Capítulo 11
Aleksey avanzaba lentamente a caballo. Bien cerca estaba Ivana asegurada a su yegua con un par de sogas. No había querido incomodarla llevándola con él. "Podría sentir vergüenza estando tan pegados", pensó. En un par de ocasiones tuvo que hacer de sus reflejos virtud, para agarrarla del brazo o del abrigo antes de caer. Sus nudos no eran tan buenos como él había pensado. Ahora los dos caballos iban pegados el uno al otro, tan juntos que Aleksey podía abrazar a Ivana siempre que se tambaleara más de lo recomendable.
A pesar de que llevaban varias horas de marcha, no había sido capaz de definir cuál sería su plan de acción. Ekaterimburgo era su destino, sin lugar a duda. Pero los pocos víveres que tenían, no le servirían para llegar sin parar en Perm u otra población. Cuán seguro sería cualquiera de esos pueblos, nadie podría decirlo. Estaban cerca de zona blanca. Pero los rojos también se movían por ahí, de acuerdo con Anatoly. "Bien podría ser mentira". Incluso estaba ese supuesto ejército negro.
Había pensado en hacerse pasar por un viajero acompañado de su esposa, siempre que fuera interrogado. Aunque, si alguien se fijaba en sus manos, las hallarían magulladas por la pelea en el bosque. "Fácil. Fui atacado por bandidos". Estaba armado también con pistolas claramente militares. "Se las robé a los bandidos que me habían asaltado". ¿Y por qué no habían usado esas armas contigo? "Sinceramente, no lo sé".
De repente comenzó a darle vueltas a lo sucedido la noche anterior. Podrían haberlo matado por la espalda, pero no lo hicieron. "Si me iban a matar, ¿por qué no lo hicieron sin más?". Temió haberse extralimitado. Tres cadáveres descansaban sobre sus hombros. Sintió arcadas. Bajó rápidamente del caballo y corrió a la vera del camino para vomitar.
—¡Maldita sea! —exclamó enojado mientras se limpiaba la boca.
Regresó a los caballos y rebuscó en la mochila de Anatoly. Encontró un par de hojas de menta que el viejo solía masticar para combatir el mal aliento que parecía acompañarlo siempre. Las agarró y las masticó mientras se montaba en su caballo y reiniciaba la marcha.
Trató de pensar en qué iban a hacer con la comida. No tenían muchas reservas. Anatoly tenía lo justo para él y dos personas más que no durarían más de un par de jornadas. El encuentro con los otros soldados le confirmaba que dos de esa compañía sobraban. "O al menos uno".
Ivana apenas había probado bocado. En aquel estado no ingería otra cosa que no fueran caldos o sopas. Pero eso iba a cambiar cuando ella despertara. Ivana tendría que comer más para recuperarse lo antes posible; por ende, las raciones decrecerían lo suficiente para que tuvieran que avituallarse mucho antes de llegar a Ekaterimburgo.
Por un momento meditó en cazar algo para comer. "Habría sido una solución viable si supiera rastrear", sentenció Aleksey. No era capaz de distinguir la guarida de una serpiente de una liebre. Tampoco conocía la zona o la fauna que podría haber por allí. Con ese maldito frío, cualquier cosa podría estar esperándolo. Para colmo, no contaba con las herramientas necesarias para cazar. "Ni si quiera tengo mi hacha". Usar las pistolas alertaría a todo lo que estuviera cerca de su presencia. Maleantes o soldados serían atraídos como moscas a la miel. Y toda clase de vida salvaje huiría despavorida. Y tampoco sería recomendable gastar las pocas balas que le quedaban. Entendió entonces las palabras de su padre cuando era niño:
—No por que seas leñador significa que no puedas ser cazador. El conocimiento es poder. Y eso te puede salvar la vida.
Desde su niñez, su padre había pretendido que Aleksey abriera la mente. Que fuera otro tipo de persona y que no siguiera sus pasos como un simple leñador. Aleksey no veía qué tenía de malo eso. No aspiraba otra cosa que estar cortando leña en Krasno. Quizás había sido capaz de entrever entre los tejidos del destino para determinar que su hijo terminaría luchando por su vida. "Pero ¿quién demonios se iba a imaginar que algo así habría de suceder?".
