vi. Wind of Freedom
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capítulo vi. vientos de libertad
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Marcel Gerard era un hombre inteligente; tenía la experiencia suficiente para haber dominado el arte de la manipulación. Gia se dio cuenta de ello desde el primer momento en que lo conoció y lo corroboró cuando le asignó como tarea arrastrar a Elijah Mikaelson en su campamento de guerra, pues según las palabras del vampiro «al ayudarte nos ayudará a todos». Gia era una mujer inteligente porque lo que decidió tomar las palabras de Marcel como un eufemismo para que gracias a él, los vampiros se alzaran en el Barrio Francés una vez más.
«—No necesitas ser nadie más de lo que realmente eres. Alguien que necesita de su ayuda —explicó Marcel mientras la veía con ojos afectivos y su cabeza estaba siendo acunada por sus manos».
Lo consiguió. Por lo que desde muy tarde en la noche y muy temprano en el alba, Elijah se ofreció a ayudarla; ser su mentor en orden de saciar la inmortal necesidad de arreglar lo que está roto.
—Como un feminista devoto me rehusó a decir que golpeas como una mujer —el original detuvo su golpe con éxito.
Desde altas horas del día, Elijah se instaló en el departamento de gran escala de Marcel con la única intención de ayudar a Gia a mejorar en las lecciones de combate de cuerpo a cuerpo. El mayor de los Mikaelson no podía negar que tenía espíritu, no obstante, le faltaba motivación y concentración. Sus intentos de defensa demostraban su poca destreza.
Ante la resistencia que ejercía Elijah sobre ella, Gia intentó bajar su guardia al lucir como si no tuviese oportunidad contra él. La recién convertida vampira giró sobre su eje y con su brazo libre intentó golpear al original, Elijah fue más rápido y advirtió su movimiento. Después de verse en un callejón sin salida, Elijah la soltó, volviendo a su posición inicial.
—Cuando peleas es cuestión de anticipación. Es imperiosa la necesidad de saber cómo piensa tu oponente para que las decisiones que hagas en la lucha sean a tu favor. ¿Recuerdas lo que te dije?
Gia echó parte de su cabello hacia atrás, asintió mientras controlaba su respiración.
—Repítelo.
—Escucha latidos, no pierdas el contacto visual —avanzó lentamente hacia él. Las palabras salían al tiempo de su caminar; como una amenaza sutil—, hazlo débil.
La próxima escena se desarrolló con presteza. Gia lo tomó con la guardia baja y en una maniobra limpia, logró debilitar al original hasta el punto de que su peso fuese mucho más imponente para su cuerpo. La espalda de Elijah chocaba contra la pared de ladrillos rojos. Hizo una mueca ante el impacto.
Gia no perdió el contacto visual pero se mantuvo inmóvil.
—Y saca su corazón —terminó por ella Elijah.
Gia ejercía presión sobre su cuerpo mediante su brazo izquierdo que lo mantenía pasivo.
Existían personas que podían hablar con sus ojos; ofrecer verdades y la posibilidad de cuando mienten pues no por nada dicen que son las puertas del alma. En este caso, el alma de Gia estaba expuesta ante él. En sus ojos oscuros, Elijah era testigo de un gran pesar.
—Nada de esto cuenta si te importa, Gia —bisbiseó lento, a sabiendas de lo que pasaba por la mente de ella—. Suena monstruoso pero tienes que matar.
—No puedo hacerlo —negó, al tiempo que bajaba su brazo libre.
Sus orbes no dejaban a Elijah pero cuando él con levedad tocó su brazo derecho, sintió una corriente. Un toque inocente le hizo mirarlo una vez más.
—Lo harás —posicionó su brazo en la dirección de su corazón—. Hazlo.
Gia lo miró por unos segundos más. Inhaló profundamente e introdujo su mano en el pecho del original, al sentir su mano en su corazón Elijah conservó la calma pero se veía irritado ante la molestia que surgió en su pecho.
—Está bien —respondió el original, al ver la preocupación en los ojos de la vampira.
Atrapado en el momento, le fue inverosímil sentir la presencia de una tercera persona en la estancia hasta que escuchó su nombre salir de sus labios.
