XVI

Capítulo 16: Entre dudas

Tras terminar con su misión en el poblado Vogel, la princesa y su caballero escolta prosiguieron a retirarse del lugar no sin antes un descanso y una cena de despedida por supuesto.

Se hizo un gran festín nocturno donde todos los Vogel estuvieron cantando y bailando, la princesa disfrutó de la calida despedida y por las provisiones que les dieron para su viaje. Meliodas y Ludociel intercambiaron más palabras aunque el ambiente entre ambos se seguía sintiendo ligeramente tenso y apenas amanecio la princesa y el heroe salieron del poblado Vogel.

Ambos en silencio, recogieron a sus caballos de la posta que se encontraba afuera del poblado y en silencio iniciaron su viaje hasta su proximo destino. Pasaron varias horas de viaje en la que ninguno de los dos se atrevió a iniciar alguna conversación, salieron de la región Noroeste del reino

Un suspiro salió de la princesa y disminuyó la velocidad de su caballo hasta que quedó al lado del rubio.

—No había querido preguntar, pero tengo curiosidad—comenzó—¿Sobre qué hablaste con Ludociel?—Meliodas permaneció callado y pareció pensar a profundidad si debía de responder o no, al ver tal acción elizabeth inhaló hondo para evitar frustrarse y sonrió—Quiero decir, desde la primera vez que se vieron noté que no se llevaron muy bien...me sorprendí al ver que estuvieron hablando—

—Me hablo sobre...sus aspiraciones—se alzó de hombros, Elizabeth evitó el bufido que trató de salir de su garganta.

—¿Y...?—intento que el contrario continuara con la conversación. El de ojos verdes apretó los labios sintiéndose ligeramente ofuscado, pero al final terminó cediendo.

Había dicho que trataría de ser más abierto con ella, lo iba a intentar aunque eso le costara bastante.

—Ludociel es inseguro...—comenzó—Digamos que todavía no nos agradamos, pero al menos ya no estamos peleados. Me contó de sus sueños de ser un gran héroe y quedar en la historia de su tribu—eso era bastante dulce—Me contó como desea ser alguien y que su nombre sea recordado...también me contó sobre como ha escuchado historias desde pequeño—

—¿Historias?—

—Sobre nosotros—murmuro y mantuvo su mirada al frente para evitar ver cómo la princesa parecía titubear—El héroe y la princesa—Elizabeth mordió su labio mientras su mente se hundía en la oscuridad, por supuesto, su leyenda se escuchaba en cada rincón, hacia sido transformada en canción, poema y hasta obra de teatro. Era frustrante ver la representación de lo que se supone debía de ser y no era. Al notar el cambio de su actitud Meliodas supo que era momento de parar—Solo eso—

—Que interesante—murmuro la joven, pensativa. La joven princesa soltó el aire que estaba en sus pulmones y detuvo su caballo en seco, sin previo aviso. Meliodas hizo lo mismo, mirándola con preocupación.

—¿Majestad? ¿Ocurre algo?—

—Deseo estirar las piernas un poco—sonrio un poco, pero su sonrisa desapareció tan rápido que se vio como una mueca— Estos bosques son hermoso y...necesito despejarme—se alzó de hombros—¿Qué mejor manera de despejar la mente que caminar?—

Meliodas no respondió, tan solo asintió con la cabeza bajando de su caballo y se aproximó hasta la dama para ayudarla de igual forma. La princesa Elizabeth aceptó la mano de su escolta para bajar con mayor facilidad de su caballo y permitió que él tomara las riendas de ambos animales para tirar de estas con cuidado, dándoles la orden de que los siguieran de cerca. Ambos animales obedecieron y caminaron detrás de sus amos manteniendo un ritmo constante y sin desviarse del camino. El caballero permaneció detrás de la albina ya que aquel era su lugar y la princesa sonrió un poco.

En silencio iniciaron su caminata. Los árboles de aquel bosque en el que se encontraban eran delgados, con pocas hojas en ellos, pero gracias a esto mismo la luz del sol parecía darles un aira de majestuosidad que los volvía preciosos a la vista. Siguieron el camino que estaba marcado para no perderse y la princesa sacó la tableta del caos de su bolsa.

