#5: Dark Destiny

Azrael se encontraba postrado con gran dolor. Ante él, se encontraban los que eran considerados por muchos como el panteón más poderoso de la Tierra: Los Olímpicos. Y aunque esta declaración no era del todo cierta, sin lugar a dudas eran un panteón poderoso.

—Eso es lo que ocurrió —aseguró Azrael, frente a los dioses.

—Entonces, ¿Yahvé esta muerto? —preguntó Zeus, soberano de los cielos.

—No estoy seguro —exclamó Azrael—. Cuando voltee a verlo, solo estaba Satanás con la espada de mi padre, cubierta de sangre. Pero no había rastro de El.

—Entiendo —exclamó Zeus, volteándose hacia sus hijos—. El Olimpo esta bajo ataque, y debemos responder. Hermes, quiero que viajes al reino de los dioses de Egipto y les adviertas del peligro. Estoy seguro que Aton sabrá contactar con los otros dioses, si es que ellos deciden intervenir. También debemos contactar a Poseidón.

Los cielos empezaron a tornarse rojos, como si estos se hubieran teñido con la sangre de millones de víctimas. Un oscuro portal se abrió y de este salió el Primer Caído, con la cabeza de un dios de cabellos blancos, pero sin ojos ni barba. Los Olímpicos quedaron en un tenso silencio, sin poder creer lo que veian.

—¿Esa cabeza es de...? —intentó preguntar Hera.

—Hades —dijo Zeus—. Ya tienen sus órdenes, yo me encargaré de Satanás.

—Padre —habló Ares, dando un paso al frente—, ¿crees que sea conveniente enfrentarlo tú solo?

—Nuestro padre es el dios más poderoso —exclamó Apolo, notando como Satanás los observaba sin moverse.

—No puedo vencerlo —aseguró Zeus—. Si lo enfrento, me matara sin duda alguna.

Los Olímpicos quedaron en silencio, observando al dios del rayo. Zeus no podía ocultar su preocupación, incluso algo de miedo. El poderoso dios sabía que, a pesar de todo su poder y todas las batallas que había librado en el pasado, no tenía forma de vencer a un ser capaz de triunfar sobre Yahvé. Y, para su pesar, sabía que su reino no podía ganar aquella guerra solo.

—No pierdan más tiempo —exclamó Zeus, mientras de los cielos empezaban a surgir millones de demonios descarnados—. Llamen a los demás dioses, y huyan de aquí. Les daré tanto tiempo como pueda.

—Zeus —exclamó Hera, extendiendo su mano hacia su marido.

—Perdónenme —exclamó Zeus—. Por todos mis errores a través de los siglos. Y perdónenme, por no poder protegerlos.

Zeus se convirtió en un rayo y cayó unos metros frente a Satanás, quien simplemente se limitó a arrojarle la cabeza de Hades a los pies.

—Esto no era necesario —exclamó con molestia Zeus, mirando por un momento la cabeza de Hades—. Mi hermano no estuvo presente cuando te encerramos.

—Tu hermano intentó detenerme. Este es el destino que le aguarda a todos los dioses.

—No tiene que ser así —aseguró Zeus—. Yo ayude a Odín y a tu padre a encerrarte. Ninguno de mi familia me ayudo, y no deben pagar el precio. Mátame —exclamo Zeus, extendiendo los brazos a los costados—. Toma mi vida, pero deja a mi familia en paz.

—No —exclamó con fuerza el Primer Caído, como si aquello le pareciera un insulto—. Mientras un solo dios exista, siempre intentaran proteger a la humanidad. Voy a destruirlos a todos, hombres y dioses por igual.

—No me dejas opción —exclamó Zeus, mientras rayos se materializaban en sus manos.

—¿Realmente crees que podrás hacerme algo? —preguntó Satanás, mientras la niebla carmesí salía de su túnica para cubrir los pies de Zeus.

—Sé que no puedo ganar —exclamó Zeus, mientras notaba como los demonios de los cielos se movían violentamente hacia El Olimpo—. Solo lucho, para que mis hijos puedan vivir un poco más.

Zeus intentó lanzarse contra Satanás, pero de la niebla carmesí salieron incontables brazos que se aferraron al poderoso dios. Zeus empezó a sacudirse violentamente e intentó liberarse, incluso algunos rayos cayeron sobre su enemigo, pero no parecieron hacerle daño alguno.

—Tal vez seas el más poderoso de Los Olímpicos —exclamó Satanás, mientras veía como los demás dioses luchaban para aproximarse—. Pero no eres ni la sombra del poder de Yahvé. Ni muchos menos, del mio.

Las manos jalaron con más fuerza y, ante la horrorizada mirada de los dioses, Zeus fue partido en pedazos. La sangre quedó suspendida en el aire, y de forma macabra empezó a ser absorbida por el Primer Caído, junto con rayos y energía de un color indescriptible. Todo el poder, la esencia y el espíritu de Zeus fue absorbido por el grotesco ser.

