vii. I'd Be Anywhere That You Are

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capítulo vii. estaré donde sea que tú estés

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Marcel Gerard cerró los ojos con fuerza al sentir la migraña volver. El agudo dolor comenzó desde la cien y se extendía rápidamente hasta el centro, se sentó en el sofá de la sala y colocó sus manos en cada lado de la cabeza en aras de calmar el dolor punzante. Intentó pensar en algo más que no fuera una serpiente de ojos blanquecinos y un frío que le calaba en las entrañas.

La mente era una prisión por sí sola.

Ganas de volver a su viejo apartamento no faltaban. Había redecorado el pent-house que, hace un tiempo, le perteneció a Lucien Castle a un gusto que le parecía demasiado frívolo en ese momento. Desaparecer por un par de días le sonaba atractivo también. Aunque que los problemas se desvanecieran era lo que más deseaba. Parecía que ninguno de esos anhelos podría cumplirse.

Su piel morena reaccionó a un toque ajeno, sentía la presión en su cuello y su respiración se aceleró. Abrió los ojos y ambas manos las apretó contra el sofá. ¿Qué diablos...?

En una desesperación por llenar sus pulmones de aire, la mirada se elevó hasta el techo y pensó que enloquecía: Andrea Labonair le devolvía una mirada vacía pero con unos ojos azules que calaban hondo, sintió su cuerpo gélido como si estuviese hundiéndose en un mar frío.

La presión del cuello desapareció, ahogó los suspiros rápidos y un toque en su mano le obligó virarse a la izquierda.

—Hacemos lo que debemos por nuestra gente, ¿no es así? —Andrea le miró expectante.

Marcel negó con la cabeza repetidas veces.

—No estás aquí, no eres real —la Bestia quiso deshacer el toque, levantarse de su lugar. Le fue incapaz hacer alguna de esas acciones.

—Tal vez, yo no lo sea —admitió con una voz muy baja. Elevó y apuntó con su barbilla en dirección contraria. Marcel siguió el camino—. Ella lo es.

Davina Claire le sonreía en respuesta.

El corazón de Marcel se agrandó en su pecho, no contuvo las ganas de correr hacia ella y abrazarla. Davina olía a rosas y pinturas. A él volvía la niña de dieciséis años que salvó. La Bestia acunó el rostro de la bruja intentando grabarlo en su memoria; le rompía el corazón darse cuenta que, después de cinco años, la única manera de su cerebro traer a Davina era con una foto al lado.

Él había olvidado el rostro de su hija.

—Te extraño, Marcel.

Las lágrimas se acumularon en su garganta.

—Yo también te extraño, D.

Los ojos de Davina se cristalizaron, ladeó su cabeza ligeramente.

—¿Por qué me dejaste morir?

De él salió nada más un sollozo cuando del cuello de Davina sangre brotó como si fuera los inicios de un río. Davina se desvaneció en sus brazos, el cuerpo de su hija se volvía frío mientras él se aferraba a él. Lloró y suplicó en el silencio para que volviera.

—Para odiarlos como profesas, no eres tan diferente a un Mikaelson, ¿no es así? Supongo que esa es tu ironía: todo lo que tocas, muere, Marcel.

Y Andrea repitió su nombre como un canto macabro.

Marcel.

Marcel.

—Marcel.

Sofya lo trajo a la realidad y él se despertó en el sofá. La vampiresa subió las cejas, evidentemente preocupada por el estado mental de su amante. Marcel sudaba frío. Al menos en sus manos traía consigo a alguien que lo ayudaría.

—Vine con alguien.

Marcel parpadeó varias veces para volver en sí mismo. Sacudió con ligereza la cabeza. Confiar en Sofya había probado tener sus frutos. La alternativa de seguir visitando sacerdotes, exorcistas y brujos le servía igual que nada.

En él se instaló una sensación foránea de tranquilidad engañosa. Unos ojos desconocidos perforaban su piel pese a que él sentía nubes bajo sus pies.

—¿Quién?

Cuando Darice Pevensie apareció en su apartamento por segunda vez, la sorpresa fue menor y su rostro de aflicción notable. El aura que le acompañaba cuando volvió a verla después de su supuesta muerte era inexistente. Junto a ella, sin embargo, no venía su hermano. Una mujer morena y de cabellos rojizos le acompañó.

