XII
Capítulo 12: Into The Woods
—¿Todavia nos siguen?—susurró la princesa al viento, con la voz temblorosa, tratando de saber si alguien estaba cerca y con el miedo de que pudieran localizarlos por su imprudencia. Pero en serio necesitaba saber si es que alguien los seguía, ella no tenía magia como para sentir la maldad y estaba tan asustada que lo único que podía escuchar eran su propio corazón retumbando en su oído.
Meliodas no le respondió y la princesa temió haberse equivocado al hablar. Elizabeth solo pudo ver cómo el rubio volteaba un poco el rostro buscando algo entre la noche oscura y espesa, manteniendo su atención en todas direcciones. Jaló un poco las riendas de su caballo negro, disminuyendo el paso, el animal resopló debido al cansancio de haber corrido entre la oscuridad por tanto tiempo y comenzó a andar de manera lenta y relajada, haciendo el mínimo sonido que podía.
Aún así Meliodas permaneció callado, eso llenó de desesperación a la princesa.
—Por favor dime, ¿Aún hay alguien...?—el blondo la volteo a ver impidiendo que termine su oración, sus ojos chocaron y Elizabeth notó un extraño brillo en su interior causado por la magia de la espada recorriendo sus venas. El rubio alzó su dedo hasta sus labios indicándole que debía guardar silencio y sin decir palabras, negó suavemente con la cabeza respondiendo a su pregunta, nadie los seguía ya, al menos él no podía escuchar nada, pero aún así debían de permanecer cautelosos porque la noche era joven y los caballeros demonios no iban a detenerse hasta cumplir su objetivo.
Pasó aproximadamente media hora desde que el escolta le había indicado que guardara silencio, cuando la tensión fue cortada por el suspiro de Meliodas; el rubio detuvo las riendas del caballo por completo permitiendo que el animal descansará por unos segundos y comenzó a mover su cabeza buscando nuevamente algo entre la oscuridad. Elizabeth permaneció quieta, expectante a lo que podría suceder y al sentir como el escolta se bajaba del caballo sintió que se relajaba un poco. Tenerlo tan cerca de ella también la ponía algo tensa.
—¿Qué haremos ahora?—la princesa mordió su labio, tratando de evitar las lágrimas para no mostrarle debilidad al héroe que se supone que "odiaba" aunque ella misma sabía que eso no era verdad. No podía ver nada, apenas y distinguía la silueta del hombre a su lado, no podía controlar el temblor de su cuerpo. Con cuidado de no asustarla más, el rubio le extendió los brazos sujetando su cintura y al entender lo que haría Elizabeth se impulso hacia abajo para ayudarse a bajar.
Una vez en el suelo el escolta tomo las riendas de su caballo con la mano derecha, sujetó a la princesa con la mano izquierda y comenzó a caminar entre la oscuridad y los árboles. Elizabeth maldijo esa decisión en bajo, apenas y podía ver su silueta, ¿Cómo podría ver las raíces de los árboles para no tropezar?
—No podemos volver al palacio—respondio Meliodas, eso era algo obvio, pero Elizabeth no tenía fuerzas como para bufar o rodar los ojos, solo quería dormir y que todo eso fuera una fea pesadilla —Al menos no hasta que alguien nos notifique que todo está seguro—
—¿Cuánto tiempo tardará eso?—
—Hasta que todos se aseguren que ya no hay miembros del clan demonio infiltrados—carajo, eso podría durar días, quizá hasta semanas, al menos hasta que todos se dieran cuenta de que aquellos traidores habían escapado o estaban muertos. Trató de relajarse a si misma diciendo que todo saldría bien, que pronto todo se iba a resolver y podría comenzar su viaje hacia los demás pueblos para seguir con la investigación de la tecnología ancestral, pero ni siquiera pensar en eso ayudó—Es demasiado peligroso dormir a la intemperie, debemos buscar alguna cueva o choza abandonada para poder pasar la noche—
—¿Y cómo planeas encontrar algo en medio de esta oscuridad?—se quejó y sabía que era un punto bastante válido, no se veía casi nada y hasta donde sabía, estaban en un bosque que estaba demasiado lejos de las montañas así que no había cuevas cercanas—Ademas aquí no hay más que árboles—
—Yo sé que hay una cueva por aqui, hay una pequeña colina, a sus pies está la cueva, oculta entre enredaderas—murmuró, Elizabeth entre cerró los ojos no muy convencida.
