XIX
Capítulo 19: "Ahora mismo, mis sentimientos son más suyos que míos"
—¿Y de que querías hablar?— mencionó Merlin, dándole un trago a su té y mirando expectante a la albina.
Elizabeth ya estaba lista. Había tomado un baño relajante y algo rápido para limpiar todo su cuerpo después de tanto viaje y no dejar esperando a sus amigos por mucho tiempo. Había permitido que sus damas lavaran su cabello devolviéndole el brillo al que estaba acostumbrada, su piel volvió a su suavidad normal y finalizó con vestirse con un vestido azul intenso de mangas largas sin corona.
Cuando por fin terminó se reunió con Merlin y Arthur en el laboratorio de la mujer excéntrica y apenas estuvieron solos su corazón latió con rapidez. No sabía por cuál de todos los temas empezar y temía bastante terminar más confundida que aliviada. Pero no había otra opción, necesitaba sacar todo lo que su pecho guardaba.
—Bien, lo primero—inhalo hondo y fijó sus ojos azules en los ámbar de la mujer—Sucedio algo con Meliodas y conmigo...—el de cabellos anaranjados se atraganta con la galleta de azúcar que acababa de morder y la princesa tuvo que detener su discurso mientras golpeaba la espalda de su mejor amigo. Después de que Arthur terminara de toser y aclarara su garganta con el té, miró a Elizabeth con los ojos tan abiertos como platos.
—Oh diosas Elizabeth no me digas que él y tú...—Arthur hizo una ceña con su mano simulando dos bocas tocándose, las mejillas pálidas de Elizabeth se pusieron rojas como la misma sangre y rápidamente negó en un chillido vergonzoso tapando su rostro.
—¡NO PARA NADA!—chilló—Diosas Arthur, ¿En qué piensas? ¡Es mi escolta y además él es irritante!—fruncio su ceño—Siempre callado, su mirada sobre mi es intensa, a veces es molesto que me siga a todas partes o que trate de sobre protegerme—ella dudó durante unos segundos, su ceño se ablandó al igual que su corazón y el recuerdo de aquella foto en la que Meliodas aparecía mirando molesto a una ardilla cruzó su mente. Sin darse cuenta sonrió y Merlin la observo atenta—Pero tiene un lado adorable...—sus ojos cambiaron—Es leal y dedicado, siempre demuestra su valía, se preocupa por mi y trata de mostrarse más abierto aunque no lo esté logrando mucho—
—¿Te estás escuchando?—la princesa reaccionó de inmediato y mantuvo la cabeza agachada—Diosas Elizabeth, parece que ya no lo detestas—un suspiro salió de los labios de la joven, negando suavemente con la cabeza y arrugó la tela de su vestido sintiendo su corazón expuesto.
—No, no lo odio—se alzó de hombros—Creo que en realidad nunca lo odié, tan solo no podía soportar la culpa de fallar y decidí que él era perfecto para desquitarme—
—Ellie no entiendo—Arthur se acercó más a la princesa—¿Por qué odiarias al señor Meliodas?—
—Tú más que nadie sabe lo difícil que ha sido para mí intentar despertar mi poder—el joven asintió—Cuando asignaron a Meliodas como mi guardián, pensé que sería una mala broma de las diosas o de mi padre para recordarme lo inútil que era...—suspiro—Él es el héroe, el elegido, controla esa espada a la perfección y yo...solo he decepcionado a todos—
—Oh Ellie...—
—Decidí odiarlo pensando que todo era su culpa, que el reino me veía como una inútil por culpa de él, pero me salvó la vida—sonrió—Trate con todas mis fuerzas de seguirlo odiando, pero era una mentira que ya no podía seguir. No lo odio, le he...agarrado cariño, aunque sea tan irritante con su silencio—inconcientememte llevó sus dos manos hasta su pecho apretando las junto a su corazón y dejó salir varios suspiros de alivio.
