XIII
Capítulo 13: Emociones conectadas
—¡Padre!—lo primero que Elizabeth hizo apenas se encontró de nuevo en el castillo fue correr hacia los brazos de su viejo padre. El rey Bartra no se negó ante la muestra de cariño, recibió con amor a su única hija y la cubrió con sus brazos dándole consuelo. Era justo lo que ambos necesitaban en esos momentos, asegurarse de que ambos estaban bien, vivos y listos para seguir adelante.
—Me alegra tanto ver qué estás a salvo—susurró el rey contra el oído de la princesa. La albina asintió, aguantando sus lágrimas para mostrarle fortaleza a su progenitor aunque por dentro deseaba romperse en llanto como niña pequeña—Aunque estaba seguro de que estarías bien, sabía que Meliodas te cuidaría bien—la mención de cierto blondo le causó escalofríos mientras los recuerdos de su desastrosa noche azotaban su cabeza una vez más. Tan vividos como si hubiera vuelto en el tiempo y se encontrará de nuevo en los bosques huyendo, en aquella cueva incómoda, en los brazos del héroe.
Al cerrar sus ojos pudo verlo todo otra vez: La espada brillando ante la malicia, los ojos de Meliodas iluminados por mantener bajo control el poder de la espada sagrada, la calidez de sus cuerpos pegados en el caballo, los susurros y finalmente esa última plática...
¿De dónde había sacado el valor de enfrentarlo de esa manera? ¿De dónde había sacado la valentía de decirle lo que pensaba? Elizabeth aún no lo sabía, pero simplemente no podía seguir con esa duda, Meliodas había demostrado ser alguien reservado, callado e indiferente, pero últimamente sus ojos habían comenzado a transmitir más de lo que su rostro decía, tratar de descifrar lo que pensaba hacia que Elizabeth ya no se sintiera tan frustrada de estar a su lado.
Cuando aquellos verdes esmeralda se tiñeron de calidez, las preguntas inundaron la mente de la princesa, ella quería saber la razón por la que su caballero le dedicaba tan dulce mirada, aunque lamentablemente la respuesta a su duda fue realmente decepcionante y a medias, resulta que el rubio no se había dado cuenta de como la miraba y Elizabeth no sabía como tomarse eso, ¿Era su subconsciente el que lo traicionaba? ¿O quizá él pensaba en algo (o alguien) más y daba la casualidad de que ella lo descubría?.
Fuera lo que fuera eso llenó de desilusión a la princesa. Por primera vez desde que murió su madre, Elizabeth pensó que alguien la apreciaba de verdad, que finalmente había algún soldado que quería a su princesa aunque fuera una inútil o que tenía esperanza de que el reino se diera cuenta de que ella valía más por quien era y no por lo que decía la profecía, pero no era así, sus ilusiones se vieron destruidas cuando el blondo no pudo responder a su pregunta la noche anterior. No debía de confundirse, Meliodas solo cumplía con su deber, no la quería, no la alababa, tan solo hacia lo que su rey le ordenó y ya, era todo.
La protegía porque ella era su trabajo, nada más que eso...
Aquellos pensamientos solo terminaron de ponerla triste y se enojó consigo misma por haber sido tan ingenua. ¿Por qué alguien de su pueblo la querría cuando su debilidad los podría llevar a la ruina?.
Inconscientemente se aferró más al cuerpo de su padre, tratando de cubrir aquella sensación de vacío en su pecho que le dejó el caballero con el sincero amor de un padre.
—Ahora—la voz de su progenitor la sacó de sus pensamientos tormentosos y sin que la princesa quisiera, el rey se separó de su cálido abrazo dejando a la albina con aquella sensación de hueco en su pecho. Los ojos grises de Bartra se posaron en la de los campeones presentes—Sera mejor que hablemos de temas más importantes, en privado. Gracias a ustedes por haber defendido el pueblo con tanta valentía, estoy eternamente agradecido—
—Es nuestro deber, majestad—antes de que Ludociel pudiera hablar para seguirse alabando a su mismo, el lider de los desendientes de gigantes dió un pasó al frente, abrió su boca y uso uno de sus brazos para hacer una reverencia—Usted nos ha confiado la seguridad del reino, como sus protectores estamos felices de haberle servido al pueblo—la satisfacción que causaron esas palabras en el rey se vieron reflejados en la sonrisa enorme que cruzó su rostro. Los 3 campeones presentes dieron una reverencia a la vez y tras un aplauso del monarca todos se enderezaron.
