LIII: El traidor y el asesino
La inanición y el dolor le hacían el descanso imposible a TaeHyung, quien continuaba colgado de brazos con cadenas. Ya no podía mantenerse erguido ni levantar la cabeza, demasiado agotado y adolorido para incluso conseguir dormir.
Después que aquel tatuaje imborrable fuera plasmado en su piel con latigazos latentes aún, su malestar había empeorado. La zona ardía como los mil demonios y los demás golpes que vinieron después estuvieron a punto de llevarlo a la inconsciencia.
Su garganta quemaba como roca volcánica, puesto que no había recibido ni un litro de agua en todo ese tiempo cautivo, mucho menos alimento.
Se preguntaba con constancia cuánto tiempo llevaba en ese lugar. Había llegado a un punto donde perdió la noción de todo y sus delirios le hacían creer que quizás ya llevaba meses.
Jamás pensó que extrañaría tanto su castillo y el poder. Extrañaba su hogar y a la gente que conocía. Quizás... ¿JungKook estaría sintiéndose igual que él?
Dioses, estaba tan preocupado por JungKook. Le pedía impetuosamente a los Dioses que no permitiesen que algo le pasara, porque de ser así, cuando saliera de su aprisionamiento no iba a tener piedad e iba a arrasar con todo Seúl y Busan, muriese quien muriese.
¿Ya lo estarían buscando? ¿JiMin estaría haciendo algo?
«JiMin...», pensó.
—¡Vamos, rápido!
—TaeHyung, estás jalándome demasiado, suéltame —exigió JiMin en medio de un quejido.
Pero el pequeño alfa de tan solo ocho años de edad no se detuvo. Siguió corriendo entre los árboles y arbustos, arrastrando consigo a su hermano mayor de doce años. El omega gruñó, indefectiblemente.
—El Sol se esconderá pronto, necesitamos darnos prisa —susurró TaeHyung con apuro y emoción.
Frenó frente a un arbusto en particular, uno que destacaba por hermosas flores de colores amarillos y rosados. TaeHyung conocía el camino de memoria, siempre que podía escapaba de todo para ver esas increíbles creaciones de la naturaleza.
—¿Qué es lo que quieres mostrarme? —preguntó JiMin, soltándose del agarre de una buena vez; TaeHyung era bastante intenso cuando quería.
El pequeño alfa señaló el arbusto en cuestión con la barbilla.
—Esas flores —indicó, con los ojos centelleando en diversas tonalidades de celeste.
El príncipe omega alzó una ceja.
—¿Me traes a este lugar tan tarde solo para ver flores? —preguntó como si su hermano fuera estúpido—. ¿Sabes lo malo que sería si nuestro padre nos descubre?
TaeHyung, sumergido en el espectáculo inminente, ignoró aquello y negó con ligereza.
—Tengo que mostrártelas porque me recuerdan a ti.
El omega examinó las flores —que seguían cerradas—, queriendo buscar alguna similitud.
—¿En qué podría parecerme a una flor, TaeHyung?
—Es que cuando decides abrirte y mostrarte como realmente eres, te vuelves tan brillante y mágico como esta flor...
JiMin desvió la mirada de su hermano, abochornado al punto que sus mejillas enrojecieron; TaeHyung era tan romántico que las cosas que decían se tornaban bochornosas.
TaeHyung golpeó su brazo con insistencia.
—Mira, mira, ya se van a abrir —susurró el alfa, conmocionado.
JiMin, con la curiosidad despierta, volteó hacia la flores, que comenzaban a abrirse de una forma tan especial que TaeHyung no pudo resistirse y le tomó la mano para sacudírsela.
—¿Estás viendo?
—Sí, sí, las veo —respondió el mayor, paralizándose un poco cuando su hermano no soltó su mano.
TaeHyung se agachó para acercarse más a las flores para olerlas, con sus ojos brillando felices. La mirada de JiMin, en cambio, intercalaba entre el perfil de su hermano menor y las flores, desarrollando un sentimiento emotivo que caló justo en el centro de su corazón. No puso como identificarlo o controlarlo, solo ocurrió. Porque era un momento hermoso y eso no pasaba seguido en su vida.
De no ser por el sirviente beta que los interrumpió, ese mismo sentimiento lo hubiera orillado a casi agradecerle a TaeHyung por ese momento.
—Altezas.
Ambos jóvenes giraron. El sirviente hizo una reverencia nerviosa.
—El rey los está buscando.
