LVI: Luna menguante

Al comienzo de la luna menguante, JungKook fijaba sus preciosos y cansados ojos violetas en el ventanal al otro lado de la habitación. Su cuerpo descansaba de lado sobre el colchón, vistiendo con una cómoda bata de noche.

Como últimamente, estaba transitando una muy mala noche. Ya era de madrugada y él era incapaz de conciliar el sueño. Se estaba volviendo costumbre que su mente no dejara de atormentarlo con infinitas preguntas y pensamientos nada agradables en los momentos menos oportunos.

TaeHyung estaba de vuelta en Daegu, se fue... sin él.

No sabía cómo sentirse, estaba aliviado; sin embargo, no dejaba de pensar en si TaeHyung lo había hecho apropósito, si todo lo que le dijo fue una mentira como le dijo su tío...

Pero, ¿cómo TaeHyung pudo haberle mentido si estaba en ese estado tan espantoso?

Sacudió su cabeza en negación y dejó de morder su labio con insistencia. No, TaeHyung no sería capaz de hacerle algo como eso. Todo fue porque lo traicionaron, eso fue lo que TaeHyung le dijo y lo que quería creer. Decidió espantar sus dudas a un lado porque confiaba en la palabra de su esposo.

Pero había algo más preocupándolo.

Arrastró su palma dentro de la manta que lo arropaba y acunó su vientre con ella, sin saber a ciencia cierta si había un pequeño ser en crecimiento ahí dentro o no. Le preocupaba que, de ser así, no estuviera cerca de su esposo.

La marca en su cuello era otro asunto. JungKook tenía miedo por ella. Fue diferente desde el primer momento cuando TaeHyung se la hizo, pero ahora estaba mucho más extraña. Ya no estaba al rojo vivo como antes, ahora era decorada por tonalidades moradas que lo preocupaban.

Eso podía afectarlo, ¿cierto?

Se angustió más, repasando más y más preguntas en su mente.

¿Y si TaeHyung se tardaba en ir por él? ¿Y si no iba por él? ¿Qué pasaría con su vida? Moriría pronto si seguía en ese palacio, de eso tenía certeza.

¿Y si realmente estaba en espera? ¿Qué le pasaría? ¿Cómo haría para ocultarlo? Pasarían los meses y llegaría un punto donde sería más evidente, su tío acabaría por completo con cualquier bebé que pudiera tener, y más si era de TaeHyung.

JungKook remojó sus labios y descubrió la palma de sus manos frente a sus ojos. Ahí estaba esa cicatriz, evidencia de la brujería a la que se sometió. Eso le hizo recordar como la anciana le había asegurado que su hijo sería feliz... Entonces sí iba a nacer, ¿sí estaba ahí?

La afirmación lo tranquilizaba, pero no del todo porque aún seguía la duda de: ¿Y si la anciana se equivocó? ¿Y si tuvo una mala predicción?

JungKook suspiró sobrepasado. ¿Hasta cuándo tendría esos pensamientos tan dañinos?

Acomodó su cuerpo boca arriba y miró al techo, volviendo a suspirar.

Haría lo que fuera por salvar a ese bebé.

Y la disyuntiva más peligrosa de la ecuación: Si su tío descubría su estado, ¿qué haría?

Miedo; terror; se le helaba la sangre de pensarlo.

Buscó acomodo para intentar nuevamente dormir, pero su cuerpo siguió en movimiento hasta que pegó sus ojos en un punto fijo tras rendirse ante el desconsuelo.

Cerró sus párpados y se pasó una mano por la frente, desplazando el cabello de su rostro que ya le estorbaba, tan largo que le hacía cosquillas en la barbilla.

Sus ojos se transportaron al otro extremo de la cama, donde EunWoo dormía plácidamente con la boca abierta y la espalda contra el colchón, cubierto desordenadamente con una manda individual. No tenía camisa, lo que le dejaba a la vista el tatuaje de serpiente en su clavícula.

Dioses, odiaba ese tatuaje con su vida, de solo verlo le daban ganas de arrancárselo.

Estaban en la habitación de EunWoo —y ahora de cierta forma también de JungKook— y solo había una cama. Ninguno de los dos quiso usar el sofá, JungKook porque no podía dormir fuera de una y EunWoo porque amanecía con la espalda destruida. A raíz de eso, acabaron compartiendo colchón.

JungKook no pudo evitar pensar que, si TaeHyung estuviera viendo aquello, EunWoo tendría un buen golpe asegurado, como aquella vez en el baile de primavera donde lo besó.

Se sentó contra las almohadas en el espaldar y jugueteó con las sábanas.

