LVII: Develación de verdades
Algunos mechones enrulados de cabello oscuro obstaculizaron su visión cuando se asomó a la que era su habitación, aun cuando el mayor porcentaje de su cabellera estaba recogida con una cinta.
Recargado en la manija de aquella puerta, inclinó su cuerpo hacia atrás para revisar a través de sus preciosos ojos violetas que no hubiera nadie en el pasillo. Cuando se aseguró de ello, decidió abrir un poco más para adentrarse, con los ojos grandes y atentos a cada detalle.
Toda su habitación seguía siendo de ese color púrpura claro y color crema; su tocador de madera, sus cortinas, sus edredones y sus alfombras seguían siendo las mismas; casi todo estaba igual a como él lo dejó.
Soltó la manija y cerró la puerta, girándose de nuevo a observarlo todo.
Se aproximó al que era su escritorio, poseía estantes en la misma pieza de madera que él usaba como su pequeña biblioteca personal, donde aún seguía sus libros, tanto de medicina como de romance. Se tomó la libertad de hojearlos con melancolía.
Tomó cuatro de ellos; cuatro que aún le faltaban por leer.
Porque Gyuri podía haberle quitado su habitación, pero eso no significaba que era de ella. Esas cosas seguían siendo suyas, tenía todo el derecho de tomar algunos libros.
Exhaló, mirando su cama con los libros contra su pecho. Le gustaría volver a dormir ahí algún día, pues era uno de los lugares que no habían sido manchados por la sumisión a la que lo sometió su tío. Era un lugar inocente, tan cercano a su infancia; le traía buenos recuerdos.
Su cuerpo se tensó en alerta cuando escuchó voces provenir del pasillo, pero tan pronto como se aproximaron, se fueron. JungKook supo que eran personas de la servidumbre, sin embargo, prefería irse y no ser encontrado husmeando.
Le dio una última mirada de añoranza a todo el lugar y salió, comenzando a trotar de vuelta a la habitación que compartía con EunWoo, no queriendo que alguien lo viera.
No obstante, al querer cruzar en una esquina, se detuvo al enfocar el pasillo siguiente.
Sus cejas se arrugaron, pues en ese pasillo se encontraban los aposentos de su hermana mayor. También había otros, pero acostumbraban estar vacíos.
JungKook miró a los lados, volviendo a verificar que estaba solo, y trotó en silencio hasta llegar a la habitación, sosteniendo firmemente los libros contra su pecho.
Se detuvo frente a la alta puerta de madera con nerviosismo, pero con más curiosidad que otra cosa. De cierta forma, quería revivir esos momentos en su memoria.
Tragó grueso y giró la manija.
Dentro, todo estaba terriblemente oscuro producto de las cortinas cerradas. Se tapó la nariz con su mano, porque pronto pudo sentir el golpe de polvo que era evidencia de que no habían limpiado desde hace mucho tiempo ya.
Ocultó sus próximos estornudos en su antebrazo, intentando no hacer mucho escándalo, y dejó los libros sobre la mesa más cercana. Fue casi a ciegas hasta las cortinas y las abrió, alejando su rostro para que el polvo no cayeran directo en él.
Aun así, tosió.
Con ya todo iluminado por la gratificante luz del Sol, JungKook se giró a observar esa habitación que, en el pasado, cuando era tan solo un niño, compartía con su hermana. Tras comenzar a ser prostituido, se aisló de todos y prefirió irse una habitación propia para tener privacidad.
Caminó hacia la cama con lentitud, viendo como el polvo la cubría.
La tristeza lo arribó tan pronto se preguntó: ¿cómo es que todo pudo desaparecer tan rápido? Esa parte de su vida lucía más lejana que nunca, tan lejos de su tacto que creía que podía desvanecerse en cualquier momento y no quería. Una parte de él solo quería volver y quedarse ahí para siempre, cuando todo era mejor y más alegre.
¿Así terminó todo? ¿De verdad JungHyuk era la única conexión presente que tenía con su pasado? ¿Ya no había algo que lo mantuviera sujeto a su padre o a su hermana desaparecida?
De una forma u otra, ya no tenía a su padre, ni a su hermana o a su madre, tampoco a TaeHyung. Todos los habían dejado.
Cerró los ojos con algo de fuerza, repitiéndose para sus adentros que dejara de pensar en esas cosas porque no era bueno para él.
Siguió su camino recorriendo hasta el otro extremo de la habitación, donde el tocador de su hermana estaba. Sobre él y a simple vista, aun había pertenencias de su hermana. Reconoció unos aretes de perlas, los recordaba, su hermana los usaba siempre. Consistía en un juego de aretes, collar, brazalete y la peineta que había encontrado en Daegu, todo de perlas.