—Espero poder verlos a todos juntos pronto, en alguna otra reunión futura—esas palabras confundieron a Elizabeth—Les deseo el mejor de los viajes a todos ustedes y que las diosas iluminen sus caminos—
—¿C-Cómo?—preguntó—¿Ya se van? ¿Tan pronto?—
—El deber nos llama, mi rayo de luz—el labio inferior de la princesa comenzó a temblar al escuchar la serena voz de la Matriarca. Matrona se acercó un poco para darle una caricia a la princesa y le sonrió como solo una madre podría sonreírle a su hija—Pero nos veremos pronto, tengo el presentimiento de que nuestros caminos están más unidos que nunca—un sentimiento fue lo único que pudo hacer, sabía que si se atrevía a hablar su voz iba delatar lo triste que se sentía por la noticia.
Los planes era que los campeones se quedarán unos días más para poder conocerse, sin embargo toda la situación de anoche pareció cambiar las cosas.
Que desgracia.
—Que tengan buen viaje y gracias por habernos honrado con su valentía—les sonrió a todos, tratando de mostrarse lo más fuerte que podía. Se alejó de Matrona porque ella sabía que si se mantenía cerca de la mujer seguramente se rompería en llanto.
Su padre no se dió cuenta de nada, solo colocó su mano sobre su hombro y tras un último sentimiento de cabeza se dió media vuelta con ella entre sus manos.
—Si nos disculpan...—exclamó fuerte, haciendo unas cuantas señas con la mano varios sirvientes se retiraron, los campeones les dedicaron una última reverencia mientras se retiraban con calma y elizabeth tuvo que contenerse las ganas de voltear a verlos. No deseaba verlos partir, no podría. Una vez estando solos Bartra tomó a su hija de la mano, le dió un pequeño apretón justo como lo hacía cuando Elizabeth era solo una niña y la comenzó a guiar por los pasillos de su hogar. Los ojos grises se desviaron de su camino solo para poder ver de reojo a la princesa, cabizbaja, tensa, al ver esto el rey suspiró—No debes de preocuparte de nada por ahora, hemos registrado el palacio de arriba a abajo y según mis más leales caballeros, no hay ningún rastro de algún miembro del clan demonio—
—Es un alivio—suspiró la princesa, aunque le aliviaba volver a su hogar, seguía temiendo que algún asesino saliera de la nada y que no pidiera protegerse.
—Anoche, cuando se aburrieron de pelear con nuestra gente, parece que todos salieron a buscarte. Estaba claro cuál era su mision...—
—Meliodas mató a uno, se separó del grupo y casi nos encuentra—el sonido de la carne siendo rebanada, el brillo de la espada atravesando y quemando la piel del caballero demonio, el quejido bajo de dolor que fue sofocado por la mano y cuerpo del rubio y finalmente su corazón rugiendo contra sus oidos...un escalofrío la recorrió ante aquel fugaz recuerdo—¿No hubo muertos durante la batalla, verdad?—el silencio que se formó entre ambos después de aquella pregunta agitó el corazón de la princesa. No, por favor no, no quería encontrarse con la terrible noticia de que...
