LV: Hermandad escabrosa
Los vendajes cubrían todo el torso del rey Kim, podía apreciarlos ahora que estaba frente al espejo de su habitación, terminando de colocarse su camisa. Su rostro estaba pálido y sus ojeras grandes, los golpes y moratones se alojaban en su pómulo y también tenía el labio roto.
Incluso su mirada de color zarco era mucho menos luminosa que antes.
Apretó los labios, moviéndose con sumo cuidado porque realmente todavía no estaba en condiciones de estar siquiera de pie por el terrible dolor en todo su cuerpo.
Es cierto que habían transcurrido unos pocos días que para TaeHyung fueron eternos, quizás menos de una semana. Estaba un poco más recuperado, todos le habían dicho que lo correcto era permanecer unos cuantos días más en descanso, pero TaeHyung ya no aguantaba ni un segundo más dentro de esa habitación sin poder hacer absolutamente nada.
Hace un rato, los sirvientes habían llegado para ayudarlo con su vestimenta, pero al mínimo amago que hicieron en tocarlo, TaeHyung manoteó.
No quería que nadie le pusiera una mano encima. Estaba tan enojado que el simple hecho de que alguien se le acercara lo alteraba a mil.
Por eso, ahora la servidumbre se limitaba a observando en posición de respeto los movimientos del rey.
También ignoró por completo cuando escuchó el sonido de la puerta abriéndose y la voz de su hermano que vino después, diciéndole:
—¿Qué estás haciendo?
JiMin ingresó con el ceño fruncido, incrédulo cuando recibió la noticia de que su hermano estaba irrespetando las órdenes de los expertos y estaba de pie fuera de su cama, vistiéndose para retomar su mandato.
TaeHyung solo le dio una mirada a través del espejo durante un momento efímero, pero después siguió con lo suyo.
El príncipe se cruzó de brazos en su pose típica al ver como su hermano lo ignoraba a propósito.
—Fuera todos —ordenó él, despachando a cada uno de los sirvientes, quienes hicieron sus respectivas reverencias antes de darles privacidad a los hermanos Kim—. Deberías estar acostado —dijo JiMin, acercándose unos pequeños pasos—. El médico dijo que no estabas en condiciones de hacer nada.
TaeHyung exhaló una sonrisa gutural sin nada de gracia.
—Pura mierda —masculló, arreglándose el cuello de su camisa ya colocada—. Nadie puede darme órdenes.
—Luces como si no pudieras dar ni un solo paso, ¿crees que puedes reinar así?
TaeHyung se movilizó lentamente hacia su mesa de noche, de donde tomó su anillo de poderío.
—Te gustó reinar mientras no estaba, ¿cierto? —interrogó con voz gruesa, colocándose el anillo y acomodándose el de matrimonio que no se quitaba para nada.
JiMin alzó una ceja.
—¿A qué viene tu pregunta? —rodeó él, percibiendo a la perfección el ácido que su hermano le estaba lanzando.
—Tomar mi puesto, hacer lo que te da la gana, aprovechar mi vulnerabilidad para dejar salir tu egoísmo y tu soberbia... —relató, serio—. Llevas esperando eso por mucho tiempo, ¿cierto, JiMin?
—¿Así me hablas después de haber hecho todo lo posible para rescatarte? ¿Sabes lo mucho que me arriesgué para que estés aquí ahora? —dijo, adquiriendo instantáneamente una postura a la defensiva—. ¿Cómo puedes tratarme de esta forma?
TaeHyung se giró a verlo sin expresión.
—No voy a velar por alguien que, por su insensatez, llevó a mí hermano a sufrir está calamidad —citó entre dientes—. Esas fueron tus palabras, hermano.
JiMin, que permanecía ceñudo, viró los ojos y rio incrédulo cuando entendió el origen de la actitud de arisca y a la ofensiva de su hermano.
—¿Tu actitud es por el traidor de tu esposo?
TaeHyung se acercó a él, con postura amenazante.
—Ese traidor es mi esposo legal y es tu rey, pero aun así decidiste abandonarlo cuando yo te di una orden —masculló.
El omega boqueó, comenzando a detectar en sí mismo rabia por la injusticia de TaeHyung hacia él.