Abrió las gavetas del mueble y no vio muchos accesorios. Le pareció extraño, porque su hermana siempre había sido muy ordenada con sus accesorios, también era raro que se hubiera llevado el collar, los brazaletes y la peineta, pero no los zarcillos.
Revisó en otros lugares del tocador y se dio cuenta su hermana se había llevado casi todas sus joyas, pero dejó algunas que su padre le regaló. ¿Por qué se iría sin llevarse los últimos regalos de su padre?
No vio ahí su broche de princesa, por lo que se alejó del tocador y caminó hacia el armario. Sabía que ella lo guardaba ahí. En el proceso, se topó con las cartas románticas de Jackson. Eran hermosas, él las leía a escondidas a veces, imaginándose deseosamente que existiera alguien que le escribiera cartas así de significativas.
¿Por qué su hermana no se las llevaría? Ella quería a Jackson, ¿por qué no se llevó las cartas?
Movió unas cuantas telas hasta que, en el fondo, encontró el broche.
Ella lo escondía ahí porque, cuando eran pequeños, JungKook quería robárselo porque era mucho más grandes y con muchas más gemas que el suyo por ser la mayor.
Lo acarició con el ceño fruncido. ¿Por qué lo dejaría si era un boleto seguro para muchas cosas allá afuera?
Ladeó la cabeza, pensativo.
Quizás huyó... No, cuando ella se fue no la vio apurada y las palabras que le compartió tampoco indicaban eso.
Apretó los labios.
—Qué extraño... —susurró para sí mismo.
Volvió a esconder el broche y se levantó. Cerró el armario, dándole una ojeada al resto de la habitación con las cejas fruncidas en busca de extrañezas, en busca de respuestas.
Seguía enfadado con MinYoung, el resentimiento seguía presente, pero las cosas que veía en esa habitación eran extrañas y la curiosidad de saber si ella estaba bien, también era una constante en su cabeza.
Caminó de espaldas, sorprendiéndose cuando casi tropieza con la alfombra. Pero más fue la sorpresa cuando, un segundo después, escuchó una voz inesperada.
—JungKook —saludó su prima Gyuri con un tono algo brusco y alto que sin duda lo hizo sobresaltar y girarse hacia donde ella se encontraba: en el marco de la puerta.
Gyuri entró en la habitación, sonriendo de una forma que JungKook no supo diferenciar si estaba nerviosa o molesta.
—Vi la puerta abierta, nadie entra aquí después de la huida de la princesa.
—¿Y hay algún problema con eso? —inquirió JungKook, casi ceñudo.
Ella mantuvo su sonrisa de labios cerrados, estática en su lugar.
—No, en lo absoluto, solo que, si mi padre te descubre aquí, puedes ocasionar problemas...
JungKook negó.
—Tengo prohibido salir del palacio; estoy dentro del palacio.
Gyuri hizo silencio, para luego cambiar el tema.
—Es mejor que salgas, hay mucho polvo —sugirió, tapándose la nariz con delicadeza.
Se adentró para empujarlo ligeramente por la espalda y JungKook avanzó, incómodo por eso.
—Este lugar está sucio. Además, puedes enfermarte —dijo ella—. Ven y sentémonos a tomar el té —insistió, logrando finalmente que JungKook saliera.
—No tengo ganas de tomar té —expresó él, alejándose un poco del tacto—. Prefiero ir a la habitación que comparto con el marqués.
Gyuri cerró la puerta tras ello y lo tomó del brazo.
—No seas así, JungKook, es descortés negar mi invitación. Será solo un momento.
JungKook suspiró.
—No puede ser mucho tiempo pues tengo que llegar a la habitación antes que el marqués vuelva de su reunión.
Y era cierto, pues EunWoo lo buscaría si no estaba y lo que menos quería era llamar la atención. Además, por mucho que no tuviera prohibido salir de los aposentos, realmente prefería que el rey Jeon no se enterara de ello. Especialmente después del blanco que su tío había puesto en su espalda tras el sorpresivo escape de su esposo.
Gyuri continuó sonriendo al punto de rozar lo tétrico. Una sonrisa que JungKook no correspondió porque esa omega era muy paradójica e impredecible.
Al rato, estuvieron llegando al pequeño comedor de la otra vez. Ambos se sentaron y ella sirvió dos tazas de té.
—¿Leche? —preguntó ella, expectante, y JungKook asintió apenas. Gyuri acató y le entregó la taza—. Vamos, bebe un poco.
Esta vez, JungKook no puso peros porque la bebida parecía estar a la temperatura perfecta, así que bebió. No le dio un sorbo, sino dos, pues estaba realmente dulce y le gustó, aunque sintió un ligero amargor que pasó por alto, suponiendo que era a causa de que a su prima le gustaba que el sabor del té predominara sobre la leche.
Tras ello, dejó la taza a la mitad en su lugar y tomó una galleta para disfrutarla.
