iii. Mask. (Fase tres)

Anime: Boku no hero Academia.
Pareja: No hay.
Personajes: Shinso Hitoshi y Shoto Todoroki (mención de Shota Aizawa)
Advertencias: No basado en el canon. Shoto no tiene kosei; pero Shinsou mantiene el suyo.

Los minutos pasaban al mismo ritmo de siempre según el reloj enorme que alumbraba la ciudad. Pero por alguna razón, ese día todo ocurría más lento y más rápido al mismo tiempo.

La ansiedad de la población lograba hacer que el tiempo se tomara la molestia de jugar con ellos y volverles locos, mientras que los atrasados preparativos hacían que las manijas giraran sin parar, a un ritmo demasiado acelerado para ser el mismo de siempre.

En teoría; la ciudad era un caos. Cada hogar era un pequeño murmullo agitado, donde la decoración brillaba como en ningún otro momento y todo parecía cobrar vida en la noche de los muertos.

Algunos corrían de aquí para allá preparando todo para la llegada del día más importante del año; ese que resumía su existencia absoluta.

El día de Halloween.

Si se lo preguntaban, él no se sentía especialmente entusiasmado al respecto. Creía que por cada año que pasaba las cosas se ponían menos emocionantes.

Los humanos estaban cada vez más idiotas. Menos creativos y más perdidos que nunca.

Los adultos eran descuidados e inútiles; bebían, bailaban y reían en sus fiestas nocturnas con disfraces de mala calidad, dejando a los niños dormir solos en los hogares luego de acompañarles a tomar dulces ajenos o a llenar casas con papel higiénico si no les daban lo que querían.
¿Es que acaso no se daban cuenta de que los portales que separaban sus mundos se abrían justo debajo de sus camas? ¿Que los monstruos salían de los armarios? ¿De abajo de las escaleras?

Se reservó el chasquido de molestia, pero entrecerró la mirada al recordar cómo había sido todo el año anterior.
¿Dónde había quedado todo el asunto de "dulce o travesura"? ¿La emoción? ¿El juego?

¿A dónde había ido a parar el miedo?

Los niños eran cada vez más descuidados. Era fácil engañarles porque no le temían a nada. Creían que la ciencia daba una explicación a cada minúsculo evento que superara sus expectativas, apagando la maquinaria de creatividad que los más chicos deberían tener y que los adultos se estaban encargando de destruir.

Fumando desde el techo de su azotea, Shinso balanceaba los pies enfrentando al vacío mientras veía como el resto se volvía loco por comenzar a salir de donde pasaban trescientos sesenta y cuatro días del año atrapados.
La noche sería muy larga para quienes eran inquietos y querían buscar dulces, pero horriblemente corta para ellos.

Mientras murmuraba alguna cosa sin sentido, se dedicó a divertirse viendo al resto. Algunos iban y venían con cajas llenas de adornos o cosas que siquiera sabía que eran a esas alturas.
Otros bailaban, festejaban y reían, algunos bebían y otros simplemente se regocijaban por estar despiertos y listos para salir despedidos de allí cuando el reloj diera la hora indicada.

Le dio una última calada al cigarro antes de dejarlo caer y esperó, paciente. No tenía sentido mostrarse ahora mismo, que había un poco de sol iluminando las calles de la ciudad.

A oscuras todo era más divertido y tenía mejor sabor.

—¿Ya estás aburrido?

—No realmente. Ni siquiera empezó—no había muchos de los otros que se animaran a sentarse a su lado a cruzar palabra, porque no querían meterse en problemas. Pero a Shota parecía valerle todo una mierda.

Estaba tan perdido como él y tenía las mismas ganas de salir a pasear por las calles que seguir las órdenes de sus superiores.

—No te ves ni remotamente motivado.

—¿Qué tiene de emocionante ir a comer algo?

—Que cada vez hay más opciones para elegir.

Cierto. La variedad de sabores y olores se habían elevado con el pasar de los años, dando una vista colorida y preciosa para quienes no estaban acostumbrados. Se suponía que los disfraces debían ser aterradores. Máscaras con sonrisas tenebrosas o heridas artificiales sangrantes. Parecer esqueletos, vampiros, hombres lobos, brujas; lo que sea.

Pero no; ahí estaban. Princesas, súper héroes, animales y hasta frutas. ¿Quién mierda se disfrazaba de fruta?
Podía ver con total claridad que eran niños. Que sus almas eran puras, que su entusiasmo era exquisito.

Una tontería.

—Supongo que te cruzaré. Y por si no lo hago; feliz Halloween.

Shota tomó la forma que solía usar en las calles del mundo humano, viéndose como un bonito gato negro. Esperó a que abandonara su puesto de un salto antes de responder—Igualmente.

El Halloween no era feliz para él. Solo era una festividad donde tenía mucha más fuerza que el resto de los días del año; una noche donde tenía permitido lo que sea. Podía comer, hablar con gente, asustarlos y llenar la pequeña bolsita que colgaba del costado de su cinturón con todas esas cositas que recolectaba en cuando se le presentaba la oportunidad.

