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Capítulo 10: Campeones

—Primero es la ceremonia de nombramiento, no será muy larga, el rey solo quiere dar unas cuantas palabras para que las demás razas se sientan halagadas. Cada campeón se va a poner enfrente de su raza, yo estaré en el centro de la habitación, descuida, no debes de decir nada ni hacer nada en específico, tan solo estar parado escuchando al rey...—meliodas asintió con la cabeza, sin ver a la princesa, ya que está estaba siendo arreglada por una de las sirvientas y, si de por sí a la albina no le daba felicidad tenerlo en sus aposentos, si se dedicaba a observarla mientras la ponían decente seguro se molestaría más—Al terminar la ceremonia nos sacarán a todos en lo que terminan de arreglar todo, los campeones y yo nos reuniremos en el Kiosko del jardín unos minutos hasta que nos escolten hasta el gran comedor...—la sirvienta comenzó a probar distintos tipos de peinados en la princesa, completamente ajena de la plática entre el caballero y la albina— Despues será la cena, se servirán platillos típicos de todas las razas para incitar a un intercambio cultural y mejorar la convivencia de todos y al final es el baile. Solo los miembros de la más alta de cada raza podrán estar dentro del palacio, los demás visitantes deberán estar en la ciudadela, sin embargo las puertas del palacio estarán siempre abiertas para que todos estemos en la misma fiesta—

—Comprendo, entonces estaré de guardia para evitar que algún miembro del "Clan demonio" quiera infiltrarse en la reunión—elizabeth bufó ligeramente molesta por el comentario del blondo y rodó los ojos.

—Por si lo olvidas, no podrás estar de guardia, eres un invitado especial—lo miró como si aquello fuera lo mas obvio. Cuando sus ojos chocaron a través del reflejo del espejo, los recuerdos de la noche anterior los golpeó a ambos. Fue algo inevitable, ella jamás había tenido un gesto tan amable como el desearle buenas noches y menos con aquella voz suave, por lo regular siempre le hablaba firme y fuerte como toda una reina molesta...

Desviaron las miradas tan pronto como chocaron, ambos con las mejillas sonrojadas por el recuerdo, tratando de evitar tanto como se pueda el pensar en eso.

Era algo insignificante, ¡Por las diosas! Solo le había dicho "Buenas noches" no había nada de que avergonzarse, ni siquiera había sido algo tan íntimo como para ponerse colorados. Pero lo que le había dicho...

"—Te juro que te voy a proteger...con mi vida—"

A Elizabeth le recorrió un escalofrío de solo recordarlo y se obligó a concentrarse. No podía dudar, no ese día, cualquier otro podría dedicarse horas a sobrepensar aquellas palabras, pero por ahora, su prioridad era el evento tan importante que tenía.

—C-Como sea—bramó la princesa—Lo único que quería era explicarte como iba a suceder todo—

—Todo está completamente entendido, majestad—

—Asi espero, no quiero ningún error—no iba tenerlo, de eso ella podía estar tranquila, no le daría razones para molestarse más con su presencia que de costumbre.

Meliodas había aprendido a ser perfecto a lo largo de toda su vida, él jamás cometía errores.

Elizabeth apenas y podía contener los nervios, estaba emocionada, aterrada y a la vez totalmente ilusionada. Al fin el día había llegado, todo el reino sabría sobre la orden de héroes que iba a salvarlos de la bestia oscura. Por fin sus caras se darían a conocer y sus nombres pasarían a la historia.

Justo ahí, en medio de la sala, con la luz del sol bañando sus rostros como si las mismas diosas los estuvieran bendiciendo con su poder. Todos estaban en sus lugares, vestidos con las ropas de campeón que les había entregado el día anterior, luciendo lo que solo ellos podían portar con honor.

Mientras que su padre estaba hasta arriba, parado frente al trono admirando a toda la gente ahí dentro y observando como cada raza parecía tener una reacción diferente ante la ocasión.

La gente Vogel se veía majestuosa, adornados con sus mejores joyas y acompañados de "Lady lado", sus plumas parecían incluso más blancas que la nieve y Ludociel estaba a la cabeza representando a su pueblo.