Extrañaba a TaeHyung, lo extrañaba por completo. Dormir con él era una de las cosas que más anhelaba tener de vuelta porque adoraba como su aroma tan intenso de vino y pistacho se impregnaba tan bien en sus sábanas y en todo su cuerpo cuando el alfa lo abrazaba con cariño para cubrirlo del frío de la noche.

¿Y si no volvía a dormir con él?

JungKook cubrió su rostro con ambas manos porque, Dioses, solo deseaba silenciar a su mente por siempre.

Volvió a mirar a EunWoo, mordisqueando su labio con algo de duda. Acercó su mano a él y le empujó el hombro con suavidad usando apenas las puntas de sus dedos.

—EunWoo... —llamó en voz baja, pero el alfa parecía muerto en sueños. JungKook chasqueó la lengua y volvió a intentarlo—. EunWoo.

Nada; el alfa estaba en el quinto sueño.

JungKook viró los ojos, y si se ponía a pensarlo más a profundo, él también era así cuando TaeHyung intentaba despertarlo.

Ay, TaeHyung, el dueño de todos sus pensamientos...

JungKook, fastidiado por el alfa a su lado, procedió a taparle la nariz para despertarlo.

El alfa no tardó mucho en mover la cabeza torpemente, siguiéndole el cuerpo, debido a no recibir más oxígeno. A pesar que respiraba por la boca, empezó a dar golpes a los lados con desespero atontado, ocasionando que uno de esos golpes impactara justo en el muslo del omega, tan fuerte que resonó en toda la habitación. JungKook lo soltó inmediatamente y se tocó la zona golpeada, sus mejillas coloreándose.

EunWoo se sentó alterado, con los ojos desorbitados mirando a todos lados en busca de alguna amenaza. JungKook se espantó al ver como el alfa casi se tiró al suelo para buscar una daga que guardaba bajo la cama. EunWoo se enderezó brusco, casi cayendo de espaldas, y apuntó el filo del arma al aire.

JungKook se arrastró lentamente al borde contrario de la cama, mirándolo raro.

El marqués se giró hacia él.

—¿Estás bien? —preguntó adormilado y con la adrenalina al tope al mismo tiempo, con el cabello despelucado y una expresión desordenada.

JungKook asintió suavemente.

—¿Quién estuvo aquí? ¿Tu tío vino?

Esta vez, JungKook negó con la misma suavidad inocente.

EunWoo exhaló aliviado, pero eso desencadenó que se comenzara a confundir.

—¿Entonces por qué me ahogué? —inquirió, achicando los ojos hacia JungKook—. ¿Fuiste tú?

Y JungKook asintió nuevamente.

EunWoo exhaló con fastidio y dejó la daga en la mesa de noche. Volvió a acostarse, dándole la espalda.

—JungKook, debes respetar el sueño ajeno —murmuró, cerrando los ojos.

—EunWoo...

—¿Mmh?

—¿Crees que mi esposo vendrá por mí? —susurró el omega.

EunWoo giró su cabeza hacia su espalda y apretó los labios; JungKook se veía pensativo.

—Si ordenó tu muerte, dudo que venga por ti. —Volvió a darle la espalda—. Duerme, JungKook.

El aludido se cruzó de brazos.

—Él me dijo que lo traicionaron, no fue su intención.

EunWoo bufó.

—Tampoco fue su intención encarcelarte. En realidad, me parece romántico —parpadeó con dulzura sarcástica, pero terminó virando los ojos.

—Eres un completo imbécil —masculló JungKook, molesto.

—Y tú un idiota, deja de llorar por él y sigue adelante. —Cerró los ojos, ya dispuesto a dormir.

—No quiero, él me dijo que me ama.

EunWoo exhaló, ya resignándose a que JungKook no lo iba a dejar seguir durmiendo. Frotó sus ojos con tedio para después mirar al omega a su lado.

—No lo conoces, si lo hicieras, verías todas las pruebas de su amor.

—No, gracias. —Se sentó a la par—. Gracias a lo poco que conozco, puedo ver todas las pruebas del por qué no te ama.

—Pero es mi esposo y yo lo amo, ¿eso no cuenta?

EunWoo elevó los hombros y los bajó, sin saber.

—No tengo esposo, no son de mi conocimiento esos temas. —Hubo un silencio momentáneo—. Podríamos debatir sobre la vida marital, sin embargo, me rechazaste por quedarte con un alfa que te encarceló.

JungKook refunfuñó.

—Te rechacé porque eres un imbécil.

EunWoo sacudió una mano para restarle importancia a ese hecho y luego se dio cuenta que el omega jugaba con la manta con el rostro caído en tristeza.

Sus ojos rodaron a la Luna y volvieron al omega.

Le causaba lástima que JungKook estuviera así porque veía en el omega mucho potencial para sobresalir en tantos sentidos. Pero ahí estaba, desgastando su preciada energía por un alfa, por una relación inestable.

