𝟏𝟑 𝐋𝐚𝐩
Tú a mí me tienes like "oh my God"
Y yo te tengo like "¿qué será?"
Ninguno sabe lo que va a pasar
Este va y viene nos encanta, tanto que me hace dudar
Like "oh my God"
Y yo te tengo like "¿qué será?"
Ninguno sabe lo que va a pasar
Pero nos mata la curiosidad
Oscar y Madeline se encontraban en el pasillo del hotel, justo fuera de la puerta de la habitación de Maddie. La tensión en el aire era palpable, cargada de emociones no dichas y preguntas sin responder.
—Creo que deberíamos hablar en tu habitación. Aquí no es el mejor lugar.— sugirió el Australiano con la voz suave y firme.
Madeline asintió lentamente, con la mirada baja, y abrió la puerta. Ingresaron al cuarto, la luz tenue de las lámparas creando un ambiente íntimo y seguro. Oscar la siguió, cerrando la puerta detrás de él. Madeline se sentó en el borde de la cama, y Oscar se acomodó a su lado, observándola con preocupación.
Madeline rompió en llanto, incapaz de contener las emociones que la abrmaban. Oscar, con una suavidad inusual para él, le puso una mano en la espalda, tratando de reconfortarla.
—Maddie —susurró—, ¿quieres contarme qué pasó?. Tal vez pueda ayudarte.— le pregunta de la mejor manera posible.
Madeline intentó calmarse, tomando aire entrecortado. Agradeció la presencia de Oscar con una mirada, pero sus palabras fueron un susurro lleno de dolor.
—Es complicado, Oscar.— opta por responder.
Él asintió, mostrándole que entendía. Se quedaron en silencio, con solo el sonido de su respiración llenando la habitación. Después de unos momentos, Madeline comenzó a hablar, las palabras fluyendo con dificultad pero con determinación.
—Cuando estaba casada...— inicia compartiendo. Oscar levantó la vista, sorprendido.
—¿Casada? —preguntó, su voz reflejando incredulidad. —¿Tan joven?— inquiere sin dejar esa cara de sorpresa en su rostro. Madeline asintió, con los ojos nublados por las lágrimas.
—Sí, estuve casada, pero me divorcié hace un año. Y esta noche... iba a hacer algo.... , pero los recuerdos de mi matrimonio pasado me abrumaron. No estoy preparada.— le explica sintiendo ese toque de confianza hacia él.
Oscar la miró con comprensión, tomando su mano en un gesto de apoyo.
—Eso es totalmente razonable, Maddie. Es bueno que te tomes tu tiempo y decidas cuándo estás lista.— le aconseja con una sonrisa comprensiva.
Madeline asintió, agradecida por su comprensión. Se quedaron en silencio, la tensión entre ellos creciendo mientras sus miradas se encontraban. Oscar, sin pensarlo dos veces, levantó una mano para acariciar la mejilla de Madeline, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos. Ella abrió la boca, como para decir algo, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.
Entonces, Oscar se inclinó hacia ella, cerrando la distancia que los separaba, y la besó. Fue un beso suave al principio, exploratorio, pero se intensificó rápidamente, lleno de la pasión reprimida y la confusión que ambos sentían. Sus manos se movieron con urgencia, acariciando, explorando, sin pensar en las consecuencias.
Se tumbaron en la cama, sus cuerpos entrelazados en un torbellino de besos y caricias, una danza íntima que ninguno de los dos quería detener. El mundo exterior se desvaneció, dejando solo el calor de sus cuerpos y la electricidad en el aire.
Después de un rato, se detuvieron, mirándose el uno al otro con una sonrisa de satisfacción y un brillo en los ojos.
—¿Te quedarías conmigo esta noche? —preguntó Madeline, su voz apenas un susurro. Ni ella misma sabía de donde salió eso, pero quería tenerlo ahí con ella el tiempo que fuera. Oscar asintió, acomodándose a su lado en la cama.
—Claro, Maddie.— acepta sin pensarlo mucho.
Se acurrucaron juntos, y la calidez de su cercanía llenó el vacío que habían sentido durante tanto tiempo. En minutos, el cansancio de la emoción y la tensión los envolvió, y ambos se quedaron dormidos, sus respiraciones sincronizadas en un ritmo tranquilo y pacífico.
(...........)
El sol comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, llenando la habitación de una luz suave y dorada. Madeline se despertó al sonido de unos golpes suaves en la puerta. Parpadeó, desorientada, y se encontró recostada en el pecho de Oscar, quien dormía tranquilamente a su lado. Lentamente, se deslizó de la cama, tratando de no despertarlo. Abrió la puerta y se encontró con Coral, quien la saludó con una sonrisa.
—Buenos días, Maddie. ¿Has visto a Oscar? Lo he estado buscando y no lo encuentro por ningún lado.— inquiere mientras tiene un cierto rostro de preocupación. Madeline sintió un nudo de nervios en su estómago.
—Eh, creo que está en la terraza del hotel. Tal vez lo encuentres allí. — Mantuvo una expresión neutral y respondió con voz controlada. Coral asintió, agradecida.
—Gracias, Maddie.— acepta la respuesta para darle una sonrisa amigable.
Madeline cerró la puerta, sintiéndose tensa y con la culpa pesando sobre ella. Se volvió hacia Oscar, que seguía dormido, con la respiración tranquila. El peso de lo que había sucedido la noche anterior y la complejidad de sus sentimientos hacia Oscar y Logan se agolpaban en su mente.
Se sentía como si estuviera traicionando no solo a su amiga Coral, sino también a Logan. Pero, en ese momento, había algo en Oscar que le había dado una sensación de paz y comprensión que necesitaba desesperadamente.
Madeline se dejó caer de nuevo en la cama, tratando de ordenar sus pensamientos mientras observaba a Oscar. La batalla interna que libraba era complicada, llena de emociones contradictorias. Pero por ahora, se permitió disfrutar del simple hecho de que Oscar estaba allí con ella, un apoyo en medio de la tormenta de su vida.
El sol apenas se asomaba por la ventana del hotel cuando Oscar abrió los ojos, sintiendo el calor de Madeline a su lado. Ella estaba despierta, su mirada fija en el techo. Oscar observó la preocupación en su rostro y decidió romper el silencio.
—Buenos días —murmuró, con una voz suave y preocupada—. ¿Estás bien?— es lo primero que pregunta. Madeline, sin apartar la vista del techo.
—Coral te está buscando. —respondió con un susurro casi inaudible. Oscar frunció el ceño, levantándose un poco sobre su codo.