Luego a su derecha estaba Matrona, con su corona de oro decorando su rubio cabello, su traje del desierto reluciente y la mirada decidida. Detrás de ella, todas las mujeres de la tribu, sus guerreras más fieles, estaban bien armadas y golpeando el suelo de mármol con sus poderosas armas, haciendo un eco de apoyo hacia su Matriarca.

Seguido estaba Meliodas. Portando únicamente la espada destructora del mal en su espalda, detrás de él varios caballeros estaban acompañándolo para apoyar al representante de los humanos en aquel lugar tan especial...pero aunque estaba rodeado de seguidores, el corazón del rubio estaba realmente triste. Ni su padre ni su hermano estaban ahí para celebrar tan maravillosos día.

Zaneri quedaba después. Mirando de reojo a Meliodas tratando de descubrir lo que sus ojos decían, no podía moverse mucho por obvias razones, debía de mostrarse lo más profesional, pero añoraba tener una plática con su amigo rubio justo como en los viejos tiempos. Detrás de ella su pueblo sonreía contento, las sirenas y tritones vestían con hermosas prendas de seda, todas daban la sensación de que estaban rodeados de agua de distintos colores y a escasos pasos detrás de la campeona, su padre y su querido hermano menor estaban mas que orgullosos.

Finalmente Drole. Fuerte, poderoso, rodeado de toda su gente que, al igual que él, posesión unos músculos más que marcados y las pieles tostadas, gracias a que vivían literalmente en un volcán. Contrario a las demás razas, los desendientes de gigantes cantaban a coro silabas, más parecidas a un llamado a la guerra, pero que era un apoyo y alabanza hacia su lider, quien se ponía frente a ellos para llenarlos de orgullo, demostrando que el pasado no los representa y que ellos son de confianza.

Todos esos sonidos se detuvieron cuando el rey levantó la mano. Solo un segundo bastó para que todo quedara en un silencio que los dejó casi aturdidos. Luego, lentamente, el rey bajo de nuevo su mano y abrió los labios para comenzar con su discurso.

—Razas de todo Liones, les agradezco que estén hoy, aquí presentes, en la capital del reino, para honrar con el mayor de los honores a este grupo de héroes que han sido elegidos...—un coro de aplausos se extendió por toda la sala, los cuales se detuvieron de inmediato para que el rey pudiera continuar—No bles guerreros, les agradezco que hayan viajado tan lejos para aceptar valerosamente una misión de esta magnitud...—

Aún con todo en silencio, el rey comenzó a bajar las escaleras que lo mantenían alejado de todos los campeones, posó justo en frente de la princesa Elizabeth, quien no tembló no un segundo ante la presencia del mayor y luego, el hombre sacó una espada fina, decorada con piedra preciosas y la mantuvo en su mano.

>>—Elizabeth...—exclamó el rey, alzó aquella preciosa espada que brilló aún más cuando la luz del sol la toco y luego la llevo hasta los hombros de su querida hija, posandolo suavemente en el derecho y luego pasando al izquierdo—Hoy aquí te nombró capitán de la orden de campeones, te encomiendo el deber que te corresponde como princesa de la familia real. Lisera a los campeones para que juntos derroten a la bestia y le devuelvan la paz a Liones—

Con toda respuesta, la princesa hizo una reverencia perfecta y se dió media vuelta para poder observar lo que haría su padre. El hombre con la corona se aproximó hacia el guerrero Vogel, poniéndose frente a él de la misma forma que lo hizo con la princesa y, de igual manera, posó su espada sobre el hombro derecho del peli negro y luego por el izquierdo.

—Guerrero Vogel Ludociel, haz sigo escogido por el talento que posees en el arte del vuelo, no hay nadie en tu aldea que pueda igualarte, también, ha sido elegidos por tu destreza como arquero y tú increíble visión de aguila—El joven sonrió con vanidad— Hoy aquí, frente a todos como testigo, te nombró el campeón Vogel, piloto de la bestia divina Vah Tarmeellos aplausos disciplinados de la raza Vogel resonaron por todo el salón, uno que otro soltó varios chiflidos, pero toda aquella avalancha de sonidos se terminó cuando el rey se colocó frente a Matrona.

Una sonrisa cómplice se formó en los labios de ambos.

