XVII

Capítulo 17: Imprudente

—Agradezco que hayas aceptado a mi petición—la princesa Elizabeth la sonreía amablemente al líder de los desendientes de gigantes. El gran Drole, vestido con su quitón de campeón, caminaba junto a ella por un sendero de piedra de aquella montaña—Sera más cómodo para mí poder hacerle unos cuantos ajustes a la bestia si es que está alejada del crater—

—Lo entiendo princesa, nadie aguanta las temperaturas extremas más que nosotros—una risa de orgullo cruzó el pecho del contrario y la joven no pudo evitar reír también—Descuide, ya movilice a Dolees y si la orden la di bien, estará aquí en unos pocos minutos—

—Te lo agradezco, Drole—

Los dos permanecieron en silencio por unos minutos, esperando a que el gran cuerpo de metal con forma de lagartija hiciera su acto de aparición en cualquier momento. La princesa Elizabeth inspeccionaba la piedra del caos con curiosidad, completamente ajena a la mirada que Drole tenía sobre ella, la joven admiraba las imágenes que había capturado durante los días de viaje pasados, pensando en que otra cosa podría capturar con aquel instrumento tan maravilloso.

Adoraba esa función de la tableta del caos, el poder capturar imágenes y luego admirarlas era una forma de inmortalizar el momento, para que siempre puedas acudir a aquel bonito recuerdo y el mar de la memoria no se atreva a hundirlo hasta el fondo. Lo que la princesa capturaba no eran más que paisajes del reino o atardeceres bonitos, animales disfrutando de la libertad, flores de todos los colores, todos mientras...

Se puso seria mortalmente cuando notó un patrón particular en las fotos que estaba observando. De manera inconsciente, no se había dado cuenta de que en todas las fotos aparecía cierto rubio que conocía bastante bien.

Aparecía de espaldas en una esquina de la imagen, en otra aparecía de frente observando con molestia a un zorro del bosque que tenía entre su hocico la manzana que le había arrebatado y parecía burlarse del caballero, en otra más estaba de perfil, observando el sol del atardecer mientras los rayos de luz caían sobre su cabello rubio haciéndolo brillar como el oro...

Un sonrojo furioso azotó sus mejillas plateadas, pero su ceño se frunció tanto que no pudo evitar el gruñido que salió de su garganta. Estaba tan molesta con el héroe, se sentía tan dolida, las palabras de los aldeanos del día anterior seguían dando vueltas en su cabeza haciéndole olvidar su promesa de mejorar su relación con Meliodas. ¿De que servía hacer todo eso si al final, para la gente, ella seguiría siendo una princesa egoísta? Odiaba la idea de que siempre estaría ante la sombra del espadachín, odiaba la idea de que nunca sería suficiente para su pueblo.

Frustrada de no encontrar consuelo en aquel artefacto, la princesa guardó la tableta del caos con un resoplido y se cruzó de brazos mirando hacia la distancia.

—¿Por qué tan molesta?—la joven se sobresaltó un poco ante la voz del líder gigante y suspiró.

—No es nada—

—Tus ojos no dicen lo mismo, princesa—la joven desvío la cabeza para evitar que el de piel azulada siguiera inspeccionandola e hizo un puchero leve. Ante aquella acción el mayor soltó una risa escandalosa y colocó una de sus enormes manos sobre el delgado hombro de la joven, en respuesta está solo se hizo más pequeña—¿Qué problema tienes, alteza?—

—No es nada, Drole, en serio—

—Hmmm si tú lo dices pequeña—la menor se mordió su labio—Por cierto, ¿Dónde dejaste al muchacho?—la mención de aquel hombre solo hizo que Elizabeth se tensara en su lugar—Se supone que no debe separarse de ti, ¿Donde está?—

—Yo...esto...—se rascó la nuca con nerviosismo— Él se sentía algo cansado y yo...mmm...le di el día—

—Ja ja ja Oh querida princesa, podrás engañar a cualquiera, pero a un viejo como yo jamas—sin darse cuenta, las lágrimas comenzaron a picar en sus ojos azules y se encogió todavía más bajo el agarre de Drole. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero eso serio no quería que Meliodas la siguiera, no quería verlo, deseaba que la dejara sola, podía cuidarse sola y, en realidad, no quería verlo porque sabía que al admirar esos ojos verdes su corazón...