Los dos hermanos entendieron el mensaje sin explicación y temor fue lo que sintieron. JiMin vio como TaeHyung se ponía de pie de inmediato, asustado, y es que ambos sabían que estaban en problemas por haber huido de sus ocupaciones.
Por eso, después se hallaron caminando a través de esos largos y grandes pasillos del castillo que para TaeHyung eran enormemente intimidantes. Juntó sus manos al frente, pero se detuvo de golpe cuando su hermano mayor lo hizo; tampoco es como que se atrevería a continuar solo.
—Muéstrame tus manos —pidió JiMin, con la mirada ceñuda fija en ellas.
—Altezas, hay que seguir... —murmuró el sirviente, mas JiMin le dio una mirada.
—Somos los príncipes, tú no nos das órdenes.
TaeHyung no chistó y le enseñó las palmas con inocencia, como si no hubiera algo fuera de lo común. Fue entonces que pudo centrarse en las manos de su hermano. Sus palmas estaban amoratadas, con cortes horizontales y marcas rojitas que dejaban en claro que no eran heridas que un niño pudo causarse jugando.
—¿Cómo pasó esto? —preguntó serio, tomándole las manos para observar más de cerca.
—Mi tutor de historia me descubrió escribiendo poesías y me ha castigado —relató con algo de incomodidad el alfa.
JiMin no dijo nada porque no había nada que decir; solo pudo sentirse mal por él. TaeHyung ya estaba más que acostumbrado a que aquello incidentes ocurrieran, era golpeado por sus tutores porque era lo suficientemente distraído para que no disfrutara de estudiar. De hecho, los únicos intereses de su hermano menor eran los libros de flores y escribir poesía.
TaeHyung quitó sus manos del agarre y volvió a juntarlas frente a su cuerpo.
—Nuestro padre nos espera.
JiMin suspiró con pesadumbre por la situación de su hermano.
—Vamos.
Retomaron el andar y al cabo de los minutos, abrieron la puerta frente a ellos. Ambos entraron al despacho de su padre que permanecía en sepulcral silencio con la cabeza gacha.
Su padre, el rey Kim MinHo, los observaba de pie.
Ambos hicieron una reverencia porque se les había enseñado que no solo era su padre, sino que era su rey.
—Majestad, ¿pidió por nosotros? —Se aventuró a preguntar el príncipe omega.
—¿Por qué no estaban en sus aposentos? —habló la voz gruesa y directa.
Los hermanos se tensaron en su lugar y TaeHyung fue el que contestó con la mirada gacha.
—Estábamos en el jardín, padre... —confesó de una vez.
Porque ambos sabían que cuando su padre preguntaba por algo, era porque ya lo sabía y no tenía caso mentirle.
El rey Kim miró a su hijo menor antes de que ambos hermanos escucharan los pasos de su padre acercarse y detenerse cuando estuvo frente a ambos.
—Estas no son horas para jugar en el jardín —expuso con seriedad. TaeHyung apretó los labios—. Dame tu brazo —le ordenó.
TaeHyung lo extendió hacia él y cerró los ojos, sabiendo lo que se venía. Siempre que se portaba mal, su padre hacía lo mismo.
El rey lo tomó de ese brazo y lo pellizcó con fuerza, haciéndolo quejar de dolor.
—¿Qué tengo que hacer para que dejes de ir a ese maldito jardín? Quiero un alfa fuerte, no uno débil que pase su tiempo junto a patéticas flores.
—Lo siento, padre... —murmuró, arrugando su rostro porque su padre volvió a pellizcarlo, esta vez con más fuerza.
—Su Majestad, TaeHyung —corrigió entre dientes—. Yo soy tu rey.
TaeHyung se removió, mordiendo sus labios.
—No volverá a pasar, Su Majestad.
Kim MinHo lo soltó y volvió a su postura soberbia. TaeHyung se acarició el brazo magullado con la cabeza gacha.
—¿Y tú? —masculló, posándose frente a su hijo omega—. ¿Cómo permites que el futuro rey tenga estas actitudes tan mediocres? —No obtuvo respuesta—. Él será el rey de todo este reino, ¿no te da vergüenza que tu futuro soberano sea tan débil? Eres su hermano mayor, ¿bajo qué concepto aceptas y apoyas estos pasatiempos? ¿eh?
Cacheteó a JiMin, quien cerró sus ojos en lo que soltaba un quejido.
—JiMin —moduló TaeHyung, queriendo acercarse.
Pero su padre lo tomó del brazo con brusquedad.
—No vuelvas a moverte —advirtió.
TaeHyung se quedó quieto en contra de su voluntad, no pudiendo hacer nada aun cuando quería.
