viii. Chasing the Devil's Tail
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capítulo viii. persiguiendo la cola del diablo
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Andrea se encontró a sí misma frente a la residencia Mikaelson a primera hora del día siguiente.
Inmóvil en la entrada, Andrea sopesaba el motivo de sus acciones y parecía no tener una explicación totalmente coherente ante la inherente necesidad de comprobar que Elijah estuviese bien. Aunque Klaus fue vago en su mensaje, quería pensar que así era... La mujer con un espíritu de lobo le tenía aprecio al original, más allá de un aliado, lo veía como un potencial amigo.
Luego de que lo parecieron varios minutos entró al complejo. No conocía la extensión del mismo porque no se le había dado el tiempo de darle un tour por el mismo porque honestamente no era importante, después de todo, debido a la gran sensibilidad de los sentidos, Andrea fue capaz de encontrar —lo que ella creyó— la habitación de Elijah sin problemas. Siguió los corazones latentes y las palabras en el viento.
Al estar la puerta abierta, se permitió observar la escena frente a ella. Klaus susurraba palabras que ella muy bien podía escuchar empero no lo hizo. No podía observar a Elijah en su totalidad pero podía notar que estaba acostado. Inquieto por la manera en como sus piernas se movían en pequeños espasmos.
— ¿Cómo está? —se atrevió a preguntar desde el umbral de la puerta. No se permitía a sí misma a adentrarse en la habitación, la razón la discutía en su mente.
La mirada de Klaus se fijó en ella con presteza, sorprendido por su aparición. Para estas horas, la hacía en el pantano junto a Hayley mientras cuidaban de un herido Oliver, al parecer, Andrea cambió de prioridades tan rápido como él de humor. Que Elijah fuese del interés de Andrea al punto de desplazar reuniones para asegurar su bienestar no pasó desapercibido para el híbrido.
—Duerme pero no descansa realmente —dijo Klaus luego de un rato—, no responde ante nada. Está atrapado en sus sueños y aislado del mundo real.
El híbrido velaba por su sueño pero aun así no comprendía lo que sucedía en la mente de Elijah. En su milenio de vida pudo ser testigo como hechizos con el mismo objeto se quebraban a la voluntad del hechizado pero esto era algo más. Veía cómo su hermano luchaba y aun así era un prisionero en su mente.
Andrea avanzó lentamente hasta él. Frente a Elijah, a la derecha de Niklaus.
—Conozco una bruja —mencionó Andrea a su lado. Ambos manteniendo el contacto visual—. Ella se encargó de cuidarme cuando fui enviada lejos —apartó su vista para ver al vampiro—, podría llamarle y preguntarle si hay algo que pueda hacer por ayudarnos.
El híbrido alzó una ceja.
— ¿Ayudarnos? —repitió, llevándose su mirada color avellana—. Quiero creer que te has encariñado bastante rápido con nosotros pero sería ingenuo de mi parte creerlo, cuando es Elijah él que se lleva tu interés.
Existía un poco de verdad en sus palabras pese a su tono bromista ante la situación. Niklaus era lo bastante perceptivo para vislumbrar los atisbos de una creciente relación entre su hermano y la mujer a su lado. No se oponía ante ello en lo absoluto.
La mejor manera de ganar la guerra era a través de alianzas estratégicas. Ciertamente un vampiro original y un licántropo con la fuerza para debilitar a Mikael era una alianza estratégica y fuerte.
La loba entreabrió los labios para replicar su premisa, ¿pero cómo podía? Dudaba de tener la misma voluntad para con Klaus pero quería creer que así era. Después de todo, ellos no eran nada más que conocidos persiguiendo un objetivo común. Ante su imposibilidad para responder un argumento coherente, rompió el contacto visual, virándose al original acostado una vez más. Frunció el ceño al observar una anomalía particular: un símbolo circular con algunas ramificaciones dentro del mismo, no recordaba haber visto algo como eso, pese a que no estuviese completo a la vista.
