XV
Capítulo 15: Los sentimientos del campeón
Meliodas estaba en su habitación, solo, con la espada recargada en la pared a su lado y las mejillas coloradas. No podía dormir, sencillamente no lograba conciliar el sueño y no por culpa de sus inseguridades recurrentes o sus miedos, si no por algo más, su mente se veía ocupada por la cara de la princesa del reino y su belleza.
Cuando regresaron a la posada ninguno habló, aunque está vez no se sintió tenso ni incómodo, Elizabeth respetó su espacio dándole tiempo para que se repusiera por completo, no le habló, pero si le dedicó miradas calidad de apoyo y una que otra sonrisa pequeña que parecía más una mueca. Para el caballero eso se sintió como de ensueño, un brillo de esperanza de que su relación con la princesa cambiara se asomó por el horizonte...aunque todo dependía de sus cambios de humor.
No era tonto ni insensible, estaba consciente de que la princesa estaba bajo presión y, así como él, estaba seguro de que ella era insegura y su mente le jugaba en contra. De ahí surgían aquellos cambios de humor tan confusos, lo único que al blondo le molestaba era que ella descargara aquella ira en él. Sabía que algún día podría llegar a cansarse de aquella actitud pero mientras tanto sería tan paciente como pudiera.
Además, si lo sucedido aquel día se seguía repitiendo entonces por fin podrían decirme adios a su incómoda dinámica de silencio y repulsion, al fin podrían llevar todo en paz y confiar el uno en el otro. Meliodas la adoraba, le era completamente fiel porque desde que se convirtió en su escolta pudo ver a través de ella, se dio cuenta de lo tristes que eran sus ojos, de lo forzado de su postura, de como sentía escalofríos cada que el rey la mandaba llamar y lo cómoda y feliz que estaba cuando investigaba tecnología ancestral. Él había tenido pequeños vistazos de la verdadera princesa Elizabeth y eso había sido razón suficiente para declararle su lealtad.
Además, sus ojos opacos le provocaban curiosidad. ¿Cómo sería ver aquellos azules brillando todo el tiempo?, ¿Cómo sería ver aquellos azules brillando...por él?
El rubor en su rostro lo hizo reaccionar. ¿En qué carajos estaba pensando? ¡No era propio de un caballero! Él tan solo era su servidor, debía velar por su seguridad y en vez de preocuparse por los peligros estaba pensando en sus ojos, en su cabello, en lo suave de su piel contra sus labios...
Eso estaba mal, muy mal.
Gruñó en bajo y cubrió sus ojos con su propio brazo, deseaba despejarse de cualquier manera, olvidar lo que estaba pensando. Pero el silencio y la soledad en la que estaba sumido no eran de mucha ayuda. Totalmente fastidiado de su propia mente, el escolta se levantó de la cama sin importar que el sol estaba por salir en unas cuantas horas, tomó la espada sagrada entre sus manos y salió de su habitación. No iría muy lejos porque debía de seguir cuidando a la princesa, pero lo que necesitaba para olvidarse un poco de todo el entrenar.
Sin fijarse en la mirada que el dueño de la posada le dedicó, Meliodas salió del lugar, fue por los distintos caminos hasta que llegó a una zona despejada desde donde aún podía ver la posada y sacó la espada de su funda.
Aprovechando el frío de la noche, su mente atormentada y los músculos tensos, comenzó a moverse con gracia visualizando a algún enemigo imaginario.
—Te ves cansado—la voz de la princesa Elizabeth lo hizo reaccionar. El sol ya estaba en el cielo iluminando todo el poblado, el sonido de la vida en el lugar lastimaba un poco sus oídos y ambos se encontraban esperando a que el guerrero Ludociel fuera por ellos.
La misión de la albina era hacerle unas cuantas mejoras a la bestia divina, pero debido a que esta se encontraba en los cielos la única forma de llegar era que algún Vogel los llevara.
