Capítulo 37
Este capítulo se lo dedico a NSanchez0000 por sus buenos consejos a un novato de Wattpad.
La casa estaba vacía. No podía ser de otra manera. Aleksey estaba todavía en el bosque trabajando. No regresaría hasta que oscureciera. Tenía hambre. Su estómago rugía furioso, esperando que Ivana se dignara a darle algo de comer. Se dispuso a cocinar, aunque no tenía especial gana en ese momento. Ella había ayudado a su madre en aquellas tareas alguna que otra vez. Yuli, no obstante, no era tan buena cocinera. Cuando ellas hacían algo, se sentaba y las distraía contándoles cómo le había ido durante su última con Aleksey.
Antes que una nueva corriente de melancolía la terminara de atrapar con sus garras y quebrar su entereza superficial, decidió centrarse en la tarea en cuestión. "Cortar, limpiar, cocer o freír o lo que sea, menos pensar en mi triste vida".
Se encontró un conejo sobre la mesa. No sabía cómo había llegado ahí, pero aceptó el don que le había sido otorgado. Lo agarró por las orejas y tomó un cuchillo que acercó al pescuezo. A pesar de que el pobre animal estaba muerto, no fue capaz de hacer nada. Le dio pena. Había jugado con ellos tantas veces desde que era chica que sentía que los traicionaría si lo cocinaba.
Lo agarró entre sus brazos y salió de la casa. Se arrodilló en el suelo y cavó una improvisada tumba con sus manos desnudas. Trabajó por unos cuantos minutos hasta que estuvo satisfecha con la profundidad. Mientras lo acostaba sobre la tierra comenzó a llorar. Lo cubrió con flores silvestres de color blanco y terminó el entierro.
En una fosa parecida estarían su madre y su hermana. Aunque ella no sabía dónde con exactitud. No había podido ir a la ceremonia y el sepelio posterior. Era algo más fuerte que ella. Si visitaba sus tumbas tendría que aceptar que no estaban más. Que estaba sola. "No quiero estar sola", pensó mientras sus lágrimas caían sobre la tierra bajo la cual el conejo reposaba.
Regresó a la casa y se tiró sobre la cama mientras recordaba lo rota que estaba su vida. Sin familia, sin amor, sin hogar. No era más que una paria de aquella sociedad. Una persona fuera de aquel moderno mundo que amenazaba con arrasar a quien se le opusiera. Ivana se sentía en el camino de los cambios que no podía ni quería aceptar. "Dormiré y despertaré un día al lado de ellas", trataba de convencerse. Aquel era un pensamiento muy tentador.
No supo por cuánto tiempo durmió, pero las pesadillas no la dejaron descansar. Otra vez su hermana era asesinada ante sus ojos. Su sangre manchaba esta vez un simple vestido blanco de boda con el que Yuli tendría que haberse casado. En esta ocasión, el papel de Ivana fue de testigo de lujo de la ejecución. Agradecía no ser quien apretaba el gatillo por una vez.
Mientras se limpiaba las lágrimas de su rostro miró en derredor. Había caído la noche. La casa estaba en tinieblas y sin rastro de Aleksey. A esa altura tendría que haber regresado.
Se incorporó y levantó de la cama con un pequeño esfuerzo. Las heridas seguían cicatrizando a su ritmo y según qué movimiento, le recordaban que no estaba totalmente restablecida aún.
Encendió un par de lámparas de aceite para iluminar el salón. La casa parecía distinta. Como si fuera la primera vez en mucho tiempo que alguien llegaba a ella. Fue una sensación extraña. "¿Estoy perdiendo ya la cordura?".
Caminó hacia el dormitorio y vio la cama, con la huella de su figura, pero sobre la que aún estaban los pétalos marchitos. Aquello no era normal. Una más que considerable capa de polvo se posaba sobre la mesa de la cocina y los distintos utensilios y menaje repartidos en un mueble al lado de la cocina. Había platos sucios, restos de comida que Ivana no recordaba haber hecho o probado.
Oteó por las ventanas buscando algún rastro de Aleksey. "No es normal que no haya regresado", pensó preocupada. Tal vez, lo estaban haciendo trabajar más por los días que había estado fuera.
Se vistió con un abrigo de piel, que le quedaba inmenso y salió al frío de la noche. Tenía el aroma de Aleksey.
