x. War Inside

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capítulo x. guerra interna

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El ritual de unificación conecta el alma y hace uno el corazón. Es inquebrantable en la vida y no dura más allá de la muerte. Hasta la fecha es desconocida la primera pareja la cuál realizó el ritual pero se cree que pertenecían al Clan Creciente, desde entonces se ha practicado cuantiosas veces dentro del mismo Clan y otros.

Para que el ritual funcione, las partes deberán ser completamente honestas una con la otra en orden de que su corazón se vuelva uno...

—Creo que encontré algo.

Percibió la voz de Jackson tan presente como lejana. Andrea parpadeó un par de veces para enfocar sus pensamientos en el lobo, dejó el libro de Ansel a un lado y se viro a él.

Antes de que él pudiese seguir hablando, Andrea lo detalló por unos segundos. Su aspecto cambió considerablemente en las últimos días; la pérdida de Oliver y Ansel le golpeó duro, sin embargo, no dejaba que su tristeza llegará hasta su exterior. Aunque su cabello estaba del mismo largo, la barba se redujo notablemente.

—Sabemos por los escritos que el ritual de unificación fue pensando para unir manadas, clanes incluso —lo escuchó con atención, mientras veía como Jackson desviaba sus ojos de ella y los llevaba al libro en mano—, pero aquí dice que no es necesariamente para alfas —Andrea frunció el ceño mientras él prosiguió—. Puedo casarme con Hayley, sí ella obtiene tu bendición.

La loba lo miró sin ninguna expresión en su rostro.

Desde un par de días ambos llegaron a la conclusión de que la boda no le resultaba provechosa para ambos, no solo por la falta de sentimientos que existía el uno por el otro, si no ante la posibilidad de que el ritual funcionará como un movimiento en contra con Esther y así poder liberar a la manada, otorgándole el poder de convertirse a voluntad. No obstante, ni Jackson ni Andrea tenían ese poder, Hayley por el contrario, sí.

En su mente se llevaba a cabo una batalla campal. ¿Cómo elegir el querer antes del deber?

Andrea miró a su alrededor y suspiró cansada.

—Esto no es lo que nuestros padres querían —musitó en un susurro apenas audible, su vista baja pero su mente yacía lejos de ahí. El pensamiento de estar fallándoles le pasó por la cabeza pero no dejó que llegará a su corazón—. Cualquier cosa que los salvé... Está bien por mí.

Jackson se acercó a ella, dejándole el libro a un lado. Sus ojos tristes encontraron los suyos. Por un breve instante, el lobo sintió una sensación cálida recorrer su cuerpo; seguridad y familiaridad.

— ¿Estás segura? —levantó una ceja.

—Lo que queda del Clan somos nosotros. Un milenio después y estamos aquí —él lobo percibía una alegría fingida en sus palabras—. Se suponía que teníamos que ser nosotros pero este no es nuestro momento. Hayley sigue siendo una Labonair —se encogió de hombros—, así que si ella puede hacer lo que yo no... Estoy bien y segura con ello —ladeó una sonrisa que Jackson pudo vislumbrar como una cortesía. Sin embargo, Jackson sonrió de manera sincera como respuesta.

—Eres realmente algo más, Andrea Labonair —declaró con un tono risueño y mirada alegre. Ante el halago, Andrea sonrió honestamente.

El lobo se abstuvo de hacer otro comentario alabándola. La imagen de la mujer frente a él resultaba tan increíble como real. Él se enamoró de una imagen que él mismo concibió de Andrea y que sinceramente no distaba mucho de la mujer que se presentaba frente a él. Entre un pensamiento y otro, Jackson cayó en la realidad cuando Andrea arrastró su nombre un par de veces.

— ¿En qué pensabas? —le miró con atención. El alfa negó divertido, restándole importancia al asunto. Notó cómo ella se hacía su camino hacia la salida—. Cómo sea, iré a decirle las nuevas a Hayley ya que no contesta el celular. Nos vemos.

