XXVI

Capitulo 26: Contigo a mi lado

Elizabeth despertó sintiendo su cuerpo dolorosamente cansado, por supuesto, después de haber pasado tantas horas de pie y luego haber dormido en el suelo era comprensible que se sintiera de tal forma. Movió su brazo perezosamente, tratando de alcanzar algo que se supone debería estar a su lado...tocó arriba, tocó abajo y al final lo único que pudo distinguir fue el frío de la piedra en las yemas de sus dedos.

¿Dónde...?

—Buenos días, su alteza—abrió los ojos de golpe ante aquella voz masculina y se sentó con rapidez jadeando cuando su cuerpo dolorido le recriminó tal movimiento. Elizabeth se talló los ojos tratando de acostumbrarse a la luz del día y se quedó como estatua al encontrarse con cierto rubio que le sonreía con ternura mientras usaba un cucharón y movía el contenido en la cazuela—¿Descansaste bien, Ellie?—

—Yo...—tartamudeo, sonrojándose hasta las orejas, desviando su mirada al fuego tras recordar los sucesos de la noche anterior. Aún algo apenada, asintió con la cabeza moviendo sus pies cubiertos por la manta con nerviosismo y el de ojos verdes volvió a reir.

—Me dí cuenta—se burló—Despertaste justo a tiempo para la comida—eso sin duda activó algo dentro de la cabeza de la joven, se llevó una de sus manos hasta su cabeza como si de la nada hubiera tenido una visión y dejo salir un respingo sorprendida.

—¿C-Comida?—

—Ya es bastante tarde, princesa, nishishi—su risa era sin duda hermosa. El corazón de la albina comenzó a latir emocionado de solo escuchar aquel hermoso sonido y no pudo evitar la sonrisa en su rostro. Dejando de lado que acaban de dormir demasiado, sin duda había sido lindo poder compartir el espacio personal con Meliodas, no había tenido frío en ningún momento.

Se mantuvieron silenciosos, cada uno perdido en su propia mente y repitiendo el momento que habían tenido la noche anterior. Se sentía...extraño.

Porque ninguno de los dos estaba incómodo y no se sentía ningún ambiente pesado, pero las dudas de lo que había pasado y las consecuencias de sus actos se cernían sobre ellos como una avalancha. Elizabeth solo se podía preguntar, ahora que él tuvo mucho tiempo para pensar en las cosas, ¿Meliodas se arrepentía de haberla besado? ¿Se arrepentía de haber mostrado sus emociones? ¿Cómo lograrían ocultarlo todo de su padre? ¿Y si los descubrían? ¿Volvería a pasar aquel arranque de pasión que poseyó a Meliodas?

Aún podía sentirlo todo como si estuviera sucediendo nuevamente. Su boca devorando la suya, casi le había sorbido el alma a su caballero gracias a ese beso y aquellas fuertes manos la habían sujetado con tanta desesperación que fue delicioso, diosas, aún podía sentir aquellos dedos sobre su trasero. Elizabeth nunca había sentido algo así y le emocionaba tanto como le asustaba.

Aquella punzada de duda viajó directamente hacia el corazón contrario, todo gracias a su gran conexión. Aquellos enormes ojos verdes la observaron atentamente como si estuviera viendo agua cristalina, admirando sus facciones y descubriendo lo pensativa que se encontraba. Él la había visto con esa expresión antes, los labios fruncidos, ojos tambaleantes, cabeza agachada y sus manos jugando nerviosamente con las puntas de su largo cabello plateado.

Meliodas no podía soportar verla de tal forma, no quería verla mal. Finalmente suspiró de manera sonora tomando una decisión que calmaría la mente de su amada y también lo ayudaría a si mismo a recuperar la seguridad de sus acciones.

En cuanto el rubio le sirvió un poco de comida a la princesa y ella le agradeció con una sonrisa leve, su caballero de ojos verdes se dió cuenta se puso de rodillas ante ella para que lo mirara y luego le sostuvo su mentón para atraerla a su rostro y besarla.