—Matriarca gerudo, Matrona. Eres una amiga muy querida, casi una hermana. Has sido escogida porque tú posees el increíble poder de controlar los rayos, tu destreza en el combate es inigualable, has sabido destruir a los miembros del clan demonio como nadie y tú corazón es tan noble como tú—luego repitió el mismo proceso de pasar su espada por los hombros de la mujer—Hoy aquí, frente a todos como testigos, te nombre la campeona gerudo, piloto de la bestia divina Vah Melascila

El coro de todas las guerreras chocando sus armas contra el suelo se volvió más frenético, todas hicieron sonar sus hermosas lanzas en una señal de total aprobación y de total admiración hacia la mujer que las gobernaba.

El rey volvió a moverse, saltándose a Meliodas para sorpresa de todos (menos para la del caballero, ya suponía que quería dejarlo para el final, para cerrar con broche de oro al nombrar al héroe)

—Princesa sirena, Zaneri. Ha sido escogida porque no hay nadie que te pueda igualar al estar en el agua, eres la más rápida y la más aguil, tu combate dentro de las aguas es perfecto. También has sido elegida por tu total control sobre tu poder sanador, estoy seguro de que podrás salvar muchas vidas con ese poder tuyo—

—Gracias, si alteza—zaneri hizo una reverencia, al reponerse, el rey repitió lo mismo pasando la espada por sus hombros.

—Hoy aquí, frente a todos como testigos, te nombró la campeona sirena, piloto de la bestia divina Vah Jenna— los estruendosos gritos de efusividad de todo su pueblo había sido más escandaloso que cualquier otra celebración. Todos aplaudieron, gritaron y para cuando se pensó que no podían hacer más, todos, al unisono, entonaron una nota musical con su melodiosa voz.

Las sirenas eran conocidas por poseer voces hermosas y dentro de esa sala del trono quedó más que demostrado.

—Lider de los desendientes de gigantes, Drole. Haz sido elegido por tu capacidad para controlar la tierra como desees y la capacidad de tu cuerpo de volverse un escudo al transformar tu piel en fierro. También fuiste escogido por la bondad de tu corazón, eres muy bueno y cada vez nos demuestras que los desendientes de gigantes son una raza para confiar y con la que podemos entablar una gran amistad— el de piel azul en toda respuesta sonrió con orgullo e infló su pecho—Hoy aquí, frente a todos como testigos, te nombró el campeón que desciente de gigantes, piloto de la bestia divina Vah Dolees

Aquel cántico que parecía más un grito de batalla resonó por toda la sala del trono. Se escuchaba casi espectral y amenazador, pero detrás de aquella única nota musical no había nada más que un gran orgullo hacia su tribu y un respeto impresionante hacia el lider de todos ellos.

Al fin había llegado el final y Meliodas se pasó tenso en su lugar. El rey era tan impredecible que no podía imaginarse lo que podría llegar a decirle...o hacerle hacer.

Una vez frente a él, verde esmeralda y gris chocaron como una nube eclipsando una pradera. Él rey paso su espada sobre los hombros del valeroso caballero y luego, con una sonrisa de puro orgullo, abrió sus labios para poder dar aquel último discurso.

—Meliodas, héroe del reino...—el blondo se puso más recto—Haz sido escogido no solo por mi, si no también por la espada sagrada destructora del mal, está en tu destino derrotar a la bestia oscura y devolvernos la paz. Tu destreza en el combate es única, eres capaz de controlar cada arma a la perfección. No existe monstruo que pueda hacerte gente y puedo asegurar que no existe hombre, gerudo, gigante, sirena o Vogel que pueda detenerte...—nadie pudo notar la mirada de total desprecio que Ludociel le lanzo a Meliodas—Eres fuerte, rápido, poderoso y estás bendecido por la mismísima deidad suprema, pero sobre todo eres leal. Amas a tu reino tanto como yo y sé que podrás protegerlo frente a las adversidades—Elizabeth sentía que se podría desmayar en ese mismo instante, el huracán de emociones intensas que la estaba azotando no era para nada normal—Hoy aquí, con todos como testigos, te nombró a ti como el campeón humano, nuestro gran héroe y aquel que, junto con mi hija, lograra darle fina a la bestia—

Los aplausos de todos los humanos presentes finalmente le hicieron saber al rubio que había terminado, el discurso del rey lo habia llenado de determinación y un deseo enorme de vencer al mal, el miedo seguia presente, mas presente que nunca, pero decidió ignorarlo, evitar a toda costa escuchar al dragón frío que le susurraba que todo muere y se concentro en su determinación.

