L: Soledad y penumbra
Para el día siguiente, ya era conocimiento de todo el reino que el rey consorte de la nación había sido confinado al calabozo por órdenes del mismísimo rey Kim TaeHyung. Los rumores relataban que la razón de su precipitado encierro era una dramática infidelidad misteriosa por parte del omega.
Esa era la causa por la que ahora mismo Jackson caminaba a paso lento entre las concurridas calles de la ciudad principal de Daegu, vistiendo con una capa larga y una capucha para encubrir su identidad.
Apenas corrió la noticia y los chismes se esparcieron como plaga, Jackson tomó sus pertenencias y buscó una manera de salir del castillo sin ser visto. No estaba seguro si su pulga había sido encarcelada porque el rey había descubierto todo o porque realmente pensaba que JungKook le era infiel con su persona; quizás ambas.
De una u otra forma, el rey TaeHyung ya lo tenía fichado y era cuestión de tiempo para que sus guardias buscaran capturarlo o incluso ponerle precio a su cabeza.
Para su suerte, había logrado escapar con éxito. Ahora el gran problema radicaba en encontrar una forma de sacar a JungKook de su encierro, pero las cosas eran complicadas porque se encontraba solo en un terreno de posibles enemigos. Necesitaba con urgencia una estrategia.
Su espalda se tensó cuando escuchó el galope lento acompañado de dos pares de ruedas a sus espaldas. Giró su cabeza gacha para observar de soslayo: se trataba de un carruaje de la realeza.
Con sus sentidos totalmente alertas, posó sus ojos cafés al frente y aletargó la velocidad de su andar, esperando a que el carruaje lo rebasara mientras le rezaba a los Dioses para no ser reconocido. Y estuvo a punto de exhalar de alivio cuando el carruaje siguió su curso, pero...
—¡Jackson Wang!
«Maldita sea», masculló para sus adentros. No esperó para darse la vuelta y comenzar a correr en dirección contraria al carruaje siendo lo más veloz que sus piernas le permitieron.
Lo seguía alrededor de cinco guardias. Maldijo de nuevo; chocó con algunas personas, pero no se detuvo en ningún momento. Corrió con todo dar; si lo atrapaban, todo estaba perdido para él y para JungKook.
Sin embargo, el galope apresurado de un caballo lo sacó de onda y no tuvo tiempo para reaccionar cuando fue golpeado en la parte trasera de sus piernas por una vara. Acto seguido, estuvo cayendo de bruces al suelo, golpeándose la espalda.
Expulsó un quejido adolorido. Los guardias lo alcanzaron, lo cual fue evidente cuando dos de ellos lo alzaron del suelo por los dos brazos.
Jackson solo pudo pensar que su vida estaba terminada y que ni siquiera pudo llegar a pensar en algo para rescatar a su amada pulga.
Tardó poco el salir de su aturdimiento y, al enfocar, divisó a un omega montando ese mismo caballo que había logrado alcanzarlo en primer lugar. Siendo más específicos, se trataba de un omega en espera.
El omega en cuestión llevó la mano a su panza abultada y dejó ir una exhalación.
—Nadie tiene compasión por mi avanzado estado... —murmuró quejumbroso, descendiendo de la montura con ayuda de un par de guardias. Caminó hasta detenerse frente a él—. Kim SeokJin, duque de Taejeon-dong —se presentó, acunando su vientre.
—JungKook no engañó al rey con nadie, él es inocente —aclaró con premura, zarandeándose en un intento por ser liberado porque, Dioses, se trataba del primo del rey.
—Lo sé —secundó el omega en un asentimiento; Jackson se desconcertó—. Hablemos en otro lugar antes que los guardias de mi primo lo encuentren o me vean con usted.
El alfa no supo qué decir, procesando la situación. Por el otro lado, SeokJin miró de soslayo y exhaló aliviado cuando distinguió a su carruaje aproximándose a ellos.
—Gracias a los Dioses que pensaron en mis hinchados pies. —Hizo una seña con la cabeza—. Sígame.
Los guardias liberaron a Jackson, quien acomodó su chaleco y, confundido, miró a todos lados antes de seguir al duque que ya se hallaba subiendo al carruaje.
Subió también, preguntándose: ¿qué hacía el primo de rey llevándolo y diciendo que no quería que el rey Kim lo encontrara?
No compartieron palabras hasta que llegaron a la residencia de los duques Kim en Taejeon-dong por temas de discreción. Habían arribado en aquella ubicación debido a que, según el omega de cabello rojizo le dijo, su esposo se encontraba en la residencia de la capital, así que era una opción totalmente descartada.