Así que sentado allí, esperó a que las luces de las calles se encendieran y los niños comenzaran a salir de sus casas.

Él no iba demasiado camuflado, porque para esa fecha todo era válido.

Llevaría su cabello morado al viento y sus ojeras a la vista. Su ropa de siempre del mismo color del humo de su cigarro y el rostro menos simpático posible.

Para cuando el horario fue medianamente decente y el resto ya había salido casi como una estampida de la silenciosa ciudad, decidió dar un paseo por el mundo de los humanos. Ese que antes era su hogar.

Y cuando llegó, se sintió terriblemente inconforme.

Los niños debían vestir máscaras aterradoras; las más escalofriantes que encontraran. Solían servir para confundir a idiotas como él, que para esas fechas debían salir a buscar algo de comer.

Las muchachitas vestían muy bonitas; de princesas, hadas, muñecas e inclusive muchas se decidían por ser piratas, héroes y algunas otras cosas que en épocas anteriores las jovencitas no solían vestir.

Los niños lo mismo. Podía ver héroes por todas partes, animales, príncipes o hasta valientes que escogían disfraces cargados en brillo y colores pasteles.

Podía intuir que los que él veía, eran la gran mayoría. El resto, seguramente, (ya fuese por iniciativa propia o por pedido de los padres) habían decidido hacer lo correcto; verse tan escalofriantes que ni él ni el resto podían verles o identificarles.

Aplaudía internamente a ello.

Las calles estaban plagadas de risas, sonidos de timbres y hasta música en algunas ocasiones. Mucha gente era creativa al decorar sus casas y eso lograba mantenerles a salvo, aún si no eran conscientes de ello.

De todas formas, no quería quedarse demasiado tiempo en un solo lugar, ya que era el único día del año donde tenía permitido un sinfín de privilegios.

Así que dio vuelta unas cuadras hasta encontrar una partecita minúscula donde no había tantas casas con luces encendidas y casi nadie pasaba.

No tuvo que esperar demasiado antes de ver a un bonito muchacho de no más de seis años, vistiendo elegante con un trajecito pulcro y una capa reluciente. Llevaba una máscara extraña que solo cubría la mitad de su rostro y una canastera en forma de calabaza donde tenía muy pocos dulces.

Iba completamente solo.

—Hola—estuvo a su lado en menos de un parpadeo, pero el niño no se asustó ni tampoco le respondió —. ¿Cómo te llamas?

Pareció meditarselo un segundo, pero finalmente se decidió por pronunciar su nombre—Shoto.

Bingo. Sonrió apenas al tener completo control sobre él y continuó la charla.

—¿De qué estás disfrazado?

—Del fantasma de la ópera—había escuchado sobre aquel personaje antes, pero no lograba recordar con claridad de qué se trataba.

—No pareces un fantasma en absoluto. Por eso puedo verte— se agachó en frente suyo y le examinó como si fuese un pedazo de mercancía. Probablemente, porque eso era exactamente lo que era para él—. Quítate la máscara, Shoto.

Por supuesto que el niño obedeció, dejando al descubierto una terrible cicatriz en su ojo izquierdo que esperaba encontrarse. Así pudo notar que el muchacho tenía heterocromía, lo cual se le hacía muy curioso y bonito.

Sin embargo, sus cicatriz llamaba mucho más su atención que sus ojos—¿Qué es eso de ahí?

—Mamá lo hizo.

—¿Por qué? ¿Te has portado mal? Dime—él no tuvo reparos en darle una respuesta.

—Ella estaba triste porque mi papá nos trata mal.

Lo intuía. Podía presumir que tenía un talento especial para encontrar aquellos niños que tenían una vida de mierda.

El niño se mostraba taciturno, tranquilo y neutral, como si no sintiera nada. Pero él podía ver todas sus debilidades desde allí; podía oler el miedo que tenía de volver a casa esa noche.

Miró su trajecito una vez más y sonrió apenas al recordar quién era el mencionado fantasma de la ópera. Le parecía original y muy triste que eligiera eso para disfrazarse siendo tan pequeño.

Estaba seguro de que había sido la perfecta excusa para tapar su ojo izquierdo y verse bonito sin que nadie le preguntara qué era lo que tanto ocultaba ahí atrás.

—¿Te gustaría ser el fantasma de la ópera?

—No es eso— intentó explicarse—. Él es feo como yo. Él me entendería.

Shinso apretó los labios y no dijo nada.

Pese a que se suponía que esa festividad debía hacerles cagar en los pantalones, se encontró descubriendo que había cosas más aterradoras que un simple susto y un rostro deformado en verrugas.

Había miedo en las casas, cuando papá o mamá gritaban, discutían y luego les usaban como saco de boxeo.

Había miedo en las escuelas cuando tus compañeros se reían de ti y encontraban una razón para golpearte por cada pequeño suspiro retenido.

Había miedo en la calle cuando los secuestros, asesinatos y violaciones no dejaban dar unos pasos tranquilos a quien necesitaba escape de los dos puntos anteriores.

Los monstruos no solo estaban el día de Halloween.

