Capítulo 32


"Donde hay amor también hay dolor." 

Thunder.

Katana despertó en medio de sábanas revueltas, unos brazos ajenos y conocidos a la vez la sostenían sin cuidado, transmitiendo el deseo enfermo del demonio mayor. Su boca era cubierta por una mano gruesa, suave, con anillos de oro rosa que eran hielos al entrar en contacto con la piel cálida por la ira, sabores amargos se filtraba por sus labios, el cinturón que ataba las túnicas cerradas a su cuerpo había caído, y la figura desnuda era contorneada por unos dedos hábiles en el campo de la provocación.

Toques suaves, estimulaciones juguetonas que estaban destinadas a hacerla sentir placer, pero el único sentimiento que predominaba era el asco.

Era el odio.

—Tan dulce es la fruta cuando madura. —Con voz ronca por la excitación, su padre se acercó para que sus susurros no se perdieran en el espacio que quedaba entre ambos. —Katana, mi buena Katana, ahora que creciste podrás servir para algo. Complace a tu padre, ¿si? No volveré a alzar mi puño contra ti si lo haces, no volveré a...

—¡Katana!

La alerta en su mente se encendió al escuchar el grito feroz que venía de todas partes. Katana no sabía que estaba soñando hasta que Lan-Sui la despertó con los ojos desenfocados y un temblor impaciente por todo su cuerpo. Apenas la vio reaccionar se aferró a ella, envolviéndola en un abrazo muy distinto al de su padre en la visión pasada que seguía recordándole la noche, esa noche.

—Murió. —Lan-Sui se alejó para ver a su prima a los ojos. —Se ha ido, todo ocurrió cuando llegamos, lleva muerto dos días, no volverá a pasar, no hay una segunda vez. Nadie volverá a tocarte.

Katana se pegó al hombro de Lan-Sui, desconociendo si el agua en su rostro era real o una parte más de la fantasía.

—¿De verdad lo maté? ¿De verdad ya no está? ¿Se ha ido?

—Lo mataste, lo ahorcaste antes de que llegara más lejos. Lo encontraron en su habitación por la mañana, ¿lo recuerdas? —Katana asintió sin ver nada, el aire entraba a sus pulmones quemando, salía helado, marcando un contraste que le causaba dolor en la garganta. —Destruí  el alma en fragmentos —Lan-Sui tragó saliva, la imagen de su tío siendo un cobarde resurgió de los pedazos quemados que buscaba olvidar, iba arrastrándose para pedir misericordia por su alma oscura, iba llorando, rogando perdón a la única persona que desconocía el significado de esa palabra. —, le tardará al menos cien años recuperar una forma, no podrá tocarte, buscaré la manera de deshacernos de él antes de que regrese. 

—No quiero volver a verlo. —La piel de Katana se erizó con la simple idea de que él volvería. —Lan-Sui, no quiero.

—Me haré cargo. —Lan-Sui recostó su cabeza sobre la de Katana y comenzó a tararear una canción de cuna. —Así tenga que enfrentar la autoridad del emperador no permitiré que él te haga daño, no habrá segunda vez. Para mí no existen errores, al menos no dos veces.

Si alguien la necesitaba no pensaba dejar el lado vacío de la cama. Nunca haría eso, porque conocía el terror de estar en soledad, porque conocía la soledad.

La respiración de Katana fue volviéndose regular hasta que se normalizó por completo, Lan-Sui esperó a que se quedara dormida, esperó con ella toda la noche, vio llegar el alba y la acompañó hasta que sus párpados volvieron a abrirse. 

Solo entonces pudo apartarse de la cama y comenzar a cuidarla de pie.


***


Las habitaciones imperiales en el castillo de la luna eran similares a las del castillo de la montaña, la única diferencia era la extravagancia irreal que predominaba. Thunder tenía un gusto exquisito para la mueblería, la ropa, joyas, accesorios y personas, si quería algo lo tenía. Quien malentendió su forma de financiar el dinero fue la dama blanca, para ella no existía la moderación en su vocabulario, tampoco existía para los lujos, los precios demasiado elevados eran irrelevantes, pagaba en oro y diamante, gastaba en oro y diamante.

Para Thunder querer era tener.

Desear era tener.

Me gusta era tener.

Le gusta a Lian era tener.

La dama blanca creyó que era lo mismo para ella, y por mucho tiempo malgastó el tesoro imperial en cosas tan innecesarias como barandillas de oro con incrustaciones de una rara gema que se iluminaba con la luz lunar.

Al final el emperador le puso un alto pero era demasiado tarde, su palacio parecía una burla a sus principios simples, y a pesar de su esfuerzo por reducir el lujo, las cosas compradas parecían no tener fin.