Su corazón...

—Es malo que te escapes de tu escolta—

—Lo se...—

—¿Y que haces aquí sola? Una emboscada pudo haber sucedido y estarías desportegida—siemore estaría así, siempre sería la damisela en apuros, siempre iba a necesitar de él y odiaba mucho como su corazón se aceleraba emocionado de pensar que Meliodas estaría a su lado para protegerla.

Oh diosas, la adoraba, se daba cuenta de que la adoraba. Pese a que su rostro siempre estaba sereno en una expresión indiferente, los ojos del rubio cada vez se habían vuelto más expresivos, dejando de lado la frialdad que los consumía y por fin mostrándole a la princesa un poco de lo que en verdad sentía.

Al ver aquellas esferas verdes, Elizabeth solo podía encontrar devoción...una lealtad ciega hacia ella.

Eso le encantaba tanto, le provocaba una sensación extraña en el estómago, como si miles de mariposas revolotearan en su interior causándole cosquillas en sus intestinos.

Y eso era lo que más odiaba de la situación, porque el día anterior se había dado cuenta que a los ojos del reino las cosas no serían diferentes jamás. Ella era la princesa "desobediente e inútil", la princesa "egoísta" que tenía al gran y poderoso héroe del reino atado a ella solo por sus deseos vanidosos. Lo peor era que no iba a servir de nada hablar con ellos porque no le creerían, a ella nunca le creerían.

¿Por qué se esforzaba tanto por salvar a un reino que la despreciaba?...

"—Porque tu corazón es bueno...—" fue su propia mente quien respondió hacia aquella interrogante y sintió como la tierra comenzaba a moverse, la bestia divina venía caminando por el terreno rocoso justo directo a ellos "— Porque amas a tu gente sin importar que ellos no te quieran a ti...amas a tu reino—" Saber eso, de alguna manera, solo le destrozaba aún más el corazón.

Lo daba todo por quienes no la valoraban.

¿Llegaría el día en el que su corazón dejaría de doler? ¿Llegaría el día en el que al fin fuera feliz? Lejos de la maldad, lejos de las profecías, lejos del castillo y de sus inseguridades, lejos de Meliodas y los confusos sentimientos que le provocaba...

—¡Bien hecho Vah Dolees!—festejó el lider de los desendientes de gigantes cuando aquella gigantesca criatura metálica se detuvo frente a ellos. Sus patas estaban cubiertas de fuego por naturaleza, soltó un gruñido de animal al momento en el que se detuvo y cuando estuvieron a la distancia correcta, el de piel azulada subió a la princesa a su hombro para ayudarla a subir—¡Bien, ahora sí, arrib...!—

—¡Princesa Elizabeth!—una voz proveniente de atrás los hizo detenerse y voltear. Drole sonrió pasando su dedo por debajo de su nariz con una expresión de puro orgullo, sin embargo la princesa solo pudo hacer una mueca y enrojeció de vergüenza.

Meliodas estaba frente a ambos, completamente sudado por haber estado corriendo por tanto tiempo entre caminos y más caminos de la montaña de la muerte. Tenía el rostro cubierto de serenidad pero sus ojos soltaban chispas de un enfado preocupado, al verlo la princesa no pudo evitar el hueco que se hizo en su estómago y se cruzó de brazos desviando su mirada.

El blondo no tardó en acercarse a ellos caminando, con su pecho subiendo y bajando con rapidez mientras trataba de recuperar el aliento y se colocó frente a ambos sin despegar sus ojos de la princesa Elizabeth.

—No debió hacer eso...—

—¿Quién eres tú como para decirme que debo o no hacer?—contesto la joven de manera insolente, al instante se arrepintió cuando sintió dentro de su pecho la decepción comenzando a florecer.

