xix. Say You Won't Let Go
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capítulo xix. di que tu no te vas a ir
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Comenzar el día a sabiendas que Ayana —para ese momento— estaba en un avión lejos de ella le pegó. La situación no era comparable para cuando ella se fue de Oregón para ir hasta Nueva Orleans. En este caso, ella alejó Ayana por su seguridad, sin embargo, no podía dejar de experimentar una sensación de peso. Extrañamente sentía que algo cada vez que daba un paso, arrastraba algo consigo.
Andrea no poseía ningún tipo de don premonitorio, pero tampoco le era fácil quitarse esa sensación de que algo saldría irremediablemente mal. Lo único sobrenatural en ella era su especie, y nada más. Sin embargo, cuando tomó el celular en sus manos y vio dos llamadas pérdidas de Jackson y un mensaje en donde decía que fuese al recinto Mikaelson, sintió que algo iba mal.
El agotamiento por ser una fuente de magia oscura le pasó factura y no escuchó el celular, pero para el nuevo día, ella estaba tan activa como cualquier otro. Se levantó e hizo todo lo que tenía que hacer, para luego disponerse a ir hasta el lugar donde se le solicitaba.
¿La tercera prueba de que algo iba mal? Las calles de la ciudad estaban aterradoramente solas. No tenían la cantidad de personas en las aceras como era costumbre. Para una hora en donde Nueva Orleans se encontraba más viva que nunca, la ciudad asimilaba estar muerta.
Antes de entrar al complejo se detuvo en la entrada. El viento frío le coló en la espina dorsal, pero aun así, se hizo su camino hasta los adentros: al observar a Klaus, Elijah, Jackson y Rebekah con una mirada de pesar, ella frunció el ceño mientras avanzaba hacia ellos.
—Lo lamento tanto, Andrea —la voz de Jackson hizo eco en sus oídos al tiempo que se desplazaba hacia la derecha junto a Rebekah.
Andrea se paralizó al ver la imagen.
Tragó saliva y sus manos comenzaron a temblar. Parpadeó repetidas veces y cuando sus piernas comenzaron a fallarle y casi cae, Elijah se apresuró a ella para sostenerla.
Su olfato distinguió el inicio de la fase de descomposición y negó repetidas veces con la cabeza. Elijah sostenía su brazo, pero eso no le impidió de pasar sus manos por su rostro y aguantarse las lágrimas que amenazaban con salir de sus cuencas. Cuando estuvo segura de que no caería a miedo camino, Elijah soltó el agarre y Andrea casi corrió hasta el cuerpo inerte de Ayana.
Ayana constituyó todo lo que había perdido y nunca conoció: su mamá y papá, fue de su abuela y amiga, su guardiana y protectora, su más fiel aliada y ahora se había ido. Andrea se dejó caer sobre sus rodillas para tocar su rostro y asegurarse de que no se trataba de una ilusión, su cadáver era real. Tan real como el dolor punzante el pecho que sentía.
La loba se dedicó unos segundos a estudiar a la bruja. La causa de muerte fue un corte en su garganta, lo suficientemente profundo para que se desangrará y parte de su torso superior se llenará de sangre. Cuando tocó su cabello notó que el líquido escarlata se pegó en el mismo, pero aquello que no pudo evitar pasar por alto fue la sonrisa que mantenía en su rostro; calmada y en paz. Su imagen era el epitome de una persona que sabía que la muerte venía por ella y se entregó gustosa.
No se molestó en soltar las lágrimas. Sin dejar de mirarla, se dio fuerzas para entablar una oración coherente:
— ¿Quién hizo esto?
—Dahlia lo hizo —la respuesta solo hizo que su impotencia se incrementará. Se secó las lágrimas que seguían cayendo—. Usó a Ayana para darnos un mensaje.
Andrea cerró los ojos.
—Dahlia pagará por esto, Andrea —la voz profunda y severa de Klaus le aseguró.
Andrea no se inmutó, y cuando abrió los ojos, se inclinó más al cuerpo de la fallecida.
—No se suponía que debías estar aquí —le dijo a su guardiana con voz comprimida. Andrea tomó su mano y la apretó con la de ella—. No sabes cuánto lamento no haberte podido salvar de la manera en que lo hiciste conmigo, Ayana. Lo lamento tanto —besó su mano, para mirarla por una última vez antes de decir—. Espero que encuentres la paz.
