Capítulo 42
"No me gusta regalar lo que me pertenece, pero a veces es necesario desprenderse de las cosas para saber apreciarlas."
JiuJiu
—Ha crecido. —Lan-Sui jugó con el pequeño Aren en sus brazos, un demonio enérgico que no paraba de tomar sus dedos y entrelazarlos, o mecer sus mechones para luego estornudar por culpa de la escarcha y la nieve que se desprendía. —No esperaba que su cuerpo de desarrollara tan rápido.
Ni-An acarició la cabeza del principito y le propinó un casto beso que logró hacer sonreír al niño.
—Será fuerte.
—Eso es bueno. —Lan-Sui acercó al niño a su pecho y lo meció, cerrando los ojos y dejándose llevar por la corriente mental de música que una vez alguien le cantó.
—¿Ellas están bien?
—Katana sí, al menos físicamente, pero todavía no ha reaccionado. La emperatriz por otro lado... Se estima que su cuerpo muera en menos de dos días, una semana mucho.
—Lo siento.
Lan-Sui negó despacio, separó al niño de ella y lo regresó al regazo de su padre. Aren protestó con gimoteos, estirando sus manitas en busca de seguir con su tía, pero no hubo retorno, ya no más palmaditas o mecidas para él.
—No tienes que disculparte, tú no tienes las culpa de nada. Al final del día es lo que debía pasar. ¿No?
El cuerpo de Ni-An se tensó, Aren se quejó al dejar de sentir la suavidad de su tacto, reaccionó de inmediato, componiendo su expresión y moderando su tono de voz para que no se mostrara el asombro.
—¿Aún lo recuerdas?
—¿Cómo olvidar? —Lan-Sui se levantó del cojín y buscó las bastas planicies nevadas que estaban al otro lado del cristal escarchado. —Vi tantas cosas, incluso con su poder no todo se desvanecerá al instante.
—Lan-Sui, tú...
—Tranquilo alteza, no haré nada porque no tengo la capacidad. ¿O crees que habría permitido que le hicieran eso a mi prima de haber contado con el poder para detenerlos? —Se rio de ella con melancolía, incluso con una pisca sutil de odio. —Sigo siendo débil.
Ni-An estuvo a punto de suspirar, sin embargo la puerta se abrió y el gesto de alivio quedó ahogado al mismo tiempo que sus palabras.
—SuiSui.
—Hermano. —Lan-Sui dejó la ventana y se concentró en JiuJiu, regalándole una sonrisa sincera que recogía toda la luz de las estrellas y la concentraba en esa curva simple de sus labios. —¿Pasó algo?
JiuJiu asintió, le hizo un gesto para que se acercara, evitando tener contacto con su hijo para que este no sintiera su aura y comenzara a absorberla.
—Necesito que vengas, tengo algo para ti.
—Voy. —Lan-Sui se despidió de Ni-An con un gesto de cabeza. —Nos veremos de nuevo alteza, me retiro antes.
—Volveré en un momento. —JiuJiu le sonrió a su familia y cerró la puerta, colocando una barrera física entre él y el dúo que esperaba al otro lado.
Flotó por el pasillo hasta llegar al final, Lan-Sui lo siguió en silencio.
Así como ella tenía su propia sala de armas, que de un día para otro pasó a ser un salón rojo, JiuJiu y Zaia también contaban con sus propias habitaciones especiales para resguardas sus tesoros bélicos.
El de JiuJiu era un espacio moderado, con espadas largas, colocadas en repisas especiales de hielo y mármol; los rasguños en las paredes y el suelo eran mínimos, muchas fueron las veces que entrenó, pero pocas fueron las que logró sacar el verdadero potencial que lo volvían uno con su arma.
Atena era el centro de todo, colocada en un altar al final del cuarto, descansaba sobre su base metálica, y cuando JiuJiu intentó tomarla se agitó, pero el contacto nunca llegó, la mano que en su momento la empuñó con firmeza la atravesó.
—JiuJiu. —dijo Lan-Sui, queriendo evitar el dolor que su hermano tenía al no poder sostener nada.
