I

Capítulo 1: "El niño elegido"

—Mamá— sollozaba un pequeño rubio, que limpiaba las lágrimas con fuerza para que estas no le nublen la vista. Se había perdido y todo por distraído, todo por no haberle hecho caso a sus padres.

Toda su familia estaba haciendo un viaje por el reino, era una manera de conocer lo que los rodeaba y disfrutar de su compañía. Habían pasado por muchos bosques, visto varios insectos de colores e incluso habían dormido a la intemperie, observando las estrellas por la noche.

Ahora todo eso se había terminado. Sus padres le advirtieron que no se alejara mucho de la posada, que era peligroso. Nunca se dio cuenta que por perseguir un mariposa roja se había alejado demasiado de sus padres. Estaba tan lejos, que sin querer había entrado al "bosque perdido".

El pequeño rubio solía escuchar leyendas sobre ese bosque. Es grande, lleno de arboles sin hojas con caras espeluznantes y ramas filosas como garras, pero, pese a lo tenebroso del lugar, se cuenta que en lo mas profundo hay tesoros inimaginables, riquezas como para volverte el nuevo rey de Liones, poder, sabiduría.

Muchos hombres han querido entrar para apropiarse de esos tesoros, pero muy pocos han vuelto con vida.

Aquel bosque está rodeado por una espesa niebla que apenas te deja ver tus propios pies, los arboles espeluznantes te rasgan la piel, la ropa y no existe un camino para seguir. Si tienes suerte, la niebla te va a comer y te va a escupir justo en la entrada del bosque, dándote una segunda oportunidad de dar la vuelta y seguir con tu vida.

Pero si eres de los avariciosos de corazón negro, la niebla te va a cerrar todas las salidas y estarías condenado a quedarte dentro, muriendo después de días de solo caminar en círculos, incapaz de encontrar el tan ansiado tesoro, incapaz de ser libre, incapaz de volver a ver la luz del sol.

—No quiero morir— chilló el pequeño, estaba asustado, atormentado. Las palabras de las leyendas lo hacían temblar, ver los espectros en pena de los que se quedaron atrapados en el bosque lo dejaban paralizado. El rubio solo quería abrazar a su mamá y llorar en su hombro.

—Meliodas...— dejó salir el aire de sus pulmones cuando una voz espectral dijo su nombre. Trató de esconderse, pero la cara aterradora de uno de los arboles lo hizo retroceder. No pudo aguantarlo mas, tan solo se tiró al suelo, cerró sus ojos y se hizo bolita llorando sin parar—Mel, no me tengas miedo— le susurró la voz con calidez y el rubio pudo sentir una mano sobre sus mejillas limpiando sus lagrimas. Un escalofrío lo recorrió. Abrió los ojos lentamente y descubrió a una mujer que le sonreía con ternura, pero cuya mirada estaban cubierta por una luz celestial.

—¿Quién es usted?—murmuró y tras segundos de silencio la mujer le dedicó una sonrisa triste.

—Una vieja amiga— fue lo único que respondió, suspirando. Meliodas no recordaba haber conocido a una mujer como ella. Era alta, con el cabello de un color dorado que le llegaba hasta la cintura. Jamás la había visto, sin embargo podía sentir algo familiar en ella que calmaba su miedo—Ven conmigo— le extendió la mano y el menor no dudo ni un segundo en ponerse de pie y tomar la mano de la joven.

—¿Cuál es su nombre, señorita?— ella no respondió, tan solo siguió caminando, guiándolo por el bosque, dando vueltas entre los arboles siguiendo un camino que Meliodas no podía ver—¿Me va a llevar con mi mamá?—

—Si— eso hizo muy feliz al pequeño— Pero antes de que vayas con tu mamá, necesitas ver algo—

—¿Qué cosa?— la mujer no respondió, tan solo siguió sonriéndole, buscando la confianza del de ojos verdes y llevándolo cada vez más profundo por el bosque. Meliodas dejó de preguntar, algo dentro de él le decía que aquella mujer ya no le iba a responder, mejor se puso a ver a sus alrededores, notando como la niebla se abría ante ellos dejándolos pasar y como los arboles de caras tenebrosas ya no eran tan aterradores como pensaba. Incluso se veían...chistosos.

