Capítulo 28

Aleksey corría con Yuli en sus brazos, alejándose del palacio mientras se desesperaba por no ver a Ivana siguiendo sus pasos. ¿Por qué no los había alcanzado todavía? Los gritos que venían de Ipátiev le hicieron temer lo peor. "No puede ser. Ella está bien", trató de convencerse. "Si me salvó dos veces, será capaz de salir de esta...". ¿En qué estaba pensando? Ivana no era un soldado preparado para combatir. Ni siquiera podía levantar su hacha.

—Frena, Alyosha —pidió Yuli—. Tenemos que volver por Ivana. No puedo entender en qué estaba pensando esta niña, pero no podemos dejarla a su suerte.

—No hay nadie que la entienda —dijo con una sospechosa sonrisa—. Ya me salvó la vida dos veces. ¡Ella! ¿No se supone que debería ser al revés?

¡Y sí! Lo lógico era que Aleksey la hubiera rescatado como lo había hecho con Anatoly la primera noche del viaje o de los escombros de la casa; pero no. Por dos veces Ivana había arriesgado su vida para salvarlo. Y aquella segunda vez... había sido distinto. A pesar de que él había tratado de alejarla y no había sido muy cariñoso, Ivana no había tenido reparos en... "Estaba dispuesta a dar su vida por mí". Aquello era algo que lo superaba. "¡No tiene sentido!". ¿Desde cuándo el amor atendía a razones?

—No... no sé cómo decirlo... Pero es obvio que te ama. Y mucho —comentó Yuliya triste.

Nadie se jugaba la vida tantas veces por un capricho. Yuliya reconoció que había estado equivocada con su hermana. De alguna forma, Ivana se había enamorado perdidamente de Aleksey. Jamás habría pensado que las dos terminaran bebiendo los vientos por él. "No hay forma de no rendirse ante esa mirada".

¿Qué sentiría Aleksey por Ivana? Era evidente que habían pasado por mucho durante aquel viaje. Una de las aventuras que tanto le gustaban a Ivana. Un sueño hecho realidad. Una experiencia que podría haber servido para desengañarse, había fortalecido un sentimiento, a priori, no correspondido. ¿Podía enfadarse con Aleksey por haber permitido que algo así ocurriera? Yuliya tenía miedo de conocer cuánto habían cambiado su hermana y su prometido tras ese viaje.

Entonces recordó aquella visión en el palacio de Ipátiev. Los dos juntos en una misma cama. Era más que evidente que eso no había sido más que una manipulación del monje. Pero ¿cuán lejos se encontraban de que algo así pudiera pasar? "¿Querrá casarse conmigo todavía? ¿Me seguirá amando?".

Dudó si era buena idea de ir a por Ivana...

El mero hecho de pensar en algo así, la traspasó por completo. "¡Es mi hermana!". No importaba todo lo que pudiera pasar entre ellas, no podía dejarla morir tras todo lo que había hecho para salvarla. Tal vez no se hubiera puesto delante de un arma para defenderla, pero todo lo que había sufrido... "Lo hizo por mí. Por mucho que me moleste que esté enamorada de Aleksey, estoy aquí por ella". El intento de sacrificio de Ivana no sólo había evitado la muerte de Aleksey, sino la de ella. Había logrado desterrar a Anastasia de su interior. Tenía el control de su cuerpo. ¡Era libre, por Dios!

—Cuando volvamos a Krasnovishersk me tienes que contar todo lo que pasó durante vuestro viaje.

—Por supuesto, mi amor —respondió solícito.

¿Realmente seguía siendo su amor? O, ¿era la costumbre la que lo empujaba a llamarla así? Por un momento, sintió miedo. No quería perder a Aleksey. Era lo único que la había hecho realmente feliz desde la muerte de su padre. Su madre, Ivana y ella siempre habían estado juntas para aquellos momentos de tristeza. Pero no era suficiente para hacerla olvidar lo duro que había sido la vida. Allí aparecía Aleksey, no sólo para ayudarla, sino para sanar los dolores de su corazón. Era difícil de explicar cuánto la había sanado el amor. "Tienes que vivirlo para entenderlo".