—¿Cómo lo sabes?—meliodas no me respondió, tan solo pareció ponerse tenso durante unos cuantos segundos apretando los labios y luego recuperó la compostura. El silencio fue ensordecedor. Genial, durante el baile todo parecía que iba a mejorar, incluso se había sentido conectada con el heroe, ahora de nuevo volvían a su dinámica de silencio y conversaciones cortas donde ninguno de los dos sabía cómo acercarse más.
Que cansado era volver a eso...
Pero no tenía fuerzas como para seguir la plática o como para enfrentar a su guardián y pedirle que por favor dejara de ser tan reservado. Solo quería asegurarse de estar a salvo. Un suspiro la hizo salir de sus pensamientos y, sin subir mucho el tono de voz, Meliodas habló.
—Cuando comencé mi entrenamiento...—el corazón de la albina dio un vuelco, parece que al final su escolta estaba dispuesto a hablar y la impresión del momento se vio reflejada en su rostro—El primer año fue el más duro, me costó un poco acostumbrarme a todo—no quiso entrar mucho en detalles, si había algo que odiaba era que vieran su debilidad. Debía de mantenerse firme por todos—Un día yo...—sintió los labios secos, pasó su lengua por estos para más comodidad y siguió entre la oscuridad, con cuidado, para que ni su caballo ni la princesa se lastimaran.
—¿Tú?—indago.
—Me tomé un descanso extra—encontró las palabras adecuadas, aunque Elizabeth pudo entender a la perfección a lo que se refería. Meliodas se había escapado de su entrenamiento—Y mientras exploraba el bosque encontré la cueva, me quedé ahí un tiempo y luego volví. Por eso sé que hay una por aqui—
—¿Y está bien oculta?—
—Lo suficiente—se quedaron en silencio de nuevo, pero por suerte está vez no fue incómodo, el hecho de que el rubio se hubiera abierto un poco más al diálogo ayudó bastante a relajar la tensión, pese a que seguían en peligro, al menos eso había relajado a la princesa bastante.
Después de unos diez minutos de caminata, Meliodas por fin se detuvo, la princesa no pudo Distinguir el lugar, pero dejó que los brazos de su escolta la abrazaran por la cintura, con cuidado la llevó dentro de la cueva ayudándola a descender por esta hasta introducirse bien debajo de la tierra y luego la dejó sentada en una roca sobresaliente, cuando sus brazos dejaron de rodearla el pánico aumentó.
—¿A dónde vas?—
—Debo ocultar a Hawk—Elizabeth alzó una ceja.
—¿Hawk?—
—Asi se llama mi caballo—
Oh...ahora comprendía, la princesa no quiso interferir en su misión, sabía que no podía dejar el caballo en la entrada de la cueva, sería demasiado obvio para los perseguidores el buscar justo donde hay un caballo afuera, debía de esconderlo y dejarlo en algún lugar apartado y luego regresar.
—Volvere pronto—susurro el blondo y se acercó hasta darle un apretón en el hombro a la joven—No salga de aquí y no haga ningún ruido—Elizabeth solo pudo asentir con la cabeza, tiritando. Con lentitud Meliodas retiró su mano del hombro femenino y la princesa pudo escuchar sus pasos alejandose y luego dar un salto para salir de la cueva.
La tenue luz de luna que se colaba al interior fue cubierta por el caballero que usó las lianas para cubrir la entrada de la cueva y finalmente tomó las riendas de su caballo y comenzó a alejarse con cautela, manteniendo una mano en su animal y la otra en el mango de la espada. Finalmente Elizabeth se quedó sola.
Fue horrible la espera, se cobijó tanto como pudo con su capa, intentando que el frío no le calara más los huesos. Se quedó en silencio, con la respiración cortada y abriendo mucho los ojos para tratar de ver en la oscuridad, sus sentidos se agudizaron y el minimo sonido de ojos cayendo era suficiente para hacerla saltar y que su corazón latiera tan rápido que sintió que podría morir de un susto. Podía sentir como gente rodeaba la cueva y se quedaba sin salida, o como si unos susurros llenarán el aire haciéndola entrar en pánico.
