XXII
Capítulo 22: Calma
—La doctora dijo que habías despertado— la voz de Matrona sacó de sus pensamientos a la princesa del reino.
Cuando recuperó la conciencia se descubrió siendo escoltada por varias guerreras que habían visto a Meliodas con ella en brazos. Una de ellas había intentado arrancarla de su escolta, sin embargo este le dedicó una mirada severa y se negó a soltarla. Poco tiempo después llegaron hasta la ciudadela donde rápidamente fueron recibidos por muchas mujeres preocupadas y por la misma Matriarca.
Tras hacer un decreto alto, la mujer rubia le permitió a Meliodas entrar a la ciudad como un invitado especial de la matriarca y tras eso volvió a perder la conciencia. No fue hasta que sintió la suavidad de una cama en su espalda y el olor de ungüentos que pudo abrir los ojos de huevo.
La doctora le dio varias instrucciones, le dijo que sus cortes sanarian rápido gracias a la medicina pero que debía de tener mucho cuidado de no ensuciarlas, de hacerle su limpieza diario y seguir colocando las pomadas. También le dijo que había tenido suerte y que el golpe en sus costillas solo había quedado en eso, un golpe, pudo haberse roto algún hueso pero por suerte no sucedió. Todo había sido superficial y en poco tiempo seguro que estaría como si nada.
Cuando la doctora se fue, le notificó a la matriarca que la princesa ya había despertado, está no dudo en meterse en la habitación junto con Elizabeth y fue como terminaron en esa situación.
Los ojos de Elizabeth se iluminaron al ver a la mujer rubia, sus labios se fruncieron en varios pucheros amenazando con soltarse a llorar, sin embargo en vez de eso ella inhaló hondo calmando sus sentimientos y le sonrió con alivio a la matriarca.
—Me da mucha alegría verte—susurró, tenía la garganta cansada y seca. Al notarlo, Matrona caminó hasta el pequeño tocador de aquel cuarto, sirvió un poco de agua en un tarro y se lo extendió a la princesa. La albina agradeció con un sentimiento y no dudo ni un segundo en beber, lo necesitaba.
Su garganta recibió gustosa el líquido vital después de haber perdido tanta agua en su persecución. Sonrió complacida, después de lo que le había pasado esa agua sabía a gloria.
—Estas en graves problemas señorita—Elizabeth asintió un poco, clavando sus ojos en las sábanas de tela que cubrían su cuerpo y dejó de lado el tarro vacío en la pequeña mesa al lado de su cama—¿Tienes idea de lo angustiada que estuve?—
—Lo lamento—susurró.
—¿Crees que un "lo lamento" va a solucionarlo todo?—en toda respuesta la princesa se hizo pequeña en su lugar y quiso fundirse con las almohadas—Pusiste tú vida en peligro inconscientemente Elizabeth—
—Lo sé...—
—¿Y qué hubiera pasado si Meliodas no llegaba a tiempo?—la joven se mordió su labio y apretó las sábanas bajó su agarre—¿Sabes cuánto habría sufrido si te hubiera perdido?—la albina nuevamente sintió las lágrimas picando sus ojos, pero se obligó a no llorar—Elizabeth por las diosas...¿Por qué se te ocurrió salir sola?—
—Solo quería un momento para mi—susurró—No me sentía fuerte como para verte a ti o como para ver a Meliodas—se alzó de hombros—Queria estar sola un poco, caminar, pensar. Sé que es una excusa estúpida, pero en serio lo necesitaba—con un movimiento tembloroso, la princesa extendió sus manos como una niña pequeña, pidiéndole a Matrona que se acercara a ella. Por más que estuviera molesta, la mujer no se negó y fue directo hasta la princesa para fundirse en un abrazo. Tenerla entre sus brazos fue suficiente para que un suspiro de alivio saliera de los labios de la rubia y dos lágrimas salieran de sus ojos—Pero he aprendido mi lección...ahora entiendo que mi vida corre peligro en cualquier momento—
—Debiste de haberlo entendido desde aquel día en el baile—
—Lo sé, pero me negaba a creer que yo fuera tan...indefensa—murmuró, le dolía no ser capaz de defenderse por si misma, la dolía saber que estaba condenando a Meliodas a siempre estar alerta por ella, pero a la vez se sentía agradecida de que él lo hiciera. Sonrió un poco llenando su corazón de luz y comenzó a soltar un poco de aquella oscuridad que guardaba—Pero ya no importa, comprendo que estoy en peligro y de ahora en adelante seré más consciente, lo prometo—
—Pues más te vale—susurro la mujer—Lo que más quiero es que tengas una vida normal Ellie, pero también debes de ser consciente de que hasta que esto no termine, entonces las cosas tendrán que ser asi—
—Lo sé—añadió con un suspiro—Pero tengo fé en que toda esta guerra va a terminar, que saldremos victoriosos y que podrás verme tener esa vida que tanto quieres que tenga—entonces la sonrisa de la princesa por fin se le contagio a la matriarca del lugar. Matrona le dio un apretón más al delgado cuerpo debajo de ella y se separó solo para poder besar la frente de la princesa con amor
—Eres una mujer muy fuerte, Ellie—la mencionada le sonrió y asintió—Todas tus penas serán recompensadas por las diosas, ya lo veras— y rogaba porque fuera así, porque en verdad no podía imaginarse sufriendo tanto sin conseguir ni un poco de paz o recompensa después de tanto que ha pasado en su corta vida.
