𝒊.❛ 𝒕𝒉𝒆 𝒂𝒓𝒓𝒊𝒗𝒂𝒍 𝒐𝒇 𝒂 𝒑𝒓𝒊𝒏𝒄𝒆 ❜
ㅤִㅤʿʾ 𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐨 ᳶㅤׄㅤ
❛𝒍𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒑𝒓𝒊́𝒏𝒄𝒊𝒑𝒆❜
El sol apenas había comenzado a asomarse por el horizonte, cubriendo Winterfell con un tenue resplandor invernal. La nieve había caído durante toda la noche, formando un manto blanco que cubría cada rincón del castillo. El frío era intenso, incluso para aquellos acostumbrados a las duras condiciones del Norte. Sin embargo, dentro de una de las torres, el ambiente era opresivo y sofocante, lleno de una tensión silenciosa.
Cregan Stark, el joven Señor de Winterfell, subió rápidamente los escalones de piedra, sintiendo la rugosidad de la pared bajo su mano. Había un peso en su corazón, una mezcla de preocupación y frustración que no podía ignorar. Cuando llegó a la puerta de la habitación de su hermana menor, hizo una pausa, tratando de calmarse. No quería ser severo con Lyra, pero algo tenía que cambiar.
—¡Lyra! —exclamó con una seriedad inusual en su voz mientras abría la puerta sin esperar respuesta.
La habitación estaba oscura, las cortinas gruesas impedían que la luz del amanecer entrara, sumiendo todo en una penumbra melancólica. Lyra estaba acostada en la gran cama de madera, envuelta en mantas pesadas. Su figura apenas se distinguía entre las sombras, y su rostro estaba oculto bajo mechones de su largo cabello Anaranjado, No había ningún movimiento, ningún indicio de que hubiera escuchado la llegada de su hermano.
Cregan avanzó hacia ella, sus pasos resonando suavemente en el suelo de piedra. En su rostro se reflejaba una mezcla de preocupación y cansancio. Había pasado semanas intentando animar a su hermana, pero parecía que nada lograba sacarla de ese estado de apatía. Se inclinó ligeramente hacia ella, tratando de captar su atención.
—Me ha llegado un cuervo, Lyra —dijo, manteniendo su tono firme, aunque con un matiz de suavidad—. El príncipe Jacaerys Velaryon vendrá a Winterfell.
Esperó, conteniendo la respiración, esperando una reacción, cualquier señal de que sus palabras la habían alcanzado. Sin embargo, Lyra no se movió. Sus ojos permanecieron fijos en un pergamino que sostenía en sus manos, como si estuviera absorta en un mundo que solo ella podía ver.
—¿Ah, sí? —murmuró, su voz apagada y sin interés.
El tono indiferente de Lyra hizo que la paciencia de Cregan comenzara a agotarse. ¿Qué había pasado con la hermana vibrante y llena de vida que conocía? Parecía que la Lyra que una vez conoció se había desvanecido, reemplazada por esta figura pálida y desinteresada. Se acercó más, su frustración evidente en su expresión.
—¡Debes levantarte, Lyra! —insistió, su voz ahora teñida de urgencia—. Sabes que Winterfell puede ser un lugar olvidado en tiempos difíciles. Ahora, más que nunca, necesitamos una alianza segura.
Cregan recordaba las palabras de su padre, quien le había enseñado que los lazos políticos eran esenciales para la supervivencia de su hogar en el Norte. Y la llegada de Jacaerys Velaryon no era un asunto menor. Su visita podía significar la diferencia entre la fortaleza y la vulnerabilidad de Winterfell en los tiempos inciertos que se avecinaban.
Finalmente, Lyra levantó la vista del pergamino. Sus ojos, que una vez brillaron con la chispa de la juventud, ahora reflejaban una profunda tristeza y resignación. Parecía que una sombra oscura se había posado sobre su alma, apagando la luz que antes la caracterizaba.
—Cregan... vivimos en medio de la nada, en el lugar más helado de Westeros —respondió, su voz cargada de pesimismo—. ¿Crees que alguien allá afuera se preocupa por nosotros? Créeme, no es así.
El comentario golpeó a Cregan con fuerza. Sabía que la vida en el Norte era difícil, que las luchas cotidianas contra el frío y el aislamiento podían quebrar el espíritu de cualquiera. Pero escuchar esas palabras de su propia hermana, alguien en quien siempre había confiado, lo llenó de una tristeza que no esperaba.