Otra nueva oleada de recuerdos la llevó a un día en el que ella había ido a comprar a toda prisa unas verduras para un caldo que iba a cocinar su madre. Hacía mucho frío, pero Ivana, en su impetuosidad, se atrevió a salir sin ropa de abrigo, porque el cierre del negocio de Olaf era inminente.
Volvía Ivana con los nabos y apios, cuando un terrible temporal sorprendió al pueblo. Una repentina ventisca la tiró de espaldas sobre el colchón de nieve y empapó sus ropas. Tenía que caminar varios centenares de metros y podría morir de frío antes de llegar a su casa.
Decidió proseguir, a pesar de todo. Ivana no era de las que se acobardaba por nada. Tampoco recibiría la ayuda de ningún vecino. Tendría que vencer al clima ella sola.
Las rachas de viento helado, acompañados por los copos de nieve, hacían su parte para frenar su avance. Cada vez se sentía más débil. Su mente parecía abotargada, le pesaban las extremidades y apenas sentía el tacto de las verduras.
Pasaba por delante de la casa de los padres de Aleksey y el azar quiso que él estuviera asomado en el momento en el que Ivana trastabillaba y caía de bruces al suelo. Su cuerpo no respondía bien a sus órdenes, quería ponerse en pie, pero las piernas no la obedecían.
Una fuerza superior la ayudó a levantarse y la cubrió con un grueso abrigo de piel. Esos mismos brazos la levantaron y la cargaron como si ella fuera una pluma. Con los ojos entrecerrados reconoció las hermosas facciones de Aleksey quien la llevaba de regreso con su madre y su hermana.
—¡Qué valor tienes de salir con este tiempo! —le dijo con admiración.
Le sonrió.
Fue en ese preciso momento, cuando Ivana supo que estaba enamorada de él. No había sido capaz de denominar sus sentimientos antes, pero ya, con quince años, tenía que ser sincera con ella misma: lo amaba. "Si hubiera muerto congelada, habría evitado tantas cosas...".
Ivana llegó a la casa de uno de los compañeros de la cuadrilla de leñadores de Aleksey. Llamó a la puerta y un hombre corpulento, barbudo y de poco cabello rubio la recibió.
—Buenas noches Ivana, mi más sentido pésame. ¿Cómo estás? —expresó con sinceridad.
—Gracias Mikhail, estoy mejor. Aunque me va a llevar aún un poco de tiempo.
—Sí, lo entiendo. No es fácil —quedó en silencio como pensando algo. Ivana recordó que él también había perdido a sus padres y a sus hermanos—. ¿En qué te puedo ayudar, jovencita?
Si bien Mikhail no podía considerársele un amigo de la familia, si era un buen hombre que los había tratado con respeto y simpatía. Era muy introvertido y le costaba hablar con hombres y mujeres por igual. Algunos se preguntaban cómo había conseguido casarse siendo así. "Digan lo que digan, es mejor hombre que muchos aquí".
—No llegó Aleksey todavía y me preguntaba...
—¿Aleksey? Desde que dejó el pueblo no lo vi más.
Aquellas palabras desorientaron a Ivana. ¿Cómo iba a decir eso? Había vuelto con ella de Perm, había presenciado el entierro de Yuli, había ido a trabajar todos los días... Sin ir más lejos, habían compartido su casa la noche pasada...
—Pe... pero... Yo... Él me acompañó desde Perm.
—Pueda ser que no me lo haya cruzado yo entonces, querida —indicó no muy convencido.
No era posible que durante esos días no lo hubiera visto ni una sola vez. Trabajaban en el mismo equipo. ¡Qué demonios estaba pasando!
—Tal vez, decidió ir con Igor. Él siempre le ofreció más dinero que Fyodor. Aunque me lo habría dicho... ¿Está todo bien? —preguntó nada más vio el rostro desencajado de Ivana.
—No, nada. Le pregunto entonces a Igor.
—No estoy seguro de que eso sea una buena idea —indicó Mikhail.
Igor no era la mejor de las personas de aquel pueblo. Siempre había competido con la cuadrilla en la que trabajaba Aleksey. Alguna que otra vez le había pedido su ayuda para colaborar en un pedido urgente para lo que le pagaba a Aleksey un interesante extra. Como contraparte, era un borracho y maltratador. Pero nadie se atrevía a decirle nada, dado que tenía mucha influencia con el gobernador del pueblo y el capitán de la guardia. Una jovencita como ella yendo a aquellas horas de la noche, era una presa muy fácil para ese abyecto personaje.
