Parte Única


"La muerte para algunos es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor"

-Lucio Anneo Séneca

"La muerte aterra a muchos, pero a otros ayudó, dejando atrás esos dolores terrenales que tanto los atormentó, para llegar a la paz, una paz en la que no sientes dolor, ni necesidad, pero, nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que le sigue a la muerte. Este un tema muy controversial, para algunos, no hay nada, para otros, es simplemente el paso hacia otra vida, pero el resto, dice que es algo sobre lo cual, nosotros como humanos no deberíamos opinar"

Los alaridos de las personas espantan, esos alaridos llenos de dolor, que a todo pulmón piden una ambulancia. El metal retorcido, fue el resultado menos espantoso que pudo haber quedado como consecuencia de la colisión. Hay dos vidas en juego y dos familias que esperan a sus parientes en casa.

Dos chicos, ambos víctimas del accidente. El primer joven, tiene los cabellos lacios revueltos mezclando sus curiosos cabellos bicolores, pedazos del parabrisas y del vidrio de sus lentes quedaron incrustados en su rostro, mientras que en su cuello hay una profunda herida, de la cual emana sangre; si te dedicas a detallarlo, notarás que sus facciones son algo marcadas, denotando un rostro digno de admirar.

Una cicatriz rodea su ojo izquierdo, aunque lo más curioso de todo es que aquella cicatriz no fue causa del accidente.

Por otra parte, la segunda victima del accidente  tiene sus labios algo inflamados y una pierna destrozada. Sus cabellos de un curioso verde oscuro, –un hermoso color que le sienta muy bien–, adoptaron un tono rojizo, un tono que solo la sangre le pudo haber brindado, dejando el color natural de estos a un lado.

Sus pequeñas pecas –que anteriormente decoraban sus mejillas –, en este momento se encuentran recubiertas por una capa de su propio líquido carmesí, el cual, no anuncia nada bueno. Sus rizos caen por su frente herida, mientras que su pecho, se mueve pausada y entrecortadamente, ocultando bajo su piel la razón de su errática respiración.

El olor a caucho quemado amenaza con aumentar, pero una suave brisa lo disipa de inmediato. Gotas frías de lluvia comienzan a caer, llevándose consigo la desgracia y la amargura que un simple accidente pudo provocar.

Después de ello, la lluvia comienza a reclamar algo en recompensa, la lluvia quiere devuelta eso que siempre le perteneció. Una vida... Una vida, que para los ojos de muchos, no significa gran cosa, pero, para otros, esa pérdida significa un vacío.

Cuando alguien se marcha de la vida de otra persona, lo deja incompleto, y quiénes rodean al afectado lo intentan animar diciendo: "Eso no es nada, mientras se le recuerde, siempre vivirá en tu corazón", pero, ante las personas que siempre estuvieron junto al fallecido, esa pérdida puede significar mucho.

Cada quien ocupa un lugar en la vida de las demás personas, y aunque no lo digan, puede que ese ser les importe, lastimosamente así son los humanos, solo notan el cuanto necesitaban a esa persona en su día a día cuando esta se ausenta, pues el lugar que ese alguien ocupaba en su vida quedó libre luego de su muerte, y ahora, es un lugar el cual nadie podrá volver a utilizar.

Ese vacío... Ese espacio... Ese lugar desocupado, se encargará de torturar lentamente a la persona de la perdida con el constante recordatorio de quien solían tener, pero que ahora muy probablemente, jamás volverá a ver.

Izuku Midoriya, un joven astuto con un camino brillante que seguir. Un grandioso estudiante, que según sus profesores, llegaría a ser un excelente oncólogo pediatra, que haría la corta vida de esos infantes mucho más llevadera.

Por otro lado, Shōto Todoroki es estudiante de la carrera "literatura y letras". Él es un joven de personalidad seria, centrado en lo que quiere y en muy pocas ocasiones su rostro llega a expresar algo diferente a su usual serenidad.

Muchas veces las personas le han preguntado el porqué de su carrera, ya que a decir verdad el chico no encaja con eso llamado "estereotipo", algo que él tiene más que claro, pero simplemente decide ignorar.

Ambos estaban destinados a encontrarse desde el momento en el que nacieron.