Una última mirada de su parte bastó para despedirse. Pronto, Jackson atestiguó el sonido de su auto emprendiendo la marcha hacia su próximo destino. Más, con él quedó la incertidumbre... ¿Qué era realmente Andrea Labonair?

•••

— ¡¿Cuándo demonios tenías pensado decirme, Elijah?! —el híbrido bramo con su usual tono rojo de rabia, sin embargo, Elijah no se inmutó en su lugar. Rodó los ojos cansado y a sabiendas que su hermano no había terminado de hablar, se mantuvo en silencio. Klaus lo miró impaciente—. Estoy esperando, hermano.

Elijah se echó hacia adelante en su asiento.

—Esperaba por el momento adecuado porque sabía cuál sería tu reacción —reconoció con tal calma que le hirvió la sangre al híbrido.

— ¡Oh! ¡Qué noticia! —escupió con ironía—. No deberías ser el noble hermano, deberías ser el sabelotodo hermano. Te queda mejor.

—Andrea es nuestra aliada —replicó en contraste, sacando la ironía y el sarcasmo de la ecuación.

—Lo es —aseveró Klaus, pese a su autocontrol en la situación, el original sentía que explotaría—. Marcel también lo es y él no sabe que Hope sigue con vida. La única persona aparte de nosotros, está muerta. Así que... ¿Te importaría explicar cómo diablos sabe ella?

Elijah conservó el silencio por unos segundos, dudando sí decirle que él no tenía idea alguna.

—No me dijo —confesó y al atisbar un movimiento de su parte, el vampiro se levantó, acercándose a él, dijo con seguridad—. Ella me prometió que guardaría el secreto.

Pero sus palabras no consiguieron calmar al volcán que era Klaus Mikaelson.

—No pareces entender, Elijah —negó repetidas veces con la cabeza—. Existe alguien más que sabe que Hope está viva, alguien más que Andrea. No me puedo permitir que Hope se vea en riesgo.

Elijah le miró. Niklaus resultaba muy inquieto cuando la paranoia se colaba en su sistema; se movía de un lado para otro dándole trabajo innecesario a su cerebro y sanidad mental. Tal como lo estaba haciendo en ese momento.

La casa de seguridad de los Mikaelson a las afueras de Nueva Orleans no los albergaba por una semana pero el ambiente tenso del complejo, llenó por completo la inmensa casa blanquecina.

— ¿Y qué piensas hacer? —inquirió observándolo con atención. Ante la osadía de su tono, Nik se viro a él de inmediato más se mantuvo estático en su lugar de la habitación—. ¿Matar a Andrea? —la sátira en su pregunta se asemejó a un golpe de realidad—. Porque si es así, entonces, no estás pensando, Niklaus. La necesitamos tanto como ella a nosotros.

—No necesito a nadie —recalcó con odiosidad.

—Entonces, ¿por qué estoy aquí? —alzó una ceja curioso—. Una mentira dicha mil veces no se vuelve realidad. Necesitas a esta familia y esta familia necesita más aliados que enemigos.

Niklaus lo miró. El oji-verde sabía que su hermano tenía la razón pero no se permitiría decirlo en voz alta. Las amenazas contra su familia no menguaban y ante la oportunidad de un aliado como Andrea y los Crecientes era necesario pensar con la cabeza fría. Esto era la guerra, y en la guerra todo se reduce a una estrategia bien premeditada para una victoria asegurada.

— ¿Confías en ella? —le preguntó al trajeado luego de un par de segundos en completo silencio.

La tardanza en su respuesta no fue notada por Nik.

—Tengo que hacerlo —dijo finalmente—. Ella no nos ha dado ninguna razón para desconfiar.

—...Sin embargo, es una extraña.

—Entonces, tendremos que poner nuestra confianza en una extraña —respondió con presteza—. Por la seguridad de Hope y por nuestra sanidad mental.