Arthur y Merlin se dedicaron una mirada rápida en la que compartían el mismo pensamiento, pero fue la mujer la que termino aclarando su garganta para llamar la atención de la princesa.
—Es bueno que te des cuenta de eso, princesa—el rostro de la azabache tenía una mueca. No porque le molestará el rumbo de la conversación, si no porque no consideraba prudente el sacar conclusiones apresuradas de lo que pensaba que sucedía.
Dejar a dos chicos solos, que tienen más cosas en común que solo un destino, que poco a poco comienzan a acercarse y que para rematar esos dos jóvenes eran la princesa y su caballero, parecía el escenario perfecto para un escándalo real.
Se obligó a si misma a calmar su mente, seguramente estaba malinterpretando las cosas, no podía suceder tal escándalo. A Elizabeth le haría bien tener un amigo que justamente sería su escolta, eso estaría bien, si...
Pero no podía ignorarlo. Mierda se sentía mal por sacar conclusiones tan apresuradas, ella siendo tan sabía e inteligente, pero todo eso no podía salir de su cabeza, de alguna manera la voz de la profecía le daba vueltas en la cabeza al igual que las palabras de la princesa.
"...Y el brillo de la luz sagrada disipará las tinieblas a costa de..."
—¿Sucede algo Merlin?—la mujer del caos salió de sus pensamientos rápidamente al escuchar la voz de la princesa de nuevo. Parpadeó algo confundida, dándose cuenta que se había quedado perdida en su mente por varios minutos y le dedicó una mirada rápida a su hermano. Arthur entendió perfectamente que algo la tenía intrigada, sin embargo no podía decirlo enfrente de la dama albina, a lo que el de cabellos anaranjados desvío su atención de su hermana y le sonrió a Elizabeth.
—Seguro ha de pensar en algún descubrimiento—
—Es verdad—dijo de inmediato, mentira no era, unos días atrás habían descubierto algo realmente intrigante por lo que podría usar esa excusa con la princesa para justificar su poca atención—Descubrimos algo hace pocos días, un santuario nuevo—
—Supongo que todavía no logran acceder a ellos—
—Todavia no sabemos cómo acceder...—inhalo hondo—Pero este santuario en específico ya estaba abierto—Los ojos de la princesa se abrieron de inmediato ante la sorpresa y contuvo el aliento.
—¿Ya enviaron exploradores?—Merlin asintió.
—Se encuentra en la meseta del reino, en una cueva, posee varios escritos antiguos en las paredes y gracias a nuestros traductores descubrimos que se llama "santuario de la vida" — un escalofrío recorrió a la princesa. Que nombre tan específico y a su vez tan extraño, de alguna manera su curiosidad por aquel lugar aumento pese a no haberlo visto jamás y se llenó de dudas—Tras investigar, Escanor y yo descubrimos que ese santuario tiene propiedades curativas—
—Eso es increíble, con ese lugar podemos tratar a tantos como podamos—pero el entusiasmo de la joven se vio opacado cuando la azabache negó con la cabeza y se cruzó de brazos.
—El santuario de la vida solo permite curar a una persona, posee una sola cámara, ahí se deja al herido y según los antiguos escritos, la vida regresa a esa persona—lamentablemente solo podía usarse de uno en uno, bueno, al menos existía el lugar—No sabemos cómo funciona, el lugar está tan apagado como los demás santuarios—La princesa asintió—Pero buscaremos la manera de encenderlo—
—Muy bien trabajo Merlin—la mencionada hizo una reverencia y aprovecho el momento para acercarse más a la princesa.
—Volviendo a nuestro tema, ¿Qué era eso que nos querías decir?—la de ojos azules parpadeó un par de veces algo confundida, los recuerdos de su conversación anterior invadieron su mente y rápidamente recordó que no había podido comentarle a la mujer su extraño caso de "conexión"
Asintió rápido recuperando la emoción en su rostro y juntó sus manos.