—¿Sabes qué? —El omega lo miró—. En vez de pensar qué pasaría si tu alfa no te rescata, deberías pensar en cómo puedes salir de esta por ti mismo. Nadie mejor que tú conoce el riesgo constante del que eres victima cada día que pasas en este palacio, si te quedas esperando a un salvador ajeno a ti, el tiempo pasará volando al igual que tus esperanzas.

Esas eran las sabias palabras que JungKook siempre reconocía en la personalidad de ese alfa de cabello oscuro.

Arqueó las cejas porque, ¿cómo haría eso? Se sentía incapaz, especialmente si ese algo era enfrentarse a su tío.

Se llevó su mano a la boca para morderse las uñas, pero EunWoo se la tomó antes que pudiera hacerlo y se la apartó.

—Mañana será otro día para pensar, ahora no puedes hacer nada. —Vio a JungKook bajar la mano a su regazo—. ¿Ahora sí puedo dormir? —preguntó sin esperar respuesta, tomando su manta individual para comenzarse a acomodar—. Buenas noches, JungKook.

El omega no volvió a responder, en cambio, se giró hacia la luna menguante que decoraba el manto nocturno y brillante.

Exhaló, decidiendo no decirle a EunWoo de su posible embarazo; eso podría implicar un riesgo bastante grande, no porque no confiara en él, sino porque era más seguro que nadie más que él supiera de ello.

Le dio vueltas a las palabras de EunWoo. Le había dicho que tenía que encargarse de su vida por sí solo, pero, Dioses, nunca había estado solo, nunca había hecho algo por su cuenta. Siempre había estado en compañía de su padre; o Jackson; o EunWoo; o TaeHyung; pero nunca él solo.

¿Cómo podía salir de eso si estaba solo?

Volvió a acomodarse acostándose de lado, mirando a la Luna en un intento por dormir, esperando que la sensación tan horrorosa en la boca de su estómago, ocasionada por el nerviosismo y el miedo, ya no estuviera cuando despertara.

El tiempo siguió su curso y la mañana arribó. Aun así, JungKook no pudo dormir.

Se hallaba frotándose los ojos con cuidado porque la luz del Sol que ingresaba por las ventanas del pasillo que atravesaba le molestaba. Iba de camino almorzar, teniendo presente que la regla de su tío estipulaba que no tenía permitido salir del palacio, pero no decía nada sobre salir de la habitación que compartía con EunWoo. Así que, desde su punto de vista, podía salir perfectamente hacia un comedor.

Aun así, se vio a sí mismo usando los mismos atajos que tomaba en el pasado para esquivar a la mayor parte de la servidumbre al ser pasillos poco transitados.

En otro contexto, las cosas fueran distintas y no tendría que evitar a los sirvientes o nobles, pero JungKook sabía que ese rechazo hacia su persona iba más allá de haber sido revocado de su título de príncipe hace años por su tío, sino que de verdad pensaban pestes de él.

Ahora que era de conocimiento su matrimonio con el rey de Daegu, seguramente pensaba mucho peor de él.

Desde sus quince años acostumbraba desayunar, almorzar, merendar y cenar en soledad, en un comedor apartado, pequeño y privado, muy lejos de donde su tío tomaba las comidas. Ese era su destino.

Era sorprendentemente desgarrador como pasó de comer feliz junto a su padre a comer completamente solo durante cuatro largos años de su vida. No tuvo a nadie que le dijera que debía comer todo en su plato, no hubo nadie que se preocupara por él ni que le preguntara si le gustó la comida.

Por eso su compañía se resumió en plantas e incluso animales. A pesar que estos últimos no eran de su completo agrado, parecían bastante atentos cuando formaba una conversación unilateral para no caer en la deprimente soledad.

Abrió la puerta del comedor con lentitud y entró, pero se detuvo al reconocer que ya había alguien ahí, desayunando de espaldas. La omega de cabello largo y negro miraba al balcón. JungKook tuvo que parpadear, con el cuerpo rígido de la sorpresa.

JungKook tragó con incomodidad y desvió la mirada al suelo cuando la vio girar su cabeza.

—Primo.

JungKook alzó la mirada, estirando una sonrisa dudosa pero cortés.

—Su Alteza... —saludó, rascándose la oreja—. No sabía que comía aquí —murmuró, intentando disimular la molestia que le causó verla ahí porque ese era su lugar para comer.

Gyuri exhaló una sonrisa de labios cerrados y dejó su taza de té en la mesa.

—Quise probar un poco de tranquilidad en este palacio y supe que este era el lugar donde frecuentabas tener tus comidas. —Se acomodó mejor para no malograrse el cuello—. Y me ha gustado, es tranquilo. Espero que no te moleste, ¿o sí? —musitó como si no fuera capaz de romper un plato, algo coqueta.