— ¿Elijah? —su voz salió dócil y delicada. Ambos vampiros la vislumbraron en las escaleras a seis metros de ellos. Gia y Elijah se separaron. Con extrañeza, la morena miraba a la intrusa y luego a Elijah—. Lo lamento, no quería interrumpir —se apresuró en excusarse—. Estoy buscando a Marcel.
—Se encuentra afuera, detrás del almacén con los nuevos vampiros —respondió con cortesía Gia.
Andrea apartó la vista de Elijah, observando con detenimiento a la mujer que le otorgó la respuesta deseada. Por su torrente sanguíneo se colaba una sensación que Andrea podría describir como fuego. Era molesto así como nuevo y extraño. Asintió en forma de agradecimiento y tan pronto como llegó salió de lugar.
—Eso fue raro —habló Gia una vez que no hubo rastros de ella. Ante el repentino silencio de Elijah, la vampira lo miró de reojo—. ¿Algo está pasando entre ustedes?
La pregunta salió antes de que pudiese procesarla su cerebro. Fue osado y a Elijah no pareció importarle.
—En lo absoluto —contestó simple, pero fue lo suficientemente claro para hacerle saber que no quería adentrarse en ese tema—. Fue una buena práctica por hoy. Sigamos mañana.
•••
La nueva información que les fue otorgada por Klaus con respecto a Esther era concluyente para Andrea en orden de ganar la confianza de su manada; de acuerdo a los últimos sucesos, Hayley se contactó con Oliver en aras de que él si infiltrará con los lacayos de la madre de los Originales, así lo hizo y lo que encontró no le fue cayó en gracia: herían a su propia gente y estaban determinados a erradicar cuanta especie se les atravesará en el camino y pretendían sacrificar a los más jóvenes de la manada que todavía están en sus dominios.
Era el momento de actuar.
Pero ante la oscuridad, llegó la luz y los sobrevivientes necesitaban un estímulo más allá que el de pensar de sus hijos, sobrinos y/o amigos estaban bajo las garras de Esther y lo que Oliver describió como ayudante devoto, pronto Klaus le puso nombre: Finn, el mayor de los Mikaelson que compartía una ofusca fe en Esther y su causa.
— ¿Qué estamos haciendo aquí? —Marcel preguntó al bajar del auto.
La carretera extensa frente a él, y los largos árboles chocando sus copas debido al viento a su alrededor. Cuando Andrea llegó a su departamento, lo último que pensó fue que ella lo traería hasta los límites de la ciudad.
El carro era el objeto que los mantenía distantes el uno del otro. Andrea lo miró y cruzó sus brazos frente a su pecho.
—Hace veintidós años atrás mis padres me entregaron a una bruja en este mismo camino —inició por contar, mientras el viento llenaba los momentos de silencio entre ambos. Marcel dejó de mirar a su alrededor y la observó a ella—. Porque una guerra estaba en camino. No podían confiar en nadie de la manada; no sabían de donde vendría el golpe. Lo que sí sabían es que llegaría, sería fuerte y sin piedad. E incluso en su miedo creían que enfrentaban la extinción de los Creciente, no como manada, pero como clan... Una carga pesada la que tengo, ¿no es así?
Marcel pestañeo, sin poder formular una oración coherente.
—Veintidós años después y la lucha contra nosotros sigue tan viva como el primer día —alegó con una risa gélida—. Déjame preguntarte algo, Marcel... ¿Lo valió?
Sus ojos avellanas resplandecían anexo a la luz solar.
—Hice lo que tenía que hacer —una congoja se ajustó dentro de su pecho al verla frente a él.
Andrea deseaba una respuesta negativa que él no podía darle, en contraste la da una respuesta que le deja decepcionada. Con una sonrisa que no llega a sus ojos y un desasosiego incrustado en su alma, Andrea lo observa fijamente.
—Eso es lo que pasa cuando eres responsables de más de una vida...—musitó en un tono dócil pero que tenía la finalidad de clavarse en él como mil estacas—... Hiciste lo que tenías que hacer.