—¿Qué te ocurre? —preguntó, su tono más suave ahora, tratando de comprender—. Estás más irritable de lo habitual. No eres la misma, Lyra.
Lyra dejó caer el pergamino sobre la cama y se pasó una mano por el rostro, como si intentara borrar la fatiga que sentía. Se incorporó lentamente, sus movimientos pesados, casi como si cada acción fuera un esfuerzo monumental.
—Lo siento... Es solo que no entiendo tanto alboroto —admitió con un suspiro—. Viene Jacaerys Velaryon, ¿y qué? Ni que su dragón fuera de oro, si sabes a lo que me refiero.
Cregan sintió una punzada de molestia ante el tono sarcástico de su hermana, pero también notó la vulnerabilidad oculta tras sus palabras. Lyra estaba luchando contra algo más profundo, algo que él no podía ver, pero que estaba consumiéndola por dentro. Aun así, no podía permitir que su hermana se sumiera en esa oscuridad sin luchar.
—Eres grosera, pero lo dejaré pasar porque noto que estás estresada —respondió, tratando de mantener la calma—. ¿De qué? No lo sé, no haces nada más que estar encerrada aquí. Y eso no es bueno para ti, Lyra.
Las palabras de Cregan parecieron atravesar la coraza que Lyra había construido a su alrededor. "Encerrada aquí". Esas palabras resonaron en su mente, despertando algo que había estado dormido durante demasiado tiempo. Se dio cuenta de que se había recluido en esta habitación, en esta torre, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Se había apartado del mundo, de su familia, de todo lo que alguna vez le importó.
Una incomodidad se instaló en su pecho, una sensación de arrepentimiento mezclada con un deseo de cambiar. Miró a su hermano, viendo en él no solo al líder de Winterfell, sino también al niño con quien había jugado en los patios del castillo, al hermano que siempre había estado a su lado.
—Bueno, estar aquí es mejor que congelarse el trasero al otro lado del Muro, Cregan —dijo finalmente, su tono más suave, dejando escapar una pequeña sonrisa que no alcanzó sus ojos.
Cregan la observó, percibiendo el cambio en su actitud. No era mucho, pero era un comienzo. Asintió con la cabeza, sintiendo un pequeño alivio al ver que su hermana estaba dispuesta a salir de esa oscuridad en la que se había sumido.
—Vamos, Lyra. Es hora de enfrentar lo que venga, juntos —le dijo, extendiendo una mano hacia ella.
Lyra tomó la mano de su hermano y, con un esfuerzo que pareció más grande de lo que debería ser, se levantó de la cama. Su cuerpo estaba débil, pero había una nueva determinación en su mirada. Sabía que no podía seguir escondiéndose, que tenía que encontrar una manera de volver a ser la persona que alguna vez fue, o al menos, intentarlo.
Juntos, salieron de la habitación. La fría brisa del Norte los recibió al abrirse la puerta, pero esta vez, Lyra no sintió el frío como una amenaza, sino como un recordatorio de que todavía estaba viva, y de que aún quedaba esperanza en el Norte. Juntos, caminaron hacia el futuro, listos para enfrentar lo que este les deparara.
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Lyra se encontraba en el patio interior de Winterfell, donde la nieve recién caída cubría cada rincón con un manto blanco y brillante. Aunque era pleno invierno, y el frío cortaba como cuchillas de hielo, ella no podía resistir la tentación de salir a jugar con los pocos niños que vivían en el castillo. Se dedicaban a construir fuertes de nieve, unos imponentes y sólidos muros blancos que les servían de protección en sus simuladas batallas. Las risas resonaban en el aire mientras se lanzaban bolas de nieve unos a otros, sin importarles el frío que se colaba por sus abrigos y rozaba sus mejillas con un ardor casi doloroso.
Lyra, sin embargo, apenas sentía el frío. Estaba demasiado absorta en la batalla, concentrada en que su fuerte fuera el más resistente, en que sus bolas de nieve fueran las más certeras. Sentía que, en esos momentos, nada importaba más que la diversión del juego, la camaradería con los otros niños y la sensación de libertad que le daba la nieve. Pero, aunque ella se entregaba por completo a su juego, no todos en Winterfell compartían su despreocupación.