—Por suerte no—las palabras del rey disiparon el miedo que se había formado en su pecho y dejó salir el aire que sus pulmones habían contenido—Hubo bastantes heridos, pero gracias a la princesa Zaneri, al rey Zhivago y al pequeño príncipe Ban que usaron sus poderes curativos no hubo ninguna perdida—Elizabeth asintió y pensó en los 3 implicados, verdaderamente estaba agradecida, fácilmente ellos pudieron haber huido para resguardarse, pero no, se quedaron a apoyar a sus tropas e impidieron que tuvieran bajas. Ahí podía verse la unidad que se acababa de formar entre las distintas razas y que rogaba que perdurara para siempre—Pero no quería hablarte de eso...—
—Lo sé— murmuró.
—Sabes lo que pienso al respecto, Elizabeth, ayer tu vida corrió peligro porque ellos estaban buscando cazarte a ti—de repente la voz de su padre se volvió sombría y grave. Bastante tétrica para el gusto de la albina. Un escalofrío la recorrió y su piel se puso de gallina—No tenías forma de defenderte de sus ataques, eres débil ante ellos—la princesa se hizo más chiquita mientras caminaba, agachando la cabeza y los hombros, desanimada de que esas palabras salieran de la boca de su propio padre, pero tenía razón, ella sabía que él estaba en lo correcto—Es por eso que creo que ya es hora de que dejes de distraerte y comiences a darle prioridad a...—
—No padre, por favor—el rey cerró la boca y volteo a ver a Elizabeth con el ceño fruncido. Al comprender que había cometido un error al interrumpir la princesa se hizo aún más pequeña en su lugar, pero aún así no detuvo su discurso, ella sabía perfectamente lo que él le diría y en verdad no quería hacerlo—Es muy importante que termine mi investigación de la tecnologia ancestral—
—Alguien más puede encargarse de tu investigacion—
—Padre por favor—volvio a rogar—Todos están demasiado metidos en sus propias investigaciones, sería muy injusto osea los humanos del caos cargar aparte con la mia. Unos son parte de la excavación, otros trabajan con guardianes y artefactos, Merlin y Escanor son los únicos capaces de activarla y usarla, solo quedo yo para poder aprender sobre las bestias divinas—porque esa era la única forma en la que Elizabeth se sentía útil para el reino y para su padre.
Aprender tanto sobre la tecnología del caos ancestral le ayudó a ver que, aunque no lograra despertar sus poderes, seguro la fuerza de la tecnología iba a ayudarlos a vencer a la bestia oscura. Se pasó sus momentos de soledad en leer todo sobre la historia del reino, tecnología del caos y las demás razas. Cuando conoció a Merlin, Escanor y Arthur se dio cuenta que había más gente que compartía su pasión y por primera vez sintió que podía pertenecer a un lugar.
Entre todos habían comenzado a investigar sobre la tecnología antigua, aprovechando las capacidades de esta para poder crear distintos artefactos y hacer funcionar las reliquias. Cuando la idea de formar un grupo de campeones para pilotar las bestias divinas llegó a sus oídos fue que decidió usar todos sus conocimientos en aquellos animales gigantes.
Al fin podría ser útil, podría ayudar a sus compañeros de equipo a su manera, usando su mente brillante para cumplir con su misión.
Ahora su padre quería quitarle esa única sensación de utilidad y todo para volver a mandarla a aquellas fuentes sagradas.
Elizabeth no podía permitirlo.
—Te lo ruego padre, solo yo puedo hacerme cargo de las bestias—un gruñido salió de los labios del monarca y la joven temió no estarlo convenciendo—A-Ademas, ahora soy la líder de los campeones y debo asegurarme de que todos ellos puedan pilotar su bestia a la perfección. ¿Quien mejor que su propia capitana para ayudarlos?—se quedaron nuevamente en silencio, sus ojos chocando en una pelea por ver quien iba a desviar la mirada primero.
Estuvieron bastante tiempo de esa forma, incluso algunos sirvientes que llegaron a verlos sintieron la tensión del ambiente. Cuando al final el rey dejó salir un bufido bastante largo y asintió con la cabeza, Elizabeth se permitió desviar los ojos y recuperar ella misma el aliento.
Lo había logrado, no lo podía creer, en verdad lo había logrado...