La culpa floreció en él y rememoró cuando la conoció por primera vez; no se debía a una situación de días atrás, más bien fue años atrás... Por su mente pasó el momento en donde visitó por última vez a la pareja Labonair y vio a la pequeña en su cuna, y al verla supo que era diferente. Frente a él, los ojos avellanas del bebé cambiaron a un azul tenebroso. Oscuro y denso como el océano.
Ella fue el detonante de la Guerra.
Recordaba, también, investigar lo posible pero no obtuvo respuestas. Marcel le tenía miedo al cambio y se abrazó a la idea de que esto lo hacía por los vampiros y por asegurar el puesto que se merecían. Se aferró tanto al ideal que pronto lo terminó creyendo.
Más sus memorias no las compartiría. No existía una razón para decirle que lo que pasó fue por ella.
— ¿Qué estamos haciendo aquí? —repitió una vez más que esfumó sus pensamientos.
—Un líder aprecia la victoria un poco menos como la derrota. De la derrota he aprendido, pero de tu victoria nos los has hecho —lo observó—, sí vampiros y lobos vamos a pelear juntos otra vez... Su líder debe ofrecer disculpas.
— ¿Por qué debería de hacerlo?
—Porque eres un hombre inteligente, Marcel. O eso me han dicho —se encogió de hombros—. Nuestra situación actual no va a cambiar a menos que hagamos algo. Quiero que la manada se dé cuenta que pueden ir hasta allá a salvar a los demás sin el miedo de pensar que los vampiros nos van a traicionar.
—Superar para alcanzar el éxito —masculló por lo bajo el vampiro. Andrea asintió. Marcel avanzó lentamente hacia ella—. Tus padres estarían orgullosos. Serás una gran líder para esta fracción.
Andrea no respondió ante ello. Cuando Marcel comenzó su caminata, ella la siguió. El corto viaje voló y ante los grupos que se desplazaban frente a ellos, Andrea reconoció a Oliver y otro muchacho junto a él que se presentó como Aiden, horas atrás. Ante la presencia de nuevas personas, Oliver y Aiden se encaminaron hasta Andrea y Marcel.
— ¿Qué está haciendo él aquí? —escupió, con sus ojos clavados en él—. No necesitamos vampiros.
—Tranquilo, Oliver —se apresuró Andrea en hablar—. Él está aquí para ofrecer una disculpa. Una que se merecen desde hace bastante tiempo.
— ¿Marcel Gerard disculparse? —soltó una carcajada sin gracia—. El chiste del año.
—Deberías aprender un poco más de cortesía y política, Oliver —el aludido tenía la intención de ir contra él pero Aiden lo detuvo, dejándolo en su lugar—. Estoy aquí porque tu reina sabe acerca de lo que habló —apuntó a la castaña mientras su vista seguía en él—. No quiero pelear, pero si me buscas me encuentras.
—Oh, está bien —rodó los ojos Andrea—. Deben dejar a un lado tanta testosterona, a menos que quieran que los pateé a ambos. Aiden, ¿podrías reunir a todos, por favor?
Aiden asintió y pronto un nuevo círculo se formó.
—Estoy consciente de que todos ustedes me conocen y no les caigo bien —emprendió Marcel—. Nos los culpó. Mis acciones me condenan hasta el día de hoy, sé que hemos estado en una perpetua lucha unos contra los otros. Sé que ustedes han recibido la peor parte. El exilio y la maldición... Y todo lo que han sufrido después —hizo una breve pausa. Empleó unos segundos en mirar las caras de los oyentes con atención—. Lo lamento. Me disculpó por mis acciones cuando estaban dispuestos a la rendición, pero más que nada, lamento haber separado a sus familias. Empero la familia es para siempre, y han perdido sí. Pero hoy han ganado, porque la tienen a ella —señaló a Andrea—. Ella es una de ustedes y será ella la que les de la libertad que merecen.
Entonces, un silencio sepulcral reino en el bosque del estado de Louisiana. Duró unos momentos y Andrea observaba con cautela a la gente a su alrededor. Luego de segundos sin ninguna replica o acción en contra parte a las palabras de Marcel, Andrea sintió como el orgullo se acumulaba en su pecho...