Ivana iba a poner en peligro el único rayo de luz de su oscura existencia. ¿No se merecía ella también la felicidad? ¡Desde luego que sí! Pero no era necesario que fuera con el mismo hombre. ¿No podía haberse enamorado de otro? En Krasnovishersk había muchos que estarían dispuestos a darlo todo por ella. "Pero no, Ivana lo quiere a él".

Tuvieron que callejear en vez de tomar la ruta más directa hasta el palacio. Las calles se habían llenado de los soldados del ejército negro y disparaban sin contemplaciones a civiles y a unos pocos militares comunistas que habían quedado destacados en Ekaterimburgo. Estaba siendo una carnicería digna de una pesadilla.

Yuliya y Aleksey corrían tratando de ignorar los gritos y los cadáveres desperdigados por todas partes. En cada esquina, frenaban, se asomaban y avanzaban hasta llegar al siguiente cruce para repetir la misma operación. En varias ocasiones, habían tenido que cambiar de camino, evitando el encuentro con los soldados humanos o aquellos hombres de metal. Ambos estaban armados hasta los dientes y, estos últimos, tenían una armadura metálica que los hacía casi indestructibles.

—A este ritmo no vamos a llegar nunca —reconoció Aleksey—. ¡Son demasiados!

—Rasputín me enseñó... enseñó a Anastasia sus puntos fuertes y débiles. Unos todavía son hombres, con partes de máquina; los otros... no estoy segura. Nos tenemos que concentrar en la cabeza. Esa es nuestra única posibilidad.

—¿Estás dispuesta a matar, Yuli?

¿Tanto había influenciado Anastasia en ella? Yuliya jamás habría pensado en la posibilidad de buscar un arma y, muchos menos, de matar a nadie. "Estas no son las circunstancias en las que me habría gustado moverme. Ni de lejos". Tenía que adaptarse o morir.

—Sí. Tengo que defender a mi familia, Alyosha. Te tengo que defenderte. Por lo visto necesitas ayuda con bastante frecuencia —respondió con una pícara sonrisa.

—¡Ah, bueno! ¿Ahora soy objeto de tus burlas? Te tengo que informar... —se tomó unos segundos antes de continuar. No era nada agradable de decir. Casi le sobrevino aquel terror de pensar en lo que significaba arrebatar una vida—. Yo... yo ya maté.

—¿A quién? —preguntó sorprendida Yuli. "¿Qué pasó durante ese viaje?".

—Anatoly, el reclutador blanco y dos soldados blancos más. Trataron de sorprenderme por la espalda, asesinarme y... Anatoly estaba... Ivana estaba en peligro. No podía defenderse. Aún estaba recuperándose del ataque del monstruo.

—Entiendo.

—Me enfureció tanto... ¡No podía dejarlos libres! Sólo dios sabe a cuántas muchachas les habrán hecho lo mismo.

Por esas cosas se había enamorado de él. No porque fuera capaz de matar. "Aunque un poco sí". Sino por ser tan atento con los demás. Preocuparse de los que menos tenían, defendiendo a los desvalidos. "Él nos cuidó de esa manera cuando falleció padre". Eran esas cosas las que lo hacían distinto a los demás. Muchos se habían acercado para aprovecharse de su necesidad. Se habían quedado sin nada con la muerte de su padre. Todo lo que veían aquellos supuestos hombres de Krasnovishersk era tres mujeres sin ingresos a las que extorsionar. ¿A cuántos usureros había echado Aleksey hacha en mano? Se había creado muchos enemigos por eso. Casi perdía su trabajo. El jefe del otro grupo de leñadores del pueblo, relacionado con esos usureros, lo había amenazado de muerte. Por fortuna, Alyosha era muy respetado y las amenazas cayeron en saco roto.

