LIX: Flor marchita
El rey Kim avanzaba afanoso en medio de la tensión del momento. Su cabello lacio y dorado, único en su clase y muy similar al ocaso, se meneaba con brusquedad a cada paso apurado e impotente de sus botas entaconadas. Vestía con un atuendo de entero color negro, muy semejante a la mirada que ensombrecía sus facciones.
Los demás intentaban igualarle el paso desde atrás. No hablaban; solo se oían los numerosos pasos en el suelo de piedra del castillo.
—¿No es precipitado ir? —inquirió el duque Jung, acercándose un poco más al rey.
TaeHyung no le dio respuesta.
—Es responsabilidad del rey estar presente —acotó YoonGi.
—No estamos totalmente preparados... —comentó NamJoon.
—Cállense —ordenó JiMin—. Díganles que no estamos listos a nuestros enemigos que ya están atacando a la nación, idiotas.
El grupo achicó los ojos por la densa luz del sol que les golpeó el rostro tras salir de las fachadas del castillo. En las puertas de la muralla los esperaban sus caballos y jinetes ya sobre los suyos; para todo existía un protocolo estudiado por cada persona de ese castillo y miembro del ejército real.
TaeHyung se aproximó a su caballo en pleno silencio. Tomó las riendas que le ofrecieron, mas su mirada permanecía perdida en un punto sin importancia.
Los días habían transcurrido y, para ese entonces, más de una semana había pasado desde que Seúl declaró la guerra a través de esa caja contenedora de sentimientos desgarradores. Desde ese momento, TaeHyung podía asegurar que su alma se había marchado para no volver, su lobo interior estaba peor que devastado y su corazón aun peor. No pudo hallar consuelo en cada tangible, pero sí pudo aferrarse a un sentimiento intangible.
La venganza.
Podía conseguirla y los Dioses sabían que no le temblaría la mano para hacerlo. Porque, indignado, herido y molesto, Kim TaeHyung era capaz de mover cenizas y mucho más cuando el sentido a la vida se había esfumado tras perder a su amado JungKook. Ya nada importaba, ni ser el rey, ni el pueblo que gobernada, ni siquiera sí mismo.
TaeHyung estaba atravesando el invierno en pleno verano, pero ver el rostro sin vida del desgraciado Jeon JungHyuk se convirtió en su única motivación para defender a la nación. Le arrancaría la vida justo como él hizo con la persona que más amaba en el mundo.
Por su parte, su hermano mayor, JiMin, le observaba la espalda con aflicción en su mirada. Su hermano no la estaba pasando nada bien y era obvio porque, aunque intentara mostrar una postura firma e indolora, su silencio lo desembuchaba todo.
Era la primera vez que lo veía desde ese fatídico día, y aquello le inquietaba, pues le había prometido pasar los días de luto junto a él, pero TaeHyung no quiso verlo a él ni a nadie. Se encerró y solo recibía sus respectivas comidas por obligación, pues necesitaba mantenerse fuerte para consolidar su plan de venganza.
El príncipe suspiró, porque, aunque el esposo de su hermano nunca fue de su agrado, jamás hubiese deseado ese sufrimiento para TaeHyung. Además, silenciosamente le estremecía saber de la pérdida que tuvo JungKook; él más que nadie en el grupo sabía lo que se sentía y tampoco se lo deseaba a nadie porque desgarraba por dentro de una forma que era imposible sanar.
Ahora estaban a nada de dirigirse a la frontera de Daegu con Seúl y una guerra iba a dar inicio. Quizás él moriría; quizás su hermano moriría; todos podían morir y lo sabían, por eso el miedo y los nervios era tan perceptible en el aire.
JiMin subió a su caballo, viendo al resto hacer lo mismo.
Todo estaba oscuro, a pesar de no existir oscuridad en sí. El silencio hacía a todos conscientes de la muerte del esposo de TaeHyung, sabían que su rey estaba de luto. Por eso no hubo euforia cuando empezaron la marcha; por eso no hubo discursos de alientos ni entusiasmo entre compañeros; solo caminaban en dirección muerta.