Apenas y Marcel tuvo el tiempo de procesar su presente.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Marcel batalló con la idea de no quererla ver. ¿Era algún tipo de castigo? Soñó con Davina y ahora ella se le presentaba. La cabeza le comenzó a dar vueltas otra vez, sin embargo, no fue ignorante al hecho de que Darice tenía con ella una mirada amable y un poder sobre Sofya pues cuando la vampiresa de mayor edad se acercó a él, Sofya se alejó.

Sofya ignoró la mirada que él le dio. ¿Cómo ella podría saber de Darice?

La conversación inició con un: «Traje a alguien». Marcel le echó un vistazo a Sofya mientras el perfume de Darice le inundaba los sentidos, quería preguntar acerca de la relación entre ambas vampiresas, pero Darice tenía el poder de que solo existiese ella cuando era lo quería.

—No puedo seguir en las sombras para ti. Necesitas ayuda por lo que he escuchado —Darice apuntó a la mujer extraña—. Ella es Desirée Dubois. La única bruja en la que confío y sé que puede ayudarte con lo te sucede.

El apellido no pasó desapercibido.

—¿Eres descendiente de Céleste? —Marcel alzó una ceja.

Desirée sonrió tímida, tal adjetivo resultaba incorrecto agregarle. Marcel no quería emitir juicios tempranos pero la bruja frente a él no tenía la apariencia inocente que comúnmente se asociaba con la timidez.

—Soy su hija —Desirée levantó el mentón y Marcel soltó un suspiro, echándose para atrás.

Y el mundo se volvía más loco.

¿Podría él confiar en la hija de la mujer que casi hace que Rebekah muriera a manos de Klaus? ¿O que maldijo a Darice? ¿Qué junto con los Ancestros habían condenado a Davina por sobrevivir? Concedía la hipocresía de su diatriba. Céleste fue la causa que pudo asegurar su ascenso como rey de Nueva Orleans, pero incluso eso había salido caro.

La única bruja en la que él podía confiar ya no estaba con él. Apretó la mandíbula. Su renuencia fue palpable cuando negó con la cabeza.

Darice presintió lo que saldría de su boca, así que habló:

—Desirée no es su madre. Ella me salvó.

Marcel desvío la vista a Sofya. La rubia vampiresa le dio un asentamiento de cabeza. Sentía la punzada del dolor de cabeza subir en intensidad. Probablemente Marcel se arrepentiría más adelante, Darice le dio un apretón a su brazo y una sonrisa confiada.

¿Qué otra alternativa tendría?

•••

Existían pocas situaciones donde Hayley dudará de su valentía, si bien ella no era inmune a no sentir miedo, a muy temprana edad tuvo que formar una coraza de intrepidez para sobrevivir. Fue relativamente sencillo, porque no tenía nada que perder.

Más de veinte años después, el precio a pagar aumentó en valor.

Después de mucho, en su esquina tenía a su familia. El apoyo incondicional que se dijo a sí misma durante días largos y noches frías que no importaba, que estar sola era suficiente. Estar sola ya no le era suficiente. Hayley se detuvo antes de llegar a la habitación de Elijah, su espalda estaba tensa y le dolía el cuello. Oía el latido del corazón de Andrea a través del cemento grueso en causa de un silencio que le ponía nerviosa en su posición. Una presión en su pecho le gritaba su miedo.

Es aterrador amar lo que se puede perder.

Hayley apretó sus manos en aras de darse ánimos. La cabeza le dio vueltas y presionó con fuerza el barandal de hierro a su izquierda. Recordó a Hope y la incertidumbre de un ser que desconocen llegar a su hija, Hayley tomó coraje, arrastró su miedo y caminó hacia la habitación.

Hayley entró para observar a una Andrea despierta, levantándose de la cama, la híbrida deseó que siguiese dormida. Al menos así podría organizar el caos de su mente. Andrea le miró con pena o tal vez vergüenza. Hayley no se movió ni un ápice, en el umbral de la puerta se plantó.

Andrea se aferró a la sábana de manera inconsciente. Su respiración lenta y la observación de su contraparte le hizo sentir pequeña, siguió la mirada de Hayley hasta su mano y soltó el agarre casi de inmediato.

Andrea hizo un amago de inclinar su cuerpo a su prima. La incertidumbre le revolvió el estómago y sentía las orejas calientes. Murmuró un «Hayley» como si fuese una disculpa no extensa, la piel le picó con pavor y que Hayley se viese inafectada le gritó en la cara: «No confía en ti. Mírala». Hayley era orgullosa como ella misma. La voz en su mente tenía razón, con el mentón levantando y los brazos cruzados sobre su pecho, la mirada de Hayley hacia ella danzaba entre la duda y el amor.