Rebekah quiso llorar cuando escuchó sus palabras. Jackson sentía una empatía hacia Andrea como nunca antes. La sangre de Klaus hervía con impotencia ante la situación y Elijah quiso hacerle pagar con creces a Dahlia cada lágrima de Andrea.
La loba se giró hacia los presentes. Su nariz estaba levemente colorada y sus ojos demostraban una cantidad igual de dolor y rabia. Pero cuando ella miró a alguien más, los presentes le siguieron la mirada con un ceño fruncido.
—Josephine, ¿qué estás haciendo aquí? —Elijah preguntó mientras daba un paso hacia adelante.
—Mis disculpas por irrumpir en tu casa sin previo aviso, Elijah —la anciana se disculpó con falsa cortesía. Su voz lenta y fina le dio mal espina a la loba—. He venido a entregar el resto del mensaje.
La sangre de Andrea comenzó a hervir. Elijah se enderezó, Niklaus dio un paso adelante y Rebekah le tomó el brazo a Andrea antes de que pudiese hacer cualquier cosa.
—Eres una emisaria de Dahlia —Nik resaltó lo obvio, sus ojos escrudiñaban a la anciana a la espera de un falso movimiento de su parte. Para sorpresa de Jackson y Andrea, el híbrido daba la imagen de mantener su compostura. Sus hermanos lo conocían mejor—. Iluminanos, ¿qué es lo que quiere nuestra querida tía?
—Ustedes tienen una deuda con ella. Ella está aquí para reclamar su pago.
Klaus le otorgó una falsa sonrisa—. ¿Por qué no mejor va hasta el Infierno y se queda ahí?
Josephine lo miró.
— ¿Por demandar lo que tu madre le prometió? —arqueó su ceja—. Un trato fue hecho y tu tía espera que se le pague completo —Elijah se tensó porque sabía que hablaba sobre Freya también—. En caso de albergar el odio, dirígelo hacia Esther. Esta situación es su culpa. No mía. Empero, en todo caso... ¿No deberían agradecerme? Es por este trato que ustedes existen hoy día.
Cualquier rastro de ilusoria felicidad en el rostro de Klaus se disipó en el momento en que comprendió el cambio de la sentencia a un yo. Dahlia osó llegar hasta su casa y a sus adentros agradecía que Hayley se hubiese llevado a Hope al pantano por la mañana.
—Dahlia... —musitó Elijah.
—Mi querido sobrino, no es molestia que me llamen; «tía Dahlia» —les otorgó una sonrisa gélida—. Antes de que puedan deshacerme de mí es importante que sepan que estoy aquí en su hogar por la niña y mi sobrina —desvió su mirada hacia las múltiples puertas que veía—. Aunque no siento a ninguna de las dos aquí, no me será difícil encontrarlas. Tienen hasta mañana en el alba y entonces ambas serán mías —pronto de su cuello comenzó a brotar sangre en cantidades alarmantes. Su vista se dirigió a Andrea cuando pronunció—. Te lo advertí.
Andrea se soltó del agarre de Rebekah. Una ola de sentimientos negativos se coló en su sistema. No la movía el dolor de pérdida, sino la satisfacción perdida de venganza, caminó hasta ella y con un golpe limpio y fuerza descomunal separó la cabeza de Josephine de sus hombros. La sangre le salpicó en la cara y Klaus sonrió con gusto.
•••
Hayley se encargó de la logística del funeral. Andrea, apenas, no volvió a mirar el cuerpo de Ayana, ni tampoco salió de la cabaña desde que llegó al Bayou. La reina se dedicó a encerrarse, mientras dio la única orden de que se desarrollará un funeral propio de un licántropo.
Dentro de miles de memorias que conservaba de Ayana, rememoraba un deseo especial. Era costumbre para las brujas de Nueva Orleans que le se consagrará para que fuesen a un plano ancestral; su poder iría a la tierra y ellas quedarían en un mundo creado solo para ellas. Ayana no deseaba tener parte en ello. Luego de sus vivencias, Ayana no quería estar con los ancestros porque temía encontrarse con su madre en el plano. Ayana no tenía ningún deseo de estar en la muerte con la mujer que le hizo tanto daño. Así que Andrea cumpliría ello.
Ayana tampoco quería una tumba.