Porque era conocimiento de todos que el rey consorte era la felicidad del rey y, de cierta forma, el omega por si solo emitía un brillo que cubría desde el castillo hasta la última hectárea de reino.
Pero ahora ese brillo ya no estaba y JungKook tampoco.
JiMin arrugó las cejas y el rostro cuando tuvo un dolor de cabeza que lo tomó desprevenido. Sostuvo las riendas con fuerza y YoonGi, quien iba un poco más adelante, se giró a él. Al ver su estado, disminuyó la velocidad hasta quedar junto al omega.
—¿Sucede algo? —preguntó YoonGi, pero JiMin sacudió la cabeza en negación.
—No pasa nada.
El alfa azabache no pareció muy convencido, mas calló cuando JiMin volvió a posar sus ojos azules en la espada de su hermano, expresando un inquietud.
—Tengo un mal presentimiento... —musitó el príncipe, en voz baja.
—Yo igual...
JiMin mordisqueó su labio. Lo que más quería era que todo esto acabara pronto porque, aunque no lo diría fácilmente, estaba preocupado por TaeHyung. No quería que su hermano menor cometiera una locura por la sed de sangre que experimentaba y que era capaz de nublar su juicio, justo como hizo con él cuando apenas regresaba de Chuncheon y atentó contra su hermano; aquello nunca se hubiera consolidado porque no era capaz de dañar a TaeHyung, jamás.
—Cuando regresamos —dijo YoonGi—, viviremos tranquilos por un largo tiempo.
JiMin realmente quería que esas palabras fueran ciertas, porque una parte de él deseaba finalmente contarle la razón por la que se casó con HoSeok y no con él. Cuando la guerra terminara, le aclararía todo su sentir, por mucho miedo que le diera.
Estaba listo, mas no era el mejor momento debido a todas las circunstancias inconclusas.
Por esa razón, solo asintió y dijo:
—Sigamos.
El cuerpo, delicado cual porcelana, le pesaba al punto de no poder moverse; estaba roto. Su respiración apacible ocultaba el gran dolor de todo su cuerpo. Aunque el silbido al inhalar delataba el daño que le habían hecho. Estaba encogido en su lugar, sobre aquella superficie endurecida de la que no se había movido desde hace ya días. Sus ojos continuaban cerrados, uno de ellos producto de la hinchazón y el contrario por el terrible cansancio que lo saturaba.
La sensación era como si le hubieran desprendido una parte de él y el resto lo hubieran destruido con violencia; la sensación no se alejaba mucho de la realidad: los moratones se extendían por todo su cuerpo; rostro, torso, brazos y piernas; pintaban los restos de su alma en pena y corazón partido.
Estaba marchito, como una flor a la que han dejado de cuidar.
Se creía un completo fracasado, el omega más inútil del mundo y el peor de todos. Porque, según la sociedad, un omega era marcado por el resto de su vida si perdía un bebé y se convertía en inservible cuando no podía tenerlos. Y él no logró proteger a su hijo, no logró retenerlo en él... No servía a ojos de nadie.
Por culpa de su tío, conocía muy bien esas miradas de desaprobación y los murmullos de la muchedumbre. Si se llegaba a saber lo que había ocurrido ahora, todo sería mil veces peor.
Fue un estúpido al confiar en los retazos de la familia que le quedaban. Fue ingenuo y demasiado bueno al creer que las personas no serían tan malvadas como para herirlo a tal magnitud. Fue tonto al sentirse libre de salir de su habitación; jamás debió despegarse de EunWoo.
Él solo anhelaba un hijo, era todo lo que le había pedido a los Dioses. Mas todo lo que hizo para tenerlo y, posteriormente, retenerlo, fue en vano. La profecía de la anciana había sido una farsa, su hijo no iba a ser feliz, su hijo ni siquiera iba a existir.
Eran tantas cosas de las que se arrepentía enormemente, tantas cosas que reharía si pudiera... Pero ya nada tenía motivo porque lo que había perdido se marchó para no volver. No tenía nada; no tenía a su padre, ni a su hermana, tampoco a su esposo. Quizás su esposo se había percatado de todo lo que estaba mal con él y por eso lo abandonó a su suerte. Quizás por eso no vino a rescatarlo esos largos días subsiguientes a la golpiza abismal que le fue entregada.