Niklaus no demostró una oposición ante sus palabras porque por su mente rodaba la idea de un inminente desastre que se dirigía a su familia. Elijah, por su parte, se aferraba al ideal de mantener su mente sana porque después de todo es lo que más necesitaba.

•••

Rebekah Mikaelson miró con alegría como Hayley reía junto a Hope. Cuando la bebé estaba en sus brazos, cualquier rastro de preocupación, amargura o tristeza se disipaba del rostro de la mujer de cabellos castaños.

La escena le resultó un conducto para los seis meses de humanidad que pudo experimentar la menor de las hijas de Mikael. Se sentía atraída a la posibilidad de tener una familia propia; el regalo de dar vida en vez de quitarla, era un anhelo que Rebekah había tenido desde años atrás. Agradecía poder haberlo vivido —por unos instantes, al menos— con Hope pero las memorias resultaban un fiel recordatorio de su realidad.

—Te luce estar feliz —la rubia habló, robándose la mirada de Hayley en el proceso. La vampiresa se adentró a la habitación, divisando como el sol se ocultaba poco a poco—. Deberías considerarlo porque estar amargada todo el tiempo, hace que luzcas más vieja.

La honestidad avasalladora de Rebekah le hizo ensanchar su sonrisa. Le había extrañado.

—La misma vieja Rebekah —canturreó Hayley, dejando a Hope en el suelo.

—Bueno, no habrás esperado que cambié en demasía durante seis meses. Me tomó más de un milenio ser así de increíble —ante su réplica Hayley soltó una sonora carcajada—. Ahora, me tienes que explicar todo ese asunto de Andrea Labonair.

Hayley exhaló.

—No hay mucho que decir. Resulta ser que todo fue una confusión y que mi nombre biológico no es Andrea, sin embargo, por lo poco que Andrea me ha dicho sigo siendo una Labonair —explicó con simpleza—. La verdad es que ya poco me importa el asunto —dijo con su vista clavada en Hope. Todo parecía reducirse a menos cuando su hija estaba con ella.

—Empero te casarás con Jackson Kenner.

Ante la sentencia, Hayley volteó a mirarla con presteza.

Ambas estaban sentadas en el suelo.

— ¿Cómo sabes eso?

—Estaba pasando y escuché la conversación —declaró, sus orbes azules le miraban con seriedad. La híbrida supo por su mirar lo que venía a continuación—. Sabes que te quiero, Hayley pero antes de ti, está mi hermano. Debes decirle a Elijah.

—Elijah y yo nos hemos vuelto un asunto complicado —inhaló profundamente—. Cuando me convertí en híbrido me alejé y lo alejé. Después, él dejo de tratar y a mí me dejo de importar... —se encogió de hombros. La tristeza se impregnaba en su rostro en cada palabra—... Lo amo, Rebekah. Pero este amor no es lo suficientemente fuerte para mantenernos juntos.

— ¿Y piensas que puedes lograr a amar a Jackson?

—Eventualmente, sí —contestó con una velocidad que le asustó por un momento—. Pese a que nuestro matrimonio está planeado como algo puramente estratégico, sé cómo él se siente respecto a mí. Siempre se ha preocupado por mantenerlo presente, y es por eso...

—...Qué lo escoges a él —la rubia terminó por ella. Hayley asintió confirmando sus palabras. Rebekah le mostró una sonrisa que no llegaba a sus ojos; poso sus manos sobre las de Hayley—. Espero que sepas lo que haces y espero que sepas que sin importar que pronto seas una Kenner, en mi corazón siempre serás una Mikaelson.

—Oh, estoy pensando en cómo tomar eso como un cumplido —bromeó, robándole una risa a Rebekah en el proceso. Ambas se levantaron, y el par de ojos divisó a Hope en el suelo inmersa en propio mundo. Hayley miró a Rebekah con congoja—. ¿Es tiempo de irte?

Rebekah asintió sin ánimos.