Pero, cuando pensó que todo había terminado, el rey sorpresivamente le extendió la mano derecha, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Meliodas tragó saliva incapaz de saber a qué se debía eso, pero aún así, tomó la mano del rey y permitió que esté lo guiará hasta el centro de la habitación, justo al frente de la princesa Elizabeth.

Al verse directamente a los ojos, ambos pudieron saber que ese pequeño show no era lo que querían y anhelaron salir corriendo de ahí, pero no podían. Los dos permitieron que el rey expusiera frente a todos los que solo pocos sabían.

—Meliodas, no solo fuiste escogido para ser un campeón, también has sido escogido para ser el caballero escolta de la joya las preciosa del reino...mi hija Elizabeth—la albina, aún temblando pero sabiendo que era lo que debia de hacer, extendió su mano, pidiéndole a Meliodas que la tomara. Aún algo aturdido, el de ojos verdes lo hizo, soltándose del agarre del rey y dejando que sus las pieles de sus manos se juntaran. El estremecimiento que los recorrió a ambos fue bastante obvio para todos.

Al igual que como lo había hecho antes, lentamente y sin dejar de verla directamente, Meliodas se puso de rodillas frente a Elizabeth. Se aferró más a su mano, cosa que solo Zaneri notó (con el corazón roto) y luego le dedicó una mirada de tan devoción a la albina que la princesa sintió que las piernas le temblaban.

Meliodas no solía mostrar sus emociones, sus ojos siempre eran fríos e inexpresivos, su rostro siempre estaba tenso en una serenidad fingida...

Hoy en cambio, era totalmente diferente. Sus ojos soltaban chispas de deseo, calidez y devoción, como si frente a él tuviera a la deidad suprema, el agarre tierno de sus manos era fuerte y firme, como si tratara de mantenerla siempre unida a él de manera desesperada y su rostro estaba tenso por ser observado por tantas personas mientras le declaraba silenciosamente a la albina su respeto.

Elizabeth no supo si lo que veía o no era una ilusión, pero el sentimiento cálido que le provocó en el estómago causó que sus mejillas se pusieran rojas.

—¿Juras proteger a mi hija?—el agarre sobre su mano se volvió más fuerte.

—Con mi vida—gritó fuerte y claro, estremeciendo a la princesa.

—¿Juras mantenerla siempre segura?—

—Lo juro—

—¿Juras deshacerte de todos sus enemigos, siendo capaz de mancharte las manos de sangre con tal de mantenerla viva?—

—¡Lo juro!—gritó. En ningún momento los ojos azules de Elizabeth dejaron de ver los verdes del blondo.

El rey nuevamente sonrió satisfecho y volteo a ver a todos los demás presentes que estaban tan contentos con el evento como el monarca.

Luego alzó los brazos, ajeno a lo que ocurría dentro de la cabeza de ambos jóvenes y decidió que con aquel último acto que había planeado de último segundo.

—Como rey de Liones les confiero estás vestimentas. El color azul representa a la familia real de Liones y fueron hechas por mi hija Elizabeth con sus propias manos. ¡Ahora salgan, demuestrenle al mundo porque son los mejores de entre todos, derroten a esa bestia oscura y traiganle paz y prosperidad al reino!—

Está vez todos comenzaron a aplaudir, gritando, cantando, algunos hasta bailando, fuegos artificiales sonaron llenando de colores y luces el cielo azul sobre el castillo y todo era un completo caos de felicidad...

Todo menos el caballero y la princesa. Ni siquiera el enorme estruendo de los gritos fue capaz de romper su burbuja. Meliodas se puso de pie apenas el rey terminó con su discurso, luego agachó su rostro hasta que esté quedó a la altura de la mano de la princesa y roso sus labios sobre la suave piel nivea de Elizabeth.

Un instinto la hizo retirar la mano antes de que Meliodas pudiera depositar un beso sobre esta, la ocultó detrás de su espalda con el rostro rojo y ardiendo de vergüenza y luego desvío la mirada hacia el suelo. No se sentía capaz de verlo, menos después de que aquel único roce de aquellos labios había despertado un fuego voraz dentro de ella.