—Ni siquiera soy capaz de distinguir una maldita baya venenosa —se recriminó.
Aleksey decidió parar de nuevo a la vera del río Kama. Como las veces anteriores, tuvo que quebrar la capa de hielo que cubría la superficie más cercana a la orilla para que los caballos pudieran beber. Por fortuna, mientras la rompía con una piedra, apareció un lucio que Aleksey atinó a cazar. Sería un buen cambio de menú.
Encendería una pequeña fogata alejado de la ribera y del camino. No le interesaba que lo descubrieran desde ningún tipo de medio de transporte. Dado su caudal, la superficie del Kama no llegaba a congelarse en su totalidad por lo que seguía siendo una vía muy usada por comerciantes y viajeros. "Si Anatoly no hubiera pretendido algo extraño con nosotros, esta era la ruta lógica". Sin embargo, el reclutador había asegurado que el próximo barco no saldría hasta dentro de tres jornadas (a la postre una más que probable mentira para poder emboscarlo).
Estableció su campamento en un punto intermedio entre el camino y el río. Tanto Ivana como él necesitaban descansar. Aunque antes podría atreverse a buscar algo de fruta que sobreviviera al frío. "Con tantos árboles, algo tiene que haber...".
—Al... Alyosha...
Ivana lo sorprendió llamándolo con un débil tono de voz. Era la primera vez que estaba lo suficientemente lúcida como para hablar, desde que la había encontrado bajo los escombros de la casa. Corrió a su lado y agarró su fría y pálida mano.
—No te esfuerces Iva, tienes que descansar —aconsejó con una tierna sonrisa—. Perdiste mucha sangre tras la tormen... bueno... tras esa noche.
—¡Madre! ¡Yu...! ¡Ah! —exclamó al acordarse de su hermana con el consiguiente dolor de la herida al intentar incorporarse.
—¡No te muevas, por favor! Cuando estés mejor, ya te cuento que pasó. Ahora duerme. Tu cuerpo lo necesita.
Ivana asintió y se dejó vencer por la fuerte mano de Aleksey que la empujaba hacia un par de mantas que trataban de aislarla del suelo de pasto húmedo. Los pocos días de sol habían permitido que la capa de nieve se fundiera y que se cristalizara conforme la temperatura descendía. "Ni siquiera una tienda de campaña trajo este infeliz", pensó molesto por no haber podido encontrar un lugar más seco.
—Gracias —expresó Ivana por medio de susurros.
—Ahora en un rato comemos. Sólo duerme un poco más.
El lucio asado no había sido el manjar que esperaba. La falta de especias, para darle un mejor sabor, habían conspirado en su contra; no obstante, no había estado tan mal. Era un buen cambio para una dieta que se componía de manzanas, nabos, varias patatas y un poco de carne deshidratada. Aleksey le ofreció a Ivana una manzana de postre, tras una gran porción de pescado. Su restablecimiento dependía directamente de una alimentación saludable y completa. Aleksey podía permitirse el lujo de comer un poco menos. "Ya estoy acostumbrado a dormir con el estómago casi vacío", reconoció apenado.
—¿Cómo estás, Iva? —preguntó una vez terminaron de comer. No quería pensar más en la dura vida que le había tocado.
—No tan mal. ¿Dónde estamos?
Llegaba el momento que más temía: contarle todo lo acontecido un par de días atrás. Las nuevas que tenía para darle eran de todo menos agradables. "Espero que su mente sea tan fuerte como su cuerpo".
—De camino a Ekaterimburgo.
—¿Por qué estamos yendo a...? ¿Dónde está mi madre? ¿Y Yuli?
—¿Qué es lo último que recuerdas de la noche de la víspera de la boda?
Ivana hizo el intento de hablar, pero se frenó. Al parecer le costaba recordar aún qué había pasado. Si bien la herida en el costado había sido fea, también tenía una contusión en la cabeza que probablemente hubiera afectado a su memoria.
—No... no estoy muy segura... Recuerdo que fui a la cama, pero... —dijo tras unos segundos de esfuerzo. Entonces abrió los ojos de par en par. El terror vistió su expresión y comenzó a temblar—. ¡Un... un monstruo! ¡Un monstruo nos atacó y destruyó nuestra casa!