Haciendo unos movimientos que Meliodas no entendió (y no alcanzo a ver ya que se encontraba detrás de ella) la princesa estuvo moviendo cosas en aquel artefacto avanzado tratando de ignorar la sensación sobre su nuca. Podía sentir la penetrante mirada verde de su caballero escolta, podía sentirla tan pesada y feroz que no supo si sentirse incómoda o halagada.

Ojalá saber lo que el rubio piensa de ella, ojalá poder leerle la mente o el rostro, ojalá saber si se siente superior a ella debido a que él si controla la espada, ojalá saber sus deseos.

Quitó todos esos pensamientos de su cabeza moviéndola a ambos lados y abrió el mapa de la tableta.

—Ahora iremos a la ciudad de los descendientes de gigantes—asintió, Meliodas permaneció callado sin perder de vista ninguno de sus movimientos—Voy a hacerle unos ajustes a la bestia divina para que a Drole se le haga más fácil controlarla. No deseo quedarme en la ciudad, es demasiado caluroso, por lo que quiero hacerle los ajustes durante la mañana, que Drole pruebe la bestia en la tarde y partir al anochecer—Mas silencio, Elizabeth no le tomo mucha importancia—Hemos logrado hacer que se mueva, ha sido difícil pero lo logramos, aunque aún nos quedan varias cosas por aprender. Es increíble pensar que nuestros antepasados fueron capaces de crear algo así, está tecnología tan avanzada, pero eso significa que nosotros también somos capaces de comprenderla y utilizarla—se llevó uno de sus dedos hasta los labios para acariciarlos levemente, completamente pensativa—Las bestias divinas son la clave para todo, si queremos detener a la bestia oscura debemos de dominarlas—

"—Eso es una mentira—" escuchó una voz en su interior "—Ese muchacho es la clave para vencerlo—" comenzó a bajar la velocidad de su andar, el escolta hizo lo mismo "—Solo él puede hacerlo, porque yo...yo no...—"

Oye Meliodas, dime una cosa...—la princesa se detuvo por completo, el de cabellos bonos paró también mirando a la joven con los ojos entrecerrados tratando de descubrir porque se había desanimado de la nada. Parecía tan entusiasmada hablando de tecnología y ahora nuevamente estaba cabizbaja. Mirándolo por encima del hombro, sus ojos se encontraron por unos cuantos segundos y la inmensa tristeza que el caballero pudo ver en ellos le dolió en el alma—¿De verdad crees que ya dominas el manejo de esa espada?—

—Princesa...—susurró el joven sintiendo en su pecho como la desilusión de la albina se iba haciendo más grande. Lamentablemente Elizabeth no lo escuchó y solo lo vio removerse incómodo.

—Cuenta la leyenda que en su hoja resuena una voz ancestral. ¿Tú has podido oirla?—la princesa permaneció en silencio esperando una respuesta mientras su caballero caminaba hasta ella con cuidado, casi como si pudiera alterarla si es que iba más rápido.

Cuando la distancia entre ambos fue más corta y Elizabeth sintió el calor corporal del hombre a sus espaldas un sonrojo cubrió sus mejillas llenando de calor todo su interior.

—Si—murmuró, tan bajo que fue como si él presintiera que alguien podría oirlos—He escuchado al espíritu en su interior—

—¿Y...cómo es?—Meliodas apretó los puños ante el recuerdo que llegó hasta su cabeza, inconscientemente mordió su labio y se sintió como un pequeño niño de nuevo, en un bosque tenebroso, pensando que jamás volvería a ver a su familia y luego aquella voz celestial...

—Estremecedora—desvió la mirada—Es como si todas las voces a tu alrededor se apagaran y solo escucharas un eco en tu cabeza, lejano—inconcientemente llevó su mano hasta el mango de la espada sagrada, pudo sentir el espíritu moviéndose en su interior—Suele hablarme aveces, casi nunca entiendo que me dice, son murmullos...pero cuando hay peligro cerca su voz es más fuerte y me avisa del peligro—

—Asi que te advierte—la albina llevó su mano hasta su pecho y formó un puño, frunció su ceño sintiendo celos de que el blondo pudiera escuchar aquella voz y suspiró—Gracias por decirme—

Exclamó y continuo con su caminata con la cabeza agachada, el blondo permaneció detrás de ella aunque está vez un poco más cerca para darle un poco de apoyo con su calor corporal, eso funcionó levemente, al menos el peso sobre sus hombros se aligero, pero aún así los celos no desaparecieron.