Sentía que su mano quemaba, deseosa de recibir aquel beso, pero, debía de ser racional, ¡Concentrarse! ¿Dónde estaba la formalidad en todo esto? ¡Se supone que ella lo odiaba porque él era quien le recordaba lo inútil que era, lo incapaz que era para obtener sus poderes!...

¡Pero carajo eso no era culpa de él! Cada día lo tenía más claro, la parte oscura dentro de la princesa luchaba y daba patadas de ahogado intentando desesperada de seguir manteniendo un odio hacia el caballero que cada vez era más falso.

La desesperaba, ¡Si y mucho! Se sentía cansada de siempre estar en silencio con él y se sentía realmente exasperada de que él siempre tuviera esa cara seria que le impedían saber lo que pensaba de ella...¡Esa cara de baboso!

El enojo floreció en su pecho y frunció el ceño.

Pero era solo eso, enojo, desesperación, no odio. Quizá jamás lo odió y solo trataba de convencerse de eso para cerrar su corazón.

Aún así la sensación de ser insuficiente para el reino seguía tan viva como ella y mientras Meliodas caminara al lado de ella sabía que ese sentimiento jamás iba a desaparecer.

"—Oh madre, cuánta falta me haces—" pensó para si misma.

Todos estaban esperando a que se cumpliera la hora acordada, el comedor estaba siendo arreglado con rapidez y la cómoda se estaba poniendo en la mesa, pero, en lo que todo eso ocurría, los invitados estaban esperando con paciencia en el inmenso jardín del palacio.

Estaban observando con ojos curiosos los guardianes desactivados que estaban ahí. El jardín era usado por los humanos del caos para sus experimentos, trataban de activar a los guardianes, aunque, por el momento, aquellos soldados mecánicos todavía no estaban "vivos".

Los campeones eran los únicos apartados del resto, cada oportunidad que tenían la tomaban para tratar de conocerse mejor, entablar una amistad y estaba sucediendo de una gran manera.

Por un lado estaban Matrona, Ludociel, Zaneri y Elizabeth platicando, por el otro, se encontraban Drole y Meliodas hablando (aunque era el de piel azulada quien hablaba, mel solo escuchaba atento)

—¡Y que espectáculo diste muchacho!—una leve sonrisa adornó el rostro del caballero—Pense que todo había terminado, ¡Nunca pensé que el rey te pondría a hacer algo como eso!—

—Yo tampoco—murmuró y su sonrisa flaqueo cuando recordó el momento, el recuerdo de las miradas de todos sobre él lo hizo encogerse de incomodidad, pero la sensación hipnotizante de ver los ojos de la princesa lo tenían con la piel de gallina. Drole se dió cuenta de eso y se acercó con complicidad a él.

—No pareces muy contento con lo que pasó—

—Yo...—titubeo—Me honra poder mostrar mi...lealtad a la familia real—ambos sabían que no era solo eso, había algo más ahí, algo que Meliodas negaba y que la verdad estaba medio seguro de que solo era una ilusión, una mentira. No podía ser real lo que estaba sintiendo.

¡Por las diosas, apenas y la conocía! Pero aún así...aún así...

Sin poder evitarlo, la mirada del escolta fue directa hasta la del otro grupo. Vio como Elizabeth les mostraba con tanta emoción la "tableta del caos" a todos, Ludociel la observaba con curiosidad, Matrona solo podía ver a la albina y Zaneri tenía en sus manos aquel artefacto extraño. Pero a Meliodas no les importaban los demás, solo tenía ojos para una persona ahí, la princesa.

Su seguridad era su prioridad, no podía imaginar lo que pasaría si es que llegara a ser herida, no quería descubrirlo. Ella era tan hermosa que el solo pensar en su rostro lastimado lo llenaba de rabia...

¿¡Pero en qué estaba pensando!?

—Ay muchacho—sus pensamientos Se vinieron interrumpidos por la voz del más grande.

—¿Qué?—se alzó de hombros.

—Podrás engañar a cualquiera, pero a un viejo como yo jamás—el rubio se sintió avergonzado ante tal revelación, frunció su ceño y mejor siguió observando a los demás, era mejor que arriesgarse a ver la sonrisa burlona en la cara de Drole.