La muerte de la confianza es dolorosa.

—¿Qué tan cierto es lo que se dice? —la voz de Hayley salió rasposa y venía desde el fondo de su garganta.

La luz del sol provocó un color más oscuro en el mirar de la madre de Hope.

Andrea formó un puño con sus manos, tragó saliva y quiso romper el contacto visual. Intentó leer las intenciones y no obtuvo nada. La incompetencia la paralizó. Le hizo cuestionarse: ¿Conozco realmente a Hayley?

La loba mordió el interior de su boca. Por su cercanía a la cama, el aroma de Elijah se coló en sus sentidos: Andrea se aferró a él. De alguna manera, Elijah se volvió lo único real en su mente. Andrea quiso ignorar la opresión en el pecho, ahí en su corazón que le obligaba a respirar por la nariz, no quería llorar.

Nunca quiso lastima ajena.

Sabía que, de Hayley, después de poner en peligro a Hope, no la tendría.

Admitió en un hilo de voz:

—No puedo darte el consuelo que necesitas —Andrea inhaló por la boca—, no cuando tampoco lo tengo para mí.

Era extraño como quería escapar de Hayley y al mismo tiempo abrazarla.

Hayley apartó la mirada por unos segundos.

—¿Eres una amenaza para Hope? —Hayley es dura cuando le devuelve la vista. Es como si sus palabras fuesen cuchillos que buscan hacerle sangrar y Andrea lo merecía.

Están en el complejo de los Mikaelson y suena incongruente más Andrea siente la sensación del viento del pantano sobre su piel. Hayley se adentró un par de pasos a la habitación y representó a todos aquellos que ella hirió.

La soledad era un miedo compartido.

Pero Andrea desconocía el sentir en ese momento, pues sus muertos anclaban sus pies en el piso. Hayley no la atacaría y de hacerlo, Andrea dudaría en defenderse.

—No lo sé —Andrea fue honesta en admitir. Le causaba temor encontrarse con la posibilidad de que la culpa que parecía comerla viva se debía al peligro que ella suponía para su propia familia.

¿Qué es Andrea si no una protectora?

Nadie.

La presión en el pecho de Hayley aumentó. Su primer instinto fue agarrar Hope e irse de esa maldita ciudad. Le siguió una recriminación fugaz de saber que Andrea también es su familia. La culpabilidad de dividirse entre madre y hermana, entre encontrar la verdad y el miedo a la misma.

Definir su sentir sería limitar sus emociones, Hayley sentía un poco de todo y estaba segura que perdería la cabeza si intentaba racionalizarlas.

—¿Eres incapaz de darme el consuelo de saber que mi alfa no asesinará a mi hija? —se encogió de hombros en un intento exitoso de demostrar decepción y cansancio—. ¿Qué puedes darme entonces?

Esa era la verdadera pregunta.

¿Qué puede dar Andrea sino protección?

Nada.

Hayley disparó flechas que llegaron a blanco en tiros limpios y en el nervio exacto. Andrea no es nada ni nadie si lo único que la define se desmorona y resbala como arena. Andrea estaba sangrando y muriendo y sabía que merece el dolor.

Un alfa no sacrifica a los suyos.

Un alfa no osa ponerlos en peligro.

Un alfa es capaz de dar seguridad.

—Nada —Andrea sintió como una parte de sí murió en su interior.

El pesimismo era impropio de ella, se asqueó así misma. Más ¿qué podía prometerle cuando en su mente había lagunas que ella misma no podía dar veracidad de? Quizás, lo más noble y lo único que le quedaba era ser honesta.

Hayley estrechó los ojos, como si estudiará a su prima bajo un lente distinto.

—Creo que eres alguien diferente, Andrea —Hayley inició con lentitud y pesadez—. Alguien en quién no confío y no quiero perder a la Andrea en la que sí confío —Hayley lucharía como siempre lo hacía—. Marcel quiere llevarte al juicio de las facciones. No voy a secundar el clamado. Chris, sin embargo... Laura piensa que sí lo hará.

Andrea entreabrió los labios para respirar.

—Iré al pantano —Hayley prosiguió—. Quizás Mary logré convencerlo de lo contrario.

Los miedos son como una bola de nieve, se hacen lo suficientemente grandes para aplastar todo a su paso. Andrea visualizó una bola de nieve en su camino.

Andrea musitó un débil y disonante: «Gracias» que Hayley tomó antes de salir de la habitación.