La matriarca se separó varios segundos después, aunque se le notaba en la mirada que lo que menos quería era alejarse de su querida niña. Tras inhalar hondo para ahuyentar las lágrimas que luchaban por correr, la gran mujer llevó sus manos hasta su cadera y luego volteo a ver a la albina con una mueca de preocupación.
—Tú padre ya fue avisado de esto—un escalofrío recorrió la espalda de la princesa y fue entonces que ahora sí maldijo en bajo—Quiza tarde unos días en llegar el recado, pero le avisé a mi guerrera que fuera rápida, seguro en unos días sabrá de todo—Elizabeth se mordió el labio, preocupada y asintió—Y necesito que sepas, que Meliodas decidió echarse la culpa de todo con tal de salvarte el pellejo—
—¿¡Qué!?—eso si que la dejo conmocionada y sin importarle el dolor en su abdomen se apresuró a intentar levantarse, sin embargo Matrona la detuvo en el acto volviendo a recostarla sobre las almohadas e hizo una mueca—¡Eso no puede ser Matrona! ¡Fue culpa mía, él no...!—
—Decidió hacerlo por ti—el aire se escapó de los pulmones de la princesa—No quiso decirme nada más, se negó a seguir hablando conmigo...el chico en verdad es silencioso—Elizabeth asintió, pero seguía demasiado preocupada como para reír sobre como Matronas se quejaba del silencio de Meliodas—Podrás preguntarle tú misma el porqué de su decisión, estoy segura de que a ti si querrá responderte—
—S-Solo habla conmigo...—murmuró con la voz ronca—Solo confía en mí lo suficiente como para hablar, apenas estamos rompiendo el hielo...—
—Me doy cuenta—Matrona le sonrió con dulzura aunque aún así no pudo evitar el suspiro que salió de sus pulmones—No sé que castigo podría ponerle tú padre, ni que tan severo podría ser, solo espero que sea consciente de que ambos son jóvenes y él se está equivocando en poner tanta presión sobre sus hombros—negó con la cabeza. El dolor y el miedo había cegado la conciencia del rey, lo único que le importaba era que su reino no cayera en la desgracia sin darse cuenta de que estaba sacrificando a dos angeles para lograrlo.
—Matrona...—
—¿Si, princesa?—
—Necesito ver a Meliodas—había determinación en su mirada, un fuego de vida que Matrona no le había visto desde que su madre murió—Ahora—
—¿Deseaba verme, su majestad?—el blondo entró con toda la gracia de un caballero, cerró la puerta detrás de él con suavidad y luego hizo una reverencia ante ella con los ojos cerrados. Elizabeth suspiró con una sonrisa entre sus labios y todo los ojos.
—Olvida la formalidad, Mel, solo estamos tú y yo—el rubio pareció esforzarse por sonreír, sin embargo pesadez pintó su rostro y sus ojos se abrieron con dificultad. Ante aquella reacción Elizabeth se preocupo—Anda, ven a mi lado—palpó las sabanas de su cama y, algo indeciso, su escolta se aproximó hasta ella. Aún un poco nervioso, Meliodas se sentó justo en el borde de la cómoda y sin dudar tomó la suave mano de la princesa entre las suyas. Ella sonrió complacida de aquel gesto y permitió que el blondo se llevará su mano directo a los labios.
