Epilogo

En los restos de Asgard, Thunderstrike esperaba a sus invitados. La destrozada mesa de Odín seguía sorpresivamente en pie. El semidios pasó su mano lentamente por esta, recordando tiempos mejores. Ahora, él era lo último que quedaba de los viejos dioses de Asgard. Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando brillantes luces dieron la señal de que sus invitados habían arribado.

—Eric Masterson —habló una voz que no terminaba de sonar joven, pero tampoco como la de un anciano. Aquel ser era de piel negra, y su traje era completamente blanco como si en este representará la pureza. Él era Obatala, señor de los orishas. —Mi padre, el Supremo Olodumare, me envió como representante.

De una luz con naturaleza eléctrica salió un dios de oscura armadura grecorromana, pero con una enorme águila dorada que cubría todo su torso. Aquel era el primogénito de Zeus, y heredero del rayo: Ares.

—Masterson, me alegra verte en circunstancias más calmadas.

Una fuerte luz solar casi deja ciegos a los presentes, mientras el poderoso Aton se hacía presente en los oscuros cielos del antaño reino dorado.

—Dios del trueno —habló el egipcio.

—El cobarde —espetó Ares, con gran desprecio.

—Niños, niños. ¿Es qué la historia no les enseño nada? —preguntó Papa Legba, fumando un cigarro mientras tomaba asiento en una silla bastante dañada, junto a su perro negro.

—No es momento de pelear, no después de todo lo que pasamos —habló Zauriel, descendiendo junto a las demás deidades.

—Les agradezco a todos por venir —dijo Thunderstrike—. No soy muy bueno con las palabras, así que seré directo. Lo que nos ocurrió con Satanás, no debe volver a pasar. No podemos cometer los mismos errores del pasado, ya sean nuestros o de nuestros antecesores. Debemos ser un frente unido contra cualquier otra amenaza divina que intente destruir la vida en La Tierra. Miren Asgard, por ejemplo. La falta de previsión la destruyo, y con ella a sus dioses. Yo soy todo lo que queda de este reino.

—No quedamos muchos dioses egipcios —afirmó Aton—. Solo yo y un puñado más.

—Tampoco quedamos muchos Olímpicos —dijo Ares—. Con Poseidón estamos intentando redistribuir a los dioses que nos quedaron para cubrir los vacíos de poder.

—El Paraíso fue totalmente arrasado —dijo Zauriel, con gran pesar—. Apenas quedaron almas allí y en El Infierno, el cual esta temporalmente sin un carcelero.

—Mi panteón se encuentra en buenas condiciones, sobre todo porque Satán no nos atacó —habló Obatala—. La voluntad de Olodumare es hacerles saber que nos encontramos a su completa disposición si requieren de ayuda.

—Lo cual también aplica con nosotros, los loas —dijo Papa Legba, dándole una larga calada a su cigarro—. Después de todo, aunque lo llamemos Bondye, también obedecemos a Olodumare.  

—Eso es lo único que pido —exclamó Eric—. Debemos estar preparados para lo que venga.

Pero Eric, y los demás dioses en aquella reunión, no tenían ni idea del poderoso mal que se cernía no solo sobre Tierra 5, sino sobre todo el multiverso. Un mal, que había nacido y muerto en la propia Asgard.

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