Andrea se sentó en la cama, se abrazó a sí misma y se mantuvo estática en el lugar, pues en ella se instaló la creencia de que, ante cualquier movimiento extremo, su cuerpo y alma caerían en un millón de pedazos.

•••

«El espíritu que he visto puede ser el diablo, y el diablo tiene poder para asumir una forma agradable».

Klaus cerró la copia de Hamlet con una migraña que le taladró hasta el último de sus pensamientos. Quiso soltar una carcajada sarcástica ante la descripción que le obligó a enfrentarse al hecho que lo que sea que fuese el Vacío tenía suficiente información para traer al miserable de su padre de entre los muertos con una precisión abrumadora.

Al menos, Mikael seguía muerto.

Abandonó el libro en el escritorio y se removió en la silla hasta que se levantó. La paciencia nunca había sido su fuerte y temía que otra visión de Mikael se posará frente a él.

Se encaminó hasta el balcón de su estudio, el aire limpio de la ciudad calmó su mente.

Klaus soltó un suspiro.

Debía esperar el retorno de Elijah solamente por unos minutos más.

Percibió el olor a limón y piña, su piel se erizó y se volteó con rapidez. Sus piernas soportaron su peso ante la presencia de Camille. El corazón le dio un vuelco cuando la rubia le sonrió mientras yacía sentada en el mueble frente a él.

—Hoy morirás a manos de Marcel —la expresión dulce de su rostro le causó confusión ante el amargo presagio. Camille se levantó y Mikael apareció a su lado, obligando a Klaus a tomar un paso hacia atrás—. A menos que mates a tu enemigo primero.

Klaus apretó la mandíbula y fijó el rostro en su padre.

—No eres real —Klaus se volteó en dirección a la salida del estudio.

Mikael le obstruyó el camino.

—No hay nada más real que yo, muchacho.

El Vacío clavó el desprecio que Mikael siempre profesó para con él con una mundana palabra.

Fue como una ola en la que se hundió: Klaus apretó los dientes y usó la velocidad vampírica para llegar hasta el cuerpo de Mikael. Apretó alrededor de su cuello con una fuerza familiar para él. En sus ojos, Klaus no veía a Mikael. Un brillo desconocido. ¿Era el Vacío lo suficientemente prepotente para pensar que solo su ser podía tener el poder de mirar hacia su víctima?

Si vino detrás de su hija, el Vacío conocería exactamente lo que sería tener un digno oponente.

—Has demostrado tener un talento para la depravación —el cuerpo de Mikael desapareció como agua entre sus manos. Klaus giró el cuello y se volvió a encontrar con Camille—. ¿Podrás convocar a esa misma bestia para hacer lo que es considerado necesario hoy? —Camille desapareció y a su lado, el olor a rosas frescas le inundó los sentidos. El verde de los ojos de Darice le sacó de balance por un segundo—. ¿O será Marcel otro enemigo al que le darás el regalo de la vida?

•••

Andrea se dirigió hacia el estudio de Elijah y contuvo su aliento ante la caballera rojiza que resaltó por la extrañeza de su presencia. La mujer le daba la espalda a la entrada y Andrea no ignoró la inseguridad que le obligó a enderezar la espalda y activar sus sentidos ante la foránea. La esencia le era desconocida, el olor a pimienta y ámbar le hizo caminar con cautela.

—Este es un estudio privado —la voz de Andrea salió sin titubeos, con fuerza y autoritaria—. ¿Quién eres?

La extraña se giró para mirarle, no había vergüenza en ella al ser encontrada en un lugar que no le pertenecía.

Andrea notó que en las manos de la extraña había una foto de Elijah y ella. El Original la mantenía en su escritorio y ahí mismo la dejó la desconocida.

—Hacen una hermosa pareja —la extraña sonrió en un gesto burlón mientras apuntó a la imagen con su dedo. Andrea no siguió el camino que ella tendió, al contrario, los ojos oscuros de Andrea nunca dejaron de ver a la extraña—. Oí que poseer el corazón de Elijah Mikaelson es un privilegio.

Andrea no se inmutó.

—¿Quién eres?

—Una amiga de una amiga de la familia.

Andrea bajó la barbilla y los ojos de la pelirroja se volvieron serpentinos.

Una serpiente no puede atacar a un lobo.

Pero el lobo se puede comer a la serpiente.

De los labios de Andrea brotó una risa baja y peligrosa.