Ambos disfrutaron del contacto de sus pieles y fue realmente doloroso el tener que separarse. Aún así, Meliodas no soltó su mano y la mantuvo firme.
—Me preocupaste bastante—Elizabeth asintió avergonzada—No debiste haber hecho eso, no tienes idea de cuanto sufrí cuando me enteré que te escapaste...—susurró, suave y bajo, tanto que ella apenas pudo escucharlo. En toda respuesta la joven sonrió y tomando algo de valentía, soltó la mano de Meliodas y guió la suya hasta aquellos cabellos rubios...
El chico se tensó ante el toque y clavó sus ojos en su suelo. Se sentía impuro, verla herida era como estarse clavando una espada una y otra vez solo para sentir ardor en la piel. Se sentía tan arrepentido por no haber llegado antes, se sentía tan vulnerable, tan enojado consigo mismo...
No podía ni mirarla.
—Lo sé y lamento haberte hecho pasar por eso. Matrona y tú lo pasaron mal—el blondo claramente se vio sorprendido por la madurez y responsabilidad con la que la princesa tomaba el asunto, pero se negó a levantar la mirada—Me dejé llevar y actúe de manera imprudente, como tú siempre dices—una pequeña sonrisa cruzó los labios del joven—Y sobre todo, rompí la promesa que te hice...—
Eso hizo que el blondo se hundiera más en si mismo, sus ojos se apagaron levemente y luchó contra las ganas de soltarle cada uno de sus pensamientos a la albina.
"—¿Por qué lo hiciste?—"
"—¿Por qué no lo pensaste mejor?—"
"—Moriria sin ti...—"
"—Moriria por ti...—"
"—¿Y si hubiera llegado tarde?—"
Su respiración comenzó a agitarse, abrumado por sus propios pensamientos.
"—Es mi culpa—"
"—Debi ser más rapido—"
"—Te quiero, te quiero mucho...—"
—Perdoname—susurró y Elizabeth dejó de respirar un poco por la impresión—Perdoname por no haber llegado antes...—
—Meliodas no debes disculparte por nada, soy yo quien se debe de disculpar—
"—Claro que debes de hacerlo, si te hubiera perdido yo...—" reprimio su propio pensamiento, no, eso estaba mal.
—Lamento haberte preocupado y lamento bastante haberme puesto en peligro, soy consciente de que fue un error y fui imprudente—
Lo había preocupado bastante, se había sentido tan frustrado, tan solo, tan incapaz de protegerla y eso había llevado a un enojo casi incontrolable hacia todo, incluído él mismo... Más bien todavía estaba enojado consigo mismo.
—Creí que te perdería...—Elizabeth le permitió hablar, sabía que lo necesitaba, había visto la furia en su mirada cuando la encontró y podía ver cómo su cuerpo estaba tenso. Las disculpas no servirían, no hasta que él soltara lo que su garganta luchaba por contener—Prometiste no volver a escaparte, estuve a poco de haber llegado tarde...—
—Pero llegaste a tiempo, lo lograste Meliodas—el blondo negó, algo más fuerte de lo que le hubiera gustado y la princesa detuvo sus caricias sobre su cabello.
—Aun así te lastimaron...—la de ojos azules formó un puchero con sus labios—No fui capaz de ir más rápido para evitar que te hicieran daño, apenas y fui capaz de escuchar tú voz—
—¿Qué?—la mejillas de Meliodas se pusieron coloradas ante el susurro de la princesa y usó todo el valor del que disponía para alzar la cabeza y verla a los ojos.
Su mejilla cortada, sus ojos cansados e hinchados de llorar. Luego bajo un poco más hasta notar como ella se tocaba el costado por el dolor que sentía en esa zona. Mordió su labio con tanta fuerza que casi lo hace sangrar y sintió tanto asco de si mismo que casi tiene arcadas. Aún así se obligó a controlarse, se obligó a si mismo a resistir y volvió a alzar los ojos para clavarlos en los de la princesa.
"—Mirala...—" Se dijo a si mismo "—Mira lo que le hicieron por no haber sido más rápido—"
—Pude escucharte, en mi cabeza, gritabas por mi ayuda—los ojos de Elizabeth se abrieron de la impresión y un escalofrío la recorrió por completo—No sé si era real o fue producto de mi imaginación, pero podía escucharte—
—Asi fue como me encontraste—el escolta asintió con suavidad, ahora todo comenzaba a tener sentido en la mente calmada de la princesa. Era ilógico que pudieran escucharla, estaba demasiado lejos de la ciudadela, solo él era el único que podría llegar a encontrarla.