—Ustedes dos deberían estar en sus aposentos estudiando para sus clases, no en estas ridiculeces —bramó Kim MinHo, volviendo a palmear la mejilla de su hijo omega, pero esta vez con menos fuerza, la suficiente como para fastidiarlo—. ¿Cuándo vas a comprender tu lugar en esta dinastía? —gruñó hacia JiMin y señaló a TaeHyung—. Tu único deber es mantener la compostura del futuro rey. Tu príncipe heredero nació para ser el centro de todo y tú solo naciste para estar detrás de su sombra, no puedes permitirte caer en los malos hábitos que posee él —dijo con todo displicente—. ¿Se entendió?
JiMin cerró los ojos, respirando profundamente para calmarse, todavía sin mirar a su progenitor.
—Sí, Su Majestad...
Pronto, se escuchó un sollozo. El rey miró horrorizado a TaeHyung, que lloraba asustado quieto en su lugar.
—¡Deja de llorar! —vociferó, golpeándole el brazo—. Un rey no llora, un rey no muestra debilidad, tú serás el dueño de todo. Los soberanos no tienen permitido llorar, deja de comportarte como una persona ridícula —gruñó—. Guardias. —Los susodichos entraron—. Lleven a los príncipes a sus aposentos y golpeen sus manos quince veces con madera.
TaeHyung alzó su mirada asustada y miró a su hermano con preocupación. Los guardias tomaron los brazos de JiMin y luego hicieron lo mismo con él. Quería tomar la mano de su hermano porque estaba a nada de temblar de miedo.
—JiMin —llamó, mas los guardias se lo llevaron primero.
El príncipe heredero miró a su padre suplicante.
—Su Majestad, no lo haga, mis manos ya han sido lastimadas. Jamás volveré al jardín, Su Majestad.
El rey Kim se dio la vuelta y fue a sentarse a su mesa; TaeHyung fue sacado de ahí segundos después.
El recuerdo acabó desvaneciéndose cuando un terrorífico ardor llegó a su espalda. Gritó desgarradamente, abriendo sus ojos a tope y apretando los dientes después. Pudo sentir el agua hirviendo quemando cada fragmento de su piel, tan fuerte y doloroso que se sentía como de vuelta a su infancia.
—¿Sigues vivo? Había jurado que acabé contigo muy rápido.
TaeHyung gimoteó de dolor, escuchando los pasos de ese alfa otra vez, alterándolo. El rey Jeon lo hizo levantar el rostro y TaeHyung se topó de nuevo con esos ojos morados tan oscuros como la frustración; no eran para nada como los ojos morados que a él le fascinaba observar.
—Estoy tan feliz, hijo mío —expuso JungHyuk con una sonrisa—. Gracias a ti, mi sobrino ha regresado a casa.
—JungKook —murmuró TaeHyung, luchando contra el dolor de todo su cuerpo. Emitió un gruñido.
—Estuve pensando en una manera para que JungKook volviera a mis brazos, pero tú eres tan inteligente, hijo mío —enalteció con cinismo—. Me lo has entregado sin yo tener que moverme demasiado.
—No toques a JungKook —masculló como pudo.
JungHyuk rio y colocó las manos en sus hombros, lastimándolo por la fuerza que impuso.
—Yo no puedo controlar eso —sonrió ladino—. Verás, los alfas que me sirven han estado sumamente emocionados con su regreso y entenderás que me resulta muy difícil no complacer a todos mis fieles seguidores...
TaeHyung lo miró, apretando la mandíbula.
—Le hacen algo a JungKook y juro por los Dioses que arrasaré con todo el territorio que gobiernas —amenazó en un susurro débil.
El rey Jeon torció el gesto.
—Eres débil, mírate... ¿No duras hasta mañana y aun así me amenazas?
—Los mataré a todos si se atreven a dañarlo...
—No le haré nada si me dices dónde están las bases de seguridad de las fronteras —alzó las cejas en sugerencia.
TaeHyung, costándole incluso respirar, se le quedó viendo.
—JungKook es mi esposo legal, conoces los riesgos si le pones una mano encima a un rey consorte. No te atreverías.
JungHyuk ladeó la cabeza, levantando una ceja con preponderancia.
—Asesiné a mi hermano gemelo, ¿cómo estás seguro que no le haré daño a su hijo?
TaeHyung negó, cerrando los ojos para controlar el temor que emergía en él. No quería que JungKook saliera lastimado por manos de un alfa que incluso se había atrevido a torturar a un rey y que ahora confesaba haber asesinado a su propia sangre. Pero si hablaba, si le daba lo que pedía, traicionaría a su pueblo, traicionaría todas sus creencias y todo lo que se le había enseñado a lo largo de toda su vida.