—No te preocupes por eso. ¿Qué pasa?— trata de restarle importancia a Coral y prestar más atención en ella, con ese cambio de humor drástico. Madeline giró su cabeza hacia él, sus ojos reflejaban una tormenta interna de emociones.
—Esto... —comenzó, haciendo un gesto hacia la cama donde estaban—. Fue un error, Oscar. No debí pedir que te quedarás— se arrepiente de su petición de anoche, tal vez esos shots de Vodka tuvieron la culpa.
Antes de que él pudiera responder, Madeline se levantó abruptamente, sus pasos apresurados la llevaron al baño. La puerta se cerró con un suave clic, dejando a Oscar solo, sentado en la cama. El peso de sus palabras colgaba en el aire como una sombra oscura.
Oscar se levantó lentamente, mirando hacia la puerta del baño con un suspiro. Sentía la presión en su pecho, una mezcla de confusión y decepción. Caminó hacia la puerta de la habitación y, con un último vistazo al baño, salió en silencio.
De regreso en su propia habitación, Oscar se dejó caer sobre la cama por un momento antes de decidir darse una ducha rápida. El agua caliente no logró calmar la sensación de incomodidad que se había instalado en su pecho. Se vistió rápidamente, poniéndose una camiseta gris y jeans, y justo cuando terminaba de peinarse el cabello mojado, la puerta de la habitación se abrió sin previo aviso.
Coral entró, sus ojos verdes escrutándolo con una mezcla de duda y preocupación.
—¿Dónde has estado? —preguntó, su tono era una mezcla de acusación y preocupación—. He estado buscándote desde hace media hora.— le informa mientras levanta una ceja. Oscar evitó su mirada al principio, tratando de parecer casual.
—Salí temprano a correr —dijo, aunque su voz carecía de convicción. Coral cruzó los brazos, acercándose a él con una expresión seria.
—Oscar, no me mientas. Sé que no fuiste a correr. Por favor, tenme confianza. Cuéntame, soy tu amiga, no tu novia aquí. Vamos.— le pide casi le súplica. Oscar cerró los ojos por un momento, tomando un respiro profundo antes de mirarla de nuevo.
—Estuve con Maddie —confesó finalmente, su voz era apenas un susurro. Coral parpadeó, sorprendida, pero luego asintió con comprensión.
—¿Qué pasó?— cuestiona interesada.
—Ella estaba mal anoche. Sólo... sólo me quedé con ella. No pasó nada más —explicó Oscar, su voz denotaba sinceridad pero también una profunda preocupación. Coral lo miró, su expresión se suavizó mientras lo escuchaba.
—Maddie está pasando por muchas cosas —dijo Coral, tocando suavemente su brazo—. Pero debes recordar que Logan también está interesado en ella. Esto puede complicar las cosas.— le recuerda y hace notar. Oscar asintió, mirando al suelo.
—Lo sé, siempre lo tengo presente. Pero no podía dejarla sola anoche. No podía. — reconoce en un tono tímido.
Coral soltó un suspiro, mirándolo con una mezcla de compasión y preocupación.
—Entiendo. Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo? No quiero verte lastimado. Ninguno de ustedes merece salir herido de esto. — recuerda mientras lo mira con cierta preocupación. Oscar le dedicó una sonrisa cansada, sus ojos llenos de gratitud.
—Gracias, Coral. Realmente aprecio tu apoyo. — le agradece finalmente. Ella le devolvió la sonrisa, abrazándolo con fuerza.
—Siempre estoy aquí para ti, Osc. Ahora, vámonos a desayunar antes de que perdamos nuestro vuelo. — le asegura para luego hacerle ver que tienen prisa sin lugar a dudas.
Oscar asintió, abrazándola de regreso. Se separaron y salieron de la habitación, caminando juntos por el pasillo hacia el ascensor, listos para enfrentar un nuevo día mientras los restos de la noche anterior aún flotaban en sus pensamientos. La conversación entre ellos había disipado algo de la tensión, pero las complejidades de sus sentimientos y la situación con Madeline y Logan seguían latentes, esperando el momento adecuado para resurgir.
(.˙✧˖°📷 ༘ ⋆。°.)
La luz del sol se desvanecía suavemente sobre Barcelona, tiñendo el cielo con tonos cálidos mientras la tarde daba paso a la noche. En una elegante casa en el barrio de Pedralbes, Madeline descansaba en el balcón de su habitación, inhalando profundamente el humo de su cigarrillo. Las delicadas volutas se elevaban en el aire, mientras su mente se perdía en pensamientos sobre Oscar. Cerró los ojos, sintiendo aún el tacto de sus manos en su cintura, y un suspiro escapó de sus labios, recordando los besos, las caricias y el abrazo reconfortante de aquella noche.
El zumbido insistente de su teléfono la sacó de su ensoñación. Madeline abrió los ojos, parpadeando mientras miraba el nombre en la pantalla: Jude. Dudó por un instante, preguntándose qué motivo tendría la novia de Pablo Torre para llamarla después de tanto tiempo sin hablar, pero finalmente deslizó el dedo para aceptar la llamada.
—¡Hola, Jude! —dijo, intentando sonar alegre aunque la curiosidad y la incertidumbre se reflejaban en su voz.
—¡Maddie! ¿Cómo estás? —respondió Jude con entusiasmo—. Oye, estamos organizando una noche de bolos, como en los viejos tiempos. Me preguntaba si te gustaría venir. — le extiende la invitación la castaña.
Madeline titubeó, pensando en la última vez que había estado con Jude. La relación entre ellas había enfriado, especialmente después de los problemas con Eric y Lila.
—No sé, Jude... —comenzó, pero Jude la interrumpió rápidamente.
—Vamos, Maddie, será divertido. Ni Eric ni Lila estarán, te lo prometo. Solo nosotros, como antes. — le intenta hacer cambiar de opinión.
Madeline dejó escapar un suspiro, mirando el horizonte. Quizás una noche de distracción era justo lo que necesitaba.
—Está bien —aceptó finalmente.
—Perfecto, te recogemos en media hora. ¡Nos vemos! —Jude colgó antes de que Madeline pudiera arrepentirse.
Madeline se levantó, apagando el cigarrillo en un cenicero y regresando al interior de su habitación. Se miró en el espejo, decidiendo qué ponerse para la salida. Optó por algo casual pero bonito: unos jeans ajustados de talle alto que realzaban su figura, una camiseta blanca de manga corta con un pequeño bolsillo en el pecho, y una chaqueta de cuero negro que le daba un toque de rebeldía. Complementó el look con unas botas negras y un collar delicado de plata.