—Estoy bien, majestad—murnuro en bajo, desviando su mirada ojerosa de la princesa tratando de que ella no lo viera en tal estado. La joven frunció el ceño debido a su reacción y refunfuño.
—No dormiste bien—Meliodas suspiró—¿Hay algo que te tenga inquieto?—
"—Tú me tienes así...—" pensó para si mismo y se regañó por haberlo hecho, ella no podía enterarse, no lograría entenderlo aunque se lo dijera, por lo que solo negó con la cabeza y se mantuvo firme.
—No se preocupe por mi, estoy acostumbrado a no dormir—Elizabeth asintió—Estare bien—
—Si tu lo dices—la joven rodó los ojos sabiendo que su escolta le ocultaba su pesar, no importaba, apenas estaban avanzando en su relación y no lo iba presionar, cuando se sintiera listo (si eso alguna vez pasaba) seguro que le diría.
—¿Durmió bien majestad?—la princesa sonrió un poco y asintió.
—Si, agradezco tu pregunta—una reverencia fue la única respuesta por parte del caballero.
—¡Princesa!—la voz de Ludociel los hizo despertar a ambos de su ensoñación. Meliodas frunció su ceño y se dio media vuelta para evitar verlo llegar, esa acción no fue ignorada por la princesa quien no hizo nada para reprenderlo y se puso de pie con una sonrisa.
—Ludociel, llegas tarde—reprendio.
—Mis disculpas su majestad, pero mi entrenamiento era más importante, no por nada soy el mejor—solto unas cuantas risas, Meliodas sabía que aquel comentario había sido directamente para él, contuvo el gruñido que luchó por salir de su garganta y se volteo para poder encargar a su compañero de orden.
Los ojos de ambos se cruzaron de inmediato, Meliodas mantuvo su cara inexpresiva y serena mientras que Ludociel mantuvo aquella sonrisa arrogante en el rostro, ninguno se dijo nada, tan solo mantuvieron en silencio con la tensión palpando el ambiente. La princesa tragó saliva ignorando aquello y carraspeo para llamar la atención de ambos hombres.
—Si no te molesta Ludociel, ¿Podrías llevarnos hacia la bestia divina? Debo hacerle unos cuantos ajustes para que se te facilite más utilizarla—
—Vamos princesa—el contrario rió—Para mi ya es bastante sencillo utilizarla, Taarmel y yo somos como uno mismo—ese comentario alegró bastante a la princesa del reino, al menos le aliviaba saber que uno de los campeones estaba familiarizado con su bestia, eso sería de gran utilidad, para cuándo la bestia oscura surja seguro que Ludociel sería el primero en atacar.
La sonrisa en su rostro fue tan maravillosa que la joven no pudo evitar acercarse un poco más hacia el campeón. Al notar aquello el rubio apretó fuerte los dientes y no pudo evitar la mirada de enojo que le dedicó al de alas.
Ella estaba demasiado cerca de él. Ella le estaba...sonriendo a él.
—Me hace tan feliz saber eso Ludociel, en verdad eres increíble—el contrario pareció haber recibido la mismísima corona porque su expresión de orgullo hacia si mismo fue bastante notable y la irritación en Meliodas fue mayor—De todas formas me encantaría hacerle unas cuantas revisiones, para mejorar su uso y que sea más cómodo para ti—
—Sus deseos siempre serán órdenes, mi princesa—el de cabellos negros se inclinó en una reverencia ante la joven princesa, luego tomó su mano entre las suyas y le plantó un beso sobre el dorso de esta. La princesa se sonrojo levemente ante aquella acción y se rió nerviosa, no esperaba eso.
En cuanto Ludociel despegó los labios Elizabeth alejó su mano con rapidez tratando de evitar que eso vuelva a suceder pero continuo con su sonrisa.
Lástima para ambos, aquella imagen ya había quedado marcada a fuego en la mente del escolta que estaba a nada de golpear en el rostro a Ludociel.
