vii. Red Door
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capítulo vii. la puerta roja
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Todo lo que Klaus Mikaelson deseaba se reducía a un día de paz, sin embargo parecía mucho pedir. No durmió en la noche y ciertamente no lo haría en el día; una vez que Andrea les contó los sucesos de la noche anterior el híbrido pudo vislumbrar el plan de Esther y aun así cuando la noticia de que Camille había sido raptada por Mikael se descolocó por completo.
El tiempo le demandaba ordenar las prioridades, así que contra pronóstico rescataría a Camille y luego se enfocaría en Elijah.
Por su parte, Andrea pasó toda la noche en el complejo sin poder dormir ni por una hora completa. Se levantaba cada tanto con la imagen del brujo en su mente; renunció al hecho de que no podía dormir cuando retazos del sol se veían salir en el horizonte, pronto Nueva Orleans despertó; desde el palco notó como las personas se hacían su camino por las calles de la ciudad. El ruido citadino filtrándose por sus oídos.
En comparación a ello, estaba el recinto sumergido por un silencio que le proporcionaba intranquilidad. Inhaló profundamente al tiempo que calmaba su mente. De una mesa de madera de pequeño tamaño tomó su celular, a sabiendas que Ayana era una mujer que se levantaba con el sol marcó su número telefónico y esperó.
— ¡Cariño! —la alegría en la voz de Ayana le hizo olvidar sus inquietudes por un soplo de segundo—. Has de saber que todo está de maravilla por aquí. Los muchachos están bien y en este momento se dirigen a una finca lo bastante lejana de las brujas de Nueva Orleans. No los encontrarán.
—Gracias, Ayana —apremió, desviando su vista a cada rincón de la habitación—. Es bueno comenzar el día con una buena noticia.
—Así es —correspondió la bruja—, pero te conozco, Andrea. ¿Pasó algo?
—Las cosas no salieron del todo bien por aquí —admitió en un tono un poco más bajo de lo usual—. Elijah y Oliver fueron secuestrados por Esther y me preguntaba sí podías...
—Claro —la interrumpió, Andrea no estaba ahí pero podía adivinar que en sus facciones yacía una sonrisa tranquilizadora—. Haré el hechizo y en cuanto tenga cualquier novedad te aviso. Estaremos en contacto.
Luego de eso y con una corta despedida, la llamada se cortó. Unos pasos apresurados le hicieron salir del estudio e ir hasta el pasillo; al ver como un Klaus apresurado bajaba los peldaños con prontitud, ella lo siguió.
— ¿Hay noticias sobre Elijah y Oliver? —se atrevió a preguntar.
Klaus se detuvo en sus paros y subió la vista más allá de ella. La figura de Hayley venía bajando las escaleras de forma tranquilidad, sus ojos estaban clavados sobre él; según Klaus, ambas pendientes de lo que él podía decir.
—No hay más noticia de las que ya sabemos —manifestó el híbrido—. Ambos están bajo el poderío de Esther y antes de irrumpir en Lafayette, necesito hacer algo primero.
Sus orbes verdosos se desviaron entre Andrea y Hayley. Ninguna de las dos manifestó una satisfacción ante sus palabras y honestamente a Klaus no le importaba que pudiesen decir en el momento. Se viro en su eje para partir hacia la salida, pero antes de poder salir del complejo se detuvo en seco.
— ¿Qué puede ser más importante que salvar a tu hermano?
Al escuchar la inquisición acusadora de Andrea caminó directamente hasta ella. Sus ojos danzaban en una ira progresiva, su expresión dura y severa.
—Nada es más importante que mi hermano —susurró. Klaus mantenía su vista en ella de una manera amenazadora, tal como lo hacía con cualquier enemigo o aliado que no medía sus palabras.
Andrea no le temía al híbrido y si él pensaba lo contrario, ella estaba dispuesta a hacerle cambiar de opinión. Se acercó con levedad a su rostro.
—Pruébalo —bisbiseó con voz ronca.
El original levantó la curvatura de sus labios en una sonrisa socarrona.
—Oh, amor —musitó, se podía notar cierto regocijo en su tono—. No tengo nada que probarte.
Klaus era un maestro para provocar a las personas, para ratificar la teoría existía una interminable lista que acababa de adquirir un nuevo nombre en ella: Andrea Labonair. Cuando Nik partió, ella se viro a Hayley.