Cuando escuchó el claxon familiar del auto de Pablo Torre, bajó rápidamente al primer nivel. Sus hermanas, Evangeline y Cassandra, junto con la pequeña Anya, estaban acurrucadas en el sofá viendo "Harry Potter y la piedra filosofal".
—¡Me voy! —gritó Madeline desde la entrada, provocando que sus hermanas la miraran.
—¡Diviértete! —le respondió Cass con una sonrisa.
—Y no te metas en líos, Madds —añadió Evangeline, medio bromeando.
Madeline les lanzó una mirada de diversión antes de salir por la puerta principal y caminar hacia el auto de Pablo. Cuando abrió la puerta trasera, se encontró con Joshua, que estaba sentado a su lado.
—Carajo... —murmuró para sí misma, pero sonrió para disimular su incomodidad—. Hola, Josh.
—Hola, Maddie —respondió Joshua con una sonrisa tensa.
Jude y Pablo se giraron desde los asientos delanteros, saludándola con entusiasmo.
—¡Madeline! —dijo Jude—. ¡Qué gusto verte!
—¡Hola, Jude!, Hola, Pablo —Madeline saludó a Pablo casi en un susurro, sintiendo un nudo de nervios en el estómago.
Durante el trayecto a la bolera, la conversación entre Madeline y Jude fluyó de manera más natural. Recordaron viejos tiempos, anécdotas de salidas anteriores y bromearon sobre quién sería el peor jugador de la noche.
Al llegar al lugar, Madeline se bajó del auto, siguiendo a los demás al interior de la bolera. Una vez dentro, el ambiente cálido y acogedor la envolvió. Las luces de neón parpadeaban en los carriles y la música animada llenaba el espacio. Un grupo de amigos ya los esperaba: Melissa, Pedri, Gavi, Fermín y Noah. Todos la recibieron con abrazos y sonrisas.
—¡Maddie! —gritó Melissa, corriendo hacia ella para darle un fuerte abrazo—. ¡Por fin de te veo de nuevo! — expresa con ese cariño y emoción por ver a su amiga.
—¡Mel! —Madeline correspondió el abrazo con una risa—. ¡Te he extrañado! —confiesa mientras ambas se abrazan fuertemente de nuevo.
La noche prometía diversión y risas. Madeline sintió que, al menos por unas horas, podría olvidar sus preocupaciones y sumergirse en la alegría de estar rodeada de amigos. La música, las risas, y el sonido de las bolas de boliche rodando por los carriles llenaban el lugar, y mientras se preparaba para su primer lanzamiento, Madeline se permitió sonreír y disfrutar del momento, dejando a un lado los recuerdos y las tensiones del pasado reciente. La noche apenas comenzaba, y con ella, una oportunidad para reconectar y, quizás, encontrar un poco de paz en el caos que era su vida.
La bolera estaba llena de luces y risas, el eco de las bolas chocando contra los bolos resonaba por todo el lugar. Madeline, con una cerveza en la mano, se reía a carcajadas con Noah mientras ambas observaban a Melissa y Pedri al final de la pista. Noah había hecho una broma sobre la forma en que Pedri enseñaba a Melissa, y Madeline casi había escupido su bebida de la risa.
—Mira esto —dijo Madeline, señalando hacia la pareja al frente. Pedri, con una concentración que parecía cómica, estaba detrás de Melissa, guiando sus brazos para lanzar la bola. Mientras él murmuraba indicaciones al oído de Melissa, esta última lo miraba con una mezcla de diversión y cariño.
Finalmente, Melissa lanzó la bola, que rodó por la pista y golpeó los bolos con un estruendo satisfactorio, derribándolos todos. Melissa giró sobre sus talones y saltó de alegría, abrazando a Pedri. Los dos se miraron por un segundo antes de darse un rápido beso.
Madeline y Noah intercambiaron una mirada divertida.
—¿Quién será la madrina? —preguntó Noah con una sonrisa traviesa.
—¡Yo, por supuesto! —respondió Madeline con una sonrisa segura.
Antes de que la conversación pudiera avanzar, Jude se unió a ellas, envolviéndolas a ambas con un brazo.
—Ni lo sueñen, chicas. ¡Yo seré la madrina! —exclamó Jude, desatando una graciosa pelea de palabras y manotazos entre las tres. Risas y empujones juguetones llenaron el aire hasta que las tres terminaron abrazadas, sus caras iluminadas por sonrisas sinceras.
La noche continuó con una atmósfera ligera y festiva. Madeline se alejaba un poco de sus amigas, sosteniendo otra cerveza, mientras sus ojos se perdían en el brillo de las luces de la bolera. Fue en ese momento que Pablo se acercó a ella, su rostro reflejando una mezcla de nostalgia y arrepentimiento.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó, su voz baja pero seria.
Madeline sonrió levemente, aunque su sonrisa no alcanzaba sus ojos. Asintió y miró a Pablo, esperando lo que tenía que decir.
—Quiero disculparme, Maddie —empezó Pablo, frotándose nerviosamente las manos—. Me equivoqué al dejarte de lado por Eric. Me di cuenta de que tú siempre tuviste la razón. Siento haber fallado como amigo. — le hace ver que sin lugar a dudar él le falló.
Madeline sintió una punzada de tristeza mientras miraba a Pablo, recordando los buenos momentos y lo mucho que había extrañado su amistad. Sus ojos se humedecieron ligeramente, pero logró mantener la compostura.
—También te extrañé, Pablo —dijo suavemente—. Te extrañé más de lo que te imaginas. — confiesa con cierto dolor en sus ojos.
Sin pensarlo dos veces, Pablo la abrazó, un gesto lleno de arrepentimiento y afecto. Madeline correspondió el abrazo, sintiendo que, en ese instante, parte de la distancia que había crecido entre ellos se desvanecía. Cuando se separaron, sus sonrisas eran más genuinas, sus corazones un poco más ligeros.
Un rato después, Madeline se dirigió a la pista de bolos para su turno. Mientras se preparaba para lanzar la bola, sintió una presencia familiar a su lado. Era Joshua, su cercanía causó que un escalofrío recorriera su espalda.
—Joshua... —susurró Madeline, girando la cabeza para mirarlo.
Sus ojos se encontraron, y la intensidad en los de Joshua era inconfundible.