Gyuri le sonrió en grande.
—Gracias por acompañarme —musitó ella, dejando también su taza—. Desde que regresé al palacio, como en soledad y es ciertamente deprimente. Se siente bien compartir la cena con alguien...
JungKook pudo empatizar enseguida, asintiendo.
—Sé lo que se siente... —enunció él—. Solía comer en compañía con mi padre, pero cuando falleció, empecé a comer solo. Es un sentimiento muy desolador...
Gyuri cubrió la mano ajena con la propia, incomodando a JungKook al instante.
—Ya no comeremos solos. —Sonrió ella.
JungKook correspondió forzosamente esa sonrisa, mas apartó la mano pronto pudo, tomando otra galleta para no hacer tan notorias las ganas de romper el contacto. Aun así, Gyuri lo notó, pero solo se le quedó viendo con una sonrisa y, posteriormente, arrastró su mano fuera de la mesa, suspirando sonoramente.
—¿Y qué hacías en los aposentos de la princesa?
Al omega le pareció intrusiva esa pregunta. Sin embargo, se la contestó.
—Estaba rememorando —dijo—. Cuando era niño, esa también solía ser mi habitación.
Gyuri mostró una expresión
—Es una lástima que ella se hubiera ido y no volviera... —musitó ella, tomando una galleta con una expresión que lo último que denotaba era pena.
JungKook bajó la cabeza.
—Si tan solo me escribiera para decirme que se encuentra en buen estado...
—Dudo que escriba si se fue para traicionar al rey —respondió ella, tomando una fresa.
JungKook la miró de inmediato.
—¿De qué habla? —preguntó, sin la menor idea de lo que su prima decía.
—¿Qué te confundió? —preguntó de vuelta, con lentitud.
—Mi hermana no traicionó al reino —aclaró él, acomodándose—. Nunca la vi hacer tal cosa.
Gyuri le dedicó una mirada que lo catalogaba como si él fuera el más inocente del mundo.
—Qué ingenuo. La princesa salió del reino a reunirse con el rey de Daegu para derrocar a nuestro único rey, por eso mi padre los envió a ustedes a buscarla en aquella nación.
JungKook se confundió aún más. Su tío le había dicho en su momento que a su hermana se la habían llevado a Daegu, no que ella fue a reunirse con el rey. Se supone que en ese entonces era el padre de TaeHyung.
Abrió su boca con intención de hablar, pero antes pensó un poco mejor.
—¿Cómo sabes que se reunió con el rey de Daegu si ella jamás regresó? Ella se fue sola, nadie la acompañó. —La miró pensativo y con el ceño fruncido, presenciando su silencio—. Su Majestad me notificó que mi hermana desapareció la misma semana del fallecimiento del rey de Daegu, ¿acaso mi hermana desapareció antes de eso?
Gyuri bebió de su té, ignorándolo por unos momentos.
—No lo sé... Quizás estás confundido con las fechas. Seguro estabas demasiado ocupado creando un plan de conquista para el nuevo rey de Daegu que ahora te confundes con el orden de los sucesos.
—Mi hermana habló conmigo antes de irse, lo hizo semanas antes que me notificaran que desapareció por completo. Yo fui a Daegu a buscar pistas de su paradero y a ayudar a Su Majestad a conseguir información de ese reino —corrigió, con una ceja alzada.
No tenía sentido lo que decía su prima, de hecho, algo en la historia no le cuadraba del todo.
Su hermana se fue dos semanas antes de la muerte del padre de su esposo y un viaje al castillo de Daegu ocupaba esas mismas dos semanas en consolidarse, sobre todo si viajaba en un solo caballo, como le dijeron. Sin embargo, cuando le informaron de su desaparición, apenas se estaban cumpliendo esas dos semanas, así que apenas estaba llegando allá.
Todo eso si es que fue a Daegu, como le decía Gyuri.
Entonces, ¿por qué estaban intentando confundirlo con las fechas cuando claramente no eran las que afirmaban?
Un pequeño dolor abrazó su abdomen, lo atribuyó a la mala sensación que le estaba generando esa conversación y sus pensamientos al respecto.
—Estás confundido —negó ella—. Tu hermana aprovechó la ocasión y huyó durante un evento en el palacio que se realizó por el aniversario de nuestro rey.
JungKook negó al instante porque no, no había ningún evento ese día. Ni siquiera tuvo que atender alfas, fue un día tranquilo.
—No lo creo —insistió él, mirando a la mesa por un instante antes de volver a mirar—. ¿Cómo sabes que fue ese día si estabas en Jeju? —inquirió, ceñudo.
Otro dolor punzante llegó a su abdomen, leve, acompañado de un dolor de cabeza igual de pequeño. Permaneció con los ojos sobre su prima; ella estaba en silencio, como si estuviera pensando en qué decir, atenta a sus reacciones.