Una vez allí, el duque le ordenó que volviera a colocarse la capucha y se abstuvieron de ingresar por la entrada principal para no levantar sospechas entre la servidumbre. En cambio, utilizaron aquella puerta trasera que el omega usaba con anterioridad para dejar pasar a esas compañías nocturnas que acostumbraban entrometerse en su matrimonio.
SeokJin cerró las puertas estando ambos ya solos en uno de los salones de su hogar y se dejó caer en el sofá más cercano, más que agotado.
—Siéntese, por favor —ofreció, señalándole el sofá frente a él.
El alfa tomó la oferta y se sentó, aún sin fiarse del todo. SeokJin no esperó a andarse con rodeos y fue directo al punto, diciendo:
—JungKook me lo contó todo —suspiró—. Fue hace unos pocos días. Sé sobre quién es y lo que le hizo su tío, también sé sobre su hermana y a lo que vino a hacer en este reino. —SeokJin se acomodó en su lugar—. Me costó mucho encontrarle ya que no le conocía, pero las personas hablan...
—¿Para qué me necesita si no me entregará al rey? —preguntó Jackson, queriendo salir de sus azoradas dudas.
El omega le dedicó una expresión de desdén y algo de obviedad.
—Hay que sacar a JungKook de ahí y mandarlo lejos —expuso—, al menos hasta que la ira de TaeHyung disminuya. —Su gesto mutó en preocupación al pensar en su joven amigo omega—. Hay que planear algo porque, si TaeHyung fue capaz de llevarlo al calabozo, no estoy seguro de qué más sería capaz...
Jackson pensó en su pobre pulga. Lo más seguro es que estaba deshaciéndose en lágrimas, sufriendo solo entre esas gélidas y asquerosas paredes de calabozo.
—Debemos sacarlo de ahí antes que lo condenen —murmuró Jackson, más que preocupado.
—No sé si es de su conocimiento, pero JungKook asistió el celo del rey, así que podría estar esperando un hijo en estos momentos... —manifestó SeokJin, tocándose su propio vientre mientras inspeccionaba con detenimiento al alfa en cuestión, quien parecía sumergido en sus contrariados pensamientos—. ¿Podría responderme algo?
Jackson salió de su cabeza para ponerle atención.
—¿Qué siente exactamente por JungKook? —preguntó sin ningún tipo de tapujos.
El alfa se descolocó un poco, incomodándose incluso porque esa pregunta era lo último que se hubiera esperado.
—JungKook es como mi hermano, nos conocemos desde que éramos cachorros; su padre me crio también... —respondió el automático—. Además, es el hermano de mi omega.
SeokJin lo escrutó minuciosamente.
—Omega que ahora está desaparecida —quiso agregar el omega, alzando las cejas en afirmación.
El duque percibió la melancolía y tristeza que se reflejó en el rostro contrario, lo que lo llevó a asentir con lentitud, mordiéndose la lengua porque, Dioses, tenía tanto que decir. Evaluó seriamente si debía contenerse y no hablar al respecto, o hacerlo y desahogarse. Inhaló, pensando que la vida era una y no tenía nada que perder al comentarle sus pensamientos.
—¿Sabe, señor Wang? Escuché varias anécdotas por parte de JungKook... Algunas me conmovieron y otras me repugnaron. —Fijó su mirada en un punto sin importancia, evaluando sus siguientes palabras—. Y me causa indignación y enojo que usted se haya mostrado más triste al momento que mencioné a su omega, que tanto desprestigió a JungKook, que el tema de la reunión en curso.
El tono pasivo-agresivo que implementó el omega al hablar, fue como una cachetada para el alfa que lo enmudeció por completo.
—JungKook llegó a este castillo para buscar a una hermana que no quiere, lo hizo para que usted estuviera feliz. Dicho esto, deseo que se sienta culpable por lo que le está ocurriendo porque usted y la princesa también son responsables —sentenció el duque con seriedad y serenidad a la vez.
—Su Excelencia, yo-
—Así que, si después de todo esto usted todavía planea buscar a esa omega, dígamelo ahora mismo para jamás permitirle volver a acercarse a JungKook. Ya le han hecho suficiente daño entre su tío, su madre, su hermana, usted y ahora su esposo como para que siga dándole la espalda de esa manera.
—Ella es mi omega, quiero encontrarla y rescatar a JungKook —dijo, frunciendo el ceño. Le parecía exagerado que esas dos cosas no pudieran ir de la mano y tuviera que elegir. ¿Por qué una debía depender de la otra cuando podía hacer ambas?
SeokJin chasqueó la lengua.