Cumpliendo con el destino de sus vidas, ambos se vieron por primera vez en un pequeño parque a la edad de siete años, para así, crear desde ese exacto momento un vínculo, el cual se volvería irrompible a lo largo de los años, pero, ese vinculo venía acompañado con algo más, aquellos bonitos sentimientos de amistad –que años atrás ambos cultivaron–, comenzaron a florecer convirtiéndose en algo mucho más grande y hermoso, aunque al ser algo nuevo para ambos, el miedo de arruinar su amistad invadió sus corazones evitando que alguno de los dos diera el primer paso.

–Eres como la brisa –dijo un día Izuku descolocando totalmente a Shōto.

– ¿Por qué dices eso? –preguntó el contrario confundido ante aquellas palabras.

–Bueno, ayudas de cierta manera a quienes están agobiados –comenzó a explicar el pecoso para hacer que su amigo comprendiera el peso de sus palabras–. Como la brisa, tú llegas a dar ese respiro que muchas veces las personas necesitan, les demuestras que tenemos que tomarnos nuestro tiempo para disfrutar de la vida.

>>Nos recuerdas que estamos vivos con tus pequeñas sonrisas, así como la brisa acaricia nuestra piel, tú acaricias suavemente nuestros corazones con ese gesto, lástima que no se repita mucho, aunque eso lo hace mucho más especial –comenta con una sonrisa olvidando por un momento de que estaba hablando.

–También nos ayudas en los momentos de problemas, nos aconsejas para que podamos salir de estos, tal y como la suave brisa nos refresca en los días calurosos –concluyó con una de sus usuales brillantes sonrisas, las cuales son muy usuales en el pecoso.

Y le encantan a Shōto.

–Entonces, si yo soy como la brisa, tu serías la lluvia –dijo el bicolor dejando de lado su lectura.

–Sabes que me gusta la lluvia, ¿pero qué tiene que ver en que yo sea como la lluvia?, que a ti te gusten el soba, no quiere decir que seas como un plato de soba solamente porque te gusta, Shō-chan.

El joven se limitó a reír levemente por aquella loca teoría que su amigo dedujo– ¿Quieres dejarme explicar? –pidió él con una leve sonrisa.

El pecoso de manera resignada asintió con su cabeza y se dispuso a escuchar atentamente las palabras que el contrario tenía para decir.

–Eres como la lluvia, porque tal y como esta, eres bien recibido aquí en este pequeño pueblo, te llevas los pesares de las personas con cada palabra tuya, así como la lluvia se lleva la suciedad de los objetos con cada gota, sin importar que luego se combinen luego con esta, y se vean obligadas a cargar con la mugre de lo que tocaron. Tu quitas los problemas de los demás, sin importar si luego, al igual que aquellas gotas, te veas obligado a cargar con problemas ajenos.

>>Izuku, la lluvia es agua, y el agua limpia y purifica todo lo que toca. El agua es vida, y tú eres vida. La lluvia posee una belleza peligrosa, que muchos admiran desde lejos, pero nunca se atreverían a explorar. La lluvia puede llegar a ser tan hermosa como letal.

>>Y créeme que puedo quedarme toda la tarde diciéndote las mil y unas razones que tengo, Izu, pero quiero continuar con mi libro –concluye con una pequeña sonrisa ladina dejando a un confundido y sonrojado Izuku intentando ocultar en vano el color de sus mejillas.

–Bien. –Esa fue la respuesta del mayor, así dejando a su amigo retomar su lectura.

"Además, de que yo amo la lluvia." Aquellas siete palabras se limitaron a quedarse en la mente del bicolor, quien se preguntó si algún día sería capaz de pronunciarlas sin temor alguno.

Pero la vida no espera por nadie.

El joven se encontraba en silencio sufriendo solo aquel dolor que aprisionaba su pecho arrepentido por todo lo hecho y no hecho, arrepentido por haber dejado ir a la única persona que pudo amar y comprender en su totalidad, arrepentido por no expresar lo que realmente sentía.


Izuku Midoriya

Querido hijo y amigo.

