Capítulo 30
Ekaterimburgo se disolvió ante la mirada esperanzadora del grupo. Los campos nevados recuperaron el protagonismo mientras el transiberiano gastaba los raíles de regreso a Perm.
Para llegar a estar sentados en su cómoda cabina, antes tuvieron que saquear los cuerpos de los asesinados por el ejército negro. Habían tenido que hacer de tripas corazón y no pensar que estaban registrando gente que minutos atrás había estado viva. Personas con sus sueños, sus frustraciones, sus errores, pero gente al final.
Yuliya e Ivana tuvieron que parar. No aguantaron la sangre que mojaba sus manos, se colaba entre sus dedos y se coagulaba antes de impactar el suelo adoquinado. La mera visión de los cadáveres mutilados había revuelto sus tripas vacías y las había hecho llorar y temblar. "Podríamos haber sido nosotros", resolvió Ivana.
Aleksey las liberó de aquella horrenda tarea y las invitó a descansar en otro lado, mientras él seguía buscando hasta conseguir el dinero suficiente para pagar el viaje y algo de comer.
Las fuerzas de Rasputín se habían dispersado. Pudiera ser debido al estado de discapacidad del monje o simplemente porque así estaba previsto. Ivana no lo sabía, ni le interesaba. Su cupo de guerras había sido suplido con creces. Su cuerpo y su mente desbordaban de violencia. Necesitaba descansar. Experimentar algo de paz (ya fuera temporal o eterna). "He de volver a mi rutina, si es que eso es posible".
¿Por qué de repente se sentía responsable de lo que estaba ocurriendo? No era culpa suya que Rasputín y sus secuaces se estuvieran preparando para tomar parte en aquella guerra civil. Aunque ella había influenciado en los acontecimientos. "¡Sí! Mandé al infierno su propósito de matar a Yuli". La venganza llegaría tarde o temprano. La gente de ese calibre no toleraba muy bien el fracaso por causas ajenas. "Tenemos que prepararnos". Tenían que estar listos por que los encontrarían.
Aquella aventura había destruido su juventud, lo poco que quedaba de su inocencia y la había empujado cruelmente hacia un mundo de adultos que, a duras penas, le ofrecía otra cosa que no fuera frustraciones y desolación.
Ninguno de ellos había hablado hasta el momento. Estaban muy cansados y desanimados como para decir nada. Ivana había tratado de no mirar hacía Aleksey ni un segundo. Aquel abrazo llevaba un rato endulzando sus pensamientos. "Esta vez me salvó él", pensó mientras sonreía como una chica estúpida y enamorada. Y ese era el problema: seguía estando enamorada.
Estaba haciendo un esfuerzo titánico para no saltar a los brazos de Aleksey y besarlo. Había sido tan cálido sentir su fuerte cuerpo rodeando el de ella, que no podía pensar en otro sitio mejor en el mundo. ¿Valdría la pena estar a punto de morir sólo para tener otro poco de amor?
¿Qué estaría pensando la pareja ahora? Ninguno parecía estar cómodo o feliz de regresar a casa. "Lo arruiné todo", reconoció sintiendo un intenso pinchazo de culpabilidad. No podía estar todo el viaje con ellos. No hacía más que molestar y evitar que, tal vez, pudieran reconciliarse. "Ellos dos se van a casar".
—Me voy a estirar un poco las piernas. Llevo tanto tiempo sentada... —dijo finalmente mientras se ponía en pie y dejaba la cabina.
Caminó un poco por el coche y se fue a una de las ventanas del extremo que estaban abiertas dejando entrar un frío infernal. Sus nuevas prendas ya apenas la protegían del viento. Cerró la ventana y se quedó mirando al exterior.
Ya no llevaba aquel hermoso y extravagante vestido verde. Jamás vestiría nada como eso otra vez. Por unos segundos se había sentido una princesa. Sin embargo, estaba más cómoda con aquella ropa humilde que la caracterizaba. "Esta es quien soy. Quien siempre seré". Aquello era más un deseo que una realidad. No era posible dejar atrás tan fácil aquellos acontecimientos.