Meliodas se sentía decepcionado de ella, y ella quiso esconderse debajo de la tierra al notarlo. Él todavía no se daba cuenta de que podían sentir las emociones más fuertes del otro y de cierta forma le alegraba porque no podría tolerar verlo a los ojos sabiendo todo lo que sentía por él.

—Majestad, le ruego que no vuelva a hacer eso, es demasiado peligroso que vaya sola—

—Yo puedo ir a donde yo quiera—Meliodas inhaló hondo tratando de mantenerse sereno.

—Princesa Elizabeth...—

—Por favor Drole ayúdame a subir a la bestia divina, entre más pronto pueda hacerle los ajustes más pronto podremos seguir nuestro camino—ignoro completamente al rubio que se sentía a nada de perderse en el abismo.

El gran campeón asintió con su cabeza cumpliendo con la voluntad de la princesa del reino, cuando Dolees se agachó lo suficiente, el descendiente de gigantes se aseguró de dejarla sobre la entrada a la bestia y la de cabellos plateados se perdió en su interior con tanta rapidez que apenas y se pudo ver. Luego, Drole se dió media vuelta y le extendió la mano al caballero rubio para ayudarlo a subir.

El de ojos verdes se negó con un movimiento de cabeza, teniendo únicamente a la princesa en mente, se subió a aquella gigantesca cosa de metal y no tardó en seguir a la joven albina con pasos acelerados y furiosos.

Drole prefirió no intervenir, ya estaba bastante viejo como para presenciar a un par de adolescentes discutiendo, cada uno tan necio y orgulloso como el otro. En vez de seguirlos, prefirió subirse hasta el lomo de la bestia divina yendo directo al centro de control (el núcleo del poder de toda bestia divina) y esperar a que cualquiera de los dos subiera a hacerle compañía.

Meliodas sencillamente no podía creerlo. Tenía un huracán de emociones sucediendo en esos momentos en su cabeza y no sabía bien que era lo que más le molestaba, que la princesa se haya escapado o que él estaba sintiendo demasiado.

Hace tan solo un par de meses atrás era un experto en mantener sus emociones bajo control, en no sentir nada, como un piedra y seguir fielmente las órdenes del rey y de su destino. Ahora mismo sentía que su corazón podía estallar de todo lo que guardaba y lamentablemente aquella explosión sería justo sobre la princesa Elizabeth.

Lo primero que sentía el rubio era dolor, dolor de darse cuenta que ella prefirió lanzarse al peligro en vez de quedarse a su lado y esperarlo. Ya le había dicho tantas veces a la princesa que le era leal por completo, la adoraba, lo único que quería era su bienestar y su felicidad, era tanto lo que sentía que incluso no podía dejar de soñar con sus ojos; no podía dejar de admirarla, de imaginar que su sonrisa era solo para él.

Entendía que se sentía frustrada por los comentarios insolentes de la gente en la posada, pero aún así esa no era excusa como osea tomar decisiones tan imprudentes como esa.

Si tan solo ella hubiera sabido lo preocupado que había estado por ella, corriendo por tantos caminos que encontró, metiéndose a cuevas gritando su nombre desesperado, aguantando el calor y rogándole a las diosas que ella estuviera bien. Cuando vio a la bestia divina Vah Dolees descender del crater y comenzar a caminar hacia abajo fue que recordó que la albina quería hacerle los ajustes en terreno bajo para no tener que sufrir de tanto calor. Siguió a la bestia con la esperanza de encontrarla y fue todo un alivio darse cuenta de que estaba bien.

Pero después de la preocupación vino el enojo, un enojo y decepción tan grandes que no pudo evitar enrojecerse un poco. ¿Cómo había podido ser tan imprudente? ¿Acaso ya se le había olvidado tan pronto el ataque que habían sufrido en el castillo de Liones? Los miembros del clan demonio estaban detrás de ella, querían asesinarla y ella se había escapado por un maldito berrinche sin medir las consecuencias.

Oh santas diosas. Meliodas tenía tantas ganas de decirle todo a la cara. De regañarla por su actitud infantil, de reprender las decisiones apresuradas que había tomado, explicarle como a un bebé que su labor era mantenerla segura y que sin ella él no era nada...