¿Por qué se sentía tan molesto? ¿Acaso era por la actitud arrogante y engreída del campeón? ¿Acaso era por su conversación del día anterior donde le decía "indigno" de portar la espada (además de insultarla llamándola "Pedazo de metal")? ¿Acaso era por recordarle sus inseguridades?...No, Meliodas sabía que la razón por la que sentía eso no era por nada eso, al inicio si, pero justo en esos momentos su molestia había sido el contacto tan cercano que tuvo con la princesa.
La manera en la que la vio, como si fuera una especie de trofeo, la manera en la que tomó su mano y la beso...sentía repulsion de solo recordarlo.
"—Controlate...—" se dijo a si mismo "—No dejes que ella lo note, no dejes que él lo note...—" inhaló hondo para mantener el control y relajó su ceño fruncido, mantuvo su compostura deshaciéndose de aquellos sentimientos amargos y se mantuvo firme en su posición.
No tenía que mezclar cosas personales con su trabajo.
—¡Si me permite princesa!—
—¡Kyaaaa!—sorprendiendo a ambos, en un movimiento rapido Ludociel tomó a la princesa entre sus brazos, la cargó de tal manera que ella terminó sobre su hombro e ignorando al rubio se elevó un poco. El grito de la princesa volvió a sonar entre ambos e inconscientemente ella se aferró con fuerza al Vogel. El campeón se rió bastante al ver su reacción y Meliodas no pudo contener su enojo.
—Ludociel—advirtio, el pelinegro volteo a verlo sin ocultar su fastidio cuando escuchó su voz y rodó los ojos.
—¿Qué?—refunfuño—Llevaré a la princesa a la bestia tal y como ella quiere, no tiene alas así que yo la llevaré—el blondo frunció el ceño—Tú puedes esperar aqui—
—Soy el escolta de la princesa, mi deber es estar donde ella está—
—¿No crees que la fastidias al seguirla a todos lados?—el rubio se mordió la mejilla y gruñó, pero no pudo replicar ante aquel comentario, sabía que a la princesa si le fastidiaba que la siguiera, pero era su deber y no podía hacer algo al respecto. Al no obtener respuesta Ludociel se coronó victorioso y sonrió de nuevo—¿Lo ves? Deja que la lleve, tú puedes quedarte...—
—Ludociel—la voz de la princesa fue lo único que consiguió hacerlo callar, para cuándo el Vogel volteo a ver a la mujer, está tenía una clara expresión de enojo en la cara y tenía los brazos cruzados en una posición de autoridad que el de cabellos negros jamás había visto. Por unos segundos su máscara de orgullo y vanidad pareció romperse—Si Meliodas no viene conmigo entonces yo no voy a ninguna parte—
—Su majestad, pero...—
—Ademas no pasa nada si no le hago ajustes, tú mismo me acabas de decir que no tienen problemas, ¿Cierto?—ludociel permaneció callado—Asi que, si fueras tan amable querido Ludociel, por favor, lleva a Meliodas también, me sentiría más segura si tengo a mi escolta a mi lado—el contrario no tuvo nada más que decir y Meliodas en verdad se sintió aliviado de ser bien recibido por la princesa.
Ya es un avance, uno grande para ellos por insignificante que pareciera.
A regañientes y cabizbajo, Ludociel bajó a la princesa de sus brazos con cuidado, luego se aproximó hasta Meliodas quien lo miró no muy convencido y le dio la espalda.
—Sube—
—¿No esperas que me suba en tu espalda, o si?—
—¿Tienes una mejor idea para subir?—el de ojos verdes gruñó en respuesta y Ludociel rodó los ojos—Oh si quieres puedo cargarte como princesa, si al héroe le molesta tanto subir a mi espalda—no había de otra al parecer y tampoco deseaba que lo cargará como niño o como bebé, eso sería más humillante que estar en su espalda.
Con cuidado de no lastimar sus alas, el blondo se subió sobre la espalda de campeón, se aferró a los hombros del peli negro con fuerza maldiciendo por dentro y rogó a todas las diosas porque al Vogel no se le ocurriera soltarlo en los aires y dejarlo caer.