JungKook carraspeó y sonrió forzado. Luego, negó.

—No, no hay problema. —Hizo una pequeña inclinación buscando despedirse—. Me retiro... —Estaba por darse la vuelta cuando Gyuri se lo impidió, diciéndole:

—No, JungKook, espera.

Gyuri se levantó y se acercó unos pocos pasos.

—Por favor, siéntate conmigo —pidió, señalando la mesa—. Nunca hemos conversado apropiadamente.

JungKook vio con inconformidad como otra silla estaba junto a la mesa. Pero era tan bueno e inocente hasta cierto punto, que no fue consciente de que esa silla estaba ahí por una razón. Una razón no precisamente muy casual.

—No quiero molestar-

—No molestas. —Sonrió ladina. JungKook tuvo que reconocer para sus adentros que su prima era realmente muy hermosa—. Nunca molestas, quisiera conocernos más. Somos familia, después de todo.

Lo primero que llegó a la mente de JungKook fue que llevaban siendo familia desde siempre y en todos esos años jamás quiso acercarse a él.

—No estoy interesado.

Gyuri lo miró con pena, fingiendo tristeza con los ojos en el suelo con parecida inocencia.

—No sería conveniente...

JungKook la miró con extrañeza.

—¿Disculpa?

—Si no hay una relación entre los dos, ¿cómo podríamos tratarnos como familia? —expuso ella, alzando la mirada hacia él—. Seríamos solo dos omegas pertenecientes a la dinastía Jeon, yo: hija del actual rey, y tú: hijo de un rey difunto. No creo que sea conveniente, debes saber a lo que me refiero...

JungKook analizó sus palabras y frunció el ceño. Quizás no entendió bien, ¿aquello era una amenaza disfrazada? No estaba seguro con qué fin lo dijo, pero ella tenía razón. JungKook era hijo de un rey difunto y ella del rey regente, así que, técnicamente, según la jerarquía real, JungKook estaba en el último peldaño. No podía hacerle la guerra a Gyuri cuando ella tenía el apoyo del rey.

JungKook se vio acorralado, no sabiendo qué hacer o qué decisión tomar. Pero tenía esa extraña sensación de que no le quedaba de otra más que acceder.

—Bien.

Ella sonrió en grande y señaló la silla libre con su dedo.

—Siéntate, por favor —dijo, tomando asiento también.

JungKook titubeó, pero terminó avanzando, atento a cada cosa.

Tras tomar asiento, lo primero que captó su atención fue la cantidad de comida que había sobre la mesa, divida en varias bandejas de distintos tamaños.

Y se paralizó al identificar cada uno de esos alimentos.

Eran tartas de miel, trufas de chocolate, frutos como duraznos, uvas...; había galletas saladas con mermelada de uva: sus alimentos favoritos. ¡Incluso el té con leche que tanto le gustaba!

Pero su garganta se cerró por completo cuando, dentro de toda esa variedad de opciones, reconoció algunos albaricoques y hierbabuenas a un costado.

Su aroma.

—¿Qué pasa? ¿Hay algo que no te guste? —preguntó ella, tomando un albaricoque para darle un mordisco.

«Está demente, completamente loca», pensó JungKook.

Gyuri le quitó la habitación, le quitó sus libros; se enteró de ello cuando le pidió a EunWoo que los recuperara por él; le usurpó su lugar de comida y se copió de su desayuno favorito de una forma retorcidamente tenebrosa.

Apretó la mandíbula.

JungKook miró el cuello de la omega, donde reconoció un collar que su padre le había obsequiado a él. Era su collar de perlas; era sencillo, pero él amaba ese collar.

Arqueó las cejas.

Gyuri miró el accesorio también, tocándolo con sus dedos.

—Lo conseguí en tu habitación cuando me mudé —comentó ella.

JungKook permaneció inexpresivo. Al parecer, para ella, la definición de «conseguir», era la misma que la de «robar».

—Es hermoso, amo las perlas —expuso ella, acariciándolo—. Mi padre dijo que podía quedármelo y ¿quiénes somos para desobedecer la palabra de nuestro rey? —musitó, dándole un sorbo al té.

—Claro —respondió JungKook en total monotonía y bajó la mirada a su té, que humeaba frente a él.

No se dio cuenta que la omega lo observaba fijamente por encima de sus pestañas, ocultándose detrás de la taza de té frente a sus labios.

JungKook tomó la taza, pero se arrepintió enseguida porque casi se quemó sus delicados dedos. Chasqueó la lengua y la volvió a poner en su lugar, dispuesto a esperar a que se enfriara y, en su lugar, tomó algunas uvas.

Gyuri ensombreció su expresión al ver eso; bajó su taza.

