Capítulo 13
El relincho de los caballos despertó a Ivana. Trabajosamente se incorporó venciendo a sus extremidades entumecidas por una noche fría durmiendo en la misma posición, dada la molestia que le provocaba la herida en su costado. Aleksey ya estaba levantado acariciando los caballos con ternura, mientras les daba un par de zanahorias para comer. De lo poco que sabía de mitología, podría imaginárselo como el todopoderoso Hércules. Joven, fuerte, hermoso. "Es un semidiós". Pensó mientras lo miraba embobado.
—¡Buenos días, Iva! —exclamó una vez la descubrió despierta—. Te preguntaría si dormiste bien, pero con los ronquidos de anoche casi podría asegurar que sí.
—¡Yo no ronco! —replicó enojada.
—No hay forma que lo niegues. Casi temía que pudieras alertar a cualquiera que viajara cerca —dijo mientras prorrumpía en una sensual sonrisa de sus bien colocados dientes.
Incluso en eso parecía un semidiós. ¿A cuántos chicos de su edad conocía con esa dentadura con todas sus piezas y de dientes casi blancos? "¡Oh, dios!". ¿Por qué le tenía que pasar eso a ella? Si la hubiera dejado con Boris, no tendría que estar refrenando sus fantasías o el impulso de saltar encima de él y comérselo a besos.
—Estoy un poco resfriada —indicó entre el enfado y la timidez.
—Te voy a tener que dar una manta extra —comentó con una genuina preocupación—. No quiero que empeores.
—No te preocupes. No estoy como para talar árboles, pero no tienes nada que temer.
—Me alegro. Ahora bien, ¿qué piensas hacer? ¿Te quedas o te vas?
Esa era la pregunta que le había carcomido la cabeza desde que había recuperado el sentido. Le había costado dormir aquella noche mientras le daba miles de vueltas al tema. En su ensoñación había determinado que, acompañar a Aleksey, pondría su vida en peligro, afrontado pruebas que exigirían lo máximo de ella y que podría terminar con los dos a los besos. "Si ese fuera el resultado, no tendría dudas", había pensado con el correspondiente cargo de conciencia.
Yuli, no obstante, estaría en peligro. Desesperando por ayuda y ser salvada (al menos así estaría ella si compartiera esa misma situación). Eso era lo que realmente tenía que tenerla preocupada. El miedo que podría estar pasando sola encerrada en alguna oscura celda, siendo vigilada por la maléfica bestia que se la había llevado. Cada minuto perdido podría significar la vida o la muerte. No podían retrasarse por nada. "En eso tengo que enfocarme", sentenció.
—Por mucho que me duela, volver a Krasnovishersk no va a devolverle la vida a mamá. Pero que yo vaya contigo, si puede salvar a Yuli —aseveró—. No puedo parar de pensar en eso. Ella es lo único que me queda.
¡Qué triste era la realidad! Ivana estaba sola. No tenía a nadie más. Yuliya se casaría con Aleksey y formaría su familia. Ella no podría ser parte de ella. El matrimonio no se componía de tres personas. Eran dos. Ivana estaba fuera de lugar. Y, en el peor de los casos, si no lograban encontrar a Yuli, Aleksey no la cuidaría como había hecho con su hermana. Lo último que querría sería preocuparse de una niña, que era como la veía. Estaría tan destruido, sería incluso capaz de dejar Krasnovishersk. "Ahora mismo se preocupa por mí porque no le queda otra. Si hubiera dependido de él, me habría dejado con alguien en Krasno. Ni siquiera se habría preocupado en llevarme con él". Estaba desoladoramente segura de que él jamás podría amarla, pasara lo que pasara.
—Te equivocas, Iva. También me tienes a mí. Hace tanto tiempo que nos conocemos, que me duele que no puedas pensar en mí como alguien de tu familia.
Le gustaría decirle que ella no lo quería como su familia o como su hermano. Era mejor estar sola en el mundo que con alguien a quien ella amaba y no podía entregarse. Tenía que morderse la lengua por expresar algo que supondría un gran problema para los dos. Sus palabras podrían arruinarlo todo. "La vida de Yuli, la de Alyosha.... La mía".
