IX
Capítulo 9: Una ceremonia "oficial"
—Por fin estan todos reunidos, nuestros salvadores—la gran voz del rey era lo único que llenaba el tenso silencio que había entre todos. Una vez que los campeones llegaron, todos fueron escoltados hacia el jardín real, donde se sentaron en una de las hermosas mesas de madera a conversar. Meliodas se sentó al lado de Elizabeth por obvias razones, ahora no se podía separar de ella y, para ser sinceros, no quería hacerlo tampoco. Al lado de la albina se encontraba la Matriarca Urbosa, luego el lider Drole, de ahí seguía el guerrero Ludociel y finalmente Zaneri. A meliodas le hubiera gustado saludarla con un abrazo, pero en esos momentos debían de mostrarse profesionales—Es un verdadero placer para mí que hayan aceptado nuestra propuesta—
—El honor es nuestro, su alteza—fue Matrona quien habló, cruzando las piernas dejando ver sus muslos y sonriendo con cortecia—Haremos todo en nuestras manos psra proteger al reino—
—Sé que es un gran sacrificio lo que les estoy pidiendo que hagan, pero al final todo valdrá la pena y la bestia será derrotada—todos asintieron con la cabeza—Para que todo aquel que los vea, reconozca a nuestros campeones, mi hija, la princesa Elizabeth, les hizo un regalo con sus propias manos—el corazón de Meliodas se detuvo por unos segundos, sintiendo nuevamente aqudl extraño nudo en su estómago ante aquellas palabras.
En unos pocos segundos, varios sirvientes entraron al jardín con distintas cajas en sus manos y colocaron cada una enfrente de cada campeón. El rey hizo una ceña con la mano, dando la orden de que podían abrirla y todos lo hicieron casi al mismo tiempo.
Los ojos de Zaneri brillaron con ilusión al ver el hermoso vestido azul cian con aquellos bordes blancos tan bellos, lo sacó de su caja con una sonrisa y volteo a ver a elizabeth completamente ilusionada.
—Es bellísimo su majestad—agradecio Zaneri, la albina le devolvió la sonrisa y meliodas pudo ver de reojo lo hermosa que la princesa se veía cuando no se la pasaba seria todo el tiempo
El rostro de Ludociel se iluminó con una diminuta sonrisa, mientras acaba el obsequio y se lo colocaba con vanidad.
—Creo que el azul resalta las plumas de mis alas—fue su único comentario, cosas que a Elizabeth le pareció divertido. Ya comenzaba a comprender un poco más el vocabulario del guerrero Vogel y eso le alegraba.
—Yo creo que me quedará perfecto, lo veo lo suficientemente grande—exclamo Drole alzando su pulgar.
—Sabes perfectamente lo que me gusta, mi rayo de luz—Matrona le guiño el ojo a la princesa quien se sintió llena de dicha.
Luego el lugar se quedó en silencio y los ojos de todos se fueron expectantes a la persona que faltaba, incluidos los ojos de la princesa de Liones.
Meliodas admiraba su túnica con un brillo inusual en sus ojos, acariciaba la suave tela con la yema de sus dedos como si está fuera el mayor tesoro de todos, admiraba el bordado entre suspiros y se sonrojó ligeramente al darse cuenta de que la túnica estaba hecha a su medida. Al notar que los ojos de todos estaban sobre él se removió incómodo en su lugar, carraspeo para retomar la compostura y luego volteo hacia la princesa para agachar la cabeza con respeto.
—Me encanta, su majestad—fue lo único que dijo, pero no necesitó de más palabras para entenderse, la misma Elizabeth se dio cuenta perfectamente de su sentir, ya que era la primera vez en todo el tiempo que llevaban juntos, que veía los ojos de Meliodas brillar
Se quedaron observándose por unos cuantos segundos más, en silencio, hasta que los dos decidieron cortar el contacto visual con nerviosismo, tratando de retomar la conversación sin notar como todos los presentes los miraban de manera extraña.
En especial tres de ellos.