Los brazos de la híbrida se encontraban cruzados sobre su pecho, reacia a querer entablar una conversación con ella. No podía siquiera mirarla y pretender como si no pasará nada. Y, es que no solo se debía al secreto sobre Hope sino también al gradual interés —que no podía negarse— por Elijah. Pues, debía creerla estúpida si pensaba que Andrea se quedó en el complejo sin poder pegar un ojo en la noche simplemente por Oliver. Ante el poco tiempo de su arribada, Hayley ya la conocía pues ella pasó por lo mismo y no solo con el secuestro de hace horas sino cuando se encontró a si misma extrañando terriblemente al Original cuando Klaus lo entregó a Marcel hace poco más de un año.
— ¿A dónde va?
—Una amiga de la familia también fue secuestrada —se limitó a responder—. En contraste a Elijah, ella sí puede morir. Klaus no se concentrará a menos que no sepa de primera mano que ella está a salvo.
Andrea asintió, sin querer darle más importancia al asunto. Le dio un último vistazo a la híbrida. No tenía más nada que hacer por ahí—. Solo hazme saber si me necesitan para algo.
Hayley mantuvo su mirada en ella. En su mente una duda surcó ante la superficie y antes de que pudiese pensarla por segunda vez, salió sin permiso e impredecible de sus labios.
— ¿Tienes sentimientos por él?
La pregunta la sacó de balance. Andrea arrugó su entrecejo en confusión y la miró con atención.
— ¿Por Klaus? —la expresión en Andrea era digna de rememorar. Pese a la breve pausa, Andrea se apresuró a desmentir cualquier sospecha—. Déjame ponerlo de la mejor manera posible... El único sentimiento que despierta Klaus en mí es cuando quiero separar su cabeza de su cuerpo.
Hayley dejó caer sus brazos.
—No me refería a él —negó—. Me refiero a Elijah. ¿Tienes sentimientos por Elijah?
Una sonrisa divertida surcó sus facciones mientras la escrudiñaba con la mirada. La expresión de Hayley era hosca, en el exterior daba la impresión de estar en calma, su interior, por otro lado, era un cataclismo de emociones.
La loba avanzó lentamente.
—Es un aliado y lo considero un amigo —sus palabras no tenían ninguna intención más allá de lo que significaban, pero lucía que a Hayley le afectaban de igual manera—. Ciertamente, no hay nada más de ello. Empero si me preguntas sí me gusta como hombre... La respuesta sería diferente; los movimientos sutiles, la actitud clásica y, por supuesto, los característicos trajes —hizo una breve pausa, observándola mejor—. No obstante, todo lo que digo tú ya lo debes saber. Es decir, tú estás enamorada de él ¿no es así?
—Y él de mí —la respuesta salió de sus labios sin su permiso, pese a sentirse insegura por su afirmación Hayley se cubrió con regocijo ante su contestación.
Andrea alzó una ceja, divertida.
—Estoy segura que sí lo hizo —la usanza del pasado en su sentencia no le fue desapercibida a la híbrida—. Pero los sentimientos cambian, siempre cambian.
Sin más, se hizo su camino hasta la salida del complejo. Satisfecha por la reacción de Hayley, después de todo, Klaus no era el único que podía provocar a las personas y salir dejándolas con la palabra en la boca...
•••
Con el paso del tiempo, Elijah logró esconder los demonios del pasado en una habitación con una característica puerta roja: las muertes más insólitas e inhumanas, los deseos oscuros y memorias lúgubres. Todo bajo la reminiscencia de su primera muerte, bajo el instintito primitivo de un vampiro común.
Al ver la puerta en un corredor oscuro y una inquieta figura tratando de entrar, rememoró con pena la primera de una acción constante. El ver a Tatia lo sacó de balance, el saber que se encontraba bajo las garras de su madre no ayudaba a disipar la mezcla de emociones que desarrolló una vez que despertó.
— ¿Con quién soñabas cuando despertaste? —Esther lo miró. Mantenía su distancia pero caminaba de un lado a otro—. ¿Es quizás Hayley? ¿O alguien más?
Elijah luchó contra las cadenas tan pronto como las palabras de su madre salieron de sus labios, empero era en vano. La fuerza ejercida no tenía comparación a un hechizo bien realizado. Esther se dio la tarea de personalmente hechizar las cadenas de metal para mantener a su hijo en un estado que poco a poco le volvía desequilibrado.
—Deja de luchar, Elijah —dijo al ver los intentos fallidos del original de acercase a ella—. Te traje hasta aquí para que me escucharás, por consiguiente, no te irás de aquí hasta que puedas escuchar lo que tengo que decir.