Sin ella no era nadie...

—¡Princesa Elizabeth!—sin querer alzó la voz para llamar su atención y la joven albina se tensó en su lugar y se dió media vuelta mirándolo con ojos molestos.

—Pero que osadía—exclamo—¿Cómo osas levantarle la voy a tu princesa?—el honor de caballero de Meliodas lo hizo ponerse de rodillas en señal de disculpa, sin embargo, sus ojos estaban tan fijos en ella y ardiendo con tanta intensidad que Elizabeth no pudo evitar sentirse ligeramente intimidada. La mencionada tartamudeo un poco desviando la mirada para evitar ver aquellas esferas verdes y se removió en su lugar incómoda por la intensidad de la mirada de su caballero—C-Como sea, no quiero que me sigas, ve con Drole y...—

—Su majestad lamento mucho interrumpir, pero mi discusión con usted no ha terminado—Elizabeth no supo que la puso más nerviosa, si su tono de voz serio y ronco o la manera en la que se puso de pie cuadrando los hombros tratando de verse más grande—¿Cómo se le ocurrió escaparse?—

—No eres nadie para decirme lo que debo hacer—refutó cruzándose de brazos—Eres mi escolta nada más, recibes órdenes de mi y si yo quiero irme sin ti puedo hacerlo con total libertad—

—Tambien recibo órdenes del rey—eso fue como una cachetada de guante blanco para la princesa que se encogió un poco—Y las órdenes de su alteza es que la siga a todas partes para asegurarme de que esté segura—

—Pues no me pasó nada, estoy completamente bien—

—Pero pudo haberle pasado algo y yo no habría estado ahí para protegerla. ¿No sé da cuenta de las consecuencias? Si la hubieran atacado pudo haber muerto—añadio el blondo con tintes de desesperación pintando su voz—¿Que hubiera hecho usted contra miembros del clan demonio que están entrenados para matarla a usted específicamente?—

—¡No soy una inútil!— gritó—¡Y no siempre necesito que estés detrás de mi, me molestas, me fastidia tu silencio, es más, no te necesito para nada!—Meliodas sintió su corazón ser atravesado por una daga—¡No necesito del perrito faldero de mi maldito padre siguiéndome a todas partes para recordarme que no soy nada!—

Los dos abrieron los ojos con sorpresa cuando ella gritó aquella última frase y, de la misma manera, los rostros de ambos comenzaron a transformarse en sentimientos distintos. Por un lado, la princesa intentó mantenerse fuerte y resistente, pero la verdad es que darse cuenta de lo que había dicho hizo que el remordimiento cayera sobre sus hombros como un bloque de piedra y se encogiera en su lugar, sin embargo era demasiado orgullosa como para disculparse en voz alta.

Por otro lado Meliodas se quedó casi en shock por unos pocos segundos, antes de que lentamente sus ojos comenzarán a perder su brillo de esperanza y sus verdes se pusieran tan opacos que, con la poca iluminación dentro de la bestia, parecían tan oscuros como los de un abismo. Los músculos de su rostro se pusieron tan tensos que la indiferencia que mostraba se veía dolorosa y la mueca de tristeza en sus labios le partio el alma a la princesa.

"—Oh diosas, ¿Pero qué dije?—" pensó para si misma.

—¿Eso piensa de mi en verdad?—la voz de Meliodas era baja, un susurro que el viento se llevó tan rápido salió de sus labios—Piensa que soy solo el perro faldero del rey...—

—Meliodas yo...—la princesa soltó un respingo cuando el blondo comenzó a acercarse lentamente. De manera inconsciente ella retrocedio de inmediato dando varios pasos hacia atrás hasta que chocó con una pared y un chillido se escapó de sus labios. Él estaba tan cerca, tanto que podía sentir su calor sobre su propio cuerpo.