De todas formas, JungKook tenía presente que tío no lo iba a dejar volver a ver la luz del sol después de todo lo que hizo y, siendo sincero, le parecía justo porque su hijo tampoco lo iba a hacer jamás.
Solo quería cerrar los ojos y quedarse dormido para siempre.
Escuchó la puerta de la celda abrirse, pero no se inmutó por estar tan sumergido en su miseria. Siquiera abrió su ojo sano para ver de quién se trataba y tampoco era como si el dolor de su cuerpo le dejara hacer mucho más que eso.
Esa persona se sentó a su lado y, durante un instante, JungKook deseó que fuera alguien que quisiera matarlo para salir de su gran agonía.
—JungKook.
Su nombre fue dicho en un murmullo y reconoció que se trataba de EunWoo. Pero no dijo palabra, no negaría que estaba sentido porque no lo ayudó. En respuesta a su falta de reacción, EunWoo apretó los labios con una sensación fatal en el pecho al ver el estado en el que estaba.
—Traigo comida, JungKook, si quieres puedo ayudarte a comerla...
El omega no respondió y EunWoo se vio en la necesidad nerviosa de colocarle una palma sobre un costado para comprobar que respirara. Y, aunque su toque fue sumamente ínfimo y suave, JungKook soltó un pequeño quejido de dolor.
—No has comido nada, JungKook, por favor...
En efecto, JungKook explícitamente quería pasar días sin comer.
EunWoo le acarició la cabeza.
—JungKook, no te hagas esto... —murmuró. Dejó la comida a un lado y se acercó un poco más—. Pronto te sacaré de aquí —dijo entonces, con el cuerpo inclinado y la voz susurrada. La paranoia también lo tenía más que alerta, y más habiendo bajado a los calabozos a escondidas del rey.
JungKook apenas movió su ceja, más como un tic nervioso que por obra propia. EunWoo observó con pena su rostro sudado y magullado.
—Estoy haciendo todo lo posible y lo estoy logrando.
El omega abrió sus ojos apenas, con las pestañas húmedas por el llanto continuo.
—Nada me devolverá lo que me han quitado —susurró con voz fluctuante y átona. Sus labios estaban resecos y pálidos; su garganta raspaba porque, además de negarse a comer, tampoco tomaba agua.
EunWoo hizo silencio. JungKook no le había hablado en toda esa semana y media. Sus cejas se arquearon cuando notó como una lágrima caía por la mejilla del omega y se la limpió con sumo cuidado, presenciando como la nariz de JungKook volvía a enrojecer.
—Sé que debía hacer más. Dioses, nunca debí dejarte solo, JungKook —musitó con mucha tristeza—. Sé que es demasiado pedirte algo, pero... No te rindas aún, JungKook.
El alfa se sentía muy mal al tener que decirle aquello cuando JungKook estaba en esas condiciones. Pero EunWoo lo iba a sacar de ahí, EunWoo iba a salvarlo y era un hecho.
JungKook quiso sollozar ante la petición, porque no sentía alivio al escuchar las palabras del alfa. No podía prometerle algo así porque, al segundo después de saber que perdió a su bebé, se rindió.
—Por favor, come así sean unos pocos bocados... —Se levantó—. Cuando regrese, será para salvarte, es mi promesa.
JungKook lo escuchó irse, cerrando su ojo sano con fuerza porque solo quería ver oscuridad. Ya no quería ver la luz nunca más.
Horas después, EunWoo atravesaba aquel bosque de árboles altos con la mirada inquieta y con una capa cubriendo su identidad. Se escuchaba el crujido de las ramas y las hojas en el suelo cuando las pisaba.
El rey Jeon había partido a la frontera hace poco y eso le otorgaba a él un poco más de libertad. Aunque, desde los últimos acontecimientos, estaba al pendiente de cada detalle.