—¡Bienvenidos a la posada!—La princesa agradeció al dueño de la posada pagándole dos habitaciones de inmediato y atrajo a su escolta al interior.

Dias después, tras una semana entera de viaje no muy interesante, ambos llegaron por fin a los pies de la montaña de la muerte. El imponente volcán hogar de los descendientes de gigantes se alzaba con su majestuoso peligro dejándolos anonadados.

Tanto la princesa como el escolta ya habían estado ahí varias veces en el pasado, cada quien por razones distintas, pero el hecho de estar juntos en esta ocasión volvía la visita un poco más...bonita.

La noche ya se asomaba por el horizonte mientras la luna comenzaba a brillar y las primeras estrellas aparecían en el cielo. Un panorama hermoso para porfin descansar después de días de dormir en el suelo y de andar al lomo del caballo.

—Mañana partiremos hacia el volcán, tendremos que consumir un elixir para poder llegar hasta la ciudad de los descendientes de gigantes, pero te aseguro no nos quedaremos mucho tiempo—ambos se sonrieron.

—Es un alivio—

—Lo sé, notificaré a Drole de los ajustes y le pediré que mueva la bestia divina hacia una zona no tan calurosa— ¿Elizabeth se daría cuenta de lo bonita que se ve cuando habla como experta? Meliodas esperaba que si—En cuánto terminé los ajustes partiremos hacia el desierto de Gerudo...—

—¿Ocurre algo?—un suspiro salió de los labios de la albina.

—Me gustaría pasar al castillo unos días antes de ir hacia el desierto—la princesa se alzó de hombros y le recibió sus bolsas a su caballero agradeciéndole en silencio (quien las había estado cargando todo el rato para ayudarle) —Saludar a mi padre y descansar un poco. ¿Te parece bien?—

—Lo que usted quiera es lo que yo quiero—la albina rodó los ojos, eso era lo que todo sirviente decía, sin embargo por unos segundos tuvo la esperanza de que quizá su escolta le daría otra respuesta (aunque sabía que eso no pasaría, Meliodas no era muy abierto socialmente hablando).

—Entonces está decidido, iremos al castillo por pocos días para descansar y luego partiremos hacia el desierto—

—Su deseos son órdenes—exclamo con respeto e hizo una pequeña reverencia que le causó mariposas en el estómago a la princesa. La joven solo sonrió un poco dándose media vuelta y ambos se intrujeronvpor completo en aquella posada, pasando por las mesas donde varios viajeros estaban comiendo y caminando hacia sus habitaciones.

El bonito ambiente de viaje que tenían se rompió cuando las miradas de todos se posaron en ambos, siendo exactos, se posaron en Meliodas. El rubio se removió un poco incómodo, pero se obligó a mantener la vista clavada en la nuca de la princesa y mantuvo su expresión plana.

—¡Es sir Meliodas!—gritó uno.

—¡Sir Meliodas!—

—¡Hola señor Meliodas!—

—¡Que las diosas salven a Sir Meliodas!—hubo unos cuantos que se dejaron caer al suelo de inmediato en una reverencia en la que su frente chocaba directamente con el suelo. Eso era humillante.

—¡Sea bienvenido Señor Meliodas!—

—¡Tome lo que usted quiera Sir Meliodas!—

Las ovaciones de jubilo no tardaron en ensordecer el lugar, cada vez iban más y más fuertes mientras la pareja trataba de pasar entre los montones de gente que se habían acumulado a su alrededor solo para poder ver al héroe, ignorando completamente a la princesa. No fue hasta que unos cuantos al fin notaron su presencia que la gente comenzó a abrirse permitiendoles pasar, con los rostros serios y los ojos juzgones.

—¡Es nuestro héroe! ¿Qué hace aquí?—

—Mas bien, ¿Qué hace con ella?— Meliodas se contuvo de fruncir su ceño y siguió caminando detrás de la princesa.