—Hice todo lo que estaba a mi alcance para salvarte, ¿y tú vienes a reclamarme por no traer a tu esposo con nosotros? —expresó, más que indignado—. ¿A una persona que siempre te engañó? ¿que jugó contigo? ¿que te manipuló y te usó?
TaeHyung apretó la mandíbula cuando escuchó a su hermano reir para ocultar su cólera.
—¿Acaso su vida es más importante que la tuya? —preguntó capciosamente—. Yo no lo creo.
El rey chasqueó la lengua y se inclinó hacia él, hablándole entre dientes.
—Cuando confío en ti, cuando por fin puedo ver una solución a nuestras diferencias... —exhaló una sonrisa agria—... siempre tienes que hacer algo que solo demuestre tu altivez y que no has cambiado nada.
—¿Soy solo yo el que no ha cambiado? —Subió el tono de voz, ofendido—. Eres el mismo cínico de siempre, hablas de mi altivez y egoísmo cuando el único que hace las cosas para su beneficio eres tú y lo disfrazas como si fuera el lenguaje del amor.
TaeHyung miró hacia arriba, soltando una risa sin gracia antes de negar y volver a mirarlo a través de sus ojos zarcos, filosos como dagas.
—Tú no sabes nada del amor —tronó él.
—Sé lo suficiente para decirte que tu matrimonio está en un rumbo muy lejano al amor.
TaeHyung negó, hosco.
—Siempre crees tener la razón, siempre me pones a mí como el villano de esta historia, cuando yo solo he intentado cumplir con lo que me corresponde y así sobrevivir a esta grotesca realidad que se me fue entregada sin haberla pedido —gruñó, aproximándose más—. Tú no sabes nada del amor, tú no tienes el coraje de amar... Si tanto supieras de amor como dices, ¿entonces por qué te casaste con HoSeok y no con YoonGi?
JiMin apretó los labios, conteniéndose porque su hermano había dado en un punto débil.
—Eso es otro asunto muy distinto-
—¿Es por tu incapacidad de tener hijos? —irrumpió el alfa—. ¿Por tu mala reputación? ¿O la mala reputación de él? —Se respondió a sí mismo negando—. Si supieras lo que es amar, sabrías que nada de eso importa realmente, pero no te atreves a hacer nada al respecto.
JiMin calló porque sabía que por un lado era verdad lo que decía, pero la discusión no iba a quedar así. Acto seguido, mostró una sonrisa áspera y asintió con lentitud.
—Hablas del amor tan elocuentemente que casi me creo que eres un alfa tan perfecto —pronunció el omega—. Déjame ver si entendí: te casaste con el príncipe de los Jeon mediante mentiras y manipulaciones porque no querías que te abandonara, lo engañaste con tener hijos y lo ilusionaste, ¿y aun así te atreves a juzgar mis decisiones?
Esta vez, TaeHyung fue el que calló.
—Si de verdad eres un fiel creyente del amor y de tu matrimonio, ¿entonces JungKook ya sabe tu secreto?
La mirada de TaeHyung oscureció, asemejándose al más denso de los océanos.
JiMin se acercó a paso lento. Estaba muy molesto, así que le iba a devolver el golpe verbal a TaeHyung donde más le dolía.
—En un matrimonio no hay secretos... —demoró—, ¿ya le dijiste sobre nuestra maldición?
La vena del cuello de TaeHyung ya sobresalía enrojecida del enfado, reteniendo dentro de sí tanta ira que en cualquier momento sería propenso a explotar.
—¿Cuándo le dirás que nuestra familia está maldita por la infertilidad?
—Cállate —pronunció TaeHyung, cerrando los ojos con fuerza.
—¿Esperarás a que tu esposo muera dando a luz? ¿O que sufra infinitas pérdidas? —inquirió retóricamente—. Si lo amas tanto como alegas, ¿por qué no le dijiste antes de atarlo a ti en matrimonio? —Pero se respondió a sí mismo asintiendo con sarcasmo—: porque sabías que iba a abandonarte y no lo soportarías —rio sin gracia—. Eres despreciable.
TaeHyung respiró brusco, pero JiMin continuó envenenando con sus palabras y agregando más cizaña.
—Él iba a abandonarte, ¿quién iba a querer a un alfa defectuoso? Además, te causa violencia que otros alfas lo hayan tocado... —Hizo una expresión de duda fingida que solo hizo enfadar más a su hermano—. Tal vez es porque pensabas que iba a dejarte por otro alfa que sí pudiera darle hijos, no como tú que no sirves-
Se cortó cuando TaeHyung lo tomó bruscamente del chaleco fino que vestía y lo acercó a su rostro con expresión de riña y amenaza.