Elizabeth se derritió en sus labios, cerrando sus ojos ante el delicioso contacto y permitiéndose disfrutar del calor del cuerpo masculino tan cerca de ella. Sintió que le arrancaban un pedazo de si misma cuando se separó, y no pudo evitar la enorme sonrisa que cruzó su rostro cuando Meliodas comenzó a acariciar sus mejillas con dulzura.

—¿Qué vamos a hacer?—le preguntó con voz tranquila y ella abrió sus ojos para admirarlo. ¿Siempre había sido así de guapo? La respuesta era si—Me refiero a...con lo nuestro—

—¿Lo nuestro?—se emocionó de solo decirlo y el brillo en aquellos ojos azules fue suficiente para que el rubio quisiera abrazarla fuerte y no soltarla.

Recordaba en un pasado haber deseado con todas sus fuerzas ver a la princesa con sus ojos brillantes de emoción, brillantes por él. Y lo había logrado, pues aquellos preciosos zafiros se encontraban relucientes por verlo y besarlo.

Su corazón explotaba de felicidad.

—Si, lo nuestro—ambos estaban realmente emocionados, no cabían de lo contentos que estaban. Porque al final ellos dos iban a hacer que lo suyo si pudiera ser—No pienso dejarte ir jamás, Elizabeth. Deseo permanecer a tu lado, cuidarte cada día de tu vida, protegerte con mi espada...—ella se sintió desfallecer, ¿Cómo podía ser tan increíblemente hermoso?—Planeo ser tu acompañante en cada momento hasta que termines fastidiada de mi, de nuevo—los dos rieron por esa pequeña broma interna y la princesa se sonrojo.

Antes le fastidiaba, ahora ya no podía imaginar nada sin él.

Tan feliz estaba que dejó de lado su cuenco con comida y le lanzó los brazos al cuello para poder besarlo de nuevo, un beso intenso donde le transmitía todos sus sentimientos desde sus labios.

—Te amo—susurró cuando se separó y las manos de su escolta viajaron hasta sus caderas para apretarlas de manera deliciosa.

¿Él siempre había sido tan bueno con sus manos?

—Yo también te amo—Meliodas le dio un beso más, corto y rápido, pero finalmente se separó para volver a entregarle su comida con una sonrisa de pura dicha y la princesa la recibió con las mejillas sonrojadas—Ahora come un poco, debes reponer fuerzas—

—De acuerdo—se llevó una cucharada a la boca y quedó más tranquila al ver cómo su rubio también se servía un poco en su cuenco para acompañarla a comer—¿Partiremos hacia Bernia después?—Meliodas negó con una diminuta sonrisa y finalizó con suspirar un poco.

—Mañana—aclaró—Por hoy lo mejor será que sigas descansando—

—Me siento mejor—reprochó haciendo un puchero adorable y parpadeó lentamente haciendo ojitos de niña regañada. El golpe de ternura que envolvió el corazón masculino fue inmediato, pero antes de poder ceder ante aquellos encantos, negó, soltó una sonora carcajada y acaricio con el pulgar la mejilla de la princesa.

—No vas a convencerme con esos ojitos bonitos, buen intento, Ellie—ambos rieron algo apenados de como su situación se había tornado tan empalagosa de un día a otro, pero no sentían que fuera exagerado ni molesto. Les gustaba toda esa nueva dinámica donde ya no escondían sus sentimientos, donde ya no tenían que sumirse en la miseria pensando que ellos jamás podrían estar juntos.

Mientras se mantuvieran fieles a sus corazones, ellos dos siempre encontrarían la manera de mantenerse juntos. Podían sentirlo en lo más profundo de su ser, no había nada ni nadie que pudiera separarlos.

—Oye Mel...—el rubio dejó de comer para observarla atento y espero a que ella pudiera hablar. Sin embargo, al final de varios segundos pensativas, la dama albina sonrió, besó la mejilla de su caballero y negó bajando la mirada—Olvidalo, no es nada—continuo con su comida.

Y Meliodas no quiso insistir, no podía sentir ninguna duda o arrepentimiento viniendo de ella, así que supuso que lo que sea que le quisiera decir seguro se lo diría luego.