—Me da la impresión que amas hablar con acertijos y me parece que tengo muy poca paciencia en estos días. Te preguntaré una tercera y última vez: ¿Tu nombre es...? —Andrea levantó una ceja.

La peliroja le observó de arriba abajo, no hizo sentir menos a Andrea, pero la clara desventaja que la loba tenía sobre la desconocida le empezaba a incomodar. Trató de ignorar la molestia de usar la fuerza porque odiaba que su cuerpo, desde un tiempo para acá, recurra a ella. No era propio de su proceder.

La desconocida chasqueó la lengua, se movió con suavidad por el estudio y Andrea se quedó quieta, observando por un movimiento en falso.

—Hubiese asumido que la mujer que mi madre crío como suya sería capaz de reconocerla en mí. ¿O es que no me parezco en nada a ella, mi querida hermana? —el tono de burla es evidente y enfermo.

El mundo pareció detenerse en ese instante. La mujer frente a ella osaba de confesar una verdad que parecía distante y poco acorde a su situación. Andrea quiso acercarse, quería tocar un brazo o su rostro, saber que, frente a ella, una realidad se presentaba. Ayana apareció frente a ella en pequeñas porciones del rostro ajeno; ahí estaba en sus ojos, y en como se formaban las líneas mientras sonría. La mandíbula le daba un aspecto que siempre le había resultado hermoso en su guardiana.

Ayana estaba en los detalles por lo que era sumamente fácil poder separar a ambas, pues la desconocida tenía una fiereza de una presa, el flequillo le daba un aire inalcanzable y su compartimiento era atacante.

—¿Cómo es posible? —Andrea podría jurar que todas las veces que Ayana aseguró sentir que su hija estaba viva volvían a ella. Pese a su pregunta, Andrea fue rápida en seguir—. Saber que has estado viva todos estos años, ella jamás perdió la fe y...

—Y está muerta —concluyó como si no le pesará. El abrupto corte le hizo sentir mal a Andrea. Desirée no le pudo importar menos—. El amor de los muertos es innecesario y supuse que eso lo sabrías ahora. Enamorarte de un vampiro parece adecuado, un corazón roto te has ahorrado.

El cinismo es difícil de pasar por alto.

—¿Por qué estás aquí?

—Te lo dije —dijo como si fuera obvio. Se acercó a Andrea y con ella una brisa sin explicación alborotó las cortinas del estudio—. Me necesitarán. Ustedes tres Labonair me necesitarán. Hace frío, ¿verdad? En el pantano durante esta temporada del año.

Andrea se estremeció cuando un par de manos frías tocaron cada brazo sin previo aviso.

—¿Estás bien? —la voz de Elijah le obligó a fijarse en él. Se volteó para buscar a Desirée y no había rastros de ella. ¿Lo imaginó? Elijah pareció notar la confusión de su contraparte y acunó el rostro de Andrea en sus manos—. ¿Sucedió algo?

Andrea cerró los ojos y organizó su mente.

—Preocupaciones seguramente —hizo un ademan con la mano para restarle importancia—. ¿Qué sucede?

Fue en ese momento que Elijah le otorgó una sensación de calidez que pareció perder en algún punto. El vampiro extendió la mano y Andrea la tomó sin vacilación.

—Ven conmigo.

Una invitación de felicidad entre la desesperación de incertidumbre. Elijah no tendría que poner a prueba sus encantos para intentar convencerla. Andrea iría hasta los confines del mundo de él pedirlo.

•••

—¿Por qué reclutarían Crecientes a un culto?

Hayley había estado alejada de la política de la ciudad por bastante tiempo. No le extrañaba en absoluto y agradecía que Andrea le comentará muy poco sobre ella, Hayley jamás fue del tipo de sentirse apasionada por tales temas. Prefería irse a dormir con problemas más simples en su mente.

Laura, frente a ella, soltó un suspiro agotador mientras se echó hacia atrás en la silla.

Ambas estaban en la cabaña de Mary. La anciana había ido a buscar algo en su habitación que profesó podía ayudarles.

—Nunca pensamos en ellos como si estuviesen reclutando, aunque quizás tiene sentido. Asumimos los sacrificios porque era la única pieza de información que teníamos. La pista más firme es que son un aquelarre exiliado —Laura se pasó las manos por el rostro—. Nada relaciona eso con Andrea.

Hayley se mordió el labio interior.

—Lo que Klaus y Marcel vieron en la dimensión del Vacío, sí —la hibrida bajo la vista al símbolo de la serpiente comiendo su cola que se esparcía entre dibujos de Hope, imágenes del pantano y en la ciudad—. Klaus comentó que la serpiente estaba sobre Andrea.