—Soy una tonta —reconoció—. Tienes razón, siempre te tendré a ti a mi lado.
—No lo dudes nunca, pequeña.
Haciendo caso omiso a la última palabra caminó hacia el río. Allí bebió un poco de agua y se lavó la cara. Estaba tan fría que podía sentir que pinchaba su piel. Aquel día era especialmente gélido. Dormir a la intemperie no era opción aquella noche.
—Tenemos que encontrar algún sitio donde descansar. Cada vez hace más frío y, si tanto te preocupas por mí, me tendrás que llevar a algún lugar cálido —expresó Ivana una vez regresó.
—En eso estaba pensando. No tengo dinero como para ir a alguna posada. Tampoco sé si alguien querrá hospedarnos. Podríamos ser bandidos. Tener cara de niña buena no significa que lo seas.
—Para que lo sepas, ya no soy una niña —espetó un poco molesta. Le cansaba que la tratara como una cría.
—No te dije que lo fueras. Sino que lo parecías. Es evidente que eres ya una mujer... —dijo mientras la señalaba con la mano.
Quien se ruborizó ahora fue él. Verla desnuda en casa de Boris había sido algo involuntario e inesperado. Mas la imagen no podría borrarla de su cabeza. Jamás había visto a Yuliya sin ropa a pesar de los momentos de pasión que ambos compartieron. Le pareció tan curioso a la par que inquietante compartir ese encuentro tan íntimo con Ivana.
—¿Por... por qué te sonrojaste?
De inmediato se fijó en sus ropas. No eran de ella, de hecho, le sentaban un poco grande. ¿Acaso él la había cambiado de ropa? ¡La había visto desnuda!
—T... tú... ¿Tú me desvestiste? —preguntó entre la excitación y la vergüenza mientras se tapaba inútilmente con sus brazos.
—¡No! Te prometo que no fui yo. ¡Fue el doctor! Tenía que sacarte la ropa que llevabas. Estaba sucia y tenía que limpiar la herida... Fue... fue sin querer.
De inmediato se dio la vuelta totalmente sonrojada. No podía creerse que algo así le pudiera pasar. Si después de aquello la seguía tratando como su hermanita, estaba sentenciada. "Nada le hará verme como otra cosa".
—Te... te prometo que fue apenas un leve vistazo. ¡Sí! Casi podría decir que no vi nada —continuó con una risa un tanto incómoda—. ¿Te parece que retomemos el viaje?
Así hicieron. Levantaron el campamento y en pocos minutos estaban en dirección sur. Ninguno habló por un rato. Ivana seguía perdida entre el ardor de aquella erótica situación y el pudor que le causaba saber que había alguien ya la había visto desnuda. En ningún momento se preocupó por Boris el doctor. ¿A cuántas mujeres habría visto como dios las trajo al mundo? A todas las del pueblo seguro que por algún motivo u otro. Ese era su trabajo. En cambio, Aleksey, por muy corto que fuera ese vistazo... La conoció antes a ella que a su hermana. "Una estúpida victoria a mi favor".
—Al final nunca definimos qué íbamos a hacer para buscar alojamiento —indicó Aleksey, pasado un largo rato.
—Podríamos hacernos pasar por hermanos —ofreció Ivana.
Le habría gustado jugar la opción de la pareja, pero estaba segura de que sería fulminantemente rechazado por Aleksey. A lo que ella le habría respondido:
—Ya me viste sin ropa, ¿qué problema hay en compartir lecho?
Sería una situación muy incómoda para él. Divertida para ella. Aunque pensó en Yuli. "Después tendría que verla a la cara y decirle todo lo que hice. No quiero hacerle más daño del que está sufriendo". A pesar de ese momento de placer, no podía ocurrir nada entre los dos. "Yo no puedo propiciar nada así. No puedo traicionar a Yuli, más de lo que ya hice".
—Vamos de viaje por algún motivo y se nos hizo de noche... No sé... Podemos inventar mil cosas.
