Capítulo 35 (Pasado)
"Tener miedo te hace un cobarde, no tener miedo te hace un idiota."
Thunder
—Estás molesto.
Lian ignoró el tono serio de Sui-Yu y siguió concentrado en escribir los borradores de las cuentas que le correspondían. Con los años su agilidad para avanzar miles de informes y pendientes en pocas horas, fue evolucionando, ahora era bastante capaz de dominar en quince minutos la cantidad que antes le llevaría todo un día.
Cien años de práctica hacían al maestro.
La pluma se movía ligera sobre la superficie lisa del papel escarchado, las letras hechas con tinta blanca resaltaban limpias y pulcras, una escritura perfecta que practicó en secreto tantas veces como para que sus dedos sangraran por las ampollas que se reventaban al no soportar más.
Murmuraba para sí mismo, hablando entre dientes fingió estar bien, estar tranquilo.
—No lo estoy. —soltó Lian cortante.
Sui-Yu lo analizó de arriba abajo y chasqueó al lengua con desaprobación.
—Eso lo confirma. ¿Por qué no me dices que te pasa?
—¡¿Por qué no me dejas en paz?! —Lian se levantó aventando el tintero que fue capturado por unas manos hábiles, ni una gota escapó del interior.
No estaba molesto con nadie, su tono rabioso era producto de la mezcla agria que el miedo desataba en su interior. En ocasiones quiso huir lejos y no mirar atrás, pero nunca había deseado tanto hacer eso como hasta ahora.
—Lian... —Sui-Yu bajó el tintero, regresándolo al escritorio, intercambiando eso por las manos heladas de su pareja, de su amado.
—Lo siento. Yo lo siento tanto. —Siendo un desastre de lágrimas y tartamudeos, Lian dejó que Sui-Yu lo apoyara contra su pecho. —No quise... No fue mi intención gritarte.
—¿Quieres hablar de ello?
Lian asintió. Quería hablar, necesitaba soltar lo que llevaba dentro con alguien más que no fueran sus hermanos, ellos ya tenían bastante también con lo que ocurría, su deber era apoyarlos, no darles más cargas.
—Es mi madre, ella...
—¡Alteza! —El guardia que custodiaba la puerta entró, pálido como la nieve y temblando como una hoja. —La emperatriz agoniza.
—Mamá. —Lian abandonó a Sui-Yu y saltó el escritorio, sus pasos elegantes y firmes se tornaron torpes e irregulares mientras corría hasta el pabellón de la noche, hasta el cuarto de su madre. —¡Mamá!
—Lian. —La emperatriz seguía siendo tan bella incluso al borde del colapso, sus ojos azules como el zafiro no menguaban en brillo, en amor, esos rasgos que recibieron envidia de tantas bocas seguirían dando de que hablar, permaneciendo tersos. A ella la enfermedad no la demacró, su muerte fue un veneno, una traición al imperio, una que ya no tenía cura.
—Mamá.
El brazo cubierto por una manga larga con bordados de Wolfdogs, se estiró en su dirección, pidiendo que se acercara con un silencioso ademán que Lian obedeció al instante.
—Hijo mío, estaré aquí contigo, quizá ya no nos veamos tan seguido pero mi alma vivirá a tu lado, y cuando mi cuerpo vuelva estaré contigo, podrás encontrarme en el salón de las viejas generaciones, madre no va a dejarte.
Las caricias en su cabello siguieron por un largo rato, ella lo calmaba, incluso en su muerte estaba dispuesta a consolarlo y darle fuerzas. Esa era su madre después de todo, una mujer de garras, de alas, de fuerza. Lian lloró al separarse tras recibir un beso candente en la cabeza.
—Sigue siendo bueno hijo mío, Sui-Yu va a necesitarte y tu a él, apóyense, no se dejen.
Sui-Yu envolvió a Lian, sirviendo de apoyo en la tormenta que recién empezaba.
—La emperatriz no debe preocuparse, mientras viva su hijo tendrá quien lo ame, quien lo cuide y quien lo apoye.
Aria les sonrió a ambos.
—Un bello eclipse sin duda, no me equivocaba al unirlos.