"Dar la ayuda que no se pide, es lo que hace a un verdadero héroe"

1994 – 2017

No quería creerlo, ¿por qué Izuku y no él? La vida era injusta, el pecoso era brillante, ya tenía todo su futuro planeado, era inteligente y se ganaba a las personas con facilidad, en cambio, él era una persona fría la mayoría del tiempo, de pocas palabras y con muy pocos amigos debido a ello. Para terminar se dedica a una carrera, que no lo llevará a ser algo en la vida, según su padre –quién por cierto, se enojo mucho con la elección del bicolor–.

Pero Izuku ya se lo había dicho, él le había ayudado a tomar su decisión, él lo había ayudado a enfrentar a su padre cuando este se había negado a lo que el chico de ojos dispares quería estudiar. Él había hecho tantas cosas por su persona, pero, ¿Qué había hecho él por el pecoso?

Olvidar es algo que le aterra a las personas, pero también es necesario para poder avanzar en tu vida y no quedarte atascado en el mismo lugar, eso lo comprendió Todoroki Shōto, un joven escritor nacido y criado en Japón junto a sus hermanos mayores.

Todoroki lo amó con todo su corazón, muchas veces deseó cambiar posiciones con Izuku, pero no había vuelta atrás, mientras él estaba aquí, su pecoso se encontraba ya en otro lugar.

No quería olvidar todo lo que vivió, simplemente, no quería desechar todos esos recuerdos que hizo junto al chico de cabellos alborotados, pero tenía que dejarlo ir. Dejando salir todos sus sentimientos reprimidos deja que pequeñas lágrimas escapen de sus ojos, y haciendo de tripas corazón, deja un ramo de rosas blancas y rojas sobre la tumba en la que descansa su amigo... Su amado.

–No te olvidaré. –El joven sorbe su nariz y levanta su mirada al cielo intentando calmarse. Pronto llovería, debía de apurarse–. Jamás lo haré, pero seguiré adelante. –Suspira sintiendo como las primeras gotas caen sobre su cuerpo–.  Aún si no estás aquí, te seguiré amando, Midoriya Izuku –murmura con una leve sonrisa amarga tirando de sus labios.

Aquellas pequeñas gotas poco a poco comenzaban a mojarlo todo a su alrededor. Y allí, sin importarle ya si se mojaba, se encontraba un joven al frente de una tumba con una suave sonrisa sobre sus labios; una escena triste y conmovedora a los ojos de las pocas personas que pasaban por el lugar, pero con un profundo significado para el chico de pocas palabras.

A veces, estamos siempre pendientes de los demás, velando por ellos, ayudándolos cuando así lo requieran, y apoyándolos, incluso hasta el punto en el que olvidamos nuestros propios demonios interiores, permitiéndoles que se alimenten cada vez más de nosotros,  destruyéndonos desde el interior.

Él, al sentir que una suave brisa comenzaba a acariciar su piel, comprendió que no estaba solo después de todo, claramente tenía a su madre y hermanos allí para apoyarlo, pero él, su Izuku, estaba cuidando de su persona desde donde sea que se encontrara en este momento.

No tardó mucho en comprenderlo, necesitaba ayuda, e Izuku se la estaba brindando. Él le estaba pidiendo que por última vez se dejara ayudar por la lluvia, haciendo que el agua pura entre en su alma y se lleve todos sus pesares y temores. Izuku le estaba brindando ese último empujón que el menor requería para poder salir adelante.

–Te amo, muchísimo –susurra él entre lágrimas, sin borrar esa suave sonrisa de sus labios–. Pero este es mi último adiós, Izuku. –Y así, Shōto levanta su cabeza sintiéndose listo para enfrentar todos esos miedos que amenazan con continuar su tortura y así impedirle avanzar.

"Todo estará bien" es el pensamiento que se repite como un mantra en la mente del chico bicolor, quien avanza por los prados del lugar confiando en aquellas palabras, y sabiendo que siempre será guiado por sus dos fieles compañeros. La lluvia y la brisa.

° • ° • ° • ° • ° • ° • ° • ° • ° • ° • ° • °

+ 2.000 palabras.

Prohibido cualquier tipo de plagio.

¿Yay?....

Bueno, amiguitos, eso fue todo por hoy ;D

Le dedico esta caca de fic a heydoki- ¡FELIZ CUMPLEAÑOS ATRASADO! :D

Lo siento si hay errores en la ortografía y redacción, pueden sentirse libres de corregirme.

Sin nada más que decir... ¡Adiós!

–The Snipster

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