#7: Hell on Earth

Los héroes estaban nuevamente de pie, ahora frente a frente con el arcángel Luzbel, más conocido como Lucifer.

—¿Tú eres Lucifer? —preguntó Daredevil.

—Sé que para alguien tan creyente como tú, Matthew, tenerme enfrente es algo chocante. Pero créanme cuando les digo, que no deseo hacerles daño.

Luzbel le dio la espalda al grupo y empezó a caminar hacia una puerta. El grupo de héroes, sin tener realmente muchas otras opciones, decidieron seguirlo. Luzbel abrió la puerta e ingresó a una enorme habitación, donde un arcángel de piel gris y blancos ojos sin pupilas los estaba esperando. Este ser, quien respondía al nombre de Zauriel, se encontraba al lado de una cama donde el poderoso dios Yahvé se encontraba descansando.

—Padre, te he traído a los héroes de la Tierra —habló Lucifer, provocando que su padre se sentara con dificultad en la cama.

—Hijos míos —habló Yahvé, llevándose una mano al costado izquierdo de su estómago—. Me alegra ver que están bien, y aún hay esperanza.

—Eres... Dios —exclamó Daredevil, con inmensa sorpresa.

—Eres al que escuché en mi cabeza —dijo Spider-Man.

—Odín me habló de ti —exclamó Thunderstrike—. Él no creía que estuvieras muerto.

—Por poco y se equivoca —aseguró Yahvé, no pudiendo evitar toser un poco—. Debo pedirles disculpas, pues era mi deber vencer a Satanás. Todo el dolor que él está causando, es mi culpa.

—¿Cómo lo detenemos? —preguntó Batman.

—Hay, hijo, ojalá lo supiera.

—Pero, ¡eres Dios! —exclamó Daredevil.

—Sí, lo soy —aseguró Yahvé—. Pero Satán también es un dios. Es el Devorador de Dioses por algo.

—¿Cuál es su origen? —preguntó Diana, provocando un pequeño silencio en el dios.

—Al principio, su nombre era Metatron. A diferencia de lo que se cree actualmente, los arcángeles son hijos que tuve de mi unión con mi amada esposa: Ashera.

—¿La diosa fenicia? —cuestionó Batman—. Recuerdo ciertas inscripciones judías antiguas, donde decían: Yahweh y su Asherah.

—Sí, ella —exclamó Yahvé, con una pequeña sonrisa—. Era la madre celestial, y mi esposa. Con ella tuve varios hijos, siendo Metatron el primero de todos, y el más poderoso. Cuando la humanidad nació, yo les dije a los ángeles y arcángeles que nuestro deber era servir a la humanidad y asegurar su supervivencia, pero no todos estuvieron de acuerdo.

—La rebelión de los cielos —dijo Diana.

—Metatron se negaba a arrodillarse ante el hombre —exclamó Yahvé—. Decía que la humanidad era imperfecta y que yo era demasiado blando con ella. Hubo muchos que se unieron a él, y comenzó una guerra civil en el Paraíso. Metatron era tan poderoso que podía hacerme frente en un combate uno a uno, y casi me asesinó varias veces. La única que se mantuvo neutral en el conflicto, fue Ashera. Le rompía el corazón ver como padre e hijo se estaban matando en una guerra sin sentido. Pero durante una batalla, ella intervino para intentar detener aquella matanza —dijo Yahvé antes de guardar silencio, apretando con frustración sus puños—. Pero Metatron no quería escuchar razones. En medio de su locura... le arrancó el corazón a su propia madre. Consumió su esencia, adquiriendo un poder incluso mayor al mío.

—Allí fue cuando yo y varios de mis hermanos, que habíamos apoyado a Metatron, nos volvimos en su contra —habló Lucifer—. Pero ya era muy tarde.

—Satanás me expulsó de los cielos, y mal herido tuve que esconderme. Llegué hasta la actual Grecia, donde le pedí ayuda a Zeus. Él contacto con Odín, y los tres juntos fuimos hasta el Paraíso. La batalla duro días, y estuvimos a punto de perder varias veces. Pero al final, fuimos capaces de vencer a mi hijo, y lo encerramos en el punto más bajo de los Infiernos.

—Hasta ahora —dijo Thunderstrike.

—La energía de este universo cambia constantemente entre positiva y negativa —explicó Yahvé—. Satanás estuvo aprovechando la energía negativa emergente para intervenir en la vida de los héroes, provocando todos los males que han estado aconteciendo. Él sabía que ustedes, los héroes de la Tierra, serían un gran obstáculo para destruir a la humanidad. Por eso, se aseguró de separarlos y diezmarlos. Trate de intervenir, de mover las piezas para impedir sus deseos, como si fuera un cósmico juego de ajedrez. Pero al final no pude.

—Todo lo que ocurrió estos años —exclamó Spider-Man—. La muerte de Batgirl y Robin, la de XS, la tortura de Superman, la muerte del Spider-Man original, los X-Men...