La princesa mordió su capa comenzando a sollozar intentando que su tela contuviera los sonidos que salían de su boca. ¿Cuánto más iba a tardar Meliodas?
Pronto escuchó una rama siendo pisada y partida a la mitad, eso fue suficiente para que un jadeo saliera de sus dulces labios y se levantará de la roca comenzando a retroceder, había sido cerca, tanto que temía que su corazón se escuchará hasta afuera de la cueva. Elizabeth que quedó paralizada, temblando, distinguiendo una sombra paseandose por afuera, inclinándose entre las lianas para poder ver más en el interior.
Eran ellos, estaba segura de que eran ellos.
La habían encontrado, estaba atrapada y sin escapatoria, Meliodas seguía afuera, cuando él regresara lo único que encontraría sería su cadáver sangrante y la certeza de que se había librado de ella. Sus piernas fallaron ante el pensamiento de morir y se dejó caer en el frío suelo de piedra, el sonido de su cuerpo fue suficiente para alertar a quien estaba afuera y al darse cuenta de su error la princesa maldijo miles de veces en bajo, tan solo se hizo bolita, cerró sus ojos aceptando su muerte y esperó.
El silencio tenso se le hizo eterno, solo esperando, cualquier cosa, algo que le hiciera saber que su atacante había entrado por fin o que Meliodas había llegado o que quizá hasta a el gran héroe lo habían matado.
—"No"— pensó para si misma—"No podrían ponerle ni un dedo encima, nada ni nadie lo puede hacer caer en batalla"— su único consuelo era ese. Quizá su princesa iba a morir, pero al menos el héroe seguía vivo. Él era el más importante en esa profecía, era quien le daría el golpe definitivo a la bestia oscura, si la princesa inútil moría no le haría daño a nadie...al final ella no poseía poder alguno y lo mejor para todos sería que desapareciera.
—¡Kgh!—un sonido rápido de dolor la hizo salir de su mente, la princesa abrió los ojos por instinto y se sorprendió al ver cómo aquella sombra caía al suelo de inmediato, luego vio un brillo que caló su vista haciéndola parpadear y entrecerrar sus ojos, aquel potente brillo tomó forma de espada y sintió como su corazón se relajaba al darse cuenta de que era Meliodas, su caballero.
El rubio entró a la cueva con un salto cubrió la entrada con tantas enredaderas y hojas como pudo para evitar que se viera sospechoso y se acercó a la princesa corriendo, al verla se quedó helado.
Gracias al brillo de la espada fue que ambos pudieron observarse bien por primera vez desde que todo comenzó.
Elizabeth estaba hecha un desastre, su ropa arrugada, envuelta en su capa, con el cabello revuelto y las lágrimas brotando de sus ojos tanto que incluso habían mojado las puntas de sus cabellos. Verla en ese estado tan vulnerable hizo que el corazón del rubio se partiera en pedazos, un deseo de abrazarla recorrió todo su cuerpo como si un monstruo lo hubiera golpeado y Meliodas dio un paso hacia adelante dispuesto a cumplir su anhelo y darle consuelo a la princesa...pero se arrepintió de inmediato.
No, debía de recordar su lugar. Él era solo su escolta, su caballero personal, alguien que estaba a su servicio..no podía abrazarla a menos que la princesa le diera la orden de acercarse. No eran amigos, no eran cercanos. Con el cuerpo tenso de anhelo, el rubio tragó saliva arrojando cualquier pensamiento relacionado al abrazo hasta el fondo de su mente y gruñó en bajo.
Elizabeth por el contrario solo pudo ver la vitalidad en los ojos del blondo. Él también estaba hecho un desastre, completamente sudado y con su túnica de campeón manchada con algo de tierra y plantas, el cabello se le veía más revuelto de lo normal, pero el brillo de su espada junto a la fuerza con la que la sostenía le daba una apariencia imponente y fresca.