—Piensa que soy fastidioso, molesto e irritante con mi silencio—ella tragó en seco y agachó la cabeza. Su cercanía la ponía nerviosa, su corazón latía tan rápido que parecía que iba a salirse de su pecho y el sonrojo en sus mejillas ya no era de vergüenza, si no de algo más. Por alguna extraña razón, Elizabeth quería que Meliodas se acercara más a tal punto se sentir sus cuerpos juntos...maldita sea, ¿Por qué una princesa pensaría tales cosas?—¿Acaso sabe la razón por qué guardo silencio?—

—Mel...—

—¿Sabe el peso de tener está espada en la espalda?—ella desvío sus ojos hacia la espada y luego los volvió a bajar—¿Usted en verdad piensa que yo disfruto de tantas alabanzas, que yo disfruto de mis títulos, que yo disfruto de portar esto?—ella no sabía cómo reaccionar, eran demasiadas preguntas con revelaciones entre líneas que no podía procesar—Y lo peor de todo, ¿Sabe cuánto...?—él tartamudeo, como si lentamente la conciencia se fuera dando cuenta de lo que estaba diciendo. Finalmente, Meliodas colocó sus dos brazos al lado de los brazos de la albina, acorralando la contra la pared y acercándose un poco más. No la tocaba, pero su aliento se fundía con el suyo propio—¿Sabe cuánto la adoro?—

La princesa alzó la cabeza con sorpresa cuando aquellas palabras abandonaron los labios de Meliodas. El calor en todo su cuerpo aumento súbitamente tras esas palabras y todo a su alrededor pareció iluminarse como si de la nada todas las antorchas de aquel interior se hubieran prendido.

—¿Acaso tiene una idea de todo lo que yo haría por usted?—estaban tan cerca que parecía que sus narices podrían rozarse—¿Sabe lo que estoy dispuesto a arriesgar por mantenerla a salvo? — Elizabeth solo tenía que estirar un poco su cabeza, si se movía un poco quiza podría tener aquel contacto que su corazón deseaba. Si decidia moverse no solos sus narices se rosarian, sino que también sus labios podrian...

Oh diosas un roce, solo uno...uno era todo lo que queria...deseaba saber si sus labios se sentirían tan suaves como su mirada o si serían rasposos como su mano.

Solo un movimiento, uno...

Justo cuando ella se acercó, Meliodas reaccionó con rapidez y se alejó de ella dando dos pasos hacia atrás mirándola como si se hubiera transformado en una clase de diosa.

Elizabeth reaccionó al darse cuenta de lo que estuvo a punto de hacer y cerró sus ojos desviando la cabeza por la vergüenza que sentía. ¿Qué estúpida había sido? ¿Cómo se le había ocurrido? Él era su caballero, su escolta, ¿Por qué había deseado un contacto más...intimo? Se supone que le tenía resentimiento, se supone que debía de alejarlo...pero ya no podía, no podía, no era capaz de lograrlo.

Su mente y corazón habían caído en un juego peligroso del que apenas tenía conocimiento. Por más que se esforzará en detectarlo, no podía hacerlo, podría aparentar, podría molestarse, podría dejar que los comentarios de la gente la hicieran explotar, pero la única verdad era que detrás de toda esa máscara de furia...solo había un sentimiento bonito hacia su caballero.

Todavía cubierta, ignoró como el blondo había empezado a caminar de nuevo. Supuso que se dirigía hacia arriba de la bestia para reunirse con Drole y tratar de olvidar lo que habia sucedido entre ellos dos. Se había visto tan patética, tan ilusa, tan...

—Le pido perdón por lo que estoy por hacer—Elizabeth no pudo reaccionar, todo sucedió tan rápido.

Abrió sus ojos de nuevo cuando sintió unos labios sobre su mejilla haciendo presión en esta con tanto deseo que casi se cae.

Su respiración se cortó al darse cuenta de como su caballero se había movido justo hasta quedar a su lado de nuevo, luego se había estirado y había puesto aquellos labios sobre su pálida piel. La sensación fue tan electrizante que un jadeo salió de sus labios y se quedó congelada en su lugar.

Después de unos cuantos segundos estando de esa manera, Meliodas se separó por fin de ella, abriendo sus ojos verdes y rompiendo la ensoñación en la que habían entrado sin querer.

