Sorpresas

La mañana apenas se asomaba en el reino de Asgard, mientras una figura yacía inquieta en los balcones de su alcoba, siendo nada más y nada menos, que la del dios del trueno preocupado. Había sido llamado de nuevo a su tierra, pues Odín, Padre de Todo, había entrado en su más profundo sueño sin explicación aparente. Su vida no podía estar peor, ahora pensaba en Loki, en su padre, en todo el caos que se comenzaba a desarrollar en su interior y aquello tan solo parecía ser el principio.

Sus penas fueron interrumpidas ante la súbita aparición de la hermosa diosa, su madre y reina de Asgard. Le observó en silencio desde una distancia prudente mientras le dedicaba una hermosa sonrisa.

– Si hay algo más que preocupe al futuro rey de Asgard, además claro, del estado de tu Padre, creo que pedir un consejo a tu madre no estaría de más... – Murmuró Frigga mientras daba un par de pasos hasta el dios rubio.

– Tan sabía como siempre madre. Pero creo que mis otras penas no podrían ser contadas con tanta facilidad. Mi corazón yace en duda mientras los problemas de mi pueblo me agobian. – Respondió el dios del trueno mientras se acomodaba con ansiedad las hebras doradas que estorbaban su visión.

– ¿Es por la chica Foster? – Cuestionó Frigga con una suave sonrisa en los labios.

– Lo es en parte... – Murmuró Thor correspondiendo la sonrisa de su madre – Pero en realidad – Cesó sus palabras. No podía decirle la verdad a su madre.

– ¿Es aquella otra persona por la cual pierdes la cabeza? – Volvió a cuestionar divertida, a las madres nunca nada se les escapa.

– ¿Cómo...? –

– No soy ninguna ingenua, cariño – Se apresuró a responder Frigga con dulzura mientras posaba su diestra en el hombro de su primogénito, intentando suavizar la situación. – Ciertamente tu reino te necesita, pero un buen soberano, debe esclarecer su mente como primera tarea. Si tu corazón está en dudas, no podrías hacer nada por tu pueblo aunque quisieras. –

– Pero... Ya tiene a alguien... – Murmuró contrariado el rubio mientras se llevaba una mano a la frente y masajeaba esta con suavidad.

– Y supongo que está con ese "alguien" por voluntad propia, ¿No? – Frigga, tan dulce, tan sabia.

– No lo sé... – Respondió Thor contrariado, recordando entonces que el mismísimo Loki había huido de la torre Stark aquella noche, siendo él quien lo llevó de nueva cuenta hasta ésta.

– Entonces lo que deber... –

– ¡Señor! Heimdall lo requiere en la entrada del bifrost –

Un joven guardia interrumpió súbitamente la escena, haciendo una leve reverencia antes de retirarse de la misma manera en que llegó, arrancando una mueca de disgusto de los labios de la diosa interrumpida.

– Lo lamento, Madre – Murmuró Thor mientras comenzaba a hondear el Mjolnir en la diestra y emprendía el camino hasta la entrada del puente arcoíris, encontrándose de inmediato con la imponente figura del guardián de este.

Apenas puso los pies en firme cuando la dorada mirada del moreno le penetró hasta lo más hondo, alterando de inmediato los sentidos del dios y poniéndolo en alerta.

– ¿A qué debo tu llamado? – Cuestionó de inmediato Thor mientras enarcaba una ceja, esperando la respuesta del otro.

– Me has encomendado una tarea, más como amigo que como miembro de la realeza – Comenzó a hablar el moreno mientras se daba la media vuelta y observaba la entrada del bifrost – Loki ha desaparecido de mi campo de vigilancia – Soltó por fin mientras miraba de reojo al sorprendido dios del trueno.

– ¡Imposible! – Respondió de inmediato acercándose cuanto antes al otro y mirándolo totalmente fuera de sí – El brazalete, mientras él lo tenga... – Detuvo sus palabras en ese mismo instante mientras el moreno le observaba en silencio. – Imposible.... ¡Abre el bifrost hacia la torre Stark! –

~*~*~

La habitación ahora lucía impecable, el caos que había creado ante la pelea con Steve había desaparecido gracias a la linda mucama que había contratado para limpiar la torre. Había tomado un baño y se había puesto un traje negro con una hermosa corbata de color dorado que resaltaba en su porte. Esta vez no bebía, tan solo estaba sentado en su sillón favorito mientras observaba atentamente el ventanal que se alzaba frente a él. Aún no podía hacerle frente de nuevo al pelinegro, no hallaba ni las palabras ni el valor para hacerlo, después de todo, ¿Qué le diría? ¿Qué podía decirle sin empeorar la situación que ya se vivía? Soltó un suspiro mientras se llevaba la izquierda hasta la frente, masajeándola con suavidad mientras cerraba con fuerza los ojos.