—Además, con todos los lujos que gozas gracias a tu esposo, no se comparan con un collar de perlas, ¿cierto? —musitó con algo de mofa.

JungKook degustó una trufa de chocolate. No tenía hambre, no realmente. Su apetito se había perdido por completo para ese punto. Ahora solo sentía ese impulso de comer todo lo que había en la mesa con tal de evitar responderle a aquella ingrata.

Sacudió sus manos para limpiarlas y las frotó entre sí con suavidad.

—Mi esposo no me regala joyas.

Gyuri rio.

—¿Un rey que no le da joyas a su omega? ¿Qué clase de cortejo tuviste?

—Fue el mejor de los cortejos, cualquier omega en el mundo moriría por ser cortejado como yo lo fui —dijo, sin titubear. Pudo ver como a la omega no le gustó su respuesta y eso lo animó a continuar—. Mi esposo me cortejó con flores.

Gyuri elevó una ceja.

—¿Flores? —inquirió con un deje de burla.

JungKook asintió y sonrió lindamente de labios cerrados, ignorando su tono de voz.

—Una flor distinta cada día, junto a un hermoso poema donde proclamaba su gran pasión por mí.

La omega quedó en silencio y JungKook rio con suavidad porque había conseguido molestarla, se le vio en la expresión.

—Una vez me regaló un collar de diamantes, pero ese collar se volvió insignificante al lado de una hermosa rosa roja —musitó y luego el dorso de su mano—. Las únicas joyas que tengo son estas.

Le enseñó sus dos anillos, que brillaban hermosamente contra su piel nívea de sus manos.

Ella sonreía de labios cerrados, claramente con falsedad. La envidia burbujeante se reflejó en su rostro; ella quiso esos anillos.

—Mi anillo de bodas. —Señaló el de color dorado y liso—, él usa uno exactamente igual.

Dioses, estaba presumiendo de su matrimonio, jamás lo había hecho y era increíble lo bien que se sentía hacerlo, especialmente cuando era para callarla a ella.

Señaló su otro anillo.

—Mi anillo de compromiso, es hermoso, ¿cierto? —No esperó respuesta, solo vio el rostro de la omega que contenía la rabia en una sonrisa—. Hecho con una gema de zafiro y una gema de amatista, mi rey lo diseñó personalmente para mí.

—Una pena como terminó todo —murmuró ella, tomando de nuevo de su té.

JungKook ladeó la cabeza.

—Nuestro matrimonio no ha terminado, ¿por qué lo dice? Su Majestad y yo seguimos casados ante los ojos de los Dioses. —Volvió a mirar sus anillos—. ¿Conoce lo mejor de todo, prima?

Ella elevó las cejas para que continuara, apretando la taza entre sus delgadas manos.

—Que mis anillos pueden perderse, ser robados o romperse en cualquier momento, pero eso no sería relevante. Mi esposo podría volver a hacerme otros anillos y yo tendría la entera seguridad que su único amor y el único omega dueño de todos sus sueños soy yo y solo yo.

Con eso, fue él el que tiró la indirecta, dejándole el claro que no iba a importar si ella se atrevía a "conseguirlos" también, porque tal parecía que su prima era de ese tipo de personas.

Gyuri se quedó en silencio durante un breve momento; JungKook la vio tragar.

—Felicidades, entonces.

JungKook sonrió apenas.

—¿Y han pensado en tener hijos? —inquirió ella, interesada.

JungKook no pudo evitar amargarse ligeramente, pero no perdió la compostura.

—Claro, pero mi esposo y yo decidimos que lo mejor era disfrutar de nuestra relación un poco más —mintió con éxito.

Ella asintió lento y mordió una uva. Dioses, ella no soportaba su primo, pero lo tenía que aguantar si quería lograr su objetivo.

—Concordamos en que queríamos una gran familia —agregó también.

Pero obviamente eso no era verdad, JungKook lo sabía; TaeHyung le mintió sobre eso. Ni siquiera podía afirmar con certeza que su esposo iba a querer al hijo que podría estar esperando.

Además, no podía olvidar la frase que ahora le cobraba otro sentido: «Al volver, te daré ese hijo con el que tanto sueñas...».

No había hablado en plural; TaeHyung no quería los hijos que él pudiera darle, JiMin se lo dijo.

Su corazón se arrugó, no obstante, debía fingir una vida perfecta frente a los ojos de su prima.

—Daré a luz a muchos príncipes —afirmó JungKook.

—Que los Dioses te den un futuro fértil... —dijo ella, con un tono de voz que JungKook no supo describir.

Él asintió porque ya no sabía que más decir ni de qué más presumir.

—No has tomado tu té, ya debe estar frío, ¿no crees? —comentó ella.

—Tiene razón —correspondió él.