Durante la noche Elizabeth sentía que todo estaba en su lugar. Que por fin había recuperado aquella pieza que le faltaba a su vida para sentirse plena.

Así como estaba, recostada en el pecho de su guardaespaldas mientras ambos se cobijaban con la misma tela y mantenían sus brazos aferrados al cuerpo contrario en un abrazo donde impedían alejarse.

Ella se sentía como si ese fuera su verdadero destino, no luchar contra la maldad, no despertar ningún poder ni mucho menos sellar a la bestia oscura, sino más bien estar en los brazos del héroe del reino y mantenerse siempre a su lado.

Quiza esa era la razón por la que no podía desbloquear los poderes de las diosas, porque en realidad no era su destino, quizá ella no era la princesa con poder sagrado del que hablaban las leyendas, quizá, en unos años, aparecería una nueva princesa capaz de derrotar a la bestia oscura...

Quizá y solo quizá...esa nueva princesa sería su hija, una niña que no solo tendría la sangre real en sus venas, si no que también la sangre de Meliodas, del héroe del reino. Una bebé nacida del amor que ellos dos se tenían. Lo único malo de aquel pensamiento era que su hija sería quien se enfrentaría al peor mal de aquellas tierras y odiaría con toda su alma verla arriesgar su vida, no podría soportar perderla...

—Estas muy pensativa—para su suerte, su amado rubio cortó el hilo de sus pensamientos. No se había dado cuenta que había dejado de dar caricias en el pecho masculino (cubierto por su túnica de campeón) al haberse sumergido tanto en su imaginación—¿Todo en orden?—Elizabeth suspiró un poco, con las mejillas rosadas y asintió.

—Si, tan solo pensaba—

—¿En qué?—quiso saber y las caricias sobre sus cabellos platas también se estuvieron. Elizabeth alzó la cabeza para poder observar a su caballero que ya la estaba admirando y sonrió.

—En el futuro—

—¿Hablas de cuando seas reina?—preguntó con una ceja levantada y una pequeña sonrisa en sus labios. La de ojos azules negó rápidamente, usando sus brazos para poder levantarse un poco y quedar cara a cara con el recostado héroe. El corazón de ambos latió con fuerza y ni siquiera la hoguera que iluminaba las ruinas era tan brillante como el amor en sus almas—¿Entonces?—

—Tan solo pensaba que quizá yo no soy la princesa de la que habla la leyenda—se alzó de hombros y en ese mismo instante el rubio se puso mortalmente serio. Ella tartamudeo un poco, nerviosa de como su actitud bromista se ensombrecio con esas palabras y trató de desviar la atención siguiendo con su relato—Quiero decir, la profecía nunca dice la fecha exacta en la que la bestia oscura se va a levantar, tan solo dice que cuando la sangre cubra la luna y todavía no sabemos que quiso decir la adivina con eso—explicó—Tan solo pensaba que quizá, la princesa de la profecía sea la que sigue después de mi...—sus mejillas se tornaron rosas de nuevo y pudo una sonrisa tan tímida que Meliodas olvidó un poco su apariencia sería—Mi hija, quizá—

—Oh—el blondo no supo cómo interpretar esas palabras, por lo que se removió un poco, sin saber cómo reaccionar y siguió con sus caricias.

Al darse cuenta de que él no parecía entender la indirecta, Elizabeth soltó una gran risa que sorprendió al rubio y luego se inclinó hasta darle un profundo beso en los labios, el contacto duró varios segundos aturdiendo al caballero con su amor y ella finalizó con pasar una de sus manos por la mejilla masculina.

—Lo que quería decir, es que quizá nuestra hija, sea esa princesa con poder—entonces ahora sí lo entendió todo y Meliodas casi se atraganta con su propia saliva debido a la impresión. Su cara se tiñó de colores debido al claro nerviosismo que lo había azotado de la nada y desvío sus ojos hacia la pared en ruinas para evitar ver a la princesa.

Diosas...la idea sonaba increíblemente tentadora.