Recordó a su padre repitiéndole una frase: «La caída de los de arriba es mucho más peligrosa que la de los de abajo... y más aún si la causa de la decadencia es por amor.»
Sin embargo, no tuvo que pensar demasiado pasa saber qué diría. Nuevamente se dejó llevar por ese corazón noble e inocente que perduraba desde su infancia y que había sido opacado por la frialdad de su alrededor y endurecido como roca.
Pero quizás, solo quizás... podría sacarle provecho a su decisión a futuro.
—En cada frontera de la nación con Seúl y Busan, a una no tan larga distancia en galope, encontrarás las bases... —suspiró amargamente—. Se darán cuenta que llegaron a ellas cuando vean los caminos de piedra ocultos entre los árboles...
Dejó caer su cabeza hacia adelante con rendición. Habló, traicionó a su pueblo. Pero los Dioses no podían culparlo por necesitar asegurar el bienestar de su esposo, aunque eso implicara hacer tratos con el enemigo.
Los ojos del rey Jeon brillaron con asombro.
—¿Cómo sé que no mientes?
—Mi esposo es lo único que me importa, lo demás es diferente...
JungHyuk sonrió con satisfacción, maldad y realización.
—Devuélveme el favor y déjame ver a JungKook —pidió, consiguiendo que el contrario pestañeara.
—¿Y por qué yo te permitiría verlo?
—Tú... —Tragó sediento—. Tú has logrado mucho con traerme hasta aquí. Seré tu esclavo si lo deseas, te besaré la mano si lo quieres, pero déjame ver a mi esposo.
TaeHyung no estaba consciente de que estaba prácticamente arrodillándose ante otro rey, pero su mente débil e ida, solo podía concentrarse en JungKook.
JungHyuk sonreía al verlo, encantado porque amaba doblegar a las personas.
—¿Quién lo diría? —se mofó—. El rey de Daegu, alguien tan respetado en su pueblo, el rey que disolvió a todo su concejo y se autoproclamó autoritario... Un león fuerte para muchos, tan invencible. —Le sostuvo el rostro con una mano—. Pero la verdad es que se convierte en todo un cachorro cuando se trata de su omega.
TaeHyung no tuvo fuerzas para rebatir lo obvio.
—Ten honor como rey y déjame ver a mi esposo.
JungHyuk apartó su tacto y estiró una media sonrisa, juntando sus palmas con entusiasmo.
—Está bien, soy un alfa de palabra y te concederé el deseo.
TaeHyung exhaló, dejando caer su cabeza de alivio.
—Vendré con él para la próxima —aseguró—. Gracias, hijo mío, por el favor que me has hecho.
Ahora era un traidor de su propia gente, pero TaeHyung necesitaba encarecidamente ver a JungKook y saber cómo estaba.
Porque no iba a poder vivir en paz hasta saber que su omega respiraba y que estaba entero, que no se habían atrevido a lastimarlo de alguna manera.
El príncipe JiMin jugueteaba con su daga, sentado frente a aquel alfa encadenado y amordazado al que observaba minuciosamente durante ya algunos minutos.
Este era el tercer y último alfa capturado. Último porque JiMin se había encargado de hacerles el favor y enviarlos a otro plano después que se negaran rotundamente a hablar. YoonGi y HoSeok tuvieron razón al decirle que las Serpientes eran huesos duros de roer, fieles hasta el tuétano y callados como tumbas.
No sería algo que admitiría en voz alta, pero si no conseguía nada de este alfa, probablemente estarían perdidos.
Por eso, ya tenía una idea a implementar. Algo diferente y discutiblemente más retorcido que los intensos métodos a los que sometió a los anteriores.
—De seguro debes conocerme —musitó tras una exhalación—, o al menos crees saber quién soy, así que no veo necesaria una presentación. Sin embargo, si debo decir que soy terco, obstinado y estoy acostumbrado a tener todo lo que quiero y soy capaz de lo que sea con tal de conseguir todo lo que se me plazca. —Se inclinó hacia adelante—. Y por eso te advierto que no tendrás descanso hasta que obtenga lo que necesito.
El alfa permaneció callado observando al príncipe, que se levantó para mirarlo desde arriba.