—La respuesta es no, no lo sabe—fue lo único que susurro al intentar volver al estado natural de su rostro estoico e hizo una reverencia temblorosa (quizá la más torpe que elizabeth había podido ver de él) y luego se dió media vuelta con rapidez saliendo por la misma puerta de antes y escalando hacia arriba de la bestia.

Elizabeth se quedó sola, rodeada de cosas ancestrales y se permitió tumbarse al suelo haciéndose bolita en este.

¿En serio había pasado eso? ¿En verdad había sucedido? Inconscientemente sonrió y llevó su mano hasta la mejilla donde aún podía sentir el calor del beso de su escolta. Le había dicho cosas horribles, le había gritado, insultado su honor y le había fallado...pero en toda respuesta él decidió darle un beso, en vez de haberle gritado, en vez de haberse ido o ignorado, él decidió besarla.

¿Por qué sentía tanta emoción? ¿Por qué sentía tanta...felicidad? ¿Por qué las mariposas revoloteaban tanto que incluso sentía cosquillas? ¿Por qué Meliodas le hacía sentir todo eso?

—¡Oh! Ahí estás muchacho—Drole sonrió al ver al rubio yendo directamente hacia él y comenzó a estirar un poco su cuerpo, moviendo sus músculos—¿Todo bien? Estás un poco rojo— en toda respuesta él blondo negó con la cabeza, pidiéndole que no tocara el tema con su ceña y fue hasta ponerse a su lado. El viejo líder de los descendientes de gigantes soltó una sonrisita algo burlona y continuo con sus estiramientos—Sabes, me encanta esta cosa...—desvio el tema, Meliodas lo agradeció—Creo que ya empiezo a entender como funciona la bestia divina jaja —infló el pecho de orgullo y talló su dedo por debajo de su nariz— Ser un campeón es un orgullo y una gran responsabilidad. Los demás deben hacer lo suyo si no quieren que les gane el viejo Drole ja ja—

—Me alegra —murmuró el rubio, el de piel azulada le dedicó una mirada de reojo aún sonriendo y luego desvío sus ojos hacia la montaña de la muerte. Al ver lo que esté hacia, Meliodas hizo lo mismo, esperando que al distraerse podría olvidar lo que había sucedido en el interior de aquella cosa, rogando a las diosas porque la princesa no fuera a castigar su osadía y el rey no quisiera tener su cabeza en bandeja de plata.

"—Que imprudente fui, ¿Por qué hice eso?—" se reprendió así mismo de manera mental

—Que vistas, ¿eh muchacho? En todo Liones no encontrarás piedras más deliciosas que las de aqui—

—¿Piedras?—alzo una ceja incrédulo, Drole rió sonoro.

—Nostros los descendientes de gigantes comemos rocas, por eso es que somos tan duros como una de esas delicias y resistimos tanto—meliodas asintió comprendiendo, no recordaba haber visto rocas en el banquete en honor a todas las razas que se había servido en el castillo...

Ahora que lo pensaba, tenía bastante hambre, se había ido sin desayunar y luego corrido buscando a Elizabeth. Pensar en ella le revolvió el estómago y volvió a prestarle atencion a Drole.

—No tengo ni idea de quién es esa tal "bestia oscura" pero defenderé mi tierra con toda la fuerza de mis puños—asintio animado y por fin se dió la media vuelta para poder ver directamente al blondo—¡Con fuerza!—de un momento a otro, el descendiente de gigantes alzó su gran mano azul y luego la azotó sobre la espalda de Meliodas en señal de amistad y compañerismo, aunque causando que esté perdiera el equilibrio sacándole un respingo de dolor y finalizó con reír de nuevo. El blondo se sobó su espalda con su mano al sentir que está ardía de inmediato—Asi que...eres el guardian de la princesa, ¿Cómo te está yendo con eso?—

Meliodas enrojeció una vez más y desvío su mirada.