—Todo fue obra suya —aseguró Yahvé.

—Tengo una pregunta —dijo Barry, dando un paso al frente—. Si Superman está aquí, ¿dónde están los otros héroes fallecidos?

—El alma de Superman está aquí porque la mande al Purgatorio —dijo Yahvé—. No estaba en el Paraíso cuando Satán atacó. Las almas de los otros héroes... fueron destruidas.

—¿Cómo qué destruidas? —preguntó Punisher.

—Cuando un alma es destruida, ya no queda nada —habló Zauriel—. Lamento decirles que todos los héroes que estaban en el Paraíso, han dejado de existir.

Aquello provocó un terrible silencio en los héroes, quienes con inmenso pesar intentaban procesar lo que acababan de escuchar. Aquel lugar que tendría que haber sido el merecido descanso de sus amigos caídos, se volvió el lugar de su muerte definitiva.

—Yo me salve solo porque Satán no tuvo interés en atacar el Purgatorio —exclamó con pesar el hombre de acero—. Mi alma se encontraba en pleno proceso de purificación, por lo que mi estado actual no es el mismo que cuando morí, ni siquiera de épocas anteriores. Incluso puedo sentir que mis poderes son diferentes.

—Este tipo, Satanás, Metatron o como queramos llamarle —habló Spider-Man—. No solo ha destruido a múltiples dioses, también destruyó las almas de nuestros amigos caídos. Y ahora viene por nosotros.

—No me importa cuantos dioses haya asesinado en cuantos cielos —dijo Batman—. Nunca nos enfrentó a nosotros. No unidos.

—Vengaremos a aquellos que cayeron ante el Devorador de Dioses —aseguró Thunderstrike, sosteniendo su martillo.

—Sé que lo harán —aseguró Yahvé, observando con una pequeña sonrisa a los mortales—. Mi entera fe está con ustedes —dijo mientras veía como un afligido Barry se apoyaba contra la pared, al borde de las lágrimas—. Barry, tú hija no fue destruida en el ataque al Paraíso.

—¿Qué? —preguntó el héroe veterano, alzando la mirada.

—Las almas de los velocistas van a la Speed Force, y una vez que logran controlar correctamente esta pueden moverse entre los diferentes reinos de los difuntos. Pero tu hija sigue allí, y Satanás no puede acceder.

Yahvé alzó su mano hacia el héroe y en un simple movimiento alteró la forma de sus ropas. Como en los viejos tiempos, Flash volvía a portar su uniforme rojo.

—Ya es hora, hijos míos. Satán está cruzando.

A las afueras de la ciudad santa del Vaticano, donde una gran cantidad de personas se encontraba reunida en oración, los cielos se tornaron completamente rojos. Grandes vórtices empezaron a formarse en las nubes, y un ruido similar a macabras trompetas dieron la señal de la calamidad. Aquellos fieles no pudieron evitar alzar la mirada al cielo con inmenso temor, observando como millones de seres de color negro empezaban a salir de las nubes. Los macabros ángeles descarnados se quedaron suspendidos en el aire, observando con sus macabros rostros sin ojos a aquellos a quienes buscaban despedazar. Pronto una inmensa columna de fuego cayó en la entrada a la ciudad del Vaticano, revelándose al mayor enemigo de la humanidad. Satán se mostraba impune en la ciudad santa, creyendo que su victoria ya estaba al alcance de sus manos. Mientras empezaba a avanzar, más columnas de fuego empezaron a caer a sus espaldas, dejando salir de estas a Doctor Strange y los poderosos demonios que habían enfrentado a los héroes. Pero para impedir su paso, un portal blanco se abrió en medio de la calle. Los héroes restantes de la Tierra salieron de este, con Yahvé, Lucifer y Zauriel por delante.

—Me preguntaba cuánto tiempo más estarías escondido, padre —habló Satanás, observando fijo al señor de los ejércitos—. Veo que los trajiste a todos, para que pueda matarlos finalmente.

—No lo entiendes, Satanás —exclamó Yahvé—. Tu destino es ser derrotado, pues no importa lo poderosa que sea tu maldad está siempre caerá.

—Ven y prueba el valor de tus palabras —exclamó Satanás.

Yahvé guardó silencio mientras respiraba con profundidad. Usando el poco poder que le quedaba, mandó un último mensaje a la humanidad.

—Hijos míos —habló, en la mente de cada humano que existía—. Ustedes me conocen por muchos nombres, como Yahvé, Alá y Jehová. Soy Dios, y vine a despedirme. Hoy, es la última vez que los veré con vida. Discúlpenme, por no poder protegerlos. Discúlpenme, por todos los errores que cometí, y todo lo que les hice pasar. Pero quiero que sepan que los amo, y que lucharé por ustedes hasta el último aliento de mi alma inmortal.