—JungKook... —musitó con aura amenazante.
El nombrado respiró profundo cuando un escalofrío casi lo hace temblar. Ella tomó un utensilio de la mesa y JungKook pudo ver lo que había en su muñeca.
Frunció el ceño.
Ahí estaba el brazalete de perlas de su hermana.
Automáticamente, sus ojos viajaron directo al rostro de la omega y, de ahí, bajó al cuello ajeno, donde también reconoció el collar de perlas, algo escondido por el vestido al cuello que llevaba.
De alguna manera, JungKook lo supo.
Y ella interpretó su mirada; ella lo había entendido también.
Gyuri intentó tomar un cuchillo, pero JungKook fue más rápido y le tiró el contenido caliente de la tetera en el rostro. Se levantó con el corazón a mil y comenzó a correr, escuchando el grito de dolor que Gyuri soltó.
Los vellos de su cuerpo se erizaron cuando escuchó los pasos pesados de su prima perseguirlo poco después.
Tenía que huir, pero, ¿a dónde? La habitación de EunWoo estaba lejos y tampoco podía ir con él porque estaba ocupado con su tío y corría el riesgo de que JungHyuk se enterara. Tampoco podía bajar las escaleras...
Dioses.
No le quedó de otra que cruzar hacia las habitaciones, con el rostro deformado en miedo y pánico, pues esa omega lo perseguía como si se tratara de una carrera.
Cuando quiso cruzar, la velocidad y el suelo lo traicionaron y acabó cayendo en el suelo.
La desesperación lo estaba ahogando, especialmente cuando vio a su prima muy cerca de sí. No pudo retener un grito y se levantó para seguir corriendo.
Sin embargo, otro dolor de estómago lo atacó, mucho más fuerte que los anteriores. A tal punto que su cuerpo se contrajo hacia adelante y tuvo que abrazárselo.
Miró hacia atrás y, Dioses, tenía a esa omega a tan solo unos pasos de distancia, con los brazos estirados hacia él para alcanzarlo.
JungKook no tardó en volver a correr, teniendo que improvisar porque en cualquier momento lo alcanzaría, más aún cuando corría en un pasillo recto y sus pasos eran torpes comparados a los de ella.
Transpirando con alteración, corrió hacia la habitación más cercana: la de su hermana. Se apresuró a cerrar la puerta, mas un primer golpe llegó de parte de su prima que se lo impidió. Intentó mantenerla, poniendo resistencia a cada uno de los golpes, sin embargo, otro puyazo golpeó su abdomen y su fuerza se esfumó de repente.
Se abrazó a sí mismo, soltando un quejido antes que la omega tras aquella puerta tomara ventaja y, de un empujón, lo hiciera caer de espaldas al suelo. Pronto, Gyuri estuvo sobre él a horcajadas, jalando su cabello con fuerza. JungKook no se quedó atrás, tirándole manotazos y rasguñándole los brazos.
Gyuri gruñó y dejó un aruñón notorio en la mejilla contraria.
JungKook le respondió dándole un puñetazo directo en la nariz, sacándosela de encima de un empujón. Gyuri emitió quejidos de dolor en lo que JungKook se levantaba lo más rápido posible para retroceder hasta tomar el atizador de la chimenea y apuntar la parte filosa en dirección a Gyuri, quien ya estaba de pie también, con el cabello despeinado y la nariz sangrante, casi demoníaca.
—¿Crees que yo la maté?
—Yo nunca dije eso —dijo JungKook, jadeante.
—Pero lo piensas, ¿cierto? —insinuó, acercándose un poco más.
JungKook reafirmó el agarre del atizador, aterrándole el hecho de estar solo en esa situación.
—Si mi hermana hubiese huido para nunca volver, hubiese llevado consigo los regalos de mi padre; no hay nada más preciado para ella que las joyas que le regaló nuestro padre. —dijo entre tartamudeos y señaló el armario con su mentón—. Las cartas de Jackson, mi hermana me trató mal por muchos años, pero amaba a Jackson, ella sin duda se llevaría sus cartas.
Gyuri lo miró con detestable duda.
—¿No será que le das más importancia a esas cosas que tu propia hermana? ¿No será que envidiabas su vida?
—¡No intentes confundirme! —exclamó, mas su voz no tardó en volverse débil de nuevo—. Mi hermana está muerta, ¿no es así? —susurró en un pequeño hilo de voz fluctuante producto del desesperante nudo que se formó en su garganta de golpe—. Toda esta misión de ir a Daegu y buscar pistas fue una mentira, siempre han sabido la verdad: mi hermana estuvo muerta todo este tiempo...
Otro puyazo doloroso lo hizo quejarse, conteniendo las lágrimas que amenazaban con caer.
—¿Y si mejor descansas y lo hablamos luego?