—De acuerdo...—murmuró el monarca y continúo con su caminata siendo seguido por su hija—Pero solo por esta vez, reconozco que es crucial que los campeones aprendan a usar sus bestias y sera algo bueno si tú en persona les ayudas—
—¡Muchas gracias, padre te juro que no...!—
—Sin embargo—Elizabeth calló al instante—Te advierto que esto no te salva, tu responsabilidad y deber con el reino es despertar tus poderes Elizabeth. Considero que está investigación no es más que una distracción...—cada palabra era como una flecha directo a su corazón—Y opino que deberías de abandonarla para concentrarte en lo que es importante, tu magia es lo único que debería de importarte, pero en vez de eso te la pasas jugando como niña pequeña con artefactos complejos que no deberían de interesarte...igual que tú madre—el nudo en la garganta de la albina se volvió insostenible y tuvo que morderse el labio para evitar sollozar—Asi que solo si me prometes que seguirás intentando despertar tus poderes, te dejare continuar con está investigación...—
—Lo prometo—su voz rota hizo eco en las pared, sin embargo Bartra pareció no notarlo y lo ignoro.
—Pero te advierto Elizabeth que si no veo resultados, me veré en la obligación de hacerte cumplir con tu deber y sabes bien lo que haré —una mirada más de parte del rey fue necesaria para que la princesa se congelara en su lugar.
—Entonces partiré de inmediato—nuevamente su voz estaba rota, la albina trataba con todas sus fuerzas no desmoronarse frente a su monarca y a la poca servidumbre que estaba alrededor—Comenzare mi viaje hacia el poblado Vogel mañana mismo, estoy segura de que al momento de mi llegada Ludociel ya se encontrará ahí...—inhalo hondo y apretó sus manos en puños.
—Me parece una excelente idea, con tu partida, eso nos puede dar tiempo a nosotros de registrar a mayor profundidad el palacio y asegurarnos de que no hay más infiltrados del clan demonio—Elizabeth asintió, aunque cada vez sentía que escuchaba menos la voz de su padre. Estaba mareada, cansada, con un dolor de cabeza grande y una sensación vacía en su corazón—Entonces mañana mismo saldrás de viaje, le haré llegar a Meliodas la noticia de que mañana saldrá junto contigo—
—Puedo ir acompañada de mi escuadrón...—
—¡Tonterías!—bufo el rey—Meliodas te salvó anoche y te mantuvo segura, tú viaje por todo el reino será largo, ¿Quién mejor que él para protegerte? Ya lo hizo ayer. Ambos partirán mañana al alba y espero que me mantengas informado de tus avances—tenia razón, lo peor es que tenía razón, pero la presencia del héroe del reino no ayudaba en nada a la sensación de decepción que tenía Elizabeth en esos momentos. Él había demostrado una vez más porque era el elegido, había cumplido con su misión la había mantenido viva y todo el maldito reino apludia su gran hazaña...ella en cambio solo era una princesa llorona, desprotegida, que solo investigaba reliquias para desviarse de su camino y evitar sus responsabilidades...
No quería ver a meliodas, no podría controlar la terrible frustración que le causaría verlo tan...tan...perfecto...
Sin prestarle atención a las lágrimas contenidas en su rostro, Bartra se dio media vuelta de nuevo, tratando de controlar los impulsos de abrazar a su hija y suspiró. No le gustaba ser tan duro con ella, pero debía de entender, Meliodas era el mejor de todos y la iba a mantener siempre segura ¿Por qué quería mantener alejado a su salvador? No podía entenderlo. Además, sus poderes eran la prioridad, siempre iban a ser lo más importante y ya iba siendo hora de que despertará de ese mundo de ilusión en el que vivía, sus reliquias serán inútiles frente a la bestia si es que ella no se vuelve más poderosa...Oh si tan solo el rey supiera que su hija estaba más despierta que nada y que los intentos por despertar aquella magia eran un fracaso
—Lo lamento—susurró solo para que Elizabeth pudiera escucharlo y se alejó de ella tomando un camino diferente que lo llevaría hasta su próxima reunión. Solo la albina pudo comprender la razón de su disculpa y una vez estando sola permitió que varias lágrimas se resbalaran por sus mejillas para dejar salir el cóctel de emociones que tenía en su interior.