Hizo una mueca, ella deseaba con todas sus fuerzas transmitir esa misma fortaleza, que sin importar los peligros ella era capaz de enfrentarlo todo y darle seguridad a su gente. En cambio ella se veía patética mientras que él solo podía verse más heroico que nada.
Aquel pensamiento la hizo fruncir su ceño, se dio media vuelta y se cobijó más con su capa cerrando sus ojos.
—¿Te aseguraste de que estuviera muerto?—murmuró, el ligero brillo que había iluminado su alrededor se desvaneció tan pronto como la espada dejó de sentir la magia maligna cerca, el caballero se sentó en el suelo cerca de la princesa, pero se negó a guardar la espada por si necesitaba usarla.
—Si, se alejó de sus compañeros, estaba solo—
—¿Y qué tal si lo seguían?—
—Si lo hubieran seguido ya me habría dado cuenta—un bufido salió de los labios femeninos, pero si es que Meliodas se había dado cuenta decidió ignorarlo—Dudo que traten de buscarlo, no se van a preocupar por su compañero, están demasiado ocupados buscándola a usted—un escalofrío recorrió la columna de la joven. Tan solo decidió suspirar un poco, dudaba poder dormir un poco, pero al menos le gustaría intentar. Descansar, olvidarse de todos, perderse en el mundo de los sueños y escapar de su terrible realidad.
Con un último suspiro antes de quedarse callada por completo, Elizabeth se volteó un poco en el suelo para mirar por encima del hombro al rubio, se encontró con la potente y brillante mirada esmeralda de su escolta, quien entrecerró sus ojos dedicándole la mirada de compasión y dulzura más sincera que le habían dedicado antes. Había gentileza dentro de sus iris, un calor desconocido que le provocó mariposas en su estómago, algo dentro de aquellos ojos la hizo sentir tan segura que sintió sus mejillas enrojecer, su corazón saltó de emoción y la princesa se mordió su labio.
—¿Por qué haces eso?—meliodas alzó una ceja confundido.
—¿Hacer qué, majestad?—
—Mirarme con tanta dulzura, con tanta calidez...—susurró para que nadie los pudiera escuchar, el rostro del caballero luchó por mostrarse indiferente, pero la revelación de la albina lo hizo tartamudear, sus ojos se abrieron con sorpresa y tembló ligeramente. ¿La estaba mirando con dulzura? ¿Desde cuándo había perdido el control de su mirada?. Al ver su reacción un risa amarga abandonó los labios femeninos—Ni siquiera te habías dado cuenta de que lo hacías, descuida, olvida lo que dije—
—Su majestad...—
—No, olvida lo que dije—alzó una mano pidiéndole parar y la voz de Meliodas se perdió en su garganta—Gracias, por haberme salvado hoy—el caballero asintió lentamente, teniendo su mente revuelta tratando de conectar bien las palabras, se sentía tan confundido, hechizado, descontrolado.
No le gustaba sentirse así.
—No hay nada que agradecer alteza, juré protegerla con mi vida—algo dentro de ella se rompió un poco ante está respuesta. Meliodas era tan complicado de descifrar, primero su mirada; era sincera y llena de un sentimiento extraño que desconocía, pero el caballero no parecía no tener control de sus ojos y eso la ponía a dudar, ¿Qué significaba eso?. Luego estaba su silencio, apenas estaban rompiendo el hielo, tratando con esfuerzos enormes dar un paso hacia adelante para no encerrarse en la dinámica de silencio incómodo que tenían.
Finalmente estaba su juramento y eso era lo que más le costaba descifrar, Elizabeth debería de estar halagada de tener la total lealtad del héroe del reino a su disposición...en vez de eso sintió un enojo y desilusión que no supo de dónde venían (y eso solo la hizo enojar más) frunció su ceño un poco apretando los labios y permaneció mirando aquellos ojos como llamas, cálidos, brillantes de poder, fuertes y...extraordinarios.
—¿Solo me proteges por esa razón...?—el corazón de Meliodas dio un vuelco ante aquella pregunta fría.—¿Por tu juramento?—el caballero se quedó con los labios entre abiertos debido a la impresión y no fue capaz de responder, al verse rodeados por un silencio extraño, Elizabeth se dio media vuelta de nuevo recostandose y retorciéndose en el suelo hasta que se sintiera algo cómoda y cerró sus ojos—Esta bien, es lo obvio, no tendrías que tener otra razón para protegerme. Olvida todo lo que dije y jamás lo vuelvas a mencionar. Es una orden de tu princesa—y no volvió a hablar o a moverse siquiera, la princesa trató con fuerza conciliar el sueño aunque el miedo aún estaba latente.