—Ocurrio algo muy extraño hace poco, con Meliodas y conmigo—esta vez Arthur se guardó sus comentarios pero miró a su hermana—Cuando estábamos en el poblado Vogel algo sucedió entre Meliodas y Ludociel, no sé bien que fue él no quiso decirme nada, pero Meliodas estaba muy molesto. Sin embargo toda esa molestia que él sentia...también la pude sentir yo—
—¿A qué te refieres?—
—Me refiero a que sus emociones más fuertes, las que más predominan al momento, de alguna manera las puedo sentir yo también y sé que él puede sentir las mías, trata de aparentar que no, pero su postura cambia de inmediato—Merlin abrió sus ojos con sorpresa y se acercó aún más a la princesa comenzando a examinarla de arriba a abajo—Estoy segura de que él todavía no entiende de dónde vienen esas emociones, se confunde, pero he notado su manera de actuar ante esas situaciones y es demasiado obvio—
—¿Tienes alguna hipótesis de por qué sucedió eso?—Elizabeth negó
—Tenia la esperanza de que tú pudieras darme una respuesta, o alguna manera de evitarlo—se alzó de hombros—No quiero que él sienta que estoy invadiendo su privacidad, las emociones son algo muy íntimo de cada persona—tras varios segundos en los que la princesa se quedó callada, ambos hermanos se dieron cuenta de que ahora era su turno de unirse a la conversación. La mujer del caos pasó su lengua por sus labios para humectarlos mientras pensaba en silencio acariciando su barbilla, en cuando algo se le ocurrió asintió con la cabeza y clavó sus ojos en los de la princesa.
—Pues mi hipótesis inicial es que esto sucede debido a su destino—
—Oh...—
—Ustedes dos están unidos por el destino, la profecía no se puede cumplir si alguno de los dos falta. Sospecho que su conexión se hará más fuerte entre más tiempo pasen juntos—una mueca atravesó los labios rosados de la albina y la joven no pudo evitar el pinchazo en su pecho, no sabía como sentirse ante aquella hipótesis—No sé si se deba a eso...—
—Suena lógico—habló Arthur— Aunque me parece bastante increible que solo por compartir un destino sus emociones terminen relacionadas...—el chico se llevó la mano hasta el cabello, peinando un poco sus mechones, pero sin dejar de pensar—Creo que su destino tiene algo que ver, pero yo no creo que sea únicamente por eso—
—¿A qué te refieres?—
—No sé cómo explicarlo, pero estoy casi seguro de que está situación tiene que ver con algo más—asintió decidido—Pero solo nos queda seguir investigando, Ellie, nos mantienes informados de como sigue evolucionando esta condición—la princesa asintió, nerviosa y sus mejillas se pusieron rosadas—Y te recomiendo que le digas a Meliodas—
—¿¡Qué!?—
—Arthur tiene razón, majestad—Merlin asintió—Él debe de estar enterado, para de esta forma ambos traten de controlarlo y, sobre todo, no existan mal entendidos—
Elizabeth inhaló hondo, tenían toda la razón, Meliodas merecía saber la verdad y de alguna forma, eso ayudaría a qué ambos pudieran entenderse mejor (esperaba). Temia que el de ojos verdes viera toda esa situación como una violación a su privacidad, teniendo en cuenta lo reservado que era, pero confiaba en que se lo tomaría bien ya que ninguno de los dos pidió eso, solo sucedió y quedaba aprender a controlarlo.
—Tienen razón—suspiró decidida y tras segundos en silencio se puso de pie—Ire a decírselo ahora—
—¿Sabes dónde se encuentra?—elizaneth negó pero no parecía preocupada por eso.
—Supongo que en la torre de los caballeros, iré a buscarlo ahi—
Ninguno de los dos hizo algo para detenerla, tras una despedida suave de manos, la princesa se retiró del laboratorio de la mujer azabache y se alejó de ahí dejando que sus zapatillas hicieran eco por los pasillos. Tras asegurarse de que ella ya no estaba, Arthur y Merlin se voltearon a ver con ojos dudosos.