Al cabo de unos minutos, se aproximó a unas ruinas escondidas en medio del bosque, apenas tenía de pie unas pocas paredes y pilares. Ahí, había un grupo de personas que esperaba por él.
Hizo acto de presencia y, cuando lo notaron, se giraron hacia él.
Uno de ellos se quitó la capucha; era Jackson.
—Llegas tarde —manifestó el alfa castaño.
EunWoo no respondió; miró al resto.
—Necesitamos actuar ya.
—Considero que es mejor esperar a que comience la batalla, no estarán atentos y podremos tomar el reino en su ausencia —contradijo una alfa.
—No —emitió rotundamente EunWoo, serio y severo—. Debemos recuperar al príncipe y mantenerlo a salvo.
—No será posible, tenemos un solo propósito en mente y es gobernar Seúl y Busan —expuso otra alfa del grupo.
EunWoo frunció el ceño y chocó miradas con Jackson, quien estaba igual de indignado que él.
—¿Disculpe? —espetó Jackson hacia la alfa—. ¿Cómo piensa que vamos a permitir que el príncipe pase otro día más en el calabozo?
EunWoo alzó la mano antes que alguien pudiera contestarle a Jackson.
—El príncipe es el único heredero de sangre vivo de la dinastía Jeon, mantener el linaje es nuestro deber.
—Tiene razón... —apoyó un alfa—. Su Excelencia nos ordenó de manera específica que lleváramos a Su Majestad de vuelta a Daegu.
—Espero que haya sido claro... —Alzó las cejas EunWoo, mirándolos expectante—. Primero resguardaremos al príncipe y después tomaremos Seúl. No está a discusión.
—Sí, milord —respondieron todos al unísono.
La noche estaba cayendo y todo estaba aterradoramente callado.
JungKook, sentado con la espalda pegada a la pared, miraba por la diminuta ventana de la oscura y lúgubre celda. Su ojo sano soltaba lágrimas silenciosas, mas no sollozaba o emitía algún sonido. Llorar le estaba causando dolor en su ojo malherido, pero no podía frenar.
Eran lágrimas vacías, porque la rabia y el dolor ausentaban. Era solo vacío, uno tan grande que lo estaba asfixiando. En esos momentos, le era imposible creer que la sensación se desvanecería a futuro y no estaba dispuesto a esperar para comprobarlo.
Su mirada se trasladó perezosamente hacia el plato de comida intacto que EunWoo le había traído hace unas horas. Estiró su mano izquierda, porque era la que carecía de moratones, y tomó la cerámica con la punta de sus dedos, apenas con fuerzas para arrastrarlo hacia sí. Con dificultad, lo colocó sobre sus piernas y se quedó viendo la comida que quizás en el pasado le hubiese gustado probar, pero ya no tenía apetito ni mucho menos ganas.
No le importó que, al levantarlo, se volcara la comida sobre sí. Luego, estrelló la vajilla contra el borde de piedra junto a él. El sonido del objeto rompiéndose fue ensordecedor y alejó su mano cuando los pedazos cayeron por todos lados.
Más lágrimas se derramaron por sus ojos.
Cubrió uno de los trozos de cerámica con su palma, frunciendo el ceño un poco al percatarse, después de todo ese tiempo, que sus anillos no estaban.
Apretó sus labios agrietados y tragó a pesar que su boca estaba sedienta. Sostuvo la cerámica con ambas manos.
Su mente estaba en blanco, solo quería desesperadamente dejar de sentirse así y creía saber cómo. Después de todo, había considerado la posibilidad de hacerlo muchos años atrás. En esas épocas, tenía a Jackson e incluso a su hermana, aunque verdaderamente estuviera ausente, pero ahora estaba completamente solo. Toda su familia había muerto, incluso su pequeño príncipe o princesa; su nuevo hogar lo había dejado, TaeHyung, el amor de su vida, lo había dejado.
Su padre tuvo razón al decirle que el amor que buscaba era muy extraño y difícil de encontrar. Quizás estuvo demasiado cegado por las sensaciones del momento y creyó que ese era el amor que estaba esperando, pero no lo era y jamás encontraría algo tan puro. Nadie lo amaría ahora que había perdido un hijo, era un hecho para JungKook.