—¿Por qué está con la princesa?—

—No se supone que ella debería estar entrenando para despertar sus poderes—

—Se supone— respondió uno en un susurro no muy bajo—Pero en vez de hacer eso se está paseando por el reino...—

—Escuché rumores de que ahora Sir Meliodas es el escolta personal de la princesa—murmuro una mujer, no muy bajo ya que todos pudieron escucharla—Hubo una ceremonia y todo—

—¿Su escolta? ¡Eso es injusto! Él debería estar ayudando a vencer el mal y en vez de eso está encadenado a nuestra inútil princesa—Elizabeth se tensó en su lugar pero siguió caminando, deseaba tanto desaparecer, deseaba tanto cumplir las expectativas, deseaba tanto que Meliodas...

—Que egoísta, ni siquiera puede hacer algo por el reino y ahora se trata de apropiarse del señor héroe—

—Puede tener a cualquier otro caballero—

—¿Por qué exactamente a él?—

—¿No es obvio?—dijeron otros mas—Sir Meliodas es el mejor de todos y la princesa necesita muuuuucha protección—

Ya no podía resistirlo más.

Elizabeth salió corriendo de inmediato hacia su habitación en la posada apenas logró salir de todo el cúmulo de gente que la estaban asfixiando, sin importarle si seguían rumoreando sobre ella o si veían su escape como algo de cobardes. Ya no podía aguantar un segundo más escuchando sus palabras. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?...

Ante tal acción, el blondo la siguió de inmediato desde cerca corriendo detrás de ella con la expresión serena pero el corazón latiendo de preocupación. Toda esa gente, ¿Acaso no se daban cuenta del daño que podían hacer con sus palabras? ¿Acaso no notaban que no eran nada discretos?. Sin importarle si alguien se mostraba sorprendido o hasta confundido por la acción de ambos, ell rubio se apresuró hasta alcanzar a su princesa para poder ayudarla a sentirse mejor.

—¡Princesa Elizabeth!—la joven le cerró la puerta en el rostro dándole un ligero golpe en la nariz al de ojos verdes, no había alcanzado a colarse dentro de su habitación y ahora estaba afuera, con algunas miradas de chismosos viendo todo sin nada de discreción.

Una vez sola, Elizabeth se permitió derrumbarse.

Se dejó caer en el suelo entre sollozos fuertes y clavó sus propias uñas en sus brazos con tanta fuerza que por unos momentos pensó que traspasaron su piel. Que frustración sentía, que dolor, que decepción, que odio.

—¡Déjame sola!—le gritó molesta y Meliodas sintió que su corazón se partía.

—Princesa permítame...—

—¡No, largo!—el joven dio unos pasos hacia atrás, casi aturdido por los gritos—¡Déjame sola, lo que menos quiero es verte!—podia sentirlo, en su pecho el creciente rechazo hacia él y el odio hacia ella misma comenzaba a tomar posesión de su corazón. Era doloroso, sofocante. ¿Todos esos sentimientos tenía que cargarlos ella sola? Pobre de la princesa, deseaba tanto ayudarla a compartir el peso.

Meliodas alzo su mano derecha colocándola en la puerta de la princesa, luego pegó su frente sobre la fría madera tratando de sentirse más cercano a ella y cerró sus ojos. Podía escuchar sus sollozos desde el exterior y eso le partida horriblemente su corazón, quería verla feliz, sin embargo parecía que su presencia era lo que la ponía peor.

—Princesa por favor permítame ayudarla, ¿Que puedo hacer para que se sienta mejor?—

—¡Desaparecer eso puedes hacer! ¿¡Por qué tienes que ser el recordatorio constante de que soy un fracaso!?— sus sollozos se volvieron más audibles y el blondo no pudo evitar las lágrimas que se acumularon en sus ojos verdes—¡Ahora deja de seguirme!—era inútil, por más que quisiera entrar, ella jamás le iba a permitir derrumbar los muros de su corazón, no mientras las palabras de la gente fueran más fuertes que las de él.

"—Yo soy el recordatorio de que ella fracasa—" mientras caminaba hacia su habitación, aquellas palabras se clavaron en su mente "—Yo soy quien la pongo tan mal—" Nunca había sentido su cuerpo tan débil, se sentía como si de la nada toda la fuerza fuera drenada de él, como si de pronto la espada fuera tan pesada que iba a hundirlo en la tierra "—Yo soy...—"

Cuando por fin estuvo en la soledad de su habitación, Meliodas se permitió derrumbarse también, permitió que los sentimientos que siempre reprimía para evitar que otros lo vieran débil salieran de su pecho. Las lágrimas no tardaron en salir de sus ojos incapaz de controlarlas y llevó su mano hasta su boca para que los chismosos no pudieran darse cuenta de que estaba llorando. Se derrumbó en la cama con la espada sagrada a su lado y le dio la espalda, no deseaba verla, no quería sentirla, no quería nada que tuviera que ver con ella...