Sonidos en el pasillo anunciaron la llegada del resto de los hermanos, tres demonios que entraron haciendo un escándalo para ver a su madre antes de que fuera demasiado tarde.
—¡Mamá! —Andrómeda y Pin se abalanzaron sobre la emperatriz, Eudora los hubiera regañado si tan solo no estuviera tan perdida como para dejarse llevar por las mismas emociones que atormentaban a sus hermanos y correr tras ellos, imitándolos en su conducta indecorosa que fue bien recibida por la emperatriz.
—Dor, Dada, Pin. Pequeños míos caminen un buen sendero, no busquen ni guarden rencor en sus corazones, pero si se meten con ustedes no dejen al culpable sin condena, reclamen lo que merecen y admitan cuando se equivocan. Madre no va a dejarlos, seguirá con ustedes, seguirá a su lado.
—No te mueras mamá. —Andrómeda se aferró a las túnicas de su progenitora, mojándolas con la humedad de sus lágrimas. —No te vayas.
—Mamá. —Pin era el que más dejaba escapar lluvia, logrando que le fuera imposible pronunciar otra palabra que no fuera el llamado a la mujer que lo trajo al mundo y lo crio. —¡Mamá!
Eudora se mantenía en silencio, sollozando en el pecho de su madre, aferrándose a las ropas propias y ajenas, sellando sus labios para no liberar el dolor pesado que se volvía más insoportable. Aria le repartió besitos en el rostro y Eudora lloró más, escondiéndose y buscando el calor de la emperatriz, de su mamá.
—¡Abran paso! —El emperador entró superando a sus hijos en escándalo y lágrimas. —¡Mi emperatriz! ¡Mi señora! —Llegó a la cama y se arrodilló, tomando una de las manos de su esposa. —Señora mía.
Aria logró sobar los dedos de su esposo a modo de consuelo, los ojos que comenzaban a cerrarse vieron una última vez a todos sus hijos, a su familia, entonces sonrió y pudo soltarse.
La liberación era algo que dolía a los vivos, pero para las almas era un momento pacífico que equivalía a la paz.
Silencio.
Un paro en el mundo.
Después vino el caos.
—¡Mamá! —Eudora quiso traer a su madre de regreso, pero el cuerpo inerte le dio una bofetada de realidad.
—¡Mi señora!
—¡Mamá despierta! —Andrómeda y Pin ayudaron a su hermana, intentando lo imposible, buscando traer lo que acaba de irse.
—¡Madre! Lian gritó pero su cuerpo no se alejó de los brazos que lo retenían sin ser opresivos, sin ser una cárcel.
—Lian.
—Vámonos. —Lian avanzó a la salida, arrastrando a Sui-Yu. —No quiero verla, no así.
Los ojos quebrados por la muerte se alzaron, Sui-Yu observó lo que había adentro y fue lo mismo que ver a su corazón haciéndose pedazos.
El dolor de Lian llegó a él, el sabor de las lágrimas se instaló en su boca, volviéndose real cuando borró los ríos salados con besos que reclamaban la felicidad que se perdió junto al la vida de la emperatriz.
***
Desconocía el momento exacto en el que se quedó dormido en los brazos de Sui-Yu, desconocía cuando las lágrimas dejaron de salir de las comisuras irritadas de sus ojos.
¿Fue cuando se quedó atrapado en el sueño? ¿O cuándo cedió por culpa de la falta de lágrimas para liberar?
Lian no se puso a pensarlo demasiado, de puntillas abandonó el calor que le brindaban las sábanas y el cuerpo que descansaba igual que él hasta hacía poco. No sabía a donde quería ir, pero la necesidad de dar un paseo en silencio y con la compañía de los recuerdos se hizo imprescindible.
Buscando no hacer ruido, salió vestido con una bata oscura que no era suya, sintiendo el frío del hielo chocar con el calor tibio de las plantas descalzas de sus pies. El corazón del invierno había hecho que el palacio se llenara de gloria, ahora que ese corazón pereció, las llamas festivas se apagaron igual, dejando un vacío congelado que liberaba corrientes gélidas de vez en cuando.
Vagó sin rumbo como un barco dejado a la deriva, fue sin destino por los pasillos, deteniéndose en las pinturas de su madre, guardando para sí la sonrisa encantadora que derretía témpanos y glaciares.