Aquello no duró demasiado, pronto la luz del bifrost que se abría justo en su terraza (como todas las demás jodidas veces) era la que de nuevo capturaba su atención, centrando su mirada castaña en el imponente dios del trueno que se acercaba con pasos veloces hasta donde este se encontraba.

Stark tan solo respiro profundamente mientras se ponía de pie, dispuesto a encarar al notoriamente enojado dios.

– Ricitos, que visita tan ... ¿Te mencioné que no te quería de nuevo en mi torre? – Cuestionó mientras se cruzaba de brazos, poco antes de sentir el firme agarre del dios en su bella camiseta de marca – ¡Hey! –

– Basta de estupideces, ¿Dónde está? – Cuestionó el rubio mientras fruncía el ceño y fulminaba con la mirada al otro.

– En el ala medica – Respondió Stark intentando contener las ganas de ponerse su armadura y acabar con aquella maldita escena de celos de una vez por todas.

Pero no hubo tiempo de aquello, de un momento a otro, Thor le había soltado y se había esfumado en dirección a la susodicha. Anthony de nuevo tomó una bocanada de aire mientras se disponía a seguir al otro, deteniéndose al notar la figura estática del dios del trueno en la puerta del cuarto donde se hallaba Loki. Una alarma sonó en su cabeza, emprendiendo de nuevo la marcha, haciendo a un lado (con extraña facilidad) al dios de mirada azulada, tan solo para observar la cama vacía y el hermoso brazalete de oro que yacía abandonado en la almohada del lecho.

– Imposible... – Fue la voz del rubio ahora la que entraba en escena, apresurándose hasta la cama y tomando el objeto que había sido cuidadosamente colocado en el lugar.

No había marcas de que hubiese sido forzado, estaba intacto, no había indicio alguno que le dijera algo sobre Loki. El brazalete estaba ahí, tal como si él mismo lo hubiese retirado de la muñeca del dios.

– Señor... – La voz computarizada de JARVIS era ahora la que entraba en escena, sacando de su estupor al par que yacía en la habitación – La agente Romanoff desea verlo, dice que se trata de algo bastante urgente – Finalizó la computadora.

– Lo que me faltaba – Murmuró Stark un tanto frustrado.

– ¿Disculpa? – La hermosa pelirroja yacía justo detrás de los dos, mientras les sonreía por lo bajo.

– ¿Cómo ...? –

– No me iba a quedar esperando, seguramente dirías que tienes otros asuntos más importantes. Me alegra verte por aquí, Thor – Añadió Nat mientras observaba al dios, quien tan solo la ignoró centrando su atención aún en el objeto que yacía en sus manos.

– ¿A qué has venido? – Cuestionó el castaño mientras cruzaba la mirada con la joven.

– Cierto. ¿Recuerdas el cetro que cierto dios nos dejó de regalo después de destruir la ciudad? – Aquello definitivamente captó la atención de los ahí presentes – Bien, como sabrás, SHIELD no existe más, pero ese objeto yacía bajo estricto resguardo. Ahora ha desaparecido de nueva cuenta, y no vas a creer quien lo ha hurtado... – Los zafiros de Thor se abrieron de sobremanera mientras su cuerpo se negaba a moverse – Nuestro estimado dios del engaño – Finalizó Natasha mientras observaba con atención la reacción del rubio.

Pero Thor tan solo parecía que estaba a punto de tener un colapso nervioso. ¿Cómo había sucedido todo aquello? ¿Por qué tan repentinamente? ¿De dónde había sacado Loki aquel nuevo plan? Dudas, todas rondando en su cabeza, a punto de estallar y desbordarse en un nuevo teatro. Debía encontrarlo. Cualquiera que fuese el actual plan del pelinegro, debía detenerlo, no permitiría que la sentencia empeorara tan solo por los recientes acontecimientos, de los cuales tenía al ciento por ciento la culpa.

Apretó con fuerza el martillo en su derecha, poco antes de salir echo una bala de la habitación, rompiendo el ventanal en su huida, lo cual tan solo arrancó una mueca de disgusto en el rostro de Stark.