—Tómala. —demandó sin fuerzas.
—¿Qué?
JiuJiu se giró para verla, sin vacilación en su voz o en su mirada, apuntó con un dedo a Atena y la hoja volvió a responder a su amo con una agitación de euforia.
—Que la tomes, quiero dártela, porque no merece morir conmigo.
—Ella no va a reconocerme. —Lan-Sui extendió su mano en dirección a la hoja afilada, y, contrario a sus palabras, Atena abandonó su funda y se apresuró a acudir al llamado, con una urgencia irreal de hacer algo, de matar algo. —¿Pero qué? —Lan-Sui soltó el mango y la hoja cayó al suelo.
La risa de JiuJiu fue sin ánimos.
—Para empezar nunca me reconoció por completo. Terminó resignándose a servirme, pero en el fondo sé que siempre tuvo celos de Halia, esa es la razón de sus constante ataques a tu arma. Incluso las espadas sienten SuiSui, ella me siente, pero también te siente a ti.
—¿Por qué yo? ¿Por qué no Zaia?
—Atena decide, con Zaia ni siquiera intentó obedecer, tú en cambio... Ni un comando y ella voló precipitada. Y prefiero que la uses tú a que alguien más la empuñe, la gloria está disponible para todos, mis cosas no.
—¿De verdad quieres hacer esto?
—No. —JiuJiu no despegó los ojos de Atena, quien giraba y giraba en el suelo, como si festejara cada palabra que escuchaba, como si las entendiera. —No quiero separarme de Atena, pero hay veces que tenemos que hacer las cosas, sin importar si queremos o no. Atena es tuya Lan-Sui, ya no hay vuelta atrás.
Al escuchar las palabras determinantes de su hermano, Lan-Sui bajó la cabeza y se arrodilló hasta llegar al suelo, extendió de nuevo una de sus palmas y Atena de inmediato supo que lugar le correspondía, dentro de esa mano, aferrada por esos dedos, empuñada por el invierno.
—Entonces la cuidaré hasta que tu poder se restablezca. Cuando renazcas ya no habrá enfermedad que te encadene, podrás ser igual de digno que cualquiera. —Lan-Sui acarició los detalles en el mango y la espada se durmió.
***
Más tarde, ese mismo día, bajo el velo de la noche y el dolor de la amargura, Andrómeda pereció entre divanes y sedas blancas.
La figura imperial cerró los ojos y dejó de respirar, su alma se ató al palacio y fue libre.
Zaia no tuvo tiempo de llorar, sometida por el consejo de plata a ascender al trono apenas se confirmó la muerte de su madre, fue arrastrada de un lado a otro, perdiéndose incluso la incineración del cuerpo que se dispersó con el aire y la nieve.
El imperio siguió de luto, haciendo una pasa brusca para dar la bienvenida a una nueva emperatriz, a una nueva era.
Los ojos rojos no se habían secado y las sonrisas ya debían de pintarse con prisa y apuro.
Se volvió un caos.
Bajo la luna caída, una figura blanca observaba el mundo sin ver, con medio cuerpo colgando de la terraza y una expresión en blanco, ignorando todo a excepción del jade dormido que pendía de su cuello, cálido y sólido como la persona que se lo entregó.
Esa noche Lan-Sui durmió temprano, no soñó con nada pero al despertar sintió que tuvo pesadillas.
***
La verdadera pesadilla era la realidad, se dio cuanta más tarde.
***
Hubo discusiones en el consejo porque ciertas voces no aprobaban a Zaia como siguiente emperatriz. Lan-Sui tenía dolor de cabeza por escuchar tanto, se sentía cansada y su aura los calló a todos apenas ingresó a la sala de reuniones, molesta por la lluvia de palabras que llegaba hasta sus aposentos.
Nadie se atrevió a decir ni una palabra más.
***
En siete días el mundo cambió de blanco a colorido por la entrada de la primavera, o del verano. Lan-Sui no estaba muy segura de que llegaba, después de pasar en su propia burbuja demasiado tiempo ya no recordaba las fechas con exactitud.