JungKook endureció la expresión y se acercó más con la punta filosa del objeto apuntándole directo a su prima, que apenas retrocedió.
—Si te vas de esta habitación, voy a asesinarte —masculló entre dientes, con la película de lágrimas ya clara en sus ojos—. Nos enviaron lejos para que pudieran ocultar su muerte, ¿no es así?
Y era lógico porque el Daegu ellos descubrieron que su hermana no estaba en el reino, sino que la tenían las serpientes; JungHyuk lideraba a las serpientes. Ella fue al castillo, eso sí estaba claro pues su peineta estaba ahí.
Dioses, JungKook fue tan tonto. Por sumergir sus pensamientos en un amor, por vivir en un cuento de hadas, no se dio cuenta que la verdad estaba justo frente a sus ojos.
Sollozó alto.
—Ustedes también mataron a mi hermana.
Gyuri quiso reír.
—No seas tonto-
—¡No me mientas! —pronunció él—. Fueron ustedes, ustedes lo planearon todo. ¡Deja de actuar como una imbécil y dime la verdad!
Gyuri lo miró con los ojos ensombrecidos.
—¿Y si no fue mi padre? —señaló con la voz más gruesa y siniestra—. ¿Y si fui yo quien la asesinó?
JungKook arrugó su rostro de impotencia y tristeza. Traicionado, así se estaba sintiendo.
—¿Por qué? —dijo entre llanto porque el dolor en su corazón era mucho para él.
—Te juro que fue un accidente —afirmó ella con una expresión de inocencia fingida. JungKook sollozó con tristeza y conmoción. Gyuri, en cambio, se puso una mano en el pecho—. Ella volvió de Daegu.
«¿Ella regresó?», se preguntó JungKook, con los ojos bien abiertos.
—Yo también había vuelto a Seúl por un tiempo y escuché secretamente que la princesa había cruzado la frontera... —relató, pidiendo comprensión con su expresión claramente falsa—. Yo como princesa, como la hija del rey, no podía tolerar esas acciones, JungKook, ese es mi deber con mi padre.
Ella, actuando, arqueó las cejas para emanar inocencia. JungKook no pudo sentir más repulsión; quiso vomitar.
—Quise hablar con ella, quise hacerla entender que sus acciones fueron incorrectas y que debía decírselo a mi padre. —Tomó aire—. Pero ella se puso violenta, ella quiso golpearme, y yo no pude evitarlo... Yo tenía que protégeme, JungKook —moduló con cinismo.
JungKook negó, llorando.
—No...
Gyuri asintió.
—Sí... —corrigió ella—. Yo me defendí a mí misma, a la dinastía y a nuestro reino.
JungKook se limpió las lágrimas con su mano libre, sin dejar de apuntarla.
—Ustedes no defienden la dinastía ni el reino, ustedes lo han destruido todo.
Ella lo miró con lástima.
—Mi madre —continuó JungKook, ahogadamente—. ¿Qué pasó con ella? —Ahora más que nunca, a JungKook le parecía extraño que muriera pacíficamente como relataba aquella carta que su tío le había enviado a Daegu.
—Lo siento mucho, pero mi padre no la soportaba y no pudo evitarlo —sonrió ella.
La expresión de JungKook se comprimió el puro malestar, era tan doloroso ver como esa omega le contestaba esas cosas con ese cinismo e indiferencia. Gyuri era tan insensible, como si de verdad sus medios fueran justificables, como si creyera que todo lo que hicieron fue correcto.
—Mi papá —preguntó esta vez, descomponiéndose por dentro de solo pensarlo y casi ahogándose entre sus hipidos—. ¿Qué pasó con mi padre?
—Tu padre... —sonrió con insolencia—. Tu padre y nuestro rey eran oponentes, era cuestión de tiempo para que un hermano acabara con el otro y ya sabes quién salió victorioso de la disputa.
JungKook tapó su boca y negó, llorando desde el corazón.
—¿Por qué me dejaron vivir? ¿Por qué no me asesinaron como a ellos? —inquirió sin nada de estabilidad. Solo quería derrumbarse y llorar por la verdad de sus pérdidas, pero si lo hacía, ella se acercaría y no podía permitirlo, tenía que defenderse. Sollozó—. Me lo han quitado todo, ¿por qué no acaban con mi vida también?
—¿Qué crees que haré contigo justo ahora? —canturreó ella, dejando ir unas cuantas risas.
JungKook fue apresado por el malestar de su cuerpo, un dolor potente lo golpeó de nuevo y se quejó adolorido, abrazándose el abdomen. Y Gyuri no perdió tiempo, aprovechándose de su vulnerabilidad para quitarle el atizador con brusquedad.
—¿Nunca has pensado en quién quedará como rey de todo si mi padre muere? —preguntó ella, acercándose con libertad ahora que no existía amenazada. JungKook se encorvó en dolor, queriendo retroceder—. Yo soy una bastarda, así que, ¿quién quedaría en el trono?