Tanto que el caballero temió perder su perfecto control. ¿Sería posible? ¿En algún futuro podría estar con ella...de esa forma? Pensar en poder poseer su cuerpo le despertó un deseo del que solo fue consciente la noche anterior, podría tener no solo su corazón, su espíritu y su sonrisa, si no también aquellas curvas peligrosas que lo estaban volviendo loco poco a poco. Lo deseaba, claro que lo deseaba, pero de solo pensarla de tal manera se sentía como el peor pecador de todos.

Quizá no tendría que pasar la vida siendo su caballero escolta, podría llegar a volverse algo más que solo su guardian, podría llegar a ser...su esposo. Imaginarla feliz a su lado ponía su corazón a bailar emocionado, imaginar un futuro donde la vería entrar al templo vestida con un frondoso y bello vestido blanco lo sonrojó, visualizarla con un precioso vientre de embarazo, redondo y grande en el que cargaría el fruto de su amor le causaba tanta alegría que sin duda deseo que sucediera.

Sin embargo, aunque todo aquello se veía como un futuro feliz y lleno de amor, casarse con Elizabeth traía consigo una responsabilidad muy grande, una que no se sentía capaz de tomar, el convertirse en el rey consorte de todo Liones.

Para ser honestos, ser rey era una idea que lo asustaba y no le gustaba, para nada, no se imaginaba a si mismo con una corona en la cabeza y siendo todavía más alabado de lo que ya era. Él no estaba hecho para la política, para las presiones del pueblo, para las guerras y conflictos con las otras razas, para la resolución de conflictos sociales...

Nada de eso era lo suyo, su camino era el de la espada, aunque a veces se volviera deprimente, pero era muy bueno en lo que el destino quería para él.

En cuanto aprendes a sostener una espada, ya no hay vuelta atrás.

—Lo dudo—murmuró, aclarando su garganta y respondiendo por fin—Y-Yo estoy seguro de que el poder de las diosas está dentro de ti, confío en que vas a despertar tu magia...—volteó a verla de nuevo y no pudo evitar el ligero pinchazo de dolor que le causó ver la desilusión en su mirada azul. No quería verla triste, no podría soportar saber que fue por culpa de sus palabras que su brillo se apagó, así que rápidamente acunó su rostro entre sus manos y lo atrajo hasta poder darle un dulce beso. Elizabeth pareció mejorar su ánimo con eso y al separarse le sonrió—Sin embargo, la idea de tener una princesita me parece muy linda—eso sin duda iluminó el rostro de la joven nuevamente.

La princesa volvió a recostarse sobre el pecho de su escolta, con la cara encendida de rojo y el corazón martillando en su pecho debido a la emoción. Casi se sentía irreal lo feliz que se sentía estando en sus brazos.

—Ahora descansa—le susurró con dulzura y ella cerró sus ojos disfrutando de la calidez del varón—Mañana será un día largo de viaje—

Apenas el sol salió, ambos se levantaron como si fuera lo más normal del mundo despertar en los brazos del otro y se apresuraron a empacar todo para poder salir. En cuando sus caballos estuvieron comidos y se aseguraron de no olvidar nada, la princesa y su caballero comenzaron el camino hacia el hogar del chico rubio.

Él estaba tan feliz que no podía ocultarlo, por más que quisiera mostrarse neutral, simplemente la enorme sonrisa en su rostro delataba lo increíblemente emocionado que se encontraba. Era razonable, después de mucho tiempo volvería a ver a su familia y sus ojos brillaban tanto de dolor como de felicidad, una mezcla de emociones que Elizabeth podía sentir gracias a su conexión.

—Vas a amar a Zeldris—rió y la miró con aquella bella sonrisa que la tenía embobada—Él es muy inteligente y sabe mucho de botánica, te aseguro que amarás hablar con él—

—Ansio conocerlo—le devolvió la sonrisa y entonces el semblante de Meliodas cambió a uno un poco más decaído.