—Asi que, está es la "tableta del caos"—ludociel le quitó el artefacto a Zaneri, quien solo hizo un puchero, pero no sé quejó. El Vogel observó aquella piedra extraña con interés dándole vueltas en sus manos.

—Asi es, suponemos que tiene distintas funciones, pero aún no sabemos cuáles—se alzó de hombros, el de cabellos negros solo soltó un resoplido y volvió a colocar el instrumento en las manos pálidas de Zaneri—Aún nos queda mucho por aprender. El otro día, Merlin me enseñó una de sus funciones, está tableta puede capturar imágenes de una manera muy realista—

—Increible...—murmuro la castaña —Me encantaría verlo, princesa...—Elizaneth abrió bien los ojos—¿Podría pedirle un favor?—en ese momento, los ojos verdes de Zaneri se desviaron hasta Drole y Meliodas, quienes los observaban con serenidad, la princesa también volteo a verlos encontrándose rápidamente con los ojos de su escolta. Las imágenes de la noche anterior la asaltaron y desvío la mirada de inmediato.

—Lo que quieras, Zaneri—

—¿Podríamos capturar una imagen de nosotros? Quiero que quedemos inmortalizados en está tableta, para que aquel que la poses siempre pueda recordarnos—


—¡Muy bien, la tomaremos aquí!—por supuesto que Elizabeth había aceptado, de inmediato, mando llamar a Merlin quien se apresuró a ir hasta ellos con una sonrisa. Luego habían decidido el lugar y, por órdenes de Merlin, decidieron que lo mejor sería tomarla enfrente del kiosko en el que estaban. Luego se ordenaron, los más grandes que eran Drole (por obvias razones) y Matrona estaban en la parte de atrás, luego a los lados Ludociel y Zaneri y en el centro estaba la princesa Elizabeth con su escolta a su lado—Todos miren hacia la tableta del caos por favor—

—Esto es una estupidez—murmuró Ludociel, cruzándose de brazos.

—Drole, agáchate un poco cariño que eres enorme y no se te ve la cara—

—Oh, si—el mencionado se agachó y extendió sus cuatro de brazos de tal forma que pudiera rodearlos a todos con estos

—Princesa...—la albina parpadeo ante las palabras de Merlin—¿Por qué la cara larga? Sonríe un poco—

—Anda—esta vez fue Matrona, la mujer rubia depósito su mano en el hombro de la albina. La de ojos azules la volteo a ver de inmediato con sorpresa y al observar la cara de confianza que le dedicó la mayor se decidió. Elizabeth volteo a ver a la tableta del caos y sonrió con dulzura, Meliodas se le quedó observando ante esto.

—Acercate un poco más Ludociel, nadie te va a morder—el Vogel bufó y dió un pasó más hacia la princesa, pegandose más a ellos.

Cuando parecía que Merlin estaba por capturar la imagen, volteo a ver a la princesa sirena que estaba tan tiesa como una estatua de piedra y rió con burla.

—Zaneri, te veo muy tensa, respira un poco—

—S-Si—la sirena inhaló hondo y exhaló. La razón por la que estaba así era por la cercanía que tenía con el rubio, años sin verlo, añorando su reencuentro y justos hora lo tenía tan cerca de ella de nuevo que su corazón latía como loco al sentir su calor. Dio unas respiraciones más para calmar sus nervios y sonrió a la tableta

—Muy bien, ¡Perfecto, ya lo tengo!—ahora si todos se pusieron en posiciones. Elizabeth sonrió, Matrona puso su mano sobre su cadera, Ludociel mantenía los brazos bien pegados al pecho mientras que zaneri trataba de no distraerse con cierto rubio—Uno...—El rostro de Drole cambio a uno de diversión, frunció el ceño mirando a sus compañeros—Dos...—abrio los 4 brazos—¡Tres!—y justo en el momento en el que Merlin capturó la imagen, Drole abrazó con tanta fuerza a sus compañeros que todos se movieron de su lugar y se juntaron. Ludociel abrió la boca debido a que se le salió el aire y cayó al suelo perdiendo el equilibrio, Zaneri terminó igual que el Vogel, solo que está fue sostenida rápidamente por el brazo izquierdo de Meliodas para que no cayera. Matrona no perdió la compostura, su sonrisa y sus ojos pícaros permanecieron aunque su cuerpo chocó contra el de la princesa y hablando de ella, la albina había terminado completamente sobre el cuerpo de su guardaespaldas.