Rió bajo por ese pensamiento.

Poco a poco, arboles frondosos y de color verde comenzaron a sustituir a los tenebrosos, vio arbustos con flores, manzanas doradas colgando de las ramas, mariposas, libélulas, ranas de colores y hasta pequeños pajaritos que cantaban felices. El menor sonrió lleno de alegría y tiró un poco del brazo de la mujer para llamar su atención.

—¿Ya salimos del bosque?— la joven negó con la cabeza a lo que Meliodas se confundió. Si aún no salían, ¿Por que todo se había vuelto tan bonito?. No pasó mucho tiempo cuando la neblina finalmente se fue revelando el sol brillante y el corazón del bosque. El oji verde estaba tan impresionado que jamás se dio cuenta de que aquella misteriosa mujer lo había soltado—¡Mire señorita hemos...!— volteo a verla, pero ella ya no estaba ahí. Había desaparecido como si jamás hubiera existido.

Nuevamente un poco de miedo cubrió el corazón del pequeño. ¿En donde se había metido la mujer? ¿Por qué lo había dejado solo? Ella le dijo que lo llevaría con su madre, no que lo perdería más.

El de ojos verdes comenzó a caminar, algo nervioso, hacia el centro del bosque. No tenía otra opción y, la verdad, no quería quedarse quieto en un solo lugar esperando a sabrá las diosas que.

Entre más caminaba, no era capaz de ver a las pequeñas criaturas que revoloteaban cerca de él, maravillados de como un humano había llegado hasta ahí. El gran árbol de hojas rosas cubría su hogar como un escudo protector y su magia repelía a todo aquel que quisiera entrar. ¿Cómo ese niño pudo llegar?

—¿Hola?—llamó. aunque no hubo respuesta. Tragó saliva nervioso—¿Señorita?...— gritó. Intentando encontrarla.

Meliodas—el rubio se quedó quieto cuando la voz de la mujer volvió a llamarlo, solo que esta vez sonaba más distante...—Meliodas...—

Siguió avanzando, esta vez con mas seguridad, saltando raíces salidas de la tierra y haciendo crujir las hojas bajo sus pies. Persiguió los ecos de la voz en todo el camino, confiando en su oído, cada vez la escuchaba más cerca y, aunque había sido muy extraño como había desaparecido, sentía algo en su interior que le gritaba que debía buscarla.

Era un sentimiento muy complicado de entender para solo un niño de seis años.

Caminó y caminó, hasta que llegó al centro del bosque. El menor observó con su boca abierta la belleza del corazón del lugar, miró hacia arriba, sin creer como ese árbol de hojas rosas era tan enorme y cuando sus ojitos bajaron hacia la tierra, su corazón dió un brinco. Justo a los pies del gran árbol, había un pedestal de piedra y adentro una espada cubierta de hojas y polvo.

Meliodas, ven a mi, Meliodas

Grande fue su sorpresa al descubrir que la dulce voz femenina salía de aquella arma vieja. Se quedó anonadado, sintiendo su corazón latir con fuerza, sintiendo como su cuerpo se movía como en trance hasta acercarse a la espada y sintiendo en su mano un cosquilleo familiar y poderoso cuando tomó la empuñadura. No pasó nada por 3 segundos...

Hasta que la hoja de metal comenzó a brillar, emitiendo un brillo azulado maravillando a las criaturas que lo observaban todo. Meliodas tuvo que cerrar sus ojos por el intenso brillo. El viento giró a su alrededor, volando sus cabellos y el polvo se esfumó revelando la verdadera belleza de la espada.

El niño elegido por el destino que me ha despertado—La voz de aquella mujer inundó los oídos del niño—Te reconozco como mi dueño legitimo—

Movido por el destino, Meliodas comenzó a jalar aquella espada, usando su nula fuerza para poder sacarla, sorprendido de ver como el arma se movía a su voluntad saliendo del pedestal. Cayó de espaldas cuando al dar el último tirón, la espada salió de su lugar quedando sobre las pequeñas piernas del niño. El rubio admiró la espada. Era hermosa, brillante, jamás había visto espada tan hermosa como esa que sostenía. La tomó con la mano derecha y jadeó.