—¿Está todo bien, Ivana? —preguntó preocupado.
—No te preocupes, Mikhail.
—Espera en tu casa. Si no regresa para la mañana vamos y preguntamos a Igor. No vayas ahora sola, por favor.
Ivana asintió y se despidió de Mikhail. No tenía intención de volver a la casa de Aleksey sin antes ir a lo de Igor. No sabía por qué, pero se sentía capaz de afrontar a ese borracho si era necesario. "Tras todo lo que hice en estos días...". Necesitaba saber que Aleksey estuviera bien. "No son más que fantasías. Miedos infundados. Probablemente, él estará ahora en casa preocupado por mí", trató de convencerse.
No obstante, las palabras de Mikhail la habían sorprendido. Era demasiado improbable que no se hubiera cruzado con Aleksey. Krasnovishersk no era tan grande como para que no te cruzaras varias veces con la misma persona durante el mismo día. "¿Qué está pasando aquí?", se preguntó preocupada.
Llegó a una gran casa construida en piedra con techo de madera en un excelente estado (a comparación con la gran mayoría de viviendas del resto del pueblo). Era notable que su riqueza había crecido en aquellos últimos años. Muchas oportunidades que habían perjudicado a la cuadrilla de Aleksey por medio de contactos con los dirigentes de Krasnovishersk. "Malditas influencias". Por culpa de gente como aquella, los demás boyaban entre el hambre y la inanición.
Su padre había sido leñador. Él había luchado por que su equipo recibiera el justo pago por su trabajo. No obstante, Igor impedía que nadie cobrara más de lo que ellos lo hacían. Sin importar la calidad de la madera. "Aquel desgraciado fue culpable de su muerte".
Venedikt había tenido que trabajar muchas horas seguidas junto a su grupo para conseguir el dinero que necesitaban para subsistir. La prolongada exposición con uno de los leñadores, gravemente enfermo de tuberculosis (oculto hasta ese mismo día), terminó contagiándolos a todos. Fue cuestión de tiempo que toda la cuadrilla sucumbiera a la enfermedad.
Mucha furia había quedado contenida entonces. Si hubieran recibido lo que se merecían, el compañero no se habría enfermado; tampoco habrían tenido que trabajar desde el alba hasta la madrugada; nadie se habría contagiado y estarían todos saludables con sus familias. Pero ninguna de las familias afectadas se atrevió jamás a decir nada. Las consecuencias podrían ser fatales como ya había quedado claro en más de una ocasión. Igor era un hombre peligroso. "Mi familia ha guardado demasiado silencio. Hoy yo voy a hablar. Ya no soy una niña estúpida e indefensa. Que se atreva a tocarme sólo...".
Llamó a la pesada puerta de madera y esperó un par de segundos. Cuando hizo el amago de llamar de nuevo, abrió una mujer con rostro ojeroso y delgado, muy delgado como para ser saludable.
—¿Está Igor?
—No sé qué querrás, jovencita, pero te ruego que te vayas antes que...
—¡Quién demonios es! —exclamó una voz del interior que debería ser la de Igor.
Un hombre alto con una gran espalda y una considerable panza con un gorro de lana calado hasta las cejas se acercó hasta la puerta. Abrió sus azules ojos al ver a Ivana y una enigmática sonrisa vistió sus labios rodeados por una barba pelirroja.
—¡Camarada Venediktova! ¡Qué placer tenerte a mi puerta! ¿Qué puedo hacer por ti?
—¿Viste a Aleksey? Lo estoy buscando.
—Ese desgraciado nunca me consideró digno de su hacha. Una estupidez teniendo en cuenta todo lo que podría ganar...
—Está bien, gracias.
Ivana se giró y se proponía salir del porche de Igor cuando el leñador la agarró de su pelo rubio.
—¿A dónde te crees que vas, pequeña? Tu familia todavía me debe mucho dinero y da la casualidad de que tú eres la única que está en pie.
—Suéltame —no era un ruego, más bien una amenaza.
Un par de semanas atrás ella se habría asustado y habría rogado que alguien la salvara. Ya no más. Había crecido. Había dejado de tener miedo a situaciones como esa. Había visto a la muerte con sus propios ojos. Nada que pudiera hacerle aquel innombrable podría aterrorizarla más de lo que ya había estado en su momento. "No sabes con quién estás tratando".