—Ella no es su omega, como dice. Ella es una princesa, una heredera. ¿Piensa que le iban a permitir contraer nupcias con usted? Ella no puede casarse porque si lo hace, su poderío caería en manos de su alfa y ningún omega libre haría eso en su sano juicio. —Lo miró con algo de molestia, recordando que con cada palabra que JungKook le contaba, quiso asesinar personas—. TaeHyung se casó con JungKook porque es un alfa de linaje y asesinó a todo su concejo para estar con él, pero ¿Seúl y Busan? Hubieran creado un golpe de estado antes que ella llegara al poder, el destino de esos reinos era inminente ya que el antiguo rey solo tuvo omegas.
El estómago de Jackson se revolvió. MinYoung no le haría eso, ¿cierto? no jugaría con él de esa forma. Ella le había prometido muchas veces que se casarían...
SeokJin continuó soltando todo lo que se había guardado para decir en su momento.
—Por esa misma razón, el antiguo rey de Seúl y Busan quiso comprometer a su hijo menor con TaeHyung; ahora sé que se trataba de JungKook —agregó—. El difunto rey sabía que, al tener dos hijos omegas, su dinastía peligraba, era consciente que su único enemigo era su hermano, así que tenía que hacer alianzas con algún reino para asegurar protección.
SeokJin recordaba aquella época donde el padre de TaeHyung se reunía continuamente con el rey de Seúl y Busan. Su madre le contaba lo mantenía al tanto con lo que pasaba porque, a pesar de ser omega, lo entrenaron también para ser un duque de renombre.
Jackson desvió la mirada. Sabía que TaeHyung era el alfa apropiado para JungKook, era algo incluso decidido desde hace años, pero para la desgracia de muchos, JungHyuk rompió ese acuerdo apenas se estableció en el poder como rey, evitando que ambos jóvenes pudieran siquiera conocerse en persona.
—¿Aún cree que puede tener algo oficial con ella? Que no le resulte extraño que la realidad fue el mismo rey JungHyuk quien asesinó a la princesa con tal de sacarla del camino y ahora querrá hacer lo mismo con JungKook, ya que es el único heredero que queda. —Estaba exponiendo más sus teorías que hechos factibles—. Esa maldita bastarda no vale el esfuerzo, supérela y siga adelante.
El alfa no tuvo palabras para rebatirle. Enmudeció, avergonzando, y comenzó a cuestionarse un millón de cosas, todas englobaban a JungKook y a MinYoung.
SeokJin juntó sus manos al frente.
—Había escuchado de la princesa Jeon MinYoung y el príncipe Jeon JungKook hace ya mucho tiempo... Pero días después de morir su padre, el rey JungHyuk les comunicó a los demás reinos que tanto su hermano, su esposa y sus hijos, habían sido asesinados. Por eso jamás pasó por mi mente que se tratara del mismo JungKook cuando lo conocí... —suspiró.
—¿Me habla en serio? —inquirió Jackson, enderezándose porque de eso no había tenido conocimiento.
El omega en cinta asintió, teniendo que sacudir su cabeza para despedirse de antiguos recuerdos.
—Cada segundo que pasa es otro más de agonía para JungKook. Trataré de hablar con mi primo y, si no funciona, entonces le daremos una visita y estudiaremos cada rincón, cada salida y cada ventana para que podamos organizar su escape.
Jackson se removió en el sillón, espabilando todos sus sentidos para seguir escuchando al omega. Tenían que liberar a JungKook e irse muy lejos.
—¡Hoy es un gran día! —exclamó Jeon JungHyuk entre risas—. Ven, amigo mío, hoy vamos a celebrar. —Rodeó los hombros del alfa que lo acompañaba: Kim YoungHo.
El sacerdote se tensó e intentó apartarse porque repudiaba el contacto físico con todo su ser, pera para su mala suerte, JungHyuk lo sostenía con fuerza.
YoungHo fue guiado por el rey, que desprendía buen humor y avidez. Las puertas se abrieron y lo primero que captaron sus ojos ancianos fue a dos personas muy cerca la una de la otra. Era la hija del rey, Gyuri, que le sonreía coquetamente a un alfa alto de cabello oscuro que permanecía quieto como una piedra y mostraba una sonrisa que denotaba su evidente incomodidad.
—Qué vergüenza —susurró el sacerdote una vez fue soltado por el rey y lo vio acercarse a su hija.
—¡Hija mía! —clamó el rey Jeon con una sonrisa, captando al instante la atención de su hija y del alfa joven que la acompañaba. Gyuri recibió un beso en la mejilla de parte de su progenitor—. ¿Hoy te unirás a nuestro comedor?