—Quiero que destruyan sus cuerpos y sus almas —habló Satanás—. Destruyan a los campeones de la Tierra, y toda la humanidad les seguirá.

Los demonios demacrados gruñeron con tal intensidad que llenó de terror el corazón de los mortales presentes. Pero a pesar de la atemorizante imagen, los héroes no retrocedieron.

—Debemos proteger a los civiles —habló el murciélago, sacando una serie de batarangs de su cinturón—. Daredevil, Black Canary, Punisher, Spider-Man y Power Man, los necesito conmigo.

Los poderosos demonios saltaron en ataque hacia los héroes, que se separaron en dos grupos para empezar el combate. Yahvé y Satanás se quedaron inmóviles unos momentos, antes de empezar a caminar el uno hacia el otro.

—Sabes que morirás —exclamó Satán.

—Sí, lo sé —afirmó Yahvé—. Pero entregaré gustoso mi vida, sabiendo que la humanidad vivirá. Tú, engendro, caerás otra vez.

—Necesito tu consejo, padre —habló con un tétrico tono irónico—. ¿Debería despedazarte delante de tus amadas creaciones? ¿O debería dejarte vivir, para que veas como consumo las almas de hasta el último hombre, mujer y niño?

Pero para sorpresa de Satán, Yahvé empezó a sonreír con notable cansancio. Una sonrisa extraña, como aquel que conoce un secreto que derrumbara por completo la moral de su rival.

—Oh, pequeño idiota. No tienes ni idea —dijo Yahvé, antes de soltar una pequeña risa.

—¿De qué estás hablando? —preguntó con creciente odio.

—Me odias porque crees que, al crear a los humanos, los deje de lado a ustedes.

—¡Es justamente lo que hiciste!

—¿Y si te dijera que te equivocas? —preguntó Yahvé—. Yo nunca cree a los humanos, pero los amo como si lo hubiera hecho. Y a ti, te odio como si otro te hubiera creado. Ahora, engendro, acabemos con esto de una maldita vez.

Scarabus atacaba con inmensa ferocidad a Power Girl, quien disparaba su aliento congelante para intentar detenerlo. Pero el hielo se fundía conforme el calor del cuerpo demoniaco aumentaba. La mujer le logró conectar un derechazo ascendente que hizo tambalear al demonio, continuando su ataque con sus rayos ópticos de color azul eléctrico. El cruel demonio rugió como un animal herido antes de sujetar a la atlanteana con su mano izquierda, logrando estrellarla contra el suelo. Y sin piedad, empezó a descender su puño contra esta.

—¿Cómo pudiste, Strange? —preguntó Hermano Vudú, lanzando hechizos que su enemigo lograba bloquear.

—¿Qué quieres que te diga, Jericó? —preguntó Strange, con una sonrisa retorcida—. ¿Qué me corrompí después de tantos años luchando contra seres demoníacos e indescriptibles? — preguntó mientras lograba conectar un rayo en el pecho de su enemigo—. ¿Qué Satanás me tentó para que lo ayude? —preguntó mientras creaba extrañas sogas con espinas filosas, las cuales se aferraron a las extremidades de su enemigo—. ¿Qué siempre fui malvado, y solo esperé el momento justo? ¡Dime la respuesta que deseas! —exclamó mientras una risa maniática se apoderaba de su ser.

Pero interrumpiendo la risa de Strange, el espíritu de Daniel Drumm —hermano de Jericó— se le abalanzó encima para intentar poseer su cuerpo. Strange rugió de manera demoníaca mientras su magia electrocutaba aquel espíritu. Hermano Vudú logró prender fuego aquellas espinas para liberarse, y así se volvió a arrojarse contra su enemigo.

—Voy a consumir tu alma, Flash —exclamó el demonio cuyo cráneo estaba en llamas.

—¿Quién se supone que eres tú? —preguntó el velocista, intercambiando golpes a super velocidad.

—Soy el espíritu de la venganza, atado con el alma putrefacta de un motorista —exclamó aquel ser, logrando conectarle un derechazo en la mandíbula a su enemigo—. Soy el demonio de la velocidad, y ahora consumiré la Speed Force de tus huesos junto a tu carne.

—Tal vez no tengo tanta experiencia luchando contra otros velocistas —exclamó Flash, logrando conectar un derechazo en el hígado a su enemigo—. ¡Pero no permitiré que traigas el Infierno a mi mundo!

Artemisa caía estrepitosamente en la calle, con sangre saliendo de sus múltiples heridas. Diana era azotada contra el suelo por aquel inmenso demonio. Wonder Woman, tomó su arco y empezó a disparar flecha tras flecha. Cada una logró traspasar la piel de demonio, el cual empezó a irritarse de tantos ataques. Con feroz furia, arrojó lejos del cuerpo de Diana y se volteó para encarar a su nueva enemiga.

—¡Te enviaré de vuelta al Tártaro, monstruo!