—Te he extrañado, Maddie. Pero creo que tú no tanto a mi. Felicidades por tu nueva relación con Logan por cierto —dijo Joshua, su voz cargada de sinceridad y un toque de celos. Hace unos días vio unas fotos de la pareja sonriente en el paddock, acusando frustración en él. Madeline lo miró con una mezcla de diversión amarga y comprensión.
—Yo también te extrañé —admitió, pero la mención de Logan ensombreció sus palabras—. Joshua, lo de Logan... solo estamos conociéndonos. No estoy segura de que mi futuro esté con él. De hecho, no estoy segura de nada en este momento. — expresa con verdad en sus palabras.
El rostro de Oscar apareció fugazmente en su mente, y ella sintió una punzada de confusión. Negó con la cabeza, intentando concentrarse en el momento presente.
—Solo quiero aclarar las cosas contigo —dijo, volviendo su atención a la bola y lanzándola por la pista.
Los bolos se desplomaron, pero la victoria no tenía el mismo sabor sin la claridad en sus sentimientos.
Al final de la noche, el grupo regresaba a casa en el auto de Pablo. La música llenaba el vehículo, y todos cantaban a pleno pulmón, riendo y disfrutando de la camaradería. Madeline, sintiéndose más ligera por la reconciliación con Pablo y la conversación con Joshua, abrió la parte superior del auto y se subió, dejando que el viento azotara su rostro y su cabello.
El aire fresco le trajo una sensación de libertad y un efímero alivio. Sentía el frío del viento mientras el auto avanzaba a toda velocidad. Sus ojos se cerraron, y por un momento, el mundo a su alrededor pareció detenerse.
Un toque en su pierna la trajo de vuelta a la realidad. Joshua, con una mezcla de preocupación y diversión en sus ojos, la miraba desde el asiento.
—Pensé que te ibas a caer, Maddie —dijo, su voz apenas audible sobre el ruido del viento y la música.
Madeline, con una sonrisa atrevida, bajó con cuidado del techo del auto y se sentó junto a Joshua. Lo miró por un momento, la chispa de una idea traviesa en sus ojos, y sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia él y lo besó.
El beso fue suave al principio, una mezcla de sorpresa y deseo. Joshua correspondió con la misma intensidad, sus labios comunicando un torrente de emociones reprimidas. No había razones claras, solo la necesidad de sentirse cerca, de olvidar las complicaciones por un momento.
Cuando se separaron, ambos se miraron a los ojos, la realidad volviendo lentamente a sus mentes. La expresión de Joshua era una mezcla de confusión y satisfacción, mientras que Madeline sentía una oleada de emociones encontradas.
—Supongo que esto cambia algunas cosas —dijo Joshua, intentando procesar lo que acababa de suceder.
Madeline asintió ligeramente, su corazón latiendo con fuerza.
—Quizás... —murmuró—. Pero por ahora, solo quiero disfrutar del momento. — le resta importancia para que Joshua no vuelva a hacerse ilusiones en su cabeza. Tarde.
El auto continuó su trayecto bajo el cielo estrellado, llevando consigo a un grupo de amigos que, a pesar de las complicaciones y los desafíos, encontraban momentos para celebrar y reconectar.
(.˙✧˖°🐝 ༘ ⋆。°.)
Coral Ocon estaba sentada en su amplia y luminosa habitación de Reino Unido, las cortinas ondeando ligeramente con la brisa suave que entraba por la ventana abierta. En sus manos sostenía un marco de plata pulida, una foto de ella y Sebastian Vettel en Monte Carlo. La imagen capturaba un beso tierno y espontáneo en un fondo de yates y edificios lujosos. Sus dedos acariciaban el vidrio, como si intentaran sentir la calidez de ese momento perdido en el tiempo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, la tristeza apretando su pecho. La nostalgia era abrumadora. Recordaba el sonido de las olas rompiendo contra los muelles, el aroma del mar mezclado con el inconfundible olor a gasolina, y sobre todo, el amor en los ojos de Sebastian. Cerró los ojos, permitiéndose un suspiro largo y tembloroso, el nudo en su garganta se hacía más grande con cada segundo.
Justo cuando pensó que se rompería, su teléfono vibró sobre la mesa. Coral se limpió rápidamente las lágrimas con la manga de su suéter y miró la pantalla. El nombre "Papá" parpadeaba en la pantalla. Tomó un respiro profundo y respondió a la videollamada, forzando una sonrisa en su rostro.
—¡Papá! —dijo con un tono lo más alegre posible.
Laurent Ocon apareció en la pantalla, su expresión jovial y cálida. A pesar de la distancia, su presencia siempre lograba transmitir una cierta seguridad y familiaridad.
—Bonjour, ma petite! ¿Cómo va todo por allí? —preguntó con su característico acento francés.
—Va bien, papá —respondió Coral, luchando por mantener su voz estable—. El trabajo como modelo está yendo genial, y todo está bastante estable con Oscar.— informa como habitualmente lo hace.
Laurent, consciente de que la relación de Coral y Oscar era más una conveniencia mediática que una verdadera historia de amor, asintió. Antes de que pudiera responder, Sabrine, la madre de Coral, se asomó detrás de Laurent, su voz llena de reproche.
—Coral, deberías hablar más con Esteban. Son hermanos, no enemigos.— le recuerda de la existencia de su hermano mayor.
La mención de su hermano, Esteban Ocon, hizo que la mandíbula de Coral se tensara. Su madre siempre tenía un tono de autoridad que la irritaba.
—Ya lo sé, mamá —replicó Coral, tratando de mantener la calma—. Pero estamos ocupados con nuestras vidas.— le hace ver que aunque tampoco estaría super feliz de verlo, el tiempo no se ajustaba. Laurent intervino, su tono más conciliador.
—Tu madre tiene razón, Coral. Deben mantenerse unidos. Son hermanos — también le recuerda su padre.
Coral sintió que la presión aumentaba. La continua comparación con su hermano y la expectativa constante de cumplir con un ideal la estaban desgastando. Se sentía como si estuviera viviendo en una jaula dorada, cada movimiento observado y juzgado.
—¡Estoy cansada de que siempre prefieran a Esteban! —explotó Coral, su voz temblando de ira y dolor—. ¡Todo lo que hago nunca es suficiente para ustedes! ¿Recuerdas lo que pasó en 2022, papá? ¡Me pediste que me retirara de la F1 para que Esteban pudiera brillar! Dijiste que este deporte era para hombres. ¡Para que no tuviera otro accidente trágico, dijiste! — explota contra su padre, ya se había hartado finalmente. Laurent intentó calmarla, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y preocupación.