La omega asintió.
—Por supuesto, padre —afirmó ella, deslizando sus ojos coquetos hacia el alfa junto a ella—. EunWoo también se nos unirá está vez.
—Mi querido EunWoo —saludó JungHyuk, dándole unos pocos golpes en el pecho que representaban afecto.
—Buenos días —saludó cortésmente el alfa joven.
JungHyuk mostró una pequeña sonrisa antes de girarse hacia su acompañante previo.
—¡YoungHo! —llamó, elevando su mano en una seña para que se aproximara a ellos. Al sacerdote no le quedó más que acudir—. Ya le presenté a mi hija —recordó; Gyuri hizo una reverencia—. Y este es el hijo alfa que siempre necesite, mi amado Cha EunWoo —presentó, señalándolo.
EunWoo sonrió de labios cerrados emanando cordialidad e hizo una reverencia de respeto.
—Su Eminencia.
YoungHo siquiera se inmutó porque realmente odiaba a las personas. Luego, el rey Jeon le dio unas cuantas palmadas en el hombro al alfa joven, sonriendo antes de decir:
—Vamos a tomar unas copas de vino para celebrar. Me alegro de que ustedes dos estén aquí —manifestó el alfa, dirigiéndose a la mesa más cercana.
—¿Qué celebramos, padre? —inquirió Gyuri, siguiendo a su padre hasta que los cuatro estuvieron rodeando una mesa, de pie.
EunWoo corto un pedazo de manzana y lo ingirió, atento.
—Tu primo fue llevado al calabozo —sonrió con suficiencia—. Es decir, muy pronto el hijo favorito de mi hermano estará aquí con su tío favorito.
—¿JungKook está encarcelado? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? —se apresuró a preguntar EunWoo.
JungHyuk rio.
—El rey ya se enteró de lo que es, pero, ¿acaso percibo una preocupación empática por él?
EunWoo permaneció en silencio, sin romper el contacto de miradas con el rey.
—Siempre he querido saber qué tiene JungKook de especial como para enamorar a tantos alfas —comentó Gyuri, repartiendo las copas de vino.
JungHyuk bufó, tomando su copa para olerla.
—Deja de soñar, hijo, JungKook ya está casado —dijo hacia EunWoo, implementando un tono sarcástico porque él más que nadie estaba al tanto de la situación.
El resto de los presentes tomaron sus respectivas copas.
—Por JungKook —brindó JungHyuk, elevando su copa y bebiendo.
Acto seguido, todos bebieron también.
—Este vino es exquisito, padre —comentó Gyuri con una sonrisa indescifrable.
JungHyuk miró su copa.
—¿Quizás es por la sensación de victoria?
La omega no respondió y le dio otro trago, desplazando sus ojos morados hacia el sacerdote, quién aún seguía ingiriendo uno de sus primeros sorbos en silencio.
—¿Y a usted le ha gustado, Su Eminencia? —indagó la omega.
Sin embargo, el sacerdote tosió, dejando la copa sobre la superficie de la mesa con una expresión de asco.
—La verdad es que no-
Otro tosido corto su habla y frunció el ceño.
—¿Estás bien? —preguntó JungHyuk, extrañado.
—Su Eminencia, ¿está acostumbrado a beber? —preguntó EunWoo, inocentemente.
El sacerdote no pudo contestar ninguna de esas preguntas porque una tos incontrolable comenzó a atacarlo sin compasión. Su rostro comenzó a enrojecer y se vio en la necesidad de llevarse una mano al cuello por la repentina sensación de ahogo y picazón en la garganta, manteniéndose de pie por el agarre que ejercía en la mesa.
JungHyuk, con el ceño fruncido, se exaltó cuando el alfa religiosos empezó a botar sangre por la boca; una cantidad insana.
Las sensaciones se intensificaron hasta que el alfa mayor trastabilló y cayó al suelo.
EunWoo se apresuró a agacharse para comprobar su estado o para ayudar en algo, pero el alfa mayor se estaba ahogando con la nada misma, ni siquiera intentar abrir su túnica serviría.
El rey Jeon, atónito, rodeó la mesa y se agachó a la par de EunWoo, pero al querer comprobar el estado de su poderoso aliado, este ya no se movía. Se había creado un espectáculo tétrico donde los ojos azorados de YoungHo perdían la vida y su rostro pálido era manchado por los retazos de sangre que borboteó unos momentos atrás.
—Está muerto... —murmuró EunWoo, consternado.
JungHyuk transportó su mirada a la copa del sacerdote sobre la mesa y se levantó para examinarla. Mientras que, Gyuri, se acercaba a la escena haciendo sonar sus tacones.