Podía sentir un extraño hormigueo recorriendo su brazo y, aunque estaba pesada y era más grande que él, no podía evitar sentir una extraña conexión al arma.

—Joven héroe— Meliodas soltó un respingo que le hizo soltar su espada y miró hacia adelante. Ante él estaba un hombre de largos cabellos rojos, sonrisa serena y un par de alas gigantes de muchos colores. El niño lo supo de inmediato, era un hada—Yo soy el rey hada Gloxinia, se me encomendó desde tiempos antiguos custodiar la espada sagrada hasta que su legítimo dueño viniera a reclamarla. Es un honor conocerlo al fin—El rey hada hizo una reverencia ante Meliodas—La espada que doblega a la oscuridad está unida al espíritu del héroe, así como el espíritu del héroe está unido a la espada. Fuiste escogido por la pureza de tu corazón y la valentía en tu alma—se incorporó.

—Pero yo no soy valiente, mi papá si—Murmuró, siendo rodeado de más pequeñas hadas que sonreían y bailaban. Ahora podía ver a aquellos seres mágicos que muy pocos podían admirar. 

—Joven héroe— el rey hada rio un poco, negando con la cabeza—La valentía está dentro de ti, tarde o temprano lo descubrirás. Eres valiente, bondadoso, noble y fuerte, tu corazón es puro y lleno de justicia, lo tienes todo para convertirte en nuestro salvador—Meliodas volvió a mirar hacia abajo, sintiendo como las hadas le entregaban la funda de la pesada espada para que pudiera guardarla—Ahora vete, nuestro destino esta en tus manos—el rey hada alzó su mano llamando a la niebla para sacar al rubio de ahí y el menor entró en pánico de inmediato. Tenía muchas preguntas, no estaba entendiendo nada y temía que aquella horrible niebla volviera a comerlo. Tan solo se aferró a su espada como si esta le diera fuerza y trató de detener al rey.

—¡E-Espera...!— gritó, pero antes de poder hablar la espesa niebla se lo llevó. El rubiecito cerró sus ojos preso del pánico y cuando los volvió a abrir, pudo ver cómo los últimos rayos de sol le daban la bienvenida. Estaba de regreso en la entrada del bosque, a tan solo unos pasos de la libertad.

Sonrió un poco, sintiéndose aliviado de haber salido y comenzó a caminar de regreso, arrastrando la pesada arma con algo de dificultad y con la funda colgada en su espalda (la cual también le quedaba grande)

—¡Meliodas!—el sonido de la voz de su madre y la luz del sol en su rostro le hicieron saber que estaba de regreso, había salido de aquel bosque. Sus ojos verdes se llenaron de lágrimas de alivio y habría corrido hacia su progenitora de no ser porque en unos segundos, toda la gente que lo había estado buscando por horas había ido hacia él como avalancha. El se apresuró a caminar para llegar hasta su familia, pero antes de que pudieran encontrarse, un hombre detuvo tanto a su madre como a su padre impidiendoles avanzar, ese acto lo hizo detenerse en seco.

—¡Miren!— gritó, señalando la espada que tenia el niño entre manos. Todos, incluidos sus padres, se quedaron quietos observándolo con algo entre el miedo, el respeto y la incredulidad. Meliodas quedó confundido, ¿Qué sucedía?—Esa es...—alguien soltó un grito ahogado entre la multitud.

—La espada destructora del mal—Murmuró un anciano, arrodillándose con dificultad ante el infante sorprendiendo a todos.

Era imposible no reconocer tal espada, todos conocían su imagen, transmitida de generación a generación en canciones épicas que narraban su fuerza y poder. Todos los niños soñaban y jugaban de que aquella maravilla era suya, muchos la veían solo como un cuento infantil, una leyenda de ancianos, pues ahora tanto incrédulos como creyentes podían verla con sus propios ojos.

Fue inevitable para todos recordar la canción de la espada.

"En el corazón del bosque la hallarás, la espada que doblega la oscuridad.