—Coral, fue por tu bien. No quería que te pasara nada más grave. Además, quería que te alejaras de Vettel. Sabes que no estaba bien para ti.— le hace ver que sus "intenciones" eran "buenas".
Coral sintió que la ira se mezclaba con el dolor, el nombre de Sebastian resonando en su mente como un eco amargo.
—No tienes ni idea de lo que dices, papá —dijo con voz quebrada—. No me importan los accidentes ni el qué dirán. Lo que importa es que sigo amando a Sebastian. Lo amo más que a mi vida. Nunca dejaré de amarlo. — confiesa sin importarle la opinión de sus padres. La mención de Sebastian solo exacerbó la tensión.
—¡Es demasiado mayor para ti, Coral! ¡No puedes seguir aferrándote a él! — Sabrine, desde el fondo, levantó la voz.
—¡Ya basta! —gritó Coral, harta de la discusión. Con un movimiento brusco, cortó la llamada y lanzó el teléfono sobre la cama.
Las lágrimas corrieron libremente por sus mejillas mientras se hundía en la silla, el marco de la foto todavía apretado en su mano. Las palabras de sus padres resonaban en su mente, y la desesperación se apoderaba de su corazón.
Minutos más tarde, la puerta de la habitación se abrió lentamente. Oscar apareció en el umbral, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y ternura. Al ver a Coral destrozada, se apresuró a su lado, arrodillándose junto a la silla.
—¿Coral? —preguntó suavemente, intentando captar su atención—. ¿Todo está bien? —.inquiere preocupado. Coral levantó la mirada, sus ojos hinchados y llenos de dolor.
—No, Oscar —susurró, su voz quebrándose—. Nada está bien. Me quema todos los días no estar en la F1. Extraño cada maldito momento. Y... —vaciló, sus ojos llenos de lágrimas—. Extraño a Sebastian. Lo amo más que a mi vida, y duele tanto estar lejos de él.— confiesa por primera vez.
Oscar sintió un nudo en la garganta, su propio corazón pesado con la tristeza de Coral. Se acercó más, envolviendo a Coral en un abrazo cálido y protector.
—Está bien, Coral. Estoy aquí contigo. Todo va a salir bien —murmuró, acariciando suavemente su espalda.
Coral se aferró a Oscar, dejando que las lágrimas siguieran fluyendo. En ese momento, el peso de sus emociones pareció aligerarse un poco, sostenida por la comprensión y el consuelo de su amigo. La habitación, llena de recuerdos y expectativas no cumplidas, se sintió un poco menos opresiva mientras compartían el dolor en silencio.
(.˙✧˖°📷 ༘ ⋆。°.)
El paddock de Spa-Francorchamps estaba vivo con el bullicio habitual de un jueves de Gran Premio en Bélgica. Madeline, con su maleta rodando a su lado, avanzaba con determinación a través del ajetreo y el ruido, su mente todavía lidiando con la confusión de las últimas semanas. El cielo belga estaba encapotado, pero la bruma no lograba empañar la claridad de sus objetivos: mantenerse profesional y poner orden en el caos de sus emociones.
El rugido lejano de los motores en preparación resonaba en el aire, mezclándose con el murmullo constante de ingenieros, pilotos y equipos de prensa. Madeline ajustó el agarre de su maleta, apretando los labios mientras se dirigía hacia el box de McLaren. El logo del equipo brillaba, inconfundible entre los colores vibrantes del paddock.
Al cruzar la entrada, se topó con Lando Norris, quien estaba en una animada conversación con uno de los mecánicos. Lando levantó la mirada y, al verla, su rostro se iluminó con una sonrisa amistosa.
—¡Maddie! —saludó, levantando la mano—. ¿Lista para hacerme lucir bien en esas fotos? — pregunta con un toque de gracia. Ambos habían quedado en hacer una sesión de fotos, ya que Lando había quedado encantado con el trabajo de la catalana. Madeline sonrió, sintiendo un alivio momentáneo al ver a Lando, cuya energía siempre era contagiosa.
—Por supuesto, Lando. Vamos a hacer magia. Te prometo que serán las mejores fotos de tu carrera. — confirma también con un toque de chiste en sus palabras.
Lando se rió y asintió, satisfecho con la respuesta. Madeline continuó su camino hacia el área del box de Oscar, respirando profundamente para calmar los nervios que se agitaban en su interior.
—Hola, jefe —saludó a Oscar con una sonrisa profesional, ocupándose de su equipo y preparando su cámara. Oscar levantó la vista de su itinerario, sorprendido por el tono formal de Madeline.
—Hola, linda —respondió, sus ojos llenos de duda mientras la observaba. Pero la española ya estaba absorta en su trabajo, enfocada en ajustar las lentes y preparar las tomas necesarias para el día.
El tiempo pasó rápidamente, lleno de ruedas de prensa, entrevistas y sesiones de video para las redes sociales de McLaren. Madeline capturaba cada momento con precisión, apenas dirigiendo la palabra a Oscar más allá de lo estrictamente necesario. Su comportamiento profesional, casi distante, no pasó desapercibido para el piloto australiano, que la observaba con creciente inquietud.
Finalmente, llegó el momento de la sesión de fotos con Lando. Madeline trabajó con agilidad y creatividad, logrando captar la esencia del piloto con cada clic de la cámara. Al concluir la sesión, Lando se acercó a ella, agradecido.
—¡Esas fotos van a ser geniales, Maddie! —dijo con entusiasmo—. Gracias por esto. — agradece con una dulce sonrisa.
—De nada, Lando. Fue un placer —respondió ella, despidiéndose con una sonrisa mientras guardaba su equipo.
Mientras se giraba para salir, escuchó una voz firme detrás de ella.
—Vamos, tenemos que hablar. — le pide el piloto.
Madeline se tensó al reconocer el tono autoritario de Oscar. Se dio la vuelta lentamente, sus ojos encontrándose con los de él, llenos de determinación.
—¿Qué pasa? —preguntó ella, tratando de mantener la calma.
—Sígueme —ordenó Oscar, caminando hacia el garaje.
Sin muchas opciones, Madeline lo siguió hasta un rincón más apartado del garaje. La tensión en el aire era palpable, el ruido del paddock amortiguado a su alrededor.
—¿Qué está pasando contigo? —preguntó Oscar, sus ojos fijos en los de ella—. Actúas extraño, como si quisieras mantenerme a kilómetros de distancia. — expresa dudoso. Madeline mantuvo la compostura, cruzando los brazos sobre el pecho.