Laura arrugó el entrecejo, más perdida de lo que le gustaría admitir.

—No soy la más inteligente cuando se trata de encantamientos y demás, pero suponiendo que esta dimensión del Vacío funcione similar al Plano Ancestral pues tanto Klaus como Marcel entraron bajo un hechizo, ¿cómo es siquiera posible que Andrea esté ahí? Ella no es bruja.

La madera resonó bajo los pies de Mary.

—Quizás, esto pueda ayudar a resolver ese misterio —Mary colocó un libro con las siglas RXD grabadas en la portada marrón sobre la mesa donde tenían las demás fotos y lo poco de evidencia. Mary se adelantó a las preguntas—. Era de mi esposo —un tono de deshonra embarcó las facciones de la mujer mayor. Mary rápidamente se recompuso—. Cuando estuve con Hope, vi los dibujos. Se me hicieron extrañamente familiares, pero no los supe ubicar hasta que volví y lo encontré —señaló el libro.

Hayley tomó la iniciativa de abrir el libro, aunque la palabra diario podría definir con mayor precisión el objeto. Lo primero que le llamó la atención a Hayley se encontró en la primera página, un escrito con una letra cursiva y bolígrafo negro marcado:

«Los Labonair están malditos.

Con veneno dentro,

acarrean nuestra muerta prematura.

Mary no cree en mis palabras.

Incluso si Marcel dice que lo cree, sé que no lo hace.

No han visto lo que yo.

No han visto lo que me han mostrado.

Un pacto ha sido hecho.

Nos salvaré».

Hayley arrugó la nariz y la frente.

Repitió las palabras en voz alta con una desazón que le erizó la piel.

—¿Qué fue eso que él vio? —Hayley preguntó sin estar muy segura de querer saber la respuesta.

—Richard creía que, aparte de conspirar con vampiros, los padres de Andrea ocultaban un secreto. Años antes de que naciera Andrea, Eleanor desapareció por unos cuatro meses o más. Era sabido que sufrió un par de pérdidas y la gente decía que podría estar embarazada, así pues, se explicaría su desaparición. El rumor que se extendió a baja voz fue que William y Eleanor habían recurrido a magia oscura para poder concebir. Richard creía que ellos estaban escondiendo un bebé que, de alguna manera, había roto las leyes de lo sobrenatural.

—¿A qué te refieres? —Laura inquirió.

Mary se removió en su asiento.

—Desearía poder saber. Le dije lo demente que sonaba cuando lo trajo a colación una segunda vez en una cena con nuestros hijos. No me lo volvió a mencionar. Meses de antes morir, usaba ese diario para todo lo que no me decía a mí.

Hayley bajó la mirada y siguió leyendo. Las paginas subsecuentes estaban llenas de ideas inconclusas sobre como ayudar a la manada, basura revolucionaria y planes de un levantamiento. Su estómago se apretó cuando denotó el nombre de su padre como ayudante de sus planes. Las palabras envidia y poder las tenía al lado de Marcus Labonair.

Las palabras que utilizaba Richard para describir a su hijo —y padre de Jackson— y al padre de Andrea, sin embargo, diferían en divagaciones como traidores por conspirar con vampiros.

Hayley advirtió la migraña comenzar desde los lados de su cabeza. Le transfirió el diario a Laura y la loba pasó página tras página.

—La escritura se deteriora a medida que lo hacen sus pensamientos. Hay oraciones incompletas —el sonido de las hojas alimentaba la zozobra.

La imagen de la serpiente comiéndose a sí misma apareció en un dibujo símil a los de Hope. Laura colocó el diario en la mesa y apuntó con el dedo una leyenda en el pie de la página. La única oración completa que había visto en más de diez páginas:

—«En un valle de lobos, una bruja nacerá. En el valle de la muerte, el lobo vivirá. La bruja morirá y el lobo tomará su lugar. La sangre es la misma, la tierra igual, la oscuridad las abraza y en ella se encontrarán. Una misma muerte no es el mismo final» —Laura recitó en voz alta—. Suena a una profecía de algún tipo. ¿Quizás se trata de Hope? Nació de lobos y es una bruja.

—¿Quién sería el lobo, entonces? ¿Andrea o yo? —Hayley preguntó con cansancio. No esperó respuesta y continuo—. Esto es un sinsentido —exclamó la híbrida—. Lo que nos ha dicho esto es que es posible que el Vacío haya obligado a Richard a hacer todo lo que hizo. Quizás de la misma manera que ha obligado a Andrea.