—Pequeña amazona —dijo Asquith, con su voz cavernosa—. Pobre y pequeña amazona. Intentando estar a la altura de una heroína. Odiada por las otras amazonas, despreciadas por los héroes. ¿Por qué sigues luchando?

—¡Por mi orgullo y mi honor! —exclamó la mujer, dando un salto hacia atrás mientras esquivaba un golpe descendente—. ¡Para proteger al mundo del hombre!

Artemisa logró disparar una flecha al ojo del demonio, el cual gruñó con más furia. Asquith logró conectarle un zarpazo con la mano izquierda, rasgando la piel de la mujer.

—¿Proteger al mundo del hombre? —preguntó el demonio, logrando darle un derechazo a su enemiga —. Pase años jugando al héroe, defendiendo este maldito mundo contra las fuerzas del mal con mi magia blanca, pero no vale la pena. ¡Solo el poder vale la pena!

—Corrompiste tu cuerpo, y tu alma —exclamó Artemisa, tratando de levantarse.

—Estoy más allá de los hombres y los demonios —aseguró aquel demonio mientras corría al ataque—. Estoy más allá de la lujuria de la carne, pues solo obtener poder me da placer —exclamó mientras con sus garras desviaba las flechas, hasta que logró golpear una de tal manera que volvió hacia la amazona, clavándose en su pecho—. ¡Solo el poder y la muerte importan!

—Mírate, John Jones —dijo D'Spayre mientras forcejeaba con Bloodwynd—. Puedo sentir tu miedo. Puedo sentir tu angustia. ¿Cómo caíste tan bajo? ¿Desde cuándo obedeces las ordenes de hombres blancos, como si fueras un esclavo?

—Yo no soy esclavo de nadie, demonio.

—Eres esclavo, de tus miedos y de tu odio.

D'Spayre logró liberar una de sus manos y le conectó un zarpazo al rostro, haciéndole retroceder. Sin darle tiempo a reaccionar, el demonio alteró su cuerpo y rodeo al héroe en una oscuridad infinita que lo aisló del mundo. Allí, Bloodwynd pudo sentir en carne propia todo el terror que los espíritus de su gema habían sentido en el pasado, siendo unos esclavos cuyas vidas no importaban. Podía sentir aquella desesperación de no tener a quien recurrir, sabiendo que sus destinos ya habían sido sellados.

—No... —decía el héroe afroamericano mientras caía de rodillas—. ¡No! ¡Sal de mi cabeza!

Los ojos de Bloodwynd se iluminaron con fuerza antes de disparar sus rayos ópticos, logrando quemar una parte de la oscura entidad.

—¿Cómo es posible? —preguntó el demonio, mientras volvía a su forma humanoide—. Ningún mortal puede atacarme en esa forma.

—Tal vez yo sea un mortal lleno de defectos, demonio. ¡Pero mi poder viene de los espíritus que claman venganza!

Bloodwynd se arrojó con sus ojos humeantes hacia su mortal enemigo, quien lo recibió con su oscura energía lista para el combate. El héroe logró esquivar el ataque y tomó del cuello al oscuro ser, disparando sus rayos directamente al rostro de este. Causándole severo daño, se confió lo suficiente para sujetarlo con ambas manos de su cabeza mientras se alzaba por encima de él.

—Te haré sentir, vil demonio, el sufrimiento que le hiciste sentir a todas tus víctimas a lo largo de los años.

Una extraña energía salió de los ojos del héroe y bajó hasta sus hombros. De allí empezó a moverse en círculos sobre su brazo hasta finalmente terminar en sus manos, y comenzar a ingresar en la mente del demonio. D'Spayre empezó a gritar del dolor mientras se retorcía, pues literalmente estaba sintiendo todo el terror y el dolor que sus incontables víctimas habían sentido a lo largo de los siglos.

Daredevil esquivaba el zarpazo descendente de uno de los demonios dando un salto hacia atrás. Rápidamente le conectó un golpe con su bastón derecho en la cabeza, pero este no le hacía suficiente daño. Otro demonio se sumó a la batalla, y le conectó un golpe tan fuerte al héroe que lo mandó cerca de una fuente de agua, haciéndole caer dentro de esta. Los dos demonios intentaron aproximarse, pero una serie de balas doradas los hicieron explotar.

—¿Estas bien, Amarillo? —preguntó Punisher, aproximándose a su compañero.

—Si fuera asiático, lo tomaría como un insulto racista —dijo Daredevil mientras tomaba la mano que el varón le extendía.

—Usa un traje rojo, y te llamaré Rojo —respondió Punisher—. Suerte que no vivimos en un mundo donde todos se ofenden por una palabra o una letra.

—Si seguimos así, pronto no viviremos en ningún mundo.

—Estas armas doradas fueron un obsequio de los dioses, según Diana. Noto que están empezando a fallar, así que supongo que con los dioses muertos en cualquier momento ya no dispararán.