—JungKook jamás me dejaría por otro alfa, yo soy su único amor —gruñó, colérico. Sin embargo, JiMin volvió a reír, aunque eso no le impidió continuar—. No hemos tenido un primer hijo y ya supones que tengo tu misma condición, eso solo demuestra tus celos y que JungKook tenía razón al decir que quieres que todos vivamos en la misma infelicidad y miseria que tú.
JiMin lo empujó para zafarse.
—Digas lo que digas, patalees, llores o grites, jamás voy a arrepentirme de haber abandonado al prostituto con el que te casaste. No se lo merece ni tú tampoco.
—Vete —bramó TaeHyung, señalando la puerta.
—Con gusto.
El príncipe JiMin se acomodó el chaleco antes de irse, tirando la puerta con fuerza.
TaeHyung se quedó en el mismo lugar, apretando los puños con fuerza y luego se tomó del cabello, frustrado. Porque sabía que JiMin y él jamás se entenderían y no era algo que pudieran cambiar.
Porque la grita que se fisuró en su relación hace años ya no tenía reparación.
Por su lado, JiMin transitó por los pasillos del castillo casi echando humo por las orejas. Casi trotó, respirando hondo y acelerado, increíblemente impotente.
La servidumbre le hacía reverencias, pero él solo les pasaba de largo hasta que entró al primer salón que estuvo a su alcance y se encerró en él.
Se llevó las manos al rostro, soltando un gruñido frustrado.
Eran muy injusto lo que le hacía su hermano. Después de todo lo que hizo para protegerlo, TaeHyung lo atacaba con todo.
Pero lo que más impotencia le daba es que las cosas siempre habían sido así.
Todo giraba en torno a ese omega de ojos violetas, para su hermano ese omega lo era todo; su omega, ese que lo engañó y le mintió tanto y a tantos, justo en frente de sus narices.
En cambio, él siempre intentó serle leal, un protector, jamás le mintió. Con esto JiMin se daba cuenta que ser un bien príncipe era pura mierda. No valía nada porque para su hermano, lo único que valía era ese maldito omega.
La mirada celeste del omega vagó furiosa por todo el salón, caminando de un lado a otro mediante zancadas enfurecidas, escuchando su propia respiración.
Todo lo que le enseñaron era para que su vida girara en torno a TaeHyung, ¿y todo para qué? Si TaeHyung aun así lo desplazó.
Tiró el jarrón más cercano que encontró, detonando que algunos guardias amagaran entrar en busca de peligro, pero apenas pusieron un pie dentro, JiMin se giró a gritarles un:
—¡FUERA!
Y cuando lo dejaron solo, JiMin comenzó a experimentar esa sensación tan desgastante en el pecho, dolorosa.
Cerró los ojos con fuerza, pero para retenerse, caminó de nuevo.
—No te atrevas —masculló para sí mismo—, tú no puedes llorar.
Exhaló, recostando su espalda en una parte hasta que estuvo sentado en el suelo, tapando su rostro.
Tres años atrás, las miradas de la servidumbre y los pocos nobles que visitaban el castillo real estaban sobre el príncipe JiMin. Tenía muy presente el impulso de bajar la cabeza y los hombros por la terrible sensación de acidez en el alma que le causaba haber sido expuesto de esa forma.
Quería evitar con todo su ser esos murmullos, quería silenciar a esas personas que hablaba de él; porque sabía que cuando se inclinaban hacia él por su posición, en realidad querían reírse en su cara y cuando no veía, lo miraban como si fuera un monstruo, un omega sin honor.
Pero a él le habían enseñado a no mostrarse débil, esa no sería la excepción. Por eso mantuvo su mentón arriba todo el trayendo al despacho de su padre.
En el pasillo más cercano a su destino, el silencio y la soledad eran aliviadores para su pecho. Fue entonces y solo entonces que se permitió limpiarse las manos empapadas de sudor en sus pantalones, signo de su gran nerviosismo.
Ya frente a la puerta de su padre, respiró profundo para relajarse, aunque fuera un poco. Luego, tocó la puerta, porque ay de él si entraba sin tocar.
