aquel golpe que alguna vez atentó contra su rostro—. Pero tú me has perdonado, ¿por qué yo no habría de hacer lo mismo contigo?
Intentó sonreírle a TaeHyung, pero fue una sonrisa que se borró al instante, logrando así que el corazón de TaeHyung se arrugara porque era la primera vez en todos esos meses que lo veía mostrarle algo más que aquella expresión monótona, pero fue tan efímero que se tornó más deprimente que la propia monotonía.
Quería borrar el pasado del omega, quería borrar todo lo malo, incluso el día que lo vio por primera vez. Todo con tal que otra sonrisa genuina volviera a iluminar su rostro y colorear sus facciones de tonos vivaces, juveniles y ruborosos.
—Ay, Koo... —susurró, acunándole una mejilla.
Apegó sus frentes, sin decir palabra, solo dándole aquella muestra de amor. Cerró los ojos, oliendo con anhelo el aroma de JungKook, que todavía no se manifestaba por completo.
TaeHyung tenía mucha culpa aglomerada en su corazón, le resultaba estresante ver como estaban las cosas. Ver así a su JungKook, el omega que era su mundo, su todo, tan deprimido era doloroso. Solo quería abrazarlo, besarlo y demostrarle cuanto lo amaba hasta que todo el mal desapareciera y pudiera ver de nuevo ese brillo en sus deíficos ojos amatistas y la manera en la que sus mejillas rellenas y suaves se estiraban al sonreírle.
Abrió los ojos pasado un rato, mas no dio señales de moverse. Simplemente observó el rostro de su esposo, quien tenía los ojos cerrados, con sus largas pestañas húmedas y algo de ojeras.
Sus ojos conectaron poco después, uno con su color zarco y el otro con su color cárdeno, y ambos suspiraron cuando sus labios volvieron a hallar un lugar junto a los ajenos. Un beso gustoso y suave, que intentaba hacer desaparecer la amarga realidad. Un beso después de dos meses y contando.
TaeHyung cortó el beso cuando una lágrima mojó la mano con la que aún acunaba el rostro de su esposo. Se la limpió con cuidado, arqueando las cejas al verlo de nuevo triste. El alfa se levantó y le tomó de una mano para hacer que también se levantara, viendo como el omega luchaba en contener su nuevo llanto.
Lo abrazó contra su pecho, envolviendo su cintura y espalda para que JungKook apoyase la mejilla en su pecho y las manos cayeran sobre sus brazos. Le acarició con suavidad, de la espalda hasta la cabeza, donde dejó su mano.
—JungKook...
—¿Mhm? —inquirió apenas, soltando un nuevo suspiro al aspirar el aroma reconfortante de su esposo.
—¿Te gustaría ir al Castillo del Este?
JungKook alzó su mirada, apoyando su barbilla en el pecho ajeno, pues no tenía intenciones de alejarse del abrazo. TaeHyung miró hacia abajo.
—¿Ambos? —preguntó JungKook en voz baja.
TaeHyung asintió, acariciándole la mejilla. JungKook cerró los ojos, dejándose acariciar porque últimamente necesitaba mucho afecto.
—No podría volver a dejarte solo jamás...
Con esa frase, el cuerpo de JungKook se relajó casi por completo y volvió a recostarse en el pecho de su marido, cerrando los ojos cuando fue recibido con un pequeño beso en el cabello.
—Está bien si es contigo —accedió JungKook en un susurro.
Y TaeHyung suspiró, deseando que el omega volviese a ser feliz.
Los dos se quedaron así durante un buen rato, disfrutando del afecto que no se habían dado en meses y, quizás, con la esperanza de mejorar latente.
Nota:
¡FELIZ MARTES TAEKOOK!
Luego de un milenio, aquí tienen otro cap de TR. Cortito pero necesario, a partir del siguiente empieza lo interesante <3
Buenas noches, besotes en las nalgas como compensación por hacerles esperar tanto.
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