Procedió a tomar su taza, todavía sintiéndola un poco caliente. Incómodo por la mirada intrusiva de su prima, quiso llevarse la taza a sus labios.

Pero, antes de lograrlo, el brazo de la taza se rompió repentinamente y el té con leche se derramó en sus pantalones y camisa. Se echó hacia atrás por el asombro.

—Oh —musitó el omega sorprendido, mirando sus prendas manchadas—. No puede ser —se quejó, dejando el brazo de la taza ropa sobre la mesa para tomar un pañuelo.

—Déjame servirte otra taza —propuso ella, pero JungKook subió su palma para detenerla.

—No hace falta —indicó él, levantándose—. Gracias por el desayuno, debo cambiarme.

Gyuri negó.

—No, por favor, no te vayas —insistió con una sonrisa inestable y algo ansiosa—. Hay mucho té y necesito compartirlo con alguien.

Pero JungKook volvió a negarse y usó el paño de nuevo.

—Será para la próxima. —Caminó a la salida.

—JungKook-

Pero el omega ya había salido al pasillo.

Gyuri gruñó frustrada, estando segura que la vena de su sien explotaría en cualquier momento.

En la sala del concejo, que hasta el momento había estado en desuso, TaeHyung bebía vino con constancia, pensativo.

Estaba de pie en su lugar, casi como una estatua, observando el desastre de libros, mapas y anotaciones sobre la gran mesa frente a él.

—TaeHyung, ¿a qué se debe tu llamado? —preguntó HoSeok.

TaeHyung lo miró con fuego en los ojos.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —Se aproximó hasta quedar frente a algunos pergaminos, aguantando el dolor en todas sus articulaciones—. Tengo que recuperar a mi esposo.

Todos los presentes se miraron entre sí.

—Estamos a punto de entrar en una guerra, no podemos pensar solo en eso —dijo JiMin.

TaeHyung lo exterminó con la mirada.

—La guerra está perdida si el rey Jeon tiene cautivo a mi esposo —espetó el rey, ocasionando que su hermano desviara la mirada sin decir palabra, en claro desacuerdo.

El duque NamJoon rompió la tensión, diciendo:

—TaeHyung, considero que lo más sensato sería crear un plan en caso de una invasión de Seúl y Busan, sabemos que es inevitable y-

Se detuvo cuando vio al rey negar múltiples veces.

—No, no —negó él—. JungKook no tiene tiempo, le harán daño, yo sé que le harán daño —murmuró, más para sí mismo. Respiró profundo y cerró los ojos para enfocarse, consiguiendo que al abrirlos su mirada fuera atigrada—. Nadie parece entender que, si mi esposo está en Seúl, esta guerra está perdida. Tengo que prepararme y recuperar antes que quieran chantajearme con su bienestar.

—Entendemos eso... —aclaró YoonGi—. Sin embargo, planificar un ataque directo a un palacio sería muy arriesgado.

—¡No entienden! —exclamó frustrado, apegándose a la mesa cuando un mareo lo atacó.

YoonGi se apuró a sostenerlo por el brazo y lo ayudó a sentarse en una de las sillas con preocupación. El rey sin duda no estaba en las mejores condiciones físicas y emocionales, pero se negaba a detenerse.

—¿Pedimos que busquen agua? —preguntó JiMin.

TaeHyung negó, adolorido. Luego, señaló el mapa.

—Ellos ya conocen la ubicación de las bases, así que ordeno que custodien el área completa.

—¿Las bases? ¿Cómo pueden conocer las bases? —inquirió YoonGi, ceñudo.

TaeHyung no dio respuesta y eso fue suficiente para que JiMin sospechara.

—¿Abriste la boca?

El rey miró a su hermano, que sonreía con incredulidad.

Nuevamente, su silencio fue un acierto; JiMin gruñó.

—No faltaba más, por supuesto. —Negó con la cabeza y bebió un trago grande de vino.

—Si conocen donde están nuestras bases, no tenemos ningún tipo de protección —exhibió HoSeok, angustiado—. Ahí está parte de nuestro armamento.

TaeHyung se masajeó la sien.

—Por esa razón, mudarán las bases inmediatamente y las llevarán a estos puntos. —Los señaló en el mapa—. También custodiarán toda esta zona contraria a las bases... Lo más seguro es que quieran atacar por este lado, así que debemos ser precavidos.

Volvió a ponerse de pie porque su estado tampoco le dejaba estar sentado durante mucho tiempo.

—Nadie tiene permitido entrar o salir de esta nación hasta que mi esposo esté bajo mi cuidado. Y ustedes... —Los miró a cada uno, señalándolos—. No van a fallarme cuando de mi omega se trata. —TaeHyung enfocó específicamente a JiMin.

No recibió respuesta después de eso.