La princesa se quedó ahí parada, sola, por varios minutos no hizo más que estar ahí detenida con las palabras de su progenitor clavadas en la mente, completamente devastada, pero a la vez realmente aliviada.
Tenía el corazón hecho pedazos al ver cómo decepcionaba a su padre, como sin importar que tan inteligente fuera, lo único que él veía era el fracaso que era. Pero a la vez se sentía feliz de que al menos le haya permitido seguir con aquello que le apasionaba, sus investigaciones seguirían, podría tener un poco más de libertad y eso era una oportunidad extra para mostrarle a su padre y al reino de que su princesa no era una inútil.
De que podía ayudar mucho más con un libro en la mano que con la magia de las diosas que no respondía a su llamado.
Con cada minuto que pasaba la frustración de saber que pasaría más tiempo con el recordarlo constante de que ella era una farsa, Meliodas, se volvía más fuerte. Tanta tristeza, decepción hacia si misma, ira hacia su destino, todo eso amenazaba con salir y quemar el mundo entero a su paso, cada segundo era una tortura, el corazón se le partida en pedazos, la mente le ardía por el caos de pensamientos que era..pero finalmente hubo algo más.
Antes de que la tormenta de emociones negativas fuera tanta cómo para explotar contra el primero que le hablara, un sentimiento más se abrió paso por el enojo. Uno más cálido, reconfortante, dulce y curador. El dolor en su pecho comenzó a bajar.
Un sonrojo cubrió sus mejillas al darse cuenta de dónde venía aquel sentimiento tan tierno. Era fácil adivinarlo, pues al pensar en la sensación de calor que envolvió su corazón lastimado, lo único que se le vino a la mente fueron un par de ojos esmeralda que la veían con dulzura...los ojos de Meliodas.
Meliodas regresó al castillo en su caballo, con Zaneri detrás de él sosteniéndose de su cintura para evitar caer y una sensación de vacío en su pecho.
Mientras venía de regreso un intenso dolor comenzó a apachurrar su corazón haciéndole soltar pequeños jadeos que se confundían con esfuerzos (para su suerte, no deseaba que Zaneri notara su dolor y le preguntara la razón) El blondo no lograba entenderlo, estaba a la perfección, no había recibido ninguna herida más que unos pocos rasguños insignificantes. Estos habían estado solo en sus brazos y piernas, nada cerca del pecho o en el pecho, ¿Entonces por qué su corazón ardía?
Era una sensación apremiante, frustración, miedo, desesperación, decepción, ira...
De lo único que estaba seguro es que esas emociones no podían ser suyas, era imposible, no tenía razones como para sentirse de esa forma. Entonces, si esas emociones no eran suyas, ¿De quién...?
—¿Meliodas?—la voz de Zaneri lo sacó de sus pensamientos. El rubio parpadeó un par de veces, confundido y su visión se vio levemente borrosa por unos segundos, apenas la claridad regresó hasta él, se dio cuenta de que ya se encontraba en los establos del palacio, todavía montado en su caballo mientras que su querida amiga sirena ya se había bajado del animal y lo veía desde abajo con una ceja confundida—¿Te sientes bien? No te diste cuenta de que ya habíamos llegado—
—Yo...—tartamudeo, se bajó de su caballo dándole la espalda a la joven, tratando de que está no se diera cuenta del temblor en sus manos y trató de aparentar que todo estaba en orden mientras comenzaba a quitarle la silla de montar a su compañero de viaje y le daba caricias—Si, estoy bien—
—¿Seguro? Mel, sabes que soy tú amiga y puedes confiar en mi—la insistencia de la castaña le hizo apretar los dientes.