—El plan es sólido pero con mi madre jamás se tiene certeza de algo —puntualizó—. Así que quizás esta sea la última vez que nos veamos en algún tiempo.

—Sí algo he aprendido de ustedes los Mikaelson, es que siempre vuelven —la abrazó con ternura—. Así que, por favor, comienza a idear tu regreso porque te extrañaré.

—Estoy contando con ello —le dijo con una sonrisa luego de que rompiera el abrazo—. ¿Recuerdas lo que te dije la última vez que me despedí?

Hayley asintió.

—Perfecto, mantelo presente. Y, oh, por favor asegúrate que los idiotas de mis hermanos no destruyan la ciudad.

Hayley le regaló una sonrisa noble en respuesta, asintiendo suavemente sabiendo que ese era un trabajo de todos los días.

•••

La amplia carretera se abría frente a ellos como si no tuviese un final; desolada y fría. Le obligaba a pensar en su pasado; una carga llena de un milenio de memorias y que con el tiempo se volvió pesada.

Rebekah despegó sus orbes del camino, sintiendo una punzada dentro de su pecho: una intranquilidad que se formaba en su mente con el reflejo del segundo hijo de Mikael.

— ¿Crees que Elijah esté bien? —interpeló, con voz suave pero que era percibida como preocupada. Ante la mirada de confusión por parte de Nik, ella prosiguió—. Está actuando... Inusual a él.

Klaus le miró por unos segundos antes de volver la vista a la vía.

Su expresión le dijo a Rebekah lo que necesitaba saber pero aun así él habló—. Han sido unos días duros para él, luego de su cautiverio. Le pregunté lo que Esther le hizo ver, él insistió en que no resultaba de importancia.

Un leve suspiro dejó el cuerpo de Rebekah.

—No creo que sea tan insignificante como él lo pretende hacer —señaló, en cambio—. ¿Crees que tenga que ver con el pasado?

—Y con el futuro, también —terminó el híbrido—. Desde Mystic Falls, Esther ha intentado comprarnos con la posibilidad de una nueva esperanza. Ante nuestra constante negativa, ella intentará cualquier juego sucio en su libro para hacernos cambiar de bando —el hombre de cabellos rubios cobrizos miró a su hermana con una expresión tranquilizadora—. Elijah es fuerte, lo que sea por lo que éste pasando, lo superará y, cuando sea el momento, él no los dirá.

Rebekah le envió una pequeña sonrisa como agradecimiento ante sus palabras.

— ¿Qué hay acerca Andrea Labonair? —arqueó una ceja—. Fue imposible no escuchar tus gritos. ¿Confías en ella?

—No —respondió casi de inmediato—, al menos, no por ahora. Elijah tiene un punto cuando dice que ella nos puede servir para futuras batallas.

—Lo entiendo, pero ¿cómo es que Elijah puede estar tan tranquilo al saber que ella sabe sobre Hope? —existía un hueco en la historia que Rebekah no lograba comprender del todo. Arrugó el entrecejo ante la falta de respuestas en su mente—. La única persona fuera de la familia que sabía está muerta —la rubia sintió la tensión irradiada por su hermano ante la indirecta del nombre de la susodicha, más lo dejó pasar. Ella era todavía un tema de cuidado.

—Me temo que nuestro hermano se encuentra en un estado de completo asombro ante Andrea —contestó él, tratando de ignorar el sentimiento arraigado en su pecho.

— ¿Crees que a él le gusta?

—Estoy seguro —alegó con confianza—. La mirada de nuestro hermano lo ha delatado más veces que sus palabras —terminó con una sonrisa juguetona—. Y su amor será nuestra ganancia —canturreó divertido, causando que Rebekah rodará los ojos.

El efímero momento de tranquilidad se esfumo cuando el aire exhalado por Rebekah se sintió pesado. Klaus le miraba cada tanto y por pocos segundos antes de volver su vista a la vía. La hija más joven de Mikael llevaba consigo una preocupación que disimulaba muy bien a través de sus muros internos.