—Seguro mi padre va a matarme—trató de reír, sin embargo su risa salió sin una pizca de gracia—Por llevarte conmigo—

—Yo le explicaré las cosas, descuida—buscó calmarlo y él le agradeció en silencio, sin embargo, gracias a que ya lo conocía mucho mejor, ella pudo darse cuenta de que había algo más que lo tenía así, un miedo y una duda que opacaba la felicidad de ver a su hermano—Mel...—aquellos hermosos ojos verdes se desviaron del camino y la miraron—¿Qué tienes?—un suspiro salió de esos labios rosas y la princesa deseó poder absorberlo con un beso que le quitaría el aliento, sin embargo, sabiendo que estaban expuesto a qué cualquier otro viajero los viera, controló todo su deseo y lo disimuló.

—Es mi padre, yo...—suspiró otra vez. Agudizó su oído para asegurarse de que no hubiera nadie oculto que pudiera enterarse de algo tan personal y tras saber que estaban solos, decidió sacar lo que venía guardando por tantos años—Nuestro último encuentro no fue placentero—

—Recuerdo que habías mencionado que no se encontraba de servicio—recordó Elizabeth una de sus primeras conversaciones con su escolta, cuando sacarle las palabras era tan difícil que la llenaba de frustración. En toda respuesta, Meliodas asintió—¿Por qué?—quiso saber.

—No le guardo ningún rencor—comenzó, frunciendo el ceño y tensando sus músculos—Entiendo que comenzó a entrenarme tan temprano porque temía por mi seguridad y por la del reino, mi padre tenía miedo de que me hicieran daño, era el elegido, pero seguía siendo solo un niño—el corazón de Elizabeth dolió—Y no se equivocó, en la escuela, antes de que me llevara a la capital con él, los niños del pueblo se dividieron. Por un lado estaban los que me admiraban y que siempre me rodeaban con preguntas o regalos, por el otro estaban los envidiosos que comenzaron a molestarme—

—Oh Mel...—

—Muchos de ellos fueron mis "amigos". Yo siempre fui más pequeño, así que aprovechaban eso para empujarme o dejarme encerrado en los salones,  me decían que no merecía portar la espada y que seguramente fallaría—la albina ya no supo si se sentía enojada o triste, pero como ambas emociones eran poderosas, inhaló hondo para controlar sus impulsos y siguió escuchando—Por lo que mi padre con su entrenamiento me volvió resistente a todo eso, pero aún así...—unas cuantas lágrimas se acumularon en sus ojos—Yo solo deseaba ser un niño, deseaba salir a jugar, deseaba ensuciarme en la tierra, deseaba acompañar a mamá al mercado y ayudarla a cocinar, anhelaba hacer tantas cosas que ya no podía hacer por estar entrenando. ¿Imaginas lo doloroso que fue llevar tú cuerpo al límite siendo solo un niño?—

"—¡Tu no puedes mostrar debilidad, aunque tus huesos se estén partiendo, debes seguir firme!—gritó sobre su oído y el pequeño casi se desmaya de la presión—¡Firme Meliodas! ¡Eres un caballero, comienza de nuevo!—Meliodas veía todo borroso, la lluvia, los árboles, el rostro de su madre—¡Firme!—y en ese momento sucumbió al dolor y se desmayó. Esa fue una de las primeras lecciones que aprendió sobre la vida de un caballero."

El escalofrío que lo recorrió tras recordar sus palabras fue fuerte y tuvo que recurrir a inhalar hondo para buscar su control.

—Como dije, no le guardo rencor, hizo lo que pensaba que era correcto. La responsabilidad que cayó sobre nosotros cuando saqué la espada fue muy fuerte. Él fue un increíble entrenador y un increíble capitán...—

—Pero tú no necesitabas un capitán Mel, necesitabas a tu padre—eso él ya lo sabía, pero escuchar en voz alta lo que siempre había guardado en su mente era doloroso, más viniendo de alguien externo a su familia como Elizabeth. Ella sin haberlo visto todo ya lo había entendido.