JungKook negó.
—Yo- no quiero nada de eso.
Él solo quería una vida tranquila, con muchos hijos y un esposo que lo amara, eso era todo. Quizás por esa razón su padre lo quiso comprometer con TaeHyung, sabía que él iba a poder darle una vida relajada y segura.
—El querer y el deber no van de la mano, JungKook —espetó la omega, sosteniéndole el rostro sin delicadeza—. Y si tú no quieres el trono, tu esposo lo hará.
JungKook respiraba con dificultad, con las manos en su vientre.
—Me duele demasiado —jadeó.
Gyuri lo miró con satisfacción.
—Espera a que haga su verdadero efecto...
—¿Qué me hiciste? —Sudó frío, con los ojos abiertos del miedo y el gesto comprimido por el dolor.
Ella lo empujó y él, sin fuerzas, quedó contra la pared.
—¿Crees que nadie se iba a enterar de tu estado? —musitó con superioridad, viendo a su primo abrir mucho más los ojos y respirar por la boca—. ¿Crees que mi padre iba a permitir que tuvieras al heredero del reino de Daegu? Por favor, no seas ridículo, primo.
—Yo- yo no estoy seguro, no sé si estoy esperando un hijo.
—El instinto de un omega nunca falla. —Observó con satisfacción como JungKook se retorcía en su lugar del dolor.
JungKook elevó un pequeño grito cuando el dolor se intensificó. La sensación era tan horrible que tuvo que morderse los labios para no desgarrar su garganta en un grito desconsolado.
Dioses, no. No le podía estar pasando esto, no podía estar perdiendo a un hijo. Era imposible, JungKook no quería creerlo.
Sus piernas fallaron y cayó al suelo, debilitado.
Era como si le estuvieran arrancando una parte de su cuerpo, como si algo se estuviera desprendiendo de él para jamás volver. Se sentía solo y estaba muerto de miedo. Los pinchazos eran tan terribles que no creía ser capaz de moverse.
Gyuri se agachó para encararlo y le tomó la mano, sonriendo.
—Sí funciona —dijo con grato asombro—. Tus ojos se vuelven opacos y esa marca en tu cuello se torna violeta, qué curioso... —soltó una risa y bajó la mirada a la mano del omega que sostenía—. Me gustan estos anillos.
Mareado, JungKook la vio deslizar sus anillos hasta quitárselos. Ella se los puso y se levantó, quedando de espaldas a él en lo que observaba los anillos con sus ojos color morado oscuro.
—Qué hermosa amatista... —musitó, acariciando la gema—. Y zafiro...
JungKook no supo qué hacer. Tampoco controló sus impulsos, solo hizo lo primero que se le vino en mente, en automático. La rabia crecía en su sistema, nublado por el dolor de todo su cuerpo.
Su parte más instintiva quería proteger la vida que estaba perdiendo y proteger la marca que nunca surtió efecto, que nunca funcionó.
No supo de dónde sacó las fuerzas, pero se levantó torpemente, casi trastabillando de vuelta al suelo porque todo le dolía; el cuello, su vientre, su corazón.
Tomó entre sus manos temblorosas el objeto más contundente que tuvo cerca: un candelabro de mesa. Lo apretó con fuerza y no pensó dos veces cuando impactó la base del objeto en la cabeza de su prima.
Ella soltó un alarido ahogado y, aturdida, se giró hacia él con los ojos desorbitados y la mano en la parte de atrás de su cabeza.
Entonces, JungKook la golpeó de nuevo en la sien.
Gyuri trastabilló hacia un lado y cayó al suelo en un estruendo, boca abajo.
JungKook caminó hacia ella.
—No te atrevas a intervenir en mi matrimonio —murmuró sin aire.
Se agachó, cayendo sobre sus rodillas, y soltó el candelabro a su lado. Le tomó la mano a su prima y le quitó los anillos para volvérselos a poner con torpeza y debilidad.
Volvió a posar sus opacos ojos violetas en ella, dándose cuenta como un charco de sangre comenzaba a esparcirse alrededor de su cabeza, manchando el suelo y la alfombra. Ella tenía los ojos bien abiertos y sin parpadear en su dirección, con el cabello en el rostro.
JungKook se levantó como pudo, buscando un lugar donde su dolor disminuyera, pero no llegó muy lejos porque cada vez iba empeorando. Acabó cayendo junto a la cama y se apoyó con su codo sobre el colchón para sentarse en el suelo y pegar su espalda en el mueble.
Su respiración estaba hecha un desastre, su piel ardía y su boca estaba reseca. Podía sentir un dolor indescriptible en el cuello, donde estaba su marca, y la presión incesante en su vientre. Dioses, todo dolía como los mil demonios.