—Bueno, esto sería todo. ¿Por qué no se prueban su ropa?—sugirio el rey—Para que se vayan acostumbrado a ella—luego el imponente hombre se puso de pie con una gran sonrisa de satisfacción en el rostro e inclinó la cabeza con amabilidad mirándolos a todos—Los dejó solos para que comiencen a conocerse, van a pertenecer a la orden más importante del reino al fin y al cabo—
—Te veré luego, padre—Elizabeth hizo una reverencia que fue correspondida por el viejo rey y finalmente este se retiró sin esperar más tiempo dejando a los campeones y a la princesa en total soledad. Al inicio todo se puso ligeramente incómodo, pero al final fue la misma Matrona quien se puso de pie con una mini sonrisa llevándose su gran falda entre sus manos.
—Recomiendo que todos vayamos a cambiarnos y después nos reunamos de nuevo aquí—nadie se opuso ante su idea, de todas formas eran las mismas que el rey había dado.
Todos, con excepción de Meliodas, se pusieron de pie mientras comenzaban a caminar hacia el interior del castillo, siendo guiados por la servidumbre, quieres los llevarían a sus habitaciones de hospedaje para que pudieran cambiarse con total seguridad y libertad.
Al verse de nuevo solos, Elizabeth volteo a ver al blondo quien también la observo y frunció su ceño.
—¿Tú no irás a cambiarte?—preguntó.
—No la dejaré sola, majestad—fue su respuesta y nuevamente aquella extraña sensación volvió al estómago de la albina—La protegeré incluso dentro de las murallas del palacio, esperaré hasta que los demás regresen para poder ir... sé que ellos pueden cuidarla bien mientras yo no esté—tratando de disfrazar su sentí, Elizabeth bufó un poco rompiendo de nuevo el contacto visual y se cruzó de brazos, tratando de no darle mucha importancia a sus palabras.
—Como quieras—añadio serena, aunque por dentro, la realidad era que no sabía como sentirse.
—Me llena de alegría ver qué a todos les queda bien—Elizabeth fue la primera en romper el silencio. Una vez que todos los campeones, incluido el rubio, se habían puesto sus nuevas ropas azules ella no pudo evitar sentir su corazón tan lleno de dicha. A todos se les veía increíble y claramente a todos les quedaba, no había necesidad de hacer ningún retoque o reparación. Además, por más que le costara admitirlo, Elizabeth había pasado demasiados segundos admirando lo bien que le quedaba aquella nueva túnica a su escolta (y alegraba verlo vestido con algo más que no fuera su uniforme de la guardia real)— Y también me llena de alegría verlos a todos reunidos, juntos—
—Es un honor poder luchar a su lado—Zaneri fue la primera en corresponder a la conversación cosas que la de ojos azules agradeció, no sabía cuánto más podría seguir hablando sola—Pero si no es molestia, me encantaría poder conocer a mis nuevos compañeros—
—Yo soy Ludociel, el arquero más diestro de todos los Vogel...no, el arquero más diestro de todo el reino—comenzo el de cabellos negros, echándose flores a si mismo con una sonrisa tan arrogante que Meliodas sintió que se le revolvía el estómago—No hay nadie como yo, tienen suerte de tenerme en su equipo—
—Yo soy Drole, el líder de los descendientes de gigantes. Si llego a darles un apretón de manos muy fuerte, me disculpo, no suelo tratar mucho con gente de otra raza—rió jovial, risa que se le contagio a todos menos a Ludociel, quien se molestó al verse levemente ignorado.
—Yo soy Matrona, soy la Matriarca de la tribu Gerudo, pero eso ya lo saben ustedes—Matrona nunca fue de muchas palabras y lo estaba demostrando justo en ese momento, pero, pese a que no dijo mucho, la sonrisa maternal que le dedicó a todos los demás fue suficiente para su presentación.
Cuando los ojos de los demás fueron hasta la pequeña castaña, está se sonrojo de inmediato y agachó la cabeza apenada.
—Soy Zaneri, soy la princesa mayor del pueblo sirena. Les aseguro que contarán con mi poder sanador en batalla, no dejaré que ninguno de ustedes salga herido—su corazón no le enternecio a todos los presentes, aunque Ludociel trató de no demostrarlo mucho, desviando su cabeza hacia el rubio que había permanecido en un silencio sepulcral como si quisiera que todos ignoraran su presencia.