—Supongo que no le gustó el aditamento que agregué a su copa... —muequeó ella.
JungHyuk y EunWoo voltearon a verla al instante, pero ella se limitó a darle otro sorbo a su copa mientras observaba con desinterés es cadáver de YoungHo.
—¿Lo envenenaste? —aseveró JungHyuk, acercándose.
Gyuri no dudó en asentir. JungHyuk cerró los ojos, exhalando.
—¿Se puede saber por qué razón?
La omega usó su mejor expresión de inocencia para responder, diciendo:
—Padre, tenía entendido que ya no lo necesitabas ahora que JungKook se encuentra en el calabozo. ¿Para qué seguir fingiendo alianza cuando ya no lo necesitas?
—¿Acabas de envenenar al líder del Templo de los Dioses? ¿Perdiste la razón? —voceó EunWoo, quedado totalmente perplejo Cuando, momentos después, escucho la risa alta del rey.
Se giró a verlo, JungHyuk reía negando con la cabeza, tapándose la frente y parte de los ojos con una mano mientras usaba la contraria para afirmarse de la mesa.
—Lo iba a matar pronto, de todas formas.
EunWoo observó en total silencio como Gyuri sonrió con suficiencia y complicidad.
—Un peso menos —agregó el rey, regalándole otro beso paternal a su hija, quién rió alegremente.
EunWoo tragó grueso antes de preguntar:
—¿Cómo lo hiciste? Murió en segundos...
Gyuri volvió a sonreír y observó al sacerdote inerte.
—Usé más de diez semillas de cicuta para que tuviera una muerte rápida. —Elevó una ceja—. Gracias a que mi primo es un aficionado de las plantas, le robé unos cuantos libros para mi uso personal. Podría decirse que tengo el mismo conocimiento que él en cuanto a plantas medicinales...
La perplejidad cubrió el rostro de EunWoo. Ciertamente podía confirma que no existía alguien tan despiadado como lo era la hija de JungHyuk. Gyuri no pensaba dos veces a la hora de asesinar a sangre fría y tenía la virtud de que su padre encubría cada uno de sus actos. Era sorprendente, porque ella era mucho más peligrosa que su propio padre.
—Hijos, límpienle la sangre y hagan parecer que fue un ataque al corazón; muerte natural —ordenó el rey—. Yo me encargo de lo demás.
Ambos asintieron y procedieron a acatar sus órdenes. Sin embargo, hubo algo que EunWoo no pudo sacarse de la cabeza durante el resto del día: JungKook corría grave peligro al estar en la mira de dos psicópatas como lo eran padre y hija.
Por ahora no podía hacer nada por él, aún no poseía el poder suficiente. Y por supuesto, jamás haría algo ahora que había conseguido la confianza del Jeon de Seúl y Busan.
—Aún no puedo creer que el médico real sea un Jeon... —musitó HoSeok, perplejo.
—JungKook es un rey, ya no es el médico real —corrigió TaeHyung, mirando hacia el horizonte donde la hoguera encendida en la frontera con Busan iluminaba aún en el atardecer.
Su cabello color caramelo, tan semejante al dorado, se mecía al compás del viento helado producto de la gran altura a la que se encontraba, específicamente sobre una de las torres más altas del castillos.
—¿Y si es un espía? ¿Como sabemos si no le ha dado información al rey JungHyuk? —expresó sus inquietudes el duque NamJoon.
HoSeok, que se encontraba mordiéndose las uñas entre pensamientos, negó.
—El pueblo festejó con algarabía que un plebeyo se convirtiera en rey, cuando la verdad es que también pertenece a la nobleza... —murmuró, indignado porque a decir verdad, se había comido el engaño del omega—. Nació con más poder que nosotros tres juntos, incluso —añadió, haciendo alusión al duque Kim, al general Min y a sí mismo.
—Según lo que he investigado de los Jeon, el hijo menor fue despojado de sus comodidades como príncipe al fallecer su padre —debatió NamJoon, porque sí, su mente curiosa lo llevó a recurrir a algunos desertores de Busan y Seúl para conseguir información sobre los príncipes y el reinado anterior.
NamJoon enfocó al rey, quién no decía palabra alguna y seguía con expresión indescifrable hacia el horizonte.
—TaeHyung, ¿te sientes bien? —preguntó con cautela.
El rey exhaló.
—¿Cómo dejas de amar a alguien que, a pesar de traicionarte, te causó más sonrisas que llanto?
Los tres presentes se observaron entre sí, incómodos y sin saber que decir. De los tres, YoonGi había sido el único que estuvo callado durante todo el relato que les confesó TaeHyung hasta ese momento.