—¿También tienes una extraña sensación?—
—Sabes que yo no me dejó guiar por corazonadas—Merlin bufó—Pero en esta ocasión, siento algo...—
—No creo que debamos preocuparnos—suspiró el joven—Es poco probable que suceda—
—No lo se Arth, la manera en la que su mirada cambió cuando empezó a hablar de él...eso no es comun—negó—Puedo darme cuenta de que ella siente algo por Meliodas, cariño obviamente—rodó los ojos—Y eso está bien, será mejor para la princesa si se siente cómoda con su escolta. Lo que me preocupa es que ese cariño evolucione en algo más—el chico de cabellos anaranjados asintió con la cabeza, comprendiendo bien, él opinaba lo mismo que su hermana mayor.
Elizabeth le daba mucha pena, era una verdadera tortura que no podría amar a alguien con libertad sabiendo el escándalo que podría llegar a desencadenar, sin embargo, calmó su mente con una sonrisa.
Era imposible, no creía que Elizabeth podría fijarse en su caballero y mucho menos creía que alguien como Meliodas (siendo tan reservado y dedicado a su trabajo) se atrevería a manchar su honor teniendo una aventura con la mismísima princesa.
—Disculpe ¿Haz visto a Sir Meliodas?—el caballero al que le preguntó casi se le sale el alma cuando la vio cerca de él. El joven (quien se veía que apenas era un aprendiz de caballero) no tardó en ponerse en una posición de firmes algo tensa y asintió con energía. Elizabeth contuvo las ganas de reírse—¿Podrías decirme dónde?—
—¡En su alcoba, majestad!—el tono de voz elevado del aprendiz la hizo dar unos pasos atrás, aún así evito reírse.
—¿Podrías guiarme, por favor?—
—¡Sigame, majestad!—el joven comenzó a caminar con entusiasmo, según él como si fuera una clase de caminata ceremonial (aunque la realidad es que solo se veía chistoso al hacerlo) tras unos minutos de subir escaleras y atravesar pasillos, el joven se detuvo frente a la puerta de la habitación del caballero y se despidió de la princesa con una reverencia torpe.
Una vez sola, Elizabeth se atrevió a mirar a su alrededor para poder apreciar aquella torre a la que nunca había entrado antes. Había visto que era grande, obviamente, pero se notaba bastante la división entre rangos. En los pisos inferiores había bastantes cuartos, se notaba que eran pequeños y era obvio que era para los aprendices, luego en los intermedios estaban las habitaciones de los caballeros, igual de pequeñas pero se notaba que estás estaban más cuidadas y en los pisos superiores se encontraban las habitaciones de los capitanes y de la guardia real.
Eran las habitaciones más grandes de lo que se podía ver desde afuera, las puertas estaban bien cuidadas con la madera fina, la piedra se notaba que era de gran calidad y la alfombra de un color rojo intenso daba la vibra de que estabas entrando a un lugar bastante importante.
Tras inspeccionar a su alrededor, la joven se obligó a si misma a calmar su acelerado corazón y tocó la puerta con suavidad. Rogaba porque Meliodas estuviera en su habitación, porque de no ser así no se le ocurrió en que otro lugar podría estar. ¿El campo de entrenamiento? Quizá ¿Con su caballo? Era probable, se había dado cuenta de que se sentía realmente cercano a su compañero, ¿Haciendo guardia? Teniendo en cuenta lo dedicado que era a su trabajo también era posible.
Podía estar en varios lugares a la vez, oh diosas por favor que si estuviera en...
La puerta se abrió al segundo siguiente y Elizabeth no pudo contener el respingo de sorpresa que salió de sus labios.