JungHyuk le había arruinado tanto la vida y aun así lo iba a dejar ganar, solo que no le daría el placer de acabar con su vida porque lo haría él mismo.
Porque ya nada importaba; si su tío quería quedarse con todo, pues adelante, JungKook no pondría más trabas.
Apretó el pedazo de cerámica en sus manos, casi lastimándose al hacerlo, y respiró profundo. Pronto iba a dejar de sufrir.
El filo pronto estuvo sobre un costado de su muñeca derecha, donde lo presionó con insistencia. Lo sintió encajarse en su delicada dermis.
Hizo una mueca de dolor y pudo ver la sangre comenzar a derramarse de a poco.
Sin embargo, JungKook subió su mirada asustada hacia la puerta de la celda, a través de la cual, repentinamente, comenzando a escucharse golpes, espadazos y sonidos que no supo identificar. Por ello, con el corazón a mil por hora y la respiración desestabilizada, afincó más la cerámica en su piel, pensando que debía acabar rápido porque vendrían a golpearlo de nuevo.
Lloró densamente, alterado.
Escuchó la puerta y tembló con auténtico terror, pero no miró. Retrocedió hasta que su espalda chocó contra la pared y se apuró a lograr su cometido de ultimar su tiempo de vida.
Pero, tan pronto amagó arrastrar la cerámica para finalmente cortar sus venas, alguien se la arrebató de tajo.
JungKook lloró con fuerza y cerró los ojos, cubriéndose con sus brazos.
—Soy yo.
Escuchó a ese alguien hablarle, pero JungKook no reaccionó; negó repetidas veces, intentando que se alejara de él débilmente.
No pudo hacer mucho cuando esa persona le sostuvo los brazos con delicadeza.
—JungKook, mírame —dijo esa voz—. Soy yo, Jackson.
JungKook alzó la mirada, aunque se notara que tenía miedo de hacerlo, y confirmó que sí se trataba de Jackson, que lo veía luchar contra su respiración atorada con las cejas arqueadas y expresión preocupada. Mueca que pronto se transformó en consternación y dolor al ver todas las magulladuras de su rostro; su labio roto, su nariz, su pómulo...
Jackson le acarició la mejilla con suavidad.
—Soy yo, pulga.
JungKook rompió en llanto ahí mismo, ocultando su rostro en el pecho ajeno para ser abrazado.
—Ya estoy aquí —tranquilizó el alfa, acariciándole el cabello.
—Jackie —susurró entre sollozos gangosos.
Nuevos gritos y golpes hicieron a JungKook temblar en sus brazos. Jackson lo miró, el omega tenía los ojos cerrados.
—JungKook, debemos irnos ya.
El aludido abrió su ojo sano a duras penas.
—Ven... —Quiso levantarlo con mucho cuidado—. ¿Puedes caminar?
JungKook permaneció cabizbajo y en silencio.
Lastimosamente, no hizo falta que diera respuesta porque, tan pronto la mirada de Jackson bajó a sus piernas descubiertas por el simple camisón que ahora lo vestía, vio numerosos moratones pintándoles la piel nívea.
Con un nudo en la garganta, Jackson le dio la espalda y se agachó. Tuvo que ayudar al omega a subir a cuestas de él porque estaba demasiado débil para hacerlo por su cuenta. Le costó, pero no desistió; tenían que salir de ahí lo más pronto posible o se iría la oportunidad.
Cuando lo tuvo sujeto en su espalda, empuñó la espada que había dejado en junto al banco. Salieron de la celda y emprendieron camino hacia el lado contrario a la presunta salida de los calabozos.
JungKook vio a varios guardias reales muertos en el camino, pero no pudo ver mucho más porque la debilidad y el cansancio lo llevaron a cerrar los ojos un rato.
Estaba tan perdido debido al dolor físico y emocional que no tenía fuerzas para sujetarse a Jackson, razón por la cual Jackson tuvo que subirlo varias veces mientras corría con rapidez, porque, EunWoo y el resto de su gente estuvieran abriéndoles el paso, no quería arriesgarse de más.