Cuando escuchó el permiso correspondiente, entró e hizo una reverencia ante el rey, manteniendo su porte a pesar de la tensión que manejaba su cuerpo.
—Majestad.
Mas lo único que obtuvo de respuesta fueron los pasos apresurados de su padre hacia él.
JiMin se preparó mentalmente, sabía lo que se venía.
Y es que ni siquiera pudo incorporarse correctamente de la reverencia cuando una terrible cachetada fue atestada en su mejilla, haciéndolo jadear de dolor. Se mantuvo firme, conteniendo el impulso de cubrirse la mejilla con la palma.
—¡Qué vergüenza! —exclamó el rey Kim.
Él se limitó a mirar al suelo, porque no tenía permitido observar al rey si éste no lo avalaba.
Kim MinHo se arregló el chaleco con molestia.
—Has arruinado nuestra reputación, ¿cómo te atreves?
JiMin desvió la mirada de su padre y captó la presencia de su hermano menor, de pie junto al escritorio de su padre, quieto como estatua y silencioso como él solo.
—Un soldado de bajo rango, JiMin —le sacó en cara su progenitor—. ¿Cómo puedes ser tan estúpido? Incumpliste con tu deber al meterte con un miserable soldado. Dioses, eres una vergüenza para la monarquía. —Se giró hasta su escritorio y volvió a él, gruñendo—. ¿Cómo puedes rebajarte a ese nivel? ¿Cómo pudiste desprestigiar nuestro apellido de esta forma?
El rey hablaba con tanta rabia que no parecía muy distinto a un demonio. Eso le hizo saber a JiMin que esa conversación no iba a acabar bien.
Kim MinHo se recargó en la mesa más cercana.
JiMin volvió a desviarse hacia TaeHyung que todavía no lo miraba y se mordió el interior de la mejilla por eso. Sin embargo, después zarandeó su cabeza con ligereza y chasqueó la lengua.
—Si se me condena por vivir una vida libre, entonces bienvenido sea.
En ese momento fue que vio reacción en TaeHyung, quien explayó sus ojos en terror y lo miró directamente, anunciándole que la había embarrado por no permanecer en silencio recibiendo el regaño de su padre.
Y pudo confirmar que sí la había regado cuando el rey lo miró fijamente y se acercó no mucho, a paso lento.
—¿Qué has dicho? —murmuró, notándose que estaba conteniéndose por el casi rechinar de sus dientes.
JiMin no lo miró a los ojos a la hora de responder.
—Considero que también tengo el derecho a algunas diversiones comunes, Majestad...
El rey se giró a su hijo alfa con brusquedad y lo despachó, diciéndole:
—Vete.
TaeHyung dudó por una pequeña fracción de tiempo, pero después se apresuró a modular:
—Sí, Su Majestad...
Realizó una reverencia y caminó hacia la salida. Quiso pasar junto a su hermano, pero JiMin lo detuvo sosteniéndole de un brazo y le imploró con la mirada que por favor no se marchara, que no lo dejara esta vez.
Pero como debió haber esperado, TaeHyung solo le tomó la mano y soltó el agarre, yéndose después.
JiMin exhaló por la boca, el aire abandonó sus pulmones, pues el dolor en su pecho que le causó ese abandono no iba a borrarse jamás.
—¿Crees que nosotros tenemos diversiones? —bramó su progenitor, pero JiMin no dijo nada por el terrible nudo que apretaba su garganta—. Todo lo que hacemos, todo lo que estudiamos, todo lo que pensamos, es el deber. Un príncipe como tú no se divierte, nunca se te ha entregado ese derecho. Tú eres un hijo de la dinastía Kim, ¿crees que esto es una diversión?
JiMin tragó grueso.
—Me ha malinterpretado, Majes-
—¡NO PUEDES RESPONDERME! —gritó y JiMin se estremeció—. Naciste y existes solo para cumplir con tu deber de príncipe, no tienes derecho a diversiones, no tienes derecho a momentos de ocio —amonestó el rey, mirándolo terriblemente mal—. Pensé que era mucho trabajo lidiar con las debilidades de tu hermano, pero tú has superado los límites de la debilidad. Permitirte sentir por un soldado de la plebe es vergonzoso y patético —bufó.
JiMin apretó los puños, con cabeza gacha.