—Volvere por usted—le dijo a la princesa, la albina le dedicó una sonrisa radiante al verse complacida y asintió con la cabeza. Eso pareció subir un poco el ánimo de Ludociel quien de inmediato se alzó en los aires.
El tirón que sintió el rubio fue potente, el Vogel no tuvo ningún cuidado, tan solo se elevó dejando que su estómago diera un vuelto y clavara las uñas sobre sus hombros. Voló tan alto y tan rápido que Meliodas temió caerse por unos segundos.
Por suerte todo fue bastante rápido, tan pronto como habían despegado, Ludociel aterrizó sobre la bestia divina quien hacía sonidos metálicos cada que sus turbinas se movían, lo dejó con algo de brusquedad encima de aquella cosa y sin dirigirle palabra o mirada se dejó caer para ir por la princesa que esperaba con paciencia.
Una vez sobre aquella cosa, Meliodas se permitió ver hacia abajo y el vértigo que le dio lo hizo retroceder. Era una preciosa vista, el poblado Vogel se veía hermoso desde arriba al igual que todo el reino, desde esa gran altura era capaz de ver la montaña de la muerte, los bosques de Liones, las colinas donde vivían los humanos del caos y hasta el gran castillo del reino...pero la sensación de que la tierra lo llamaba hacia una caída mortal era más fuerte que aquellos bonitos paisajes.
Eso le permitió ver dónde estaba. El lomo de la bestia divina tenía toda la forma de estar hecho para ser habitable, tenía unas cuantas columnas donde podría recargarse a descansar y una enorme cosa que brillaba de un color azul intenso, suponía que eso era lo que le permitía a la bestia divina estar en movimiento ya que parecía verse muy especial. Se acercó ligeramente a aquel capullo brillante en el centro y lo inspeccionó con curiosidad, era rígido, duro, pero de él se sentía parte del poder del caos.
Si, en definitivo esa era la fuente de poder de aquella cosa.
Pronto la princesa se unió a él de igual manera haciendo que Meliodas detuviera su pequeña exploracion para acercarse a ella, la albina le dedicó una sonrisa pequeña pero sincera que le lleno el estómago de mariposas y tras sacar la "Tableta del caos" se acercó hacia la entrada a la bestia divina (aquella zona que le permitía acceder al interior) el blondo no tardó en seguirla planeando mantenerse a su lado, pero fue entonces que la joven se dio media vuelta y alzó una mano en forma de negación.
—Ire yo sola, descuida—murmuró
—Pero princesa, mi deber...—
—El interior de la bestia no es peligroso, te lo prometo —rio un poco haciéndole saber a Meliodas que no estaba molesta ni que hubiera tenido algún cambio de humor— No son más que unos cuantos controles y cámaras llenas de engranajes ancestrales, necesito mi espacio para concentrarme. Además no voy a caerme—colocó sus manos sobre su cadera de manera burlona tratando de que el blondo se sintiera en confianza.
Aún así el de ojos verdes no pareció muy convencido, pero dio dos pasos hacia atrás dando a entender que respetaba la decisión de la joven. La princesa lo agradeció y se introdujo en la bestia sin más preámbulo con una sonrisa de emoción en su rostro.
Al menos verla de tal forma hizo que Meliodas sintiera su corazón llenarse de calidez. Era bueno verla emocionada, se notaba que todo eso de las investigaciones le gustaba mucho.
Con un suspiro se dio media vuelta, dispuesto a quedarse en aquel lugar para esperarla hasta que llegue, sin embargo no contaba con la mirada de pocos amigos que Ludociel le estaba dedicando. Se estremeció ligeramente pero le sostuvo la mirada.
—Ya estamos arriba—exclamo fuerte el de alas grandes, Meliodas no comprendió a que venía tal comentario—Te dije que resolvieramos nuestras diferencias en este lugar—
Ah...así que a eso se refería.
Una pequeña sonrisa adorno el rostro estoico del blondo, quien negó suavemente con la cabeza y cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Todavía sigues con eso? —tal comentario fastidio a Ludociel.