Su destino estaba cargado de penas solo por ser digno de portarla. ¿Por qué?...¿Por qué las diosas lo condenaban a tal sufrimiento?

No llores Meliodas...—la voz del espíritu de la espada lo llamo y su cuerpo se puso tenso. Sus susurros se clavaron en su mente como siempre solían hacerlo y el rubio cerró sus ojos —Ella es...— Nuevamente lejanos, no podía escuchar bien— Ella...—

Mi princesa—murmuró antes de que la debilidad lo venciera y su cuerpo se sumiera en la oscuridad del sueño.

"Cuando la sangre cubra la luna..."

Meliodas soltó un respingo de sorpresa y se sentó con rapidez en la cama. Había abierto los ojos cuando aquel espectral cántico lo despertó. Tomó la espada de inmediato sacándola de su funda y miró a todas direcciones. No reconocía aquella voz.

Era una mujer, que tarareaba algo que no lograba reconocer y su voz hacia eco rebotando en las paredes haciéndola cada vez más fuerte.

"La bestia oscura volverá..."

—¿Quién eres?—soltó de inmediato, dándose media vuelta hacia donde la voz había hablado. Todo su cuerpo estaba tenso respondiendo hacia lo desconocido, pero lo que se le hacía más extraño era que la espada maestra no brillaba. No había peligro alguno en la habitación, no había oscuridad. Entonces quien...

"El reino será consumido por el fuego..."

—¡Sal de tu escondite!—partió el aire con la esposa esperando darle al fantasma que lo atormentaba.

Sabía que era lo que le decía.

Era la profecía del reino de Liones que indicaba el regreso de la bestia oscura. Aquella profecía que conocía hasta al revés por lo mucho que se la han dicho.

"los gritos de la gente quedarán como un eco que los sobrevivientes escucharán por años..."

—Ay no la princesa...—rapidamemte Meliodas se movió hacia la puerta de su habitación, buscando escapar de aquella espectral voz, tratando de ir hacia la albina para asegurarse de que ella estuviera bien. No podía permitir que ella estuviera en peligro por algo que ni siquiera podía ver. Pero apenas colocó su mano sobre la perilla, está pareció arder con fuerza quemando su mano y haciendo que el rubio diera un saltó hacia atrás gruñendo.

Miro su mano roja por haber sido súbitamente quemada y luego observo como la perilla de la puerta estaba brillando con colores negros, morados y rojos.

Eso era magia maligna.

"Sin embargo, el secreto para derrotarlo se encuentra enterrado en estás tierras, los elegidos por la corona lucharán incluso después de la muerte"

¡Cállate! ¡Cállate!— se retorció en el suelo, su mano ardía, carajo dolía bastante. Con horror observo como aquella magia maligna comenzaba a extenderse por todo su brazo pudriendo su carne y quemando todo a su paso hasta que su brazo izquierdo quedó completamente cubierto por la oscuridad.

Meliodas soltó un grito de dolor puro.

Y de pronto todo quedó de nuevo en silencio...

Meliodas se quedó con la respiración agitada siendo lo único que llenaba el silencio sepulcral de la habitación. El sudor frío bajaba por su frente mojando su rostro y se puso de pie temblando. ¿Que había sido eso?...

Antes de que pudiera dar un paso hacia el frente sintió una presencia justo detrás de él, se aferró a su espada dispuesto a partir en 2 aquello que lo había atormentado, pero aquella cosa fue más rápida que él.

¡Imposible!

Una mano delgada se aferraron a su mano izquierda impidiéndole usar la espada, la otra se aferró a su contra y luego aquello se pegó a su cuerpo haciéndole sentir un par de voluptuosos senos sobre su espalda. Se puso tenso de inmediato ante aquel contacto tan íntimo, pero no pudo ni quejarse cuando la dueña soltó una risita burlona, luego se agachó hasta que su rostro quedó sobre su hombro y Meliodas casi se desmalla cuando reconoció aquellos largos cabellos plateados y esos ojos azules.