—¿Y qué harás?

—No sé qué tan efectivas sean las armas normales contra estos monstruos, pero me llevaré tantos como pueda de vuelta al Infierno conmigo.

Más demonios descarnados se lanzaron sobre los héroes, provocando que Punisher empezara a disparar. Una de las criaturas logró atacar a Daredevil, pero este le conectó un golpe con uno de sus bastones. Grande fue su sorpresa al ver que ese monstruo retrocedió mientras su piel se quemaba, pues Matt se había sumergido en el agua bendecida de una fuente, pues toda agua que brotará dentro de la Ciudad de Vaticano era bendita.

Batman corría por los tejados, lanzando varias bombas a los demonios que se mantenían en grupo para destruir la mayor cantidad posible. Uno de los demonios descarnados se lanzó al ataque, y Batman no fue lo bastante veloz para evitar el daño. Las garras del ser rasgaron el pecho del vigilante, quien respondió inmediatamente con una patada a la espalda. La criatura se giró para quedar frente a frente con el murciélago antes de arrojarse contra este. Batman saltó por encima de su enemigo y le pegó una pequeña bomba en la espalda. Apartándose de su enemigo, se cubrió con su capa cuando éste explotó. Pero no tendría su merecido respiro aún debido a que uno de los demonios se arrojó en picada hacia él. Pero, para su fortuna, una telaraña se pegó al rostro del monstruo y este fue arrojado hacia otro de sus congéneres que volaban, explotando ambos por la fuerza del impacto.

—Te vez cansado —dijo Spider-Man, aterrizando unos momentos junto al murciélago—. ¿Estas bien?

—Solo son mis cuarenta años pasándome factura —aseguró el murciélago.

—Dime que tienes algún plan, porque no sé cuánto más nuestros compañeros puedan soportar este ritmo.

—Debemos derribar a Satanás. No importa cuántos de sus demonios detengamos, si no le ponemos un alto a él.

Nerón disparaba energía verde y diabólica de sus manos, las cuales impactaban con los azules rayos ópticos de Superman, el cual se veía superado.

—¿Para qué has vuelto, Superman? La humanidad no volverá a aceptarte como su héroe después de todo lo que has hecho. Únete a mí, y te daré un poder que jamás has imaginado.

—No lucho para que la humanidad me acepte, Nerón. Eso es lo que tú y los demás demonios no entienden. Yo lucho porque proteger a la humanidad es lo correcto. Este, es mi mundo —aseguró Superman mientras volaba a un costado para esquivar el ataque de su enemigo—. ¡Y no dejaré que lo destruyan con el fuego!

Superman logró conectarle un poderoso derechazo a Nerón, quien a pesar de su enorme poder no estaba acostumbrado a luchar físicamente. Y el hombre de acero tomó ventaja de aquello, empezando a golpear cada vez más rápido.

—Eres fuerte —habló Orcus, con algo de sangre en su rostro, pero sin soltar su espada—. O, mejor dicho, tu martillo lo es.

—¿De qué hablas, bestia? —cuestiono con molestia Thunderstrike.

—Todo el daño que me has hecho, es por Mjolnir. Pero tú, falso dios, no eres capaz de vencerme sin armas. Y por eso, jamás serás un digno heredero de Thor —dijo con una sonrisa arrogante, provocando el enojo de su enemigo—. Yo luché contra Thor, y perdí ante él. Lo admito, con orgullo. Pero tú, no eres ni la sombra de lo que él fue.

—¿Quieres luchar mano a mano, demonio? —preguntó Thunderstrike, dejando su martillo en el suelo—. Te lo concederé, si tanto lo deseas.

Orcus clavó su espada en el suelo y saltó inmediatamente al ataque, provocando que Thunderstrike hiciera lo propio. Pero el demonio fue más rápido al conectar un poderoso derechazo que mandó a volar a su enemigo. Erick cayó bruscamente al suelo, quedando boca abajo. Orcus no tardó en aterrizar encima del héroe, el cual sintió como sus costillas cedían ante la fuerza y el peso del demoniaco ser. Ambos atravesaron el suelo, pero no se pudieron quedar allí mucho tiempo. Orcus tomó del cabello al semidios y lo arrojó hacia los aires, devolviéndolo nuevamente a la calle. Masterson se limpió la sangre de su boca mientras se ponía en pie, observando como su enemigo corría hacia él. Orcus lanzó un zarpazo con su mano izquierda, pero Eric logró esquivarlo al agacharse. Allí aprovechó para propinarle un gancho a las costillas, seguido de otro a la boca del estómago. Finalmente lo remató con un golpe ascendente a la mandíbula, logrando que aquel ser se tambaleara hacia atrás. Nuevamente arrojó un golpe, pero este logró ser detenido por la mano de su enemigo. Y el segundo golpe que arrojó, el resultado fue el mismo.