—Ni lo sueñes. Te vas a quedar aquí hasta que no pagues la deuda con tus servicios.
No hacía falta que especificara a qué se refería con servicios. Desde el trabajo más esclavizador como otras tareas por las que no estaba dispuesta a pasar. "Se equivocó de mujer". Había mucha rabia contenida y aquel desgraciado había elegido un mal día para molestarla.
—Suéltame, no te lo voy a repetir más.
—¿Se supone que tengo que tenerte miedo? ¿Qué me vas a hacer? ¿Tirar flores como a la tumba de tu despreciable familia? Todos los bastardos terminan igu...
Era lo último que debería haberle dicho. Podría haberla insultado a ella, no le importaba; no obstante, decidió faltar a la memoria de las personas que más había amado en su vida.
—Te vas a arrepentir de esto.
—¿Qué...?
Ivana clavó profundamente sus uñas en la mano de Igor mientras se daba la vuelta y le pateaba en la entrepierna. Éste cayó sobre sus rodillas, terriblemente dolorido, momento que ella aprovechó para darle una nueva patada en la cara. Tanto él como varios de sus dientes salieron volando y cayeron a su hermoso suelo de madera. Ivana continuó sentándose sobre él y empezó a golpearlo con sus manos desnudas. Cada golpe le hacía un daño terrible, pero se estaba desahogando de todas sus frustraciones.
De repente la mujer que le había abierto la puerta tiraba de sus hombros, rogándole que parara.
—¡Lo vas a matar! —decía compungida.
—No se merece otra cosa. ¿A cuántos más tiene que hacer daño? ¿Acaso quieres morir por su mano?
—Por favor, vete. Déjalo en paz.
Ivana contempló con la mirada desencajada sus puños malheridos, bañados en sangre propia y extraña. Había perdido el control de una forma que no había esperado. El resto de heridas se resintieron de la violencia de sus golpes. Se levantó lentamente y salió de aquella casa mientras miraba como sus únicas ropas se manchaban de sangre. Parecía incapaz de mantenerlas limpias.
Arrastrando los pies, regresó a la casa de Aleksey sabiendo que no debería esperar una importante represalia de Igor a corto plazo. No le diría a nadie que una niña le había dado una paliza. Aunque sabía, que la retribuiría por su atrevimiento. "¡Que venga! Se llevará más de lo mismo", pensó.
Hacía mucho frío en el interior de la casa. Era como si hubiera dejado abiertas las ventanas durante todo el día. Cada vez se sentía más incómoda. Si de ella dependiera, volvería a dormir en el exterior. "Si bien tengo ganas de morir, no quiero que sea antes de matar a Rasputín y el comandante".
Agarró un par de leños y los puso en la chimenea, con una caja de yesca prendió unas cuantas ramas y contempló como el fuego iba comiéndose cada tronquito, cada hoja, hasta que empezó a consumirlo todo. Ella se sentía como ese elemento que facilitaba que la vida de todos los que la rodeaban fuera incinerada desde sus cimientos.
—¡Vaya, vaya! Pareciera que esta fuera tu casa.
¡No podía ser! ¡Aquella voz!
Ivana se dio la vuelta e, iluminada por las bailantes llamas de la chimenea que apartaban las ominosas sombras, Yuliya le sonreía mientras vestía unas galas muy particulares. Casi parecía que Anastasia hubiera vuelto.
—¡Yuli! —exclamó mientras intentó abrazarla.
Velozmente fue frenada con el brazo extendido de Yuliya.
—No te haces una idea de lo indefenso que se está sin poder moverte, en una oscura cueva, sin saber si puede venir alguna bestia, una rata o un maldito bicho y provocarte el mayor de los sufrimientos. No, mi amor. No puedes imaginarlo. Es una maldita tortura. Y todo eso, te lo debo a ti.
¿De qué estaba hablando? ¿Qué diablos trataba de decir? ¿Cuándo había estado Yuliya en esa posición de...? "¡Oh, Dios mío!".
—N... no. No es cierto esto. Es una nueva pesadilla —repitió para sí mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¿Yuli? Dime que es una broma. No...
—Al final las campesinas van a ser más listas de lo que parecen.