—Con esto debería bastar —decía Jericó Drumm mientras una energía mágica abandonaba las recién curadas heridas de Wonder Woman.

—Te lo agradezco —dijo la amazona, tras lo cual empezó a estirar los brazos.

—Ya contacte con Daredevil —dijo Spider-Man—. Ira por Power Man y vendrán para acá.

—Llamaré a Frank —dijo Diana—. Nos puede ser de ayuda.

Spider-Man se sentó un momento en las escaleras, tomándose del puente de la nariz por encima de su traje. Pero inmediatamente cambio su mano hacia su sien, haciéndose un pequeño masaje.

—¿Estas bien? —preguntó Batman, aproximándose al arácnido.

—Es mi sentido arácnido —aseguró Ben, suspirando con cansancio—. Desde hace días que esta como loco, y ya me provoca dolor de cabeza. Al principio era solo un molesto zumbido, ahora parece que tengo una batería en la cabeza.

—Si quieres —exclamó Strange, apoyando su mano en el hombro de un sobresaltado Ben—, puedo darte una ayuda con ello.

—Eh, no. Gracias.

—Como gustes —dijo Strange, apartando su mano—. Pero no dudes en decirme si quieres que calme ese dolor.

—Eso fue raro —aseguró Spider-Man, observando como Strange se alejaba.

—Ben —murmuró Batman, ganándose la atención del arácnido—. No confío en Strange.

Apoyado en una pared y con los brazos cruzados, Bloodwynd observaba con un recelo nada disimulado a los demás héroes. Notando esto, Hermano Vudú se aproximó a su compañero.

—¿Estas bien? —cuestionó Jericó.

—No confió en ninguno de ellos —aseguró Bloodwynd.

—¿Por qué? —preguntó con cierta sorpresa el hechicero.

—Tú deberías saberlo tan bien como cualquiera de los nuestros —aseguró Bloodwynd—. Su gente, los blancos, siempre nos han mirado como seres inferiores.

—John, han pasado muchos años desde eso —exclamó Jericó.

—Nada ha cambiado —aseguró Bloodwynd—. Puedo sentir sus miradas hostiles y llenas de odio.

Jericó volteó a observar a los héroes que conversaban entre ellos, intentando notar las supuestas miradas hostiles hacia su compañero. Power Girl notó esto y se volteó a observar por un momento a ambos hombres, pero — lejos de dedicarles algún tipo de mirada hostil o prejuiciosa — simplemente les sonrío de forma coqueta y les guiño un ojo.

—No sé cómo sea de donde tu vienes —exclamó Jericó—, pero esa mirada es muchas cosas excepto hostil.

—Debe ser alguna broma —exclamó Bloodwynd, alzando una ceja—. Un engaño, como el de cientos de mujeres blancas antes, para que nuestros hermanos fueran juzgados como violadores.

—Tu punto es un poco radical —aseguró Hermano Vudú—. Te aseguro, que esos tiempos ya pasaron.

De pronto, la puerta del santuario se abrió para darle paso a Wong, sirviente del hechicero supremo. Y por detrás de él, los héroes que había sido enviado a reunir. Allí estaban Daredevil, Power Man, Punisher y Black Canary.

—No creí que fueran a llegar todos juntos —habló Spider-Man.

—Mande a Wong a buscarlos, para que fuera más rápido —aseguró Strange—. Síganme, no tenemos mucho tiempo.

—Daredevil —exclamó Batman.

—Batman —respondió el vigilante—. Ha pasado tiempo.

Batman murmuró algo, lo cual dejó sorprendido al demonio vigilante. Sin embargo su gesto rápidamente se puso serio y se limitó a asentir con la cabeza.

—Power Girl, ¿verdad? —preguntó Luke Cage, caminando al lado de Karen.

—Así es —exclamó la fémina—. Y tú eres Power Man. Escuche hablar sobre ti.

—Cosas buenas, espero —dijo el varón.

—Quisiera comprobar más tarde, que tan bien te queda el nombre de Power Man. Y ver quien de los dos lo merece más.

—¿Cómo una competencia? —preguntó con una gran sonrisa.

—Sí, algo relacionado al aguante y la resistencia —respondió entre pequeñas risas la mujer.

—Y después un café —aseguró Power Man.

—Me costo creer que volviste —dijo Dinah, al lado de Batman.

—Lamento mucho lo de Oliver —dijo el murciélago—. Era un buen hombre. Mucho mejor de lo que yo fui.

—Gracias —dijo Dinah—. Él era de los mejores, pero Deathstroke...

—Recibió su merecido —aseguró Punisher, junto a Diana.