Meliodas tenía el cabello húmedo después del viaje que se había dado, todo su cuerpo desprendía un olor a lavanda tan agradable que su corazón se agitó, estaba vestido con un pantalón verde olivo y una camiseta de tirantes de un color rojo. Nunca lo había visto tan...informal, como en ese momento, pero el verlo de esa manera de alguna manera la puso nerviosa.
Sus ojos azules se desviaron hasta sus brazos, notando como estos estaban visiblemente marcados por el arduo entrenamiento al que había sido sometido desde corta edad y su pecho resaltaba gracias a la forma de la camiseta.
Las mejillas de ambos jóvenes se pusieron coloradas y Meliodas carraspeó un poco para llamar la atención de la princesa. Elizabeth parpadeo y bajó los ojos hasta el suelo, no se atrevía a verlo, temía que su atención se desviara.
—Lo lamento no quería molestarte—el rubio negó con rapidez indicando que no estaba molesto—Queria hablar contigo, ¿Puedo...?—la joven señaló hasta el interior de la habitación, pidiendo permiso para entrar a esta misma. La princesa notó como el caballero tragó en seco, visiblemente incómodo de que la joven entrara a su habitación y entendió que estaba obligado a decirle que si, cuando en realidad no quería, Elizabeth deseaba que él se sintiera en confianza al momento de hablar, por lo que se dió cuenta de que estando en su espacio no lo lograria. Antes de que Meliodas pudiera hacerse a un lado elizabeth negó—No, olvídalo, es visible que no quieres que entre a tu habitación—
—No me malinterprete majestad yo...—
—Descuida—la princesa alzó la mano pidiendo silencio—No te preocupes, no voy a molestarme contigo. Deseaba que estuviéramos en un lugar más privado para que te sintieras en confianza—el corazón del caballero brincó dentro de su pecho ante aquellas palabras y casi se le escapa una sonrisa.
Ella quería...ella quería que él se sintiera en confianza, seguro, como si en verdad fueran amigos.
Eso era mucho más de lo que cualquiera había hecho por él en todo el tiempo que llevaba en aquel castillo.
Siempre lo habían expuesto ante la multitud, lo había llevado a lugares donde no quería estar, se había tenido que acostumbrar a andar por la corte cuando solo deseaba un poco de paz. Por primera vez alguien le ofrecía un lugar cómodo y era irónico que fuera justo la princesa quien lo hiciera.
—¿Te gustaría que fueramos a mi laboratorio?—Meliodad asintió, más tranquilo que segundos antes y con aquel cálido sentimiento llenando su ser—Perfecto, vamos—
—Espere un momento en lo que me pongo mi traje de la guardia real, mi túnica de campeón se está lavando—
—¡Oh!—Elizabeth soltó una risita nerviosa y asintió con la cabeza comenzando a jugar nerviosamente con sus dedos—De acuerdo, te esperaré aquí afuera—
—¿Qué deseaba decirme?—ya habían llegado al laboratorio personal de la princesa, que no era más que una torre que estaba conectada justamente con su habitación. Meliodas no se sintió incómodo cuando la princesa le permitió entrar a sus aposentos ya que ya había entrado con anterioridad, durante la noche en la que los miembros del clan demonio se metieron al palacio para matarla.
Seguía siendo extraño tener a su escolta en su cuarto, pero no tan incómodo.
Su laboratorio estaba decorado con varios pergaminos y papeles, todos llenos de escritos y dibujos sobre la tecnología ancestral, tenía varios libreros llenos de libros de historia, política, tecnología y Meliodas pudo leer de reojo títulos de historias de fantasías. De alguna manera eso le recordó a su hermano menor, a Zel le encantaba leer.