—El amor está prohibido, pensé que se los había dejado claro. —Lo señaló con un dedo—. Escúchame bien: no solo eres un omega, eres un príncipe, primogénito del rey y hermano del futuro monarca de esta nación. Tu posición... ¡tu deber! es servir, solo servir, aprende a que no eres más que un adorno en este palacio.
JiMin quiso llorar, Dioses que tuvo ganas de llorar con las palabras tan duras de su padre. Pero no, no lloró.
—Ahora tengo que resolver tu desastre y las consecuencias de tu... diversión —espetó con desprecio.
El omega también quiso temblar al escuchar esa frase, porque era imposible creer que su padre los viera como algo más que objetivos de valor. Nunca los vio como sus hijos, solo eran sus príncipes y sí que había una larga y entramada diferencia.
—Mañana mismo vas a partir a Chuncheon —anunció Kim MinHo—. Te casarás con el rey.
El omega palideció, abriendo sus ojos en grande.
—¿Disculpe?...
—Necesito alianzas, el rey de Chuncheon necesita un heredero y tú necesitas limpiar su honor manchado —desglosó, volviendo a mirarlo de pies a cabeza con desagrado.
—¿Casándome con un rey de notable mayoría de edad? —musitó ofendido.
MinHo se mostró molesto.
—No cuestiones mis decisiones —advirtió él—, y cuida tus palabras porque frente a ti tienes a tu rey.
—Majestad —jadeó suplicante—. No lo haga, por favor. Puedo aceptar el exilio o la expulsión de la corte, pero esto es más que humillante. Es una muerte silenciosa y no creo ser merecedor de ella, Majestad-
—Lárgate y prepara tus cosas —zanjó en alto.
JiMin apretó los labios, casi mordiéndolo por la desesperación. Le iba a arruinar la vida, él no quería casarse, mucho menos con alguien a quien no conocía, no amaba y como aditamento para el pánico, era un anciano. Dioses, ¿qué iba a pasar con YoonGi?
—Majestad-
—Vete y no quiero volver a verte en mi vida, eres una vergüenza —escupió las palabras.
El omega rubio quedó helado en su lugar, petrificado cual estatua.
Porque cuando su padre afirmaba algo de esa forma tan decidida, las opciones se deshacían y solo se podía acatar lo que ordenó, no había de otra.
Por eso, salió casi corriendo de ese lugar, necesitando una gran cantidad de aire porque el pecho parecía cerrársele. Se lo sostuvo, teniendo ganar de morir ahí mismo, porque prefería morir a casarse de esa forma, a ser entregado como ofrenda, ganado, como si no valiera nada.
Corrió a su hermano cuando lo divisó en el pasillo y lo agarró de su chaleco con desespero.
—Hermano, piensa casarme con el rey de Chuncheon —jadeó, intentando calmar el latir de su pecho. Incluso le dijo hermano y jamás se referían al otro de esa manera.
Pero TaeHyung apenas reaccionó, tomándolo de los brazos con suavidad al tiempo que JiMin le dio una sacudida.
—Intenta disuadirlo —le pidió él—, haz algo, por favor, solo él te escucharía, TaeHyung —continuó con voz extraña—. Nunca te he pedido nada, solo esto, por favor, haz algo, no quiero casarme.
TaeHyung apretó los labios.
—Yo... —musitó y tras eso, chasqueó la lengua—. Es nuestro deber, JiMin, no podemos hacer nada...
El omega lo soltó rápido, frunciendo el ceño con confusión.
—¿Tú sabías que iba a casarme?...
TaeHyung tragó saliva, haciendo una mueca.
—Todos debemos hacer sacrificios por el reino, esto es-
Pero se detuvo cuando vio la expresión horrorizada de su hermano.
—No te atreves a decir que esto es por el bien del reino —murmuró JiMin, mirándolo con furia y lágrimas en los ojos—. Dioses, te ha manipulado completamente.
—JiMin...
El aludido se le acercó un paso, comprimiendo la expresión.
—Va a casarme con un extraño, TaeHyung, ¿y tienes el descaro de decirme en la cara que es por bien del reino? —musitó dolido—. Me has traicionado.
—El rey de Chuncheon morirá pronto —dijo TaeHyung, queriendo calmarlo—. Todo esto acabará y nada habrá pasado —afirmó, tomándole de los brazos.