Así que fue el mismo Jackson el que decidió que se llevaría a cabo el funeral real. Como si de un alfa se tratase. Andrea no opuso resistencia, quizás en donde el cielo y el agua se unen; por allá, en el horizonte del Rio Mississippi, Ayana Férux encontraría la paz.
O al menos eso sintió Andrea cuando vio la balsa alejarse de la costa. Las llamas del fuego se disipaban en la distancia y pronto Ayana desapareció. Realmente se había ido. Los presentes le dieron sus condolencias y mientras Hayley musitó algo que no comprendió, Jackson se quedó con ella.
El alfa estaba preocupado. Tanto por la amenaza hacia Hope, como por Andrea. La reina de los Crecientes poco hablaba, y él sentía que se aislaba cada vez más. Sin embargo, él podía entenderla perfectamente. La situación se asemejaba a cuando Ansel murió y Jackson quería caer en un abismo. No había diferencia —aparte de las circunstancias— entre su situación y la de Andrea, pues, tal como ella estuvo para él en ese momento, él estaría para ella.
Tomó un par de cervezas y caminó hasta el pequeño puerto en la parte trasera de la cabaña. Andrea yacía sentada con sus piernas cruzadas. Logró percibir la presencia de Jackson pero no se movió, casi al instante, él se sentó a su lado. Le ofreció la cerveza, Andrea tomó un sorbo y suspiró intuyendo la charla que vendría a continuación.
— ¿Es este el momento en el que me darás un discurso sobre cómo es que ella está en un lugar mejor? —instó mirándole con una expresión tristona, pero al mismo tiempo que pretendía aligerar el ambiente.
Jackson le sonrió.
—Creo recordar que tú me diste uno similar para cuando Ansel murió —replicó en un tono suave—. No me conocías lo suficientemente, pero estuviste ahí para mí. No diré nada, solo estaré aquí. Contigo.
Andrea, por primera vez en el día, sonrió sinceramente.
La loba recostó su cabeza en el hombro de Jackson. Cerró sus párpados y trató de despejar la mente; enfocando sus sentidos en la naturaleza que los rodeaba. El silencio imperaba sobre ellos.
—He tratado de buscar consuelo en su manera de morir —dijo al cabo de un rato largo. No abrió sus ojos, ni tampoco se movió de su posición. Podía escuchar la corriente del rio debajo de ella—. Quiero creer que no sufrió, de lo contrario, no hubiese tenido esa sonrisa en su rostro.
—Se veía en paz —concordó el alfa, mientras evocaba la sonrisa sincera que mantuvo la bruja morena hasta su final. No podía pensar una situación en donde debido a la causa de muerte, su rostro podría expresar aquella avenencia con la muerte.
La razón quizás jamás la sabrían.
Andrea se regocijó en las palabras confortantes de Jackson. No podía hacer nada más que creer lo que quería creer, después de todo, de eso se trataba todo.
De un momento a otro sintió a Jackson tensarse, y liberó su hombro del peso de su cabeza. Ella le miró con el entrecejo arrugado, le preguntó que pasaba y su respuesta solo intensificó el sentimiento de incertidumbre.
—Hayley y yo hemos tomado una decisión que se ha basado en días de racionamiento con la cabeza fría. No es algo de último momento, y ciertamente, ha sido nuestra última opción.
Andrea dejó la cerveza a un lado, y vio como Jackson tomaba otro sorbo cuando ella dijo—. Me estás poniendo nerviosa, Jack. Solo dilo.
—Nos vamos de la ciudad.
Andrea no parpadeó por unos cuantos segundos. Se enderezó en su asiento e inhaló profundamente. De todos los posibles escenarios, ¿cómo podría ser dejar la ciudad una opción para una figura como Jackson y Hayley dentro del mundo sobrenatural? La mente de Andrea inmediatamente se fue a la manada.
Es cierto que ellos no están atados a permanecer con los lobos. Sin embargo, ¿cómo podría dejarlos otra vez? Existía una cantidad de lo que las personas podrían soportar. Especialmente los Crecientes. ¿Quedaría sobre sus hombros la supervivencia de la manada? Sí. ¿Sería fácil? No.
«—Pesada es la corona para la cabeza que la sostiene», le había dicho Klaus el día de la boda. «—Pero solo para los débiles», recordó que ella le respondió.