—Ponte cómodo—tras mirar una silla cercana, el caballero no tardó en tomar asiento, acomodando su traje de la guardia para que no se arrugara y siguió con la mirada a la joven que arrastró una silla hasta quedar frente a él. Con toda delicadeza y elegancia, la princesa se sentó y clavó sus ojos en el blondo—Ire directo al grano. ¿No has llegado a sentir algo extraño?—aquella pregunta sobresaltó a Meliodas más de lo que Elizabeth se esperaba—¿No has tenido algún sentimiento extraño o nuevo?—El rubio se puso aún más nerviosa tras esa segunda pregunta, ya que la tensión en sus hombros lo delató y sus mejillas se pusieron tan coloradas que parecía que le había dado fiebre. La princesa ladeó la cabeza en clara señal de confusión y observo al caballero. Meliodas parecía debatirse entre salir corriendo o quedarse paralizado en su lugar y Elizabeth debía aceptar que se veía adorable de esa forma.
"—Oh diosas, ¿Se habrá dado cuenta?—" pensó el rubio para si mismo. Él no podía olvidar el pequeño momento que habían compartido la noche anterior, su boca le había dicho algo, pero su mente le habia confesado lo que tanto temia. La quería, se había encariñado con la princesa, le había ganado cariño a esa joven orgullosa y berrinchuda que lo confundía con su actitud. ¿Cómo ella se pudo dar cuenta de sus sentimientos? No había dado ninguna señal...¿O si? "—Es como dijo Drole, mi mirada me delata. El rey va a matarme. Diosas ¿Por qué yo?—"
—¿Meliodas?—
—No entiendo su pregunta majestad—la única solución del caballero fue fingir demencia. Sabía que ya se había delatado con sus ojos nerviosos, pero no podía decir las cosas en voz alta. Era casi un pecado, decirle a la princesa que la quería era como firmar su sentencia o al menos así lo sentía él.
—Lo que trato de decir es, ¿No te ha pasado que estás normal y de la nada, comienzas a sentir emociones...que no son tuyas?—toda la paranoia de Meliodas se hizo añicos cuando comenzó a entender a que se refería la princesa. El blondo dejó salir el aire que había estado conteniendo en sus pulmones y relajó sus músculos casi a la fuerza.
—Creo que ya comprendí—admitió—Si, me ha pasado—
—Lo sabía—la joven suspiro y le indico a su escolta que continuara hablando con un movimiento de su mano.
—Fue justo después del incidente con los miembros del clan demonio, ¿Recuerda que me quedé atrás con Lady Zaneri en lo que buscaba mi caballo?—la princesa asintió—Cuando veníamos de regreso, me invadió una extraña sensación, fue de la nada y me sobresaltó. Comencé a sentir una mezcla de dolor, decepción, ira, tristeza...—Elizabeth pudo recordar a la perfección aquel día, había tenido una pequeña discusión con su padre y le había rogado que por favor le permitiera hacer sus investigaciones. Muchas cosas comenzaron a hacer sentido tras las palabras de Meliodas y comprendió todo—Fue extraño, yo estaba bien y de la nada aparecieron. Fue como un golpe—
—¿Qué sucedió después?—
—Oh bueno...—el blondo tembló un poco al recordar lo siguiente. El dolor había sido tan intenso que había drenado sus fuerzas, pero de inmediato le notificaron que iba a comenzar el viaje junto a la princesa y el alivio que lo inundó fue suficiente como para aliviar su malestar, la paz de saber que él seguiría cuidando de Elizabeth sirvió de ungüento para calmar su dolor—Despues de eso me notificaron que iba a acompañarla en sus viajes y yo...hmm...—
—Meliodas, recuerda que este es un lugar seguro para ti—al verlo tan dubitativo, la albina no dudó ni un segundo en acercarse más. Con cautela para no alterarlo, como si el rubio no fuera más que un ratón asustado. No quería que Meliodas levantara de nuevo las murallas de su verdadero ser al sentirse muy expuesto. Elizabeth le extendió ambas manos pidiéndole silenciosamente que se tocaran y el corazón del de ojos esmeralda latió desbocado.