— ¡Entonces, habla! —bramó furioso.
Esther lucía disgustada ante la osadía de su hijo, pero lo dejo pasar. Se quedó estática en un solo lugar y terminó por ordenar sus ideas.
—Quiero reunir a la familia —su premisa no era una idea nueva para Elijah, no obstante se abstuvo de hacer comentarios para escuchar lo que tenía que decir—. Quiero que dejes atrás la salvaje y grotesca actitud que el vampirismo te ha convertido —avanzó lentamente hasta llegar a una distancia en donde podía tocarlo—, Toma el cuerpo de un mortal, hijo mío, así todos podremos ser felices otra vez. Comenzar de nuevo.
Elijah observó sus facciones por un momento, repeliendo la perversa idea de su madre.
— ¿Estás conscientes de que estás completamente demente, no es así? —murmuró por lo bajo, sin dejar de mirar a su madre con ojos coléricos.
Esther soltó una carcajada.
— ¿Lo estoy? —su expresión delataba una pequeña sonrisa en sus labios—. Yo no soy quién corta las alas de cada hermosa mariposa que encuentra —Esther se vio satisfecha cuando Elijah volvió a luchar contra el metal—. Como la mujer que viste en tu sueño.
La ira se coló por su torrente sanguíneo. Las venas bajo sus ojos se manifestaron, sus colmillos salieron y sus orbes se volvieron oscuros. Esther miró la odiosa transformación desde su lugar sin moverse ni un ápice.
—Tu versión más salvaje es aquella con la cual me siento más decepcionada —ante su sentencia, Elijah se mantuvo en silencio y sus expresiones vampíricas desaparecieron—. El hijo honorable que educe no es nada más que una máscara que utilizas para ocultar tus demonios más viejos.
—No sabes nada —escupió con ira.
—Verás, hijo, ahí es donde te equivocas. Sé más sobre tus secretos que tú mismo —su afirmación lo hizo fruncir el ceño—. En caso de que una lista es necesario, podemos empezar con la primera mariposa que destruiste —el original palideció—. La joven y tierna viuda de nuestra villa que llamó tu atención cuando todavía eras humano. La de sangre mística, la doppelgänger... Tatia.
Su incómoda posición no le impidió enderezarse, incómodo ante el giro de la conversación. Sus brazos alzados hasta la altura de sus hombros: retenidos por unas cadenas de metal a cada lado de la oscura cripta.
—No hice nada más que amarla hasta que tomaste su vida —su voz, ronca y segura, le hizo expandir la sonrisa en la cara de Esther.
—Sé que eso es lo que crees... Verás, no solo estás aquí para escucharme sino para ver —las palabras de la mujer lo confundieron, miró como Esther tomaba una vela encendida de una mesa de madera a dos metros de él. Luego, la puso frente a él—. Necesito que veas el monstruo que eres, realmente. Cuando lo hagas, suplicarás por salvación y yo con gusto te la daré.
Esther sopló la vela frente a su cara, lo siguiente que Elijah vio fue oscuridad, seguido de un recuerdo que él guardaba en su mente como uno de los momentos en donde obtuvo felicidad... La noche en la que Tatia lo escogió a él.
Pero pronto, la verdad detrás de la puerta roja se descubriría y no dejaría nada más que sangre y dolor en el camino.
•••
La lobreguez la abrasó como nunca antes. La niebla cegaba su visión y su corazón latía con fuerza. Caminó sin rumbo alguno en aras de buscar una repuesta de su estadía ahí. Lo que pareció horas caminando sin un sentido, una luz apareció: fuera de su alcance y guiándola hasta el final.
Los gritos se colaron en sus oídos y la sensación de dolor mezclada con tristeza le fue percibida en el ambiente. Se detuvo en su caminar, paralizada ante la idea de lo que pudiese haber detrás de la puerta de color marrón de antaño. Sus manos temblaban y su espina dorsal le obligó a enderezarse, ignoró el viento feroz que sintió al tocar el picaporte de la puerta de madera.
La puerta chilló y poco a poco la imagen se volvió clara: cuerpos en el suelo con ojos abiertos y vidas robadas. La bruja ahogó un grito, tapo su boca con sus manos en un intento de mantenerse callada.
« ¿Es esto un sueño o una visión?», se preguntó a sabiendas de la respuesta; un sueño no podía sentirse tan real como la escena en donde se encontraba. Ayana sentía que en aquella choza ocurrió el mal. El apetito atroz que llamaba la sangre.