—Nuestro último encuentro fue cuando me nombraron caballero, hace 4 años—haciendo cuenta mental y sabiendo que Meliodas había cumplido los 17 hace una luna, Elizabeth se dio cuenta de que él completó su entrenamiento a la edad de 13 años, cuando todos los demás completaban el suyo a los 18...—¿Sabes cómo uno se vuelve caballero?—la princesa negó rápidamente y el blondo pasó su lengua por sus labios—Debes vencer a un caballero en combate, si lo logras eso te vuelve digno de entrar en nuestras filas. Se supone que debe ser un caballero común...a mi en cambio, decidieron ponerme a un capitán—

—Oh diosas—ella comenzaba a entenderlo todo y fue que por fin comprendió la razón por la que él siempre fue tan evasivo cuando se mencionaba a su progenitor.

—Yo no lo sabía, ni me lo esperaba, cuando mi padre apareció al otro lado del campo de la arena yo...sentí que todo se derrumbaba—murmuró—Pero no podía hacer nada, todos los que pagaron una entrada para ver al "héroe" volverse por fin caballero, gritaban y apoyaban ignorando el hecho de que pedían que lastimara a mi propio padre. Lo peor de todo es que no podía mostrar mi enfado, ya que no podía romper esa imagen de pulcritud y estoicismo que había creado para que ellos me vieran—

—¿Fue mi padre quien dio esa orden?—Meliodas se alzó de hombros suspirando.

—No lo sé, supongo que sí ya que él toma las decisiones. O puede que mi padre haya querido hacerlo, nunca he preguntado—la albina no supo con quién molestarse, pero cuando pudo darse cuenta de la tristeza en su hombre, supo que estar molesta no le ayudaría a él en nada, al contrario, lo que necesitaba era apoyo y cariño—Ya que no podía negarme, luché contra él, pero fui muy evasivo, no quería hacerle daño, desviaba sus ataques, esquivaba, usaba el escudo, pero jamás ataqué. Me sentía confundido, molesto con el destino, molesto conmigo mismo, molesto con mi padre y con todos los espectadores. En medio de uno de sus ataques, mi padre me gritó...—nuevamente el recuerdo lo golpeó y fue como estar parado en medio de la arena otra vez.

" La gente gritaba emocionada, todos estaban entusiasmados de poder ver en persona como el héroe destinado a salvarlos combatía. Algunos ignoraban completamente el hecho de que se estaba enfrentando a su padre, el show era demasiado bueno como para pensar en eso y había otros que desconocían la conexión sanguínea que compartían los dos luchadores, tan solo les impresionaba ver a un joven de 13 años manejando a la perfección a un capitán experimentado y fuerte.

Mientras todo el pueblo gritaba, festejaba y se mantenía sin aliento al verlo, Meliodas sentía que su corazón se partía.

Jamás pensó que ese camino lo llevaría a enfrentarse a su padre, le dolía ver cómo su propio papá mantenía el rostro tenso en una expresión de concentración mientras no dejaba de atacarlo para hacerlo fallar en su prueba. Él no se atrevía a hacerlo, no quería...¡No podía!

—¡Ya basta Meliodas!—en medio de todo ese remolino de emociones. El blondo pudo escuchar como su padre le gritaba con ira, se quedó paralizado un segundo y eso bastó para que su padre le diera una fuerte patada en el abdomen que lo arrojó unos cuantos metros atrás haciéndolo caer y rodar en la piedra—¡Deja de ser un cobarde y enfrentame como un caballero! ¡Bajaste la guardia, permitiste que el enemigo te tocará, ese es el peor error que puedes comerte!—

El aire abandonó sus pulmones al mismo tiempo que todo el pueblo quedó callado. Completamente sorprendido de como aquel que se supone debía ser el más fuerte, acababa de bajar la guardia y había sido derrumbado. Meliodas tosió con fuerza e inhaló hondo tratando de recuperar el aire.

Antes de poder reponerse, escuchó como su padre se acercaba a él con rapidez dispuesto a dar por terminado el combate, sin embargo, nuevamente para emoción del público, el héroe se levantó tan rápido que apenas pudieron verlo, saltó por encima de la cabeza de su padre logrando que sus ojos conectarán por unos cuantos segundos y aterrizó detrás de él volviendo a colocarse en posición de batalla.