—¿Temes que te venza, pequeño héroe?—aquellas palabras desencadenaron varias emociones dentro del humano.
Por un lado estaba su lado racional quien le gritaba que una pelea arriba de esa bestia sería algo bastante riesgoso para él, podría llegar a caer. Su lado molesto deseaba demostrarle a Ludociel el porque siempre lo mandaban a él a misiones casi suicidas, no había ser que pudiera derrotarlo. Y su lado nostálgico le hizo recordar algo que no quería, se vio a si mismo de 10 años, mirando con ojos vidriosos a una esquina del campo de entrenamiento, con su espada en la mano y el cuerpo magullado...mientras que uno de los niños más grandes que él le repetía aquellas palabras con burla
"—¿Temes que te venza, pequeño héroe?—se burlaba el otro niño, él era más grande que Meliodas, tenía una gran fuerza para su edad, pero el rubio no quería luchar contra él. Odiaba que los bravucones lo retaran a un duelo solo por celos y despecho.
—Por favor déjame en paz—murmuro, pero el otro niño soltó más burlas y el grupo que lo acompañaba hizo lo mismo.
—¡Miren!—lo señaló—¡El GRAN héroe del reino está asustado de luchar contra mi!— sus compañeros rieron más fuerte y el enojo de Meliodas comenzó a salirse de control—¡No puede ni sostener bien la espada sagrada, creo que yo debería de...ahhhhh!— en un segundo, como un rayo, Meliodas ya lo había puesto contra el suelo, su pie estaba sobre su garganta callando el grito de dolor que salió de esta y su rostro no reflejaba nada...no un solo sentimiento.
—Mi espada solo es levantada contra el mal—todos los niños callaron y dieron un paso hacia atrás—Alguien tan patético como tú no es digno de que la espada se levante en su contra—el contrario grupo con enojo, golpeando la pierna del dolorido Meliodas para zafarse del agarre, de manera inútil ya que el rubio parecía tener el peso de un demonio rojo y no se movía.
Cuando por fin este comenzó a ponerse casi morado por la falta de aire, el pequeño rubio retiró el pie dando unos pasos hacia atrás dejando libre al bravucón y luego camino hasta donde estaban las espadas para dejar su arma sagrada y tomar una común y corriente.
Ante tal acción los demás niños temblaron, pero el bravucón se levantó tembloroso lleno de irá.
—El primero que sangre gana—fue lo único que el bravucón escupió cuando vio la acción del rubio.
Y el pequeño niño solo quiso llorar de impotencia. ¿Cuando lo dejarían en paz? "
Aquel recuerdo fugaz tensó sus músculos y lo hizo llevar su mano hasta el mango de la espada. El arma no reaccionó ante su toque, el espíritu en su interior estaba tan tranquilo al no sentir ningún peligro.
—Mi espada solo se levanta ante el mal—gritó para que sus palabras se escucharan—No pienso usarla contra ti—
—Siempre está el combate cuerpo a cuerpo—
—¿Por qué te empeñas en pelear contra mi?—sus ojos lo inspeccionaron y el cuerpo de Ludociel se puso tenso—¿Qué ganas si te enfrentas conmigo? Somos compañeros Ludociel—
—Si logro vencerte podré demostrar que yo soy mejor que tú—
—¿Y eso en que te ayudaría?—ambos se estaban acercando de manera peligrosa, cada uno esperando el mínimo movimiento para lanzarse en un combate.
—¡Todo el reino vería que yo soy más digno de ser el héroe! ¡La gente me vería, me admiraria!—Meliodas comenzó a entender las cosas. Ludociel solo era tan inseguro como todos los demás, matándose en entrenamiento para demostrar su valía sin ser capaz de ver aquello que ya tenía.