Palpó todas las partes de su cuerpo que llevaban los estigmas de aquella aventura. Puñaladas, disparos, empalamientos... Seguía sin poder creer que todo aquello hubiera pasado. ¿Acaso formaba eso parte de algún tipo de sueño tan vívido que se podía confundir con la realidad? ¿Podría despertar en su cama el mismo día de la boda? ¿Querría hacerlo? ¿Podría cambiar todas sus vivencias con Aleksey por aquella añeja normalidad? "¡Mamá estaría viva! Yo podría pedirle perdón a Yuli y trataría de olvidar a Alyosha".
La puerta de su cabina chirrió retrotrayendo a Ivana de sus pensamientos. Por ella salió Yuliya y caminó en su dirección. Le regaló una sonrisa forzada. Seguía siendo hermosa. Aquel pelo largo y pelirrojo, mecido por sus movimientos, sobre su piel blanca, donde resaltaban sus ojos azules y sus labios carnosos. Por como avanzaba, todavía parecía quedar algo de Anastasia. Pudiera ser que nunca se fuera, que tuviera que compartir a su hermana con ella. "No ha sido fácil lo que le tocó vivir", se compadeció. Había sido una experiencia desgarradora, para todos. Muchos horrores para tan corto espacio de tiempo.
—¿Cómo estás, Yuli? ¿Mejor? —preguntó mientras devolvía la sonrisa como podía.
—No del todo. Pasarán varios días antes de estar bien —dijo mientras bajaba un poco la ventana y dejaba que el viento golpeara su cara—. Gracias, Iva. De verdad.
—No tienes que agradecerme nada. Hice lo que tenía que hacer —respondió mientras todavía estaba aquella dicotomía en cuanto a sus razones de haberse aventurado a rescatarla: ella o Aleksey.
—Hay muchas cosas que tenemos por hablar. La última vez, no fue de las mejores.
Aquella discusión la perseguiría por mucho tiempo antes que pudiera sentirse libre de culpa.
—A veces... No. Estoy segura de que todo esto pasó por aquella discusión —expresó Ivana arrepentida—. Que si hubiera cerrado mi bocaza... ¡Tendría que haberte apoyado como se supone que tenemos que hacer las hermanas y no poner una carga más sobre tus hombros!
—Espero que sea broma. No es tu culpa. Que ese monstruo apareciera a la noche, no tiene nada que ver contigo. A no ser que estuvieras aliada con Rasputín —expresó con una pequeña risa.
—Por un momento, deseé que no estuvieras. Así Aleksey sería mío —confesó mientras se le humedecían los ojos—. De... después, tras lo que pasó... No puedo sentirme bien. Yo... yo atraje el mal a casa.
—No seas tonta. Queda más que evidente, que no sentías eso de corazón. O no habrías venido a buscarme. No sé cómo habrás convencido a mamá para que te deje ir...
Yuli miró a Ivana a los ojos. Ya no eran lágrimas de culpa. Había algo más. Algo por lo que estaba llorando con mucha tristeza. "¡No! No puede ser".
—Dime que mamá está bien...
Ivana la abrazó con fuerza y lloró desconsolada. Después de aquella aventura, nada bloqueaba a la terrible verdad: su madre no estaba más con ellas. Ahora eran pobres y huérfanas.
—Murió... Aleksey fue quien la encontró. ¿Entiendes porque me siento tan culpable?
No era justo que Ivana se acusara por lo acontecido. Si no la hubieran buscado para convertirla en Anastasia, nada de esto le habría pasado. ¿Por qué tenía que parecerse tanto? ¿Por qué ella tenía que sentirse culpable por algo que no podía controlar? No, era aquel miserable de Rasputín. Él era el autor de tanto mal. No ellas.
—En todo caso, yo sería la responsable —reconoció Yuli mientras se secaba las lágrimas de sus ojos—. Si no me hubieran buscado... Pero sabes que todo esto es mentira. Tú y yo sólo fuimos peones. No es nuestra carga como para que la arrastremos, Iva —dijo ahora secando las lágrimas de Ivana—. Eres culpable de otras cosas, claro. Pero no mataste a nadie. ¿Está claro?