—Ninguno de tus compañeros habló, los torturé por horas y ninguno dijo nada. —Soltó una risita—. Pero los hice llorar, puedo decir que estuve cerca... —Se agachó a su altura—. Tú vas a tener el castigo que ninguno de tus compañeros tuvo porque estoy hartándome y le juré a mi esposo que no iba a molestarme, pero ustedes me han sacado de mis casillas. Así que puedo aguantar horas aquí contigo hasta que abras la boca, porque como la gentuza como ustedes se atreve a hacerle algo malo al rey de Daegu, juro por los Dioses que ataré tus extremidades a los caballos y jalaré hasta que tus huesos salgan de tu cuerpo. —Lo observó con frialdad—. Pero primero le haré lo mismo a tu esposa e hijo, para que observes el dolor que has causado con tu maldito silencio.
El alfa tuvo una reacción, no creyéndose del todo aquellas palabras.
JiMin ladeó la cabeza.
—¿Creías que tu familia estaría a salvo resguardándola en aquella granja a las afueras de la capital? —Señaló la puerta con la cabeza—. Detrás de esa puerta tengo a tu amada esposa y a tu futuro niño alfa. Y puedo traerlos uno por uno y asesinarlo frente a ti hasta que me digas lo que sabes.
El alfa empezó a sudar con más conmoción y a raíz de eso, JiMin supo que iba a lograrlo. Este alfa se veía mucho más débil que el resto.
—Si no me tomas en serio, déjame decirte que no me importa asesinar niños. No tengo hijos, no siento ninguna empatía por hijos que no son míos —suspiró falsamente—. Sí me dolería dañar a tu esposa, pero son males necesarios...
JiMin se irguió y se aproximó a las cadenas que colgaban del techo y se las colocó al alfa en los tobillos bajo su mirada atenta.
—Siempre quiero hacerlo por las buenas, pero las personas como tú no me dejan otra opción.
Con una mirada escalofriante, JiMin se alejó y tomó el otro extremo de las cadenas.
—Ten cuidado con tu cabeza, puedo ser brusco —advirtió.
El alfa contuvo la respiración cuando fue lentamente levantado del suelo por los pies.
—Vi esto por primera vez con mi padre —confesó JiMin, quejándose por el peso. Vio al hombre intentar sostenerse de algo con desespero, pero era imposible porque estaba atado de manos—. Yo tenía diez años cuando mi padre se lo hizo a un traidor. Yo no quería ver... —jadeó—, pero él me obligó y me dijo que él solo criaba hijos fuertes sin temor a la sangre.
Se detuvo en una exhalación cuando el alfa estuvo en el aire, boca abajo.
—Si te mueves mucho, te cansarás —Se acercó tras verlo removerse—. Continuando con la historia... mi padre era un hombre sanguinario y quería que TaeHyung fuera como él, pero mi hermano... —bufó—. Mi hermano siempre fue un idiota desquiciado —sostuvo la daga con la que jugaba hace unos instantes—. Mi hermano lloraba incluso cuando mi padre nos llevaba a cazar jabalíes porque se aterraba al verlos muertos —relató, rasgando los pantalones del alfa hasta que sus rodillas estuvieron al descubierto—. Pero TaeHyung, a medida que fue creciendo, se dio cuenta que podía lograr lo que quisiera mostrando debilidad.
Apuntó el rostro del hombre con el filo de la daga, alzando las cejas.
—Mi hermano es débil en muchas ocasiones, pero cuando no lo es, finge que es inocente y vulnerable para lograr lo que quiere. Pero en el fondo... —apuntó la daga en el pecho del alfa, pinchándolo sin dañarlo—, en el fondo es solo un niño tan frágil como la hoja de un árbol. —Hizo un corte rápido por encima de la rodilla, escuchó al alfa quejarse y lo vio gotear sudor. La sangre comenzó a derramarse y manchar irremediablemente el pantalón del prisionero—. Me prometí a mí mismo que detrás de las debilidades de TaeHyung, yo estaría castigando a los que lo traicionaran, porque sé que él jamás sería capaz de esto.
Otra cortada fue hecha en la pierna del alfa, quien se quejó al notar que esta vez había ido más profundo. Se removió de dolor, emitiendo balbuceos inentendibles por la mordaza en lo que sentía la sangre abandonar su cuerpo y empapar otras partes.
—¿Dónde está mi hermano? —interrogó entre dientes.
El alfa respiró con agitación. JiMin hizo una mueca y después dejó un corte en el abdomen, lo suficientemente profundo para que la sangre comenzara a correr con más fuerza.
—Al estar de cabeza, todo lo sentirás con más intensidad y durarás mucho más tiempo consciente. Así que sé rápido y dime dónde está mi hermano.