Ivana no podía comprender como aquello podía estar pasando. Había visto a Yuli morir en aquel lugar en Perm. "¡No! Viste a alguien con sus ropas y aparentemente similar a ella". Pero ¿por qué? ¿Qué sentido había tenido esa puesta en escena? ¡Podrían haberla matado allí! No había necesidad de aquella tortura continuada.
—¡Qué le has hecho a mi hermana!
—Hice lo que tenía que haber hecho en un principio. Tomar el rol dominante en la situación. No obstante, cambiar de cuerpo a uno tan distinto... tengo que decir que me imponía cierto respeto. Ahora hay fisiologías y características, a las que me tengo que acostumbrar. Me entiendes, ¿no? —expresó mientras le guiñaba un ojo.
Era tan extraño ver el cuerpo de su hermana, hablar con ella y sentirla como otra persona. Los gestos, la forma de hablar, su tono... no tenía nada que ver con Yuliya. Aquel maldito bastardo de Rasputín la había poseído.
—Ahora me toca devolverte la misma cortesía que tuviste conmigo en la cueva. Esperaba que la tristeza fuera suficiente como para que quisieras quitarte la vida. Al parecer, eres más fuerte de lo que imaginaba. Pero descuida, sufrirás mucho y, si todo sale bien, morirás lentamente.
—¿Qué te hicimos para merecer esto? —preguntó entre lágrimas, sin esperar ninguna respuesta. Nada de lo que le pudiera decir Rasputín serviría.
—Mi amor, vosotros no sois más que unas despreciables criaturas en las que una tuvo el infortunio de parecerse a Anastasia —dijo mientras se llevaba un dedo a los labios—. Ahora que lo pienso, no deberías culparme a mí, sino a tus padres. Ellos fueron quienes hicieron a Yuli así. ¡Por suerte están muertos! Hermosa venganza, ¿no te parece? Disculpa mi efusividad, pero estoy exultante. Jamás pensé que el cuerpo de una mujer se sintiera así. Es tan... excitante. Pero, tengo una sorpresita más.
Un súbito escalofrío recorrió el cuerpo de Ivana. Cualquier sorpresa que viniera de Rasputín no podría ser buena. ¿Qué planeaba hacer ahora? "¿Qué otro sufrimiento me espera?".
—Sé de buena tinta que habrías dado todo porque yo, bueno Yuli, estuviera viva. Y lo está. También que has estado muy preocupada por Alyosha. ¡Me gusta esa forma en como lo llamáis! Bueno, ya no tiene más sentido que estés preocupada. ¡Ven querido!
Del dormitorio salió Aleksey vistiendo el uniforme del ejército negro, con más condecoraciones que un soldado raso tendría. Con paso decidido avanzó hasta estar a unos centímetros de Ivana, llevó su mano hasta el rostro sonrosado, mojado por sus lágrimas, secó sus mejillas y la besó. Tras pasar el segundo de la sorpresa, Ivana lo apartó de un empujón.
—¡Qué diablos crees que haces! —exclamó indignada.
—No puedes cortar el bucólico reencuentro de esta forma, Iva —reclamó Rasputín con tono burlón.
Aleksey llegó al lado del cuerpo de Yuli y la besó profundamente por varios segundos mientras, Yuli la miraba de reojo.
—Así tendrías que haberlo recibido, hermanita.
—¡Él no es Aleksey! ¡Qué le hiciste!
—Por cuánto tiempo quisiste que esos labios te besaran y ahora cuando por fin ocurre lo desprecias. No hay quien te entienda. Tal vez prefieras que él sea mío.
—Termina con esta farsa ya. ¡Mátame de una maldita vez y déjame descansar en paz!
—Ya te dije que tu muerte tardaría en llegar. Por tu culpa mi presentación quedó ridiculizada en todo el mundo. Aunque ya Perm y sus cercanías están siendo la clara señal que el Ejército Negro tiene que ser respetado. Anastasia volverá de entre los muertos para señorear primero en Rusia, después en Europa y tras eso, todo el planeta.
—No eres más que un farsante, un don nadie, un parásito que necesita de otra persona para ser alguien. Todos recordarán el nombre de Anastasia, pero no el de Rasputín. Un segundón, ¡un bueno para nada!
El cuerpo de Yuli avanzó hacia ella y de un revés la tiró al suelo frío de madera oscura. Levantó la vista desde el suelo mientras se acariciaba la mejilla dolorida. ¿Tan mala había sido para ser merecedora de tamaño castigo?