Dirigió vagamente su mirada a la puerta, queriendo pedir ayuda, pero no le salían las palabras.
Lo último que recordaría sería él, sosteniendo su vientre con fuerza y pudiendo sentir como sus pantalones se empapaban. Miró hacia abajo y presenció como el suelo bajo su cuerpo se pintaba de rojo.
Y no pudo reaccionar cuando todo se le volvió negro.
Volvió a la realidad pasado un buen tiempo.
JungKook frunció el ceño e intentó moverse, pero el pinchazo en su cabeza y posteriormente en su vientre, lo dejaron paralizado en su lugar. Arrugó el rostro en lo que soltaba unos cuantos quejidos porque pudo percibir dolor en cada parte de su cuerpo.
¿Qué había pasado? No recordaba nada.
Confundido, hizo el intento de abrir los ojos, sin embargo, el lugar estaba muy oscuro.
Notó movimiento agitado acercársele.
—JungKook, JungKook.
Era la voz de EunWoo.
JungKook parpadeó, poco a poco pudiendo acostumbrar sus pupilas a la oscuridad para enfocar el rostro del alfa, quien lo tomó de los hombros.
—JungKook, no tenemos tiempo —moduló con rapidez.
—¿Tiempo para qué? —preguntó JungKook, con algo de aturdimiento—. EunWoo, me duele mucho el cuerpo...
Quiso sentarse, pero el dolor lo hizo quejarse.
—Con cuidado —murmuró EunWoo, ayudándolo.
JungKook acunó su abdomen.
—¿Qué pasó?
EunWoo arqueó las cejas y apretó los labios.
—¿No recuerdas?
—Recuerdo que ella quería hacerme daño porque- —inhaló entre un quejido, sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar—, porque ella asesinó a mi hermana —exhaló, mordiéndose el labio—. Había- —Miró sus piernas—, había sangre en mis piernas, pero no recuerdo que ella me haya lastimado.
EunWoo respiró hondo y le sostuvo el rostro con ambas manos. Dioses, era tan difícil de decir.
—JungKook, necesito que seas fuerte —pidió, consiguiendo la mirada preocupada y asustada de JungKook—. Gyuri está muerta.
—¿Qué? —musitó con desconcierto. Negó, sin recordar.
EunWoo asintió lento.
—Tú la asesinaste.
JungKook negó y se desconectó de la realidad. ¿Él había hecho qué? No, no podía ser.
—EunWoo, yo no quise, ella quiso matarme, ella- —Un recuerdo volvió a su mente—. EunWoo, ella dijo que quería quitarme a mi heredero —Miró hacia abajo, viendo los manchones de sangre en su pantalón. Los tocó, estaba algo secos nada más—. EunWoo, ¿qué es esto? —susurró, palideciendo.
El marqués no supo qué hacer, comenzó a respirar fuerte.
—EunWoo, nada pasó, ¿verdad? —Pero el alfa no respondió y los ojos de JungKook se llenaron de temor—. ¿EunWoo?
El aludido entristeció su expresión.
—JungKook, lo siento mucho, si hubiera sabido...
JungKook tapó su boca y negó con los ojos desorbitados. Las lágrimas empezaron a resbalarse sin remedio.
—Yo no estaba s-seguro. —Sollozó con fuerza, no hallando consuelo para su dolor—. Lo perdí, mi bebé —balbuceó ahogadamente.
EunWoo arrugó el rostro, jamás había visto a JungKook llorar con tanto sentimiento, ni siquiera en el pasado donde más de una vez se rompió frente a él por culpa de lo que le hacían esos alfas indeseables.
Lo envolvió en sus brazos y JungKook se apegó a él, encorvándose y llorando sin remedio.
—Esto no puede estar pasando, esto es una pesadilla —lloró el omega, negándose a creer que de verdad había perdido a su bebé. Negó y volvió a negar en crisis, sin poder retener el llanto que lo ahogaba—. EunWoo, por favor —balbuceó, suplicándole que no fuera cierto—. Yo estaba esperando, lo sospechaba y llegué a afirmarlo, pero no puede ser cierto, ¿verdad? Dioses, despiértenme de esta pesadilla, por favor.
EunWoo se limitó a acariciarle la espalda, porque no existían palabras para aliviar la herida.
—Mi esposo, tengo que verlo. —Sollozó—. Me odiará, me odiará todavía más porque perdía a su heredero, EunWoo-
—JungKook, escúchame —interrumpió el alfa, continuando con mucho pesar y mucho temor—. Su Majestad vendrá por ti.
JungKook se apartó lo más veloz que su cuerpo le permitió, mirándolo a la cara con expresión horrorizada.
—No, no, no, no... ¡no! —exclamó, temblando, casi sin poder respirar.