—Tienes la adoración de tu pueblo—el peli negro apretó los puños—¿Por qué quieres más?—
—¡Porque merezco más!—grito—¡No me he esforzado toda mi vida para que tú vengas a opacar mi momento!—pobre Ludociel, si tan solo supiera que Meliodas no deseaba opacar a nadie, al contrario, lo que el blondo más deseaba era pasar desapercibido, tener una vida tranquila, lejos de la guerra, lejos del dolor, lejos de la muerte...
Pero proteger a quienes quería venía de la mano con la espada, estaba encadenado a usar un arma.
—Yo nunca he hecho nada para opacarte—frunció su ceño—Tu mismo te opacas con estos celos—
—¡Jamás podrías entenderlo!—una risa sin gracia salió del pecho de Meliodas.
—Créeme que lo entiendo, mejor de lo que crees—pero Ludociel no escuchó, sacó su arco de detrás de su espalda y sacó una flecha de su carcaj, ante aquella acción Meliodas negó con la cabeza, deseaba golpearlo, pero entender un poco más sobre aquellos sentimientos de Ludociel lo hizo sentir pena por él. Con un bufido se dio media vuelta, pero esa acción fue tomada como un acto de osadía por el contrario.
Antes de poder retirarse, una flecha paso rosando su brazo, rompiendo la túnica de campeón que la princesa le había hecho y dejando a Meliodas paralizado en su lugar.
—Terminemos con nuestras diferencias de una vez—exclamo Ludociel, pero para ese momento Meliodas escuchaba su voz cada vez más lejana—Un único duelo, el primero que sangre pierde—
La única respuesta por parte del caballero fue sacar la espada maestra de su funda, la mantuvo en su mano tensa esperando ansioso el siguiente movimiento por parte del Vogel y permaneció ahí.
Había algo en él que nadie sabía, una clase de "poder" si así querían llamarle, su entrenamiento al haber empezado desde muy pequeño le dio una habilidad única.
Cuando esquivaba las cosas, si lograba hacerlo en el momento adecuado, todo comenzaba a moverse en camara lenta. La espada, la flecha, el golpe, las personas, los animales y hasta él mismo...todo comenzaba a ir tan lento que le daba a Meliodas el tiempo necesario para analizar la situación, esquivar el ataque y luego atacar a su oponente en el lado que dejó desprotegido.
No deseaba hacer sufrir a Ludociel, fuera del hecho que en serio quisiera golpearlo, eso no quitaba que su honor estaba de por medio.
Su espada solo se levantaba contra el mal y Ludociel no era malvado...solo estupido e inseguro.
Un movimiento, no necesitaba más que solo un movimiento.
Al ver qué el rubio no se movía de su lugar Ludociel se desesperó de nuevo, se elevó un poco más sacando una flecha y con rapidez apuntó directo hacia el hombro del blondo. La flecha se disparó con rapidez y para cuando Meliodas escucho el sonido de la cuerda fue que se dio media vuelta y saltó.
Todo comenzó a moverse más lento.
El aire, la flecha y el cuerpo del mismo Ludociel. Los ojos del caballero soltaban chispas molestas y miró a su oponente. Ese pequeño segundo en el que Ludociel alzó los brazos para aterrizar en el suelo e hizo a un lado su arco le permitió ver un punto débil, sus costillas. Antes de que la flecha se impactará contra el suelo, Meliodas dio una vuelta en el aire para quedar detrás de Ludociel, alzó la espada y le dio un roce ligero al Vogel en aquella zona.
Para cuando volvió a caer en el suelo todo regreso a la normalidad. La flecha se impacto en el suelo en un punto donde el ya no estaba, el aire que había estado conteniendo en sus pulmones se permitió salir y Ludociel se dejó caer en el suelo con un gruñido de dolor.
Para cuando Meliodas volteó a ver su espada, tenía un fino hilo de sangre en el borde manchando su punta.
El rubio se puso de pie de inmediato, limpió el arma con el pañuelo que siempre tenía guardado en el bolsillo de su pantalón y la guardo de nuevo, se dio media vuelta para poder ver al de cabellos negros y se sintió algo mal al verlo en esa posición.