Lástima para él, el de cabellos negros parecía demasiado interesado en el caballero, más que nada por la espada que tenía colgada y por el enojo que sentía de saber su destino.
—¿Y tú?—preguntó refiriéndose a Meliodas, el de ojos verdes lo miró—¿Vas a presentarte o seguiras tan callado como un muerto?—aquel comentario no le hizo gracia a nadie de ahí, en especial a Meliodas y a Elizabeth. El rubio trató de controlar tanto como podía la mueca de desagrado que luchaba por verse, pero mantuvo la compostura y se sentó más derecho en su silla—¿Por qué no mejor nos cuentas del pueblito del que saliste?—eso claramente estaba pensado como un insulto, sin embargo, Meliodas solo alzó la ceja tratando de verse confundido mientras sus ojos se llenaban de nostalgia.
—Vengo de la aldea Bernia, está al Sureste de aquí y al Sur del dominio de las sirenas—se alzó de hombros—No hay mucho que contar al respecto—
—¿Osea que vienes de ese pueblo de granjeros?—Ludociel soltó una risa burlona y el blondo apretó los puños debajo de la mesa—Quien diría que un pobre jardinero terminaría...aqui—
—Ironias del destino —meliodas rodó los ojos, irritado por los comentarios del de grandes alas—La espada me escogió y por eso estoy aqui—aquel comentario claramente hirió el orgullo del Vogel, quien fulminó al caballero con la mirada frunciendo su ceño—Mi deber es derrotar a la bestia oscura y proteger a la princesa Elizabeth, tu serás un gran ayudante en mi misión. Estoy seguro—y aunque sus palabras no estaban destinadas a seguir destrozando el orgullo Vogel, la simple mención de no ser más que un "ayudante" para el héroe elegido causo que la irá se apoderará del corazón de Ludociel.
El de cabellos negros gruño algo fuerte para su gusto demostrando lo molesto que estaba y se cruzó de brazos sin ganas de seguir con la conversación. El ambiente tenso que se creo entre todos los participantes perduró de esa manera durante largos minutos que se les hicieron eternos. Nadie conseguía que las palabras llegarán hasta su boca como para olvidar el mal rato que Ludociel había causado con sus comentarios pasivo-agresivos.
No fue hasta que el mismo Drole abrió sus ojos como platos cuando algo hizo "Click" en su mente que se puso de pie con una sonrisa de complicidad y luego señaló al rubio. Meliodas quería que la tierra se lo tragara, ya no quería seguir respondiendo a más preguntas.
—Tú, muchacho...—al menos fue un alivio que no lo llamara "señor" como todos los demás—Acabas de decir que tu deber es proteger a la princesa—Melidoas asintió suavemente—Eso quiere decir que eres su escolta personal—la mirada de desaprobación que Elizabeth le dedicó al blondo fue completamente ignorada por este, nuevamente el de ojos esmeralda asintió—En ese caso supongo que mañana será tu nombramiento oficial también, ¿No?—silencio. La princesa sintió su rostro enrojecer ante el solo pensamiento de también tener que nombrar a Meliodas como su caballero frente a toda la corte y todas las demás razas, no sabría si podría, no sería capaz de disimular su rostro de desdicha, quizá si...
—En realidad...—la voz del blondo la sacó de sus pensamientos—No quisiera que sea mañana, se supone que la ceremonia de mañana es para todos, no hay que hacerla algo sobre mi—sonfio levemente.
—¿Y por qué no?—volvio a hablar Ludociel, con sarcasmo—Eres el maravilloso héroe de Liones, todo debe de ser sobre ti, ¿No?—
—¿Qué te parece algo más privado?—el de ojos rasgados fue nuevamente ignorado por el desencdiente de gigante, mientras se acercaba hacia el de ojos verdes con una sonrisa y luego abría sus cuatro extremidades con emoción—Puede ser hoy mismo, solo nosotros asistiremos a tu nombramiento y conque la princesa sea quien lo haga eso ya lo vuelve oficia, ¿No crees?—Meliodas suspiró pesadamente, bajando los hombros demostrando la gran carga que tenía sobre estos y se volteo para ver a la princesa, trató de comunicarse con ella por medio de miradas, pero los delidos ojos de ambos no fueron demasiado útiles como para poder hacerlo.