Ya no podía esperar que todo aquello fuera un sueño. Tenía que afrontar que aquella abominación estaba pasando frente a sus ojos. Posesiones de cuerpos, asesinatos, guerras. Tal vez habría sido mejor que ella hubiera muerto con su madre. Si la estaca que había atravesado su costado se hubiera movido unos pocos centímetros más, se habría evitado el sufrimiento. Su intervención no había hecho otra cosa que retrasar lo inevitable.
—Contempla cómo toda tu vida se destruye ante tus ojos.
Agarró una de las lámparas de aceite y la estrelló contra una pared. Unos pocos segundos fueron necesarios para que el fuego prendiera y se extendiera por todas las habitaciones. En un abrir y cerrar de ojos, Ivana se vio rodeada por las llamas. No tenía forma de escapar de allí.
—Nos veremos en el infierno, querida —se despidió mientras abandonaba la casa junto a Aleksey.
Ivana no podía respirar. El humo de la combustión de las paredes y los muebles había anegado sus pulmones. Los maderos de la casa comenzaron a crujir. Las llamas estaban debilitando la estructura y en cualquier momento colapsaría. Si no era por el humo o por las llamas, moriría aplastada (valga la ironía de salvarse del derrumbe de su casa, para morir en la de Aleksey). "No importa. Ya no tengo fuerzas para luchar".
A las afueras, un automóvil de color negro y con las luces encendidas esperaba a Rasputín. Pero no era como aquellos como los que Ford y Benz fabricaban. El suyo era más avanzado, con una carrocería cerrada y diseño aerodinámico y una prominente parte delantera que albergaba a un potente y ruidoso motor. Rasputín se sentó frente al volante y aguardó que Yevgeny ocupara el lugar a su lado.
—Te ves preocupado, querido amigo.
—Esa niña no me gusta, Rasp... Anastasia. Es peligrosa.
—Todo el mal que podría haberme hecho está siendo consumido por el fuego del mismo infierno que nos creó, comandante.
—Hasta que no vea su cuerpo...
—Sabes que tu incredulidad a veces me molesta. Si quieres ocupar tu lugar como mi consorte, vas a tener que tener más fe en mí —dijo mientras en ese mismo momento, el techo de la casa de Aleksey se desprendía parcialmente sobre la casa—. La pobre miserable estará muerta en cuestión de segundos, si no lo está ya. Y si, por mano de algún ángel sobreviviera, piensa que tendremos legiones protegiéndonos.
—¿Tienes alguna debilidad por ella? ¿Se te traspasaron los sentimientos de su hermana? En la cueva estabas a punto de matarla.
—Muchas veces el peor castigo no es la muerte, sino la vida misma, Yevgeny. A esa niña no le queda nada, tan sólo la muerte. Si consigue salir con vida, la aceptará; sino... bueno, ya será otra aventura. Aunque no creo que vuelva a ser la misma.
—Te gusta jugar con fuego, A... Anastasia. Me va a costar llamarte así.
Anastasia la miró de una forma un tanto perturbadora. El comandante tendría que aprender a considerar a su salvador, a su gran amigo como una persona nueva. "No sólo el cuerpo, si no el género también". Un cambio muy drástico. Él todavía tenía que acostumbrarse a verse al espejo y no asustarse.
—La quebré, mi querido Yevgeny. Si no te importa, te seguiré llamando así —dijo mientras le guiñaba un ojo—. Arrasé todo lo que una vez tuvo. No volverá a ponerse en pie. Caminará de rodillas siempre. Su alma está rota. Su espíritu en llamas. Es el final de Ivana.
El vehículo se puso en funcionamiento y avanzó con destino a Perm. Recorridos unos doscientos metros, la estructura de la casa de Aleksey cedió y se derrumbó.
—Descansa en paz, hermanita —recitó mientras una solitaria lágrima caía de su ojo.
¡Y se terminó! O no...
El primer libro de esta bilogía termina aquí (os debo la segunda parte y prometo que llegará).
Ha sido una gran experiencia poder compartir con vosotros el desarrollo de la misma. Espero que, los que habéis llegado a este punto, os haya gustado. Como siempre, agradezco mucho vuestros comentarios y votos.
Nos vemos, mientras tanto, en mis relatos que iré subiendo esporádicamente y, quién sabe, tal vez en la segunda parte.
¡Muchos besos y abrazos para todxs!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top