Volvió al mapa, golpeándolo con dos de sus dedos.

—De igual forma, requiero saber quiénes están de mi lado en esta guerra. —Miró a YoonGi—. Escríbele a todos los reinos, que demuestren su lealtad y gratitud acompañándome en el campo de batalla.

—Ya nos adelantamos en eso —dijo HoSeok, pero fue interrumpido por su esposo.

Yo me adelanté a eso, fue mi idea —aclaró JiMin.

HoSeok continuó con fastidio.

—Chuncheon y Gwangju accedieron; Chuncheon ofrecerá armas y guarniciones, Gwangju ofrecerá alfas cuando se requiera.

TaeHyung asintió.

—Puedo con eso. ¿Y Jeju?

HoSeok quiso contestar, pero JiMin le golpeó el brazo antes que pudiera abrir la boca.

—Prefirieron tener una posición neutral. No obstante, Jeju tiene alianzas con Seúl y Busan desde hace un tiempo, lo más probable es que brinde su apoyo al rey Jeon.

—¿Después de todo lo que hicimos por ellos? —bramó el rey, molesto—. ¿Qué es este cambio de lealtades?

NamJoon carraspeó.

—Se dice que la princesa de Seúl y Busan tiene influencia en la isla... —dijo él—. Cuando hablo de la princesa, me refiero a la hija ilegítima del rey actual —aclaró después—, la princesa heredera al trono sigue desaparecida, desafortunadamente.

—¿A qué te refieres con influencia? —inquirió TaeHyung, ceñudo.

—Es prostituta —afirmó JiMin.

Se escuchó una reprimenda de YoonGi por lo bajo.

—¿Qué? —espetó JiMin—. Cuando estaba casado con la momia, realicé un viaje a Jeju y la conocí. —Bebió—. ¿Cómo crees que se logró esa alianza? La omega ofreció su cuerpo al rey y a todos los príncipes; es una omega de carácter desagradable.

—JiMin, creo que es suficiente —interceptó YoonGi.

JiMin viró los ojos, no callando.

—Cabello negro, nariz puntiaguda y ojos grandes; sí se parece al esposo de mi hermano.

HoSeok le tocó el brazo.

—Ya entendimos.

HoSeok y YoonGi lo hicieron callarse, porque no veían con buen final una conversación de JiMin hablando sobre el esposo de TaeHyung en frente del propio TaeHyung.

El rey viró los ojos y se dirigió a los tres alfas presentes.

—Quiero que bloqueen cualquier comercio con Jeju. Envíen cartas a las demás naciones para que también apliquen las restricciones.

Los alfas murmuraron una afirmación y asintieron.

—De nada sirve su gran entrenamiento si no tienen con qué prepararlos —añadió, pues era bien sabido que los mejores guerreros de todos los reinos provenían de Jeju.

Interrumpieron tocando la puerta; entró un guardia haciendo la reverencia y ganándose la mirada de todos los reunidos.

—Majestad... Alteza... Excelencias... General... —saludó a cada uno—. Su Excelencia, el duque de Taejeon-dong está aquí...

—¿Mi primo SeokJin?... —inquirió TaeHyung. Miró a NamJoon en busca de respuestas, pero rápidamente se vio que no tenía ni idea—. Que pase.

SeokJin ingresó al poco tiempo, con una mano en la espalda producto de su embarazo tan avanzado. El omega Kim podía predecir que explotaría en cualquier momento y el simple movimiento le costaba. Aun así, ahí estaba, entrando a ojos de todos.

—SeokJin, ¿cómo siquiera puedes caminar? —participó JiMin y YoonGi se tapó el rostro por el comentario.

SeokJin miró mal a su primo omega; el embarazo lo tenía con un humor de perros esas últimas semanas.

—Vaya, juraba que ya era viudo —comentó con sarcasmo hacia NamJoon. Lo miró de arriba abajo—. Pero qué sorpresa que sigas existiendo, no te veo desde hace un mes.

NamJoon miró a otro lado, claramente incómodo, y quiso abrir la boca.

—Calla —impidió SeokJin—, no quiero escuchar tus excusas. —Transportó su mirada hacia su primo el rey—. Largo, todos ustedes menos mi primo.

—Tienes dos primos —dijo JiMin, ocasionando que SeokJin rodara los ojos.

—¿Y con quién crees que hablo?

Todos miraron a TaeHyung y el alfa les concedió que se fueran con la mirada.

Cuando iban saliendo, YoonGi le susurró a JiMin:

—¿Por qué siempre eres tan... tú?

—Si quieres me convierto en una planta de menta, para que estés feliz —musitó JiMin con sarcasmo y odiosidad.

Cuando todos salieron, TaeHyung se sentó despacio en la mesa. Mas no tuvo tiempo de reacciona cuando una cachetada impactó en su mejilla. No fue muy fuerte, pero aun así soltó un quejido porque todo su cuerpo dolía.