Cómo siempre, solo él podía encontrarla. Sonrió ante aquel pensamiento.
—Lo sentí todo Elizabeth—la princesa tensó sus labios desapareciendo su sonrisa—Sentí tu terror, tú desesperación, pude sentir tú dolor. Y cuando escuché tú voz creo que...—entonces Meliodas reacciono y sus mejillas morenas se llenaron de luz por lo avergonzado que se sentía. Se había dejado llevar un poco y había dejado salir parte de sus verdaderos pensamientos, todavía le costaba decir lo que sentía y más aún hacia la princesa.
—Por favor no te detengas—antes de que pudiera volver a cerrar su escudo para encerrarse en su culpa, la albina lo tomó con fuerza de la mano sonrojando aún más al joven a su lado y le dedicó una mirada llena de súplica que lo dejó extasiado—Dime tus verdaderos pensamientos, por favor, quiero conocerte Meliodas...conocerte a ti, no al "héroe perfecto" que quieres aparentar frente a todos, si no al verdadero Meliodas que siempre tratas de reprimir—sus calidad palabras abrieron un gran hueco dentro de aquel escudo que siempre portaba. Su defensa perfecta fue violada por solo palabras de una mujer y se sentía aún más aturdido de saber que aquella dama era la mismísima princesa Elizabeth.
Aquella a la que debía de servirle fielmente.
—Cuando escuché tú voz aterrorizada, pidiendo por mi... sentí que moría—finalmente sacó lo último que había en su cabeza, sus ojos se llenaron de la misma desesperación que había sentido cuando la estaba cuidando y como un acto reflejo su cuerpo volvió a tensarse—Es culpa mía, debí ser mejor para haberte ayudado. Si hubieras muerto...creo que habría muerto junto contigo—
Elizabeth no pudo soportarlo más, aún algo débil, se abalanzó contra su escolta para cubrirlo en un abrazo, permitiendo al rubio cubrir su rostro entre su cuello y su hombro y acaricio aquellos cabellos como el sol. Meliodas no pudo responder a esa acción, estaba demasiado sorprendido como para reaccionar, pero no la alejó, solo frotó su mejilla contra el hombro de la princesa en un acto de sumisión y disfruto de tenerla cerca, disfrutó de tener su calor, disfrutó de sentirla viva...
Sus ojos casi lloran y su corazón gritó en una súplica por un poco más. Eso estaba ayudando a que el peso en sus hombros disminuyera. La tenía ahí, con él, respirando, lo había logrado justo a tiempo. Era un consuelo que ayudaba bastante.
—Me sentí como un inútil, debía protegerte y en esos momentos estabas en peligro y yo sin poder alcanzarte—murmuró, su mente volvía a recordarle todo. La desesperación, la arena en sus botas, el terror en el niño del clan demonio, verla rodeada por el enemigo a punto de ser asesinada— Ni siquiera mi entrenamiento fue suficiente para mantenerte a salvo, casi te pierdo...—
—La culpa no es tuya—Meliodas cerró sus ojos inconforme con esas palabras y negó.
—Debi de haber sido más precavido, debí de haberme quedado a montar guardia afuera de la ciudadela—
—Eso hubiera sido muy cruel—la princesa se quejó—Mereces descansar tanto como yo, haberte quedado para cuidarme en un lugar donde estoy segura habría sido extremista—
—Pero tal vez hubiera evitado que te lastimaran—
—Ya no digas más—le pidió y llevó sus manos directo a las mejillas del joven para empezar a acariciarlas. Aunque se sentía como un pecado, Meliodas permitió el contacto sintiéndose mejor—No es tú culpa lo que sucedió, yo actúe de manera imprudente, me confíe demasiado, ignoré los peligros. Yo soy la única culpable y aceptaré mi responsabilidad—
—¿A qué te re...?—
—Cuando lleguemos al palacio, le diré a mi padre toda la verdad—los ojos de Meliodas se abrieron de par de par por aquellas palabras y estaba por protestar cuando ella lo silencio con la mirada—Matrona ya me informó de que asumiste toda la responsabilidad de mi ataque y no puedo permitir que tú pagues por algo que no hiciste—
—Fui descuidado...—
—Fuiste increíble—le sonrió y el corazón del caballero se agitó—No permitiré que el rey manche tu honor por algo que no hiciste, tú me cuidaste siempre, me procuraste, yo fui quien cometió el error—Meliodas estaba pasmado—Ya es demasiado tarde como para interceptar el mensaje que enviaron, pero en cuanto lleguemos lo arreglaré todo, lo prometo—
—No sabes el castigo que podría ponerte tu padre—
—Seguro será mejor que el que te pueda poner a ti—la seguridad en su voz no le dejó ninguna duda al caballero y, conociendo la terquedad de la princesa, también estaba seguro de que no la haría cambiar de opinión.