—Eso es... Inesperado —sin ánimos de oponerse a su idea, eso fue todo lo que dijo Andrea al respecto. La mirada de Jackson fue suficiente para saber que él le incitaba a seguir hablando—. ¿Qué quieres que te diga, Jack? Ustedes son una familia. E incluso sí esperas a que me oponga a esto, no lo haré. Digo, sí Klaus concedió a que llevarán Hope lejos es porque realmente lo que viene no es fácil.
Jackson no alejó su vista, y por la respuesta de su cuerpo ante la mención de Klaus, por la mente de Andrea pasó una posibilidad descabellada, fue entonces que el mismo alfa se encargó de hacerle saber que su presentimiento era certero.
—Klaus no sabe nada de esto —Andrea apartó la mirada por unos instantes y suspiró, sopesando las consecuencias que estaba segura que vendrían en el momento en que ellos dejarán la ciudad, ante su preocupación notable Jackson intentó explicarse—. Hope no está a salvo en la ciudad. Klaus no lo puede ver, pero Hayley sí.
— ¿Sí te das cuenta que como excusa deja mucho que desear? —Andrea arqueó una ceja. Se levantó y paso las manos por su rostro—. Hope está en peligro en donde sea que vaya; la bebé es una bruja, licántropo y estoy bastante segura que el vampirismo es otro agregado. Sin embargo, asumamos que logran irse, escapan de Dahlia y comen perdices. Sabes muy bien como yo, que no hay lugar en la tierra que los esconda lo suficientemente bien para que Klaus no los encuentre.
Jackson se alzó sobre ella.
— ¿Deberíamos quedarnos aquí entonces? ¿Es eso lo que dices?
—Lo que digo, Jack, es que lo que sea que tengan planeado hacer, consulten con Klaus. Hayley es la madre, sí, pero Klaus es su padre —hizo una pausa cuando sintió una extraña tristeza llegar a ella—. Él la alejó una vez por su seguridad, lo hará de nuevo si hablan con él.
—Estamos hablando de Klaus. Cualquier cosa que provenga de mí como la más mínima sugerencia, no lo hará.
—Lo hará —replicó segura Andrea—. Klaus es muchas cosas, pero por sobre todas ellas, él es un buen padre.
Jackson pareció querer objetar ante su sentencia, pero el sonido que provenía del celular de Andrea lo interrumpió. La loba le mostró la pantalla a Jackson una vez que se podía vislumbrar quién era el que realizaba la llamada. Andrea contestó, y la propuesta de Klaus fue todo lo que necesito para dar por zanjada —por ahora— la conversación con Jackson.
—Estoy formando un equipo —el híbrido le informó. Para estas alturas, Andrea creía conocer a Klaus medianamente bien y podía sentir que su expresión severa se suavizaba mientras le hablaba—. Tengo el arma que puede matar a Dahlia.
•••
Sus dedos se movían impacientes sobre la lujosa mesa de caoba de su estudio. Niklaus le prometió mantenerlo informado sobre las novedades de su nueva aventura junto con Mikael, sin embargo, un poco más de hace una hora, el híbrido no le llamó, ni tampoco le envió un mensaje. Le resultó imposible no preocuparse, porque además de la inestable tregua que existía entre su hermano y padre, también estaba Andrea. Fue en su último mensaje, que Nik le informó que Andrea se unió a ellos. El original de cabello rubio cobrizo obvió los detalles de cómo ella llegó a terminar con ellos si se suponía que ella estaba en el pantano lo cual hizo que el desosiego se incrementará.
Rebekah lo detuvo de ir en su búsqueda. Su hermana le brindó tranquilidad por unos instantes al decirle que todo estaría bien, Elijah pretendió creerle. Rebekah conocía a su hermano mayor bastante bien para saber que si lo dejaba solo, iría a donde fuese que estuviese Nik, Mikael y Andrea y se uniría en la lucha.
«—Elijah no puede perder el foco del plan, hermana. Asegúrate de ello», le había dicho Nik antes de partir.
La morena apartó su vista de la revista que leía, y miró a Elijah desde su lugar.
— ¿La quieres? —la pregunta lo sacó de su trance de pensamientos al mismo tiempo que lo tomó con la guardia baja. Elijah captó de inmediato a quién se refería, sin embargo, no respondió—. Porque ella lo hace, o al menos, eso puede notar el día de la boda. ¿Sabes que más note, no solo ese día pero hoy?