—La muerte de Oliver fue vengada, igual que la de muchos otros —afirmó la amazona.

Batman simplemente los observó en silencio.

Los héroes finalmente llegaron a una habitación llena de símbolos y elementos exotéricos. Únicamente con las velas iluminando el lugar, Strange se posicionó por fuera del inmenso pentagrama pintado en el suelo. Los héroes, en cambio, quedaron dentro del símbolo. Varios libros empezaron a flotar hacia el hechicero supremo, quien los hojeaba rápidamente antes de desecharlos.

—Cuando El Primer Caído se levante, los dioses caerán. El Devorador de Dioses pintará los cielos con sangre divina, y destruirá a la humanidad en su venganza —afirmó Strange, observando varios libros que flotaban frente a él, dándole la espalda a los héroes.

—No entiendo una mierda —aseguró Punisher.

—Wong nos explicó que los dioses habían caído y que nosotros somos la única esperanza del mundo —dijo Daredevil.

—Sí, así es —dijo Strange.

—"¡Debemos hacer algo!"

—"Si intentamos entrar allí, nos destrozará".

—"Estoy intentando algo. Si su sentido sigue funcionando..."

Spider-Man se tomó de la cabeza, la cual le dolía cada vez más.

—Los dioses han caído —aseguró Strange, girando levemente la cabeza—. El Olimpo cayó. Asgard está en llamas, el Auru fue arrasado, el Paraíso se perdió, y los demás dioses han huido. Ellos no volverán, y si lo hacen morirán.

—¿Qué es lo qué quieres decir? —cuestionó Thunderstrike.

—Satán ganó. El Primer Caído, El Devorador de Dioses, ya ha ganado.

—¿Qué? —preguntaron varios héroes al unísono, totalmente consternados.

—Ustedes, los héroes de este mundo, son el plan de reserva de Yahvé. Son la última esperanza de la humanidad, y lo único que puede impedir que Satanás finalmente triunfe.

—Ponte de acuerdo, Strange —exclamó Luke Cage, señalando al hechicero con su dedo índice—. Somos los únicos que pueden impedir que gane, ¿pero dices qué ya gano?

—Porque ya vi el final —aseguró Strange—. No podrán ganar. Ustedes morirán, al igual que Yahvé. Dios ha muerto.

Spider-Man gritó de dolor mientras caía al suelo, sujetando con gran fuerza su cabeza. Cuál si un taladró le atravesase la cabeza, su sentido arácnido lo estaba destrozando. Strange se volteó y observó a Spider-Man, sumamente extrañado.

—"Benjamín —habló una voz profunda en la cabeza de Spider-Man—. Debes tranquilizarte, o te seguirás haciendo daño. Los hechizos de Strange, tu sentido arácnido alterado y mi debilidad no me deja comunicarme con facilidad".

—¿¡Quién eres!? —preguntó a los gritos el héroe.

—Suficiente —exclamó Strange—. Voy a apagar su cerebro, o todo será en vano.

—Ni lo intentes, Strange —exclamó Batman, sacando varios batarangs mientras Daredevil tomaba sus bastones.

—He estado escuchando tus latidos, y nos estas mintiendo —afirmó Daredevil.

—"Benjamín —exclamó aquella voz—. No confíes en Strange. Él los está engañando. Está del lado de Satanás. Hijo mío, sé que jamás te di razones para creer en mí, pero te ruego que lo hagas ahora".

El dolor se disipó, y Spider-Man reaccionó inmediatamente. A gran velocidad se puso de pie y disparó sus telarañas hacia el hechicero supremo, adhiriéndolo a la pared.

—¿Estás demente? —preguntó con enojo el Hermano Vudú, preparándose para la confrontación.

—Diles la verdad, Strange —dijo Spider-Man, con cierto mareo.

Thunderstrike inmediatamente tomó su martillo, posicionándose delante del arácnido para encarar a los hechiceros.

—¿También te pondrás de su lado? —preguntó Jericó.

—Este hombre, a pesar de su poca experiencia, tiene el valor y el espíritu de Peter Parker. Por supuesto que estaré de su lado, contra quien sea.

—Que tierno —exclamó Strange, mientras las telarañas se volvían fuego y desaparecían—. Se ve que el bastardo de Yahvé logró contactarte, ¿verdad?

—¿Strange? —preguntó Jericó, observando como el rostro de su maestro se ensombrecía.

—Lamento que sea así —dijo Strange, mientras sus ojos se volvían completamente rojos, y un tercer ojo de color negro con pupila amarilla salía de su frente—. Pero no permitiré que interfieran en el plan de mi amo.

El pentagrama donde los héroes estaban parados empezó a brillar, provocando que todos estos se quedaran inmóviles. Rápidamente un portal se abrió bajo ellos, y el Infierno los tragó. 

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