—Tranquilízate, Iva. Ya pasó. El monstruo ya no está más —aseveró mientras sujetaba sus hombros con firmeza.
—¿Do... dónde están? ¿Dónde están mamá y Yuli? —preguntó alarmada. No era de lo más normal que ella estuviera con Aleksey lejos de Krasnovishersk.
—No... no sé cómo decirte esto.
—¡Oh, Dios! Por favor no me digas...
—Me temo que... Tu madre... tu madre... Lo siento, Iva.
—¡No! ¡Dime que no es cierto, Aleksey! ¡Mamá está viva! No... no puede... no puede irse... ella está en casa... ¡Me estás mintiendo! ¡Ella está en casa preparando la cena!
Aleksey la abrazó fuertemente mientras Ivana lloraba desconsolada. En un abrir y cerrar de ojos su vida había cambiado por completo. Se había acostado con una previsión de levantarse en un día de bodas. No obstante, algo había pasado que había destruido su casa, casi la había matado y cuando por fin lograba despertar, su madre estaba muerta.
—¿Do... dónde está... Yuli? —preguntó entre sollozos.
—Se la llevaron. Es... es muy inverosímil lo que te voy a decir... Al parecer, está en Ekaterimburgo. Pueda ser que estén buscando mujeres que...
—Mujeres que qué...
—Que se parezcan a Anastasia. Ya, ya lo sé, es una locura —replicó después de ver la cara de Ivana—. Pero es la única pista que tengo.
—Algunas veces le dijeron eso a Yuli —comentó mientras se secaba las lágrimas—. Pensaba que querían coquetear con ella.
—Yuli no fue la única que se llevaron.
—¿Enterrasteis a mi madre? —preguntó otra vez al borde del llanto.
—Borya me prometió que lo iba a hacer. Un entierro cristiano como ella siempre quiso.
—Quiero volver, Alyosha. Quiero estar en su entierro.
—No puedo volver, Iva. Cada minuto que pasa, es un minuto en el que la vida de Yuli está en peligro. Tú tampoco estás con fuerzas como para regresar. Eso sin hablar de lo peligroso que pueda ser que viajes sola.
—Entonces mamá no tendrá el entierro que habría querido. Ni Yuli ni yo estaremos —replicó mientras derramaba unas pocas lágrimas.
—Es tarde para que te vayas. Yuli podría necesitar la ayuda de ambos —rogó Aleksey mientras la abrazaba fraternalmente—. Medítalo esta noche. Descansa y mañana toma la decisión. ¿Te parece bien?
Ivana asintió. Se tapó con sus mantas, sollozó un par de veces y trató de dormir.
La noche pasó sin incidencias aparentes. Al poco de despuntar el alba, Aleksey se había atrevido a acercarse de nuevo a la ribera para pescar. No le costó mucho que picaran tres nuevos lucios que podrían servir para el almuerzo de los días venideros, si los conservaba bien.
Ivana se había forzado a colaborar buscando por los alrededores árboles frutales. Tenía que ocupar su mente con algo más que los deprimentes pensamientos de un nuevo miembro de la familia muerto. Se sentía tan culpable por todo lo que estaba pasando, que analizar al más mínimo detalle cada planta, cada fruto para reconocer si era comestible o no, era apenas un castigo por sus hechos. La providencia encima se reía de ella al proveerla de éxito en aquella tarea. Encontró algunas manzanas y una veintena de moras maduras. "Una condena peor me espera".
—La comida de antes se me hizo poco. ¿Cocinamos otro lucio? —preguntó Aleksey durante el almuerzo.
Ivana también sentía el estómago vacío. Hacía apenas una hora que había comido. Apenas la mitad de un lucio para ella y frutas para Alyosha. Si querían llegar a algún lugar vivos, tendría que hacerlo con el estómago lo suficientemente lleno para cubrir esa distancia.
—Sí —respondió apocada Ivana—. Asada no estaba muy buena.
Con las pocas verduras que quedaban, Ivana ayudó a Aleksey a estofar el pescado. La fortuna le había permitido encontrar unas plantas de romero y salvia cuando se había alejado unos segundos a la ribera a pensar.