—No me toques —masculló JiMin, soltándose—. ¿Y mi dignidad? ¿Y cuando tenga que darle un heredero mediante la violencia y la obligación? El dolor que llevaré conmigo... ¿eso no es nada? —susurró, limpiándose una lágrima furtiva.
Y, Dioses, TaeHyung jamás lo había visto llorar.
—JiMin, debes entenderme mejor que nadie...
Su hermano negó, exhalando gangosamente.
—Te entiendo mejor que nadie, pero el que no me entiende eres tú a mí —sollozó—. Mi propio hermano me ha traicionado después de todo lo que vivimos juntos.
TaeHyung arqueó las cejas, sin saber que decir, y JiMin lo miró con dolor puro.
—Jamás voy a perdonarte esto —avisó, tratando de modular sin que la voz se le rompiera—. Voy a matarte, juro por los Dioses que así será —masculló y luego comenzó a irse dando zancadas.
—JiMin, espera-
El omega se giró, dolido y furibundo.
—Tú ya no eres mi hermano. Aléjate de mí y nunca vuelvas a tratarme.
JiMin se fue de ahí, sabiendo que las cosas jamás volverían a ser como antes. Porque el dolor que le había implantado su padre por años solo fue suplementado por la indiferencia, cobardía y complicidad de su hermano.
JiMin ya no tenía familia.
O quizás nunca la tuvo.
JungKook respiró profundo.
Transitaba los pasillos del oscuro palacio de Seúl, llenos de tantos recuerdos que el nerviosismo le tenía formado un nudo en la garganta. No importaba cuan fuerte fueran los rayos del Sol, no eran capaces de romper el aura tan sombría que su tío reflejaba en el lugar, como si estuviera en cada rincón, observando.
La servidumbre pasaba a su lado como si no existiera, no reverenciaban ni nada. Volvía a ser un cero a la izquierda después de haber sido tan respetado en el castillo de Daegu.
Tocó la puerta frente a él con timidez, y cuando le dio permiso, JungKook inhaló profundo y abrió, entrando cabizbajo al despacho de su tío, quien había pedido por él.
Estaba a nada de sudar porque EunWoo no estaba en ese momento en el castillo y estaría solo con el rey Jeon.
Avanzó hasta la mitad de la habitación, con las manos detrás de su espalda. Luego, hizo una reverencia.
—Majestad —saludó en un susurro, teniendo miedo de hablar incorrectamente.
—Sube la mirada.
JungKook acató la orden de su tío y pronto estuvo identificando a Jackson a un costado. Sus ojos se abrieron en grande y quiso avanzar. El alfa estaba cabizbajo, con moretones en el rostro.
—Jackie-
Sin embargo, se detuvo cuando su tío habló con voz grave.
—Admira la manera en la que le enseñé a no traicionarme —dijo él, acercándose a su sobrino.
JungKook, ya asustado, se apartó ligeramente; su tío siempre encontraba la forma de asustarlo.
—Míralo —Señaló a Jackson—. ¿No te enseña a no traicionarme?
JungKook se hallaba más que confundido, su tío estaba actuando tan tenebrosamente, pero él no había hecho nada... Aun así, permaneció en silencio y dio un paso hacia atrás cuando lo percibió acercarse más a él.
—¿Acaso lo que te he enseñado no ha sido suficiente? —gruñó con rabia JungHyuk.
JungKook negó.
—No sé a qué se refiere-
JungHyuk lo cortó cuando le sostuvo el rostro con mucha fuerza. JungKook tembló y amago gritar, más el aire se fue de sus pulmones y solo cerró los ojos.
—Tuviste que ver en esto, ¿verdad? —masculló el rey, con la mandíbula tensa.
Dioses, JungKook solo podía negar porque no sabía a lo que se refería.
—Claro que tuviste que ver, quisiste verme a mí y a EunWoo la cara de idiotas.
—No sé de qué me habla, lo juro —dijo JungKook, temblando y negando.
El rey lo apretó con fuerza, al punto de clavarle las uñas en las mejillas, lo hizo sollozar.
JungKook buscó con la mirada a Jackson, pero el alfa estaba en la misma posición que antes, mirando al suelo, quieto.
Su tío lo zarandeó, JungKook cerró los ojos, aterrado.