El primero que sangrara perdía y Meliodas había estado a muy poco de fallar en su iniciación. Aún así volvió a tomar aire pues aún se sentía sofocado, pero su mano levantó la espada

—¡Un caballero jamás baja la guardia! ¡Firme Meliodas!—le gritó pero la ira ya estaba tomando control de su cuerpo poco a poco. La expresión antes estoica de Meliodas se fue tiñendo lentamente por el enojo. Su ceño se frunció tanto que un escalofrío recorrió a toda la audiencia. Firmeza, firmeza, firmeza, ¡Firmeza! ¿El viejo quería ver firmeza? ¡Pues Meliodas iba a mostrarle lo firme que podia ser!—¡Si no puedes hacer eso entonces no mereces ser un caballero!—el blondo no habló, no se atrevió a hacerlo, sabía que si abría la boca revelaría tantos sentimientos que prefirió morderse la parte interna de las mejillas—¡Lucha como te enseñé o falla y renuncia a la espada sagrada!—

Entonces la verdadera pelea comenzó. Los movimientos antes evasivos y defensivos del héroe se volvieron ataques mortales y fuertes, sus espadas chocaban con tanta fuerza que incluso unas chispas comenzaron a brincar entre ellos debido a la fuerza del metal chocando. Meliodas utilizó su entorno como arma, corriendo por los bordes de la arena y usando las mismas paredes para impulsarse y saltar por encima de su padre buscando hacerlo sangrar.

Años de dolor e ira hacia aquel hombre se mezclaron en un poderoso torbellino que ya no podía ser detenido y justo cuando parecía que sería un empate, Meliodas utilizó aquella habilidad y poder único que había desarrollado por su entrenamiento.

Su padre lo atacó, pero al momento de esquivarlo, todo comenzó a ir más lento. Los movimientos de su padre, la gente, los gritos, él mismo,  todo comenzó a ir tan lento que Meliodas pudo ver perfectamente el punto desprotegido que había estado buscando. Saltó hasta poder quedarme el costado de su padre, vio como sus ojos se movían con lentitud hacia él captando el movimiento, pero no le dio tiempo de cubrirse cuando la espada ya se había clavado dolorosamente en su costado.

Apenas lo hizo todo regreso a la normalidad, el mundo volvió con la misma rapidez con la que había ido siempre y su padre cayó de rodillas sosteniendo la herida que le había dejado la espada. Solo hasta ese momento Meliodas pudo reaccionar, miró la cara sudada de su padre, la sangre la punta de la espada y la sangre en su costado y casi sale corriendo de no ser porque todos los caballeros lo alzaron y comenzaron a festejar que lo había logrado.

No se le permitió procesar su arrepentimiento, lo último que vio fue como unos sanadores tomaban a su padre y lo ayudaban a salir de ahí para tratar su herida, desapareciendo ante su mirada."

No pudo ir a visitarlo antes porque en cuanto el rey lo nombró de manera oficial caballero, todo se volvieron excursiones y misiones sin final. Se volvió capitán de inmediato saltándose los demás rangos y se volvió un experto en estrategias de ataque, al año de haber sido nombrado capitán, el rey lo nombró parte de la guardia real así que todavía fue aún más imposible poder ir a su casa, ya que todo el tiempo lo pasaba custodiando el castillo o en las misiones más peligrosas posibles.

Para su suerte, el recuerdo se vio interrumpido por el sonido del canto de un pájaro, el blondo suspiró al darse cuenta que su mente le había jugado mal otra vez y decidió ya no darle más vueltas al asunto, mientras más rápido le contara a Elizabeth, más rápido podría dejar de pensar en aquello.