La puerta fue tocada.
—¿Qué? —preguntó JiMin, toscamente.
El duque Jung abrió la puerta; cuando vio las condiciones del alfa apresado, tuvo que contener la respiración porque su esposo era simplemente impredecible.
—Encontraron a la yegua del rey sin vida en el bosque —informó, ocasionando que JiMin girara a ver hacia el alfa de cabeza como si quisiera acabar con su vida—. Los atacaron con flechas y-
—Ustedes, escorias, ¿mataron a la maldita yegua? —interrumpió el príncipe, tomándolo del brazo con fuerza para hacerle un corte alargado en el antebrazo. La mordaza amortiguó su grito de dolor.
—Ahora sí vas a conocerme —gruñó y giró a HoSeok—. Tráeme a esa omega y al niño.
El duque apretó los labios. Él no era tan despiadado como JiMin y no podía evitar sentir lástima e incomodidad al ver a esa familia asustada en el pasillo porque desconocían la razón por la que los guardias reales les habían sacado de su hogar.
JiMin insistió y HoSeok acabó acatando. Salió e hizo una seña para que los guardias en cuestión trajeran al niño de aproximadamente unos diez años que prácticamente temblaba y a la omega que intentó gritar cuando vio a su esposo allí colgado.
—HoSeok, vete, que todos salgan.
El duque cumplió con una sola seña y en cuestión de segundos, solo quedó la familia y JiMin ahí dentro.
—Te arrepentirás toda tu vida si no me dices dónde está mi hermano ahora. —Tomó al niño y a la mujer del hombro—. Se te acaban las oportunidades.
El alfa, ya muy débil por la falta de sangre, sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento. Todo sentimiento se mezcló con el hambre, la sed, el miedo y el mareo que la posición le generaba.
JiMin elevó una ceja.
—Bien, tú te lo buscaste.
De los bolsillos de su chaleco elegante, JiMin sacó un frasco pequeño con un contenido desconocido, le quitó la mordaza al niño que lloraba a montones y sin darle mucha oportunidad, lo inmovilizó de las mejillas y vertió todo el frasco en su boca, forzándolo a tragar cada gota. La omega junto a ellos intentaba decirle que se detuviera pero la mordaza se lo ponía difícil y al poco tiempo, JiMin le hizo tragar el contenido de otro frasco a pesar que puso resistencia.
JiMin se deshizo de los frascos arrojándolos al suelo con fuerza hasta que se quebraron en mil pedazos, sobresaltándolos a todos.
—Tienes poco tiempo para hablar o morirán envenenados —advirtió, caminando a paso apresurado hasta las cadenas para bajarlo hasta que el alfa estuvo tirado en el suelo.
El alfa se quejó por el golpe, mas no pudo moverse demasiado por el mareo. JiMin lo forzó a ver a su familia agarrándolo con fuerza del cabello.
—Dile —susurró la omega con los ojos llorosos.
—Hazle caso o los verás morir envenenados —dijo el príncipe, sacando otro frasco de su chaleco para colocarlo frente a los ojos del alfa, tan cerca que el susodicho tuvo que parpadear para enfocarlo—. Este es el antídoto. Si no me dices ahora mismo dónde está mi hermano, voy a estrellarlo contra el suelo también.
Bajó la mordaza del alfa, viéndolo respirar con fuerza después.
—El tiempo corre y tu familia se está muriendo —presionó a ese alfa que apenas podía mantenerse estable en su lugar. Lo vio mirar a su esposa e hijo que lloraban sin remedio.
JiMin rio.
—Te lo ganaste.
Impulsó su brazo, dispuesto a tirar el frasco. Escuchó el grito de la omega y el llanto intenso del pequeño, pero no se detuvo.
No hasta que el alfa gritó también.
—¡Espere!
El príncipe frenó sus movimientos y giró para verlo, alzando una ceja.
—El rey está en un calabozo —confesó sin aire. JiMin se agachó y lo observó detenidamente, achicando los ojos—. El rey debe estar en un calabozo en Seúl, cerca de la frontera sur. No pudieron haberlo llevado más lejos —jadeó, fatigado.
JiMin lo señaló amenazante.
—Si dices alguna mentira, voy a regresar y mataré a tu hijo y a tu esposa frente a ti, después empezarás a recorrer tú solo el camino que escogiste al traicionar al reino.
—Le juro que no estoy mintiendo. Por favor, dele el antídoto a mi familia —dijo con desespero, presenciando como a su familia comenzaba a faltarles el aire.