—TaeHyung, disculpa que te lo pregunte, sin embargo, ¿no crees que encerrarlo en el calabozo fue algo completamente desmedido? —aportó el general.
Porque, a pesar de haber acorralado al omega en múltiples ocasiones para que dijera la verdad, su intención jamás fue que las cosas terminaran como lo habían hecho. Para YoonGi, la mejor opción para el omega de buen corazón era que se huyera antes que el rey recurriera a ese tipo de medidas.
TaeHyung lo observó de soslayo.
—¿Tienes el cinismo de juzgar mi decisión cuando tu preferiste guardar la identidad de mi esposo?
NamJoon y HoSeok giraron hacia el general, que se petrificó en su lugar, con los ojos más abiertos.
—¿Tú sabías? —preguntó HoSeok, sorprendido.
YoonGi se mostró nervioso, pero tampoco se excusó, sabía que había hecho mal al no contarle todo al rey una vez se enteró.
—Quiso confrontar a mi esposo el día después que nos casamos y estoy muy seguro que cayó en la manipulación de JungKook, porque nunca se atrevió a decirme nada —expuso TaeHyung, serio.
—Por los Dioses, YoonGi —jadeó HoSeok.
El general carraspeó.
—Nunca quise engañarte, solo que no podía hacerle eso al príncipe JungKook. No es una mala persona y simplemente no pude, no tengo excusa alguna. —Una parte de sus palabras iba totalmente en serio, pero se abstuvo de delatar a SeokJin porque después de todo, fue él mismo quien finalmente decidió quedarse callado cuando el omega en cinta lo amenazó con terminar de destruir su mala reputación.
NamJoon miró al suelo por un instante y luego se dirigió a TaeHyung.
—YoonGi tiene razón, creo entender que tienes ganas de vengarte, pero aun así, llevarlo al calabozo fue muy cruel, TaeHyung.
El aludido apretó sus manos en uno de los bordes de la torre.
—Todo lo que soy hoy en días es a causa de él. JungKook fue quien me llevó hasta este lugar, él fue mi guía cuando apenas comenzaba a ejercer mi reinado y todo lo que hice fue para que nadie se interpusiera entre nosotros. Le di tiempo para que fuera sincero, para que me dijera la verdad, y aún así prefirió traicionarme y yo dejé que se tatuara en lo más profundo de mi alma- —se detuvo abruptamente porque estaba hablando de más—. JungKook tiene que aprender la lección.
NamJoon fue el que rompió ese silencio prolongado que se formó después de aquello, porque nadie se atrevía a contradecir a TaeHyung, menos ahora que se había vuelto tan maniático cuando se trataba de su omega.
El duque Kim carraspeó.
—¿Y qué planeas hacer ahora? ¿Te reunirás con su tío?
TaeHyung no pensó demasiado antes de dar una respuesta.
—Tomaré Busan.
—¿Disculpa? —musitó HoSeok, con ojos azorados.
—JungKook nació en Busan, tengo derecho a reclamar la tierra natal de mi esposo —respondió el rey con frialdad.
—TaeHyung, esto va a liberar una guerra —expresó YoonGi, contrariado—. Seúl jamás permitiría que le arrebaten Busan.
—La guerra con Seúl nunca terminó, iba a ser terminada, pero el padre de JungKook fue asesinado. Nunca hemos firmado la paz y Busan es un terreno que históricamente nos pertenece —rebatió TaeHyung.
NamJoon se detuvo a su lado, intentando verlo a los ojos.
—¿De verdad quieres Busan o lo haces para vengarte de alguna forma?
TaeHyung se giró a él.
—No es venganza, perdí mucho tiempo en un amor y olvidé mis obligaciones como rey —aclaró, acomodándose la capa—. Yo, como rey, debo librarme de mis amenazas y enemigos y el rey de Seúl y Busan ha demostrado ser uno de ellos.
Pasó junto a sus tres amigos directo a las escaleras de la torre.
—Vamos. —Bajó dos escalones y los miró—. Hay un ataque que organizar —bramó, haciéndoles una seña con la mano antes continuar con su descenso.
Los tres alfas restantes se miraron entre sí con ojos de incertidumbre. Después, siguieron al rey escalera abajo.
El llanto de JungKook se extendía hasta la más pequeña esquina de aquella celda en la que estaba.
Se abrazaba a sí mismo en busca de calor, con las piernas retraídas en su pecho y su rostro casi oculto en sus rodillas. Estaba sudado y tenía frío, pero era una sensación más allá de la helada temperatura, traspasaba todo su ser hasta ensañarse en su corazón malogrado como una fuerte ventisca del más crudo de los inviernos.