Aquella fue la señal de que las palabras de la princesa no habían sido en vano. Ahora sí se podía ver un futuro prometedor entre ambos, uno donde por fin pudieran entenderse y dejarían de lado sus diferencias para dar paso a una convivencia sana.
Algo dudoso, Meliodas extendió sus manos y permitió que sus manos cubiertas por los guantes tocaran la piel de la joven, un escalofrío recorrió la espina dorsal de ambos y antes de darles tiempo como para arrepentirse, Elizabeth le dio un apretón y lo miro directamente a los ojos.
—Solo estamos tú y yo, no hay nadie más, nadie puede verte expuesto—meliodas asintió aún demasiado embobado por sentir el calor de la princesa. Lo entendía...por primera vez alguien en ese castillo lo entendía—Entiendo que es difícil para ti confiar en mi, después de todo lo que te he hecho, pero te pido que confíes para contarme esto y...—
—Confio—la voz del joven la hizo callar—Confio en ti—demasiado absorto estaba en la sensación de seguridad que sin querer había olvidado hablarle a la princesa con su título. El caballero se dió cuenta de su error y trató de soltarse para pedir disculpas, sin embargo ella no lo permitió y solo le sonrió.
—Prosigue por favor—
Meliodas inhaló hondo y asintió. No había de otra, debía de confiar.
—Me enteré que la iba a acompañar y sentí mucho alivio, el hecho de pensar en que usted estaría sola sin mi protección me tenía ansioso, deseaba seguir protegiéndola hasta mi último aliento—su agarre se volvió más fuerte sobre ella, pero el caballero no se atrevió a verla directamente a los ojos. Temía ver lo que aquellas esferas azules guardaban en su interior—Porque le juro que si hubiera tenido que quedarme aquí sabiendo que usted estaría afuera sin mi...no habría podido descansar de solo pensar en que usted estaba en peligro, que usted me necesitaba—Meliodas cerró los ojos, diciendo esto último en un susurro que solo la princesa pudo escuchar.
Silencio, uno completo en el que ambos jugaban que sus corazones latían tan fuerte que el contrario podría llegar a escucharlo. El agarre sobre sus manos comenzó a debilitarse mientras sus músculos se relajaban bajó la sensación de cercanía y la mente de Elizabeth estaba hecha un revoltijo. Por unos segundos incluso había olvidado lo que debía de decirle a su escolta, pero es que sus palabras tan dulces sin duda la distrajeron.
En un pasado ella se había molestado, se habría sentido insuficiente de saber que el gran y poderoso heroe la consideraba tan indefensa que tenia la arrogancia de pensar que lo necesitaba. Ahora todo era distinto, lo único que la princesa podía sentir era una profunda calidez, una felicidad de saber que los sentimientos de Meliodas eran sinceros y una necesidad de mantenerlo a su lado.
Incluso ahora había entendido todo.
Ese día, despues de la discusión que tuvo con su padre, había sentido algo hermoso en su pecho que calmó su dolor y al pensarlo lo único que vino a su mente habían sido los ojos del blondo. Ahora sabía la razón de eso.
—Eso que sentiste Meliodas...—despues de varios segundos en los que la princesa se obligó a si misma a recuperar la cordura—Esa sensación de dolor, era mia—los ojos del blondo se abrieron tras aquella revelación y los clavó en los de la princesa. Ahora entendía porque ella quería decirle eso—No entiendo bien la razón, pero de alguna manera tú pudiste sentir lo que yo sentía, así como yo pude sentir lo que tú sentías—
—¿Se refiere...?—la albina asintió.
—Todas esas veces que tuviste un sentimiento externo a ti, era mio—admitio y Meliodas se quedó procesando toda esa información—Me he dado cuenta que solo sucede cuando es un sentimiento muy fuerte—
—¿Desde cuándo lo sabe?—susurro y Elizabeth tuvo que morderse el labio. Como lo sospechó, Meliodas sentía todo eso como una violación a su privacidad y su mandíbula tensa lo demostraba.