Al cuidado del rey hada está y no dejará a cualquiera entrar

Sagrada espada marcada con el símbolo de las diosas, dándole poder al héroe que la toma,

Bañada en la sangre de la deidad está, y llena de su poder va,

Con forma peculiar, cual alas de diosa su empuñadura y oro celestial para adornar,

Destella como miles de estrellas, brillando ante la maldad, quemando el corazón del maligno para todo el reino salvar,

Más ten cuidado valiente persona, que obtenerla fácil no es,

El bosque perdido tendrás que cruzar y al rey hada deberás derrotar,

Solo aquel que sea digno la podrá reclamar, solo aquel con el espíritu del héroe la podrá usar,

pero cuidado con tratar de tomarla sin ser tuya, porque un grave castigo pagarás..."

—¿Cómo es posible?—dijo uno

—Es solo un niño—murmuro una joven—Pobrecillo...—los murmullos sorprendidos se volvieron algo más escandalosos asustando levemente al menor.

—¡No merece esa espada!—el gritó de un envidioso calló a todos robándoles el aire. El padre de Meliodas se puso rojo de la colera ante tal atrevimiento y se soltó con brusquedad de aquellos que lo sujetaban—¿En serio creen que un mocoso tiene la fuerza de tomarla?—soltó una risa irónica y dio un paso al frente. Sorpresivamente, algunos presentes lo apoyaron y se acercaron al menor de forma amenazante—Deja de jugar al héroe, niño. Dame la espada—

—No—la firmeza con la que se negó sorprendió al ladrón—"La espada esta unida al espíritu del héroe y el espíritu del héroe está unida a la espada"— recitó las palabras que el rey hada le había dicho, luego frunció el ceño, abrazó la espada tan fuerte que su filosa hoja le cortó un poco sus pequeños brazos y alzó la mirada—No te pertenece—

—Meliodas—su padre fue hacia él para ponerlo detrás y protegerlo de aquellos que amenazaban con atacarlo. Sintiéndose más seguro al tener a su padre de su lado el menor dió unos pasos hacia adelante poniéndose al lado de su pregenitor y encaró al hombre.

—Ni siquiera tienes la fuerza de levantarla— se burló, el pequeño enrojeció, pero se obligó a si mismo a respirar, calmarse y se aferró aún más a la espada—No hagas esto difícil, ¡dame la espada! —

—Tú no eres digno de tomarla—le espetó con enojo, enfrentando aquello que le daba miedo.

—¡Dame eso!— Aquel hombre avaricioso, enfurecido por ser llamado indigno de poseer un poder mayor, empujó a Meliodas con fuerza haciéndolo caer al suelo y finalmente le arrebató la espada de las manos con una sonrisa triunfadora.

—¡Meliodas!—lo sostuvo su padre entre sus brazos, acariciando su golpe y dedicándole una mirada de odio a quien le hizo daño. Por un momento pensó que no se atrevería a hacerle daño a un niño, bajó la guardia y ahora por eso su pequeño había sido lastimado. Aquel rubio de ojos negros se levantó de inmediato, soltando a meliodas y se dispuso a encarar al hombre dispuesto a regresarle lo que le había hecho a su único hijo. Sin embargo...el brillo rojo de la espada lo detuvo.

—Al fin...—susurró aquel hombre lleno de maldad en los ojos—¡Al fin, al fin la espada es mi...AHHHHHHHHH!— ante la mirada horrorizada de todos, la espada sagrada comenzó a soltar un brillo furioso, el espíritu en su interior soltó un gritó enojado que solo Meliodas pudo escuchar y la mano de aquel hombre se quemó como si la hubiera metido directamente en el fuego. Pero aun así aquel hombre no la soltó, se rehusaba a perder tal tesoro—¡AHHHHHH, ESPADA DE MIERDA!—

—¡Basta, suéltala, la estas haciendo enojar!— todos miraron al pequeño que se tapaba sus oídos desesperado—¡Basta, esta enojada, ella esta enojada suéltala!— la quemadura subió por el brazo de aquel hombre, escalando y matando su piel a tal punto que su hombro quedó rojo y con llagas, el brazo le humeaba y el shock en todos hizo que hasta dejaran de respirar. La piel pasó de un color rojo a uno negro, señal de que se estaba quemando por completo e incluso parte de su hueso comenzó a verse a través de las heridas.