—Todo saldrá bien, Rebekah —aseveró, más las palabras tenían un efecto que solo duraba segundos.

—En caso de que no, guarda esté cuerpo —bajó su vista hasta sus piernas—. Es muy probable que extrañe el modelo original.

—Esta noche será la última noche de Esther en esta tierra.

—Tú y yo en el mismo equipo —una risa suave salió de los labios de ella—. Debe ser navidad.

Nik solo le miró con gozo; su pequeña hermana y más fiel compañera.

•••

Elijah salió de su habitación con una sensación de adrenalina recorriendo sus venas. El original pensó que se debía al acto realizado hace un par de horas atrás donde él y Hayley fueron los protagonistas.

En el pórtico, bajo la luz artificial de las lámparas combinabas con la natural del cielo; sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Con sus ojos puestos en el cielo oscuro, las imágenes los agobiaron en un segundo: la puerta roja y sus horrores detrás de la misma.

«—Límpiate y déjame esconderla detrás. Todo mal que has hecho será escondido detrás de la puerta roja. Mantente impecable y jamás pasará nada».

La respiración se convirtió en un acto insoportable. Se sentía en un cuarto que se hacía cada vez más pequeño; listo para aplastarlo. Elijah era víctima de su memoria y de sus actos; recordaba cada grito, cada gota de sangre, cada acción que lo convertía en el monstruo que era.

—Detente —susurró con una voz apenas audible. Sus manos tapaban su rostro y sus párpados estaban cerrados. Contemplando la oscuridad.

Entonces, la ansiedad se disipó, volviéndose un sentimiento más ameno y fácil de soportar. La memoria de Hayley llegó para calmarlo pero al mirarla se convirtió en Andrea, pero jamás se había sentido tan real... La sensación de calma le recordaba a la noche donde él fue hasta ella. Andrea tenía el mismo efecto que un bálsamo para su sanidad.

— ¿Por qué sigues peleando contra esto, Elijah? —su voz tan suave como tierna lo sacó de balance por unos minutos. Apartó las manos para observarla y, estaba fuera de la estructura de la casa bajo la tenue luz de la noche—. Este eres tú. No puedes pelear contigo mismo.

Entre un segundo y otro, él se encontró frente a ella. Embelesado con la imagen de su mente; tan ficticia que lucía real.

—No eres real —bisbiseó negado levemente.

La mano de Andrea llega hasta su mejilla; el contacto se sintió tan vivido que perturbó al original.

— ¿Por qué me sientes, entonces? —el acercamiento se volvía inevitable y el aire que ella expulsaba chocaba contra su cara; cálido—. Soy tan real como quieres que sea. Estoy aquí porque me necesitas, estoy aquí por ti.

Y fue así como lentamente se terminó de cortar la distancia entre ellos; ella depositó un beso en sus labios, casto e inmaculado; el contacto se sintió irreal pero aun así Elijah siguió con la acción. De pronto, el pulso de Andrea jamás se sintió tan latente y tan cerca. Sus ojos yacían cerrados pero podía sentir las venas debajo de éstos, cuando la unión se rompió, y él abrió los ojos para mirarla, todo lo que pudo ver era Tatia. La mística doppelgänger estaba en sus brazos, con sus párpados cerrados y tan hermosa como él la recordaba: pulcra pero sin un ápice de vida en su cuerpo.

El original se levantó respirando con dificultad mientras trataba de mantener el aire en sus pulmones y la paz en su mente. Su cuerpo sudaba y sus manos temblaban. Miró por la ventana a su izquierda: una figura femenina yacía de espaldas a él, su cabello largo y su interrumpible mirar a la noche. Elijah parpadeó un par de veces y la figura desapareció.

Elijah Mikaelson obtuvo el aire pero no la paz. Su memoria lo tenía a él tal y eso hacía de su mente una guerra interna.

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