Meliodas captó la señal y se quedó en callado, pensando en aquella pregunta comenzando una pelea interna de la que ni siquiera era plenamente consciente. ¿Desde cuándo había perdido el control de su mirar, de sus acciones? ¿Desde cuándo su máscara de "héroe perfecto" comenzó a romperse?
Para evitar que se sintiera incómoda, Meliodas se dio media vuelta para no mirarla y se quedó observando hacia la entrada de la cueva, tensó, escuchando cualquier mínimo sonido, teniendo la mente confundida, el corazón acelerado y la espada sagrada parpadeando en su espalda. Con todas estas cosas, el héroe permaneció despierto por el resto de la noche montando guardia para proteger la seguridad de la princesa.
Elizabeth abrió los ojos de golpe y se sentó rápidamente. El movimiento repentino fue suficiente para hacerla bufar y se sostuvo su cabeza tratando de aliviar el mareo que le había causado. Que manera tan horrenda de despertar, su espalda dolía por haber descansado sobre una dura piedra, sentía como si su cuello estuviera tan tenso que no podía ni moverlo y su estómago rugía de hambre, ahora que lo notaba, el lugar olía como a...comida. ¿Era carne asandose lo que olía?
Se quejó en voz alta olvidando momentáneamente el hilo de sus pensamientos y se talló sus ojos tratando de despertar bien.
—Me alegra ver qué logró dormir—una voz a su espalda la hizo saltar levemente por el susto, se volteo de inmediato sintiendo como sus músculos ardían por esto y se encontró con la mirada verde de Meliodas. El rubio le dedicó una leve sonrisa, ligera, pero sincera. El escolta había hecho una hoguera y parece que había salido a cazar pues dos conejos se estaban cocinando encima del fuego. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de la princesa—Buenos días princesa Elizabeth—el corazón de la albina latió fuerte al escuchar su nombre saliendo de los labios masculinos, pero lo ignoró con una mueca.
—Buen día—murmuro, sorprendiendose al escuchar su voz ronca saliendo de su garganta. El rubio notó esto de inmediato y le extendió su cantimplora para que bebiera agua, la princesa la recibió agradecida y comenzó a beber.
—Es fresca. Apenas salió el sol salí por agua y por comida para el desayuno—Elizabeth dejó de tomar agua, suspirando aliviada al sentir su garganta hidratada y asintió—Se que conejos y unas cuantas manzanas no son el platillo apropiado para una princesa, pero...—
—Descuida—el rubio cerró sus labios. En ese momento la princesa abrió sus ojos de nuevo clavandolos en los masculinos. El estómago de Meliodas dio un vuelco ante la belleza de los iris azules de la joven—Gracias por preparar el desayuno—
—Es mi deber—nuevamente aquella espina clavada en su pecho, Elizabeth frunció su ceño por las palabras de Meliodas y bufó. El caballero se quedó algo confundido por la reacción de la princesa, sin embargo no hizo nada para reprenderla, él estaba consciente de que no le agradaba mucho, aunque cada día parecía que la princesa comenzaba a familiarizarse con él, de alguna manera...
—¿Descansaste?—Meliodas negó
—Hice guardia toda la noche, debía cuidarla—Elizabeth no pudo evitar sentirse algo mal, al notar aquellas ojeras oscuras debajo de los hermosos ojos verdes de Meliodas. Una belleza opacada por el cansancio...espera...¿Acababa de pensar que los ojos de su escolta eran hermosos?
La princesa sacudió su cabeza tratando de alejar esos pensamientos confusos. Inhaló hondo buscando calmarse y luego se acercó hasta Meliodas, sentándose en una roca que quedaba justo frente al escolta, para evitar volver a pensar en cosas sin sentido, prefirió clavar sus ojos en el fuego y entretenerse viendo las llamas bailar debajo de los cuerpos rostizados de los conejos.