JiMin lo escrutó por un momento más.
—Por favor... —exhaló el alfa.
El príncipe estiró una sonrisa ladina y les dio a tomar el antídoto a ambos. El alfa exhaló agotado y aliviado.
Después, JiMin se fue, dejándoles un momento de privacidad a la familia.
El cuerpo tiritado, lagrimones pesados deslizándose por las mejillas hasta mojarle el pantalón a las rodillas. JungKook lloraba aterrado, abrazándose encogido sobre aquella superficie endurecida del calabozo del palacio de Seúl.
La sensación era ciertamente diferente a la que sintió en los calabozos de Daegu. Ahora, podía sentir genuino miedo, puro como la incertidumbre que lo tenía temblando.
¿Cómo haría si su tío comenzaba a prostituirlo de nuevo ahora que estaba esperando a un hijo de su esposo? No solo lo dañarían a él, sino que su hijo podía salir perjudicado. Y no solo físicamente, sino que la reputación de su hijo aún no nacido. Todos pensarían que el bebé no era de su esposo y quién sabe cuántas cosas más.
JungKook aceptaba la culpa total de todo lo que estaba pasando, pues mantenía arraigado el arrepentimiento por haber callado y no haberse entregado de lleno a TaeHyung. Porque, Dioses, si le hubiera mostrado todos sus dolores y sufrimientos las cosas serían diferentes.
Sin embargo, ahora su amor estaba a una gran distancia, al otro lado de las rejas de aquella gélida celda.
Sorbió su nariz, limpiando los restos de humedad con la manga de su camisa. Alzó el rostro lloroso cuando escuchó pasos y algunas voces distorsionadas acercarse desde el pasillo.
Y cuando vio quién era, JungKook elevó las cejas.
—¿EunWoo?... —susurró gangosamente.
EunWoo le mostró una sonrisa suave que incitó a JungKook a ponerse de pie e ir hacia él, apegándose a los barrotes y envolviéndolos con sus manos frías.
—¿Cómo estás? —preguntó EunWoo—. ¿Te sientes bien?
JungKook convirtió sus labios en un mohín, conteniendo las lágrimas.
—EunWoo, no quiero estar aquí —murmuró. EunWoo cubrió sus manos para calentarlo—. Por favor, ayúdame para que me dejen quedarme en mi habitación, no saldré para nada, no haré nada, pero no quiero estar en un calabozo.
EunWoo muequeó con pena.
—Gyuri tomó tu habitación... —dijo el alfa. JungKook bajó la mirada—. Pero haré lo que pueda para que salgas de aquí, no te preocupes.
JungKook se percató de la cesta que llegaba el alfa en el antebrazo. Lo vio abrirla y sacar unas cuantas frutas.
—Toma, come bien —moduló EunWoo, entregándoselas.
El omega arqueó las cejas con amabilidad y agradecimiento, tomando las frutas.
JungKook no se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba la compañía de EunWoo hasta el momento. En el fondo, sabía que el alfa no era malo, de hecho, ni siquiera se acercaba a serlo.
—EunWoo —nombró, acordándose del detalle que lo atormentaba—, ayúdame.
El alfa lo observó, esperando a que se extendiera porque lo cierto era que había mucho en qué ayudarlo.
—Mi tío me ha dicho que va a seguir entregándome a otros alfas. —Tomó el brazo del alfa con la mano libre—. Por favor, haz algo para que eso no suceda. —Remojó sus labios resecos—. Tengo un esposo, por favor ayúdame a conservar mi honor de casado, EunWoo, por favor —suplicó, con los ojos aguados.
El marqués se incomodó al escuchar la palabra «esposo», proviniendo del omega.
—Ayúdame y te daré todo lo que me pidas, por favor...
EunWoo cubrió la mano con la que JungKook lo sostenía del brazo.
—Haré todo lo que pueda, sé cómo manejar al rey —contestó, en busca de la tranquilidad de JungKook.
El omega asintió con un poco de esperanza brillando en sus ojos, pues confiaba en EunWoo a pesar de todo.
—JungKook, vendré a verte todos los días sin falta y me contarás si te hacen algo, ¿bien? —Vio al omega asentir nuevamente—. Necesito que, si viene tu tío personalmente, trates de obedecerlo en todo. Si discutes o haces algo que no le guste, puede resultar peor para ti; hay que ser cautelosos.
EunWoo suspiró, acunándole la mejilla.
—Voy a ayudarte, pero debes ser paciente y no ser impulsivo, ¿de acuerdo?
JungKook asintió con una sonrisa pequeña.