Su principal prioridad era sacar a JungKook de ahí.
Sudaba y respiraba por la boca porque todo estaba resultando muy difícil: JungKook pesaba aún más ahora que parecía como si se hubiera desmayado en su espalda. Aunque no lo había hecho, realmente.
Todavía necesitaban bajar unos pisos más, pero Jackson se detuvo en seco cuando tres guardias se interpusieron en su camino y se aproximaron a ellos.
Jackson maldijo para sus adentros y miró a todos lados, concluyendo que no podía devolverse o los alcanzarían. Corrió hacia atrás y dejó a JungKook sentado en el suelo contra una pared.
—Esto será rápido, no duermas, por favor —le pidió agitadamente.
JungKook, por su parte, luchó en mantener los ojos abiertos porque estos se empeñaban en cerrarse a cada instante. Durante esos lapsos de tiempo, pudo ver a su mejor amigo luchar a espadazos contra esos guardias.
Cayó uno y después la batalla continuó con los dos restantes, pero JungKook no creía poder aguantar mucho más.
Solo quería cerrar los ojos, ¿por qué nadie lo dejaba?
Poco a poco, arrastró su espalda por la pared hasta que estuvo acostado de lado sobre el suelo helado del lugar. Se acurrucó en sí mismo, y respiró preocupantemente lento.
Los dos guardias restantes cayeron muertos al cabo de unos instantes y JungKook hubiera sonreído antes, porque no conocía un mejor luchador que Jackson.
Dejó descansar sus párpados, pero escuchó pasos apresurados aproximarse a él. Las manos alteradas de Jackson le tomaron el rostro con suavidad, pero con la firmeza suficiente para hacer que abriera su ojo sano de nuevo; solo un poco.
—JungKook, no te duermas —pidió, con una ruidosa respiración. Intentó subirlo de nuevo contra la pared, pero para su sorpresa, JungKook opuso resistencia muy débilmente.
El omega soltó quejidos inentendibles y Jackson se horrorizó al ver esa falta de brillo en su expresiva mirada.
Quería que lo dejara en paz, JungKook estaba rindiéndose.
Jackson negó rotundamente.
—No, no, no, ¡no! Irás conmigo —bramó él y, acto seguido, lo tomó con cuidado y lo sentó contra la pared a pesar que JungKook seguía poniendo resistencia sin éxito.
Se le habían agotado las fuerzas, sentía como si en cualquier momento fuera a morir. ¿Quizás su cuerpo sería el que le haría el favor?
Jackson le acunó el rostro para que lo viera.
—Ni lo pienses —apuntó con un nudo en la garganta, pero el omega continuó mirándolo con la misma desolación—. JungKook, por favor —murmuró, sin aliento.
Dioses, había llegado tarde. Era un cobarde, siempre lo fue. No salvó a su pulga a tiempo, dejó que le ganara el miedo, y ahora lo más preciado que tenía había perdido el sentido de vivir.
—Tu papá quería que tuvieras una larga vida —dijo con desespero, mirando a ambos lados del pasillo.
JungKook soltó una lágrima ante la mención. Su padre quiso muchas cosas para él, cosas que él no pudo cumplir y ya no podía enmendar. Afirmaba que su padre debía estar muy decepcionado de él y seguro lo estaría más al saber que elegía no seguir.
No quería, en serio no quería continuar, no cuando una simple acción como respirar causaba tanto dolor. ¿Cuándo iba a dejar de doler?
—JungKook, al salir de aquí, serás libre —enunció el alfa—. JungHyuk morirá y tú serás libre.
Jackson no parecía querer aceptar que, a este punto, a JungKook ya no le importaba escapar, no le importaba su tío y lo que le hizo. Ya nada le importaba.
El alfa señaló el pasillo.
—Tienes un esposo que piensa que estás muerto, pulga, alguien que está en el campo de batalla vengando una muerte que no es más que una mentira.
Aquello confundió a JungKook en demasía. Ni siquiera era seguro que de verdad estuviera comprendiendo los hechos. Pero, desde el punto de vista de JungKook, la afirmación de su muerte no era del todo mentira, porque la energía vital se había esfumado de su cuerpo.