—Falso dios —exclamó Orcus, logrando doblegar a su enemigo con su enorme fuerza—. No eres nada sin tu martillo. No eres absolutamente nada. No eres un dios. No eres Thor. Solo eres un cadáver viviente, del cual pronto me alimentaré —decía mientras las rodillas del héroe tocaban el suelo—. Por tu debilidad, Asgard cayó. Y por tu debilidad, este mundo también será consumido por el fuego.

Las garras de Orcus se clavaron en las manos de Thunderstrike, el cual apretó los dientes del dolor que sentía. Observando con inmensa furia, su enemigo no dejaba de sonreír con soberbia superioridad y diabólica burla.

—No —dijo Thunderstrike, mientras empezaba a levantarse—. No soy Thor, pero honraré su legado hasta mi muerte —dijo mientras lograba ponerse de pie, quedando cara a cara con su enemigo—. No pude salvar Asgard, pero no permitiré que le traigas el mismo destino a la Tierra —decía mientras pequeñas chispas eléctricas brotaban de sus ojos, logrando provocar sorpresa en el demonio—. ¿Quieres saber quién soy, demonio?

—Solo eres un sucio semidiós —dijo entre gruñidos el demonio, escuchándose un fuerte trueno.

—No —dijo Thunderstrike, logrando liberar una mano—. Yo soy, el dios, ¡del trueno!

Con un feroz golpe, Thunderstrike le arrancó varios dientes a su enemigo, el cual salió despedido por el impacto.

Luke Cage era sujetado de las extremidades por varios demonios, quienes inútilmente intentaban desmembrarlo. Uno de ellos le daba zarpazos al pecho, pero sin conseguir atravesar su piel. Power Man logró liberar una de sus manos para golpear a los demonios, destrozando sus cráneos en acidas explosiones cuya piel lograba resistir. Pero más y más demonios se le lanzaban encima, aunque el poderoso héroe lograse destrozarlos. Y de los oscuros cielos, una luz verde atravesó las nubes.

Diversos rayos de energía verde empezaron a caer sobre los incontables demonios, quienes eran destruidos por ataques que no podían comprender. En cuestión de segundos, cientos de enemigos habían finalmente caído.

—Me voy unos meses a entrenar con este anillo al espacio, y cuando vuelvo todo está de cabeza —exclamó el hombre de verde, descendiendo entre los héroes—. ¿Alguien me explica qué sucede?

—Hay una invasión demoníaca, y muchos dioses muertos —exclamó Spider-Man, adherido a una pared—. Hay un tipo enorme en túnica roja que nos quiere muertos, y Dios está peleando con él.

—Okey...

—¿Tú quién eres? —preguntó Batman.

—Aun no me decido, pues Green Lantern no me gusta mucho. Pero pueden llamarme Iron Lantern.

Zauriel, el terror de los demonios, y Luzbel, lucero de la mañana, luchaban lado a lado contra el poderoso Marduk Kurios, quien escupía veneno y fuego por igual. Los dos arcángeles esquivaban los ataques al volar de forma irregular, usando sus armas —una espada y un tridente— para atacar con ferocidad al colosal demonio.

—¡Marduk! —gritó Zauriel mientras su espada en llamas quemaba el aire—. Ya en antaño te hice caer, cuando tu pútrida sombra gobernaba Babilonia. ¡No será diferente esta vez!

Zauriel logró cortar una de las cabezas de Kurios, provocando que esta fuera consumida por las llamas celestiales. Al mismo tiempo, Lucifer le apuñalo con su tridente otra de las cabezas del demoniaco ser y, usando su fuerza inconmensurable, logró arrancarsela de su cuello. El demonio de cuatro metros rugió como animal herido mientras retrocedía, con un odio primitivo en su mirada. Pero otro gritó distrajo a Lucifer, quien al voltear observó algo horrible.

—Eres patético, Yahvé —exclamó Satanás, sosteniendo del cuello a su enemigo mientras con su otra mano le arrancaba los intestinos—. No me interesa prolongar más este combate.

Pero antes de poder hacer algo más, una poderosa estela de fuego logró hacerlo tambalearse y retroceder, soltando a su padre. Satanás observó como un furioso Luzbel se arrojaba en su contra, con su tridente de fuego apuntándole. Satanás retrocedió ante un ataque a sus piernas, pero Luzbel le golpeó la cabeza con la parte trasera de su tridente. Rápidamente intentó apuñalarle en el abdomen, pero El Primer Caído logró sujetar aquella arma de la punta. Lucifer disparó una llamarada de fuego que fue desviada a los costados por su enemigo. El Devorador de Dioses respondió al dejar salir su propio fuego negro sobre el cuerpo de su enemigo, haciéndole salir disparado. Luzbel cayó, con sus alas quemadas al igual que parte de su cuerpo. Pero aun podía luchar, y eso es lo que haría. El ángel caído se convirtió en fuego antes de desaparecer, y se reincorporo sobre la cabeza de su brutal enemigo. Con rapidez intentó apuñalar a su enemigo desde atrás, pero su tridente se detuvo por un poderoso campo invisible que Satanás convocó al alzar su mano y girar rápidamente.