El notar como ella mostraba una actitud más responsable, llena de vida y amable de alguna manera lo hizo suspirar. Bien decían que de toda experiencia se aprendía y, en el caso de ambos, aquello les había hecho dar un gran paso hacia adelante en su relación y en lo personal.
—¿Por qué lo hiciste Meliodas?—el caballero mordió su labio—¿Por qué te echaste la culpa?—
—Sentia que debía de hacerlo—se alzó de hombros—Queria...protegerte del castigo de tú padre, ya que no había podido protegerte de los miembros del clan demonio, sentí que merecía esto—elizabeth le dedicó una mirada de pena que Meliodas ignoró, por miradas como esa era que no le gustaba compartir sus pensamientos—Mi entrenamiento me ha preparado para todo, supuse que el rey no podría castigarme con algo que no me hayan hecho ya, sé que puedo resistirlo—sonaba triste y lo sabía.
La vida del caballero estaba unida a la sangre y al acero, sin importar cuando quisieras un cambio, era algo que no podía evitarse. Si un caballero fallaba entonces todos fallaban porque eran un equipo, si uno moría entonces todos cargaban con su muerte ya que por su culpa su compañero había sufrido un terrible destino, si uno era castigado todo lo eran y, la princesa había escuchado varios rumores, de que los castigos eran tan duros y difíciles que por eso muchos aprendices desertaban.
Por eso era que aquellos que se volvían caballeros se sentían tan aliviados y honrados, porque habían logrado llegar hasta el final.
—Que estés acostumbrado al dolor no quiere decir que debas de aguantarlo y callarlo—sus palabras fueron directas al corazón del blondo—Esto te puede costar tu honor y sé que no hay nada más sagrado para un caballero que su honor—el rubio sonrió un poco, al menos sabía que de las cortas platicas que habían tenido, ella le había prestado toda la atención posible—Mereces una vida digna y honesta, porque aunque seas un caballero también eres humano, como yo, no habrá más dolor ni castigos para ti, haré mi mayor esfuerzo para asegurarme de eso—
—Suenas como toda una reina—Meliodas dejó escapar su primer pensamiento, incapaz de contenerlo y sonrió con calidez ante las palabras de la princesa. Todo quedó en silencio.
Los ojos de Elizabeth se cristalizaron con algo entre el miedo y el orgullo, luego acaricio más las mejillas masculinas y sonrió enternecida. Meliodas ya no se contenía y estaba segura de que con cada día que pasarán, esa máscara de hierro con la que lo conoció, se rompería más y más.
—No creo que llegue a ser una buena reina—
—¿No es tu sueño?—Elizabeth suspiro. El rubio permaneció callado esperando por una respuesta que le ayudará a entender la mente de la albina.
—No lo sé—aceptó—Es mi deber como única princesa, me han educado toda mi vida para liderar, amo mi reino...pero no sé si reinar sea para mí, el pueblo no me quiere y tengo mucho miedo de arruinar las cosas—
—No arruinarias nada—
—Eso no lo sabemos—se alzó de hombros—Ni siquiera sabemos si lograremos vencer a la bestia oscura, de eso depende mi futuro como reina— nuevamente en silencio, ambos fueron consumidos por el miedo y la duda. El peligro constante del apocalipsis cada día se sentía más vivo, como si en cualquier momento, al parpadear, se desataría el infierno sobre la tierra y las diosas los abandonarían a su suerte—Primero hay que enfocarnos en el presente—para romper esa atmósfera la princesa negó y sonrió de nuevo—Tenemos cosas por hacer y mucho por planear, no pensemos en el futuro—
—Si las diosas nos permiten sobrevivir y te vuelves reina...—la albina ladeó la cabeza, esperando ansiosa por las palabras de Meliodas—Espero que me consideres para seguir siendo tu caballero escolta, sería todo un honor seguir a tu lado...como tú amigo—
El corazón de Elizabeth latió con gran fuerza. Tenerlo a su lado por tantos años más...