—¿Desea hacerlo majestad?—le preguntó, al fin y al cabo sería ella quien lo haría. Era la misma Elizabeth quien debía de decidir.
—Me parece que mereces una ceremonia, para mantener tu honor como caballero y gran escolta—siguoi Drole, desviando sus ojos hasta la princesa quien se mantuvo quieta durante unos tortuosos 3 minutos.
Luego finalmente suspiró, agachando la cabeza con poco ánimo y asintió lentamente.
—Podemos hacer la ceremonia a las afueras de la ciudadela, en una pequeña plaza que está cerca—se alzó de hombros, poniéndose de pie sin voltear a ver a ningún campeón y rápidamente siendo seguida por su escolta personal, quien se veía sereno como siempre, pero que por dentro estaba curioso, ¿Por qué la princesa parecía odiarlo tanto?
Llegaron a aquella pequeña plaza en medio de murmullos y miradas. La gente del castillo y de la ciudadela los observo desde que salieron de las caballerizas reales hasta salieron de la ciudad. Todos, menos Ludociel y Drole, habían montado a caballo para poder moverse con mayor facilidad por el enorme lugar tan lleno de gente. Los otros dos restantes habían optado por lo eres de diferente forma, Lodociel podía volar sin ninguna dificultad, mientras aquel Drole era tan grande y pesado que un caballo jamás podría soportar llevarlo, por lo que tuvo que ir a pie.
Llegando al bonito lugar, amarraron los caballos a los árboles cercanos para evitar que estoy tratarán de escaparse, luego casa uno comenzó a moverse para tomar su lugar aunque todo se sintiera tan forzado.
Los cuatro campeones se pudieron uno después de otro al fondo del lugar para poder observarlo todo, la princesa se colocó justo en medio de la pulcra puedes y seguido de ella Meliodas se puso frente a la albina mirándola directamente a los ojos. Luego sin cortar contacto, se puso de rodillas lentamente ante su princesa y cerró los ojos esperando recibir la bendición de la dama.
Tras tomar una gran bocanada de aire y preparándose mentalmente, Elizabeth alzó su mano derecha colocándola a escasos centímetros del cabello rubio, los suficiente como para estos acariciaran su palma y abrió los labios para poder hablar.
—Heroe de Liones, el elegido por la espada que doblega a la oscuridad. Haz demostrado valor y destreza ante la adversidad y la oscuridad, por ello mereces recibir la bendición de la deidad suprema...—inhalo hondo—Aunque esté surcando los cielos, a la deriva del tiempo o sumida en las brasas del crepúsculo, la espada siempre estará unida al alma del héroe. Rezamos para que la union entre...entre la espada espada sagrada y el héroe sea eterna—Elizabeth no podía más con eso, bajó su mano con lentitud sin poder ocultar su desgana, suspirando pesadamente y le dedicó una mirada cansada al rubio, quien seguía con los ojos cerrados ante ella. Luego tomó una gran bocanada de aire para prepararse y volvió a levantar su mano derecha. Debía terminar con el rito, debía lograrlo—Espads que doblega a la oscuridad, hoja ancestral, guardiana de todo Liones...—
—Uy, que falta de entusiasmo—susurró Drole con una mueca, uno de sus cuatro brazos fue directo hasta su nuca para rascarse un poco y negó—Pense que quiza ella estaría más emocionada—
—¿Qué pasa Drole?—hablo Ludociel—Fuiste tú quien quería honrar al caballerito con una ceremonia, ¿Esta farsa no cumple con tus expectativas?—el de piel azulada alzó los hombros dedicándole una mirada de pena a la princesa, el de cabellos negros solo suspiró—Pero tienes razón, está claro que a la princesa ese chico no le inspira confianza...—hizo una pausa, mirando con sospecha al rubio—Ni a mi—
—Muerdete la lengua, pajarito—esta vez fue Matrona quien se unió a la conversación, volteando a ver a Ludociel, quien solo se alzó de hombros desinteresado y cruzó los brazos—Ese chico solo le recuerda todas sus carencias, la hace sentir incapaz y...culpable, así que, es normal que se desmoralize—explicó.