—Nada mal, hermano.

Con un veloz movimiento, Satán desvió el tridente y con sus propias garras desgarró desde el estómago hasta el pecho de Luzbel, provocándole un daño mortal. Al mismo tiempo, Zauriel logró cortar en vertical el torso de Marduk, dejando que los fuegos celestiales lo consumieran. Zauriel se volteó para observar a Satanás, de pie sobre los cuerpos de Yahvé y Luzbel.

—Todo lo que fueron, todo lo que son, y todo lo que pudieron ser. Todo me pertenece a mí.

—¡No! —gritó Zauriel, aterrizando ante su enemigo—. En el nombre de Dios, no permitiré que cumplas tus profanos objetivos.

—Zauriel —exclamó Satanás—. Dios, soy yo. He asesinado a los dioses más importantes y poderosos de sus respectivos panteones, y ahora estoy por acabar con nuestro padre, Yahvé. ¿Qué otro ser en este universo es más digno que yo a llamarse Dios?

Pero en un giro irónico del destino, se observó a la distancia como una gigantesca ola se alzaba desde el mar. Y aquella ola se movió de forma imposible, como si alguien la estuviera controlando. Y de esa forma cayó sobre el suelo italiano, logrando crear grietas en este por el poder ejercido. Y tal como vino, aquella masa de agua volvió rápidamente hacia el mar de donde provino. De esa forma se reveló a los nuevos participantes en aquella feroz guerra por el alma de la Tierra. Poseidón, liderando a los Olímpicos restantes, se encontraba frente a un enorme ejército de Atlantis.

—¡Demonio! —gritó Poseidón, sujetando con firmeza su tridente—. Yo, Poseidón; dios de los mares, he venido para vengar a mis hermanos. La furia del Olimpo caerá sobre ti.

—Olímpicos —exclamó Satanás, observando a sus enemigos—. Ustedes son como cucarachas. ¿Cuántas veces deberé humillarlos para que lo entiendan? Que los humanos hayan creído que ustedes eran los dioses más poderosos, no significa que sea verdad. Ya maté a Zeus, y tú no eres nada

—Pequeño gusano del Infierno —exclamó Poseidón, caminando hacia su enemigo—. Déjame mostrarte el poder de los mares.

Poseidón saltó al ataque e intentó clavar su tridente en el rostro de Satanás, quien había creado un campo de fuerza con sus manos. Al extender los brazos, el escudo se expandió para lograr alejar bastante al dios. Poseidón apoyó sus pies y su mano izquierda en el suelo para detener su impulso, dispuesto a seguir luchando. Pero la cruda verdad era que, a pesar de su orgullo de rey y guerrero, sabía que no podía ganar aquella batalla. Era poderoso, pero seguía siendo inferior a sus dos hermanos. Y por bastante inferior a Yahvé, pero eso no lo detendría.

Aprovechando la situación, Zauriel tomó a su padre y a su hermano para salir volando del lugar, encontrando un sitio donde dejarlos momentáneamente.

—Debes descansar aquí —exclamó Zauriel, observando a su padre y a su hermano.

—Zauriel, debes escucharme —exclamó Yahvé, tosiendo sangre—. No voy a sobrevivir mucho más tiempo. Poseidón no podrá ganar, no solo al menos. Y yo no puedo curarme rápido de la herida que antes me provocó con mi espada, y menos de esta que me hizo ahora.

—No puedes rendirte —habló Zauriel—. Eres Jehová de los Ejércitos. Eres Dios.

—Hijo mío —dijo Yahvé con una sonrisa, apoyando su mano en el pecho del arcángel—. Un dios, si es digno de llamarse como tal, sabe cuándo debe dar un paso al costado por el bien de la humanidad.

—Zauriel —habló Lucifer, alzando en suplica la mirada en dirección a su hermano—. No puedes permitir que Satán absorba nuestras esencias, pues se volverá invencible si lo logra. Debes ser tú, quien las obtenga.

—¿¡De qué estás hablando!?

—Todo lo que fuimos —dijo Yahvé, apoyando su mano sobre el pecho de su hijo.

—Todo lo que somos —dijo Luzbel, apoyando su mano en la espalda de su hermano.

—«Y todo lo seriamos» —pensó Zauriel, recordando por unos momentos la voz de su madre.

—Todo te pertenece a ti.

Una gran luz tuvo lugar, mientras el poder de ambos seres se transmutaba y era absorbido por el cuerpo de Zauriel. Cambiando su cuerpo, aumentando su poder a límites insospechados. Volviéndose, por derecho propio, un nuevo Dios.