—Klaus... —arrastró su nombre—... ¿Elijah siempre ha tenido ese tatuaje en su cuello?
Ante su interrogativa, Nik entrecerró el ceño. Elijah no tenía ningún tatuaje en su cuello, se acercó con levedad hasta la zona que ella le apuntaba. Andrea dio un paso hacia atrás dándole espacio. Lo mostró a la vista y maldijo entre dientes.
—Eso no es un tatuaje. Es un símbolo —ante el cambio severo de su tono de voz, parecía que él si evocaba el símbolo de alguna de sus memorias.
— ¿Qué significa?
—Qué tengo que perseguir la cola del diablo...—le dijo sin ánimos de extender en su explicación. Se dirigió una vez más a Elijah, esta vez, en aras de que el momento fuese íntimo, Andrea se mantuvo al margen—. Sé que puedes escucharme Elijah; no estás solo, jamás lo estás. Haré lo que sea necesario para vuelvas a mí.
Se apartó de él con un firme objetivo. Sus orbes chocaron con los de Andrea, pero no tenía nada que decirle y no había tiempo que perder. El contacto se perdió y él salió en dirección al bosque a hacer su búsqueda. Entre tanto, Andrea se quedó mirando unos segundos el camino que tomó Klaus y luego desvió la mirada hacia Elijah.
Contra todo impulso de salir de ahí, la urgencia de darle seguridad a la versión vulnerable que tenía frente a ella parecía más importante. Cuando se encontró lo suficientemente cerca de él, se echó hacia adelante con levedad.
—Si me escuchas Elijah, lucha contra ello —susurró contra su oído. Ante la suavidad de su voz Elijah reaccionó con un espasmo. Andrea lo notó empero no se alejó, una pequeña sonrisa curvó sus facciones—. Sé que eres lo suficientemente fuerte para hacerlo así que hazlo. No estás solo.
Entonces, su acción consiguiente fue tan inesperada como placentera. Arrastró su mano hasta el final de su brazo, y entrelazó su mano con la de él en un intento de asegurarle su presencia aunque él no estuviese complemente presente. No obstante, él sintió el tacto, apretó su mano por unos segundos y Andrea lo miró impaciente esperando para que despertará pero no lo hizo. La unión se rompió luego de unos segundos y con ella, una Andrea salió disparada del recinto ante la realización de su acción.
Por unos momentos agradeció que Elijah no recordará la extrañeza pero familiaridad del momento. Sin embargo, recordaría sus palabras como una luz al final del túnel, pues, hasta que despertaría sonarían como eco en su mente; serían el viento que moviese las copas de los árboles. Y, eventualmente, el ancla que lo mantendría cuerdo.
•••
Andrea comenzó a bajar colina abajo. En la distancia se encontró una casa junto al lago y no muy lejos unos quejidos anexos al crujido de las hojas bajos sus pies. Al acercarse lo suficiente, vislumbró a Oliver recostando a un tronco con pocas esperanzas de vida a simple vista; una apariencia deplorable que no competía a como se sentía.
—Hey, Oliver —se puso en cuclillas para llegar a su altura. Su tono dulce funcionaba como bálsamo ante tanto dolor físico, Oliver miró a su reina y trató de sonreír, salió una mueca en el proceso pero Andrea entendió su acción—. ¿Quién te hizo esto?
—Los lobos restantes no tomaron bien que haya cambiado de lados —tosió, abrazándose a sí mismo—. Dijeron que era un traidor en busca de la redención o algo parecido, honestamente deje de escuchar cuando comenzaron a insultarte —pese a su apariencia, la ronca voz de Oliver sonaba jocosa y contaba la breve historia como una anécdota de guerra.
El corazón de Andrea se ensanchó ante el hecho de que su gente la defendía. Más allá de su jerarquía, al ver la calidad de los orbes oscuros del rubio frente a ella supo que estaba en casa. No obstante, la paliza que recibió bajo su nombre no le producía el mismo sentimiento; le repugnaba. Más, dentro de todo, Andrea levantó la curvatura de sus labios levemente.