—¿Y qué haremos ahora?—Meliodad alzó la cabeza para observarla, rápidamente sintió su corazón siendo apretado en su pecho y un dolor recorrió su alma. La pobre princesa se veía en verdad demacrada, su cabello revuelto, la mirada apagada, la mejilla roja por haber dormido sobre la piedra y sus ojos hinchados después de haber llorado la noche anterior. El primer instinto de Meliodas fue abrazarla, tratar de consolarla y decirle al odio que todo estaría bien...pero el código de caballero le impedía tocar a la princesa a menos que ella misma le diera permiso de hacerlo y dudaba mucho que la albina le dejara abrazarla.
Con un suspiro, el rubio le extendió una manzana a la joven quien la tomó entre sus manos temblando ligeramente y se la llevó a los labios para comenzar a comer, la verdad es que si estaba hambrienta.
—Nos moveremos—
—¿A dónde?—un suspiro salió de los labios de Meliodas, ni él estaba seguro de lo que iban a hacer, pero si sabía que no podían quedarse en esa cueva para siempre y menos sabiendo que los miembros del clan demonio no iban a rendirse hasta que pasarán unos días.
—No lo sé—exclamo, las cejas de Elizabeth se fruncieron levemente—Pero ya veré a dónde, a dos días de camino se encuentra mi aldea, podría llevarla ahí para mantenerla segura mientras...—
—¡Princesa Elizabeth!—una voz a la lejanía los tenso a ambos, la albina soltó la manzana que rodó por el suelo hasta chocar con la bota de Meliodas y el rubio sacó su espada poniéndose de pie. Rápidamente corrió hasta la entrada de la cueva, escondiéndose en una esquina para ver al exterior y preparándose.
Sin embargo, la espada sagrada nunca despertó y eso era una buena señal. Quién sea que estuviera llamando, no era peligroso.
—¡Princesa Elizabeth—volvio a sonar el grito, solo que está vez un poco más cercano, aunque no parecía venir de tierra...parecía que venía de arriba.
—Conozco esa voz—susurro la albina, su escolta la volteo a ver, diciéndole con la mirada que continuara—Creo que es Ludociel—
—¿Ludociel?—frunció el ceño e hizo una mueca, para su suerte Elizabeth fue capaz de ver su reacción sincera y sonrió. Al rubio no le había caído muy bien el campeón Vogel, pero lamentablemente estaban unidos por el destino así que no tenía de otra más que soportarla.
—¡Meliodas! ¡Meliodas! ¿Dónde están?—esta vez fue una voz femenina la que sonó en la lejanía y el blondo fue capaz de reconocer a su dueña.
—¡Zaneri!—gritó desde dentro de la cueva, hizo a un lado las lianas que estaban cubriendo la entrada y salió de su escondite—¡Zaneri! ¡Ludociel!—
—Aqui estaban—en un segundo. El chico de cabellos negros aterrizó justo frente al rubio mirándolo con seriedad y Meliodas sintió que podría golpearle la cara. El Vogel lucía radiante aunque cansado debido a la pelea que habían librado la noche anterior, sin embargo, se ponía frente a Meliodas alzando el pecho y extendiendo las alas, tratando de verse más intimidante, el rubio solo se aferró a su espada con fuerza controlando los impulsos idiotas que venían a su mente e ignoró como los ojos de Ludociel se decían hasta el arma sagrada—Que bueno que los encontramos—
—¿Ya es seguro volver al palacio?—
—¡Por supuesto que lo es!—se rio el pelinegro—Con mi vista de águila fue bastante sencillo poder detectar a todos los infiltrados. YO me asegure de que cualquier guerrero demonio fuera descubierto—
—No alardees tanto pajarito, sabes bien que fue un trabajo en equipo—la voz gruesa y madura de Matrona lleno el ambiente, Lodociel rodó los ojos ignorando a la esbelta mujer y colocó su mano derecha sobre su cadera. Al escucharla, los ojos de Elizabeth se llenaron de lágrimas y salió corriendo de la cueva, esquivando a ambos hombres y se lanzó a los brazos femeninos de la rubia. La gran mujer la sostuvo entre sus brazos con cariño y comenzó a llenarle su cabello revuelto de caricias. Meliodas se sintió feliz, al menos alguien era capaz de consolar a la albina—Me alegra que estés bien, mi rayo de luz—
—¡Matrona!—la princesa lloró sobre el pecho de la mujer a la que veía como una figura materna. Los ojos de matrona se desviaron de Elizabeth hasta los del héroe del reino y le sonrió con respeto a este, en respuesta Meliodas hizo una reverencia para la matriarca y asintió.