Laura pareció seguirle el ritmo de pensamiento a Hayley.

—Y si esta especie de culto, que evidentemente es más antiguo de lo que pensamos, atrajo a Richard a través de su odio hacia los vampiros. ¿Qué usaron para atraer a Andrea?

Mary se levantó de la silla al tiempo que Hayley conservó silencio para pensar. Su mente se pintó de blanco, ni Hayley ni Laura fueron capaces de concebir un momento de extrema vulnerabilidad de Andrea en la que pudiese ser objetivo de seres como los Seguidores.

La anciana caminó por la sala y entretuvo una idea fugaz.

—Tal vez la pregunta no es que usaron... —Mary fue hasta la chimenea donde detrás de una foto de sus hijos y nietos, yacía una donde una Mary más joven se encontraba abrazada a un Richard más lúcido. Tanto Hayley como Laura le siguieron con la mirada—... sino a quién usaron para atraer a Andrea.

Y las palabras que Jackson alguna vez le informó con pena, inundaron a Hayley:

—Jackson dijo que la tragedia siempre siguió a mi familia... —la biblia Labonair que todavía mantenía con ella y los nombres ahí escritos se dibujaron en su mente al hablar—. Ejecuciones, gente muriendo en inundaciones, incendios, o simplemente desapariciones. ¿Y si el Vacío también está detrás de esas muertes? Y si fue tras los Labonair antes, tal vez quiere terminar lo que empezó.

•••

Elijah apenas soltó la mano de Andrea durante el trayecto que, pese a las insistencias de Andrea, Elijah mantuvo en secreto. Le prometió una «sorpresa» y ante el panorama poco alentador que se alzaba sobre ella y su futuro tomó aquella promesa como lo más sagrado. Irresponsable no era un calificativo que ella usará a menudo consigo misma más la premisa de abandonar sus problemas —por un par de horas al menos— le pareció lo suficientemente atractiva para darle el mando a Elijah.

Una canción suave sonó en la radio y Andrea no le prestó mucha atención a la letra mientras trataba de trazar las direcciones que Elijah tomó. Alejados del Barrio Francés, no estaban cerca de su distrito ni del antiguo apartamento que Elijah usó cuando se había mudado del departamento. ¿Saldrían de la ciudad? Dudo, pues en vez de tomar la calle hacia la salida, cruzó a la derecha.

Árboles frondosos se lucían a cada lado de la carretera y el bullicio de la ciudad había sido dejado atrás.

—¿A dónde me estás llevando, Elijah Mikaelson? —Andrea arrugó el entrecejo y giró su cuello para observar la sonrisa pícara del Original.

Elijah abrió los labios, más por su periférica observó la entrada y le hizo un signo con la barbilla a Andrea de voltear hacia el frente. El silencio siempre era un manto cómodo y cálido a su alrededor, más Elijah soltó una risa baja cuando Andrea lo rompió al salir de sus labios un jadeo de sorpresa y emoción.

Elijah rodeó en la pequeña redoma que contenía una pequeña fuente rodeada de flores y vio por la esquina de su ojo como el rostro de Andrea se iluminó.

El tan común pensamiento de querer darle toda la felicidad y quitarle todas las penas emergió en él.

Aparcó el coche frente a la entrada, salió primero y le abrió la puerta a Andrea con presteza.

Una casa blanca se alzaba frente a ella, contra la luz del sol de la tarde. Andrea reconoció que el plano que él le había entregado en la cita se hizo realidad. Su hogar.

Elijah tomó la iniciativa y le ofreció el brazo, Andrea le dio la sonrisa más grande y pura que alguna vez esbozó. Ambos reclamaron el primer paso del escalón. Elijah sacó la llave de su pantalón y abrió la puerta para que pudiese ella entrar de primera. El olor a uno que otro producto químico se filtró por su nariz, pero no simulaba representar molestia. El perfume de Elijah, no obstante, era evidente. Él había estado ahí antes.

Y si su olor no lo delataba, las flores blancas en el centro de la entrada sobre una mesa redonda marrón oscuro con una nota y su nombre escrita a mano por Elijah lo hacían. Caminó hasta su regalo y echó un vistazo rápido a ambas salas a los extremos de la casa, simulaban el recibidor con las sábanas. Ahí mismo en la entrada, las escaleras daban pie al primer piso. Andrea le dio un vistazo a Elijah mientras agarró la nota y abría el sobre.