En el gran salón del castillo, los hombres de importancia, encabezados por su hermano Cregan Stark, se reunían alrededor del fuego, hablando en tonos graves y llenos de expectativa. Esperaban con ansias la llegada del príncipe Jacaerys Velaryon, quien había anunciado su visita con semanas de anticipación. Para ellos, la visita no solo era una cortesía o un gesto de amistad, sino un evento cargado de importancia política. Lyra sabía que para Cregan, su hermano mayor y Señor de Winterfell, la presencia del príncipe era una oportunidad invaluable. Los Velaryon eran una casa poderosa, con sangre Targaryen en sus venas y dragones bajo su mando, y una alianza con ellos podría significar mucho para el Norte.
Pero, a diferencia de su hermano, Lyra no sentía esa misma emoción. Para ella, Jacaerys no era más que un nombre, una figura lejana que no significaba nada personal. Aunque entendía la importancia de la política y las alianzas, no podía evitar sentir que su hermano veía en esta visita algo más que una simple reunión de cortesía. Sabía que Cregan tenía planes, y esos planes la incluían a ella, aunque aún no hubiera dicho nada al respecto. Lyra decidió, por el bien de su hermano, ser cordial y mostrarse amable, aunque en su interior no compartiera ese entusiasmo. Estaba dispuesta a poner de su parte, al menos por esta vez, porque sabía cuánto significaba para Cregan.
De repente, sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de un pequeño paje que corría a toda velocidad hacia ella. El muchacho, con el rostro encendido por la emoción y una gran sonrisa en su cara, apenas podía contener su entusiasmo cuando llegó hasta donde estaba Lyra.
—¡Lady Lyra! ¡Lady Lyra! —exclamó, respirando con dificultad tras la carrera—. ¡El príncipe Jacaerys Velaryon ha llegado! —anunció con una voz entrecortada por la emoción—. Y no ha venido solo, ¡llegó montado en un dragón enorme! ¡Nunca había visto algo tan magnífico! Tiene escamas verdes como los árboles más frondosos de los bosques, y es tan grande que su sombra cubría todo el patio cuando aterrizó. ¡Es el dragón más grande que he visto en mi vida!
Lyra levantó la mirada de su fuerte de nieve y observó al paje, quien no podía contener su emoción. Aunque le hizo gracia verlo tan entusiasmado, no podía compartir ese mismo sentimiento. Sonrió con amabilidad, pero en su interior, sus pensamientos seguían siendo los mismos.
—¿De verdad? —preguntó, intentando mostrar interés mientras volvía a colocar los últimos bloques de nieve en su fuerte—. Eso suena impresionante —añadió con una sonrisa, aunque su tono era más cortés que genuino.
El paje, todavía desbordante de emoción, la miró con ojos llenos de asombro.
—¡Sí, Lady Lyra! El príncipe es muy amable y su dragón es... es... ¡es algo que no se puede describir con palabras! ¿No te emociona conocerlo? —preguntó con inocente curiosidad, esperando que ella compartiera su entusiasmo.
Lyra, que ya había hecho una pequeña bola de nieve con sus manos, la apretó ligeramente, sintiendo el frío en sus dedos. Soltó un suave suspiro antes de responder.
—La verdad, no —admitió con franqueza, sin dejar de moldear la nieve—. Sé que esta invitación tiene una doble intención. Mi hermano cree que, si me caso con un príncipe, será más fácil asegurar la alianza entre nuestras casas. Pero no entiende que no quiero casarme solo por una alianza. Quiero encontrar el camino en mi vida, no ser parte de una estrategia política —expresó con cierta amargura en la voz, aunque mantuvo una sonrisa leve para no preocupar al joven paje.
El paje frunció el ceño, claramente confundido por lo que Lyra acababa de decir. No podía entender del todo lo que significaban esas palabras. Para él, el mundo se dividía en cosas simples: lealtades, honor, y el deber hacia su señor.
—¿Doble intención? —repitió, intentando comprender lo que Lyra insinuaba.
Lyra asintió, con una expresión que mezclaba resignación y comprensión.
—Claro. Mi hermano siempre ha estado buscando opciones para que yo pueda casarme. Cree que si un príncipe se interesa en mí, sería más fácil convencer a otras casas de aceptarme como esposa. Pero lo que no entiende es que no estoy interesada en casarme solo por conveniencia. Además, considerando mi experiencia, Jacaerys Velaryon sera otro pretendiente que arrancara.—dijo con una sonrisa irónica, mirando hacia el horizonte donde imaginaba al dragón descansando tras su vuelo.