—No pasa nada, Oscar. Solo estoy haciendo mi trabajo.— dice con una voz neutral. Oscar negó con la cabeza, dando un paso más cerca.
—No es cierto. Has sido profesional en los últimos días, pero no así. No me hablas, apenas me miras. ¿Qué está pasando? — continúa haciéndole ver que nada está bien. Madeline sintió una mezcla de frustración y dolor. Su voz se endureció mientras lo miraba directamente a los ojos.
—La línea de profesionalismo se rompió. Y ahora estoy tratando de volver a ponerla en su lugar. — responde con ese mismo tono que estaba irritando a Piastri. Él la miró con una intensidad que hizo que su corazón latiera más rápido.
—Esa línea se rompió desde la primera vez que te vi —dijo, su voz baja y cargada de emoción.
Madeline sintió que las palabras la golpeaban con fuerza. Quiso replicar, mantener su distancia, pero los sentimientos que había estado reprimiendo se agolparon en su mente. Se quedaron en silencio, el aire cargado de palabras no dichas y deseos inconfesados.
Oscar dio un paso más cerca, su mirada clavada en la de ella. Con un movimiento suave, se inclinó y besó el cuello de Madeline, su tacto enviando una oleada de sensaciones a través de su cuerpo.
Madeline sintió que sus defensas se desmoronaban, un suspiro escapando de sus labios mientras cerraba los ojos. Por un momento, se permitió sentir, olvidar las complicaciones. Giró la cabeza ligeramente, medio besándolo en un impulso.
De repente, la realidad se impuso con fuerza. Se apartó de él, su respiración entrecortada, sus ojos llenos de conflicto.
—Estás loco, Oscar —susurró, su voz temblando—. Esto no está bien.— le hace ver aunque ya era tarde.
Oscar la miró, su expresión reflejando tanto deseo como arrepentimiento.
—No quiero complicar las cosas, Maddie —dijo, su voz suave—. Pero no puedo ignorar lo que siento por ti. — expresa sincero.
Madeline sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Sin decir más, se giró y salió del garaje, dejando a Oscar atrás, su mente hecha un torbellino de emociones contradictorias.
Al salir al bullicio del paddock, tomó aire profundamente, intentando calmar el caos que se había desatado en su interior. Necesitaba espacio, claridad, antes de tomar cualquier decisión sobre lo que realmente quería y cómo manejar los sentimientos que había estado tratando de ignorar.
(.˙✧˖°📷 ༘ ⋆。°.)
El bullicio del paddock de Ferrari estaba en plena ebullición. Las risas y conversaciones fluían libremente mientras Madeline se encontraba charlando con Charles Leclerc, Olivia, y Evangeline. La conversación oscilaba entre temas ligeros y personales, creando un ambiente relajado en contraste con la tensión competitiva que rodeaba el Gran Premio.
Charles estaba de buen humor, bromeando sobre la última carrera y su entusiasmo por el circuito de Spa. Olivia, contribuía con su ingenio y sus bromas, mientras Evangeline relataba historias de sus experiencias con los pilotos de Red Bull principalmente de Max.
Madeline, en medio de la charla, revisó su teléfono y vio la hora. Su rostro se ensombreció ligeramente; era el momento de dirigirse al box de McLaren. Se levantó, despidiéndose con un toque de tristeza en su voz.
—Me tengo que ir, chicos. El deber llama en McLaren. — informa un tanto triste por marcharse. Charles la abrazó con fuerza, deseándole suerte.
—Nos vemos luego, Maddie. ¡Haz que Oscar luzca bien en esas fotos! — se despide bromeando al final. Madeline sonrió, devolviéndole el abrazo.
—Suerte a ti también, Charles. ¡A romperla este fin de semana! — le demuestra su apoyo la catalana.
Evangeline y Madeline se dirigieron juntas al garaje de Red Bull, donde se encontraron con Max Verstappen y Checo Pérez, inmersos en una conversación. Checo se quejaba de un dolor en su espalda, y justo en ese momento, Max vio a Evangeline y sonrió con picardía.
—¡Mira quién llegó! —exclamó Max—. Justo a tiempo, Evie. Creo que alguien necesita una sesión de fisioterapia.— informa con cierta burla en sus palabras. Checo frunció el ceño, mostrando su desacuerdo.
—Ni aunque me lo pidiera el Rey de España, no haré eso ahora. —Evangeline cruzó los brazos, respondiendo con firmeza.
—Claro, pasan los años y los conquistadores siguen con sus monarquías baratas, ladrones de oro — escupe Checo lanzó un comentario sobre la monarquía y la invasión de América, provocando una discusión animada entre él y Evangeline.
Madeline, cansada de la riña, miró a Max y formó con sus manos dos picos besándose. Max, divertido, asintió, y Madeline se despidió con una sonrisa, encaminándose hacia el box de McLaren.
Al llegar al box, saludó a algunos miembros del equipo, notando la ausencia de Oscar. Buscando respuestas, se dirigió a Coral, quien estaba revisando unos documentos.
—¿Dónde está Oscar? —preguntó Madeline. Coral suspiró, su rostro reflejando preocupación.
—Está en el motorhome. No se siente bien y no quiere hablar con nadie, ni conmigo. — responde con desgano.
Madeline asintió, entendiendo la situación. Sin dudarlo, se dirigió al motorhome de Oscar, decidida a ver qué ocurría. Al llegar, tocó la puerta suavemente.
—Si eres Coral, Lando o Logan, largo —se oyó la voz apagada de Oscar desde el interior.
—Soy Maddie —respondió ella, tratando de sonar tranquilizadora.
Hubo una pausa antes de que la voz de Oscar llegara nuevamente.
—Pasa.— le indica al final.
Madeline entró, cerrando la puerta detrás de ella. Oscar estaba sentado en la cama, mirando sus manos con una expresión sombría. Ella se acercó lentamente, sentándose a su lado.
—¿Qué te pasa, Oscar? —preguntó, su voz suave y llena de preocupación.
Oscar permaneció en silencio por un momento, luego levantó la mirada hacia ella.
—No me siento lo suficiente para competir —admitió, su voz cargada de inseguridad—. Tengo miedo. No estoy al 100%.— demuestra con temor. Madeline sintió una oleada de empatía, tomando la mano de Oscar entre las suyas.
—Tienes derecho a sentirte así, Oscar. Pero confío en ti. Eres un piloto increíble, y todos tenemos momentos de duda. Solo necesitas recordar por qué estás aquí.— le da esas palabras de apoyo que siempre sintió que necesitaba.