Le mandaron un presente.
Era primavera entonces.
Si ese regalo de Thunder llegaba a sus manos era por una única razón.
Su cumpleaños estaba ahí y ella lo había olvidado, esta vez no de manera intencional.
Fueron un par de conejos blancos.
Lan-Sui se entretuvo con ellos por días, eran los únicos que le hacían compañía todo el tiempo. Zaia y Zed tenían deberes reales que atender, ella los apoyaba pero su posición quedó un un camino complicado por culpa de los rumores.
Al final del día solo se tenía a sí misma, y a las dos bolitas blancas que se burlaban de ella mostrando ojos azules.
***
—¿Tienen nombre?
Lan-Sui negó, jugando con sus dos pedazos de algodón en la oficina que Zaia le asignó para que trabajara.
—Tengo miedo de nombrarlos. —respondió irguiéndose.
—¿Por qué? —Zhan ladeó la cabeza, vertiendo un poco más de té en su taza.
—Porque temo que los confunda con ella.
Zhan se rio, y por un instante Lan-Sui vio reflejada a Katana en esa sonrisa.
Fue breve.
Fue irreal.
—¿Se parecen?
—No.
—Entonces no hay nada que temer.
***
Nanver y Mock fueron sus nombres.
Lan-Sui no los nombró, pero Rin-Lu les asignó a ambos un título de inmediato.
***
La primavera se fue, y los cambios seguían llegando.
Rin-Lu cumplió años, Zaia se estableció por completo, Aren aprendió a gatear y decir algo más que simples jadeos.
Katana seguía sin despertar, Mei la revisaba diario. Decía que su condición era estable, pero cortar una de las colas de los demonios zorros no era igual a quitar un cabello, la magia no abandonó el cuerpo, por fortuna, pero estaba reorganizándose para no afectar a su portadora.
Lan-Sui fue paciente, y le enseñó a Rin-Lu lo que Katana dejó inconcluso.
***
Con la entrada del invierno llegaron celebraciones al territorio, Lan-Sui estuvo fuera y las voces externas comenzaron a hablar.
***
—Ella fue la culpable, ni siquiera hace falta pensarlo demasiado. Primero su hermano, nada más por ser codiciosa y envidiar su espada, después los emperadores y la segunda dama, su madre, su padre. ¡No hay que sorprenderse cuando mate también a su hermana para usurpar de una buena vez el trono!
—Demonio tenía que ser, tan codiciosa y repugnante. Si fuera de mi familia ya la habría mandado matar, no entiendo porqué la emperatriz Zaia no lo ha hecho.
—Los tontos no aprenden hasta que los ataquen. Cuando suceda lamentará no haber actuado antes contra la víbora de ojos morados.
—Escuché que pasó dos semanas en la villa blanca. ¡Dos semanas! Lan-Sui está contaminando el linaje puro de su imperio.
—¿Volvió a estar con prostitutas? Ja, ya no es sorpresa. Es tan linda por fuera pero una escoria por dentro.
—Ay, y pensar que se ve tan pulcra por fuera. ¿Quién iba a imaginar que tiene este tipo de pasatiempos?
***
Lan-Sui se detenía a escuchar, y luego reía.
Era todo lo que podía hacer.
Su reputación iba cuesta abajo, en lugar de salvarla lo que hizo fue hundirla.
***
Hablaron de JiuJiu y Katana.
En todas partes se mencionó una nueva versión.
Lan-Sui recuperó su gloria pero el estatus de su hermano y de su prima bajó.
***
Las cosas volvieron a invertirse.
Bastó un poco de arrogancia y un demonio puro se volvía un ser despreciable.
¿JiuJiu el malo? ¡Ja!
¿Katana era igual a las prostitutas? ¡Ja!
El mundo solo tuvo oídos y boca para criticar a Lan-Sui.
¿Qué importaban los fallos del resto de los miembros imperiales si Lan-Sui era equiparable a ellos? Los errores de los demás quedaban ocultos en la sombra de los de ella.
***
Esa fue la gota que derramó la copa.
Ya no hubo vuelta atrás.
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