—Entonces supongo que cuando te mejores, deberás sacarme hasta el apellido para que estemos a mano —bromeó. Oliver soltó una carcajada con la cual pensó morir.
—No es sobre eso —negó luego de que la risa paró. Recostó su cabeza en el tronco y sin perderla de vista, prosiguió—. Di mi vida por ti y por los muchachos que arrastré a todo esto en un principio —hizo una pausa para tomar aire—, tenían razón después de todo... Buscaba una redención.
—No digas eso —la reina sintió sus ojos cristalinos. Buscó su mano para poner la suya sobre la de él en un gesto de afecto—. Una vez que tus heridas curen, puedes ayudarme a rehacer esto. Podemos hacerlo mejor, Oliver, sé que podemos.
—Yo no puedo —su vista se alzó ante una figura alta detrás de Andrea—, pero él si puede. Ustedes pueden.
El toque se disipo al momento en que Andrea se viraba para observar un cuerpo más alto que ella. Se enderezó y sus orbes estudiaron al hombre al frente; barba incipiente, el largo de su cabello llegaba hasta un poco más de la altura de sus orejas y sus ojos oscuros expresaban una tristeza inherente ante la posibilidad de muerte. No lo había visto antes pero sabría que lo encontraría; no lo había visto antes pero sabía quién era él...
Jackson Kenner, su prometido.
El mundo pareció detenerse por unos instantes y Andrea volvió en sí cuando Hayley salió de la casa del lago con una toma preparada para Oliver, e incluso en el momento se encontró a sí misma incompetente para forma una mísera oración.
Conocía su pasado y el legado que mantenía en los hombros; estudió las alianzas y sabía las razones de la muerte de sus padres... Dios, conocía parcialmente la historia de Hayley. Sabía quién eran los Kenner y su posición, e incluso todo ese conocimiento era banal ante la verdadera presentación. Andrea no dudó en mostrarse ante su gente, de defender su verdad con garras de acero y creyó que no temía al hecho de que conocería a su futuro esposo y en partes no lo hacía pero aun así no podía decir nada más allá de su nombre.
—Andrea Labonair —se presentó, estirándose su brazo y ofreciendo su mano en un saludo cordial.
—Jackson Kenner, un placer conocerte —sus manos se unieron y se separaron en una distancia de tiempo respetable.
Hayley carraspeó—. Ustedes deberían hablar a solas. Me quedaré con Oli.
Ninguno de los dos opuso resistencia ante ello pues su reunión era necesaria y no podía ser aplazada. Jackson la guió hasta la casa del lago. Subieron un escalón y fueron hasta la parte de atrás, aquella que daba con una vista tan magnifica como pacífica del río Mississippi.
La tensión se mezcló con el aire, se volvió pesada y ambos respiraban a un nivel que podía ser escuchado por el otro.
—Una bella vista —Andrea fue la primera que rompió el silencio. No lo miró—, nada se compara con la naturaleza.
—Nada se compara con esta tierra —ante su réplica, Andrea lo miró. El alfa sonrió levemente y continuó su explicación—. Tenemos una conexión especial con esta tierra porque aquí nacimos. Por eso es que cuando veas el paisaje —apunto a la composición del agua junto al cielo y los árboles—, te resulta lo más hermoso que has visto. Es la naturaleza de ser un lobo —la fascinación se vio extendida por su rostro, Andrea se vio contagiada por el mismo sentimiento que él—. La siento cada vez que me detengo a mirar alrededor. Te hace sentir...
—...Poderoso —terminó por él. El alfa le sonrió en concordancia—. Me he sentido así desde que volví y todo volvió se intensificó cuando me presenté ante la manada.
—Puedo creerlo. Te veías lo bastante poderosa mientras te dirigías a ellos —el alfa le regaló una sonrisa que la hizo sentir cómoda. De pronto, la tensión se disipaba y ambos se sentían a gusto con la presencia del otro—. Estuve ahí. Nadie me vio pero ahí estuve —se apresuró en decir, al ver la sorpresa y confusión en el rostro de Andrea—. Sentí seguridad al escucharte. Quizás hasta un poco de esperanza.