Cabizbajo, temblando de algo entre el miedo y la ira y sosteniéndose el costado del que salían hilos de sangre. Nada muy grabé, pero la realización de lo que cababa de suceder fue un choque de realidad muy grande para alguien que utilizaba el orgullo como escudo.
—No necesitas matarte en el entrenamiento—comenzo el blondo y Ludociel se tensó más al escuchar su voz—Tampoco necesitas probarle nada al reino...—se acercó hasta él con el pañuelo en su mano y, con cuidado para evitar una reacción violenta, alejó las manos del Vogel de su herida y presiono el pañuelo sobre está para limpiarla. Los ojos de Ludociel se posaron sobre él, pero Meliodas no quiso mirarlo—Lo único que necesitas es probarte a ti mismo de que ya eres un héroe para tu tribu—entonces se atrevió a verlo y lo que encontró dentro de los ojos de ludociel lo dejó paralizado en su lugar.
Rabia, tristeza, decepción...y arrepentimiento.
Colocando su mano sobre el hombro del joven con alas, Meliodas le dio unas cuantas palmadas de ánimo y le dejó el pañuelo manchado de su sangre en la mano.
—Eres un increíble arquero Ludociel y es un honor contar contigo para la batalla—con solo unas cuantas palabras, con solo un pequeño movimiento. Meliodas había destrozado el ego del Vogel y no solo eso, había logrado abrir el paso para tener una amistad complicada pero duradera.
—¡Listo, la bestia ya quedó ahora solo...!—cuando la princesa volvió a salir hacia el lomo de la bestia divina se encontró con una sorpresa que nunca esperó ver. Ambos campeones estaban sentados en la orilla de la bestia, admirando el reino desde aquellas alturas, Meliodas parecía más relajado aunque seguía estando callado mientras que Ludociel tenía una expresión indescifrable en el rostro y de su cuerpo solo podía verse paz.
El de cabellos negros estaba contándole a su escolta algo que ella no alcanzaba escuchar, pero fuera lo que fuera, parecía tenerlos a ambos en su propia burbuja de camaradería y compañerismo. Dejando de lado sus diferencias y molestias para dar paso eso.
Ver aquello la hizo feliz. Le alegraba bastante ver cómo la orden de los campeones se unía de poco a poco.
Le alegraba bastante ver a Meliodas tan tranquilo.
Voy a explicar el porque no quise hacer un duelo elaborado. Para empezar, narrar peleas no se me da muy bien jaja
Y en segundo lugar y la razón más importante, un duelo de tal forma no está dentro de la filosofía de este Meliodas (por ahora al menos 👀) él es un caballero que se basa en su honor y en su destino, él comprende que su arma no es para jugar, es un arma sagrada que sirve solo para purgar el mal de aquellas tierras y ya que él posee aquella responsabilidad entonces debe usarla como es debido
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Por eso en el recuerdo que puse, lo que Meliodas hace es ir por una espada común y corriente, va a darle al bravucón lo que desea, pero manteniendo su espada intacta.
A pesar de que él si deseaba golpear a Ludociel por su carácter molesto, sabía que debía mantener la compostura. Ya que Ludociel es su compañero de orden y no es malvado, solo es inseguro e idiota, así que no era justo descargar su irá sobre alguien con quién comparte unos cuantos sentimientos (como lo es la inseguridad) La única manera de hacerlo era dándole un golpe de realidad a Ludociel, sin usar su arma de manera irresponsable y a su vez calmando sus propios sentimientos de rabia.
Espero haberlo explicado bien ^^✨
Disculpen faltas de ortografía si ven alguna por favor háganme saber para corregirlo de inmediato, mi teclado me odia jaja.
¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si
Sin más que decir nos veremos en algún otro momento.
Por cierto, aquello que Meliodas estaba viendo, que parecía un capullo brillante y que era la fuente de poder de la bestia divina era esto jaja.
Si ven hay columnas y en el centro esta cosa (cada bestia divina tiene la propia ^^) para que puedan imaginarlo mejor se los muestro
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