Limpiaba su rostro en silencio, intentando contener el llanto que no lo dejaba respirar correctamente desde que lo encerraron ahí.
Todo en él estaba deshecho, su marca ardía horrores y su rostro dolía de tanto llorar, especialmente sus ojos, nariz y garganta. Pero por mucho que lo intentara, no podía detener sus lágrimas.
Las náuseas eran otro síntoma de su sensibilidad y estrés, atacaban tan de repente que buscaba no moverse ni un ápice hasta que pudiera percibir que estas menguaran.
Su estómago estaba rugiendo por comida. No sabía cuántas horas habían pasado desde que recibió su desayuno, pero luego de eso, no recibió ninguna otra de las comidas del día.
Sus sentimientos le estaban dando una muy mala jugada al no poder dejar de pensar en la manera que TaeHyung reaccionó ante todo. Fue incluso peor de lo que se imaginó, porque nunca había pasado por su mente que el alfa fuera capaz de mandarlo a un sucio y gélido calabozo plagado de ratas que lo asustaban. Tan desolado y oscuro como la noche misma a la que comenzaba a temerle.
El tacto amado de su alfa se había desvanecido como una ilusión, dejando detrás una amargura acechante que lo ahogaba en el dolor y la tristeza y se mezclaba íntimamente con la soledad y la penumbra; dos buenos amigos de antaño.
Sus pensamientos estaban dispersos, se sentía perdido en una búsqueda incesante por ser hallado y rescatado de ese pozo hondo por el que no dejaba de caer y del que quizás jamás tendría salida. Se sentía tan vulnerable, desfallecido y apagado, tan vacío.
Pegó un respingo cuando sus oídos captaron el sonido de la celda siendo abierta. Siendo controlado por los nervios previos, su espalda se apegó encogidamente contra la pared a su espalda cuando vio a dos alfas uniformados ingresar en total silencio.
—Necesito hablar con Su Majestad —pidió, mas fue ignorado.
JungKook experimentó un estremecimiento cuando notó que, uno de los alfas en cuestión, sostenía un balde de agua.
—Nuestro rey nos ordenó que lo dejáramos pasar hambre —comentó uno de ellos.
—¿Su Majestad mi esposo? —susurró JungKook con el corazón encogido y herido por la información.
Los hombres se agacharon frente a él.
—Su Majestad su tío.
Los ojos violetas de expandieron asustados y jadeó buscando alejarse más aunque estuviera contra la pared. Quiso emitir un gritó de auxilio, pero uno de ellos tapo su boca con violencia. JungKook amago intentar quitar esa mano de su rostro, pero se paralizó, quieto como roca, cuando un filo presionó superficialmente sobre su vientre: una daga.
—Cállese o muere su pequeño príncipe —amenazó sombríamente el infiltrado.
Los ojos de Jungkook se llenaron de lágrimas e intentó regular su asustada respiración. Pronto, el alfa estuvo retirando con lentitud la mano de su boca, pero JungKook no se atrevió a emitir ni un solo sonido, dominado por el miedo.
—¿Dónde están las bases de soldados en las fronteras? —interrogó el alfa.
JungKook negó, con la adrenalina al tope.
—No lo sé —respondió sincero.
Los infiltrados destilaron severidad mediante sus pupilas y uno de ellos lo haló del brazo para que se pusiera de pie. JungKook soltó un gimoteo aterrado que fue suplantado por un quejido doloroso cuando lo arrojaron de vuelta al suelo, esta vez de rodillas.
Uno de los alfas lo tomó del cabello con fuerza y JungKook, como reflejo, llevo sus manos a la contraria para intentar liberarse entre quejidos bajos.
—¿Dónde están las bases de soldados en las fronteras? —repitió en un bramido.
JungKook sollozó.
—No lo sé.
Sus ojos violetas se abrieron espantados cuando el otro alfa dejaba el cubo de agua justo frente a él.
—¡No, no, no-!
JungKook exclamó cuando su cabeza fue sumergida en el agua sin piedad. Pataleó en busca de salir y se movió frenético.
Tan pronto lo sacaron del agua y se lastimó al inhalar tan brusco, el alfa le repitió la pregunta en gritos.
—¿¡Dónde quedan las bases de soldados en las fronteras!?
JungKook lloró con fuerza.
—Ya les dije que no lo sé, esa es la verdad-
Volvieron a hundirlo con brusquedad. JungKook pataleo con desesperación, golpeando al azar hasta que volvieron a sacarlo del agua.