El paje la observó en silencio, sin saber qué responder. Para él, la vida de los nobles siempre había sido un misterio, una serie de decisiones y acuerdos que estaban más allá de su comprensión. Pero algo en las palabras de Lyra le hizo darse cuenta de que, detrás de los títulos y las riquezas, ellos también tenían sueños y deseos que no siempre podían cumplir.
Lyra volvió a concentrarse en su fuerte, deseando que, por un momento más, pudiera seguir siendo solo una niña jugando en la nieve, lejos de las complicaciones del mundo adulto que la esperaban dentro de los muros del castillo.
—Lady Lyra— dijo Clementine con suavidad, pero con una firmeza que mostraba la familiaridad entre ellas. Aunque oficialmente solo era una sirvienta, para Lyra, Clementine era mucho más que eso. Había sido su roca, su guía en los momentos más oscuros, y la única persona en la que Lyra confiaba plenamente. Su presencia siempre traía consigo una sensación de calma y seguridad, algo que la joven Stark valoraba profundamente.
Lyra alzó la mirada, sus ojos azules reflejaban la pureza de la nieve que las rodeaba. Clementine, con su porte elegante y su semblante sereno, se inclinó ligeramente hacia ella. —Su hermano Cregan pregunta por usted. Me ha dicho que Sabrina Tully ha llegado a Winterfell para visitarnos— agregó Clementine, extendiendo una mano para ayudar a Lyra a levantarse.
El nombre de Sabrina Tully hizo que Lyra frunciera el ceño con sorpresa.
—¿Sabrina Tully? ¿Aquí?— repitió, mientras sus pensamientos se agitaban como las hojas en una tormenta.
Lentamente, se incorporó, sacudiendo con elegancia la nieve que cubría su vestido de lana gris, que llevaba bordado el emblema de los Stark: el lobo huargo. Antes de seguir a Clementine hacia el castillo, Lyra se inclinó para dejar un suave beso en la frente de un pequeño paje que la había estado acompañando. El niño, con los ojos brillantes de emoción, corrió a unirse a los otros niños que se dirigían a ver al dragón de Jacaerys Velaryon, que descansaba cerca.
Mientras caminaban por los pasillos de piedra del castillo, el calor de las antorchas contrastaba con el frío exterior, y Lyra no pudo evitar que la curiosidad se apoderara de ella.
—¿Qué hace Sabrina Tully aquí?— preguntó, casi más para sí misma que para Clementine.
La dama de compañía, siempre atenta, respondió con un tono que mezclaba información y especulación.
—Sí, mi Lady, ha venido desde Riverrun. Parece que fue un viaje largo y agotador, pero su hermano la invitó personalmente. Se rumorea que Sabrina está aquí para conocerte a ti, mi Lady... Tal vez Cregan esté pensando en forjar una nueva amistad para ti— añadió Clementine, sin poder evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios.
Lyra se detuvo un momento, meditando sobre esas palabras. La idea de que Cregan estuviera planeando algo a sus espaldas le resultaba irritante.
—No la conozco— dijo finalmente, con un toque de desdén en su voz. Continuaron caminando por el largo pasillo, sus pasos resonando en la piedra, mientras Lyra reflexionaba sobre lo que significaba la llegada de Sabrina. —Cregan ha puesto demasiado empeño en una simple visita. Primero trae al bastardo de...— comenzó a decir, pero Clementine, que había estado observando sus expresiones, la interrumpió rápidamente.
—¡Lyra Stark!— exclamó con una severidad poco habitual en ella, deteniéndose en seco y volteándose para enfrentar a la joven con una mirada llena de preocupación. —¿Cómo puedes usar la palabra "bastardo" con tanta ligereza? El príncipe Jacaerys tiene mucho poder ahora, y no puedes permitirte decir semejante cosa en su contra— agregó, con un tono casi suplicante. Clementine sabía bien las repercusiones que podrían tener las palabras descuidadas de Lyra, especialmente en tiempos tan turbulentos.
Pero Lyra, con la terquedad de su juventud, no estaba dispuesta a ceder.
—No es una mentira, Clementine. Los rumores corren por todas partes, y son cada vez más difíciles de ignorar. He escuchado que el padre del príncipe, al que mi hermano tanto adula, no es quien se dice que es. Eso explica por qué el cabello de Jacaerys no es blanco como el de Aegon Targaryen o Aemond— dijo, con una sonrisa irónica que revelaba su escepticismo hacia la historia oficial.