—Gracias por haberla mantenido segura, aunque sabía que lo ibas a lograr—le guiñó el ojo, en toda respuesta el blondo asintió con su cabeza de nuevo.
—¡Meliodas!—llenando el silencio, la princesa sirena se apareció desde la derecha corriendo hacia su amigo de la infancia, sin importar que había gente, se lanzó a abrazarlo siendo atrapada por el rubio con dificultad y se aferró a él—Me alegra que estés bien, anoche ellos se fueron tras de ti y no pudimos seguirlos—
—Estamos bien zaneri—todos ignoraron como la princesa se había dado la vuelta, mirando con sus ojos llenos de lágrimas la escena y sintiendo una punzada extraña en su pecho—No pudieron seguirme, sé moverme en la oscuridad mejor que ellos—
—Eres un idiota—la dulce princesa castaña se separó de su amigo con una sonrisa y un sonrojo en las mejillas. Nuevamente, Elizabeth sintio algo extraño dentro de ella, un sentimiento amargo, ácido y horrible que le heló el cuerpo y trabó su lengua. ¿Qué era eso que sentía?
—Sera mejor que volvamos al castillo—la voz de matrona la hizo salir de sus pensamientos y debió la mirada justo antes de que Meliodas pudiera ver la manera tan extraña en la que había visto a Zaneri—Tu padre está desesperado por verte—
—Yo también necesito verlo, saber que está bien—la sonrisa en los labios de matrona fue radiante y tomándola de la mano se dieron media vuelta para comenzar a andar por el bosque.
—Pronto podrás volver a casa, además, escuché que tú padre quiere decirte algo importante. Será mejor que nos demos prisa—
—Si—murmuro, pero antes de poder seguir con su camino la princesa se dió media vuelta. Parado al fondo, Meliodas se dedicó a verla irse de mano de Matrona, a su lado Zaneri parecía contenta de tener algo de tiempo a solas con él, pero el hombre en ningún momento volteo a verla.
Sus ojos verdes no se despegaron de los de ella. Igual de cálidos que siempre, sus manos parecían firmes mientras parecía controlar algo, ¿Qué era lo que deseaba hacer pero que su mente le impedía?. Finalmente sus labios, no estaban tensos ni apretados, Meliodas le dedicaba una bonita y dulce sonrisa, casi tímida, de la que ni él mismo estaba plenamente consciente. Cuando se dio cuenta de la sonrisa, se puso mortalmente serio, apretó en puño su mano derecha y le dedicó una formal reverencia a modo de despedida. Por más que quisiera acompañarla, él debía de ir por su caballo a dónde lo había dejado y luego regresar por su cuenta al palacio.
Elizabeth se dio media vuelta antes de verlo partir y se quedó perdida en su mente pensando.
Lo que había pasado la noche anterior solo le había confirmado algo que ya sabía. Meliodas era completamente leal a ella y eso...eso era algo que la hacía feliz y a la vez la hacia sentir extraña.
Y ya está. Me hubiera gustado que ambos pasaran más tiempo juntos en el bosque...peroooooooo eso ya pasará, más adelante 👀 aún le queda bastante desarrollo a la historia y sucederán varias cosas que harán que ambos comiencen a acercarse de poco a poco.
En este capítulo ya tuvieron un acercamiento mejor, es bueno para un comienzo, Meliodas le contó un poco de su historia y eso ya es un gran avance. Faltan más cosas, ustedes tengan paciencia y disfruten de este camino que ufff ✨
Espero que les haya gustado. ¿Qué les pareció? Disculpen faltas de ortografía, si ven alguna avisenme y la corregiré de inmediato, sin más que decir nos vemos en el próximo capítulo 🫶🏼
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