Natasha tan solo observó la escena bastante divertida.

– A todo esto, ¿Dónde está Rogers? – Cuestionó observando los pedazos del cristal que yacían en el piso de la habitación. – No se supone que ustedes dos... –

– No es asunto tuyo – Interrumpió el castaño, poco antes de ajustar los brazaletes en sus muñecas, enfundándose en su armadura en un abrir y cerrar de ojos.

– ¿Problemas maritales? – Cuestionó la pelirroja mientras sonreía por lo bajo – Por cierto, tu amiguito vestido de doctor lleva bastante tiempo observando y en espera de tu atención – Señaló la hermosa joven mientras observaba de reojo al médico que efectivamente, yacía afuera de la habitación.

– Ahora no tengo tiempo – Bramó Stark mientras salía de la habitación, observando al hombre vestido de blanco que aguardaba justo afuera de esta.

– Realmente lamento interrumpirlo, Señor Stark, pero definitivamente debe ver esto... –

~*~*~

La ciudad iluminada por su amplia vida nocturna era inmensa, y tan solo era una pequeña parte del amplio reino midgardiano. ¿Dónde debía buscar? Estaba a la deriva, surcando en vano los cielos mientras sus zafiros analizaban las figuras que pasaban debajo de él. Se detuvo justo en el mirador que la noche anterior, había sido testigo de la pelea que había tenido con el dios pelinegro. Soltó un grito desesperado mientras los rayos y truenos se hicieron presentes en la bóveda nocturna del cielo. De nuevo lo perdía, de nuevo se escapaba de sus manos. ¿Cómo era aquello siquiera posible? No debió dejarlo en la torre, debió habérselo llevado de nuevo con él a Asgard, después de todo, Odín estaba sumido en su descanso sin tiempo de expiración.

Jane Foster, la duda, el engaño, todo. Todo había sido y había derivado de sus descuidadas acciones, y ahora, no sabía dónde estaba Loki, no sabía que haría de nuevo con el cetro en sus manos. Pero aquello no era lo que le carcomía las entrañas, no era sino aquel sentimiento de vacío en su interior, la angustia misma que lo devoraba, la ansiedad.

No era algo que pudiese controlar. Era algo que jamás había sentido antes, ni aún cuando las noches eran largas, ansiando saber de Jane. Era similar a lo que había sentido cuando había observado caer a Loki a la nada cuando el bifrost había sido destruido. Lo había perdido ya en aquella ocasión. Lo había visto "morir", la angustia de no saber nada de él, llorar su muerte, llorar su perdida.

¿Cómo podía haber sido tan ciego? Su corazón cientos de veces se lo había gritado, pero estaba embelesado por la humana. Estaba cegado por el aparente amor que profesaba por Foster, tanto que había ignorado aquel sentimiento que siempre había guardado dentro de sí. Había querido reparar el daño, empezar de nuevo con Loki, pero aquella oportunidad se había visto sellada con tal destino. Pero después de todo, ¿No era parte del castigo que se merecía?. Loki lo amaba, por supuesto, pero le había dejado en claro que no habría un futuro juntos, que aquello no tenía una aparente solución, ¿Aquello también era parte de su sentencia?.

Se dejó caer de rodillas al piso mientras estrellaba sus puños con fuerza en el mismo, causando severas grietas en el pavimento del lugar.

– Perdóname, Loki... –

~*~*~

Tras poner mala cara, Stark había pospuesto por unos momentos su búsqueda, para dirigirse al laboratorio medico de sus instalaciones, encontrándose al poco tiempo con un singular grupo de médicos que discutía entre ellos. Por su parte la pelirroja, se las había ingeniado para seguir al multimillonario aunque este le había dicho que se marchara, orden que obviamente la joven había ignorado, como solía hacer.

– Espero que valga la pena – Sentenció Stark, quitándose la máscara del traje momentáneamente, observando con molestia al grupo que le observaba, al parecer, con bastante temor o ansiedad, no podía definir bien la expresión de estos.

– Hemos analizado la muestra de sangre de su invitado – Comenzó a hablar un hombre de cabello canoso y ojos verdes, que de alguna manera u otra, le hacían recordar su preciado tesoro perdido – Hemos encontrado cosas bastante inusuales pero... –

– ¡Al grano! ¡Tengo prisa! – Interrumpió el castaño bastante exasperado.

– El sujeto en cuestión presenta signos del inicio de una gestación –

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