... Cada hombre y mujer del grupo se arrodilló ante ella. «Mi reina», era lo único que era capaz de oír. Un poder la recorrió y la fortaleza de su tierra se ajustó dentro de ella; una sensación de poderío se coló por sus venas y en ese momento fue tan claro como el agua: la fuerza del lobo viene de la manada. En el instante en donde el viento se mezcló con las hojas, Nueva Orleans la aceptó también. Y aun sin saberlo todavía, Nueva Orleans se volvía la Ciudad Creciente una vez más.
•••
Al caer la noche, Aiden entró a Lafayette con una aparente confianza. Desde los últimos meses, el cementerio se convirtió en una fortaleza; repleto de lobos en posiciones estratégicas y bajo la vista, listos para salir en el momento que viesen una amenaza.
Cassie se fue de la ciudad tan pronto como Esther salió de su cuerpo, su alma residía en el cuerpo de una bruja más adulta y sabía: Leonore y ante la posibilidad de la oportunidad de derrotarla, los Mikaelson anexando a los Crecientes y vampiros se pusieron en marcha en un plan aprueba de todo.
Entró a una cripta vacía en donde yacían varios adolescentes. Un muchacho de cabellos negros y el más alto del grupo, llegó hasta él en el momento que apareció. Lo abrazó y Aiden respondió rodeando sus brazos en su espalda.
—Todo saldrá bien, hermano. Lo prometo —susurró en su oído. Cuando se separaron, Aiden les dio una suave palmada en su hombro como símbolo de seguridad—. Andando —se dirigió al grupo completo—. Ella quiere hablarles.
En una fila ordenada salieron de la cripta. Esther y Finn se encontraban a pocos metros y cuando el grupo se encontró frente a la bruja la baja excusa de un discurso penoso por su parte comenzó. Aiden dejó de escuchar tan pronto como ella dio inició a su charla. Las veía como habladurías hechas especialmente para endulzar una verdad inminente; Esther tenía planes para cada uno de ellos y ahora que Aiden lo sabía, temía de ellos.
El tiempo corrió y cuando Vincent le hizo ver que podían irse hacer las guardias de la noche por la ciudad, Aiden supo que era el momento era ahora.
Dirigió la colectiva fuera de Lafayette. Ninguno de los miembros decía algo pues conocían el camino y sabían su zona de vigilancia. Las cosas se tornaron raras cuando Aiden tomó un atajo y su hermano fue el primero en notarlo.
— ¿Qué hacemos aquí, Aiden?
Los murmullos del grupo no tardaron en hacerse notar cuando un camión se hizo visible al final de la calle. El grupo contenido de catorce personas, se mantuvo fijo esperando una respuesta por parte de Aiden.
—Salvarlos —respondió mirando a su hermano—. ¿Confías en mí? —cuando su hermano asintió repetidas veces, Aiden le sonrió—. Bien. A donde irán estarán a salvo. No tenemos mucho tiempo así que suban rápido.
Los presentes así lo hicieron. Hayley junto a Aiden subieron a cada uno de los muchachos, mientras Josh vigilaba y Marcel se mantenía atento en el asiento del piloto. El hermano de Aiden fue el último en entrar y antes de que Hayley pudiese cerrar las puertas, él habló.
—Te quiero, hermano.
—Yo también te quiero, Jason.
Las puertas se cerraron. Hayley golpeó levemente un costado del auto y pronto emprendió marcha. Sin moverse ni un ápice, Aiden miró en la lejanía... Su hermano alejándose de él pero también del peligro de la ciudad. Pronto el camión desapareció.
—Él estará bien —ante la mano de Josh en su hombro, él asintió en respuesta.
Josh era hijo único —y la relación con sus padres era nula— pero podía imaginarse una idea por lo que Aiden sufría, después de todo, su hermano era su única familia.
—Es mejor si me voy —dijo luego de un rato—. Van a saber que algo sale mal, si me quedó más tiempo. Háganme saber cuándo todo haya terminado.
—Lo haremos.