Era la princesa Elizabeth quien lo observaba con una maldad burlona y fría.

La joven se acercó hasta su oído con pillería como si todo eso no fuera más que una gran broma y luego dejó salir sus últimas palabras en un susurró desalentador.

"y el brillo de la luz sagrada disipará las tinieblas a costa del corazón del héroe"

Un potente dolor atravesó completamente todo su cuerpo. La mano de la joven había caído sobre su pecho con una fuerza sobrehumana, su puño había atravesado su carne y sus huesos clavándose en lo más profundo de su ser y haciendo que esté se retorciera de dolor. Aquella mano paso a ser unas garras filosas que desgarraron su carne desde adentro y partieron sus costillas mientras buscaban sin parar, poncho sus pulmones, movio las garras hacia abajo para rasgar su estómago, destrozó todo su ser desde adentro mientras Meliodas solo podía gritar y gruñir del dolor.

La espada cayó al suelo en un sonido seco, la sangre salió de su boca al igual que de su pecho y Meliodas vio con horror como la princesa se transformaba. Aquello ya no tenía la forma de Elizabeth, sus ojos habían cambiado a unos negros como el abismo y su cuerpo tomó la forma de una sombra oscura. La bestia se había materializado ante él, burlándose por lo tonto que había sido al bajar la guardia por la princesa y soltó un gemido de gozo cuando por fin logró tomar el órgano que quería.

La bestia oscura tomó su corazón chorreante de sangre entre sus manos y le sonrió mostrarnole unos dientes filosos y podridos como de tiburón. Luego lo tumbó al suelo y el moribundo héroe se dejó morir.

Por supuesto, ¿Cómo había podido dudar?

Un ser tan puro como la princesa Elizabeth jamás sería capaz de dañarlo, nunca, ella era verdaderamente un ángel que las dosoas le habían mandado. Ella era su salvación. Ella era...

Una calidez lo recorrió calmando el dolor que le había sido causado. Fue como si de la nada todo hubiera vuelto a su lugar. La sangre dejo de caer como agua desde su pecho. Sus pulmones recuperaron su forma llenándose de aire. La bestia oscura soltó un grito de agonía pura como si se hubiera quemado vivo y Meliodas sintió su corazón de oro latiendo de nuevo en su interior. Aún demasiado débil como para abrir los ojos, el héroe sintió unos brazos cálidos rodeando su cuerpo y dejó que la dueña lo acostara sobre su regazo.

Un suave tarareo junto con unas caricias dulces sobre su rostro fueron lo que lo hicieron abrir los ojos.

Ante él su ángel le estaba sonriendo. La princesa Elizabeth, la verdadera Elizabeth está vez,  cantaba una canción de cuna que él no había escuchado jamás en su vida y dejaba caricias de paz sobre su piel. Eran tan reconfortantes que el héroe dejó que ella destruyera sus barreras emocionales y más lágrimas salieron de sus ojos. Meliodas sacó todo su miedo entre suspiros y lagrimas y permitió que ella siguiera sanando su dolor con aquellas manos curativas.

—Lo siento tanto—murmuró—Lamento mucho...—

—Shhh—lo silenció de inmediato, dedicándole la mirada más dulce que jamás le había dado y luego se inclinó hasta que sus cabellos platas le hicieran cosquillas en las mejillas. Ya no había sangre, ya no había voces, ya no había dolor, solo estaban ella, su luz y su calidez. Estaban tan cerca que si el rubio lo quería, solo necesitaba alzar un poco la cabeza para que sus labios se...—Despierta, querido Meliodas...debes despertar—


—¡Elizabeth!—sudando frío el héroe se levantó de aquella pesadilla de inmediato. Se sentó en su cama tomando la espada sagrada de inmediato y miró en todas direcciones.

Estaba solo, en su habitación, con el sonido del bullicio de la gente llenando el silencio y su corazón martilleando en el pecho.

Inhaló hondo cuando se dió cuenta de que todo había sido solo una horrenda pesadilla y volvió a dejarse caer sobre la almohada.