—Ya, basta, por favor-
Lo callaron volvieron a sumergirlo, pero lo sacaron casi al instante. JungKook buscó aire con urgencia.
—¡TU TIÓ NOS ORDENÓ MATARTE SI NO HABLABAS, MALDITO OMEGA! —le gritó el alfa al oído antes de volver a ahogarlo, tan rápido que el omega no tuvo suficiente tiempo para recuperar el aire.
A ese paso, JungKook no resistiría mucho más. Él no tenía conocimiento de lo que le preguntaban y ya sus pulmones quemaban por la falta de oxígeno. No podía escuchar nada más que los chapoteos que producía al golpear el cubo y el suelo, removiéndose como pudo, pero empezaba a quedarse sin fuerzas y esos alfas no parecían tener intenciones de volver a sacarlo.
Cuando ya empezó a marearse, el agarre el su cabello desapareció repentinamente. No perdió más tiempo y sacó su cabeza del cubo con tanta rapidez que se desestabilizó y tuvo que apoyar sus manos en el suelo para no golpearse. Inhaló sonoramente, tosiendo entre ahoguitos que quemaban su garganta.
Con sus ojos entrecerrados por el cansancio, vio de soslayo como, ajeno a él, un alfa se enfrascaba en una lucha contra esos dos infiltrados. Uno ya estaba muerto y el otro opuso tanta resistencia que el alfa no tuvo otra opción más que matarlo, a pesar que su objetivo era interrogarlo.
JungKook se sentó a duras penas en el suelo, apartándose el cabello empapado del rostro en lo que intentaba recobrar el ritmo natural de su respiración adolorida.
Su salvador enfundó su espada y cuando se dio la vuelta, JungKook pudo reconocerlo.
Era el duque Jung HoSeok.
El alfa se acercó a él con expresión preocupada y se agachó.
—Su Majestad, ¿está bien?
—Déjeme hablar con Su Majestad el Rey, por favor... —pidió con voz entrecortada, sin aire, y le sostuvo los brazos con desesperación—. Mi vida está en riesgo, dígale a Su Majestad que le diré todo lo que sé, estoy dispuesto a revelar los secretos de la tierra de mi propio padre con tal me deje salir de acá, por favor.
—Dígame todo lo que sepa ahora para poder ayudarlo.
JungKook tragó sonoramente, respirando por la boca.
—Si me trae agua, comida y abrigo para la noche, con gusto le diré todo lo que sé.
HoSeok apretó los labios y se puso de pie.
—Espere aquí, por favor.
JungKook asintió, volviéndose a abrazarse a sí mismo porque, ahora que estaba empapado, el frío se había intensificado.
Cuando el duque salió de la celda, JungKook se alejó con algo de torpeza de aquel cubo que casi le arrebata su vida y tomó asiento contra la pared del otro lado del calabozo.
No pasó mucho tiempo para cuando HoSeok estuvo de vuelta con lo que le pidió. JungKook se cubrió con premura con una manta de piel gruesa y tomo un pedazo de pan y agua. Se hidrató velozmente e ingirió unos cuantos mordiscos de pan.
—Gracias... —susurró.
Los ojos oscuros del alfa reflejaron pena, HoSeok no pudo siquiera observarlo por mucho tiempo más porque le causaba una gran tristeza verlo de esa forma. Quizás jamás habían sido cercanos, pero recordaba como el omega le recalcaba sus grandiosas cualidades en cada oportunidad que tenía para destacarle que era un omega capaz y respetable. Verlo ahora, en esa situación tan desdichada, podía dejar descolocado a todo el que lo conociera.
HoSeok tomó asiento frente a él en el suelo para no hacer sentir extraño al omega y comenzó.
—Voy a hacerle unas preguntas y quiero que me diga toda la verdad.
JungKook asintió sin dudarlo, dejando de lado su alimento y bebida para sacudirse las manos de cualquier viruta de pan.
—Antes de empezar, dígale esto a Su Majestad: —Tomó aire y su mano fue a parar a su propio vientre—. Estoy esperando a su hijo.
Nota:
FELIZ CASI SÁBADO TAEKOOK
Aquí traemos un nuevo capitulito de este sufrimiento tan hermoso como lo es TR. YA LLEGAMOS AL CAPITULO 50 aaaAAAAA
Para aclarar la afirmación de JungKook al final: en la antigüedad, las mujeres creían firmemente estar embarazadas en un periodo de tiempo donde realmente todavía no se podía saber, así que esa afirmación es JungKook es un poco ambigua, es más como su percepción y sentir.
BESITOS, MUAKMUAK, nos esperan muchas cositaaas...
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