Andrea entrecerró el ceño.
— ¿Esperanza de qué? —ladeó su cabeza.
Jackson la miró sin musitar una oración por algunos segundos. Él podría ser muchas cosas, detallista entre ellas. El alfa observó de manera casi inmediata la expresión de Andrea al verlo, ligeramente parecida a la de Hayley cuando él se presentó ante ella muchas noches atrás, afirmando el pasado falso de ella. Él aclamó ser su prometido, se ilusionó y el impacto fue tan rápido como doloroso. No solo para él, sino también para Hayley sin embargo, al conocer a Andrea podría pensar que para ella también lo era... En contraste a Hayley, ella sabía todo pero conocerlo fue algo que no esperaba y ciertamente no estaba preparada.
O al menos, eso fue lo que Jackson pudo deducir.
—De que podemos encontrar una salida —bisbiseó luego de un par de minutos en silencio—. En caso de que no quieras este matrimonio.
Entonces, la tensión volvió.
Andrea tragó saliva y desvió la mirada al paisaje. Tenía veintidós años y la carga de una manada sobre sus hombros. Casarse con Jackson era el destino que sus padres querían para ella pero le era inverosímil pensar en algo tan íntimo con alguien que apenas conocía.
— ¿Tú quieres este matrimonio? —interpeló en voz baja, mirándolo de reojo.
—Estoy enamorado de alguien más —respondió en cambio, Andrea notó que su mirada yacía en dirección a Hayley y Oliver. No le tomó mucho tiempo averiguar de quién se trataba.
—Hayley... —le siguió con la mirada, ante el pronunciamiento del nombre de la híbrida, Jackson se volteó hacia ella con rapidez—... No quiero este matrimonio por la misma razón que tú no lo quieres: no nos conocemos. No nos amamos. Necesitamos tiempo para llegar a ambas, y tristemente... Tiempo es lo que no tenemos —hizo una pausa, mientras lo miraba fijamente—. Si no hay otra manera, estoy dispuesta a casarme contigo. Por nuestra manada y su alza.
Y fue en ese momento en donde Jackson Kenner pudo ser testigo de la fiereza en los ojos de su prometida; por unos segundos sintió celos, envidió su coraje para hacerse frente de una manada con la que jamás convivió pero aun así defendía con una convicción tal que la hacía estar dispuesta para todo sin importar nada. Ella iba por el camino de la grandeza porque tal como cualquier reina; ella estaba conquistado.
•••
El corazón de Klaus latía con fuerza dentro de su pecho.
Cerraba los ojos y veía a Ansel: su padre biológico, pero aun así su imagen parecía distante, como si su aparición no hubiese significado nada para él —cuando resultaba lo contrario—. Para Nik, conocerlo fue inesperado y matarlo fue lo acertado. El híbrido creó un plan complejo en su mente en donde afirmaba que toda aparición extraordinaria, era Esther quien estaba detrás de ella, todo con el objeto de cumplir su cometido.
Disipó todos los pensamientos relacionados a Ansel, su historia digna de ser escrita por Shakespeare y subió peldaño arriba hasta la habitación de Elijah. Ante la cobija de la luz de la noche, Klaus se acercó con cierta presteza hasta su hermano mayor. Seguía sudando y pese al encantamiento, la expresión impresa en su rostro le daba retortijones al híbrido al saber que su hermano sufría.
Del bolsillo de su cazadora, sacó un pañuelo blanco: un polvo blanquecino proveniente de una planta extraña que consiguió en los bosques del pantano —gracias a Ansel—. Recordaba el proceso de aplicación porque hace un poco más de mil años, Esther lo hacía para calmar la furia de Mikael. Lo dormía y aplicaba el polvo a unos cuantos días después, con la esperanza de que su ira se hubiese esfumado... Se valía soñar. La cólera de Mikael no lo dejaba porque al sus orbes posarse en Niklaus, volvía tan rápido como los galopes de un caballo.