Elijah negó, teniendo un leve conocimiento de con que saldría su hermana.
—La manera en cómo la miras —musitó levantándose y caminando a pasos lentos hacia su escritorio—. ¿Sabes cuándo fue la última vez que te vi mirar a alguien así? —el original no respondió ni con vocablos ni reacciones—. Cuando éramos humanos todavía... Cuando estabas enamorado de Tatia.
—No puedes comparar mi afecto hacia Andrea con el amor que le tuve a Tatia —replicó en un tono suave y bajo. La conversación se volvió pesada para él en cuestión de segundos—. E incluso cuando lo haces, Tatia no ha sido la única mujer a la cual he amado.
Rebekah situó su mano sobre la de él.
—Sé de lo que hablo, hermano. Lo único que pido de ti es que sigas mi consejo, ¿sí? Cuando sea el momento, no la dejes ir —no sabía porque, pero la forma en como Rebekah le pidió aquello le enterneció el corazón. Elijah besó el dorso de la mano de su hermana y ésta sonrió—. Ustedes pueden ser realmente ustedes.
•••
—Me temo que debo admitir que estoy sorprendida por la devoción que profesaban para con sus seres queridos en sus acciones. Lástima que sea tan inútil.
Dahlia se alzaba sobre ellos con una sonrisa cínica y oscura. Ella era la vívida imagen de la oscuridad, sus orbes emanaban sentimientos lóbregos y negativos. En el poco tiempo que le conocía, Andrea no podía apuntar un atisbo de bondad o siquiera de piedad en su ser; no tenía ni una sola gota de sangre en sus ropajes o su rostro —en disensión estaban Klaus, Mikael y la propia Andrea—. La bruja vestida de negro los veía por sobre el podio, frente al Jesucristo posicionado en el frente del escenario de la Iglesia Saint Anne.
Andrea tembló por cólera. Verle y escucharle hablar alimentaban una necesidad oscura que se sitúo en ella.
—Una cualidad que ciertamente no me esperaba al escuchar la reputación que los precede —sus ojos oscuros iban dirigidos hacia el viejo vikingo Mikael. Más allá de lanzarle miradas retadoras a Klaus y Andrea, a Mikael le miraba con verdadero odio.
Los tres seres yacían inmóviles en el suelo de madera, rodeados de cuerpos mutilados, con espasmos que les hacían temblar y con impotencia acumulada. Dahlia sonrió y caminó —con lentitud tortuosa— hasta Andrea. Se inclinó hasta llegar a su altura, y el toque de la mano fría de Dahlia le hizo gruñir para que se alejará. La sonrisa en la bruja se extendió.
—Eres una desagradecida, ¿no es así? —apostilló la bruja con extrema confianza. Los ojos de Andrea brillaban en furia—. Liberé a tu pequeña guardiana de una vida ignorante, le di aquello que más ansiaba —de pronto, la bruja comenzó a ejercer presión en su barbilla, obligándole a alzar la mirada—. Deberías estar en rodillas agradeciéndome, no simplemente por ella pero por la piedad que hoy les he mostrado.
Andrea se contrajo en su lugar. La sensación de su cuerpo ser golpeado repetido veces le estaba comenzando a pesar. No podía hablar con fluidez, y no sabía sí era un efecto secundario del hechizo proporcionado por Dahlia o simplemente era ella, pero trato de ordenar sus ideas y su sentencia fue tan sólida como su odio hacia ella:
—P—puedes irte y pudrirte en el Infierno.
La sonrisa en Dahlia no se desapareció, es más, se ajustó lo suficiente para ella poder alzar su mano izquierda y poder chasquear sus dedos en orden de pronunciar unas nuevas palabras, sin embargo, concentrado todas sus fortalezas, Andrea desafió su amenaza: estiro su brazo —que podía mover con más facilidad que cualquier otro miembro— y tomó con extrema fuerza la muñeca de la bruja, la sonrisa de Dahlia se disipó, abrió los ojos en sorpresa y antes de vociferar un grito, pudo ser testigo de la peculiaridad de los ojos cambiantes de Andrea Labonair.