—Parece que conoces muy bien a su majestad—Matrona le dedicó una mirada de advertencia al arquero, este solo alzó las manos en señal de que se rendía y todos decidieron cortar ahí con la conversación.
Justo a tiempo al menos, ya que fue cuando Elizabeth dio sus últimas palabras del corto rito y todos le pudieron poner atención de nuevo.
—...Yo, Elizabeth Liones, princesa de Liones, te acepto a ti Meliodas Demon, elegido por la espada sagrada, como mi caballero escolta de hoy hasta que la muerte separe nuestros caminos—
—Yo, Meliodas Demon, juro solemnemente por mi honor como caballero y por mi destino, protegerla a todo lugar al que vaya, salvaguardar su vida e impedir que cualquiera le haga daño—tras terminar con estas palabras, Elizabeth finalmente se permitió bajar la mano por completo. Soltó un suspiro más sin apartar aquella mirada de tristeza del rubio inclinado y se quedaron en silencio por varios segundos. Una parte de ella, la más noble, agradecía la lealtad que el rubio le mostraba, pero nuevamente la oscuridad susurraba a su oreja ganando el combate contra su lado racional
—Puedes levantarte, Meliodas—el de ojos esmeraldas lo hizo sin dudar y abrió sus ojos de nuevo. Lo hicieron, cumplieron con la ceremonia de nombramiento oficial, sin muchos testigos y sin necesidad de una gran multitud de aplausos, el rubio agradecía eso. Luego tras mirarse, manteniendo su contacto visual, la princesa abrió sus rosados labios una vez más tratando de ya retirarse de aquel ambiente tan pesado, carraspeando un poco—Regresemos al palacio, mañana será un largo día y quiero que todo salga perfecto. Tengo que seguir atendiendo unas cuantas cosas—
Todos asintieron sin querer detenerla y se fueron aproximando hacia sus caballos para poder montar en estos y volver a los seguros muros de la ciudadela. Ya volverían a verse las caras a la hora de la comida o la cena, pero al menos por el momento, lo que la princesa más quería era despejar su mente y olvidar las palabras que Meliodas acababa de decirle.
Por primera vez tenía a alguien que en verdad iba a protegerla y la sensación que le causaba era tan extraña que no podía describirlo. ¿Se sentía feliz? ¿Se sentía ilusionada? ¿Se sentía inútil incapaz? No lo sabía, quizá era todo a la vez.
De noche y encerrada en su habitación, con la certeza de que Meliodas estaba del otro lado de la puerta velando por su seguridad, Elizabeth se permitió quedarse despierta hasta más noche escribiendo en su diario.
Escribir sus pensamientos ayudaba a relajarla en aquellos tiempos de locura y, desde que Meliodas fue seleccionado como su guardaespaldas, todas las hojas de su libreta estaban manchadas con el nombre de aquel caballero. Esa hoja en especial estaba cargada de un fuerte sentimiento de incertidumbre.
"Nunca sé lo que piensa, aveces trato de ver más allá de esos ojos opacos con los que me mira y su silencio no ayuda a qué pueda descubrir su verdadero sentir.
Siempre es tan reservado, que no puedo evitar que las dudas invadan mi corazón. ¿Que pensará de mi el elegido por la espada sagrada?, ¿Qué pensará de su princesa?, ¿Que pensará de la heredera de la familia real de Liones que es incapaz de despertar sus poderes?...me pregunto si me desprecia al igual que todos los demás.
Aún así, sus palabras de hoy me dejan pensando. Lo que me dijo en el jardín fue tan hermoso, recuerdo a la perfección sus palabras: " No la dejaré sola, majestad. La protegeré incluso dentro de las murallas del castillo..."
Elizabeth se tomó un tiempo antes de continuar escribiendo en su diario, inhaló hondo, le dió un trago a su copa llena de agua y luego tomo la pluma de de nuevo.
Lo que me dijo en aquella ceremonia que Drole quiso hacer fueron muy similares a las que me dijo cuando mi padre lo nombró mi escolta, tampoco puedo dejar de pensar en eso.