—Ya veo—fue lo único que dijo Drole—La princesa puede llegar a ser algo emm...dura, sobre todo contigo—el blondo suspiró un poco asintiendo con la cabeza, aún recordando las palabras que Elizabeth le había dicho. Si bien el beso había ayudado, aún se sentía algo dolido por aquellas palabras

Ya no pudieron seguir con su conversación, cuando un fuerte temblor los hizo callar. De la nada, toda la tierra comenzó a moverse con fuerza como si fuera a partirse en dos de un momento a otro, Meliodas logró mantener el equilibrio pese a todo, pero se dió la vuelta asustado. Elizabeth, podría tropezar y golpearse la cabeza con algo, podría caer y algo podría aplastarla, diosas tenía que ir por ella.

No pudo ni dar un pasó en dirección hacia la querida princesa, cuando la montaña de la muerte comenzó a producir unos sonidos muy espantosos para su agrado. La lava se agitó dentro de esta y como consecuencia de aquel terrible temblor, algunas rocas del terreno en el que estaban se desprendieron. Las enormes bolas de piedra ni tardaron en caer directo hacia donde Drole y Meliodas estaban, con toda la intención de aplastarlos.

El rubio sacó la espada sagrada, rogando a las diosas que su equilibrio no flaqueara y poder partir la roca en dos.

Pero no fue necesario nada de eso.

—¡Jardín de polen!—poniendose justo delante de él. Drole gritó a los cuatro vientos aquellas palabras y en un segundo ambos ya habían sido cubiertos por una especie de escudo de energía de color verde. Las rocas cayeron sobre ellos, pero el escudo las detuvo destruyendolas con el impacto y dejándolos fuera de peligro, en ese mismo momento la tierra dejo de moverse y el escudo de Drole desapareció—Eso estuvo cerca, ¿Qué habrá sido eso? La montaña de la muerte lleva mucho tiempo dormida...—murmuro el de cuatro brazos, cruzando sus dos extremidades superiores y dirigiendo sus ojos violetas hacia el volcán—Esas sacudidas tan fuertes solo podrían significar una cosa, pero sería imposible—nego.

Pero Meliodas no siquiera pudo pensar en aquella opción, su única prioridad ahora mismo era la seguridad de la princesa. Se dió media vuelta corriendo hacia donde sabía que estaba la puerta, luego bajó de un salto hacia la plataforma y se introdujo dentro de la bestia. No tuvo que dar más pasos cuando el alma volvió a su cuerpo y soltó un suspiro aliviado.

La princesa Elizabeth se encontraba intacta, asustada, y debajo del lugar donde estaba haciendole los ajustes a la bestia divina. La joven lo volteo a ver con los ojos desorbitados por el favor y el blondo no dudo en acercarse de inmediato para poder socorrerla.

—¿Sufrió algún...?—no pudo ni terminar su frase cuando la joven negó con la cabeza rápidamente y luego salió de su escondite poniéndose de pie aún temblorosa.

—¿Qué sucedió?—

—Drole piensa que la montaña de la muerte está despertando—un respingo salió de los labios de la princesa. Eso era imposible, según las antiguas leyendas, la montaña de la muerte solo hacia erupción cuando...—Será mejor que termine con las mejores que quiere hacer y salgamos rápido de aqui—

—Si—asintió y se dió media vuelta para seguir haciendo lo suyo tratando de no ver a Meliodas a los ojos, si lo hacía el recuerdo del beso volvería hasta su mente y lo que menos quería eran distracciones.

Digamos que el capítulo de hoy fue un 2x1 jaja, fue como si hubiera juntado 2 partes del vídeo de 46 minutos que les conté en el capítulo anterior.

Cómo es una adaptación, así como tomo cosas del juego también me doy mis libertades creativas para agregarle drama y romance a la historia ^^✨

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si ¿Se esperaban el besito en la mejilla? Yo no jajaja lo incluí de último momento porque me pareció algo demasiado tierno, lindo e intenso a la vez. Por dios, esos dos ya comienzan a sentir algo y me emociona tanto ✨

Disculpen faltas de ortografía, si ven alguna no duden en decirme y la corregiré.

Sin más que decir nos vemos en el capítulo que sigue bye bye

Les comparto imágenes de la bestia divina Vah Rudania para que se den una idea de como es la bestia divina Vah Dolees aquí en la historia ;3

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