Gracias a el agarre de Drole no había caído, pero si se había juntado bastante, la cara de Meliodas había sido de sorpresa al sentir el impulso, pero se puso completamente colorado cuando sintió el suave cuerpo de la albina sobre él. Para evitar que ella perdiera su equilibrio, la sostuvo por la cintura con su mano derecha, la princesa se aferró a su cuerpo y, en consecuencia, ¡su rostro quedó enterrado en medio de sus dos suaves pechos!.

Todos se quedaron en silencio por varios segundos, pero cuando reaccionaron, la estruendosa carcajadas de Drole y Merlin fue lo único que rompió aquel ambiente tenso.

—¡La imagen quedó maravillosa!—reia la mujer de cabellos negros, mirando la pantalla de la tableta del caos, completamente divertida por las caras chistosas que todos los campeones habían hecho. La foto había sido más que divertida, perfecta para recordar los buenos momentos que pasarían en esa orden.

Zaneri se recompuso de inmediato con un sonrojo, pero no pudo darle las gracias a Meliodas por ayudarla ya que este apenas estaba sacando su cara del pecho de la princesa. Elizabeth lo empujó lejos librandose de su agarre, el rubio se alejó también de inmediato, la mujer carraspeó con la cara totalmente sonrojada y evitó a toda costa ver a su escolta a los ojos.

Meliodas agradeció eso, no se sentía listo como para ver a su princesa después de lo que había pasado. Solo esperaba que ella no pensara que lo había hecho a propósito...¡o que se había aprovechado de la situación para hacer tal acto pervertido! Moría de la vergüenza, si bien claro que le había gustado, se había sentido tan suave, escuchar su corazón se sintió celestial, la manera en la que ella se aferró a él enterrando más su rostro en aquella zona, habia sido tan cálido...

¡Pero no! ¿¡Diosas en qué estaba pensando!? ¡No podía tener tales pensamientos impuros por el accidente que había sucedido, ella es su princesa, su autoridad! Le rogaba a las diosas porque Elizabeth no le dijera nada a su padre, porque de ser así al rey le importaría poco que sea el héroe del reino, ¡Seguro lo enviaba a la orca!

—Ire a retocar mi apariencia—murmuro la princesa, dándose media vuelta y comenzando a caminar sola. Meliodas comenzó a seguirla, tal y como era su deber, pero antes de poder hacerlo la albina se quedó quieta y, sin mirarlo, alzó fuerte la voz—¡No quiero que me sigas! Necesito un momento de privacidad, nos reuniremos en el comedor—

—Como ordene...—aceptó con un hilo de voz. Aunque debería de seguirla, no se sentía con fuerzas para hacerlo. Eso era lo que ambos necesitaban ahora mismo, un momento para pensar y tratar de olvidar lo que sucedió.

Que vergonzoso.

—¡Drole! ¡Arruinaste mi apariencia!—lo único que lo sacó de su vergüenza fue el grito de Ludociel, quien trataba de acomodar su largo cabello negro, por culpa de la caída este se había arruinado y el lider de los descendientes de gigantes reía tanto que las risas se les contagio a todos.

Listo jajaja la idea original de este capítulo era que no sucediera nada como tal, tan solo que chocarán y listo... pero creí que sería chistoso agregarle este último toque de mel cayendo en los pechos de Ellie por accidente.

Pobre de Meliodas, tiene un conflicto interno muy fuerte, por un lado le gustó, por el otro su honor como caballero le impide pensar en eso. Elizabeth se siente avergonzada al igual que mel.

Pero bueno, ya está. Las emociones que suben y bajan como montaña rusa apenas están comenzando 👀 y faltan tantas cosas aún jaja.

Que les pareció? Les gustó? Espero que si. Ya saben que cualquier duda (a menos que yo la considere spoiler) pueden decirme y la responderé con gusto ✨

Discúlpeme faltas de ortografía, si notan alguna no tengan vergüenza y díganme, que muchas veces en las ediciones no logro darme cuenta.

Sin más que decir nos veremos en otro capítulo. El que se viene será bueno 👀

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