Pude haberme negado, haber dicho que no quería ninguna ceremonia, pero no, accedí y terminé más confundida que antes. Sus ojos esconden tanto detrás de esa máscara de indiferencia que se pone. Lo que me dijo hoy se sintió diferente...No sé si solo lo dijo porque debe mantener apariencias, pero se sintió tan sincero que no puedo dejar de recordarlo, como si en verdad deseara protegerme desde el fondo de su corazón...
No sé ni porque me consumo sobrepensando esto, quizá solo son suposiciones mías y en realidad las palabras de Meliodas carecían de sentimiento, pero aún así...
¿Debería de confiar en él?"
Tras ese último pensamiento dejó la pluma en su tintero y cerró la libreta, suspirando. Las preguntas no dejaban de rondar por su insegura mente.
Elizabeth miró por la ventana de sus aposentos admirando la luna llena, podía deducir que ya era bastante tarde y si no quería lucir como un espectro durante la ceremonia del día siguiente debía de descansar. Comenzó a dar pequeñas pisadas hacia su cama para dejarse caer y dormir, pero a medio camino un sentimiento la hizo detenerse...
¿Estaría bien si...?
Decidió no pensarlo demasiado y actuar, porque sabía bien que si se detenía a valorar su pensar seguramente terminaría molesta y se iría a la cama mal.
Caminó con rapidez hasta la puerta de su habitación, sin abrirla y se inclinó sobre está para que su voz fuera lo único que saliera de la madera.
—Yo ummm...—meliodas se tensó detrás de la puerta, sorprendido de escuchar la voz de la albina—Lamento mucho lo de esta mañana, no quería incomodarte con la pregunta sobre tu...tu...tu madre...—meliodas suspiró ante esto, nunca pensó escuchar algo como una disculpa de la boca de la princesa. Se inclinó ligeramente hacia la puerta para responder, sería descortés no hablarle.
—No hay nada de que preocuparse princesa, pero agradezco el gesto—la albina sonrió un poco y sin pensarlo mucho, volvió a abrir sus rosados labios.
—Buenas noches, descansa...—le murmuró riendo un poco, de manera amistosa.
Meliodas no sé lo había esperado, ella nunca había hecho algo como eso durante los días pasados y el hecho de escucharla hablarle tan suave...era tan nuevo e increíble. Su corazón latió con fuerza entonces, el rubio no supo que fue toda esa sensación que lo golpeó como si un demonio rojo lo hubiera atacado de sorpresa, que lo dejó aturdido.
Abrió sus labios de nuevo, casi temblando, y depósito su mano sobre la madera fina, como si eso lo conectara más con la princesa.
—Que tenga dulces sueños, majestad—le susurró, lo suficiente como para que ella pudiera escucharlo a través de la gruesa puerta. La princesa ya no volvió a hablar, pero se quedó quieta, como si estuviera esperando por algo, pero no sabía con exactitud que. Luego, aquel último murmullo llegó hasta ella y toda el mundo de la princesa pareció dar vueltas—Te juro que te voy a proteger...con mi vida—
Elizabeth se alejó de la puerta con la mente confundida y el corazón acelerado, Meliodas no se dió cuenta que ella había alcanzado a escuchar eso, él pensó que la princesa se había alejado de la puerta después de despedirse. La albina se metió dentro de sus sábanas temblando y con sus pálidas mejillas sonrojadas.
Se había referido a ella sin título formal y nuevamente le había confirmado que iba a darlo todo para protegerla. Por un lado se sentía inútil, por el otro, totalmente soñada. Para darle paz a su mente se obligó a si misma a despejar su cabeza rezando a las diosas y solo así consiguió conciliar el sueño.
Todo caballero merece una ceremonia de nombramiento, aunque en esta ocasión nuestros dos protagonistas estaban de acuerdo en que fuera todo muy privado.
¿Notaron esa tensión entre Ludociel y Meliodas? Uff espero que si, porque será interesante la convivencia de ese par 👀
En fin. ¿Que les pareció? ¿Les gustó? Espero que si, cualquier duda ya saben que me la pueden decir con toda confianza y la resolveré (a menos que sea spoiler claro ;)✨ )
Sin más que decir disculpen faltas de ortografía y nos veremos la próxima semana con otro capítulo.
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