—Desde aquella vez en la que te molestaste con Ludociel en el poblado Vogel—Meliodas soltó un respingo y clavo la mirada en el suelo—Me dí cuenta por mi misma—
—¿Por qué no me lo dijo desde antes?—
—Queria esperar a ver a Melin—se hizo pequeña en su lugar—Para contarle todo y buscar una solución o alguna explicación—
—Y mientras estuvo dándose cuenta de todo lo que yo sentía—murmuró.
—Perdoname por no haberte dicho antes Meliodas—Elizabeth suspiró—Pero necesitaba de Merlin para confirmar mis sospechas, el tiempo me hizo darme cuenta de que tenía razón—Meliodas se obligó a si mismo a inhalar profundamente para controlar su propia sensación de molestia.
No debía perder la cabeza, ella tenía razón, conocía de palabra como Merlin era toda una genio y entendía porque la princesa había preferido esperar a consultarla para explicarle todo. Aún así se sentía vulnerable ante Elizabeth y no entendía si eso se sentía bien o mal.
Queria que ella lo supiera todo y a la vez quería evitarlo. Deseaba pertenecerle en cuerpo y alma, pero a la vez tenía miedo.
Alejó esos pensamientos con rapidez cuando los sintió peligrosos y volvió a enfocarse en la princesa.
—Entiendo, su majestad—el contrario asintió y cuando su tono de voz regreso a su neutro casual Elizabeth se permitió relajarse—¿Que fue lo que Merlin le dijo?—
—Ella cree que se debe a nuestro destino—Meliodas suspiró—Piensa que nuestra conexión se debe a eso, pero Arthur cree que es por algo más, solo que no sabe exactamente que—
—¿Y no le dijeron alguna forma de solucionarlo?—con una mirada de pena Elizabeth negó.
—No, lo lamento. Tenía la esperanza de que me dieran alguna solución, porque no quería que sintieras que estaba invadiendo tu privacidad—la molesta del rubio se apagó tras esas palabras y un poco de color regresó a su rostro—Creeme que lo que menos quería era que te sintieras invadido, pero no tenemos manera de deshacerlo, lo siento—
—Esta bien—asintió, no había nada más que hacer—Gracias por haberme dicho, majestad—un apretón más de sus manos fue suficiente para que la princesa se diera cuenta de que todo había salido bien, a la perfección más bien.
Las cosas no se habían puesto tensas y había logrado que Meliodas se abriera ante ella. Era un gran avance para cumplir con lo que había dicho. Ya no más odio injustificado.
Para sorpresa de Elizabeth, Meliodas por fin alzó la cabeza volviendo a clavar sus ojos esmeralda en los de ella, se observaron durante varios segundos en un silencio cómodo y, tras esto, el rubio se permitió sonreír. Le dedicó una suave sonrisa que era solamente para ella y aunque la albina ya lo había visto sonreír antes, está vez se sintió diferente, porque todo dentro de ella brincó emocionado y su estómago se movió con mariposas al darse cuenta de que esa sonrisa era solo suya. Le pertenecía.
—Ahora mismo, mis sentimientos son más suyos que míos...— y el corazón de Elizabeth latió sin control por culpa de las palabras de su caballero escolta.
¿Recuerdan que les dije que el punto de no retorno sería por el capítulo 20? Pues creo que no, será por el 21 o 22 jajaja es que me alargue más de lo que pensé ^^"
En fin, ¿Que les pareció? ¿Les gustó? Espero que si ✨ que bonito como Meliodas comienza a confiar en nuestra Ellie, ¿No creen? 🥹
Disculpen las faltas de ortografía, ayer fue noche mexicana y ando bien desvelada jajaja todo el día anduve medio durmiendo o de plano durmiendo cada que podía y por eso tardé. Pero cumplir, actualice que es lo importante jaja.
Nos vemos en el próximo capítulo ✨
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