—Eres increíble, Elijah —susurró al tiempo que sacó las llaves del sobre e intentaba separar el papel rectángulo pequeño del mismo.

El papel demostraba una escritura suave y casi perfecta que coincidía con lo elegante que Elijah siempre estaba. Más, no fue eso que le robó las palabras a Andrea, sino el contenido preciso y la promesa que él hizo:

Nosotros... ¿Siempre y para siempre?

Andrea oía su corazón latir rápido en sus oídos, sus labios se secaron y se volteó hacia él con manos temblorosas y con una compresión que alimentaba una ilusión que alguna vez pensó no tener. Elijah estaba más cerca de lo que ella inicialmente pensó. Andrea bajó la vista y rogó porque sus piernas no le fallaran. Ella fue demasiado consciente del olor caro y adictivo del vampiro y se alegró al oír su corazón galopando con la misma premura.

—Me he encontrado con un nuevo y diáfano propósito: tu paz y tu felicidad por sobre todo —Andrea se llevó la mano al pecho, Elijah abrió una caja pequeña cuya anillo era realmente el atractivo. La pieza de diamante brilló a contra luz—. Sea cual sea el desastre que nos rodee, o los demonios que intenten vencernos, nunca estarás sola. Nunca lucharás sola. Te prometí mi alianza mucho antes y hoy te juro que la tendrás hasta que la eternidad se termine, sí me aceptas.

Andrea ahogó un suspiro. Las palabras de Elijah llegaron como un cálido abrazo, no lo suficiente como para hacer desaparecer las dudas de su futuro, pero sí lo bastante fuerte como para comprender que él estaría a su lado.

—Elijah... —su nombre salió de los labios de Andrea como un murmullo bajo, hay sorpresa allí.

—Andrea Eleanor Labonair, ¿Quieres casarte conmigo?

Andrea en su mente respondió antes o quizás su mismo nerviosismo le hizo pensar que había admitido la propuesta en voz alta. La mirada expectante de Elijah le hizo saber que no había pronunciado monosílabo.

—¡Sí! —Andrea estiró su mano izquierda para que Elijah pudiera deslizar el anillo en su dedo anular.

Elijah tiró de Andrea hacia su cuerpo cuando se levantó y la guardó en sus brazos, Andrea se derritió cuando Elijah besó su mejilla y sus ojos, una sonrisa igual de poderosa y brillante como el sol; Elijah mismo resplandecía con la satisfacción de haber encontrado el mayor de los tesoros.

Andrea se estremecía cada vez que Elijah sonreía genuinamente.

Y a Elijah le encantaría admirarla hasta el fin de sus días. La risa de Andrea curó cada herida y fue la canción perfecta para sellar su nuevo destino.



















•••

n/a: ustedes leyendo el final del capítulo

yo les prometí que este capítulo iba a ser bonito, igual es un poco (bastante) informativo pero SAVE THE DATE ELINDREA IS ENGAGED 😭

originalmente este capítulo le huí porque iba a ser mucho más informativo (por ende más largo) y tendría un final que temía pudiese opacar el compromiso de elindrea y me dije que no me lo tengo que tomar todo tan serio, al final del día, esto es un fanfic y aquí estamos es para gozar así que descarté las escenas (principalmente porque se podrán narrar o hacer alusión a ellas después) así que sin mucho rollo pero si o si habían cosas que no podía omitir / guiños a haunted también 😉

quizás lo que más me dolió fue la escena de hayley & andrea porque ellas han llegado muy lejos para terminar mal (no terminaran mal, tranquis). sentí que era una conversación que si o si debían tener y que hayley, pese a que no confía en quién es andrea ahora, sabe que necesita ayuda y lo está haciendo. veremos que se hará en el siguiente capítulo con los descubrimientos de nuestras detectives en este 🧐 ¿ustedes que creen que pasará?

darice como siempre llegando a hacer desastre jajsjsjs lit que fue por ella que andrea volvió a nola y ahora la hija pérdida de ayana también volvió por ella, paralelismos 🤌 ¿qué opinan de desirée? ella ayudará un poco a esclarecer mejor el asunto del vacío teniendo en cuenta que céleste era un ancestro y ella sabe del tema.

esperemos que el siguiente capítulo lo pueda subir pronto, no les quiero prometer que será este mismo mes pero sí daré lo mejor de mi para que sea pronto, muchas gracias por seguir leyendo 💙

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