Oscar la miró, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y confusión. Antes de que pudiera responder, Madeline se inclinó y lo besó apasionadamente. El contacto fue intenso, lleno de la tensión acumulada entre ellos. Al separarse, lo miró a los ojos, sus palabras firmes.
—Puedes con todo, ¿vale? Eres un piloto de F1, no lo olvides. — le sigue apoyando la española.
Oscar, sin dejar de mirarla, la atrajo hacia él, devolviéndole el beso con la misma pasión. Se sumergieron en una burbuja de emoción y deseo, sus corazones latiendo al unísono.
De repente, la puerta se abrió de golpe. Ambos se separaron rápidamente, encontrándose con Coral, que entró con una mezcla de nervios y emoción.
—¿Qué sucede? —preguntaron al unísono, tratando de ocultar su sorpresa. Coral, con una sonrisa radiante, los miró.
—¡Sebastian está en el paddock! — expresa con emoción.
Oscar y Madeline intercambiaron miradas, intentando procesar la noticia mientras trataban de pensar en que decirle a la francesa. Sin embargo, fueron interrumpidos por el chillido de emoción de la francesa.
—¡Lo manifesté! Le pedí al universo que si era para mí, que viniera a este Gran Premio, ¡y aquí está! — cuenta con alegría.
—Pero Coral, tenemos un acuerdo, no puedes saltarte reglas— Oscar intentó recordarle el contrato que tenían, pero Coral lo ignoró con una sonrisa despreocupada.
—¡Al diablo con el contrato! Tengo que lucir bien para ese alemán. ¡Salgan de aquí, tengo que arreglarme!— sigue con euforia la rubia.
Madeline y Oscar se miraron sorprendidos, pero hicieron caso y salieron del motorhome, no sin antes ver cómo Oscar tocaba ligeramente la cintura de Madeline. Coral lo notó.
—¡Hey!. Aleja tus manos de mi amiga, tenemos un contrato.— bromeó la francesa.
—¡Pero tú también estás omitiendo nuestro contrato!— contraataca el McLaren.
—¡Es Sebastian Vettel de quien hablamos, idiota! — replicó la modelo.
Madeline y Oscar se echaron a reír, regresando al garaje de McLaren.
Mientras revisaban los lentes para la carrera, discutiendo cuál sería mejor dado el pronóstico de lluvia, vieron a Coral entrar al box. Llevaba un vestido elegante y sexy en tonos oscuros, ceñido a su figura y combinado con tacones altos. Su maquillaje era impecable, destacando sus ojos con sombras ahumadas y sus labios con un tono rojo vibrante. Su cabello estaba recogido en un moño elegante, con algunos mechones sueltos que enmarcaban su rostro, dándole un aire sofisticado y sensual.
Madeline y Oscar quedaron boquiabiertos ante su apariencia, sin poder evitar mostrar su sorpresa.
—Wow, Coral —exclamó Madeline—. Te ves increíble. —le haga aún sorprendida.
—Sí, vas a dejar más tonto al señor abeja— concuerda el rubio. Coral sonrió con confianza, lanzándoles una mirada traviesa.
—Gracias Chicos, espero que así sea— responde con nervios al final la francesa.
Sin decir más, Coral se giró y salió del box, dejando a Madeline y Oscar intercambiando miradas divertidas mientras se preparaban para la jornada.
(.........)
El bullicio en el paddock de Bélgica estaba en pleno apogeo cuando Coral y Madeline encontraron un momento de respiro en el box de McLaren. Las dos amigas charlaban animadamente, Coral aún impresionada por la manera en que Madeline había convencido y animado a Oscar tan rápidamente.
—¿Cómo lo hiciste, Maddie? —preguntó Coral, aún con asombro en su voz—. Convencer a Oscar así... ¡es impresionante! —le sigue reconociendo la ojiverde. La catalana se encogió de hombros, restándole importancia con una sonrisa modesta.
—Solo le recordé lo increíble que es. A veces, todos necesitamos un empujón. — demuestra que fue pan comido.
Coral estaba a punto de responder cuando el ambiente en el garaje se cargó de emoción. Mark Webber y Sebastian Vettel ingresaron al box de McLaren. Coral sintió una oleada de adrenalina al ver a Sebastian, su rostro se iluminó con una mezcla de sorpresa y alegría. Apretó la mano de Madeline, sus ojos brillando.
—Maddie, ¡mira! —susurró emocionada—. ¡Es Seb! — sigue demostrando su emoción.
—Relájate, Coral. Es solo un hombre. Un increíble campeón del mundo, pero sigue siendo solo un hombre.— Madeline rió suavemente, tratando de calmar a Coral.
—Tetra campeón, no es cualquiera— le corrige para ambas verse y reír un poco.
Coral simplemente no pudo dejar de mirar a Sebastian. Mientras la carrera avanzaba, ella notó que Sebastian llevaba una bolsa de regalo azul, lo que encendió una chispa de duda en su mente. ¿Podría ser que Sebastian estuviera saliendo con alguien más? La incertidumbre la invadió, pero sus pensamientos fueron interrumpidos abruptamente.
En la pista, la tensión entre Checo Pérez y Oscar estaba alcanzando su punto máximo en las últimas vueltas. Coral, sintiendo la urgencia del momento, se dirigió rápidamente hacia los ingenieros, su determinación palpable.
—¡Necesito hablar con Oscar! —exigió. El ingeniero de Oscar negó con la cabeza.
—Lo siento, Coral, no podemos permitirlo ahora.— responde con su expresión severa. Coral levantó la barbilla.
—¿Sabes con quién hablas? Soy ex-piloto. No soy una tonta. — su voz firme y decidida.
El ingeniero, reconociendo la seriedad en su voz, finalmente cedió y le pasó los auriculares a Coral. Ella se los colocó rápidamente y se comunicó con Oscar, su voz calmada pero firme guiándolo a través de la estrategia para superar a Checo.
—Oscar, concéntrate en la curva tres. Toma el interior, te dará el ángulo que necesitas. Confía en tu instinto, tú puedes. — le ayuda lo mejor que pueda.
Oscar, sintiendo la seguridad en las palabras de Coral, ejecutó la maniobra a la perfección, logrando adelantar a Checo en una impresionante movida. El box de McLaren estalló en celebraciones, y Coral, con una sonrisa orgullosa, regresó junto a Madeline, sintiendo la mirada fija de Sebastian.
Desde la distancia, Sebastian le murmuró algo que solo ella pudo leer en sus labios:
—"Esa es mi campeona del mundo."