Colocó con suavidad el polvo en el símbolo, frotándolo con delicadeza. Cuando terminó dejo el pañuelo a un lado y se echó hacia delante con levedad.
—Éramos niños inocentes, Elijah —inició, el original soltó un espasmo ante el eco en su mente. Nik consiguió combinar el susurro con su voz fuerte, murmurando para él y solo para él—. Trágicamente cambiamos a monstruos y como todos; tenemos demonios por dentro. Nos acechan en la oscuridad, listos para tomar el control sobre nosotros y algunas veces los dejamos... Empero existe una persona que difiere de este pensamiento. No somos aberraciones para Hope. Podemos ser héroes si queremos, somos luz para mi hija.
El efecto del remedio comenzó a dar efecto cuando los espasmos se hicieron frecuentes en cuestión de segundos. Nik posicionó sus manos sobre los hombros de Elijah, impidiendo que cayera de la cama. Él estaba luchando por salir pero existía presión en el otro lado de su mente.
—Te necesito, hermano. El monstruo que vive en mí se detiene por el monstruo que vive en ti. Juntos podemos controlar nuestros demonios y salvar a nuestra familia. Te necesito de mi lado, Elijah... Por siempre y para siempre.
El cuerpo del vampiro se detuvo de momento. Nik dio un paso hacia atrás y observó la escena con ojos impacientes.
De pronto, los ojos de Elijah abrieron de golpe y su respiración se volvió agitada en cuestión de segundos. En un intento de adaptarse a su alrededor con presteza se sobresaltó, agitado, confundido y con miedo. La vista del original pasó por toda su habitación en una velocidad impresionate pero logró calmarse cuando observó a Niklaus ofreciéndole una sonrisa apacible.
—Estas en casa, hermano. Estás bien —le aseveró pero mientras él se ajustaba a su habitación la sensación de sus palabras le dejo un trago amargo.
Él no se sentía bien. No se sentía en casa.
Cuando el agua chocó contra su cuerpo y él cerraba sus ojos veía el bosque: se veía a él, a su inocente versión de la que no quedaba más que un borroso recuerdo. Una memoria que él se encargó de depositar en lo profundo de su mente pero que Esther logró traer a colación: un viviente recordatorio del monstruo que era.
El tiempo pasó volando y mientras él hacía actividades monótonas, su mente viajaba por el recuerdo dulce amargo. Frente al espejo, Elijah acomodó sus mellizos y pronto el tiempo se detuvo: El cuerpo de Tatia en sus brazos, la sangre de su amada en su mentón; su cuerpo depositado detrás de la puerta roja.
«—Límpiate y déjame esconderla detrás. Todo mal que has hecho será escondido detrás de la puerta roja. Mantente impecable y jamás pasará nada —le dijo Esther mientras tomaba el cuerpo de Tatia y ambas se escondían detrás de la puerta de madera rojiza».
El recuerdo lo sacó de balance. Se mantuvo de pie al sostenerse de un mueble alto a su izquierda. Miró su reflejo y observó el sueño: Hayley en sus brazos para luego cambiar por Andrea.
«—Hermosas mariposas... ¿A quién dañarás primero? —la voz de Esther sonaba decidida, un eco en su mente mientras sus demonios salían».
Cerró los ojos con fuerza en un intento de borrar los pensamientos.
«—No estás solo». El eco en su voz no logró disipar la suavidad de la misma, la sentencia se repitió un par de veces más hasta que abrió sus orbes para mirarse. En un segundo, la sonrisa de Andrea se extendió en su mente; cálida.
Desesperado por mantener la voz de la loba en su mente, se aferró a ella. Se concentró en ella: como una luz al final de túnel y así salió de la habitación en su encuentro con Niklaus, ignorando que la mente por si misma puede hacer un cielo de un infierno y un infierno de un cielo; y se trataba de elegir su infierno apenas comenzaba.
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