Era irónico pensar que en un inicio no lo quería cerca, ahora la idea de mantenerlo a su lado por muchos años más sonaba hermosa y aún más porque su reservado caballero había dicho por su propia boca que eran amigos.
—Deberiamos ponernos en marcha—
—¿Disculpa?—murmuró el blondo y la princesa soltó su rostro.
—Quiero ir al castillo, cuánto antes—
—Elizabeth, necesitas descansar, sigues estando lastimada y...—pero la albina negó con efusividad y sonrió bastante.
—Nada que no se pueda tratar durante mi viaje, podemos llevarnos un poco de ungüento para mis heridas—sonaba sencillo desde su boca pero el rubio no se veía convencido—No quiero tardar más, será mejor que nos movamos—
—Bien—el blondo aceptó pero antes de que la princesa pudiera agradecerlo, el rubio la tomó de los brazos y la obligó a acomodarse bien en la cama—Pero nos iremos mañana—
—Pero...—
—Dudo que la Matriarca te deje ir justo ahora, será mejor que hables con ella primero—Elizabeth hizo un puchero pero sabía que él tenía la razón —Ademas, descansa un poco solo por hoy, mañana estarás mejor y será más fácil para nosotros movernos—
—Tienes razón—admitió con una risita y Meliodas no pudo ocultar la sorpresa de su afirmación. Sin duda había un cambio en ella y eso acaricio su corazón con anhelo. Había deseado ver a la verdadera princesa Elizabeth, la chica que tenía enfrente en esos momentos estaba seguro que era la versión que él tanto había deseado conocer de ella y de alguna manera...eso lo llenó de anhelo.
—Ire por Matrona para que puedas hablar—Elizabeth asintió, dejándolo ir, el escolta se apresuró hasta la puerta comenzando a sentirse algo abrumado por los sentimientos que tenía en el pecho en esos momentos, pero no pudo ni tocar la perilla cuando la voz de la princesa volvió a llamarlo.
—Mel, te quiero—un jadeo salió de sus labios, tensando su espalda y se mantuvo con los ojos abiertos debido a la impresión.
Pasó saliva para remojar su garganta repentinamente seca y, temblando, se dio media vuelta para poder verla. Ella lo veía de manera burlona, como si supiera el shock que le había causado escucharla decir eso y se divirtiera de poder verlo, pero en sus ojos azules no había maldad, solo cariño y calidez. Inconscientemente le sonrió de vuelta, sintiendo su espíritu lleno de luz. ¿La princesa siempre había sido así de hermosa o ahora comenzaba a notarlo más?
—Yo...—murmuró—Yo también te quiero—fue un susurró, casi avergonzado de admitirlo en voz alta, pero fue suficiente para que la joven sonriera satisfecha y asistiera con su cabeza.
Fue entonces que el escolta por fin salió de la habitación, inhalando aire para tratar de calmar el furioso sonrojo en sus mejillas, dejando sola a la princesa del reino. Él aún se sentía culpable, ya no tanto por supuesto, pero seguía teniendo esa espina clavada de que si fuera mejor seguro que habría logrado llegar antes hacia ella.
Por su lado la princesa sonreía mirando hacia la puerta y se llevó su mano derecha justo hasta el pecho para sentir su corazón acelerado.
¿Meliodas siempre había sido así de atractivo? No recordaba haber notado sus músculos antes, ¿La túnica siempre había resaltado su pecho formado? No recordaba haberlo notado antes.
Había muchas cosas en él que comenzaba a notar y eso le encantaba.
Algo más tranquilito para hoy ;3 ya se necesitaba un poco de paz después del capítulo pasado no creen? Se podría decir que es la calma después de la tormenta (o la calma antes de la tormenta quizá 👀)
Se acerca una parte que me entusiasma escribir desde hace rato ^^ no es parte del guión original, es aportación mia, pero creo que será bonito de ver ✨
Que les pareció? Les gustó? Espero que si ✨ disculpen faltas de ortografía, si ven una no duden en decirme para corregirla.
Sin más que decir nos veremos en otro capítulo
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