—¡Quietos! —exclamó un soldado que los había sorprendido por la espalda—. Daos la vuelta, muy despacio.

—Tu nombre soldado —ordenó Yuli tratando de imitar lo más que podía el porte altivo de Anastasia.

—Yuri, su majestad imperial.

—¿Vas a matarme? ¿Abrirás fuego contra tu emperatriz? ¿Volverás a hacer lo que otros ya hicieron antes?

El soldado estaba dudando. Se le había dado la orden de matar a todo lo que se encontraran. Pero no a la emperatriz Anastasia. Ella era su líder. La cara del movimiento ante el mundo. Aunque había fallado en la prueba de matar a los traidores. Sin ir más lejos, iba con uno de ellos. ¿Los había traicionado Anastasia?

—Majestad, vais acompañada de un traidor —dijo mientras su pulso temblaba. Yuli tenía miedo de que el soldado apretara el gatillo por error. El rifle temblaba en sus manos peligrosamente.

—Hubo una confusión cuando lo arrestaron a él. Ya lo hablé con el comandante, Yuri. Te estaría muy agradecida, que bajaras tu arma y nos dejaras pasar —expresó seductoramente mientras se acercaba a él acentuando el movimiento de sus caderas.

Cuando estuvo a la distancia apropiada, levantó su mano y acarició su rostro con mucha ternura. Los ojos de Anastasia brillaban, su sonrisa mostraba una curva muy sensual. El soldado no podía creer que eso estuviera pasándole. Cuando se lo contara a sus compañeros...

Con un velocísimo movimiento, Yuliya golpeó al confiado de Yuri en la boca del estómago haciéndolo caer en el suelo cortándole la respiración. Aleksey aprovechó para patearle la cabeza y agarrar su arma, una vez quedó sin sentido.

—¿Dónde diablos aprendiste a hacer eso? —preguntó mientras avanzaban por una nueva calle.

—Kawamura sensei, un profesor que enseñó Karate a Anastasia —respondió satisfecha.

—¿Te acuerdas de las cosas que hacías cuando eras... Anastasia?

—Algunas. Era como si estuviera en un extraño sueño.

—Te prometo que no te pienso discutir nada.

—Más te vale.

Ambos sonrieron. Yuli lo hizo de la misma preciosa manera que había robado el corazón de Aleksey. A pesar de las circunstancias, estaba animado, de buen humor. ¿Cómo era posible no amarla o no querer estar con ella hasta el fin de sus días? Era tan distinta a Ivana...

¿Pero por qué tenía que compararlas? No tendría que haber lugar a la duda. "Es Yuli. Sólo puede ser Yuli".

La miró nuevamente. Parecía una diosa con aquel vestido. El peinado ya no estaba tan armado pero aquellos mechones que se escapaban del recogido le daban un toque muy sexy. ¿Por qué no la había agarrado todavía para besarla? Se había jugado el cuello para volver a sentir aquellos labios rojos y carnosos.

Frenó. Tenía a su futura mujer corriendo delante de él. Hasta había pensado que no volvería a verla mientras lo interrogaban en Perm. Había estado muy cerca de que los interrogadores dejaran los puñetazos y empezaran con los cuchillos. Temblaba sólo de recordarlo. Cuando había sido detenido también en la estación de Ekaterimburgo creyó que terminaría fusilado en algún oscuro callejón. Incluso aquella loca de Anastasia había estado a punto de volarle la cabeza.

No aguantó más. Aleksey agarró por el brazo a Yuli, la atrajo hacia él y la besó con todas las ganas que tenía. Ella le correspondió. Envolvió sus dedos con los largos y rubios cabellos de Aleksey mientras desahogaba su frustración. Había tenido mucho miedo de perderlo. Él había sido el único motivo por el que había luchado contra Anastasia. Nada más le importaba.

El palacio estabafrente a ellos como un privilegiado espectador. Allí todavía los esperaba Ivana y el desafío final.


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