—Gracias.
—Te extrañé, JungKook —admitió EunWoo. Y era cierto, la presencia de JungKook era algo muy fácil de extrañar y más cuando se llevaban conociendo años. Se alegraba de poder volver a verlo a pesar que las circunstancias eran caóticas.
No obstante, el momento se cortó con la proximidad de un guardia. EunWoo apretó los labios.
—Volveré, ten cuidado.
JungKook asintió.
—Gracias —repitió, soltándolo y dando unos pasos para atrás en lo que abrazaba las frutas contra su pecho.
EunWoo le dio una última mirada antes de irse.
Caminó por los pasillos lujosos del palacio con la expresión enseriada. Subió las escaleras de mármol y transitó junto a la servidumbre y a uno que otro aristócrata.
Todos reverenciaban hacia él; a EunWoo le gustaba eso.
Cuando llegó a su destino, arregló su chaleco y tocó la puerta. Esperó unos segundos hasta que el paso le fue concedido desde adentro.
Al ingresar a la espaciosa habitación, vislumbró la presencia del rey Jeon charlando con su hija Gyuri, que parecían haber terminado de reir de algún chiste interno.
Ambos giraron a verlo cuando entró; JungHyuk le sonrió.
—Hijo, ven y pasa, ¿qué se te ofrece?
EunWoo se detuvo frente a la mesa que los separaba, miró a Gyuri con seriedad y luego sacó una bolsa de cuero de la cesta que llevaba y la colocó en la mesa. Al hacerlo, los presentes pudieron saber su contenido por el sonido que produjeron las monedas en su interior.
Los dos lo miraron inquisitivamente y JungHyuk tomó la bosa, Gyuri después se asomó.
—Más de cien monedas de oro le ofrezco, Majestad.
El rey Jeon comprobó el contenido y alzó las cejas hacia EunWoo.
—¿Y esto a qué se debe, específicamente?
—Quiero que JungKook sea de mi propiedad —respondió tras algunos segundos—. Si es necesario más dinero entonces le daré más, pero quiero que JungKook sea mi criado.
Los Jeon se miraron entre sí antes que Gyuri mirara a EunWoo con un muy claro disgusto.
—Él jamás va a aceptarte, está casado ¿o no te das cuenta?
—Su matrimonio automáticamente queda anulado desde que JungKook fue imputado por traición —contestó sin expresión—. Es decir, que tengo el derecho de reclamarlo.
La omega se levantó de la mesa donde estaba sentada.
—¿Qué tiene mi primo de especial para que gastes más de cien monedas de oro en él? Ni cincuenta concubinos valen ese dinero y tú piensas malgastarlo comprando a mi primo.
—Suficiente, Gyuri —calló JungHyuk. Ella le dedicó una mirada molesta.
JungHyuk examino a EunWoo con la mirada.
—¿Sabes las consecuencias que esto podría traerte? Especialmente con el reino de Daegu.
EunWoo asintió sin dudar y JungHyuk emitió un sonido pensativo, dejando la bolsa de dinero en su lugar.
—Si me das todo este dinero, no podré negarme —respondió, recostándose en el respaldo de su silla.
—Padre —berreó la omega, pero su padre la calló con una sola mirada.
—La única condición es que JungKook jamás saldrá de este castillo —expuso JungHyuk—. Si no cumples, me decepcionarás enormemente, hijo.
—Jamás lo decepcionaría —aseguró el joven alfa.
—Retírate y mañana podrás buscar a tu nuevo criado —concedió, haciendo una seña hacia la puerta.
EunWoo hizo una reverencia hacia el rey y otra más pequeña hacia la princesa que permanecía disgustada, y se dio la vuelta.
Cruzó el umbral con una pequeña sonrisa triunfante en el rostro.
Nota:
FELIZ LUNES TAEKOOK (Después de mil siglos).
¡Muchísimas gracias por las 80k visualizaciones y los 13k votos! Thanks Shin que Wattpad se arregló y ya me deja ver los comentarios porque así podré ver los que dejen en este cap <3
Nuevamente me disculpo por la tardanza. Para los que no saben, comenté por Instagram y el grupo de Whatsapp que me han estado aplicando racionamiento de luz todos los días (de hecho, todos los de mi ciudad), así que se me ha dificultado un poco agarrarle el ritmo incluso a las comidas. LO BUENO ES QUE YA HAY CAP, esperemos que pueda publicar la próxima actu la semana que viene.
LOS AMO MUCHO, BESITOS EN TODOS LADOS, FELIZ SEMANA.
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