Jackson chasqueó la lengua al ver que nada cambiaba en la expresión del omega, mas no desistió.
—JungKook, eres importante —afirmó, desesperado; el omega no le creyó—. Has cambiado la vida de tantas personas, has causado tantas alegrías... —Tragó saliva—. Esto no es tu culpa, nada de lo que ha pasado es tu culpa... Tienes mucho por hacer, mucho por lograr.
Dioses, ya no encontraba más palabras para conseguir que JungKook lograra levantar los ánimos, para que no sucumbiera a la tentación de cerrar los ojos y no abrirlos nunca más.
—Eres amado, eres muy amado. —Acarició el rostro terso y magullado del omega y le secó las lágrimas silenciosas que derramaba—. Todavía tienes la oportunidad de tener una familia, este no puede ser tu final; tu mereces otro final y lo sabes.
JungKook arrugó la expresión y le tembló la barbilla.
Jackson asintió; logró que reaccionara.
Le agradecía a los Dioses y a EunWoo por permitir que pudieran tomarse más tiempo ahí.
—Estaré contigo hasta que ya no me necesites más. Nadie nunca volverá a lastimarte; eres libre; eres el mejor omega; eres el mejor ser humano.
JungKook negó ahogadamente. No, él no podía ser buen omega habiendo sido tomado por tantos alfas, habiendo perdido a un bebé por su negligencia.
Jackson le sostuvo el rostro para que lo mirara al captar el rumbo que tomaban los pensamientos del omega.
—Eres un buen omega, pulga, tu corazón es la prueba y yo puedo verlo en ti. Tu pasado no tiene importancia porque no te define...
JungKook se imaginó teniendo una familia, una nueva. Se imaginó a sí mismo siendo un buen omega y cuidando de numerosos hijos amados. Era luz, era alegría y belleza. Todo estaba rodeado por la plenitud...
¿Él podía conseguir eso? ¿De verdad?
—Lo que te define es el presente y eres un omega que sigue luchando y de pie a pesar de todo lo que has vivido. Así que, necesito que me ayudes a salir de aquí y a perseguir ese sueño que tanto has anhelado porque aun tienes oportunidad, JungKook, sin ti no puedo, por favor.
JungKook sollozó. Anhelaba con todo su ser tener una familia, nunca descansaría en paz si no la conseguía tener; quería saber cómo era volver a experimentar algo como lo que vivió junto a su padre. Además, el miedo imperioso a la muerte y al olvido seguían bloqueando, de alguna manera, el deseo de dejar este plano.
Lamentablemente, arraigada a esa esperanza de intentar, continuaba presente la árida sensación de vacío.
Aun así, puso todo lo que quedaba de sí en enfocarse en las sensaciones agradables que la imaginación le proporcionó y, derramando muchísimas lágrimas, asintió.
Quizás podía darse una oportunidad más. Quizás todavía existía la posibilidad de que su esposo aún lo quisiera para tener hijos...
—¿Sí? —musitó Jackson, aliviado y con una sonrisa grande en crecimiento—. Sube a mi espalda, entonces.
Con un poco de esfuerzo de ambos, el omega logró subir de nuevo.
—Serás feliz —aseguró con sentimentalismo.
JungKook cerró los ojos e incrustó su rostro en la nuca ajena, imaginándoselo.
Jackson corrió con toda su energía y bajó unos cuantos escalones. JungKook vio a varias personas peleando entre los pasillos, pero Jackson se apuraba a continuar con el camino. Entraron a una celda y se detuvieron frente a una pared.
Una que, tras un empujón, se movió. Era un pasaje secreto que EunWoo le indicó, uno que JungHyuk le había confiado al marqués.
—Está oscuro, pero todo estará bien —tranquilizó con dulzura y JungKook le creyó, no alterándose.
Había telarañas y humedad; Jackson trotaba y el agua en el suelo chapoteaba.
Poco después, JungKook pudo ver luz de antorchas; eran personas.