Con su inmensurable fortuna se colocaba vencedor en los territorios mortales, no alardeaba por su poder económico, pero tampoco hacía nada para ocultarlo, estaba y era todo.

Eso era lo único que Wan-Lian no soportaba de la ciudad oscura, oro por todas partes, brillo por doquier; si lo pensaba a fondo, admiraba a Thunder por no haberse quedado ciego luego de pasar tanto tiempo con el resplandor cegador de sus millones dorados.

—¿La sopa roja sigue siendo de tu agrado? —Thunder dejó de comer al ver que su acompañante ni siquiera había probado uno de los tantos platillos que se presentaron en bandeja de obsidiana. —Si no te gusta puedo cambiarla por cualquier cosa que quieras comer para el desayuno.

Wan-Lian se apresuró a tomar la cuchara y beber como loco desquiciado el contenido carmín que añadió color a sus labios. Las palabras de Thunder no eran meras líneas tiradas al aire, si lo decía era porque planeaba cumplirlo, y él no pensaba dejarlo gastar ni un centavo más en algo tan innecesario como un platillo especial.

—Despacio o te ahogarás.

—Me comeré todo. —Wan-Lian bajó el cuenco vacío y tomó dos rebanadas de pan blanco con fresas encima, un platillo tan nostálgico que le recordó a Lan-Sui. —No debes de gastar en pedir tanta comida si no puedes comerla toda. Como emperador desperdiciar es lo último que deberías de hacer. 

—Te alimento y me regañas. —Thunder sostuvo una de las fresas por la punta mordiéndola tentativamente, Wan-Lian se sonrojó sin comprender del todo la acción provocadora del contrario. —Igual, no te preocupes, cada alimento usado en este desayuno lo cultivé yo mismo, puedo gastarlo si se me antoja.

—Thunder.

—¿No crees que sea capaz de cultivar fresas como tú? 

—Yo no dije eso. —Wan-Lian se limpió las comisuras de la boca e intentó tomar una rebana más de pan, una mano juguetona se interpuso en su camino y atrapó sus cinco dedos sin deseos de soltarlos. —Majestad permítame comer por favor. 

—Fue suficiente, comerás una vez tengas hambre. 

—Pero yo...

Se calló al ser derribado en la alfombra que representaba la pureza del alma y del cuerpo, una cosa estúpida considerando las profanaciones constantes que se realizaban sobre ella. 

Thunder se quedó viendo al demonio debajo de él, la mesa y la comida se desvanecieron con medio pensamientos suyo, permitiéndole derribar al emperador blanco que se mostraba reacio a dejarse dominar por el rojo del rubor. 

—Si no quieres comer, entonces comeré yo. —La frase concluyó y los dientes descendieron, hundiéndose en la carne, dejando detrás una marca roja que iba a juego con el tono de piel de Wan-Lian.

—¿Eres salvaje acaso? —Wan-Lian fue víctima de una nueva mordida y la intensidad en su rostro explotó. La única túnica que cubría su cuerpo ni siquiera era suya, era una prenda oscura dos tayas más grande, que no tardó en dejar de envolver la piel que ya revelaba marcas, las cuales volvieron a recalcarse por el mismo culpable insaciable del sabor inocente del emperador.

El camino de mordidas se transformó en una lluvia de pétalos diminutos en una nieve blanca, cálida.

—Ella te mordió aquí. —Thunder señaló en hombro izquierdo de Wan-Lian y lo mordió, bajó a su pecho e hizo lo mismo. —También aquí hubo una marca de sus uñas.

—No eres razonable. —Wan-Lian se retorció soltando gemidos por la pasión y el dolor. —¿Qué pasa si yo te culpara de todas las marcas que te dejó tu dama blanca? Ah. Tú... Tú...

—Dilo. —Thunder alzó la mirada desde la zona inferior que se encargaba de amoldar con más cuidado. —Di mi nombre. Grítalo.

Wan-Lian se mordió los labios para no soltar palabra alguna, Thunder no cooperó con su silencio, su trabajo arduo dio resultados sin mayor demora. 

—¡Sui-Yu! —Wan-Lian recibió la onda de placer y ya no pudo ser una tumba del silencio. —Sui-Yu.

Los ojos del emperador de la luna y su gente, brillaron, dejó de ser el hombre y cedió ante el demonio.

—Lan-Lian. ¿Tanto te costaba decirlo? —Thunder subió para besar los labios de pétalos de rosa y dejó caer el seguro de sus expresiones junto a ellos, sonrió, y su sonrisa infantil fue un puñal en el corazón de ambos. Pecaban juntos, se amaban juntos, y se lastimaban juntos. —¿Tanto te avergüenza llamarme?