Por un momento, un pequeño momento, sonrieron. Pasara lo que pasara, eran la única familia que tenían. No había nadie más. Solamente ellas dos. Se abrazaron por un largo rato, aliviadas.
—Sé que estás molesta con Alyosha por lo que pasó en la cueva —cortó el silencio Ivana. Era un tema complicado, pero que tenían que hablar—. No fue más que un abrazo de un amigo, a pesar de que yo quiera pretender algo más.
—No sé qué, pero él siente algo por ti. Algo cambió durante el rescate, que ya no te mira como la niña que había pensado que eras. Hay algo más. No sé si es cariño, admiración o... amor —esto último le costó un mundo a Yuli decirlo.
No podía ser ciega a la evidencia. Era posible que él estuviera confundido y que Ivana no fuera una mujer cualquiera para él.
—No hagas esto, Yuli. Tú te vas a casar con él. Y yo seré feliz. No hay nada más. No lo separes de ti, por favor. Ambos os necesitáis.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—El amor se siente. Yo sentí de él algo, una calidez que viene del cariño, como dijiste. El amor es algo más. Además, lo besé.
—¿Cómo que lo besaste?
—Sí, lo besé cuando lo rescaté en Perm. Pensé que moriría, que no lo lograríamos. Entonces... entonces, después de escapar, aliviada, malinterpreté sus palabras de ánimo y lo besé. Pero no me correspondió. Se enfadó conmigo y me pidió que regresara a Krasno, pero yo no quería. Tenía que encontrarte —relató mientras un par de lágrimas volvían a caer por sus ojos. No era nada fácil de sentir—. Él no me ama. Me querrá como... no sé. Yo no soy la mujer para él. Soy apenas una niña tonta enamorada de la persona equivocada. ¡Pero no te preocupes! Que lo voy a olvidar. No quiero, que sea incómodo cada vez que nos veamos.
Ivana se escondía tras una forzada sonrisa, sabiendo que era la mentira más grande del mundo. Ella se iba a marchar de Krasnovishersk nada más tuviera la oportunidad de despedirse de su madre. No iba a estar en la boda. No podía estar allí. Sabía que eso le dolería a Yuli, pero también la aliviaría. "Es el mejor regalo que le puedo hacer".
—Es injusta la vida, ¿no? —dijo Yuli unos segundos después—. Ojalá todo hubiera sido distinto. Siempre somos nosotras las que tenemos que sufrir.
—Esto ya se terminó. Ya sólo queda disfrutar nuestra vida.
—No podemos quedarnos en Krasnovishersk. Ninguno de los tres.
Entonces Yuli pensaba igual que ella. Sabía que aquellos días habían dado vuelta todo. Quedarse allí era poner en peligro a todo el mundo. No querían ser causantes de una matanza sin sentido. No después de todo lo que había pasado ya.
—Lo sé. El funeral de madre será la última vez que estemos allí, juntos.
—No vas a estar en mi boda entonces.
—No puedo, Yuli. Sé que no me vas a poder comprender. Pero todavía no estoy preparada. Perdóname...
—No tengo nada que perdonarte, Ivana —dijo mientras ponía un dedo en los labios de su hermana—. El amor no es un sentimiento que puedas elegir. Siento de verdad que hayas tenido que sufrir así. No te lo mereces.
—Ninguna nos merecemos nada así.
Se quedaron varios minutos viendo el paisaje correr ante sus ojos sin decir nada. En silencio y abrazadas. Era la primera vez que viajaban en tren juntas. Que veían paisajes distintos y a la vez similares. Que rodeaban las grandes montañas y descubrían su interior.
—¿Te gustó el vestido que tenías puesto anoche? —preguntó Yuli mientras regresaban a la cabina—. Hacía juego con tus ojos.
—Era bonito, pero muy incómodo.
—Tienes que acostumbrarte al corsé y a todas las tonterías que te ponen debajo.
—Sentí vergüenza cuando me ayudaron a vestirme. ¡Le pregunté a la sirvienta si era necesario que me viera desnuda! Ya me incomodó verla cuando estaba en la bañera y me traía jabón y la toalla. ¡La eché como varias veces!
—Me lo imagino —expresó con una sincera sonrisa Yuli mientras volvían al interior de la cabina.
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