Artemisa se encontraba atada con su propio lazo, y con su cuerpo cubierto por su propia sangre. Asquith empezó a girar y a chocar a su enemiga contra todo lo que tuviera cerca, desde soldados atlanteanos hasta paredes y estatuas.

—¡Suéltala! —gritó Diana, logrando conectarle un derechazo en la boca del estómago al inmenso demonio.

—Te dije que tu magia atlanteana no te serviría para ganar —aseguró Scarabus, caminando de manera imponente ante una agotada Power Girl.

Pero interrumpiendo al poderoso demonio, un tridente dorado se le clavó en la espalda. El gran demonio rugió del dolor antes de que un hombre saltase hacia él, propinándole un feroz golpe al mismo tiempo que retomaba su tridente.

—Scarabus —exclamó aquel hombre rubio y de traje azul—. Tu y mi pueblo tienen un largo historial de violencia. Y te juro que yo, el rey Orin; Aquaman, voy a encargarme de que no quieras volver a salir del Infierno.

Poseidón cayó violentamente al suelo, cubierto en gran medida por su propia sangre. Y, como le había pasado a su hermano, extrañas manos salieron de la niebla carmesí que Satán liberaba, haciéndole elevarse por encima del suelo.

—No te entiendo —exclamó Satanás, observando como Poseidón se retorcía inútilmente—. ¿Por qué me enfrentas?

—¿En verdad lo preguntas? —cuestionó Poseidón—. ¿Matas a mi familia y esperas que me quede de brazos cruzados?

—Ustedes, los falsos dioses, son tan...

—No es cuestión de dioses, niño. Es una cuestión de orgullo y lealtad, algo de lo que tu careces.

Satán guardó silencio y, sin poder evitarlo, fue embestido por una poderosa ráfaga de fuego que incluso deshizo sus tinieblas, liberando momentáneamente a Poseidón. El Primer Caído alzó su mirada, donde descubrió el nuevo poder que emanaba de Zauriel.

—No lo entienden —exclamó con fastidio Satanás—. Solo retrasan la inevitable muerte de la humanidad. ¿Por qué luchan tanto por proteger a una raza tan miserable?

Pero antes que cualquier respuesta pudiese ser dada, algo se alteró en los cielos. Las nubes rojas provocadas por el Devorador de Dioses se empezaron a tornar negras. Grandes truenos destrozaron el aire y la más feroz de las tormentas se desataron en el lugar. Y millones de rayos empezaron a destrozar a los incontables demonios descarnados, como si en esta tormenta se hubiera desatado la furia de un dios más poderoso que Zeus y Thor. Y las nubes se abrieron, dejando caer una columna de fuego rojo y dorado que cayó en medio del campo de batalla. Incluso los demonios se vieron paralizados, pues en su instintiva forma de pensar entendían la llegada de algo superior. De aquella columna de fuego salió Aton, el poderoso dios egipcio. Pronto le siguió Ares, portando un hacha de doble filo en una de sus manos.

—¿Ya terminaste con tu teatral presentación? —preguntó el dios de la guerra, esperando a alguien más.

La columna de fuego desapareció, dejando a la vista a un hombre de gran tamaño, tan grande como el propio Ares. Su piel era oscura como la de sus adoradores africanos, con una feroz mirada que se iluminó con rayos. Ataviado como un rey, con corona dorada y capa roja.

—Satanás —exclamó aquel oscuro dios, caminando hacia su enemigo—. Metatrón. Primer Caído. Devorador de Dioses. Vine a poner a prueba cada uno de tus títulos.

—¿Quién se supone que eres? —cuestionó Satán.

—Soy el orisha del trueno, el fuego y la guerra —dijo mientras un escudo de fuego se materializaba en su brazo izquierdo—. Dios guerrero, protector de Ife —aseguró mientras alzaba su mano derecha, atrapando un rayo que cayó de esta—. Mi nombre, es Shango —exclamó mientras el rayo tomaba forma de una enorme hacha de doble filo—. El Padre Supremo, Olodumare, se hartó de ver como destruyes este mundo. El verdadero creador de la humanidad me pidió que me encargue de ti, y lo haré con gusto.

—Solo eres un necio dios de un panteón insignificante —aseguró Satanás.

Shango sonrió con la arrogancia de un guerrero, y sin mediar más palabras corrió a una velocidad inhumana al ataque. Dando un feroz salto, cargo de rayos su hacha y la arrojó con inmensa fuerza hacia su enemigo, el cual respondió con su fuego infernal. Pero los rayos se abrieron paso a través del fuego, y una pequeña explosión dio lugar. Cuando Shango aterrizó, Satanás sintió un inmenso dolor en el pecho que lo hizo hincarse en una rodilla. Para su conmoción, notó que aquella hacha había dado en el blanco.

El Primer Caído, estaba sangrando.

—Bueno —exclamó Shango, generando otra hacha a partir de un rayo—. ¿Qué decías sobre un panteón insignificante? 

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