Miró a su primo con desconcierto; el omega lo observaba ceñudo.

—Jin, ¿qué-?

El omega de hebras anaranjadas le cortó el habla cuando lo apuntó con un dedo acusatorio.

—No me importa lo que sufriste el Seúl ni cuánto te duele el cuerpo, eres un inepto.

TaeHyung se tocó la mejilla.

—¿Cómo pudiste hacerle algo así a tu esposo? ¿Estás demente?

—No fue mi culpa, mis súbditos me han traicionado-

SeokJin alzó su mano para que se callara, lográndolo.

—¿Encarcelarlo también fue traición? Porque de eso sí estuviste muy consciente. —Se tocó la panza y suspiró—. ¿Por qué no hay ningún alfa bueno en este mundo?

TaeHyung, regañado, dejó caer sus hombros.

—No tengo excusa...

SeokJin abrió sus ojos, molesto.

—Claro que no tienes excusa, ¿cómo pudiste hacerle algo así a JungKook? ¿Sabes todo lo que vivió?

TaeHyung lo miró sin decir nada, porque la cruda realidad era que no lo sabía con certeza, solo sabía de algunas cosas y por encima.

—¿Y tú sabes? —inquirió en tono bajo y vulnerable.

—Absolutamente todo —afirmó SeokJin.

TaeHyung exhaló, triste.

—¿Y no me dijiste? —preguntó sin malas intenciones, solo con tristeza porque su esposo no se lo contó a él, pero sí a su primo.

—¿Cómo crees que te iba a contar algo tan privado? —respondió SeokJin, con las manos en las caderas.

TaeHyung se cruzó de brazos, más como un abrazo para sí mismo.

—Él no confió en mí. —Miró a otro lado.

SeokJin no pudo retenerse y lo miró con cariño a pesar de estar molesto con él. Le acunó la mejilla un momento antes de abrazarlo, prácticamente tomándolo de la cabeza para pegarla a su pecho con algo de brusquedad, pero con buenas intenciones.

TaeHyung se dejó sin chistar, porque tenía que admitir que cuando estaba con SeokJin sentía que podía mostrar un poco mejor como se sentía. Le transmitía esa confianza paternal, de cierta forma.

SeokJin palmeó su rostro con suavidad para consolarlo y suspiró.

—Hay que recuperarlo.

—Eso intento... —musitó TaeHyung, apretando los labios.

SeokJin miró los papeles sobre la mesa.

—Tiene que ser algo más discreto, si damos un indicio de ataque, podrían hacerle daño a JungKook.

Y era cierto lo que SeokJin decía, además era muy riesgoso atacar la capital sin premeditarlo porque peligraba todo lo que protegía como rey. Más se tardaba un ataque que lastimar a JungKook, era una realidad.

Cada vez que TaeHyung lo pensaba, se volvía más complicado sacarlo de ahí.

Pensó en JungKook, en como estaría, si estaría durmiendo y comiendo bien; se le hacía un vacío en el pecho al pensar que estaba allá solo y asustado, porque recordaba como si fuera un amargo ayer las palabras desesperadas y desgarradas de JungKook cuando le dijo que jamás quería volver a su hogar hace unos meses.

Él le había prometido ir por él a toda costa en ese entonces, pero ¿por qué ahora era tan difícil cumplir con su palabra?

TaeHyung arrugó las cejas, pensando que era su culpa. No debió haber explotado como lo hizo, no debió encerrarlo ni descuidarlo, porque incluso habían atentado contra su omega dos veces ahí mismo, en su propio castillo, en su propio reino.

—Deja de pensar cosas horribles —musitó SeokJin, separándose—. Debe ser un plan más estratégico, sin involucrar a muchas personas.

—¿Ideaste algo en específico? —inquirió TaeHyung.

Con una sola mirada de su primo, TaeHyung se interesó de inmediato, alzando las cejas y teniendo claro que ese silencio significaba un sí.

—Pero debe quedar entre tú y yo —condicionó el omega.

Y TaeHyung asintió sin dudarlo.




Nota:

FELIZ SÁBADO TAEKOOK

¿Cuál fue su parte favorita de este capítulo?

La mía fue la de JungKook y Gyuri, aunque amé a JungKook en la escena Eunkook, ES TAN BONITO.

Con verán, en este capítulo no hubo mucho llanto, es para que se vayan preparando para el capítulo que viene, ese si es MUY potente.

Les invitamos a seguir la cuenta de TikToks de TR, estamos estudiando ideas para nuevos TikToks interesantes, espero publicar algunos mientras escribo el siguiente capítulo. <3

Sin más que decir, BUENAS NOCHES, BESOS.


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