—Podemos decir que trataron de asaltarnos —sugirió Aleksey mientras se miraba las manos heridas por la pelea con los blancos.
—Nunca me llegaste a decir qué pasó. Esas heridas no son de cortar árboles o pescar. Son bastante recientes —dijo mientras se aproximaba con su caballo y le agarraba una de sus fuertes manos y las miraba más de cerca. Su corazón latía mil por hora mientras sentía su áspera piel al tacto.
—Salimos de Krasnovishersk acompañados por un reclutador del ejército blanco. Iba a alistarme si me ayudaban a encontrar a Yuli.
—¿Vas a alistarte? —preguntó sorprendida Ivana.
Más de una vez había escuchado su aprensión a luchar por alguno de los bandos. Aleksey era un total escéptico en cuanto a los ideales de la revolución y de los conservadores. No creía en las posiciones de ninguno de ellos. Y del movimiento que más le simpatizaba (los verdes), eran un hatajo de inútiles desorganizados que no serían capaz ni de ponerse de acuerdo en ver quién saldría primero de una habitación.
—No, ya no —respondió aliviado—. La noche antes que despertaras, fui sorprendido por dos soldados mientras estaba en el bosque. Me pegaron, pero yo les hice más daño. Cuando volví al reclutador, él...
—¿Él? —preguntó atrapada en la historia.
—Él... él no pretendía nada bueno contigo. No llegó a hacerte nada porque lo saqué volando. ¿No recuerdas nada?
—Me... me salvaste la vida, otra vez —respondió sorprendida Ivana—. Creí que había sido una pesadilla. No era muy consciente de lo que era real o no.
Recordaba a un hombre enjuto tratando de besarla mientras lloriqueaba, tan débil que no era capaz de resistirse. Cualquier cosa podría haberle acontecido. El mero pensamiento la aterraba. "Pero Alyosha me salvó... de nuevo".
—No es para tanto. Sólo hice lo que tenía que hacer. No podía permitir que te hicieran daño.
—¿Qué pasó con ellos?
Aleksey se tomó unos segundos para responder. Ivana supuso que no podría ser nada bueno.
—Tu... tuve que matarlos —respondió un poco avergonzado—. Si ellos estuvieran vivos... no creo que hubiéramos llegado muy lejos.
Ivana se quedó sin palabras. Aleksey jamás había matado a nada ni nadie. ¿Por qué debería de hacerlo? Era un leñador. Ni soldado, ni cazador. Un simple leñador que, a pesar de su corpulento cuerpo, no era más peligroso que lo que podría haber sido ella.
—Perdón...
—¿Por qué me pides perdón? —preguntó extrañado.
—Me siento responsable de eso. Jamás hiciste nada así. Pero ahora...
—Hice lo que tenía que hacer para protegernos. Ni más ni menos —expresó con seriedad—. Desde el momento en el que dejé el pueblo sabía que este momento llegaría. No puedes pasar por un campo de batalla sin quitarle la vida a alguien. En cierto modo, prefiero que haya sido así.
—¿Por qué?
—Porque te cuidé. Eso tiene más sentido para mí que matar sólo porque me lo ordena un capitán, defendiendo unos intereses ajenos. Una persona que está sentada tranquilamente en su casa mientras los pobres diablos como yo nos jugamos el cuello. Pero fue por ti. Y si la situación se repitiera, lo haría de nuevo.
—Creo que Yuli es una mujer muy afortunada. Encontrar a un hombre como tú, es un sueño.
—No exageres.
—No seas tonto. No sé cuántos hombres arriesgarían su vida por una mujer. Ojalá yo fuera tan afortunada.
Aleksey no sabía qué decir. Pudiera ser cierto que no hubiera personas tan atrevidas como él. No estaba seguro de llamarlo valentía. Era más bien que algo lo compelía a no quedarse esperando por cosas que no iban a ocurrir. Todo era el fruto del amor. Por Yuli haría todo lo que fuera necesario.
—Sigamos, antes que se haga tarde —decidió Ivana—. Todavía tenemos que decidir qué vamos a decir cuando encontremos algún lugar donde quedarnos.
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