Todavía no había decidido qué iba a hacer: irse o quedarse. Ir a Krasnovishersk para participar en las exequias de su madre no tenía mucho sentido cuando Yuli seguía desaparecida. Es más, sabía que, su madre desde el cielo, no le perdonaría que la hubiera abandonado. "Sólo nos tenemos la una a la otra...".
Cortó ese hilo de pensamiento. Yuli tenía a Aleksey. "Ella tiene a alguien más. Yo quería tenerlo", pensó culpable. Un ilógico impulso la conminó a correr sobre la precaria superficie helada hasta que se quebrara y ser tragada por ella. Morir congelada sí sería su castigo.
—Está estupendo esto —reconoció Aleksey tras probar un par de cucharadas del estofado salvándola de cometer aquella locura—. No te va a costar encontrar marido.
—No estaría muy preocupada en eso en este momento —comentó con sequedad. Seguidamente se corrigió—. Aunque madre siempre decía que yo cocinaba mejor que Yuli. Ella hacía lo que podía, pero no era algo que le gustara.
—No deberías decirme algo así o me voy a querer casar contigo —replicó en tono bromista.
Ivana lo miró y se sonrojó instantáneamente. Él no debía hablarle así. Era el futuro marido de Yuli. Además, habían crecido juntos como si fueran hermanos. "Pero no lo somos". A partir del inicio de su adolescencia, había luchado por ser indiferente a él con no muy buenos resultados. Tampoco llevaba muy bien los cumplidos. Era tímida. Envidiaba el carácter extrovertido de su hermana y su eterna sonrisa. Igualmente, siempre había sido muy chica para Aleksey. No tenía el mismo cuerpo de Yuli. Era delgadita. Aunque de facciones similares. "Más distintas no podemos ser", reconoció.
Retiró la mirada de inmediato y se separó de Aleksey. "Él nunca podría verme como algo más que una niña", pensó. Se maldijo por desear algo así. Estaban buscando a su hermana. No era el momento o el lugar para pensar en él como otra cosa sino como el salvador de Yuli. "¿Haría algo parecido por mí?".
Pasó el resto de la noche sin que nadie hablara. La broma había incomodado a Ivana y respondió a base de monosílabos a las preguntas de Aleksey. Él tuvo el atino de dejar la conversación para otro momento más pertinente.
Ivana agarró la olla, los platos, cubiertos y vasos, y se marchó al río a limpiar. Necesitaba tomar una decisión ya. Ir con Aleksey sería vivir una aventura por encontrar a Yuli... Tal vez lo estaba viendo demasiado positivo. De hecho, era un drama no saber qué había pasado con su hermana o si la volvería a ver. "Pero estar con Alyosha en algo así...". Por otro lado, estaba regresar a Krasnovishersk y estar en el entierro de madre. "¿Y después qué? ¿Me siento a llorar hasta que eventualmente regrese Alyosha con buenas o malas noticias?". Si es que volvía con vida.
Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se dio cuenta de que había alguien tras ella hasta que un ruido la sobresaltó. Entonces lo vio a Aleksey mirándola apenado.
—Disculpa, Iva. No quería incomodarte antes.
—No... no lo hiciste... —mintió—. Simplemente pasaron muchas cosas que no puedo terminar de entender. No sé qué hacer. Estoy perdida.
Unas pertinaces lágrimas decidieron caer de sus ojos marcando un camino helado de miedo e incertidumbre. Aleksey la sujetó por los hombros y la miró con sus intensos ojos azules.
—No quiero que te vayas.
Aquella inesperada declaración ruborizó a Ivana. La tenue luz de luna cubrió el fuego que sentía a la mirada de Aleksey, quien se corrigió con destreza antes de provocar un malentendido.
—Me refiero a que es peligroso viajar por estos caminos y una mujer sola... ya me entiendes.
—Sí —respondió mientras volvía a enfocar sus esfuerzos en la limpieza
—Bueno... te espero entonces en la hoguera.
Ivana le sonrió. Una vez se hubo marchado siguió pensando en él. Por mucho que lo quisiera evitar, desde hacía unos meses atrás, sabía que lo que quería de Aleksey era algo más que amistad. Un amor maldito, que nunca podría florecer. Y si alguna vez se hacía realidad, conllevaría un gran dolor.
—Soy una mala persona.
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