El tono azulado de sus orbes trajo consigo una fuerza que Andrea todavía no podía controlar, y que solo hacía acto de presencia en ocasiones contables. Andrea rompió la muñeca de Dahlia, y eso fue suficiente para que mientras, la bruja concentrada en el dolor, dejará un lado la permanencia del hechizo de inamovilidad.
Entonces la escena que le siguió sucedió con presteza. Klaus fue el primero en reaccionar. A velocidad vampírica llegó hasta Dahlia, la tomó del cuello y la arrastró hasta la pared más cercana. En ese segundo, el tiempo se tomó su tiempo en trascurrir; Klaus bramó hacia Mikael y éste con velocidad le pasó el arma que contenía las debilidades de Dahlia y que Davina Claire armó para ellos. No obstante, antes de que la daga pudiese tocar las manos de Nik, Dahlia la arrastró hacia el fuego contenido en una de las esquinas: el arma se quemó, sus contrapartes observaron la escena e internamente temblaron.
Esto no debería estar pasando.
La carcajada siniestra que lanzó Dahlia se instaló en el recuerdo de Andrea. Mikael gruñó algo incompresible en otro idioma y Dahlia de un solo movimiento —con su mano sana— arrastró a Nik lo suficientemente lejos de ella.
—Son patéticos —articuló con altanería, ignorando el creciente dolor de su muñeca izquierda y que parecía extender por su brazo—. Más regocíjense en su fracaso, pues, tomaré a la niña —bajó un peldaño, y sus ojos se posaron en Klaus—, también tomaré a la desgraciada e inútil de Freya —se fijó en Mikael esta vez—, y tú... Por esto, pagarás con tu vida —su recorrido terminó con Andrea.
Mikael, Klaus y Andrea se encontraban de pie. No obstante, Andrea fue la única que no pudo divisar el nuevo plan que se asomaba por la mente del vikingo de antaño. Dahlia alzó su mano una vez más y Andrea sintió desfallecer: las piernas le temblaban y de sus oídos comenzó a escuchar un zumbido para luego sentir como en sus mejillas rodaba un líquido del cual ella conocía el olor: sangre. Su nariz fue el siguiente lugar de donde comenzó a brotar a fluir sangre, sus ojos le siguieron y de pronto comenzó a convulsionar en el suelo.
Niklaus se apresuró en llegar a ella, y le obligó a mantenerse despierta mientras miró de reojo a Mikael. Su padre se desplazó con velocidad vampírica hasta Dahlia y con una simplona estaca que previamente encontró en el suelo detuvo lo que sea que estuviese haciendo con Andrea. Mikael le clavó la estaca a Dahlia, pero se sintió como un mínimo pinchazo que no hizo más que alimentar su furia.
—Pagarás con tu vida lo que les ha hecho a mi hija —aseveró, introduciendo la estaca improvisada aún más adentro de su torso.
—Por lo que puedo ver la edad no te ha quitado lo estúpido —manifestó. La bruja comenzaba a sentir la molestia del pedazo de madera dentro de su cuerpo y sentía, también, la furia irradiada por el vikingo que odiaba—. Yo no puedo morir. Supongo —de sus curvaturas salió una sonrisa macabra—, que eso es lo único que tenemos en común, ¿no es así?
Mikael se encontró listo para replicar pero frente a él ya había desaparecido la hermana de su esposa. Dahlia se disipó tal agua en sus manos y atrás de ella solo dejó los escombros de una batalla pérdida.
Mikael se acercó a su hijo y a la loba; le fue claro comprender el porqué de su estadía en la Iglesia, más sin embargo, le era imposible no apuntar al poco uso de razón que la mujer empleó. Pese a que luchó con valentía —algo que Mikael no le admitiría—, ahí estaba ella: al borde de la muerte.
—Dale de tu sangre —le ordenó con tono tosco y arisco. Nik le miró frunciendo el ceño—. A menos que quieras que muera, dale de tu sangre. Sin importar que tantas mejoras puedan tener su asquerosa especie, sigue siendo un licántropo. No se curará y va a morir en tus brazos. Dale de tu sangre.
Pese a que tenía dudas sobre los conocimientos de Mikael en el asunto, no argumentó con una respuesta voraz —como solía desenvolverse sus conversaciones—, se apresuró a morder su muñeca y acomodó a Andrea que se encontraba convulsionado en su regazo, puso su muñeca sobre sus labios y poco a poco, su cuerpo comenzó a responder y se calmó.