Entonces, tan rápido como entró en el trance la escena cambió. Ayana dio un paso hacia atrás, mirando a su alrededor. Un pasillo medianamente extenso. Ventanas en ambos lados del pasillo, las cortinas blancas se movían equilibradamente por el viento que podía percibir. No obstante, el objeto que llamó su atención fue la puerta al final. Se acercó lo suficiente para detallarla mejor; de madera de antaño igual que la escena anterior, la única diferencia es que esta era roja y tenía gotas de sangre chorreando.
— ¡Ayuda, Ayana!
Su mundo se suspendió cuando escuchó el llamado. No logró reconocer la voz la primera vez empero el llamado se hizo constante y bramaba su nombre en compás al viento. Para la segunda vez, ella sabía de quien se trataba...
... Andrea.
Ayana abrió la puerta. Sollozó al ver la imagen en sus pies: Andrea estaba el suelo, vestía un vestido blanco manchado de sangre y sus ojos sin vida la observaban después de la muerte. La bruja cayó en rodillas y la tomó en sus brazos, las lágrimas caían mientras veía la última expresión de Andrea: el miedo en sus orbes avellanas y cuando los miró con detenimiento, se sorprendió; se tornaron azules por unos segundos, un grito se escuchó y sintió una presencia.
Alzó la vista para ver a un hombre que no la miró a ella pero a Andrea. No sabía quién era porque la oscuridad lo cubría pero tenía una idea, entonces el hombre desapareció y una tercera voz deformada se escuchó:
—Incluso cuando alguien es puro de corazón y dice sus oraciones por la noche, se convertirá en lobo cuando el acónito florezca y el otoño de la luna se vea...
La voz se detuvo, y los ojos de Ayana se fijaron en Andrea una vez más. Una lágrima cayó y con el cuerpo en sus manos, la negrura entró: dentro de su propia mente Ayana fue desplazada, algo más controlaba sus acciones.
Sus ojos blanquecinos miraban a Andrea.
—Para terminar con la maldición descubrirás que debes matar a la niña o tu corazón yo tomaré.
Abrió los ojos de golpe, sintiendo como su corazón latía con fuerza dentro de su pecho. Intentó tranquilizarse, cerró los ojos e inhaló profundamente, exhaló de la misma manera. Ayana no estaba segura de que había significado todo aquello pero no era un sueño, era una mezcla en lo vivido y la fantasía; entre el recuerdo y futuro, entre la vida y la muerte... Todo detrás de la puerta roja.
•••
La nobleza era comúnmente representada con la imagen de un ciervo, un estandarte que le fue transferido a Elijah bajo la base que él era mucho más misericordioso que sus hermanos, que él era el buen hermano en medio de monstruos.
El noble Elijah.
Una mentira creada y esparcida por las voces del mundo para establecer a Elijah como un mito entre lo fantástico. Una idea distorsionada de sí misma que sus hermanos creían, que él mismo creyó pero que ahora no lo hacía.
Su mente jugó con él hasta que se cansó. La verdad encerrada detrás de la puerta roja lo quebró de una manera que no podía ser medida. Él no era el mismo. Quizás jamás lo sería otra vez.
Al abrir los ojos se encontró con el suelo de la cripta. A su alrededor no había nada más que silencio y oscuridad. Exhaló. Los metales hicieron un leve ruido cuando terminó de rodillas, en su mente suplicando que la tortura terminará; en poco tiempo desenvolvió una aberración al yo detrás de la puerta, junto a los recuerdos que parecían olvidados.
— ¿Crees que me satisface verte de esta manera, Elijah? —la voz de la mujer le hizo alzar la vista. Su silencio fue una respuesta que hirió a Esther más allá de palabras—. Te equivocas y es por eso que no te dejaré ir hasta que recuerdes cada atrocidad que has escondido detrás de esa puerta. Los recuerdos llegarán a cazarte, y entretiempo te volverás débil. Tu fuerza se irá, tu poder, tu esperanza. Todo. Entonces, mientras estés aquí solo, reconsiderarás mi oferta. Nueva vida, limpia de tus demonios. Una nueva oportunidad de paz...
Su fastidioso discursó terminó abruptamente. El original se aturdió por unos segundos, pero cuando la figura de Hayley apareció de entre las sombras se calmó. El cuerpo de Lenore yacía en el suelo con una mordida en su cuello, Hayley limpió la sangre de sus labios y procedió hasta él.