—Estoy bien Zaneri—sonó un poco brusco para su gusto, Meliodas maldijo en bajo, se dio media vuelta para disculparse con la castaña por haber sonado así, pero su brusquedad pareció funcionar ya que la princesa sirena se quedó en silencio observándolo y asintió con la cabeza, no muy convencida.
Al menos había respetado su decisión de no hablar, agradeció eso.
—De acuerdo, pero solo te recuerdo que no siempre debes mantener tu silencio—el rubio desvío la mirada—Hablar es liberador, no vas a decepcionar a nadie si compartes lo que sientes—
Si tan solo Zaneri comprendiera lo que sentía, dejaría de insistirle en que dijera sus pensamientos. Meliodas desvío la mirada al suelo tratando de dar el tema por terminado, no quería seguir en esa conversación. Mucho menos quería parecer débil. Un gruñido salió de sus labios cuando esa misma sensación de dolor apremiante se clavó en su corazón y le hizo doblarse por esto, tratando de disimularlo, se agachó para recoger una cubo de madera y comenzó a caminar hasta llenarlo de agua, en silencio se lo acercó al sediento animal que comenzó a beber aquel líquido vital agradecido.
Por suerte Zaneri pareció no notarlo y si lo hizo decidió no insistir. Tras un largo suspiro por parte de la fémina, Meliodas se atrevió a ver a su amiga nuevamente a los ojos.
—Debo de despedirme, Mel—
—¿Tan pronto te vas?—zaneri asintió y esbozo una triste sonrisa.
—Despues de lo de anoche nadie se siente muy seguro entre los muros del castillo, así que tendré que volver con mi pueblo. Pero descuida, las razas están más unidas que nunca, lo de ayer solo demostró que ahora todos estamos del mismo lado—un poco de alivio llegó hasta Meliodas, eso en verdad lo hacía relajarse. Aunque al final la celebración terminó siendo un desastre, los pueblos no habían dado su brazo a torcer y le habían demostrado al clan demonio de que si querían matar a uno tendrían que matarlos a todos.
Eso era una buena señal.
—Ten un muy bien viaje, Zaneri. Y cuídate mucho, no sabemos que harán los del clan demonio—un sonrojo cubrió las mejillas de la joven, la sirena solo sonrió con timidez clavando sus ojos en sus propias manos y dio un paso hacia el frente.
—¿Me permites un abrazo?—murmuro con timidez, una risa salió de los labios masculinos debido a la pregunta de la joven y abrió los brazos para recibir a su amiga. La princesa no tardo en pegarse a él, con aquel abrazo de despedida al menos Zaneri se iba con una buena sensación en el pecho y con la esperanza de que volvería a verlo pronto.
Tras unos segundos Meliodas fue el primero en despegarse de aquel contacto, continuando con sus atenciones a su caballo y dedicándole una leve sonrisa a su amiga.
—Con cuidado—
—Tu también Meliodas, cuídate y cuida a...—
—¡Sir Meliodas!—una voz masculina a espaldas de Zaneri interrumpió la conversación, con un suspiro, el blondo levantó nuevamente la máscara de neutralidad con la que vivía siempre y dirigió sus apagados ojos hacia el caballero.
Frente a ambos, un tembloroso joven con la armadura bien lustrada estaba en posición de "saludo", ante su superior, con la mano derecha sobre su frente y la izquierda bien pegada a su costado. Por la expresión en su rostro, Meliodas dedujo que era un caballero que lo admiraba así que estaba nervioso al dirigirse a él. Bufó en bajo sin que nadie lo escuchará y tras darle una última caricia a Hawk se acercó hacia el chico, el susodicho tembló y comenzó a sudar.