—Tú colaboraste para que tu esposo escapara —afirmó entre gruñidos guturales—. ¿Quién más pudo traicionarme si no fuiste tú?
JungKook abrió sus ojos grandes para observarlo perplejo. Su tío tenía una expresión de completa cólera.
—¿De qué hablas? —jadeó—. Yo no tuve nada que ver.
Pero JungHyuk continuó apretando; sin duda dejaría marca por unas cuantas horas.
—Lo juro, lo juro por mi padre, lo juro —sollozó adolorido, con el miedo a flor de piel y la conmoción de la noticia igual; su esposo realmente había escapado, habían ido por él como creyó. JungHyuk siguió usando su fuerza bruta en silencio—. Lo juro —susurró delicadamente.
JungHyuk lo soltó con brusquedad, haciendo que JungKook perdiera el equilibro por un momento antes de recobrarlo y tomarse las mejillas heridas pasa sobarlas suavemente.
Su tío lo miró con un odio explícito antes de dirigirse de nuevo a su escritorio para servirse un trago que tomó de una vez. Luego, dejó el vaso sobre la mesa con la fuerza suficiente para hacer que JungKook diera un pequeño respingo en su lugar.
—Esto no se quedará así —advirtió más para sí mismo. Después, miró a su sobrino—. No confío en ti y juro por los Dioses que voy a hacer una guerra por esto.
JungKook no dijo palabra, solo se quedó en su lugar con los ojos grandes y brillantes, congelándose cuando su tío cambió su expresión molesta por una de burla.
—Él escapó... ¿sin ti?
La expresión de JungKook se descompuso y se quedó sin aire. Pestañeó varias veces pensando que no, TaeHyung iba a volver por él porque se lo prometió.
JungHyuk rio por la expresión de incertidumbre en su rostro.
—Eres el mayor idiota si crees que va a salvarte. —Soltó una carcajada alta, consiguiendo que JungKook bajara la cabeza—. ¿De verdad piensas que vendrá por ti? —Vio al omega apretar los labios que le temblaban, parecía repetirse continuamente algo en su mente—. Si llega a regresar por ti, no será porque te ama... Será porque sabe los lindos herederos que puedes darle, porque solo eres útil para eso. —Rio de nuevo.
JungKook arqueó las cejas ante la sensación de humillación que le causó escuchar las risas de total burla que le dedicaba su tío. Apretó los labios cuando volvió a ser tomado del mentón, esta vez sin ser un agarre tan fuerte.
—Recuerda que en este palacio no eres más que un prostituto y nadie dudará un segundo en informarme si estás saliendo de la habitación —masculló JungHyuk, serio y amenazante—, porque aquí nadie te trata como un príncipe.
JungKook luchó con el nudo en su garganta.
—Jamás saldrás de este palacio mientras yo viva y es mejor que empieces a entender su insignificante posición, porque tu matrimonio para mí no vale nada.
JungKook cerró los ojos y mordió su labio, dejando ir lágrimas nuevas y silenciosas.
—Sal de mi vista —dijo entre dientes—. Espero que esta noche no dejes de pensar en lo que les sucede a los traidores. —Señaló a Jackson con la cabeza.
Los ojos violetas de JungKook volvieron a Jackson y se preguntó: «¿Qué tuvieron que hacerle para que siquiera reaccionara?».
JungHyuk lo soltó y señaló la puerta.
—Largo.
JungKook tragó asustado y dio media vuelta, huyendo a paso apresurado porque no aguantaba estar ahí por más tiempo.
Sin embargo, su objetivo de atravesar el pasillo subsiguiente se vio frustrado cuando su prima Gyuri lo interceptó.
JungKook frenó abruptamente.
Ella vestía con un vestido elegante, con el cabello negro y arreglado. Antes de que ninguno dijera palabra, ella lo miró de arriba abajo, chequeándolo con la mirada. Luego, sonrió.
Y JungKook se sintió increíblemente incómodo.
—JungKook —saludó con dulzura sobreactuada.
—Alteza —saludó de vuelta él, con un movimiento de cabeza.
JungKook no la llamaría por su nombre. Jamás la vio como una prima, jamás tuvieron un lazo de cercanía. De hecho, apenas y la conocía. No convivió con ella casi nunca porque Gyuri usaba su tiempo viajando y rara vez estaba en el palacio. Lo único que sabía era que era una malcriada y que arrebató su habitación.