Solo cuando ya no pudo soportar más la quemadura, aquella persona soltó la espada y se arrojó al suelo gritando, llorando y revolcándose de dolor, desmayando se y despertando por el horrible castigo.

Todos se alejaron de la espada, todos la miraban con miedo y respeto...

Meliodas tragó saliva, temblando de pies a cabeza por lo que había visto, frunció el ceño y tras inhalar hondo decidió ponerse de pie. Ignoró el ruido de aquel hombre agonizante, ignoró el miedo en su corazón, ignoró el dolor en sus oídos y se acercó hacia la empuñadura ante la mirada de todos, tras darse fuerzas mentalmente, la tomó con sus pequeñas manos.

La gente se quedó esperando lo mismo, dolor y fuego, pero no hubo reacción negativa ni grito. La espada pareció calmarse ante su dueño, el rubio la tomó con cariño arrastrándola hasta guardarla con dificultad en su funda y luego se la colgó en la espalda con torpeza.

Finalmente, el de ojos verdes alzó la mirada para observar a todos en silencio y luego la desvió hasta aquel hombre herido, el mensaje era simple "solo el elegido puede empuñar la espada". Siguiendo el ejemplo del anciano, los demás presentes se arrodillaron ante Meliodas y el niño asustado no supo cómo reaccionar, ¿Por qué se arrodillaban ante él cuando no era el rey?. Tenia miedo, mucho, estaba asustado por lo que le había sucedido a aquel avaricioso y a la vez le asustaba ver a todos a sus pies.

—"¿Por qué se arrodillan?. ¿Por qué me respetan?, ¿Por qué me ven con miedo?, ¿Por qué me ven como si fuera un rey?"—eran algunas preguntas que navegaban su cabeza inocente.

En ese momento, su madre reaccionó, se acercó a su hijo con urgencia sin importarle nada y le dio un cálido abrazo, curando el corazón con miedo del menor. Había estado tan preocupada, cuando le dijeron que lo vieron entrar al "Bosque perdido" pensó que lo había perdido para siempre, que jamás volvería a verlo de nuevo. Era un milagro y un alivio tenerlo a su lado sin  importar lo que el destino tenia preparado para ellos.

—Gracias diosas doradas, gracias— sollozaba la asustada madre, acariciando los cabellos amarillos de su pequeño y llenando su rostro de besos.

—Mamá— murmuró con la voz rota, había pasado por mucho en tan solo un día

—¿Si, cielo?—

—Quiero ir a casa—

—Iremos a casa— susurró en su oído, su viaje ya había terminado, sus vidas habían cambiado de un momento a otro. Su padre lo tomó por la cintura para cargarlo en sus brazos arrullándolo y comenzaron a retirarse de ahí a paso veloz. La gente se abría para que ellos pudieran pasar, muchos se quitaron el sombrero en señal de respeto hacia el niño elegido y algunos otros lo miraban con admiración y temor (sobre todo temor)

—Debemos darnos prisa— exclamó su padre, serio y con los ojos oscuros. Eran el centro de atención y su hijo comenzaba a sentirse ansioso de ver a tanta gente. Seria complicado estar tranquilos sabiendo que los chismes se esparcían tan rápido debido a todos los viajeros que había. Apenas llegaron a la posada tomaron sus caballos, recogieron sus cosas y salieron de ahí galopando con rapidez rezando porque nadie los siguiera.

Ahora mismo estaban en peligro, así como estaban los maravillados, estaban los envidiosos como aquel hombre que intentó robar la espada y no dudarían en lastimar a su familia con tal de conseguir lo que querían. Debía de preparar a su hijo

Meliodas espiaba la discusión que sus padres estaban teniendo. El viaje de regreso a casa había durado 4 días en total y eso que se habían apurado tanto como podían. Por suerte, los rumores del niño elegido aún no habían llegado hasta su aldea así que pudieron llegar tranquilos, mantener la espada escondida entre mantas y esconderse en su casa. Su padre no tardó en mandar al rubio a su habitación, entregándole la pesada arma (que con dificultad arrastraba) y decirle que no saliera. Suerte que su casa era la mas alejada de las demás.