Clementine suspiró, dándose cuenta de lo difícil que sería hacerle cambiar de opinión.
—Los dioses pueden jugar con la genética de formas misteriosas, mi Lady. Tú misma eres pelirroja, mientras que tu hermano Cregan tiene el cabello castaño. ¿Acaso eso te convierte en una bastarda?— replicó, esperando que Lyra comprendiera la insensatez de juzgar a otros basándose en apariencias. —No deberías juzgar a las personas por rumores o por lo que parece ser. La verdad siempre es más complicada de lo que creemos— añadió, con la esperanza de que sus palabras calaran en la joven.
Sin embargo, Lyra no estaba dispuesta a dejarse convencer tan fácilmente.
—No creo que funcione así— murmuró, con un brillo de desafío en sus ojos.
—Jacaerys es un bastardo, y no tengo dudas de ello. Y en cuanto lo vea, no dudaré en decírselo a la cara. Seguro que con esa palabra lo espanto, y cualquier intento de matrimonio se verá frustrado antes de que siquiera lo proponga— dijo, con una mezcla de orgullo y rebeldía, sin darse cuenta del peligro que sus palabras podían acarrearle.
Clementine se detuvo de nuevo, esta vez tomando las manos de Lyra con firmeza.
—Lyra, te lo suplico, no digas esas barbaridades. Estás jugando con fuego, y si sigues por ese camino, podrías perder mucho más que una posible alianza. Podrías perder tu vida— advirtió, con un tono grave que reflejaba el temor que sentía por la seguridad de Lyra.
Lyra, sin embargo, no pudo evitar sonreír, convencida de que tenía razón. Pero al ver la preocupación sincera en los ojos de Clementine, su sonrisa se desvaneció lentamente. Aunque no lo admitiera en voz alta, las palabras de su dama habían sembrado una pequeña semilla de duda en su corazón.
Mientras avanzaban juntas hacia las puertas del gran salón, Lyra no podía evitar sentir que el futuro, envuelto en el frío de Winterfell, se volvía cada vez más incierto.
Lyra cruzó el umbral del pequeño salón, un espacio que su hermano y sus hombres utilizaban con frecuencia para discutir los asuntos más cruciales relacionados con el Norte. Este lugar se había convertido en el centro neurálgico donde se planeaban estrategias de combate y se abordaban todas las cuestiones necesarias para asegurar la supervivencia de su gente. La habitación estaba cálidamente iluminada por el fuego que crepitaba en la chimenea, cuyas llamas danzantes proyectaban sombras que se movían por las paredes de piedra. Los rostros de los hombres reunidos alrededor de la robusta mesa de roble parecían grabados en un juego de luces y sombras, reflejando la seriedad de sus deliberaciones.
Al entrar, Lyra observó a un joven de cabellos rizados, que se destacaba entre los presentes por su traje negro y rojo, de una elegancia que contrastaba con el austero entorno. Su piel pálida y su mandíbula firmemente esculpida daban cuenta de una presencia imponente. Los ojos del joven, de un intenso color verde, se posaron en ella con una mezcla de admiración y fascinación. Cuando la vio, sus ojos parecían iluminarse con una chispa de interés que pronto se transformó en un enfoque directo y decidido. Sin esperar más, el joven se acercó a ella con una confianza que dejaba entrever que estaba acostumbrado a ser el centro de atención.
—Lady Stark... es un verdadero placer conocerla al fin —susurró Jacaerys, su voz suave y cortés como el terciopelo. Con un gesto refinado, tomó la mano de Lyra y la besó con una delicadeza que rozaba el respeto absoluto. —Su hermano Cregan me ha hablado mucho sobre usted. Debo admitir que los rumores sobre su belleza son ciertos—. Mientras hablaba, su sonrisa reveló una fila de dientes blancos y perfectamente alineados, un rasgo que acentuaba aún más su atractivo.
Lyra, sorprendida por la efusión de cumplidos y la cercanía del príncipe, se encontró ante una inesperada disyuntiva. Sus ojos, de un verde profundo y enigmático, seguían fijos en ella, y su presencia parecía ejercer una influencia magnética. En un intento por mantener la compostura, Lyra decidió interrogarlo, tratando de desviar la atención de su creciente incomodidad.