—Demasiada palabrería por hoy, ¿no lo crees? —pese al acto violento, lucía sensitiva—. Le hubiese sacado el corazón pero solo saltaría de cuerpo. Al estar lo suficiente cerca trató de romper las cadenas pero el hechizo lo impidió—. ¿Cómo puedo romperlas?
La vista de Elijah sube hasta su izquierda. Una muñeca atada por un hechizo a las cadenas. Hayley le sigue la pista—. Tienes que romperla, Esther la usa para retenerme.
La híbrida hace lo requerido, al soltar las cadenas Elijah cae al suelo: una versión que Hayley no había visto antes, ciertamente lamentable. La mujer de cabellos castaños lo obliga a levantar la vista hacia ella al rozar su mejilla.
—Necesitas alimentarte.
Elijah aparta el contacto y la mirada. La falta de control por su deseo de sangre le ha costado mucho ya.
—No puedo...
—Estás débil —la sentencia le hizo volver a mirarla. Hayley tenía el cabello suelto, al verla notó como pasó parte del mismo hacia atrás dejando camino libre en dirección a su cuello. La falta de movilidad por parte del original le hizo hablar—. Hazlo, Elijah.
—No puedo —murmuró al punto del colapso. Podía escuchar como su corazón latía y como la sangre corría—. Te deseo —pronunció en una mezcla entre lo vergüenza y el anhelo—. Mi hambre podría superarme y podría matarte.
Elijah era una bola de nervios. Hayley, por el contrario, estaba calmada y serena ante la situación. Los ojos del original pasaban de sus los orbes de la híbrida ante su cuello desnudo.
—Confío en ti con mi vida. No estoy asustada.
El original la miró por unos segundos más, buscaba cualquier indicio que le hiciera desistir de la idea pero no los encontró. Sacó sus colmillos y con él las venas bajo sus ojos se exaltaron, cortó la distancia y los clavó en su cuello. La sangre fluía y el cuerpo de Hayley respondía con la normalidad que se puede pedir. Con sus manos libres la acercó aferrándose a ella, los segundos volaban y el hambre no se iba pero su conciencia estaba ahí. Apeló por ella pese a la necesidad de drenarla. Cuando se separó, sus orbes se abrieron en sorpresa. No era Hayley. No era Tatia. Era Andrea.
La reina pasó una mano por su mejilla. Elijah sorprendido ante lo bien que se sintió su tacto.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Vengo a salvarte —su voz sonaba por lo bajo, casi como una melodía para él.
El original negó repetidas veces., desviando su vista de ella. Esto no era real. En vagos intentos de despertar de la tortura de su mente, Andrea le hizo girar su vista. Ella no era real. Se dijo empero cuando la mujer juntó sus labios con los de él poco le importó si fuese real o no, porque al intentar olvidar la intensidad subió. Ella estaba en sus brazos y cuando sus labios pasaron al cuello del original, dejó el lado derecho descubierto para él.
—Confío en ti con mi vida —murmuró contra su oído. La sensación le dio escalofríos—, no estoy asustada —plantó un camino de besos por su cuello—. Hazlo, Elijah.
Y lo hizo, ignorando la realidad: ella no era Andrea sino un demonio de su propia mente.
Finn pasó su mano sobre la cara de Elijah de arriba abajo pero sus ojos abiertos no seguían el movimiento de su extremidad. Estaba en un estado catatónico.
— ¿Qué le hiciste? —se volteó ante Esther, curioso.
—Lo dejé soñar —respondió con simpleza.
Finn se acercó a la mesa dentro de la cripta, tomando asiento junto a su madre. Observándola, los ojos de Esther se mantenían en Elijah.
—Es considerado de tu parte, madre. ¿En qué sueña?
—En cada horror que su mente aplaca —sus ojos seguían en el segundo de sus hijos—. No puedo dejar que tome una decisión con base a los espantos de su pasado, debo dejar que él encuentre en su mente la necesidad de querer una mejor versión de él.
— ¿Crees que lo haga? —lo miró por unos instantes. Se sentía complacido de ver a su hermano débil y vulnerable, pero aun así consternado porque no veía cómo funcionaría el plan—. Tiene más de mil años intentando ser su mejor versión.
—Y aun así no lo ha logrado —señaló—. Cuando sus demonios lo consuman y para el momento en que despierte, él sabrá que la única manera de encontrar la paz es a mí modo.
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