Klaus fue testigo de cómo su corazón se detuvo por un segundo, hasta que volvió a latir a un ritmo clínicamente estándar. Se dedicó a observarla mientras recobraba las fuerzas que necesitaba. Suspiró aliviado cuando comenzó a abrir los ojos con dificultad. El híbrido Original miró a al vampiro Original y cómo muestra de agradecimiento asintió en su dirección.
•••
Cuando la noche arribó, la tensión alcanzó su punto de ebullición en el complejo Mikaelson. En un movimiento inesperado; la severidad y la culpa impuestas por él mismo hicieron que Klaus Mikaelson tuviese una perspectiva nueva de la ruta a seguir. Tal como sí se tratará de un juego de ajedrez, acomodó sus piezas una vez más para la nueva batalla que él estaba seguro se cerniría sobre ellos, sus movimientos meramente estratégicos no funcionaron de la manera que él quería la primera vez, en respuesta a ello, estaba el encuentro de la muerte con Andrea.
Elijah fue testigo, una vez más, que el camino que constantemente tomaba su hermano en aras de satisfacer esa falsa creencia de que él podía solo con todo hizo el desastre de esta vez: quizás su peor movimiento a los ojos del trajeado. Klaus Mikaelson mató a Mikael Mikaelson frente a los ojos de él, y de la única descendiente del vikingo que lo veía como un padre amoroso.
La escena fue emocional en demasía, desde la perspectiva de Klaus quién al final no tuvo razón del comportamiento tóxico de aquel que veía como padre; de Freya, pues, luego de años sin estar con él, volvía a estar al punto de partida, y por él mismo: Elijah perdió a su padre hoy, y sí, Mikael podría ser considerado muchas cosas, entre ellas un padre, pero fue él que él conoció y por un tiempo admiró, respetó y amó.
Elijah no era ajeno a la muerte, más tampoco infería que fuese un proceso fácil para él de superar. No cuando, según las palabras de Klaus, él fue quién reaccionó para salvar a Andrea. Entonces fue ella la que lo obligó a salir del complejo. El original se sentía incapaz se seguir allí, y luego de dejar a Freya en su departamento, volvió para estar con Andrea. Le agradeció a Rebekah su estadía y cuando ella se fue junto con Marcel, él velo su sueño.
El punto de quiebre estaba cerca. No solo para él y su familia, pero también para Andrea; no se detuvo a buscar una respuesta de cuanto más podría la reina de lobos soportar cuando su abrupto levantamiento de la cama le obligó a convertirse en el foco de luz que ella precisaba en ese momento.
—No estás sola, estoy aquí, Andrea —se apresuró en decir. Acunó sus manos y le obligó a mirarle.
La vorágine de sentimientos por el cual pasaba no le ayudaba a distinguir que era real y que no, pero pronto, se concentró en sus ojos marrones avellanas y comenzó a respirar con normalidad, no obstante, unas ganas terribles de llorar le invadieron. Sus ojos debieron haberse cristalizado y dejarla en descubierto ante él; es una posición en que la que se sintió sumamente vulnerable.
Elijah tocó su mejilla con anhelo.
— ¿Qué necesitas?
Sin titubeos o parpadeos, con su corazón latiendo con celeridad y las lágrimas amenazando con salir, ella musitó en un tono apenas audible—. ¿Podrías abrazarme?
Elijah respondió con el acto. Su cuerpo se estremeció cuando Andrea se aferró a él con algo parecido al ansia. El nivel de vulnerabilidad e intimidad que ambos obtuvieron en la presencia del otro esa noche no se comparaba con nada de lo que hubiesen vivido —ninguno de los dos— antes. El sentido de devoción de Elijah se re direccionó a ella; porque en ese momento nadie parecía importar ni siquiera una cuarta parte de lo que ella importaba en ese momento. La mera realización de eso le asustó, pero no se separó de ella tampoco, porque así como el contacto tenía un efecto positivo en ella —Andrea se sentía extrañamente segura en sus brazos—, también lo tenía él.
Pocos segundos instantes después, luego de que él tocará su cabello suavemente y besará su coronilla, el Original tuvo una epifanía que lo descolocó por completo. Se sintió culpable que hizo falta un desastre para que él pudiese descubrir que Andrea Labonair sostenía su corazón en sus manos, y con ella llevaba el hogar de Elijah Mikaelson.
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