—¡Te casarás con él y punto!
Lian se levantó de golpe del rincón donde la pintura más grande de la difunta emperatriz se encontraba colgada, las voces estridentes y llenas de autoridad se fueron acercando. Ellos avanzaban, él retrocedía, apresurándose a esconderse detrás de un pilar que no lo delataría por las llamas que indicarían su posición con base a su sombra.
—¡Así que fuiste tú! —La voz de Eudora era dura como el hierro, y afilada como las dagas. —¡Tú mataste a mi madre! ¡Querías casarme con Sui-Yu y sabías que mientras mi madre viviera no iba a permitirlo! ¡Eres un hijo de pantano de la clase más baja! ¡Escoria! ¡Viejo decrépito!
El sabor a sangre llegó a su garganta, Lian usaría sus manos para contener los ruidos de su voz pero estaba congelado por lo que acababa de escuchar y no podía ni siquiera respirar con normalidad, sintiéndose pesado, sintiéndose en medio de un basto océano cuando en realidad estaba de pie, firme, en la tierra.
—¡Maté a tu madre por salvar al imperio! ¡Una hembra no puede gobernar Eudora! ¡Tú no puedes gobernar! Tu hermano Lian es la mejor opción para el trono, pero todos estos años invertidos en tu educación no serán en vano. Sui-Yu será emperador a su tiempo, si te casas con él serás su emperatriz, un gran hombre necesita una gran mujer, tú serás su mujer.
Perder el corazón una vez fue duro, perderlo dos veces fue desgarrador.
Lian se pegó al pilar, sosteniéndose del hielo para no caer bajo la falla de fuerza en sus piernas para sostenerlo.
Tenía los ojos abiertos, las pupilas diminutas temblaban desenfocadas.
¿Lo que acababa de escuchar era real?
Su padre...
Él, ¡mató a su madre!
¡La mató!
Cayendo en silencio, Lian agarró su cabeza por miedo a que estallara luego de oír lo que no debió, luego de enterarse de la verdad, de que su padre...
—Ya he arreglado el trato con el clan luna, Sui-Yu vino a ver a Lian pero se casará contigo. La emperatriz Prasa igual fue asesinada para concretar la unión, no hay nada que se interponga ahora en el bien de los clanes.
—¡No voy a casarme! ¡Sui-Yu es el prometido de mi hermano! ¡De mi hermano padre! No mío, yo no lo amo, Lian sí. ¿Me crees insensible como tú? ¿Me crees capaz de lastimar a mi hermano hasta es punto de arrebatarle su felicidad? ¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Cómo?!
—¡Te casarás y punto! Ya lo he decidido. No hay nada que puedas hacer, incluso si Sui-Yu no quiere, si Lian se opone, ustedes van a casarse, ya ha sido concretado.
Las lágrimas que estuvieron ausentes regresaron como torrenciales cálidos. Lian pudo sentirlas deslizarse por su rostro y caer en su ropa, Lian se quedó varado en el silencio, temeroso de hacer algo que lo delatara, temeroso de que la realidad fuera absoluta.
—Llamarte monstruo es ser benevolente con lo que eres, ni siquiera el título de demonio es digno para describirte. —Eudora perdió su tono imperial, volviéndose una niña que gimoteaba para sí misma con rabia. —Mataste a mi madre, vas a romper esta familia. Me da vergüenza ser tu hija. ¡Me da vergüenza! Pero bien, cásame si quieres, haz conmigo lo que mejor te plazca, úsame, pero a mis hermanos no los toques. Yo seré tu juguete, ellos seguirán siendo tus hijos.
—Eudora no es que seas un juguete, eres una mujer. No puedes disponer de lo que haré con tus hermanos.
—¿A qué te refieres? ¿Qué más planeas hacerles?
—Te casarás con Sui-Yu, y tu hermano Lian va a desposar a Andrómeda.
El dolo en su cabeza ya era insoportable, cuando Lian escuchó la última línea de su padre, seguida por los gritos, lloriqueos y golpes de Eudora, todo quedó perdido, su visión se volvió oscura y su conciencia se perdió en el momento que terminó desmayándose por la impresión.
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