—Sui-Yu, Lan-Lian. —Wan-Lian desvió la mirada, al final no pudo soportar su propia timidez y regresó a los ojos morados que desbordaban la misma pasión que esa primera vez. —Lan-Sui. ¡Eres un descarado! ¡¿Cómo no podría avergonzarme si mi hija se llama así?!

—¿Yo la nombré? —Thunder se divirtió con las mejillas llenas de colorete natural. —Odio que me digas Thunder, lo sabes. Sui-Yu es mi nombre, Lan-Lian el tuyo. Wan-Lian es el demonio que está casado y tiene una concubina, tres hijos y una vida adorable, envidiable. Thunder es similar. Pero sabes que Lan-Lian es mío solamente, y Sui-Yu te pertenece únicamente a ti. No me llames como ellas me llaman, no lo soporto, llámame por la verdad, por el amor.

—Amor. —dijo Wan-Lian, saboreando la palabra como haría con un caramelo.

—Lan-Sui es la prueba de este amor. ¿No? Hija de Ágape —Thunder se inclinó más para que sus palabras suaves fueran completamente audibles. —, ¿o hija nuestra?

—¡Sui-Yu! ¡Descarado! ¡Tú...! ¡¿Cómo te atreves a calumniar a mi hija así?! —Por muy amenazador y molesto que Wan-Lian quisiera mostrarse no era más que una criatura demasiado ruborizada y tierna, su enojo se transformaba en muecas adorables, la molestia era similar.

No nació para enojarse, tampoco para odiar. Incluso a las personas que llegaron a herirlo no pudo aborrecerlas, no podía...

Y menos con el único que su corazón reclamaba con un suspiro.

—Es nuestra hija después de todo, Ágape no es más que la mujer que la dio a luz. 

Wan-Lian ya no respondió, usó sus labios para callar las palabras desvergonzadas de Thunder y lo sumió en la perdición.

Diez dedos se enlazaron con ímpetu, y las almas no tardaron en seguirles.


***


—Debes trabajar. —argumentó Wan-Lian, cubriendo su cuerpo y las marcas dibujadas, con una capa morada llena de patrones estelares.

—No los dejaré ir solos. 

—Su majestad tiene razón. —Orión llegó al lado de la pareja llevando consigo una canasta para recolectar hierbas medicinales en su paseo por el bosque. —Padre imperial debe de trabajar, yo em encargaré de ir con el emperador, no habrá problema.

Thunder los miró a ambos con los ojos entrecerrados, un mensaje llegó a su mente con un tono de súplica. Examinó el rostro de Wan-Lian pero no desvelaba nada, su rubor era bien controlado, nada que ver con el desastre que fue horas atrás.

"— Sui-Yu ."

Cerró los ojos para dominar su instinto que le pedía a gritos arrastrar a Lian de regreso a la habitación y pedirle a la emperatriz que mandara un pergamino a la ciudad blanca para atrasar eternamente la llegada de su líder.

Al volver a la realidad las sombras del deseo seguían rondando en los cristales amatistas que reflejaban su alma.

—Si alguno de los dos regresa con un pequeño rasguño me encargaré de no dejarlos salir de nuevo sin una brigada de soldados sombra. ¿Queda claro?

—Sí padre.

—¿Emperador?

Wan-Lian se inclinó y le sonrió.

—Creo que su majestad exagera, ¿qué es un rasguño de una ramita cuando hay canes que muerden como si tuvieran rabia? En todo caso necesitaría protección de los colmilludos, no de las plantas. 

—Cuide sus palabras majestad, la condena de los habladores es su lengua.

—Y la de los perros sus colmillos. —Wan-Lian avanzó por el sendero, Orión no tardó en correr tras él, bastante confundido por la charla tan casual entre emperadores.

De repente se sintió extraño, como si lo que hubiera escuchado fuera una conversación íntima en lugar de una charla arrogante de cuñados. Se detuvo a un lado de Wan-Lian y al ver que seguía siendo tan sereno y amable como siempre los pensamientos oscuros que llegaron como conclusiones a su mente, se fueron.

Wan-Lian suspiró al verlo actuar con normalidad, pero en un descuido del príncipe se apresuró a esconder la marca más visible en su cuello, esa secuencia circular en definitiva no podía pasar con una excusa simple que culpaba a algún animal silvestre y su picadura.

Sus dedos demoraron más en la zona roja, la sonrisa en sus labios fue sincera, y esa marca que tanto luchaba por ocultar fue también la última que tendría en un largo tiempo.

El regalo concebido que quedaría oculto en su alma y su esencia, el ancla que le ayudaría a no perder la cordura.

La llave maestra que daría giro a la cerradura y abriría el paso a la libertad, y a la muerte.

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