Aiden asintió en respuesta y comenzó a caminar en la misma dirección que tomó cuando llegó. Con sus manos dentro de su cazadora, él no tenía idea de que fue vigilado y que a pesar de que su hermano estaría bien... Él sería que sufriría las consecuencias.
Josh miró a Hayley.
— ¿Ahora qué? —le preguntó.
—Ve a la casa de Marcel. No faltará mucho tiempo para que la perra de Esther se dé cuenta. Voy a ver hasta Klaus, a ver cómo le va con el grupo del otro lado. Estamos en contacto.
Ambos se despidieron y partieron por caminos separados. Al ver que no había problema con respecto a los otros quince muchachos, todo siguió su curso. Cuando ambos camiones se encontraban lo suficientemente lejos del alcance de Esther, Hayley escribió un mensaje...
Yo: Camiones asegurados. Están a salvo.
11:36 PM
... El texto fue recibido con alegría por parte de Oliver, Andrea e incluso Elijah. El trío se encontró en un estacionamiento no muy lejos de Lafayette, en caso de que Esther y sus lacayos se enteraran más temprano que tarde de la falta de personal, era necesario que los sintiesen a ellos primero antes de que conjurar un hechizo de localización. Pues, debían ganar el tiempo suficiente de que Ayana encontrará a los muchachos en el punto de encuentro y los protegiera hasta que resolviesen el problema.
Empero cuando Finn llegó hasta el lugar, no compartía la misma expresión de satisfacción que su hermano y compañía. En el cuerpo de un hombre alto, delgado y moreno Finn se presentó, recitando un hechizo en latín que pronto hizo el efecto deseado. Oliver, Andrea y Elijah experimentaron un dolor intenso en sus cabezas y se debía al doloroso proceso en el cual sus células morían y nacían a un paso más lento del normal.
Los tres se tiraron al piso, tomando sus cabezas en sus manos en un vago intento de hacer que el dolor disminuyera.
— ¿Dónde están? —vociferó con un cólera en su voz. Luego de que terminó de hablar, el dolor se apaciguó y miró a los tres con ojos expectantes—. Y es mejor que me digan la verdad si no quieren sufrir mientras mueren dolorosamente.
La sádica sonrisa en sus labios se coló en la mente de Andrea y aseveraba que la imagen mental no desaparecería pronto. Ante el silencio, una comitiva de lobos comenzó a descender sobre ellos: rodeándolos.
—Son patéticos —expectoró con hostilidad Oliver—. Básicamente, se están prostituyendo por un par de anillos lunares. Son unos traidores.
—¿Nosotros somos los patéticos? —habló uno, subiendo su ceja—. Recuerdo que fuiste tú, él que nos arrastró a todo esto. ¿Qué creíste? ¿Qué la redención llegará por que estés trabajando con una mujer que aclama que le importamos pero llegó veintidós años tarde? No me hagas reír, Oli. El único traidor aquí eres tú.
Ante la provocación, el caos se desató. Oliver lo golpeó con toda su fuerza y los demás atacaron como efecto domino. Elijah y Andrea respondieron ante los que se abalanzaron contra ellos. Ágil y con velocidad, los cuellos comenzaron a romperse, corazones a salir de su lugar e incluso algunas extremidades se encontraban dispersas por el lugar; debido al pequeño grupo y su muerte rápida, Finn comenzó a aplaudir después que salió de su escondite.
Avanzó mediante el rio de sangre y los cuerpos en el camino.
Los carros como ellos envueltos de sangre.
— ¡Qué bestias! —aclamó con falsa alegría—. Esto se está poniendo bueno, espero que Madre tenga la misma clemencia que han demostrado esta noche, bestias.
Alzó su mano y chasqueó sus dedos en cuestión de segundos. Los cuerpos de Elijah y Oliver no lograron reaccionar a tiempo e inconscientes quedaron en el suelo. Andrea los miró con ojos abiertos. Miró a Finn una vez más con ojos venenosos, el brujo sonrió.
—A ti no te necesito.
Y eso fue lo último que logró oír antes de sentir la oscuridad sostenerla en un limbo.
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