Por instinto, volvió a esconderse en el hombro de Jackson para que no le vieran el rostro.
—¿Todo bien? —inquirió Jackson hacia las personas que JungKook desconocía.
El grupo asintió y uno de los alfas abrió la puerta al final del túnel.
El verdor del suelo, la oscuridad de la noche y los sonidos del ambiente le hicieron saber a JungKook que estaban afuera.
Todos rodearon a Jackson a modo de protección y avanzaron hasta que JungKook se percató de la reducción de velocidad después de adentrarse entre árboles y arbustos.
La luna le permitió reconocer a EunWoo y a unos cuantos alfas más, tanto hombres, como mujeres. Junto a ellos, un caballo cargado de provisiones permanecía erguido.
EunWoo se acercó trotando.
—¿Todo surgió como lo esperado? —preguntó EunWoo, no esperó a obtener respuesta e inspeccionó rápidamente a JungKook, colocándole una mano en la espalda—. Te prometí que te sacaría de ahí —murmuró con una pequeña sonrisa tranquilizadora.
La barbilla de JungKook tembló cuando su mirada débil enfocó a EunWoo. Estaba conmocionado y a nada de soltar lágrimas de alivio y tristeza al verlo. En su momento no había esperado que sus palabras fueran a convertirse en realidad, mucho menos de forma tan efectiva y rápida, pero EunWoo había cumplido su promesa.
Lo había salvado.
Quiso agradecerle, pero las palabras no podían salir de su boca por el agotamiento tan severo.
—Es hora de irnos —anunció Jackson.
EunWoo asintió.
—Sube al caballo, yo lo ayudo.
Jackson bajó a JungKook y EunWoo lo recibió, ambos escuchando con pesar los quejidos del omega por el excesivo movimiento. Jackson subió al caballo; EunWoo y JungKook se miraron.
—Necesito que pongas un poco de tu fuerza —le pidió con calma y JungKook empañó la mirada.
—Gracias —susurró por lo bajo.
EunWoo le sonrió y le acarició el cabello.
—Haría cualquier cosa por ti...
Posteriormente, JungKook fue subido al caballo por varios alfas, donde Jackson lo sostuvo fuerte y lo recostó contra su pecho para tomar las riendas del caballo. Luego, giró su mirada hacia EunWoo y sonrió ladino.
EunWoo viro los ojos con una sonrisa igual.
—Ahora eres el rey, ¿no? —preguntó Jackson.
EunWoo se rascó la nuca y JungKook también lo miró con curiosidad.
—Espero que, al salir el alba del día siguiente, ya la corona esté sobre mi cabeza.
—Que así sea.
Ambos asintieron a modo de despedida.
—Que nada más le pase —le pidió EunWoo a Jackson, quien no titubeó al asentir porque jamás volvería a permitir que las cosas llegaran tan lejos, aunque defenderlo le costara su propia vida.
Cubrió al omega con su capa.
—Nos vemos.
EunWoo asintió y retrocedió unos cuantos pasos, viendo como Jackson le ordenaba al animal avanzar.
Se quedó observándolos hasta que desaparecieron por el horizonte y suspiro de alivio porque ya habían logrado lo más primordial.
Se giró hacia el resto de los hombres, quitando de su rostro la expresión de alivio para reemplazarla por una seria.
—Ahora tomaré mi lugar en el trono —dijo él—. Quiero que asesinen a todo aquel que se oponga. —Avanzó, pasándole por al lado a todos—. Llamen a mi ejército.
Esta sería la nueva era de Seúl y Busan. Este sería el resultado de lo que planeó por tantos años en su mente y efectuó desde las sombras para que, un día como hoy, surgiera a la luz y venciera.
Esta era su era.
Nota:
¡FELIZ SÁBADO TAEKOOK!
He aquí el primer capítulo de este acto. ESTÁ BIEN FUERTECITO... Pero está todavía más intenso el que viene, ¡ES LA GUERRA! VAMOS A TENER A TAEHYUNG ENFRENTÁNDOSE CON SCAR FACE TO FACE.
Me retiro lentamente, LAS AMO, BESITOS.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top