—En cuánto me dijo eso me deje dominar por la ira y el dolor. Estaba tan molesto con él y con la vida que deje de contenerme, fue una pelea dura ya que mi padre es un experto, pero aún así lo vencí—para ese punto Elizabeth no tenía aliento de lo impresionada que se encontraba—Lo herí en el costado, nada muy grave por supuesto, pero hice lo que debía de hacer. Para cuando reaccioné no pude acercarme a pedirle perdón ya que todos comenzaron a celebrarme, a mi padre se lo llevaron para curarlo y a mí me llevaron ante el rey para que me nombrara de manera oficial caballero, cuando todo terminó, supe que a mi padre lo habían retirado de las filas y se encontraba fuera de servicio. Él ya estaba camino a Bernia cuando yo tuve mi primera misión como capitán de Liones—

—Diosas, Mel lo lamento mucho—

—No lo he visto desde entonces—suspiró y el rubio se sintió aliviado de que su corazón se sintiera mucho mejor después de haber podido soltar todo lo que había guardado por tanto tiempo—Y he tenido todos estos años para pensar en eso, todo lo que hizo mi padre lo hizo pensando en mi. Quería que estuviera listo para enfrentarme al mal, pero sus métodos para lograrlo fueron...desastrosos. Estos años he soltado ese rencor que me ataba a él, pero aún así no sé si pueda perdonarlo—admitió con algo de vergüenza, encogiendose en su lugar—Asi que no sé que decirle cuando lo tenga en frente—

—Pues...—Elizabeth no pudo evitar removerse un poco incómoda en su asiento. Si bien ella deseaba ayudarle, no podía imaginar que palabras usar para saludar a alguien cuyo último encuentro fue tan caótico. Se mantuvieron pensativos durante varios minutos, cada quien intentando poner en orden su mente y para cuando Meliodas reconoció las dos montañas de picos gemelos la princesa volvió a hablar—Quiza no sea necesario hablar—

—¿Huh?—dejó escapar un sonidito de duda que enterneció a Elizabeth. Ella sin duda le hubiera acariciado las mejillas de no ser porque el camino al que habían llegado estaba lleno de comerciantes, viajeros y vendedores que al verlos no dejaban de seguirlos con la mirada.

—Quiza las acciones valgan más que tus palabras—él entendió por fin a lo que se refería y un escalofrío lo recorrió. Había vuelto a su expresión neutra y estoica de siempre, pero debía admitir que tenía todas las ganas de hacer una mueca—Ya lo verás—

—¿Desea descansar en la posada o prefiere que sigamos el camino?—su tono formal la hizo reaccionar de que ya no se encontraban solos y debían de aparentar. Limpiando su garganta para usar su tono de orden, la princesa Elizabeth negó y se apresuró fruncir un poco el ceño.

—No, deseo seguir—

—¿Segura alteza? Llegaremos a nuestro destino por la noche, ¿No prefiere descansar y mañana partir?—nuevamente la princesa negó y ambos cruzaron por en medio de las montañas gemelas viendo a lo lejos como la muralla de Bernia se levantaba.

—Deseo que lleguemos hoy, aunque sea por la noche—

—Como usted ordene, princesa Elizabeth—la reverencio ante la mirada de todo el mundo y ambos siguieron con el camino, apresurando un poco más el pasó para perder cuánto antes a los chismosos.

Un poco de Lore sobre la vida de nuestro héroe. La verdad es que está escena de él peleando con su padre durante su iniciación yo la tenía planeada para ocurrir más adelante, sin embargo, nuevamente, debido a lo mucho que la relación de estos dos ha mejorado, me di cuenta de que esté era un buen momento para revelar lo que pasó ^^✨

En el próximo capítulo veremos a un personaje que seguro van a amar y también el reencuentro entre padre e hijo después de tan caótica "despedida" (porqué ni siquiera se despidieron) 👀

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si ❤️ disculpen faltas de ortografía, las corregiré cuando pueda.

Y MIREN ESTO. ES UN ARTE HECHO POR YUKA DONDE MELIODAS Y ELIZABETH ESTAN VESTIDOS COMO ZELDA Y LINK DEL BOTW AHHHHHHHHH >W<✨✨✨✨✨

Ese vestido blanco junto al collar y los brazaletes de oro eran justo a lo que yo me refería cuando descibrí a Elizabeth en el capítulo anterior, ese es su vestido que usa para rezar.

En cuanto a Meliodas, lo que lleva puesto es la "Túnica de campeón" que llevo mencionando desde antes y que él siempre lleva puesta.

Les dejo la imagen para que puedan visualizar a nuestros dos protagonistas mejor ^^✨

Tan bellos mis bebés *snif* 🥹✨

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