Prefería quedarse lejos de ella.
Dioses, que EunWoo volviera pronto...
—Llámame por mi nombre, JungKook —dijo ella, virando los ojos con una sonrisa.
El omega se enderezó, colocando las manos detrás de su espalda.
—Prefiero de este modo.
Gyuri borró la sonrisa.
—Si así prefieres... —musitó ella—. Deberías regresar a la habitación que compartes con el marqués, no queremos que mi padre vuelva a enojarse.
JungKook tomó ese comentario como que a Gyuri no le había gustado su actitud arisca.
Él asintió, pero ella, por otro lado, pudo corroborar dos grandes detalles en el cuerpo de su primo.
—Alteza —murmuró JungKook, retirándose.
Gyuri lo vio irse hasta que desapareció por el pasillo siguiente. Fue entonces que viró los ojos con fastidio. Le molestaba en sobremanera que JungKook estuviera en el palacio, deambulando por los mismos pasillos que ella usaba. Para ella, era mejor que estuviera encerrado.
Achicó los ojos en un punto fijo y luego se giró hacia la puerta del despacho de su padre. Abrió sin siquiera tocar; su padre estaba sentado, agarrándose la cabeza.
—¿Quién mierda entra sin tocar? Maldita sea.
Gyuri estiró una sonrisa pícara cuando lo vio alzar la mirada.
JungHyuk respiró con tranquilidad.
—Eras tú.
—¿Quién más se atrevería a entrar al despacho del rey sin tocar? —rio suavemente—. Es un privilegio que solo yo me permito.
JungHyuk mostró una sonrisa torcida.
Gyuri frunció el ceño cuando detectó la presencia de otra silueta a la que identificó como Jackson.
—¿Qué haces aquí? —Lo escaneó—. Vete.
Jackson reverenció y se fue tan pronto pudo, mirando al suelo.
La princesa sonrió ante eso, le resultaba satisfactorio ser tan importante para que la obedecieran sin dudar.
—Me he encontrado con mi primo —relató ella, mirando a su padre—. Lo vi demacrado. Tiene una marca en su cuello, ¿lo sabías?
—Claro que lo noté, Gyuri —afirmó, masajeándose la sien.
Ella apretó los abios para ocultar una sonrisa sagaz.
—¿Sabes de qué más me he enterado, padre?
JungHyuk elevó las cejas con odiosidad y exhaló.
—Sorpréndeme, Gyuri.
La aludida viró los ojos.
—Escuché de fuentes confiables que la feliz pareja de casados ya compartieron el primer celo... —canturreó.
JungHyuk dejó de masajearla y la enfocó con interés, su hija tenía una sonrisa malévola plantada en el rostro.
—¿El celo?
Ella asintió.
—Fue hace unas pocas semanas, según me contaron...
El rey Jeon se levantó y rodeó la mesa, ceñudo.
—Si mi primo pasó el celo con el rey, eso quiere decir que... —insinuó con tono sugestivo.
—JungKook puede estar esperando al heredero del rey —completó JungHyuk.
Gyuri mostró una sonrisa ladina, viendo como su padre negaba.
—Eso no puede pasar, tengo que encargarme —dijo, caminando.
—Yo me encargo. —Lo detuvo y él la miró—. Yo misma puedo encargarme. —Le tomó de los hombros para relajárselos con un sutil masaje—. Yo me haré responsable de este asunto.
JungHyuk sonrió.
—Eres la mejor hija que puda tener. —Ambos rieron—. No te extralimites, estoy cansado de limpiar tus desórdenes.
Ella bufó.
—Todo es por el bien del reino. —Elevó su mentón—. Todo lo que hago es por el bien del reino...
Nota:
FELIZ MIÉRCOLES TAEKOOK
¿Cómo se sienten después de la bombita de este cap? ¿COMO QUE INFERTIL, TAEHYUNG?
Abro pequeño espacio de odio para Gyuri y Scar:
Btw, ¿Leyeron todas las bombitas que soltamos por Instagram sobre TR? Si aún no lo han hecho, HÁGANLO PORQUE ESTÁN SUPER AAAAA. Dejaré una historia destacada en mi perfil donde pueden acceder a ellas.
Sin más decir, FELIZ RESTO DE LA SEMANA, BESOTES EN LAS NALGAS.
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