Lo estaban todos los días, en cada rincón, disfrazados de humanos con enormes sonrisas. Dientes perfectos y peinado ridículo, de esos que algunos usaban para que la gente tomara confianza más rápido, ya que al verse tan prolijos difícilmente podían ser unos desquiciados.

Así que pese a todo, podía entender que, tal vez, Halloween era una excusa perfecta para intentar temerle a las cosas que en realidad no podían ser tan malas. De imaginar y distraer la mente, de soñar a ser magos, brujos, héroes y princesas; aquello que les hiciera sentir que podían contra el mundo.

Shinso realmente podía entenderlo. No tenía demasiados recuerdos de quién era antes de convertirse en lo que ahora mismo era. Pero sí podía afirmar que anteriormente su cabello no era morado ni sus ojeras estaban tan remarcadas.

También sabía que no existía nada de lo que ahora sí, como autos, teléfonos ni televisión.

Solo podía recordar que jamás había podido volver a casa.
Porque si tan solo mamá y papá le hubiesen acompañado a pedir dulces como el resto de las familias, tal vez no se hubiese perdido la primera vez.

Y que si un adulto hubiese estado a su lado para ese entonces, jamás hubiese tenido la estúpida idea de quitarse la máscara, quedando al descubierto en la única noche en que las brujas, los monstruos y los espíritus enojados salían a dar una vuelta para buscar algo de comer.

—¿Le tienes miedo a papá?— le hubiese gustado tener la sensatez suficiente para decirle que él no era feo en absoluto, pero la sensibilidad era algo con lo que no podía perder el tiempo. El niño asintió—. ¿Me tienes miedo a mí?— negó, bajando la mirada y jugando con la punta de su capa—. Entonces vendrás conmigo.

Admitía no sentirse orgulloso de las cosas que debía hacer. Pero de otra forma, su eterno tormento jamás terminaría.

Mientras los niños corrían, pedían dulces, hacían bromas y los padres se iban de fiesta, dándole la espalda a quienes decían que eran sus tesoros más preciados, él se llevaba a un niño de la mano sin que nadie se diera cuenta.
Porque tanto Enji Todoroki como Rei Todoroki estaban muy ocupados discutiendo a los gritos como para notar que Shoto había ido solo a pedir los dulces que tanto quería. Y que por aquel egoísmo tan típico en los adultos, ya no volverían a verle.

Al margen de todo lo demás, se permitió seleccionar a los niños más desdichados, como siempre. Lo que hiciera el sentimiento de culpa menos pesado para su cargada espalda.

La noche de Halloween terminaría con los primeros rayos de sol. Y tal como cada treinta y uno de Octubre, la bolsita llena de almas que cargaba al borde de su cinturón brillaría en diferentes colores, anunciando que, por otro año más, su tarea estaba cumplida.

Bueno, burbujitas. Hasta aquí este libro. Al parecer sí logré hacer las tres fases con tres animes diferentes como quería :')

La fase tres era "Día de Halloween" y podíamos hacer lo que quisiéramos mientras seamos creativas. No creo haberlo sido lo suficiente, porque sinceramente en esta fase no tuve muchas ideas buenas. Así que si podía quedar eliminada, prefería hacerlo dejando un pequeño relato donde en gran parte descargo mis opiniones respecto a la fecha e intento hacerle honor a mi festividad favorita.

El Halloween tiene su historia y creo que la gente le ha perdido el significado. Preferí dejar en claro lo que realmente es, independiente de que el personaje que escogí para este Os no era demasiado llamativo ni tampoco alguno de mis mencionados en la introducción. Cabe aclarar que Shoto no es mi personaje favorito ni en mil vidas, pero que me pareció interesante tomar un poco de su personaje canónico para esto. Lo mismo puedo decir de Shinso.

En fin; momento de una explicación:

Shinso era un niño que salió solo el día de Halloween. Iba disfrazado y se quitó su máscara; se supone que las máscaras y esas cosas eran para que los demonios, brujas, etc; no pudieran encontrarles. (Por eso me indigna que hoy en día disfrazan a los niños de cualquier cosa cuando ni al caso); así que una bruja se lo llevó.
Shinso era un niño astuto que siempre había logrado manipular a la gente a su alrededor, así que hizo un trato con ella. Le prometió traerle la cantidad de almas que quisiera para que no se lo comiera.
Como verán, ella aceptó. Por tanto, Shinso no puede ir al infierno ni al cielo; no puede morir. Así que está condenado a vagar el resto de la eternidad recolectando las almas que prometió. La noche de Halloween es la noche en que la almas adquieren más valor y donde él toma más fuerza. El resto del año él puede salir y seguir robando almas, pero no puede hacerlo con tanta facilidad.
La bruja es la única que puede liberarle y dejarle morir. Las brujas son tramposas y obviamente no va a liberarle, pero la esperanza es lo último que se pierde.

Perdón por la explicación más larga del mundo, pero espero que sea de su agrado u.u agradezco a quienes me apoyaron en este mini proyecto y espero que nos volvamos a encontrar en otra ocasión. Sin más, me despido sin olvidar desearles un hermoso Halloween🎃

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