—¿Usted es el príncipe que trajo un enorme dragón? —preguntó Lyra, su tono mezcla de curiosidad e incredulidad. El príncipe, en lugar de responder de inmediato, continuó observándola con una intensidad que parecía más personal que profesional. Su mirada se detenía en cada detalle de su cabello naranja y en la firmeza de su postura, que emanaba una terquedad digna de respeto. Jacaerys parecía completamente hechizado por su presencia, un hecho que no pasó desapercibido para Lyra, quien sintió una creciente incomodidad bajo la fija y apasionada mirada del príncipe.
—Sí, efectivamente. Llegar con un dragón es mucho más rápido que hacerlo en un caballo. Los caballos los usamos para alimentar a los dragones —explicó Jacaerys con una sonrisa ligera, como si la respuesta fuera una simple anécdota. Sin embargo, al notar que Lyra mantenía su rostro impasible, se detuvo. Sus ojos buscaron una reacción en ella, pero Lyra se mantuvo serena, sin mostrar ni un atisbo de emoción.
—Es horrible. Muchos hombres dependen de los caballos para sus desplazamientos y ustedes solo los usan para alimentar dragones. Es una verdadera lástima —replicó Lyra con una mezcla de desdén y frustración. Se alejó un paso, volviendo su atención hacia su hermano, Cregan, quien la observaba con una mezcla de orgullo y preocupación.
—Lyra, hermana... déjame presentarte a Lady Sabrina Tully. Ella ha venido de visita por unos días y me gustaría que fueras cortés con ella —dijo su hermano, con un tono que combinaba autoridad y una pizca de advertencia. La voz ronca de Cregan hizo que un leve escalofrío recorriera la espalda de Lyra. Dirigió su mirada hacia la joven Tully, quien estaba de pie con una postura digna y elegante, y le dedicó una sonrisa genuina. La presencia de otra mujer de su edad era un alivio en medio de la tensión predominante, y Lyra sintió una inesperada fascinación por la idea de tener una compañera de su propia posición social.
Sabía que en este mundo, donde las alianzas y los vínculos políticos eran de vital importancia, podía haber una intención oculta detrás de la visita de Sabrina. Sin embargo, el simple hecho de encontrar a alguien con quien compartir una conversación sincera era un consuelo en sí mismo. La posibilidad de que Sabrina tuviera sus propios dilemas sobre el matrimonio y la política hizo que Lyra sintiera un atisbo de esperanza.
—Lady Lyra —dijo Sabrina, inclinándose con gracia frente a ella. —Es un verdadero placer conocerte y espero que podamos llegar a ser cercanas—. La joven de cabellos cobrizos mostró una sonrisa cálida y genuina, que parecía reflejar una verdadera amabilidad y sinceridad. Lyra, atraída por la calidez de esa sonrisa, sintió que su incomodidad comenzaba a desvanecerse.
—Claro que sí, Lady Sabrina —respondió Lyra, enlazando su brazo con el de la joven mientras dirigía una mirada hacia los hombres presentes en la sala. —¿Podemos retirarnos o hay algo más que deba decirme?—. Lyra, ansiosa por escapar de la atmósfera cargada de la habitación y dejar atrás la tensión que se había creado, esperaba una salida rápida.
—Sí, de hecho...— intentó decir Jacaerys, pero Cregan lo interrumpió antes de que pudiera continuar.
—Claro, Lyra... puedes irte —ordenó su hermano con un tono que mezclaba autoridad y protección. Lyra, entendiendo la firmeza en la voz de Cregan, supo que no tenía otra opción que obedecer. Sin más, se despidió de los presentes y salió del salón, aliviada de escapar de la tensión y en busca de una conversación más amena con la nueva compañía que la esperaba.
Cregan tenía que preparar a Lyra antes de la enorme noticia que le daría.
Hola gente guapa, en que andan ah son las 3 de la mañana y miren termine el capitulo jj
Me disculpo si hay alguna incoherencias, a veces me equivoco para que vean que soy humana.
Nunca escribí algo de época entonces me disculpo si hay modismos, lugares o algo incorrecto, mientras se entienda sean felices, qué tanta wea.
¿Qué opinan del primer capítulo? ¿Qué opinan de Lyra? Es medio conchetumare pero eh, en el fondo es buena, buena para joderla ah mentira.
Yaya me despido 🙏🏻
Dedicado a: sassenxch analymalfoy -Coldnight allanggels star6girl_ -mxrtellcntrol m1rrxrball redwinterton Giulianagutierrez16 wtpxbrook
Y la vdd cualquiera que lea esta bazofia, con todo respeto
Besos en sus colas
Con amor River <3
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