Coral sintió un calor en su pecho, y le devolvió una sonrisa, mordiéndose ligeramente el labio inferior antes de dirigir nuevamente su atención a la pantalla.
La carrera llegó a su fin con una victoria notable para McLaren. Madeline fue una de las primeras en felicitar a Oscar, y él, lleno de emoción, la abrazó fuertemente.
—¡Lo hiciste genial, Oscar! —exclamó Madeline, sus ojos brillando de orgullo.
Oscar no pudo evitar mantener su mirada en ella, una sonrisa radiante en su rostro.
—Gracias, Maddie. No podría haberlo hecho sin ti. — le asegura con una sonrisa tierna.
Durante la ceremonia de premiación, los ojos de Oscar no se apartaron de la catalana, su mirada cargada de gratitud y algo más, una conexión que ambos estaban comenzando a entender.
Después de la emocionante premiación, Madeline regresó al box de McLaren para recoger sus cosas. Estaba a punto de salir para encontrarse con Logan cuando se encontró con Sebastian. Él le ofreció una sonrisa amable.
—Hola, Madeline —saludó él, su voz calmada y cortés.
—¡Hola, Sebastian! —respondió ella, correspondiendo la sonrisa. El alemán la observó por un momento antes de hablar.
—¿Podrías hacerme un favor? — le pide un tanto nervioso.
—Claro, ¿qué necesitas? — acepta ayudar la pelirroja.
Sebastian le extendió la bolsa de regalo azul que había estado llevando consigo.
—¿Podrías entregarle esto a Coral? — pide con cierta timidez. Madeline tomó la bolsa, asintiendo con una sonrisa.
—Por supuesto, Me encargaré de que lo reciba.— le promete con una mirada tranquila.
Sebastian le agradeció antes de marcharse, dejándola con la bolsa en las manos. Cuando Coral y Oscar regresaron al box, Madeline se acercó a Coral, entregándole la bolsa.
—Esto es para ti, Coral. Sebastian te lo envía— dice para al final sonreírle a su amiga.
Los ojos de Coral se iluminaron al tomar la bolsa, una sonrisa agradecida y emocionada en su rostro.
—¡Gracias, Maddie! —exclamó, sosteniendo la bolsa con cuidado. Oscar observó la interacción, una sonrisa suave en su rostro.
—Bueno, nos vemos después, saldré toda la tarde— se despide la pelirroja.
—Ten cuidado esta tarde, ¿vale? — le pide con toque de preocupación el piloto de McLaren. Madds asintió, su alegría evidente.
—Lo haré. Nos vemos luego, chicos. — se despide sin más la fotógrafa.
Coral Ocon se encontraba en su habitación de hotel, sentada en la cama y acariciando suavemente la tapa de un libro, "Orgullo y Prejuicio". Una nota estaba adherida al libro: "sabes dónde encontrarme, 6:30 pm". Coral sabía a lo que Sebastian se refería: un lugar precioso para ver el atardecer en Bélgica.
Luego de arreglarse con algo básico pero bonito, llegó la hora. Coral tomó un taxi y se dirigió al lugar indicado. Al llegar, vio a Sebastian sentado, mirando el horizonte. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro mientras se acercaba sigilosamente por detrás. Le tapó los ojos con sus manos.
—¿Quién soy? — pregunta con cierta diversión, como solía hacerlo cuando eran pareja. Sebastian sonrió, reconociendo el gesto inmediatamente.
—El amor de mi vida —respondió sin dudar.
Coral sonrió, un leve sonrojo tiñendo sus mejillas. Se sentó junto a él, y ambos comenzaron a charlar sobre lo mucho que se habían extrañado.
—¿Finalmente te leíste Orgullo y Prejuicio? —preguntó Coral, mirándolo con curiosidad. Sebastian sonrió, mirándola con ternura.
—"En vano he luchado. No servirá. Mis sentimientos no pueden reprimirse. Debes permitirme decirte con cuánto ardor te admiro y te amo" —citó, sus ojos fijos en los de ella—. Por ti me leo todos los libros del mundo. — le asegura.
La charla se volvió más tranquila, la tensión entre ellos palpable. Coral decidió compartir algo que le había estado preocupando.
—Hablé con mi padre hace unos días. Me pidió, de la mejor manera posible, que no volviera a verte. — le cuenta la parisina. Sebastian la miró con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Y tú lo cumpliste a la perfección —bromeó, haciendo que ambos rieran. Tras las risas, él añadió—No sabes cuánto extrañé escuchar tu risa. — le hace ver el alemán.
Se miraron a los ojos por unos segundos y se besaron tiernamente, no lo dudaron siquiera. Mientras se daban cortos besos.
—Deberías volver a correr en F1.— suelta sin más el mayor. Coral rodó los ojos
—Seb, arruinas los momentos bonitos con esos comentarios.— le hace ver, aún molesta.Los ojos de Sebastian se iluminaron.
—¿Me has llamado Seb? — inquiere encantado.
—No te emociones mucho,eh —replicó Coral con una sonrisa.Luego de un rato de silencio, Coral suspiró —No puedo volver. Tengo que dejar que mi hermano siga brillando. — le responde a la interrogante de volver. Sebastian lanzó una fuerte carcajada.
—¿Brillando en P19? Joder, define brillar, Coral. Debes volver. — contesta entre sarcástico y molesto.
—Es complicado, Sebastian. No puedo volver así tan fácil. — Coral contraatacó.
—¿Por qué? ¿No tienes apoyo financiero? Yo te lo doy, compraría una escudería solo para volver a verte competir. — Sebastian la miró fijamente, su vo suave pero firme. Coral sonrió ante su oferta.
—¿Entonces por qué mejor no vuelves tú? — le pregunta con cierta astucia.
Sebastian negó con la cabeza y optó por besarla nuevamente. Luego de unos besos, Coral se acomodó en el hombro de Sebastian, ambos mirando el atardecer en silencio. La calidez del momento, el suave murmullo del viento y la presencia del otro hicieron que el mundo se desvaneciera, dejándolos solo a ellos dos, disfrutando de un instante perfecto en Bélgica.
Continuará........
Okay, si fue cap largo jajaja les gustó?.
MADELINE SUELTA A JOSHUA 😭😭.
OSCAR LIT NO LE TIENE MIEDO A NADA JAJAJA.
¿Comentarios?, ¿Teorías?.
Por ciertoooooo, tenemos nueva portada, ameeee, muchas gracias.
dylansluvv
Sin másssssss.
NOS LEEMOS PRONTOOOOO, BESOSSSSS
XX ALI ☀️
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