—¡No lo estas entendiendo Esmeralda!—gritaba su padre con frustración, se paso los dedos por sus cabellos rubios y respiro hondo para calmarse, luego volteo a ver a su esposa de nuevo—Necesito empezar a entrenarlo, ya—

—¡Es solo un niño Nicolás!— sollozó su madre—No tiene que aprender sobre guerra, debería de estar libre jugando. ¡Tan solo tiene seis años!—el hombre bufó con frustración, dejándose caer en una silla de madera y guardo su rostro entre sus manos.

—¿Crees que no pienso en eso? ¡Claro que se que solo es un niño! pero esto es algo más grande que él, más grande que nosotros e incluso más grande que el rey—El pequeño Meliodas mordió su labio y paró bien la oreja para poder oír mejor por la rendija de la puerta—¡Entiéndelo, ha sido escogido! ¡Necesita aprender a usar un arma, mejorar su fuerza para poder controlarla, mejorar su habilidad, su disciplina! ¡Debe ser perfecto!—un ruidoso sollozo se escapó de los labios de la mujer—Nuestro hijo será el héroe de Liones, no puede fallar—el silencio tenso solo era llenado por el llanto de su madre. Después de largos minutos sin decir nada, ella solo suspiró, se limpio las lágrimas y se acercó hasta su marido.

—¿Cuándo vas a comenzar?—

—Mañana mismo, necesito que nuestro hijo sepa defenderse por si tratan de dañarlo—un suspiró cansado abandono sus labios y, por primera vez en su corta vida, Meliodas pudo ver el peso en los hombros de su padre—Esme, tú misma viste a aquel hombre, él no dudó en querer hacerle daño a nuestro hijo solo por querer esa espada—un escalofrió recorrió la espalda de ambos padres de solo recordar el brazo quemado del sujeto—Debe aprender a defenderse, pero nunca ser sanguinario, proteger y ser justo. Es su destino—su padre se puso de pie y abrazó a su mujer en un acto de consolación, gesto que no fue correspondido por la fémina—Yo soy caballero, Esme, se que hacer, solo confía en mi—

—No tengo otra opción—fue lo único que susurró antes de separarse del abrazo, darse media vuelta sin mirarlo y subir las escaleras hasta su habitación para encerrarse y soltar sus penas sobre la almohada.

Cuando Meliodas vio a su padre volver a sentarse decidió dejar de ver. El menor se fue hasta su cama para recostarse y cobijarse, abrazó el pequeño juguete de madera que tenia y suspiró. No quería decepcionar a nadie, no quería que su madre llorara. Siempre quiso ser caballero como su padre y su abuelo, pero jamás pensó que seria tan...pronto. ¿Dolería el entrenamiento? ¿Si se la pasaba entrenando, a qué hora iría a jugar con sus amigos? ¿Volvería a verlos siquiera? ¿Ellos lo iban a felicitar por su espada o lo van a mirar con miedo como aquellas personas en la posada?

Soltó una lágrima que rodó por su mejilla y antes de dormir no pudo evitar recordar una estrofa de una de las canciones ancestrales que le enseñaron en la escuela. Inconcientemente comenzó a tararear la melodía

"...Más el reino de Liones no esta desamparado, dos valientes lo defienden cuando esta amenazado,

Un intrépido héroe y una princesa de legado divino renacen en cada era para cumplir con su destino, condenados a repetirlo,..."

Lo último que vio antes de dormir, fue la espada maestra en una esquina de su habitación como si le estuviera sonriendo.

Y bueno, espero les haya gustado, lamento faltas de ortografía y en serio espero que le puedan dar una oportunidad a esta historia

De nuevo, si ya sabes lo que pasa evita dar spoilers, deja que los demás descubran lo que sucede por si mismos ;)

¿Qué les pareció? ¿Les gusto? espero que si, sin mas que decir nos vemos en el próximo capitulo.

Adjunto imagen de la espada maestra en su pedestal 

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