—Descanse soldado—el joven caballero bajó la mano derecha con fuerza sin abandonar la posición de "firmes" y sin ver a Meliodas directo a los ojos. El blondo quiso sonreír por la ternura que este le causó, sin embargo se mantuvo sereno ante los impulsos—¿Sucede algo?—
—El rey le manda decir que prepare sus cosas y provisiones para salir mañana por la mañana—Meliodas alzó una ceja, ¿Una expedición, tan pronto? ¿Quién cuidaría de la princesa si es que él estaba fuera? No podía dejarla desprotegida—La princesa Elizabeth comenzará un viaje para seguir con sus investigaciones sobre las bestias divinas, debido a que usted es su caballero escolta es su deber acompañarla. Es una orden—el alivio relajó el rostro de Meliodas, el rubio asintió lentamente sintiendo como el alma volvía a su cuerpo al saber que la princesa seguiría bajo su ala para poder protegerla.
Una sensación calida reconfortó el dolor punzante que estaba sintiendo, el saber que Elizabeth estaría protegida por él curó el mal en su pecho, cubriendo su corazón con una capa de aquel sentimiento dulce y este mismo comenzó a latir emocionado.
No podría dejarla sola si es que decidían mandarlo a alguna expedición, lo sabía, no descansaría de solo pensar que ella estaba sola, desprotegida y él tan lejos como para poder salvarla. Por suerte, las cosas no habían sido así.
—Enterado, retirate soldado—el chico volvió a hacer el saludo una vez más, se dio media vuelta tan tenso que pareció un tronco de árbol andante y comenzó a caminar fuera del establo entre temblores de su cuerpo nervioso.
Solos de nuevo, Meliodas se permitió soltar una pequeña risa que solo Zaneri pudo escuchar y negó divertido.
—Mel...—el blondo volteo hacia la castaña, para su sorpresa, Zaneri tenía una expresión de amargura en el rostro, tenía sus labios apretados, los ojos soltaban chispas de...tristeza y se abrazaba a si misma con fuerza—Asi que tú también partirás—rio en bajo—Entonces, mucha suerte a ti también en tu viaje—
—Gracias—murmuro, extrañado de ver cómo la actitud jovial de su amiga había cambiado tan de repente.
—Ya no te interrumpo más, ten un buen viaje y espero que nos veamos...pronto—Zaneri ya no permitió que Meliodas le dijera algo más, salió del establo con paso veloz perdiéndose de la vista del blondo quien sintió que algo estaba mal con su amiga.
El de ojos verdes por fin se quedó solo, suspiró un poco alejándose también del establo dispuesto a ir hacia su habitación para comenzar a empacar todo lo necesario para su viaje, aún teniendo un amargo sabor en la boca.
¿Por qué había tenido aquel dolor intenso en su pecho? ¿De quién habían sido esos sentimientos tan tormentosos que había sentido? ¿Por qué Zaneri se había ido tan afectada? Y las preguntas que más le carcomian el cerebro...
¿Por qué su corazón latía tan rápido ante la idea de viajar junto a Lady Elizabeth?...¿Por qué estaba tan emocionado de pasar más tiempo junto a la princesa del reino?
Ufff las cosas están comenzando a caer en su lugar.
Este más que nada es un capítulo de relleno, todo para que nuestros protagonistas regresen al guión original de las cosas ✨
Un viaje juntos por todo el reino, se pondrá...interesante 👀
Enserio estos ansiosa de seguir escribiendo. ¿Qué les parece la dinámica de Meliodas y Elizabeth? Espero estarla construyendo bien,
¿Si se dieron cuenta de como ambos estaban sintiendo lo mismo? Mientras regresaba, Meliodas pudo sentir todas las emociones de Elizabeth, por eso sentía tan dolor, pero cuando le dijeron que viajaría junto a ella y esa sensación de calidez lo recorrió, Elizabeth pudo sentir aquella calidez lo que la ayudo a sentirse mejor. Incluso en la distancia siguen conectados. ¿Si lo notaron? Espero haberlo hecho bien ^^✨
¿Meliodas está comenzando a desarrollar sentimientos por su princesa, acaso, o por qué tan emocionado de viajar con ella? 👀
¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si, disculpen faltas de ortografía, mi teclado me odia jajaja y termino escribiendo mal sin darme cuenta. Si encuentran alguna por favor díganme y lo corregiré de inmediato.
Sin más que decir nos veremos en otro capítulo.
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