Había sido horrible. Primero la canción ancestral comenzó a tocar, luego la bestia oscura lo había atacado tomando la apariencia de la princesa, lo había asesinado...pero finalmente su ángel había ido a rescatarlo, la verdadera princesa elizabeth alivió todos sus dolores y le llenó el pecho de calidez. 

—Estupidas pesadillas—murmuró para si mismo únicamente y se dispuso a ponerse de pie. Había amanecido finalmente, dejó salir el aire de sus pulmones tratando de controlar su corazón acelerado y se puso de pie dispuesto a irse. Debía ir con la princesa, tenían un día algo movido para ir hacia la ciudad de los gigantes, después de eso tendrían que retirarse y por órdenes de ella volverían al castillo por unos días.

Meliodas no podía olvidar su pesadilla. Podía sonar supersticioso, pero él siempre creía que todos los sueños tenían un significado. Su pesadilla le quería decir algo, ¿Pero que...?

Ya tendría tiempo de ponerse a meditar sobre eso, ahora mismo su prioridad era su trabajo. Cuando estuvo listo con su túnica de campeón, se aseguró de limpiar su rostro sudoroso y tomó la espada sagrada, el héroe salió de su habitación con la expresión serena como siempre y camino hasta la habitación de la princesa.

Su puerta seguía cerrada.

Con un suspiro preparándose mentalmente para lo que venía alzó su mano para tocar la puerta suavemente. Todavía recordaba todo lo que ella le había dicho el día anterior y temía mucho encontrarse con más gritos.

—Princesa...—murmuró un poco, no recibió ninguna respuesta y cerró los ojos. Volvió a tocar la puerta está vez con un poco más de fuerza y espero a que la joven despertara—Princesa Elizabeth, ya es hora de movilizarnos—nada, ni un solo sonido, Meliodas alzó una ceja comenzando a sentir algo extraño en el estómago y tocó nuevamente, con todavía más fuerza haciendo más ruido—Su majestad...—

—¡Señor Meliodas!—la voz de un pequeño niño impidió que el escolta pudiera seguir con su labor. El rubio se dió la vuelta para ver al pequeño que lo saludaba alegre y miró como este mismo se le acercaba—¡Buenos días señor Meliodas que alegría es verlo despierto! ¡Por favor pase a nuestro comer, el desayuno está servido y...!—

—Gracias, pero no puedo moverme de aquí hasta que la princesa salga —el pequeño se mantuvo pensativo, llevando uno de sus dedos pequeños hasta sus labios como si lo que supiera fuera algo malo. Luego vio hacia ambos lados temiendo que alguien pudiera escuchar y dió un pasó más hacia el héroe, con una ceña de su mano le dejo que se acercara y el blondo se agachó hasta quedar a la altura del niño.

El pequeño no perdió el tiempo y se inclinó hacia su oreja.

—La princesa Elizabeth salió hace ya varias horas sin que nadie se diera cuenta—

Aquellas palabras hicieron eco en su cabeza, su mundo entero se tambaleó y sin importarle nada se puso de pie de inmediato y salió corriendo hacia el pasillo para salir de la posada.

La gente lo vio extraño al verlo tan acelerado y lo vieron todavía más extraño cuando el héroe se atrevió a ir por el camino de la montaña de la muerte sin un elixir que pudiera protegerlo del calor infernal de la lava del volcán.

¿Por qué la princesa se había ido sola?

Qué les pareció? Les gustó? Espero que si ✨ me gustaría saber sobre sus opiniones.

Dios mío, capítulo 16 y todavía no vamos ni a la mitad de la historia jaja. Faltan varias cosas todavía por parte del guión original y faltan cosas que yo le quiero agregar 👀 que de hecho, las escenas que forman parte del juego las estoy sacando de un vídeo que dura 46 minutos y apenas llevo 4 minutos de ese video jaja. Cómo dije, faltan cosas.

Pero ya hay avance, aunque no me lo crean, lo sucedido en este capítulo sera muy necesario para el "punto de no retorno" como me gusta llamarle ;) ¿Cuál es el "punto de no retorno"? Yo sé los diré cuando suceda

Ufff Mel tuvo una pesadilla, las palabras de la adivina son la profecía que mueven a nuestro héroe, me preguntó que significarán? 👀

En fin, nos vemos en el próximo capítulo ✨

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