—JungKook, tienes que ser fuerte —pidió nuevamente, con las cejas arqueadas—. Haré todo lo que pueda.
JungKook lloró más y negó, sosteniéndose con fuerza de los brazos de EunWoo.
No dejaron que asimilara bien su pérdida cuando ya lo atestaban de miedo. Su tío vendría por él y ahora que había asesinado a su hija, no existían posibilidades de que fuera suave con él.
En cualquier momento, JungKook colapsaría.
—No puedes dejarme, él va a matarme —jadeó él.
—Voy a hacer todo lo posible para protegerte —aseguró, queriendo calmar al omega, pero asustado también porque JungKook parecía estar en medio de un ataque de pánico—. Solo sé fuerte, ¿entendido? Debes aguan-
Unos pasos veloces y pesados provenientes del pasillo los sacaron de su burbuja y JungKook lloró con fuerza, intentando esconderse tras la espalda del alfa. Con los ojos fijos en la puerta de la celda, JungKook creyó que iba a morir en cualquier momento, JungHyuk lo haría sufrir y luego lo asesinaría.
Ahora escucharon gritos, gritos muy conocidos. JungKook tembló al reconocer la voz de su tío y, poco después, la celda fue abierta.
Cerró los ojos con fuerza.
—¡MUÉVETE! —Escucho a su tío gritar.
Percibió como EunWoo se levantaba para encarar al rey.
—No le haga daño, Majestad.
JungKook abrió sus ojos con temor, aterrorizándose cuando vio como JungHyuk tomaba a EunWoo por el cuello y le daba un puñetazo brutal que lo desestabilizó hacia un lado.
Elevó un grito cuando su tío tiró a EunWoo al suelo para luego darle un golpe que dejó al joven alfa noqueado en su lugar.
En ese momento, a JungKook se le fue el alma, que ya de por sí se había ido tras enterarse de lo ocurrió.
Su sangre se heló cuando JungHyuk giró hacia él, más rabioso que nunca; tenía el rostro enrojecido e incluso lágrimas secas en sus mejillas producto de la muerte de su adorada hija.
JungKook se arrastró de donde estaba sentado para alejarse más, moviéndose con dificultad porque las piernas no le funcionaban bien.
—Eres una escoria —masculló con cólera, acercándose a zancadas para tomarlo del cabello con fuerza.
—Perdón, perdón, perdón. —Sollozó de dolor.
El rey Jeon lo sacó de la cama con brusquedad, importándole poco que su sobrino no pudiera estar siquiera de pie.
—¿¡SABES TODO LO QUE TENGO PLANEADO PARA TI? ¡GRACIAS A LOS DIOSES QUE MI HIJA LOGRÓ ACABAR CON TU BASTARDO, ASÍ PODRÁS SENTIR EL MISMO DOLOR QUE YO SIENTO!
JungKook gritó entre un llanto severo cuando su tío afianzó el agarre en su cabello. Lo escuchó reírse, mirándolo con esa sonrisa que para JungKook era de las más dulces de su pasado al ser tan semejante a la de su padre, pero que ahora le causaba un miedo estremecedor y traumático.
—¡VAS A SUFRIR TANTO QUE VAS A ROGAR POR TU MUERTE!
JungKook negó, sollozando.
—Yo no quise-
—¡CÁLLATE! —Le tomó el rostro con brutalidad—. Voy a empezar por este lindo rostro, estoy seguro que es lo único bueno que te queda.
—Por favor, tenga piedad. —Lloró.
—¡MATASTE A MI HIJA, A MI ÚNICA HIJA! —Lo tiró al suelo—. Sufrirás tanto que no recordarás a ese bastardo que perdiste. Ni siquiera sirves para tener un hijo —masculló—. ¡Guardias! —Miró a su sobrino como si se tratara de la peor basura existente, con lágrimas de rabia retenidas en sus ojos—. Hagan lo que les indiqué.
Luego se fue, dejando a JungKook ahí en compañía de esos guardias que no tardaron en aproximarse a él.
JungKook lloró, arrastrándose hasta la pared.
Cerró sus ojos y se cubrió con sus brazos, porque ya no tenía escapatoria.
Era su fin, su alma estaba muerta y su cuerpo también lo estaría pronto.
Entonces, los primeros golpes comenzaron a llegar.
Nota:
FELIZ JUEVES/VIERNES TAEKOOK
Este capítulo estuvo fuerte, diosito. Me encuentro llorando internamente porque Pedrito se fue ;-; descansa en paz, niño hermoso.
*CRISIS POR LO QUE SE VIENE*
En el grupo de WhatsApp una lectora a la que amo mucho dijo que se iba a matar si Pedrito 1 se moría, ¿qué harás al final, Zara? 😂 😂
Feliz fin de semanita, trabajaré duro para traerles el próximo capítulo pronto, no desesperen en el proceso <3
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